tag:blogger.com,1999:blog-43592476891736113102024-02-20T08:02:36.404-08:00Pastoraldigital.comMANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.comBlogger26125tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-86325405926215604672006-12-02T16:57:00.001-08:002006-12-02T17:03:33.829-08:00SENTIDO DEL ADVIENTOEl tiempo de Adviento<br /><br />Comienzo: El Adviento es el comienzo del Año Litúrgico y empieza el domingo<br /><br />Término: Adviento viene de adventus, venida, llegada, próximo al 30 de noviembre y termina el 24 de diciembre. Forma una unidad con la Navidad y la Epifanía.<br /><br />Color: La Liturgia en este tiempo es el morado.<br /><br />Sentido: El sentido del Adviento es avivar en los creyentes la espera del Señor.<br /><br />Duración: 4 semanas<br /><br />Partes: Se puede hablar de dos partes del Adviento:<br /><br />a) desde el primer domingo al día 16 de diciembre, con marcado carácter escatológico, mirando a la venida del Señor al final de los tiempos;<br /><br />b) desde el 17 de diciembre al 24 de diciembre, es la llamada "Semana Santa" de la Navidad, y se orienta a preparar más explícitamente la venida de Jesucristo en las historia, la Navidad.<br /><br />Personajes: Las lecturas bíblicas de este tiempo de Adviento están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), también se recogen los pasajes más proféticos del Antiguo Testamento señalando la llegada del Mesías. Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesias ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor Jesús.<br /><br /><br /><br />La Corona de Adviento <br /><br /><br />Origen: La Corona de Adviento tiene su origen en una tradición pagana europea que consistía en prender velas durante el invierno para representar al fuego del dios sol, para que regresara con su luz y calor durante el invierno. Los primeros misioneros aprovecharon esta tradición para evangelizar a las personas. Partían de sus costumbres para enseñarles la fe católica. La corona está formada por una gran variedad de símbolos: <br /><br />La forma circular: El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y sin fin, y también de nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca debe de terminar. <br /><br />Las ramas verdes: Verde es el color de esperanza y vida, y Dios quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas. El anhelo más importante en nuestras vidas debe ser llegar a una unión más estrecha con Dios, nuestro Padre.<br /><br />Las cuatro velas: Nos hace pensar en la obscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue dando poco a poco una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas la corona. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando con la cada vez más cercana llegada de Cristo a nuestro mundo.<br />Son cuatro velas las que se ponen en la corona y se prenden de una en una, durante los cuatro domingos de adviento al hacer la oración en familia. <br />Las manzanas rojas que adornan la corona representan los frutos del jardín del Edén con Adán y Eva que trajeron el pecado al mundo pero recibieron también la promesa del Salvador Universal. <br /><br />El listón rojo representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve. <br /><br />Los domingos de adviento la familia o la comunidad se reúne en torno a la corona de adviento. Luego, se lee la Biblia y alguna meditación. La corona se puede llevar al templo para ser bendecida por el sacerdote. <br /><br />Sugerencias<br />a) Es preferible elaborar en familia la corona de Adviento aprovechando este momento para motivar a los niños platicándoles acerca de esta costumbre y su significado. <br />b) La corona deberá ser colocada en un sitio especial dentro del hogar, de preferencia en un lugar fijo donde la puedan ver los niños de manera que ellos recuerden constantemente la venida de Jesús y la importancia de prepararse para ese momento. c) Es conveniente fijar con anticipación el horario en el que se prenderán las velas. Toda esta planeación hará que las cosas salgan mejor y que los niños vean y comprendan que es algo importante. Así como con anticipación preparamos la visita de un invitado importante, estamos haciendo esto con el invitado más importante que podemos tener en nuestra familia. <br />d) Es conveniente también distribuir las funciones entre los miembros de la familia de modo que todos participen y se sientan involucrados en la ceremonia. <br />Por ejemplo: <br />un encargado de tener arreglado y limpio el lugar donde irá la corona antes de comenzar con esta tradición navideña. <br />un encargado de apagar las luces al inicio y encenderlas al final. <br />un encargado de dirigir el canto o de poner la grabadora con algún villancico. <br />un encargado de dirigir las oraciones para ponerse en presencia de Dios. <br />un encargado de leer las lecturas. <br />un encargado de encender las velas. <br /><br />Bendición de la Corona de Adviento<br />En algunas parroquias o colegios se organiza la bendición de las coronas de Adviento. <br />Si no se pudo asistir a estas celebraciones, la puede llevar a cabo el papá o la mamá con la siguiente oración: <br /><br />Señor Dios <br />bendice con tu poder nuestra Corona de Adviento para que, al encenderla, <br />despierte en nosotros el deseo de esperar la venida de Cristo <br />practicando las buenas obras, y para que así, <br />cuando Él llegue, seamos admitidos al Reino de los Cielos. <br />Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. <br />Todos: Amén.<br /><br />Bendición comunitaria de la Corona de Adviento durante la Santa Misa<br /><br />SACERDOTE: Al comenzar este nuevo Año Litúrgico, vamos a bendecir, como comunidad cristiana, esta CORONA con que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la LUZ DEL MUNDO. Su color verde significa la vida, nuestra vida de la gracia, y la esperanza de ser mejores y unirnos más como comunidad.<br /><br />TODOS: POR ESO, AL IR ENCENDIENDO, DOMINGO TRAS DOMINGO, LOS CIRIOS DE LA CORONA, DEBEMOS SIGNIFICAR NUESTRA GRADUAL PREPARACIÓN PARA RECIBIR LA LUZ DE NAVIDAD: JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR, QUE VIENE PARA SALVARNOS.<br /><br />Sacerdote: Démosle gracias a Dios por esta CORONA, pero especialmente porque nos permite estar reunidos, como comunidad, para darle gracias y bendecirlo.<br /><br />TODOS: TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR, PORQUE SIEMPRE ESTÁS CON NOSOTROS EN EL CAMINO DE LA VIDA Y PORQUE NOS AYUDAS A BENDECIRTE Y A TENERTE PRESENTE CADA DÍA. TE DAMOS GRACIAS POR NUESTRA CONVIVENCIA COMUNITARIA Y POR ESTA CORONA DE ADVIENTO QUE HOY QUEREMOS BENDECIR, O SEA, QUE QUEREMOS PONERLA EN TU NOMBRE PARA QUE SEA EL CENTRO DE NUESTRA ORACIÓN Y REFLEXIÓN COMUNITARIA.<br /><br />ESCUCHA, PUES, PADRE BUENO, NUESTRAS SÚPLICAS: BENDICE (+) ESTA CORONA DE ADVIENTO, Y AL BENDECIRLA, BENDÍCENOS TAMBIÉN A NOSOTROS COMO COMUNIDAD, DANOS TU PAZ, TU AMOR Y TU UNIDAD. AYÚDANOS A VENCER LAS TENTACIONES. NO NOS DEJES CAER EN EL PECADO QUE NOS APARTA DE TI. ANTES BIEN, AYÚDANOS A PREPARAR LA VENIDA DE TU HIJO JESUCRISTO, LUZ DEL MUNDO, PARA QUE ILUMINE TODA NUESTRA VIDA Y NOS GUÍE POR EL CAMINO DE LA VERDAD Y DEL BIEN, EL QUE VIVE Y REINA CONTIGO, EN LA UNIDAD DEL ESPÍRITU SANTO, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. AMÉN.<br /><br />(Se rocía la corona con agua bendita... y se enciende la primera vela...).<br /><br />Lector: Si encendemos una vela es porque queremos alumbrar, porque queremos tener una señal que pueda ver el que viene hacia nosotros. Es un signo externo de nuestra disposición interior de esperanza.<br /><br />TODOS: POR ESO, EN ESTE TIEMPO DE ADVIENTO, SEGUIREMOS CON ATENCIÓN Y CON BUENA DISPOSICIÓN, LAS ENSEÑANZAS DE LA PALABRA DE DIOS EN LAS LECTURAS DOMINICALES; Y NOS PREPARAREMOS, DE TODO CORAZON, PARA LA VENIDA DEL SEÑOR A NUESTRA COMUNIDAD PARROQUIAL, A NUESTRA FAMILIA Y A NUESTRA VIDA PERSONAL.<br /><br />Lector: Su venida histórica, que recordamos cuando el Hijo de Dios nace como Hijo de María, como Hombre para habitar entre los hombres; su venida litúrgica en cada Eucaristía, en su Palabra y en la Comunión; y su venida escatológica, que esperamos con viva fe, al final de los tiempos.<br /><br />TODOS: POR ESO, ENCENDER UNA VELA TIENE SENTIDO EN LA MEDIDA EN QUE, PERSONAL, FAMILIAR Y COMUNITARIAMENTE, NOS DISPONGAMOS A RECIBIR AL HIJO DE DIOS, A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, QUE VIENE A NOSOTROS PARA SALVARNOS.<br /><br />Sacerdote: Cristo, en su Evangelio, nos invita a "Velar y a estar preparados, porque no sabemos cuando llegará el momento".<br /><br />TODOS: POR ESO, NOS COMPROMETEMOS A PREPARARNOS, EN FAMILIA, A TRAVÉS DEL PERDÓN, DE LA COMPRENSIÓN Y DEL AMOR ENTRE ESPOSO Y ESPOSA; ENTRE PADRES E HIJOS; ENTRE HERMANOS Y HERMANAS; Y ENTRE AMIGOS Y COMPAÑEROS.<br /><br />NOS COMPROMETEMOS, TAMBIÉN, A MANIFESTAR NUESTRO CARIÑO Y BUENA VOLUNTAD PARA CON LOS AMIGOS Y VECINOS SOBRE TODO, ESTANDO DISPUESTOS A PRESTAR AYUDA SI ALGUIEN NECESITA DE NOSOTROS, DE NUESTRO TIEMPO, DE NUESTRO SERVICIO Y DE NUESTRAS COSAS.<br /><br />Y LE PEDIMOS A DIOS, NUESTRO SEÑOR, SU GRACIA Y SU FUERZA PARA CUMPLIR FIELMENTE ESTOS PROPÓSITOS. POR JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR. AMÉN.<br /><br />BENDICIÓN SOLEMNE DE ADVIENTO<br /><br />Sacerdote: Que Dios, omnipotente y misericordioso.<br /><br />TODOS: NOS SANTIFIQUE CON LA CELEBRACIÓN DE ESTE ADVIENTO Y NOS LLENE DE SUS BENDICIONES, YA QUE CREEMOS QUE CRISTO VINO AL MUNDO Y ESPERAMOS SU RETORNO GLORIOSO. AMÉN.<br /><br />Sacerdote: Que Dios, fuente de vida y alegría.<br /><br />TODOS: NOS CONCEDA PERMANECER FIRMES EN LA FE, ALEGRES EN LA ESPERANZA Y EFICACES EN LA CARIDAD. AMÉN.<br /><br />Sacerdote: Que Dios, origen de toda bondad.<br /><br />TODOS: NOS ENRIQUEZCA CON LOS PREMIOS ETERNOS CUANDO VENGA DE NUEVO EN LA MAJESTAD DE SU GLORIA. AMÉN.<br /><br />Sacerdote: Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo (+) y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes.<br /><br />TODOS: AMÉN.<br /><br />*** ESTA MISMA BENDICIÓN SE PUEDE USAR EN LOS DOMINGOS II, III y IV DE ADVIENTO<br /><br /><br /><br />Propuestas litúrgico-pastorales para el tiempo de Adviento<br /><br />«Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida. Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la Iglesia se une al deseo de éste: «Es preciso que él crezca y que yo disminuya» (Jn 3, 30).» (Catecismo de la Iglesia Católica, # 524).<br /><br />Ponemos a tu alcance algunas iniciativas que pueden ayudar a preparar el tiempo de Adviento.<br /><br />1. Retiro sobre el tiempo de Adviento<br /><br />Se podría, preferentemente al inicio del tiempo litúrgico, realizar un retiro para todos los miembros del centro, asociación, etc. con el fin de lograr una mejor preparación con vistas a la Navidad. Los temas están dados por los acentos, personajes y medios que la Iglesia propone para el Adviento.<br /><br />2. Liturgia semanal sobre el tema de la semana<br /><br />Durante el transcurso de la semana se puede invitar a las agrupaciones y otras asociaciones a que celebren en su reunión semanal una liturgia que contribuya a profundizar en el tema y acento que la liturgia de la Iglesia propone para cada semana.<br /><br />3. Campaña de oración<br /><br />Se puede realizar a lo largo de todo el tiempo de adviento una campaña de oración con el fin de intensificar la vida de oración necesaria para una adecuada preparación para la celebración de la Navidad.<br /><br />Puede ser hecha invitando a la participación personal y comunitaria (al interior de las Agrupaciones Marianas, por asociaciones en su conjunto, etc.).<br /><br />Se pueden hacer murales con dibujos (en cuadrículas para ser coloreadas) alusivos a la Navidad. También se puede ir preparando el pesebre con las oraciones: atados de paja o hierba, maderas, etc. pueden simbolizar determinados ejercicios de oración.<br /><br />Así mismo, sería bueno organizar la oración comunitaria y diaria de la liturgia de las horas (laudes, vísperas y completas) contando con los símbolos propios de este tiempo litúrgico.<br /><br />4. Celebración navideña para centros apostólicos<br /><br />Los días más próximos a la Navidad son propicios para realizar en los centros apostólicos alguna celebración navideña. Esta instancia es importante para celebrar comunitariamente nuestra fe, para fortalecer los lazos de comunión entre los miembros del centro apostólico o asociación y para estrechar vínculos con amigos y familiares buscando convertir esta celebración en una ocasión de evangelización.<br /><br />Esta celebración navideña puede tener varias actividades. Por ejemplo:<br /><br />Oración inicial<br />Obra de teatro, de títeres, etc. alusiva a la Navidad<br />Talentos: poesía, cantos, cuentos, etc.<br />Liturgia<br />Tuna Navideña<br />Chocolatada<br />Es muy recomendable la participación de personas representativas de las asociaciones, proyectos, etc. Esta celebración debe hacer participar no sólo a algunos cuantos ya que es una instancia de encuentro y participación de todos los miembros del centro apostólico o asociación. Debemos poner muy buena atención a la dimensión apostólica de esta jornada.<br /><br />5. Concursos<br /><br />Se puede promover el espíritu de preparación para la Navidad convocando a concursos de distintos talentos: composición de canciones, de villancicos, de cuentos, de poesías, de murales, símbolos y dibujos litúrgicos, etc. La celebración navideña podría ser una buena ocasión para presentar algunos de estos talentos.<br /><br />6. Colecta y visita a hermanos necesitados<br /><br />El tiempo de Adviento es muy apropiado para acentuar la vivencia de la caridad y solidaridad con nuestros hermanos más necesitados. Por ello es recomendable organizar una colecta de víveres, ropa y juguetes con el fin de donarlos en el marco de una visita a algún hospital o a un pueblo joven.<br /><br />Al término de las misas de cada domingo de adviento se pueden repartir cajas de cartón para que cada familia o persona colabore con una familia pobre en esta Navidad. Las personas son invitadas a inscribirse especificando si quiere donar una caja de víveres para una familia de 4, 6 u 8 miembros. En cada caso debe darse al donante una lista de víveres y sus cantidades según el caso.<br /><br />La visita debe involucrar a la mayor cantidad de gente posible ya que puede ser una magnífica ocasión apostólica. Debe cuidarse que esta visita no sea, por tanto, un mero repartir regalos, sino que debe transmitir lo esencial de nuestra vida de fe.<br /><br />7. Ambientación de centros apostólicos<br /><br />Es importante que los ambientes físicos del centro apostólico estén debidamente decorados con motivos de Adviento y de Navidad. Debemos generar un ambiente que favorezca nuestra preparación y espera, nuestra vida de silencio y oración, de encuentro fraterno.<br /><br />Para lograr una mayor involucración de las personas podría organizarse un concurso de arreglo y decoración por asociaciones y al interior de ellas. También se puede organizar este concurso motivando la participación de familias. (Es importante acentuar la dimensión comunitaria de esta actividad).<br /><br />Los periódicos murales con artículos y dibujos, carteles con frases alusivas al tiempo litúrgico (por ejemplo: “Ven, Señor Jesús”, “Venga a nosotros tu Reino”, etc.) y/o con dibujos o símbolos litúrgicos, la corona de adviento, el pesebre, el árbol de Navidad, etc. son algunos elementos que pueden favorecer este objetivo.<br /><br />Hay a disposición de quien lo requiera algunas liturgias de bendición de símbolos propios del tiempo (corona, árbol y pesebre) que podrían servir de ocasión de encuentro y oración entre los miembros del centro y asociaciones.<br /><br />Así mismo recomendamos el uso de música navideña en momentos oportunos ya que esto también puede ser un buen medio que contribuya en la vivencia del Adviento.<br /><br />8. Video Forum<br /><br />La presentación de alguna película que luego pueda ser comentada por los participantes puede favorecer la preparación de la Navidad. Algunas películas de temas apropiados son:<br /><br />Cuentos de Navidad (distintas versiones)<br />El cuarto rey mago<br />9. Donativo de Adviento<br /><br />En las celebraciones eucarísticas dominicales del MVC durante el tiempo de adviento se realizará la entrega semanal de un donativo para el mantenimiento de las obras apostólicas del Movimiento. Desde cada asociación y/o centro apostólico emevecista se debe promover y apoyar esta iniciativa.<br /><br />10. Celebraciones eucarísticas<br /><br />Nuestras celebraciones litúrgicas eucarísticas pueden ser enriquecidas a través de distintos medios:<br /><br />Bendición de la corona de Adviento (ver Bendicional)<br />Encendido progresivo, semana tras semana, de los cirios de la corona de Adviento<br />Bendición del nacimiento de la capilla (ver Bendicional)<br />Rito de inauguración del año litúrgico con procesión del leccionario dominical<br />Utilización del rito de aspersión de agua bendita, por lo menos los domingos, y sobre todo desde la segunda parte del Adviento (en la línea de una expectativa gozosa por el Don de Dios)<br />Austeridad en la decoración de la capilla: flores, adornos, etc.<br />Austeridad en el uso de instrumentos musicales para algunos cantos de la celebración<br />Uso de dibujos de símbolos litúrgicos<br />Colocación en un lugar visible de la capilla de una canasta para los víveres, etc. que la comunidad irá donando en el transcurso del tiempo de Adviento<br /><br /><br /><br />deas para vivir el Adviento<br /><br /><br />Autor: Teresa Fernández<br /><br />Durante el tiempo de Adviento se puede escoger alguna de las opciones que presentamos a continuación para vivir cada día del Adviento y llegar a la Navidad con un corazón lleno de amor al niño Dios.<br /><br />1. Pesebre y pajas:<br /><br />En esta actividad se va a preparar un pesebre para el Niño Dios el día de su nacimiento. El pesebre se elaborará de paja para que al nacer el niño Dios no tenga frío y la paja le dé el calor que necesita. Con las obras buenas de cada uno de los niños, se va a ir preparando el pesebre. Por cada buena obra que hagan los niños, se pone una pajita en el pesebre hasta el día del nacimiento de Cristo.<br /><br />2. Vitral del Nacimiento:<br /><br />En algún dibujo en el que se represente el Nacimiento los niños podrán colorear algunas parte de éste cada vez que lleven a cabo una obra buena para irlo completando para la Navidad.<br /><br />3. Calendario Tradicional de Adviento:<br /><br />En esta actividad se trata de que los niños hagan ellos mismos un calendario de Adviento en donde marquen los días del Adviento y escriban sus propios propósitos a cumplir. Pueden dibujar en la cartulina el día de Navidad con la escena del nacimiento de Jesús. Los niños diario revisarán los propósitos para ir preparando su corazón a la Navidad. Este calendario lo podrán llevar a la Iglesia el día de Navidad si así lo desean.<br /><br />Se sugieren los siguientes propósitos:<br /><br />Ayudaré en casa en aquello que más me cueste trabajo.<br />Rezaré en familia por la paz del mundo.<br />Ofreceré mi día por los niños que no tienen papás ni una casa donde vivir.<br />Obedeceré a mis papás y maestros con alegría.<br />Compartiré mi almuerzo con una sonrisa a quien le haga falta.<br />Hoy cumpliré con toda mi tarea sin quejarme.<br />Ayudaré a mis hermanos en algo que necesiten.<br />Ofreceré un sacrificio por los sacerdotes.<br />Rezaré por el Papa.<br />Daré gracias a Dios por todo lo que me ha dado.<br />Llevaré a cabo un sacrificio.<br />Leeré algún pasaje del Evangelio.<br />Ofreceré una comunión espiritual a Jesús por los que no lo aman.<br />Daré un juguete o una ropa a un niño que no lo tenga.<br />No comeré entre comidas.<br />En lugar de ver la televisión ayudaré a mi mamá en lo que necesite.<br />Imitaré a Jesús en su perdón cuando alguien me moleste.<br />Pediré por los que tienen hambre y no comeré dulces.<br />Rezaré un Ave María para demostrarle a la Virgen cuanto la amo.<br />Hoy no pelearé con mis hermanos.<br />Saludaré con cariño a toda persona que me encuentre.<br />Hoy pediré a la Santísima virgen por mi país.<br />Leeré el nacimiento de Jesús en el Evangelio de S. Lucas 2, 1-20.<br />Abriré mi corazón a Jesús para que nazca en él.<br />4. Los que esperaban a Cristo:<br /><br />En esta actividad se trata de lograr hacer una lista con 24 ó 28 nombres (dependiendo del número de días del Adviento) de personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento que esperaban la venida del Mesías. Se buscarán en la Biblia, se dibujarán los personajes y se recortarán. Atrás, se les pondrá el nombre de quién es y qué dijo o hizo este personaje. Se puede utilizar como juego.<br /><br />Algunos personajes que se pueden incluir:<br /><br />Abraham: Dios le dijo a Abraham que su descendencia iba a ser numerosa como las estrella del cielo y lasa arenas del mar, y sí fue.<br />David: Dios le dijo al rey David que el Mesías iba a ser de su familia.<br />Isaías: Dios le dijo al profeta Isaías que el Mesías iba a nacer de la Virgen.<br />Jeremías: Dios le dijo al profeta Jeremías que cuando naciera el Mesías, Él iba a dar a los hombres un corazón nuevo para conocerlo y amarlo mucho.<br />Ezequiel: Dios le dijo al profeta Ezequiel que el Mesías iba a resucitar.<br />Miqueas: Dios le dijo al profeta Miqueas en Belén iba a nacer su Hijo.<br />Oseas: Dios le dijo al profeta Oseas que de Egipto iba a llamar a su Hijo.<br />Zacarías: Dios le dijo al profeta Zacarías que su hijo iba a entrar en Jerusalén montado en burro.<br />Hombres Sabios o Reyes Magos: esperaban la venida del Salvador de los hombres.<br />Los pastores: Fueron avisados por un ángel del gran acontecimiento.<br /><br /><br />Los Personajes del Adviento <br /><br />Isaías: figura de espera por la Salvación<br />Juan Bautista: figura de preparación <br />María: Virgen de la esperanza y Madre del Salvador<br /><br />1.-LA FIGURA DE LA ESPERA: ISAÍAS<br /><br />La elección de las lecturas de Adviento nos ha puesto en frecuente contacto con Isaías. <br />Conviene reflexionar un poco sobre su personalidad.Los textos evangélicos no dicen nada de la personalidad del profeta Isaías, pero le citan. Incluso podemos decir que, a menudo, se le adivina presente en el pensamiento y hasta en las palabras de Cristo. Es el profeta por excelencia del tiempo de la espera; está asombrosamente cercano, es de los nuestros, de hoy. Lo está por su deseo de liberación, su deseo de lo absoluto de Dios; lo es en la lógica bravura de toda su vida que es lucha y combate; lo es hasta en su arte literario, en el que nuestro siglo vuelve a encontrar su gusto por la imagen desnuda pero fuerte hasta la crudeza. Es uno de esos violentos a los que les es prometido por Cristo el Reino.<br /><br />Todo debe ceder ante este visionario, emocionado por el esplendor futuro del Reino de Dios que se inaugura con la venida de un Príncipe de paz y justicia. Encontramos en Isaías ese poder tranquilo e inquebrantable del que está poseído por el Espíritu que anuncia, sin otra alternativa y como pesándole lo que le dicta el Señor. <br /><br />El profeta apenas es conocido por otra cosa que sus obras, pero éstas son tan características que a través de ellas podemos adivinar y amar su persona. Sorprendente proximidad de esta gran figura del siglo VIII antes de Cristo, que sentimos en medio de nosotros, cotidianamente, dominándonos desde su altura espiritual.<br /><br />Isaías vivió en una época de esplendor y prosperidad. Rara vez los reinos de Judá y Samaría habían conocido tal optimismo y su posición política les permite ambiciosos sueños. Su religiosidad atribuye a Dios su fortuna política y su religión espera de él nuevos éxitos. En medio de este frágil paraíso, Isaías va a erguirse valerosamente y a cumplir con su misión: mostrar a su pueblo la ruina que le espera por su negligencia.Perteneciente sin duda a la aristocracia de Jerusalén, alimentado por la literatura de sus predecesores, sobre todo Amós y Oseas, Isaías prevé como ellos, inspirado por su Dios, lo que será la historia de su país. Superando la situación presente en la que se entremezclan cobardías y compromisos, ve el castigo futuro que enderezará los caminos tortuosos.Lodts escribe de los profetas: "Creyendo quizá reclamar una vuelta atrás, exigían un salto hacia adelante. Estos reaccionarios eran, al mismo tiempo, revolucionarios". Así las cosas, Isaías fue arrebatado por el Señor "el año de la muerte del rey Ozías", hacia el año 740, cuando estaba en el templo, con los labios purificados por una brasa traída por un serafín (Is 6, 113). A partir de este momento, Isaías ya no se pertenece. No porque sea un simple instrumento pasivo en las manos de Yahvé; al contrario, todo su dinamismo va a ponerse al servicio de su Dios, convirtiéndose en su mensajero. Mensajero terrible que anuncia el despojo de Israel al que sólo le quedará un pequeño soplo de vida.Los comienzos de la obra de Isaías, que originarán la leyenda del buey y del asno del pesebre, marcan su pensamiento y su papel. Yahvé lo es todo para Israel, pero Israel, más estúpido que el buey que conoce a su dueño, ignora a su Dios (Is 1, 2-3).<br /><br />La Doncella va a dar a Luz<br /><br />Pero Isaías no se aislará en el papel de predicador moralizante. Y así se convierte para siempre en el gran anunciador de la Parusía, de la venida de Yahvé. Así como Amós se había levantado contra la sed de dominación que avivaba la brillante situación de Judá y Samaría en el siglo VIII, Isaías predice los cataclismos que se desencadenarán en el día de Yahvé (Is 2, 1-17). Ese día será para Israel el día del juicio. <br />Para Isaías, como más tarde para San Pablo y San Juan, la venida del Señor lleva consigo el triunfo de la justicia. Por otra parte, los capítulos 7 al 11 nos van a describir al Príncipe que gobernará en la paz y la justicia (ls 7, 10-17).<br />Es fundamental familiarizarse con el doble sentido de este texto. A aquel que no entre en la realidad ambivalente que comunica, le será totalmente imposible comprender la Escritura, incluso ciertos pasajes del Evangelio, y vivir plenamente la liturgia.<br />En efecto, en el evangelio del primer domingo de Adviento sobre el fin del mundo y la Parusía, los dos significados del Adviento dejan constancia de ese fenómeno propiamente bíblico en el que una doble realidad se significa por un mismo y único acontecimiento. El reino de Judá va a pasar por la devastación y la ruina. <br />El nacimiento de Emmanuel, "Dios con nosotros", reconfortará a un reino dividido por el cisma de diez tribus. El anuncio de este nacimiento promete, pues, a los contemporáneos de Isaías y a los oyentes de su oráculo, la supervivencia del reino, a pesar del cisma y la devastación. Príncipe y profeta, ese niño salvará por sí mismo a su país.<br /><br />La Edad de Oro<br /><br />Pero, por otra parte, la presentación literaria del oráculo y el modo de insistir Isaías en el carácter liberador de este niño, cuyo nacimiento y juventud son dramáticos, hacen presentir que el profeta ve en este niño la salvación del mundo. Isaías subraya en sus ulteriores profecías los rasgos característicos del Mesías. Aquí se contenta con apuntarlos y se reserva para más tarde el tratarlos uno a uno y modelarlos. El profeta describe así a este rey justo: (Is. 11, 1-9).<br /><br />Ezequías va a subir al trono y este poema se escribe para él. Pero, ¿cómo un hombre frágil puede reunir en sí tan eminentes cualidades? ¿No vislumbra Isaías al Mesías a través de Ezequías? La Iglesia lo entiende así y hace leer este pasaje, sobre la llegada del justo, en los maitines del segundo domingo de Adviento.En el capítulo segundo de su obra, hemos visto a Isaias anunciando una Parusía que a la vez será un juicio. En el capitulo 13, describe la caída de Babilonia tomada por Ciro. Y de nuevo, se nos invita a superar este acontecimiento histórico para ver la venida de Yahvé en su "día". La descripción de los cataclismos que se producirán la tomará Joel y la volveremos a encontrar en el Apocalipsis (Is 13, 9-ll). <br />Esta venida de Yahvé aplastará a aquel que haya querido igualarse a Dios. El Apocalipsis de Juan tomará parecidas imágenes para describir la derrota del diablo (cap. 14).<br /><br />En los maitines del 4.° domingo de Adviento, volvemos a encontrarle en el momento que describe el advenimiento de Yahvé: "La tierra abrasada se trocará en estanque, y el país árido en manantial de aguas" (35, 7). Se reconoce el tema de la maldición de la creación en el Génesis.Pero vuelve Yahvé que va a reconstruir el mundo. Al mismo tiempo, Isaías profetiza la acción curativa de Jesús que anuncia el Reino: "Los ciegos ven, los cojos andan", signo que Juan Bautista toma de este poema de Isaías (35, 5-6).<br /><br />Podríamos sintetizar toda la obra del profeta reduciéndola a dos objetivos:<br /><br />El primero, llegar a la situación presente, histórica, y remediarla luchando.<br />El segundo, describir un futuro mesiánico más lejano, una restauración del mundo. <br />Así vemos a Isaías como un enviado de su Dios al que ha visto cara a cara. El profeta no cesa de hablar de él en cada línea de su obra. Y, sin embargo, en sus descripciones se distingue por mostrar cómo Yahvé es el Santo y, por lo tanto, el impenetrable, el separado, Aquel que no se deja conocer. O, más bien, se le conoce por sus obras que, ante todo, es la justicia. Para restablecerla, Yahvé interviene continuamente en la marcha del mundo.<br /><br /><br />2.-LA FIGURA DE LA PREPARACIÓN: JUAN BAUTISTA<br />Isaías está presente en Juan Bautista, como Juan Bautista está presente en aquél al que ha preparado el camino y que dirá de él: "No ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista".<br />San Lucas nos cuenta con detalle el anuncio del nacimiento de Juan (Lc 1, 5-25). <br /><br />Esta extraña entrada en escena de un ser que se convertirá en uno de los más importantes jalones de la realización de los planes divinos es muy del estilo del Antiguo Testamento. Todos los seres vivos debían ser destruidos por el diluvio, pero Noé v los suyos fueron salvados en el arca. Isaac nace de Sara, demasiado anciana para dar a luz. David, joven y sin técnica de combate, derriba a Goliat. <br /><br />Moisés, futuro guía del pueblo de Israel, es encontrado en una cesta (designada en hebreo con la misma palabra que el arca) y salvado de la muerte. De esta manera, Dios quiere subrayar que Él mismo toma la iniciativa de la salvación de su pueblo. <br /><br />El anuncio del nacimiento de Juan es solemne. Se realiza en el marco litúrgico del templo. <br />Desde la designación del nombre del niño, "Juan", que significa "Yahvé es favorable", todo es concreta preparación divina del instrumento que el Señor ha elegido.<br /><br />Su llegada no pasará desapercibida y muchos se gozarán en su nacimiento (Lc 1, 14); se abstendrá de vino y bebidas embriagantes, será un niño consagrado y, como lo prescribe el libro de los Números (6, 1), no beberá vino ni licor fermentado. Juan es ya signo de su vocación de asceta. El Espíritu habita en él desde el seno de su madre. A su vocación de asceta se une la de guía de su pueblo (Lc 1, 17).<br /><br />Precederá al Mesías, papel que Malaquías (3, 23) atribuía a Elías. Su circuncisión, hecho característico, muestra también la elección divina: nadie en su parentela lleva el nombre de Juan (Lc 1, 61), pero el Señor quiere que se le llame así cambiando las costumbres. El Señor es quien le ha elegido, es él quien dirige todo y guía a su pueblo. <br /><br />Benedictus Deus Israelei<br /><br />El nacimiento de Juan es motivo de un admirable poema que, a la vez, es acción de gracias y descripción del futuro papel del niño. Este poema lo canta la Iglesia cada día al final de los Laudes reavivando su acción de gracias por la salvación que Dios le ha dado y en reconocimiento porque Juan sigue mostrándole "el camino de la paz". <br /><br />Juan Bautista es el signo de la irrupción de Dios en su pueblo. El Señor le visita, le libra, realiza la alianza que había prometido. <br />El papel del precursor es muy preciso: prepara los caminos del Señor (Is 40, 3), da a su pueblo el "conocimiento de la salvación.Todo el afán especulativo y contemplativo de Israel es conocer la salvación, las maravillas del designio de Dios sobre su pueblo. El conocimiento de esa salvación provoca en él la acción de gracias, la bendición, la proclamación de los beneficios de Dios que se expresa por el "Bendito sea el Señor, Dios de Israel".<br /><br />Esta es la forma tradicional de oración de acción de gracias que admira los designios de Dios. Con estos mismos términos el servidor de Abrahán bendice a Yahvé (Gn 24, 26). Así también se expresa Jetró, suegro de Moisés, reaccionando ante el relato admirable de lo que Yahvé había hecho para librar a Israel de los egipcios (Ex 18, 10). La salvación es la remisión de los pecados, obra de la misericordiosa ternura de nuestro Dios (Lc 1, 77-78).<br /><br />Juan deberá, pues, anunciar un bautismo en el Espíritu para remisión de los pecados. Pero este bautismo no tendrá sólo este efecto negativo. Será iluminación. La misericordiosa ternura de Dios enviará al Mesías que, según dos pasajes de Isaías (9, 1 y 42, 7), recogidos por Cristo (Jn 8, 12), "iluminará a los que se hallan sentados en tinieblas y sombras de muerte" (Lc 1, 79).El papel de Juan, "allanar el camino del Señor". El lo sabe y se designa a sí mismo, refiriéndose a Isaías (40, 3), como la voz que clama en el desierto: "Allanad el camino del Señor". Más positivamente todavía, deberá mostrar a aquel que está en medio de los hombres, pero que éstos no le conocen (Jn 1, 26) y a quien llama, cuando le ve venir: "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29).Juan corresponde y quiere corresponder a lo que se ha dicho y previsto sobre él. Debe dar testimonio de la presencia del Mesías. El modo de llamarle indica ya lo que el Mesías representa para él: es el "Cordero de Dios". <br />El Levítico, en el capítulo 14, describe la inmolación del cordero en expiación por la impureza legal. Al leer este pasaje, Juan el evangelista piensa en el servidor de Yahvé, descrito por Isaías en el capítulo 53, que lleva sobre sí los pecados de Israel. Juan Bautista, al mostrar a Cristo a sus discípulos, le ve como la verdadera Pascua que supera la del Éxodo (12, 1) y de la que el universo obtendrá la salvación.Toda la grandeza de Juan Bautista le viene de su humildad y ocultamiento: "Es preciso que él crezca v que yo disminuya" (Jn 3, 30).<br /><br />Todos verán la salvación de Dios<br /><br />El sentido exacto de su papel, su voluntad de ocultamiento, han hecho del Bautista una figura siempre actual a través de los siglos. No se puede hablar de él sin hablar de Cristo, pero la Iglesia no recuerda nunca la venida de Cristo sin recordar al Precursor. No sólo el Precursor está unido a la venida de Cristo, sino también a su obra, que anuncia: la redención del mundo y su reconstrucción hasta la Parusía. Cada año la Iglesia nos hace actual el testimonio de Juan y de su actitud frente a su mensaje.De este modo, Juan esta siempre presente durante la liturgia de Adviento. En realidad, su ejemplo debe permanecer constantemente ante los ojos de la Iglesia. La Iglesia, y cada uno de nosotros en ella, tiene como misión preparar los caminos del Señor, anunciar la Buena Noticia. Pero recibirla exige la conversión.Entrar en contacto con Cristo supone el desprendimiento de uno mismo. Sin esta ascesis, Cristo puede estar en medio de nosotros sin ser reconocido (Jn l, 26). <br /><br />Como Juan, la Iglesia y sus fieles tienen el deber de no hacer pantalla a la luz, sino de dar testimonio de ella (Jn 1, 7). La esposa, la Iglesia, debe ceder el puesto al Esposo. Ella es testimonio y debe ocultarse ante aquel a quien testimonia. Papel difícil el estar presente ante el mundo, firmemente presente hasta el martirio. como Juan, sin impulsar una "institución" en vez de impulsar la persona de Cristo. Papel misionero siempre difícil el de anunciar la Buena Noticia y no una raza, una civilización, una cultura o un país: "Es preciso que él crezca v que yo disminuya" (Jn 3, 30). Anunciar la Buena Noticia y no una determinada espiritualidad, una determinada orden religiosa, una determinada acción católica especializada; como Juan, mostrar a sus propios discípulos donde está para ellos el "Cordero de Dios" y no acapararlos como si fuéramos nosotros la luz que les va a iluminar.Esta debe ser una lección siem presente y necesaria, así como también la de la ascesis del desierto y la del recogimiento en el amor para dar mejor testimonio.<br /><br />La elocuencia del silencio en el desierto es fundamental a todo verdadero y eficaz anuncio de la Buena Noticia. Orígenes escribe en su comentario sobre San Lucas (Lc 4): En cuanto a mí, pienso que el misterio de Juan, todavía hoy, se realiza en el mundo". La Iglesia, en realidad, continúa el papel del Precursor; nos muestra a Cristo, nos encamina hacia la venida del Señor.Durante el Adviento, la gran figura del Bautista se nos presenta viva para nosotros, hombres del siglo XX, en camino hacia el día de Cristo. El mismo Cristo, tomando el texto de Malaquías (3,1), nos habla de Juan como "mensajero" (4); Juan se designa a sí mismo como tal. San Lucas describe a Juan como un predicador que llama a la conversión absoluta y exige la renovación: "Que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece, y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntos". Así se expresaba Isaías (40, 5-6) en un poema tomado por Lucas para mostrar la obra de Juan. Se trata de una renovación, de un cambio, de una conversión que reside, sobre todo, en un esfuerzo para volver a la caridad, al amor a los otros (Lc 3, 10-14). <br />Lucas resume en una frase toda la actividad de Juan: <br />"Anunciaba al pueblo la Buena Noticia" (Lc 3, 18). <br /><br />Preparar los caminos del Señor, anunciar la Buena Noticia, es el papel de Juan y el que nos exhorta a que nosotros desempeñemos.<br />Hoy, este papel no es más sencillo que en los tiempos de Juan y nos incumbe a cada uno de nosotros. <br /><br />El martirio de Juan tuvo su origen en la franca honestidad con que denunció el pecado. <br />Juan Bautista anunció al Cordero de Dios. Fue el primero que llamó así a Cristo.<br />Citemos aquí el bello Prefacio introducido en nuestra liturgia para la fiesta del martirio de San Juan Bautista, que resume admirablemente su vida y su papel:<br /><br />"Porque él saltó de alegría en el vientre de su madre, al llegar el Salvador de los hombres, y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos. El fue escogido entre todos los profetas para mostrar a las gentes al Cordero que quita el pecado del mundo. El bautizó en el Jordán al autor del bautismo, y el agua viva tiene desde entonces poder de salvación para los hombres. Y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo".<br /><br />3. LA FIGURA DE LA ESPERANZA : VIRGEN MARÍA<br /><br />La primera venida del Señor se realizó gracias a ella. Y, por ello, todas las generaciones le llamamos Bienaventurada. Hoy, que preparamos, cada año, una nueva venida, los ojos de la Iglesia se vuelven a ella, para aprender, con estremecimiento y humildad agradecida, cómo se espera y cómo se prepara la venida del Emmanuel: del Dios con nosotros. Más aún, para aprender también cómo se da al mundo el Salvador.<br />Sobre el papel de la Virgen María en la venida del Señor, la liturgia del Adviento ofrece dos síntesis, en los prefacios II y IV de este tiempo:<br /><br />"...Cristo Señor nuestro, a quien todos los profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de Madre, Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres. El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al Misterio de su Nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza".<br /><br />"Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos por el Misterio de la Virgen Madre. Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina, en el seno de la Hija de Sión ha germinado aquél que nos nutre con el pan de los ángeles, y ha brotado para todo el género humano la salvación y la paz. La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido devuelta en María. En ella, madre de todos los hombres, la maternidad, redimida del pecado y de la muerte, se abre al don de una vida nueva. Así, donde había crecido el pecado, se ha desbordado tu misericordia en Cristo nuestro Salvador. Por eso nosotros, mientras esperamos la venida de Cristo, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos el himno de tu gloria..."<br /><br />La Virgen Inmaculada fue y sigue siendo el personaje de los personajes del Adviento: de la venida del Señor. Por eso, cada día, durante el Adviento, se evoca, se agradece, se canta, se glorifica y enaltece a aquella que fue la que accedió libremente a ser la madre de nuestro Salvador "el Mesías, el Señor" (Lc 2,11).<br /><br />Entresaco tres textos de los tantos que uno se encuentra en honor de la Bienaventurada Madre de Dios, en todo este Misterio preparado y realizado. Son de la solemnidad de santa María Madre de Dios:<br /><br />"¡Qué admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad" (antífona de las primeras Vísperas).<br /><br />"La Madre ha dado a luz al Rey, cuyo nombre es eterno; la que lo ha engendrado tiene al mismo tiempo el gozo de la maternidad y la gloria de la virginidad: un prodigio tal no se ha visto nunca, ni se verá de nuevo. Aleluya" (antífona de Laudes).<br /><br />"Por el gran amor que Dios nos tiene, nos ha mandado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado: nacido de una mujer, nacido bajo la ley. Aleluya" (antífona del Magníficat primeras Vísperas).<br /><br />A partir de la segunda parte del Adviento, la preponderancia de la Madre Inmaculada es tan grande, que ella aparece como el centro del Misterio preparado e iniciado. Así las lecturas evangélicas del IV Domingo, en los tres ciclos, están dedicadas a María. Y en las misas propias de los días 17 al 24, correspondientes a las antífonas de la O, todo gira alrededor de ella. Y con razón.<br /><br />"Los profetas anunciaron que el Salvador nacería de María Virgen" (Tercia) - "El ángel Gabriel saludó a María, diciendo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres" (Sexta) - "María dijo: ¿Qué significa este saludo? Me quedo perpleja ante estas palabras de que daré a luz un Rey sin perder mi virginidad" (Nona).<br /><br />En las vísperas del primer domingo de Adviento, la antífona del Magnificat está tomada del evangelio de la anunciación: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo". <br /><br />El lunes de esta primera semana, en las vísperas, la antífona del Magnificat será: "El ángel del Señor anunció a María y concibió por obra del Espíritu Santo".<br /><br />En las vísperas del jueves se canta: "Bendita tú entre las mujeres". En las vísperas del segundo domingo de Adviento: "Dichosa tú, María, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá". En los laudes del miércoles hay una lectura tomada del capítulo 7 de Isaías: "Mirad: la Virgen ha concebido y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel...". El responsorio del viernes después de la segunda lectura del oficio, está tomado del evangelio de la anunciación en Lc 1, 26, etc... Y podríamos continuar con una larga enumeración. <br /><br />Esta enumeración interesa porque muestra cómo la presencia de la Virgen es constante en los Oficios de Adviento, así como en el recuerdo de la primera venida de su Hijo y en la tensión de su vuelta al final de los tiempos.<br /><br />Aunque Navidad es para María la fiesta más señalada de su maternidad, el Adviento, que prepara esta fiesta, es para ella un tiempo de elección y de particular preparación.<br /><br /><br />Teología y Espiritualidad del Adviento<br /><br />A la luz de la liturgia de la Iglesia y de sus contenidos podemos resumir algunas líneas del pensamiento teológico y de la vivencia existencial de este tiempo de gracia.<br />1. Adviento, tiempo de Cristo: la doble venida<br /><br />La teología litúrgica del Adviento se mueve, en las dos líneas enunciadas por el Calendario romano: la espera de la Parusía, revivida con los textos mesiánicos escatológicos del AT y la perspectiva de Navidad que renueva la memoria de alguna de estas promesas ya cumplidas aunque si bien no definitivamente.<br /><br />El tema de la espera es vivido en la Iglesia con la misma oración que resonaba en la asamblea cristiana primitiva: el Marana-tha (Ven Señor) o el Maran-athá (el Señor viene) de los textos de Pablo (1 Cor 16,22) y del Apocalipsis (Ap 22,20), que se encuentra también en la Didaché, y hoy en una de las aclamaciones de la oración eucarística. Todo el Adviento resuena como un "Marana-thá" en las diferentes modulaciones que esta oración adquiere en las preces de la Iglesia.<br /><br />La palabra del Antiguo Testamento invita a repetir en la vida la espera de los justos que aguardaban al Mesías; la certeza de la venida de Cristo en la carne estimula a renovar la espera de la última aparición gloriosa en la que las promesas mesiánicas tendrán total cumplimiento ya que hasta hoy se han cumplido sólo parcialmente. El primer prefacio de Adviento canta espléndidamente esta compleja, pero verdadera realidad de la vida cristiana.<br /><br />El tema de la espera del Mesías y la conmemoración de la preparación a este acontecimiento salvífico toma pronto su auge en los días feriales que preceden a la Navidad. La Iglesia se siente sumergida en la lectura profética de los oráculos mesiánicos. Hace memoria de nuestros Padres en la Fe, patrísticas y profetas, escucha a Isaías, recuerda el pequeño núcleo de los anawim de Yahvé que está allí para esperarle: Zacarías, Isabel, Juan, José, María.<br /><br />El Adviento resulta así como una intensa y concreta celebración de la larga espera en la historia de la salvación, como el descubrimiento del misterio de Cristo presente en cada página del AT, del Génesis hasta los últimos libros Sapienciales. Es vivir la historia pasada vuelta y orientada hacia el Cristo escondido en el AT que sugiere la lectura de nuestra historia como una presencia y una espera de Cristo que viene.<br /><br />En el hoy de la Iglesia, Adviento es como un redescubrir la centralidad de Cristo en la historia de la salvación. Se recuerdan sus títulos mesiánicos a través de las lecturas bíblicas y las antífonas: Mesías, Libertador, Salvador, Esperado de las naciones, Anunciado por los profetas... En sus títulos y funciones Cristo, revelado por el Padre, se convierte en el personaje central, la clave del arco de una historia, de la historia de la salvación.<br /><br />2. Adviento tiempo por excelencia de María, la Virgen de la espera<br /><br />Es el tiempo mariano por excelencia del Año litúrgico. Lo ha expresado con toda autoridad Pablo VI en la Marialis Cultus, nn. 3-4.<br /><br />Históricamente la memoria de María en la liturgia ha surgido con la lectura del Evangelio de la Anunciación antes de Navidad en el que con razón ha sido llamado el domingo mariano prenatalicio.<br /><br />Hoy el Adviento ha recuperado de lleno este sentido con una serie de elementos marianos de la liturgia, que podemos sintetizar de la siguiente manera:<br /><br />- Desde los primeros días del Adviento hay elementos que recuerdan la espera y la acogida del misterio de Cristo por parte de la Virgen de Nazaret.<br /><br />- La solemnidad de la Inmaculada Concepción se celebra como "preparación radical a la venida del Salvador y feliz principio de la Iglesia sin mancha ni arruga ("Marialis Cultus 3).<br /><br />- En las ferias del 17 al 24 el protagonismo litúrgico de la Virgen es muy característico en las lecturas bíblicas, en el tercer prefacio de Adviento que recuerda la espera de la Madre, en algunas oraciones, como la del 20 de diciembre que nos trae un antiguo texto del Rótulo de Ravena o en la oración sobre las ofrendas del IV domingo que es una epíclesis significativa que une el misterio eucarístico con el misterio de Navidad en un paralelismo entre María y la Iglesia en la obra del único Espíritu.<br /><br />En una hermosa síntesis de títulos. I. Calabuig presenta en estas pinceladas la figura de la Virgen del Adviento:<br /><br />- Es la "llena de gracia", la "bendita entre las mujeres", la "Virgen", la "Esposa de Jesús", la "sierva del Señor".<br /><br />- Es la mujer nueva, la nueva Eva que restablece y recapitula en el designio de Dios por la obediencia de la fe el misterio de la salvación.<br /><br />- Es la Hija de Sion, la que representa el Antiguo y el Nuevo Israel.<br /><br />- Es la Virgen del Fiat, la Virgen fecunda. Es la Virgen de la escucha y de la acogida.<br /><br />En su ejemplaridad hacia la Iglesia, María es plenamente la Virgen del Adviento en la doble dimensión que tiene siempre en la liturgia su memoria: presencia y ejemplaridad. Presencia litúrgica en la palabra y en la oración, para una memoria grata de Aquélla que ha transformado la espera en presencia, la promesa en don. Memoria de ejemplaridad para una Iglesia que quiere vivir como María la nueva presencia de Cristo, con el Adviento y la Navidad en el mundo de hoy.<br /><br />En la feliz subordinación de María a Cristo y en la necesaria unión con el misterio de la Iglesia, Adviento es el tiempo de la Hija de Sión, Virgen de la espera que en el "Fiat" anticipa el Marana thá de la Esposa; como Madre del Verbo Encarnado, humanidad cómplice de Dios, ha hecho posible su ingreso definitivo, en el mundo y en la historia del hombre.<br /><br />3. Adviento, tiempo de la Iglesia misionera y peregrina<br /><br />La liturgia con su realismo y sus contenidos pone a la Iglesia en un tiempo de características y expresiones espirituales: la espera, la esperanza, la oración por la salvación universal.<br /><br />Preparándonos a la fiesta de Navidad, nosotros pensamos en los justos del AT que han esperado la primera venida del Mesías. Leemos los oráculos de sus profetas, cantamos sus salmos y recitamos sus oraciones. Pero nosotros no hacemos esto poniéndonos en su lugar como si el Mesías no hubiese venido todavía, sino para apreciar mejor el don de la salvación que nos ha traído. El Adviento para nosotros es un tiempo real. Podemos recitar con toda verdad la oración de los justos del AT y esperar el cumplimiento de las profecías porque éstas no se han realizado todavía plenamente; se cumplirán con la segunda venida del Señor. Debemos esperar y preparar esta última venida.<br /><br />En el realismo del Adviento podemos recoger algunas actualizaciones que ofrecen realismo a la oración litúrgica y a la participación de la comunidad:<br /><br />- La Iglesia ora por un Adviento pleno y definitivo, por una venida de Cristo para todos los pueblos de la tierra que todavía no han conocido al Mesías o no lo reconocen aún al único Salvador.<br /><br />- La Iglesia recupera en el Adviento su misión de anuncio del Mesías a todas las gentes y la conciencia de ser "reserva de esperanza" para toda la humanidad, con la afirmación de que la salvación definitiva del mundo debe venir de Cristo con su definitiva presencia escatológica.<br /><br />- En un mundo marcado por guerras y contrastes, las experiencias del pueblo de Israel y las esperas mesiánicas, las imágenes utópicas de la paz y de la concordia, se convierten reales en la historia de la Iglesia de hoy que posee la actual "profecía" del Mesías Libertador.<br /><br />- En la renovada conciencia de que Dios no desdice sus promesas -¡lo confirma la Navidad!- la Iglesia a través del Adviento renueva su misión escatológica para el mundo, ejercita su esperanza, proyecta a todos los hombres hacia un futuro mesiánico del cual la Navidad es primicia y confirmación preciosa.<br /><br />A la luz del misterio de María, la Virgen del Adviento, la Iglesia vive en este tiempo litúrgico la experiencia de ser ahora "como una María histórica" que posee y da a los hombres la presencia y la gracia del Salvador.<br /><br />La espiritualidad del Adviento resulta así una espiritualidad comprometida, un esfuerzo hecho por la comunidad para recuperar la conciencia de ser Iglesia para el mundo, reserva de esperanza y de gozo. Más aún, de ser Iglesia para Cristo, Esposa vigilante en la oración y exultante en la alabanza del Señor que viene.<br /><br /><br />Liturgias Familiares de Adviento<br />Liturgia con la corona<br />Celebración de la Corona de Adviento siguiendo la Historia de la Salvación <br />Celebración de la Corona analizando la Presencia de Jesús y sus Enseñanzas en la Vida Familiar<br />Buscando Posada para Santa María y San José<br />Primera liturgia semanal con la corona de Adviento<br /><br />INDICACIONES<br /><br />La corona sin ninguna vela encendida. Crear un ambiente recogido, con poca luz. Es recomendable colocar una imagen de la Virgen al lado de la corona, con un cirio a sus pies. De este cirio se puede tomar la llama para encender la primera vela de la corona.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />MONITOR: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.<br /><br />TODOS: Que hizo el cielo la tierra.<br /><br />MONITOR: Comenzamos un nuevo año litúrgico con el tiempo de Adviento, tiempo de preparación y espera. Encender, semana tras semana, los cuatro cirios de esta corona debe ser un reflejo de nuestra gradual preparación para recibir al Señor Jesús en la Navidad. Las luces de las velas nos recuerdan que Él es la Luz del mundo que ha venido a disipar las tinieblas. El color verde de la corona simboliza la vida y la esperanza que Él nos ha venido a traer.<br /><br />LECTOR: Lectura tomada del libro del profeta Isaías: "Levántate, brilla, Jerusalén; que llega tu luz y la gloria del Señor amanece sobre ti. Pues mira como la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti aparece".<br /><br />MONITOR: Quien dirige la oración, con las manos juntas, dice:<br /><br />Nos recogemos unos instantes en silencio, e inclinando nuestras cabezas, vamos a pedir que el Señor bendiga esta corona de Adviento.<br /><br />Oremos.<br /><br />La tierra, Señor, se alegra en estos días,<br />y tu Iglesia desborda de gozo<br />ante tu Hijo, el Señor Jesús,<br />que se avecina como luz esplendorosa,<br />para iluminar a los que yacemos en las tinieblas,<br />de la ignorancia, del dolor y del pecado.<br />Lleno de esperanza en su venida,<br />tu pueblo ha preparado esta corona<br />con ramos del bosque y la ha adornado con luces.<br />Ahora, pues, que vamos a empezar<br />el tiempo de preparación<br />para la venida de tu Hijo,<br />te pedimos, Señor,<br />que, mientras se acrecienta cada día<br />el esplendor de esta corona, con nuevas luces,<br />a nosotros nos ilumines<br />con el esplendor de Aquel que,<br />por ser la Luz del mundo,<br />iluminará todas las oscuridades.<br />Te lo pedimos por Él mismo<br />que vive y reina por los siglos de los siglos.<br /><br />TODOS: Amén.<br /><br />MONITOR: Vamos a encender ahora la primera vela de nuestra corona mientras cantamos OS ANUNCIAMOS (u otro canto apropiado).<br /><br />(Una persona encienda la primera vela mientras se entona un canto de Adviento, por ejemplo) CANTAD CON GOZO, CON ILUSIÓN, YA SE ACERCA EL SEÑOR.<br /><br />1. Os anunciamos el gozo de Adviento con la primera llama ardiendo; se acerca ya el tiempo de salvación, disponed, pues, la senda al Señor.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Segunda liturgia semanal con la corona de Adviento<br /><br />INDICACIONES<br /><br />La corona al inciar la liturgia debe estar encendida la primera vela. Crear un ambiente recogido, con poca luz. Es recomendable colocar una imagen de la Virgen al lado de la corona, con un cirio a sus pies. De este cirio se puede tomar la llama para encender la primera vela de la corona.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />MONITOR: Vamos a encender la segunda vela de nuestra corona. El Señor está cada vez más cerca de nosotros y debemos prepararnos dignamente para recibirlo en nuestros corazones. Hagamos un momento de silencio para elevar nuestra oración al Señor.<br /><br />LECTOR: Lectura tomada del Evangelio según San Lucas:<br /><br />"En el año quince del imperio de Tiberio César,siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso será recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios".<br /><br />MONITOR: Debemos preparar el camino del Señor y esto nos exige estar preparados interiormente para la venida del Señor Jesús, para que lo recibamos con un corazón reconciliado, cada vez más convertido y transformado, capaz de amar y entregarse a los demás. Hagamos un compromiso concreto para esta semana que nos ayude a disponenrnos cada vez mejor para su venida. (Se deja un momento de silencio)<br /><br />MONITOR: Mientras encendemos la segunda vela de nuestra corona cantemos: OS ANUNCIAMOS (u otro canto apropiado).<br /><br />(Una persona enciende la segunda vela mientras se entona el canto, de ser posible durante la segunda estrofa)<br /><br />CANTAD CON GOZO, CON ILUSIÓN YA SE ACERCA EL SEÑOR.<br /><br />1. Os anunciamos el gozo de Adviento con la primera llama ardiendo; se acerca ya el tiempo de salvación, disponed, pues, la senda al Señor.<br /><br />2. Os anunciamos el gozo de Adviento con la segunda llama ardiendo; el primer ejemplo Cristo nos dio, vivid unidos en el amor.<br /><br />MONITOR: Elevemos ahora nuestras peticiones a Dios Padre y respondamos a cada una de ella: VEN SEÑOR JESÚS.<br /><br />LECTOR: Te pedimos, Padre, por nuestra Santa Iglesia Católica que se prepara para la venida de tu Hijo, para que que siempre tengamos fijos los ojos en Aquél que nos trae la reconciliación.<br /><br />VEN SEÑOR JESÚS<br /><br />Te rogamos por la paz en el mundo, para que en este tiempo de Adviento se viva con mayor intensidad el amor y la solidaridad.<br /><br />VEN SEÑOR JESÚS<br /><br />Te pedimos, Padre, por cada uno de nosotros, para que hagamos esfuerzos por caminar al encuentro del Señor Jesús, que es la "Luz del Mundo".<br /><br />VEN SEÑOR JESÚS<br /><br />Te rogamos también por nuestra familia, para que a ejemplo de la familia de Nazaret vivimos el amor mutuo y nos preparemos para la venida de tu Hijo.<br /><br />VEN SEÑOR JESÚS<br /><br />Te pedimos que Santa María aliente nuestros pasos en este Adviento, y sea Ella quien nos enseñe a crecer en confianza y esperanza en la venida del Reconciliador.<br /><br />VEN SEÑOR JESÚS (se pueden añadir otras peticiones)<br /><br />MONITOR: Acudamos a nuestra Madre para que nos obtenga abundantes gracias que nos ayuden a prepararnos, de la misma manera como Ella lo hizo, para recibir al Señor Jesús. Recemos junto un Ave María. Terminemos este momento de oración cantando LOS CIELOS Y LA TIERRA.<br /><br />LOS CIELOS Y LA TIERRA EN TI SE ENCONTRARÁN, <br />MARÍA, DULCE ABRAZO QUE EL HOMBRE Y DIOS SE DAN.<br /><br />1. Las viejas profecías que hablaban del Señor nutrían la esperanza de Israel: la flor que nacería de tierra virginal, un Hijo que sería el Emmanuel.<br /><br />2. Quien hizo las estrellas al Ángel te envió, que fueras Madre suya te pidió. Dios Todopoderoso no quiso renunciar al gozo de acunarse en tu querer.<br /><br />3. Los magos y pastores que fueron al portal hallaron en tus brazos a Jesús. Sabemos que a tu lado lo vamos a encontrar lo mismo en la alegría que en la Cruz.<br /><br />MONITOR: Madre de la Esperanza…<br /><br />TODOS: Ruega por nosotros.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Tercera liturgia semanal con la corona de Adviento<br /><br />INDICACIONES<br /><br />La corona al inciar la liturgia deben estar encendidas la primera y la segunda vela de la corona. Crear un ambiente recogido, con poca luz. Es recomendable colocar una imagen de la Virgen al lado de la corona, con un cirio a sus pies. De este cirio se puede tomar la llama para encender la tercera vela de la corona.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />MONITOR: Estamos ya en la tercera semana de Adviento: aumenta nuestra alegría y nuestro jubilo por la venida del Señor Jesús, que estpa cada vez más cerca de nosotros. Empecemos nuestra oración cantando VEN PRONTO SEÑOR (u otro canto apropiado).<br /><br />1. ¡Oh Pastor de la Casa de Israel!, trae a tu pueblo la ansiada salvación. Verbo Eterno de la boca del Padre, fuiste anunciado por labios de profeta.<br /><br />¡VEN PRONTO, SEÑOR! <br />¡LLEGA, OH SALVADOR! (2v)<br />¡VEN, SEÑOR JESÚS! <br />¡VEN, LIBERADOR!<br /><br />¡CIELOS, LLOVED VUESTRA JUSTICIA!<br />¡ÁBRETE, TIERRA,<br />HAZ GERMINAR AL SALVADOR! (2v)<br /><br />2. El clamor de los pueblos se levanta. Hijo de David, las naciones te esperan. Queremos la llegada de tu Reino. Ven a liberar del pecado a los pueblos.<br /><br />3. Emmanuel, Salvador de las naciones, eres esperanza del pueblo peregrino. Sol naciente, esplendor de la justicia, Tú nos salvarás con tu brazo poderoso.<br /><br />4. Esperanza de una Mujer humilde: Ella es la Virgen que pronto dará a luz. Silenciosa, espera al Salvador: llega ya la hora de la liberación.<br /><br />MONITOR: Vamos a encender la tercera vela de nuestra corona de Adviento. El Señor está más cerca de nosotro sy nos ilumina cada vez más. Abramos nuestro corazón, que muchas veces está en tinieblas, a la luz admirable de su amor.<br /><br />LECTOR: Lectura tomada del Evangelio según San Lucas:<br /><br />"La gente le preguntaba: "Pues ¿qué debemos hacer?"<br /><br />Y él les respondía: "El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, haga lo mismo". Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?"<br /><br />Él les dijo: "No exijáis más de lo que os está fijado". Preguntáronle también unos soldados: "Y nosotros ¿qué debemos hacer?"<br /><br />Él les dijo: "No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada".<br /><br />Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos diciendo: "Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con guego que no se apaga".<br /><br />Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva".<br /><br />MONITOR: Vamos a encender la tercera vela de nuestra corona. Cantemos OS ANUNCIAMOS (u otro canto apropiado)<br /><br />CANTAD CON GOZO, CON ILUSIÓN<br />YA SE ACERCA EL SEÑOR.<br /><br />1. Os anunciamos el gozo de Adviento con la primera llama ardiendo; se acerca ya el tiempo de salvación, disponed, pues, la senda al Señor.<br /><br />2. Os anunciamos el gozo de Adviento con la segunda llama ardiendo; el primer ejemplo Cristo nos dio, vivid unidos en el amor.<br /><br />3. Os anunciamos el gozo de Adviento con la tercera llama ardiendo; el mundo que vive en la oscuridad brille con esta gran claridad.<br /><br />MONITOR: Acudamos ahora a Santa María, que colaborando con el Plan del Padre permitió que la luz del Señor ilumine a la humanidad, y pidámosle que siga intercediendo por nosotros en este tiempo de preparación. Recemos juntos la oración.<br /><br />Brillante Luna de la Nueva Evangelización, <br />que con tu fulgor iluminas la noche por la que tantos deambulan sin rumbo en el rumbo de la "cultura de muerte"<br />alumbra todo humano caminar con la luz del Señor Jesús <br />que sin igual sabes reflejar. Que así sea. Amén.<br /><br />MONITOR: Terminemos nuestra oración cantando MADRE NUESTRA (u otro canto apropiado).<br /><br />MADRE NUESTRA, QUE EN MEDIO DE LA NOCHE <br />DISTE AL MUNDO LA LUZ DEL REDENTOR, <br />DANOS HOY OTRA VEZ AL ESPERADO, <br />QUE ANDAMOS COMO OVEJAS SIN PASTOR. (2v)<br /><br />1. María se llamaba la Virgen que ante el Ángel, aceptando el llamado un "Sí" rotundo dio. En esa Madre nuestra el que hizo tierra y cielo, Dios Todopoderoso, un día se encarnó.<br /><br />2. Aquel a quien adoran el sol y las estrellas, el que viste las flores y amansa el fiero mar, Dios que a todos ama, con toda su grandeza del seno de María muy pronto nacerá.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Cuarta liturgia semanal con la corona de Adviento<br /><br />INDICACIONES<br /><br />La corona al inciar la liturgia deben estar encendidas las anteriores velas de la corona. Crear un ambiente recogido, con poca luz. Es recomendable colocar una imagen de la Virgen al lado de la corona, con un cirio a sus pies. De este cirio se puede tomar la llama para encender la tercera vela de la corona.<br /><br />Todos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Monitor: Alegrémonos porque el Señor está cerca de nosotros y viene a traernos la reconciliación. Encenderemos la cuarta y última vela de nuestra corona. Que este símbolo nos recuerde la proximidad de la venida del Señor Jesús, que viene a traernos alegría y esperanza. Iniciemos la oración de esta semana cantando MORADA DE LA LUZ (u otro canto apropiado)<br /><br />CELEBREMOS UNIDOS A LA VIRGEN MARÍA, <br />PORQUE ESTÁBAMOS CIEGOS Y NOS DIO A LUZ EL DÍA,<br />PORQUE ESTÁBAMOS TRISTES Y NOS DIO LA ALEGRÍA.<br /><br />1. Mujer tan silenciosa y encumbrada, ahora más que el sol, recibes en tu vientre al mismo Dios, al que es tu Creador.<br /><br />2. Lo que Eva en una tarde misteriosa buscando nos perdió, Tú, Madre, lo devuelves florecido en fruto salvador.<br /><br />3. Tú que eres bella puerta del Rey sumo, Morada de la Luz, la puerta nos abriste de los cielos al darnos a Jesús.<br /><br />LECTOR: Lectura tomada del Evangelio según San Lucas:<br /><br />"En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque , apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" Y dijo María: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su sierva, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada."<br /><br />MONITOR: La presencia del Señor Jesús entre nosotros nos llena de gozo y alegría. Es la Madre quien nos lo hace cercano, quien permite que esa Luz llegue a nosotros e ilumine nuestra vida. En compañía de Santa María encendamos la última vela de nuestra corona de Adviento mientras cantamos OS ANUNCIAMOS (u otro canto apropiado).<br /><br />(Una persona enciende la cuarta vela mientras se entona el canto, de ser posible durante la cuarta estrofa)<br /><br />CANTAD CON GOZO, CON ILUSIÓN, <br />YA SE ACERCA EL SEÑOR.<br /><br />1. Os anunciamos el gozo de Adviento con la primera llama ardiendo; se acerca ya el tiempo de salvación, disponed, pues, la senda al Señor.<br /><br />2. Os anunciamos el gozo de Adviento con la segunda llama ardiendo; el primer ejemplo Cristo nos dió, vivid unidos en el amor.<br /><br />3. Os anunciamos el gozo de Adviento con la tercera llama ardiendo; el muro que vive en la oscuridad brille con esta claridad.<br /><br />4. Os anunciamos el gozo de Adviento mirad la cuarta llama ardiendo; el Señor está cerca, fuera el temor, estar a punto es lo mejor.<br /><br />(Se pueden hacer alguna peticiones acudiendo a la intercesión de la Virgen María respondiendo después de cada petición:<br /><br />POR INTERCESIÓN DE TU MADRE, ESCÚCHANOS SEÑOR.)<br /><br />MONITOR: Oremos.<br /><br />Padre misericordioso, que quisiste que tu Hijo se encarnara en el seno de Santa María Virgen, escucha nuestra súplicas y concédenos tu gracia para que sepamos acoger al Señor Jesús, tu Hijo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.<br /><br />TODOS: Amén.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén<br /><br />MÁS CELEBRACIONES CON LA CORONA DE ADVIENTO<br /><br /><br />a) Celebración de la Corona de Adviento siguiendo la Historia de la Salvación.<br />Primer Domingo de Adviento<br />La promesa de salvación.<br /><br />Para empezar:<br />En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se apagan las luces y se lee la siguiente explicación basada en el Génesis, capítulo 3:<br /><br />Adán y Eva se dejaron engañar por el demonio al pensar que podían saber más que Dios y hacer lo que Él había prohibido. Así comenzó el pecado en el mundo y todo se volvió obscuridad para el hombre, pues el pecado nos aleja de Dios. Pero Dios prometió enviarnos a un Salvador.<br /><br />Vela:<br />Se enciende la primera vela, que es la vela del arrepentimiento. El color de la vela nos recuerda que es un tiempo de penitencia, de conversión.<br /><br />Oración:<br />Que esta corona nos ayude a preparar los corazones de cada uno de los que formamos la familia para tu llegada el día de Navidad.<br />Te lo pedimos, Señor.<br /><br />Para terminar:<br />Te damos gracias, Señor, por mandarnos a tu Hijo a salvarnos y te pedimos ayuda para preparar nuestro corazón a la venida de Cristo.<br />Amén.<br /><br />Cantar:<br />Se puede concluir con una canción que todos conozcan. Se sugiere "Ven, ven, Señor, no tardes".<br /><br />Ven, Ven Señor, no tardes<br />Ven, ven que te esperamos<br />Ven, ven Señor, no tardes<br />Ven, pronto Señor.<br /><br />El mundo muere de frío,<br />el alma perdió el calor;<br />los hombres no son hermanos<br />el mundo no tiene amor.<br /><br />Envuelto en sombría noche,<br />el mundo sin paz no ve,<br />buscando va una esperanza,<br />buscando, Señor, tu fe.<br /><br />Al mundo le falta vida,<br />al mundo le falta luz,<br />al mundo le falta el cielo,<br />al mundo le faltas Tú.<br /><br /><br /><br />Segundo Domingo de Adviento<br />La alianza con Noé.<br /><br />Para empezar:<br />En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se enciende la vela del domingo anterior, recordando que existía un poco de luz por la promesa del Salvador a pesar del pecado de Adán y Eva. Se apagan las luces y se lee la siguiente explicación basada en el Génesis, capítulo 7 y 8:<br /><br />En la historia de Noé, se ve como el pecado se fue extendiendo en el mundo y los hombres cada vez más se olvidaban de su amor y mandamientos. El arca de Noé nos recuerda el deseo de Dios de salvar a los hombres. El arco iris es el símbolo que nos recuerda el amor de Dios hacia los hombres.<br /><br />Vela:<br />Se enciende la segunda vela, que es la vela de la promesa de Navidad, de la promesa de la venida del Salvador.<br /><br />Oración:<br />Te pedimos que nos ayudes a no alejarnos<br />de Ti por las cosas materiales, las prisas, los regalos. Te pedimos nos ayudes a vivir cerca de Ti estos días y siempre.<br /><br />Reflexión:<br />Hacer algunas preguntas relacionadas con la lectura del Génesis del Arca de Noé:<br />En la familia ¿qué nos está alejando de Ti en estos momentos? ¿A qué le estamos dando mayor importancia en nuestra vida?<br /><br />Propósitos:<br />Después de la reflexión anterior, cada miembro de la familia puede compartir cuáles son sus propósitos para mejorar en la semana.<br /><br />Para terminar:<br />Te damos gracias Señor por mandarnos<br />a tu Hijo a salvarnos y te pedimos ayuda<br />para preparar nuestro corazón para su venida.<br />Amén.<br /><br />Cantar: "Levántate, pueblo mío"<br /><br />Levántate pueblo mío;<br />pueblo mío levántate,<br />viene el Señor.<br /><br />Brilla ya en tus calles,<br />en tus plazas<br />y en los hombres<br />donde hay amor.<br /><br />Levántate pueblo mío,<br />despierta porque sale el sol,<br />su fuego brilla en la mañana,<br />el viento canta su voz.<br /><br />Alégrate pueblo mío,<br />ya llega nuestro Salvador<br />Su luz nos llena de esperanza<br />su fuego alegra el corazón.<br /><br />Su reino es de justicia,<br />de esperanza,<br />su reino es de salvación.<br /><br /><br /><br />Tercer Domingo de Adviento:<br />Los Mandamientos<br /><br /><br />Para empezar:<br />En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se encienden las dos velas de los domingos anteriores recordando cómo la luz fue regresando para el hombre con la promesa de salvación y con la alianza de Noé. Se apagan las luces y se lee la siguiente explicación basada en el libro del Éxodo :<br /><br />Moisés fue escogido por Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Este es un símbolo de la liberación del pecado por la venida de Jesús al mundo. Más adelante, Dios le da los diez mandamientos a Moisés en el monte Sinaí, con los que nos muestra el camino para la salvación y se abre una luz en la vida de los hombres.<br /><br />Vela:<br />Se enciende la tercera vela, que representa al amor de Jesús por los hombres.<br /><br />Oración:<br />Te pedimos Señor nos ayudes a cumplir<br />con tus mandamientos para poder acercarnos<br />a Ti durante toda nuestra vida.<br /><br />Reflexión:<br />Hacer algunas preguntas relacionadas con la lectura anterior:<br />En la familia: ¿cómo estamos cumpliendo los mandamientos de Dios? ¿Qué mandamiento nos está costando más trabajo cumplir?<br /><br />Propósitos:<br />Después de la reflexión anterior, cada miembro de la familia puede compartir cuáles son sus propósitos para mejorar esta semana.<br /><br />Para terminar:<br />Te damos gracias Señor por dejarnos un camino<br />a seguir con tus mandamientos<br />y te pedimos nos ayudes a cumplirlos<br />para preparar nuestro corazón a tu venida. Amén.<br /><br />Cantar: "Allanad los caminos"<br /><br />Hay que allanar las sendas de la vida,<br />porque el Señor está cerca. (bis)<br /><br />Los ojos de los ciegos se han despegado.<br />Las lenguas de los mudos cantan tu gloria,<br />los cojos han saltado como los ciervos:<br />todo quiere hacerse vida.<br /><br />Estad siempre alegres en el Señor.<br />Sed fieles y constantes en el orar.<br />Guardaos de maldades y desprecios:<br />Dios cumple sus promesas.<br /><br />Si quieres que cumpla las profecías;<br />si quieres la gloria de tu Señor;<br />si quieres que tu Dios venga a visitarte:<br />Cuida y limpia sus caminos.<br /><br /><br /><br />Cuarto Domingo de Adviento<br />La Anunciación<br /><br />Para empezar:<br />En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se encienden las tres velas de los domingos anteriores recordando cómo se fue haciendo la luz para los hombres en la promesa de salvación, en la alianza con Noé y la alianza con Moisés. Se apagan las luces y se lee la siguiente explicación basada en el pasaje de La anunciación de San Lucas 1, 26-38:<br />Con el mensaje que el ángel lleva a María se hace realidad la promesa de salvación a los hombres. Gracias a su "sí" se pudieron llevar a cabo los planes de dios para el mundo.<br /><br />Vela:<br />Se enciende la cuarta vela que representa la llegada de Cristo a los corazones.<br /><br />Oración:<br />Señor, te pedimos nos ayudes a estar<br />siempre dispuestos a dar un "sí"<br />a lo que nos pidas en nuestras vidas.<br /><br />Reflexión:<br />Hacer algunas preguntas relacionadas con la lectura anterior:<br />¿Cómo hemos cumplido con lo que Dios nos ha mandando en nuestras vidas? ¿Qué tanto hemos aceptado la voluntad de Dios en nuestras vidas?<br />¿Estamos dispuestos a dar un sí a lo que Dios nos pida?<br /><br />Propósitos:<br />Después de la reflexión anterior, cada miembro de la familia puede decir cuáles son sus propósitos para mejorar en la semana.<br /><br />Para terminar:<br />Te damos gracias, Señor, por haber enviado<br />a tu Hijo a salvarnos y<br />por darnos una Madre en el Cielo.<br />Amén.<br /><br />Cantar: "Dijo que sí María"<br /><br />Dijo que sí María, cuando al amanecer<br />pudo ofrecer su casa al Santo de Israel.<br />Era un jardín la Virgen, Dios quiso ser clavel,<br />nunca mi pobre tierra, fuera tan buen vergel.<br /><br />Dijo que sí María y al recibirle a Él<br />en su morada humilde nos acogió también,<br />Madre de Dios y nuestra, Virgen de Nazaret,<br />En tu jardín de amores yo quiero florecer.<br /><br />Dijo que sí María cuando al amanecer,<br />supo Dios quería en su jardín nacer.<br />nunca mi pobre tierra fuera tan buen vergel<br />Dijo que sí María cuando al amanecer,<br />Dios la envolvió en su sombra.<br /><br />B) Celebración de la Corona de Adviento analizando la presencia de Jesucristo y sus enseñanzas en la vida familiar.<br /><br />Primer Domingo de Adviento<br />El amor familiar.<br /><br />Para comenzar:<br />En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se apagan las luces y se lee el texto de San Juan 3, 7-11:<br />Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios. Y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió a su Hijo único. A Dios nadie lo ha visto nunca, pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros.<br /><br />-Esta es palabra de Dios.<br />-Te alabamos Señor.<br /><br />Oración:<br />Que esta corona nos ayude a preparar los corazones de cada uno de los que formamos la familia para tu llegada el día de Navidad.<br /><br />Vela:<br />Encender la primera vela recordando qué significa penitencia, conversión de corazón.<br /><br />Para reflexionar:<br />Hacer la siguiente pregunta ¿Cómo hemos amado este año en nuestra familia? El que desee responder en alto, lo puede hacer.<br /><br />Propósitos:<br />Después de la reflexión anterior, cada miembro de la familia dirá cuáles serán sus propósitos para mejorar y hará un compromiso para cumplirlos durante la semana.<br /><br />Oración:<br />Dios Padre, gracias por darnos una familia. Te pedimos que, ahora que comienza el adviento, en nuestra familia podamos demostrarnos el amor que nos tenemos y vivamos cada día más unidos. Te pedimos llenar nuestro hogar de tu amor divino. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.<br /><br />Para terminar:<br />Todos los miembros de la familia se toman de la mano y rezan juntos el Padre nuestro. Se encienden las luces y se canta una canción.<br /><br />Para cantar: "Ven, Ven, Señor, no tardes"<br /><br />Ven, ven Señor no tardes;<br />Ven, ven Señor que te esperamos:<br />Ven, ven Señor no tardes;<br />Ven pronto Señor.<br /><br />El mundo muere de frío,<br />el alma perdió el calor;<br />los hombres no son hermanos,<br />el mundo no tiene amor.<br /><br />Envuelto en sombría noche,<br />el mundo sin paz no ve,<br />buscando va una esperanza,<br />buscando, Señor, tu fe.<br /><br />Al mundo le falta vida,<br />al mundo le falta luz,<br />al mundo le falta el cielo,<br />al mundo le faltas Tú.<br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />Segundo domingo de adviento<br />La servicialidad en la familia.<br /><br />Para empezar: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se enciende la vela del domingo anterior, se apagan las luces y se lee el Evangelio de san Marcos 10, 43.45:<br />No ha de ser así entre vosotros; antes, si alguno de vosotros quiere ser grande, sea vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, sea siervo de todos, pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos.<br />-Esta es palabra de Dios.<br />-Te alabamos, Señor.<br /><br />Vela:<br />Se enciende la segunda vela de Adviento.<br /><br />Para reflexionar:<br />Guardar unos minutos en silencio y hacer la siguiente pregunta: En nuestro hogar ¿cómo nos ayudamos unos a otros diariamente? Cada miembro de la familia, si lo desea, puede responder en voz alta la respuesta.<br /><br />Propósitos:<br />Después de la reflexión anterior, cada quien dirá cual será su propósito a cumplir en la semana.<br /><br />Para orar:<br />Padre, que nos has dado una familia en la que todos nos ayudamos y somos felices, te pedimos bendecir nuestros trabajos y tareas de todos los días para que cumplamos con más ganas y alegría la tarea que nos toca hacer a cada uno de los miembros de esta familia en nuestro hogar. Amén.<br /><br />Para terminar:<br />Todos los miembros de la familia se toman de las manos y rezan juntos un padrenuestro. Se encienden las luces y se canta una canción.<br /><br />Para cantar:<br />Cantar la canción "Amar es entregarse"<br /><br />Amar es entregarse olvidándose de sí<br />buscando lo que al otro pueda hacer feliz.<br /><br />Qué lindo es vivir para amar<br />Qué grande es tener para dar<br />Dar alegría, felicidad<br />Darse uno mismo, eso es amar.<br /><br />Si te amas como a ti mismo<br />y te entregas a los demás,<br />verás que no hay egoísmo<br />que no puedas superar.<br /><br />Qué lindo es vivir para amar<br />Qué grande es tener para dar<br />dar alegría y felicidad<br />darse uno mismo eso es amar.<br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />Tercer domingo de adviento<br />Ser mejor en familia.<br /><br />Para empezar:<br />En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se encienden las dos velas de los domingos anteriores, se apagan las luces y se lee la lectura del Evangelio según San Mateo 5, 13-16:<br /><br />Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Para nada aprovecha ya, sino para tirarla y que la pisen los hombres.<br />Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad asentada sobre un monte, ni se enciende una lámpara y se la pone bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a cuantos hay en la casa. así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo nuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos.<br /><br />-Esta es palabra de Dios.<br />-Gloria a ti, Señor Jesús.<br /><br />Vela:<br />Se enciende la tercera vela de Adviento.<br /><br />Para reflexionar:<br />Después de la lectura anterior, se guardan unos minutos en silencio y se hace la siguiente pregunta: ¿qué hago yo para que mi familia sea mejor? Cada miembro de la familia puede responder en voz alta si desea.<br /><br />Propósitos:<br />Cada miembro de la familia puede decir cuál es su propósito durante la semana y se comprometerá a cumplirlo.<br /><br />Para orar:<br />Padre, en nuestra familia crecemos y aprendemos a ser mejores, te pedimos hoy que nos ayudes a ser una familia cristiana y ser un buen ejemplo para los que nos rodean, Te pedimos fuerzas para mejorar o cambiar lo que sea necesario de nosotros para que nuestra familia sea mejor cada día. Amén.<br /><br />Para terminar:<br />Todos los miembros de la familia se toman de la mano y rezan juntos el Padre nuestro. Se encienden las luces y se canta una canción.<br /><br />Para cantar: "Jesús ¿quién eres Tú?<br /><br />Jesús ¿quién eres Tu?<br />tan pobre al nacer, que mueres en cruz.<br />Tú das paz al ladrón,<br />inquietas al fiel, prodigas perdón.<br />Tú, siendo creador,<br />me quieres a mí, que soy pecador.<br />Tú dueño y Señor<br />me pides a mí, salvar la Creación.<br />Jesús ¿quién eres Tú?<br />tan pobre al nacer, que mueres en cruz.<br />Tú das paz al ladrón<br />inquietas al fiel, prodigas perdón.<br />Tú, dueño y Señor<br />me pides a mi salvar la creación<br />Jesús ¿quién eres Tú?<br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />Cuarto domingo de adviento<br />La presencia de Dios en nuestra familia<br /><br />Para empezar:<br />En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se encienden las tres velas de los domingos anteriores y se lee la lectura del Evangelio según San Mateo 7, 24-25:<br />Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra, será el varón prudente, que edifica su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa; pero no cayó, porque estaba fundada sobre roca.<br />-Esta es palabra de Dios.<br />-Gloria a Ti Señor Jesús.<br /><br />Vela:<br />Encender la última vela del Adviento.<br /><br />Para reflexionar:<br />Guardar unos minutos en silencio y hacer la siguiente pregunta: ¿De qué manera se ha manifestado la presencia de Dios en nuestra familia durante el año? ¿Lo hemos dejado actuar o le hemos estorbado? Cada uno podrá responder si desea.<br /><br />Propósitos:<br />Después de la lectura anterior, cada uno de los miembros de la familia, dirá cuál es su propósito para la semana y se comprometerá a cumplirlo.<br /><br />Para orar:<br />Padre, que nos has dado una familia en la cuál te hemos conocido y amado, ayúdanos a vivir teniéndote siempre presente en nuestras vidas. Te pedimos que en esta Navidad nos regales el quedarte con nosotros en nuestros corazones y sentir que vives en nuestro hogar, en nuestras familias. Amén.<br /><br />Para terminar:<br />Todos los miembros de la familia se toman de las manos para rezar juntos un Padrenuestro. Se encienden las luces y se canta una canción.<br /><br />Para cantar: "El camino que lleva a Belén".<br /><br />El camino que lleva a Belén<br />baja hasta el valle que la nieve cubrió.<br />Los pastorcillos quieren ver a su Rey,<br />le traen regalos en su humilde zurrón.<br />Ropo pom pom, ropo pom pom.<br /><br />Ha nacido en un portal de Belén<br />el Niño Dios.<br />Yo quisiera traer a tus pies<br />algún presente que te alabe Señor<br />más Tú ya sabes que soy pobre también,<br />y no poseo más que un viejo tambor,<br />ropo pom, pom, ropo pom, pom<br /><br /><br />Sentido del Adviento<br /><br /><br />«El Adviento y la Navidad han experimentado un incremento de su aspecto externo y festivo profano tal que en el seno de la Iglesia surge de la fe misma una aspiración a un Adviento auténtico: la insuficiencia de ese ánimo festivo por sí sólo se deja sentir, y el objetivo de nuestras aspiraciones es el núcleo del acontecimiento, ese alimento del espíritu fuerte y consistente del que nos queda un reflejo en las palabras piadosas con que nos felicitamos las pascuas. ¿Cuál es ese núcleo de la vivencia del Adviento?<br /><br />Podemos tomar como punto de partida la palabra «Adviento»; este término no significa «espera», como podría suponerse, sino que es la traducción de la palabra griega parusía, que significa «presencia», o mejor dicho, «llegada», es decir, presencia comenzada. En la antigüedad se usaba para designar la presencia de un rey o señor, o también del dios al que se rinde culto y que regala a sus fieles el tiempo de su parusía. Es decir, que el Adviento significa la presencia comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos cosas: primero, que la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado, y que él ya está presente de una manera oculta; en segundo lugar, que esa presencia de Dios acaba de comenzar, aún no es total, sino que esta proceso de crecimiento y maduración. Su presencia ya ha comenzado, y somos nosotros, los creyentes, quienes, por su voluntad, hemos de hacerlo presente en el mundo. Es por medio de nuestra fe, esperanza y amor como él quiere hacer brillar la luz continuamente en la noche del mundo. De modo que las luces que encendamos en las noches oscuras de este invierno serán a la vez consuelo y advertencia: certeza consoladora de que «la luz del mundo» se ha encendido ya en la noche oscura de Belén y ha cambiado la noche del pecado humano en la noche santa del perdón divino; por otra parte, la conciencia de que esta luz solamente puede —y solamente quiere— seguir brillando si es sostenida por aquellos que, por ser cristianos, continúan a través de los tiempos la obra de Cristo. La luz de Cristo quiere iluminar la noche del mundo a través de la luz que somos nosotros; su presencia ya iniciada ha de seguir creciendo por medio de nosotros. Cuando en la noche santa suene una y otra vez el himno Hodie Christus natus est, debemos recordar que el inicio que se produjo en Belén ha de ser en nosotros inicio permanente, que aquella noche santa es nuevamente un «hoy» cada vez que un hombre permite que la luz del bien haga desaparecer en él las tinieblas del egoísmo (...) el niño ‑ Dios nace allí donde se obra por inspiración del amor del Señor, donde se hace algo más que intercambiar regalos.<br /><br />Adviento significa presencia de Dios ya comenzada, pero también tan sólo comenzada. Esto implica que el cristiano no mira solamente a lo que ya ha sido y ya ha pasado, sino también a lo que está por venir. En medio de todas las desgracias del mundo tiene la certeza de que la simiente de luz sigue creciendo oculta, hasta que un día el bien triunfará definitivamente y todo le estará sometido: el día que Cristo vuelva. Sabe que la presencia de Dios, que acaba de comenzar, será un día presencia total. Y esta certeza le hace libre, le presta un apoyo definitivo (...)».<br /><br />Alegraos en el Señor<br /><br />(...) «“Alegraos, una vez más os lo digo: alegraos”. La alegría es fundamental en el cristianismo, que es por esencia evangelium, buena nueva. Y sin embargo es ahí donde el mundo se equivoca, y sale de la Iglesia en nombre de la alegría, pretendiendo que el cristianismo se la arrebata al hombre con todos sus preceptos y prohibiciones. Ciertamente, la alegría de Cristo no es tan fácil de ver como el placer banal que nace de cualquier diversión. Pero sería falso traducir las palabras: «Alegraos en el Señor» por estas otras: «Alegraos, pero en el Señor», como si en la segunda frase se quisiera recortar lo afirmado en la primera. Significa sencillamente «alegraos en el Señor», ya que el apóstol evidentemente cree que toda verdadera alegría está en el Señor, y que fuera de él no puede haber ninguna. Y de hecho es verdad que toda alegría que se da fuera de él o contra él no satisface, sino que, al contrario, arrastra al hombre a un remolino del que no puede estar verdaderamente contento. Por eso aquí se nos hace saber que la verdadera alegría no llega hasta que no la trae Cristo, y que de lo que se trata en nuestra vida es de aprender a ver y comprender a Cristo, el Dios de la gracia, la luz y la alegría del mundo. Pues nuestra alegría no será auténtica hasta que deje de apoyarse en cosas que pueden sernos arrebatadas y destruidas, y se fundamente en la más íntima profundidad de nuestra existencia, imposible de sernos arrebatada por fuerza alguna del mundo. Y toda pérdida externa debería hacernos avanzar un paso hacia esa intimidad y hacernos más maduros para nuestra vida auténtica.<br /><br />Así se echa de ver que los dos cuadros laterales del tríptico de Adviento, Juan y María, apuntan al centro, a Cristo, desde el que son comprensibles. Celebrar el Adviento significa, dicho una vez más, despertar a la vida la presencia de Dios oculta en nosotros. Juan y María nos enseñan a hacerlo. Para ello hay que andar un camino de conversión, de alejamiento de lo visible y acercamiento a lo invisible. Andando ese camino somos capaces de ver la maravilla de la gracia y aprendemos que no hay alegría más luminosa para el hombre y para el mundo que la de la gracia, que ha aparecido en Cristo. El mundo no es un conjunto de penas y dolores, toda la angustia que exista en el mundo está amparada por una misericordia amorosa, está dominada y superada por la benevolencia, el perdón y la salvación de Dios. Quien celebre así el Adviento podrá hablar con derecho de la Navidad feliz bienaventurada y llena de gracia. Y conocerá cómo la verdad contenida en la felicitación navideña es algo mucho mayor que ese sentimiento romántico de los que la celebran como una especie de diversión de carnaval».<br /><br />Estar preparados...<br /><br />«En el capitulo 13 que Pablo escribió a los cristianos en Roma, dice el Apóstol lo siguiente: “La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz. Andemos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, ni en amancebamientos y libertinajes, ni en querellas y envidias, antes vestíos del Señor Jesucristo...” Según eso, Adviento significa ponerse en pie, despertar, sacudirse del sueño. ¿Qué quiere decir Pablo? Con términos como “comilonas, borracheras, amancebamientos y querellas” ha expresado claramente lo que entiende por «noche». Las comilonas nocturnas, con todos sus acompañamientos, son para él la expresión de lo que significa la noche y el sueño del hombre. Esos banquetes se convierten para San Pablo en imagen del mundo pagano en general que, viviendo de espaldas a la verdadera vocación humana, se hunde en lo material, permanece en la oscuridad sin verdad, duerme a pesar del ruido y del ajetreo. La comilona nocturna aparece como imagen de un mundo malogrado. ¿No debemos reconocer con espanto cuan frecuentemente describe Pablo de ese modo nuestro paganizado presente? Despertarse del sueño significa sublevarse contra el conformismo del mundo y de nuestra época, sacudirnos, con valor para la virtud v la fe, sueño que nos invita a desentendernos a nuestra vocación y nuestras mejor posibilidades. Tal vez las canciones del Adviento, que oímos de nuevo esta semana se tornen señales luminosas para nosotros que nos muestra el camino y nos permiten reconocer que hay una promesa más grande que la el dinero, el poder y el placer. Estar despiertos para Dios y para los demás hombres: he ahí el tipo de vigilancia a la que se refiere el Adviento, la vigilancia que descubre la luz y proporciona más claridad al mundo».<br /><br />Juan el Bautista y María<br /><br />«Juan el Bautista y María son los dos grandes prototipos de la existencia propia del Adviento. Por eso, dominan la liturgia de ese período. ¡Fijémonos primero en Juan el Bautista! Está ante nosotros exigiendo y actuando, ejerciendo, pues, ejemplarmente la tarea masculina. Él es el que llama con todo rigor a la metanoia, a transformar nuestro modo de pensar. Quien quiera ser cristiano debe “cambiar” continuamente sus pensamientos. Nuestro punto de vista natural es, desde luego, querer afirmarnos siempre a nosotros mismos, pagar con la misma moneda, ponernos siempre en el centro. Quien quiera encontrar a Dios tiene que convertirse interiormente una y otra vez, caminar en la dirección opuesta. Todo ello se ha de extender también a nuestro modo de comprender la vida en su conjunto. Día tras día nos topamos con el mundo de lo visible. Tan violentamente penetra en nosotros a través de carteles, la radio, el tráfico y demás fenómenos de la vida diaria, que somos inducidos a pensar que sólo existe él. Sin embargo, lo invisible es, en verdad, más excelso y posee más valor que todo lo visible. Una sola alma es, según la soberbia expresión de Pascal, más valiosa que el universo visible. Mas para percibirlo de forma vida es preciso convertirse, transformarse interiormente, vencer la ilusión de lo visible y hacerse sensible, afinar el oído y el espíritu para percibir lo invisible. Aceptar esta realidad es más importante que todo lo que, día tras día, se abalanza violentamente sobre nosotros. Metanoeite: dad una nueva dirección a vuestra mente, disponedla para percibir la presencia de Dios en el mundo, cambiad vuestro modo de pensar, considerar que Dios se hará presente en el mundo en vosotros y por vosotros. Ni siquiera Juan el Bautista se eximió del difícil acontecimiento de transformar su pensamiento, del deber de convertirse. ¡Cuán cierto es que éste es también el destino del sacerdote y de cada cristiano que anuncia a Cristo, al que conocemos y no conocemos!».<br /><br /><br />Palabras del Cardenal Joseph Ratzinger sobre el AdvientoMANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-51424311965657350722006-12-02T16:57:00.000-08:002006-12-02T17:03:29.673-08:00SENTIDO DEL ADVIENTOEl tiempo de Adviento<br /><br />Comienzo: El Adviento es el comienzo del Año Litúrgico y empieza el domingo<br /><br />Término: Adviento viene de adventus, venida, llegada, próximo al 30 de noviembre y termina el 24 de diciembre. Forma una unidad con la Navidad y la Epifanía.<br /><br />Color: La Liturgia en este tiempo es el morado.<br /><br />Sentido: El sentido del Adviento es avivar en los creyentes la espera del Señor.<br /><br />Duración: 4 semanas<br /><br />Partes: Se puede hablar de dos partes del Adviento:<br /><br />a) desde el primer domingo al día 16 de diciembre, con marcado carácter escatológico, mirando a la venida del Señor al final de los tiempos;<br /><br />b) desde el 17 de diciembre al 24 de diciembre, es la llamada "Semana Santa" de la Navidad, y se orienta a preparar más explícitamente la venida de Jesucristo en las historia, la Navidad.<br /><br />Personajes: Las lecturas bíblicas de este tiempo de Adviento están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), también se recogen los pasajes más proféticos del Antiguo Testamento señalando la llegada del Mesías. Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesias ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor Jesús.<br /><br /><br /><br />La Corona de Adviento <br /><br /><br />Origen: La Corona de Adviento tiene su origen en una tradición pagana europea que consistía en prender velas durante el invierno para representar al fuego del dios sol, para que regresara con su luz y calor durante el invierno. Los primeros misioneros aprovecharon esta tradición para evangelizar a las personas. Partían de sus costumbres para enseñarles la fe católica. La corona está formada por una gran variedad de símbolos: <br /><br />La forma circular: El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y sin fin, y también de nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca debe de terminar. <br /><br />Las ramas verdes: Verde es el color de esperanza y vida, y Dios quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas. El anhelo más importante en nuestras vidas debe ser llegar a una unión más estrecha con Dios, nuestro Padre.<br /><br />Las cuatro velas: Nos hace pensar en la obscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue dando poco a poco una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas la corona. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando con la cada vez más cercana llegada de Cristo a nuestro mundo.<br />Son cuatro velas las que se ponen en la corona y se prenden de una en una, durante los cuatro domingos de adviento al hacer la oración en familia. <br />Las manzanas rojas que adornan la corona representan los frutos del jardín del Edén con Adán y Eva que trajeron el pecado al mundo pero recibieron también la promesa del Salvador Universal. <br /><br />El listón rojo representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve. <br /><br />Los domingos de adviento la familia o la comunidad se reúne en torno a la corona de adviento. Luego, se lee la Biblia y alguna meditación. La corona se puede llevar al templo para ser bendecida por el sacerdote. <br /><br />Sugerencias<br />a) Es preferible elaborar en familia la corona de Adviento aprovechando este momento para motivar a los niños platicándoles acerca de esta costumbre y su significado. <br />b) La corona deberá ser colocada en un sitio especial dentro del hogar, de preferencia en un lugar fijo donde la puedan ver los niños de manera que ellos recuerden constantemente la venida de Jesús y la importancia de prepararse para ese momento. c) Es conveniente fijar con anticipación el horario en el que se prenderán las velas. Toda esta planeación hará que las cosas salgan mejor y que los niños vean y comprendan que es algo importante. Así como con anticipación preparamos la visita de un invitado importante, estamos haciendo esto con el invitado más importante que podemos tener en nuestra familia. <br />d) Es conveniente también distribuir las funciones entre los miembros de la familia de modo que todos participen y se sientan involucrados en la ceremonia. <br />Por ejemplo: <br />un encargado de tener arreglado y limpio el lugar donde irá la corona antes de comenzar con esta tradición navideña. <br />un encargado de apagar las luces al inicio y encenderlas al final. <br />un encargado de dirigir el canto o de poner la grabadora con algún villancico. <br />un encargado de dirigir las oraciones para ponerse en presencia de Dios. <br />un encargado de leer las lecturas. <br />un encargado de encender las velas. <br /><br />Bendición de la Corona de Adviento<br />En algunas parroquias o colegios se organiza la bendición de las coronas de Adviento. <br />Si no se pudo asistir a estas celebraciones, la puede llevar a cabo el papá o la mamá con la siguiente oración: <br /><br />Señor Dios <br />bendice con tu poder nuestra Corona de Adviento para que, al encenderla, <br />despierte en nosotros el deseo de esperar la venida de Cristo <br />practicando las buenas obras, y para que así, <br />cuando Él llegue, seamos admitidos al Reino de los Cielos. <br />Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. <br />Todos: Amén.<br /><br />Bendición comunitaria de la Corona de Adviento durante la Santa Misa<br /><br />SACERDOTE: Al comenzar este nuevo Año Litúrgico, vamos a bendecir, como comunidad cristiana, esta CORONA con que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la LUZ DEL MUNDO. Su color verde significa la vida, nuestra vida de la gracia, y la esperanza de ser mejores y unirnos más como comunidad.<br /><br />TODOS: POR ESO, AL IR ENCENDIENDO, DOMINGO TRAS DOMINGO, LOS CIRIOS DE LA CORONA, DEBEMOS SIGNIFICAR NUESTRA GRADUAL PREPARACIÓN PARA RECIBIR LA LUZ DE NAVIDAD: JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR, QUE VIENE PARA SALVARNOS.<br /><br />Sacerdote: Démosle gracias a Dios por esta CORONA, pero especialmente porque nos permite estar reunidos, como comunidad, para darle gracias y bendecirlo.<br /><br />TODOS: TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR, PORQUE SIEMPRE ESTÁS CON NOSOTROS EN EL CAMINO DE LA VIDA Y PORQUE NOS AYUDAS A BENDECIRTE Y A TENERTE PRESENTE CADA DÍA. TE DAMOS GRACIAS POR NUESTRA CONVIVENCIA COMUNITARIA Y POR ESTA CORONA DE ADVIENTO QUE HOY QUEREMOS BENDECIR, O SEA, QUE QUEREMOS PONERLA EN TU NOMBRE PARA QUE SEA EL CENTRO DE NUESTRA ORACIÓN Y REFLEXIÓN COMUNITARIA.<br /><br />ESCUCHA, PUES, PADRE BUENO, NUESTRAS SÚPLICAS: BENDICE (+) ESTA CORONA DE ADVIENTO, Y AL BENDECIRLA, BENDÍCENOS TAMBIÉN A NOSOTROS COMO COMUNIDAD, DANOS TU PAZ, TU AMOR Y TU UNIDAD. AYÚDANOS A VENCER LAS TENTACIONES. NO NOS DEJES CAER EN EL PECADO QUE NOS APARTA DE TI. ANTES BIEN, AYÚDANOS A PREPARAR LA VENIDA DE TU HIJO JESUCRISTO, LUZ DEL MUNDO, PARA QUE ILUMINE TODA NUESTRA VIDA Y NOS GUÍE POR EL CAMINO DE LA VERDAD Y DEL BIEN, EL QUE VIVE Y REINA CONTIGO, EN LA UNIDAD DEL ESPÍRITU SANTO, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. AMÉN.<br /><br />(Se rocía la corona con agua bendita... y se enciende la primera vela...).<br /><br />Lector: Si encendemos una vela es porque queremos alumbrar, porque queremos tener una señal que pueda ver el que viene hacia nosotros. Es un signo externo de nuestra disposición interior de esperanza.<br /><br />TODOS: POR ESO, EN ESTE TIEMPO DE ADVIENTO, SEGUIREMOS CON ATENCIÓN Y CON BUENA DISPOSICIÓN, LAS ENSEÑANZAS DE LA PALABRA DE DIOS EN LAS LECTURAS DOMINICALES; Y NOS PREPARAREMOS, DE TODO CORAZON, PARA LA VENIDA DEL SEÑOR A NUESTRA COMUNIDAD PARROQUIAL, A NUESTRA FAMILIA Y A NUESTRA VIDA PERSONAL.<br /><br />Lector: Su venida histórica, que recordamos cuando el Hijo de Dios nace como Hijo de María, como Hombre para habitar entre los hombres; su venida litúrgica en cada Eucaristía, en su Palabra y en la Comunión; y su venida escatológica, que esperamos con viva fe, al final de los tiempos.<br /><br />TODOS: POR ESO, ENCENDER UNA VELA TIENE SENTIDO EN LA MEDIDA EN QUE, PERSONAL, FAMILIAR Y COMUNITARIAMENTE, NOS DISPONGAMOS A RECIBIR AL HIJO DE DIOS, A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, QUE VIENE A NOSOTROS PARA SALVARNOS.<br /><br />Sacerdote: Cristo, en su Evangelio, nos invita a "Velar y a estar preparados, porque no sabemos cuando llegará el momento".<br /><br />TODOS: POR ESO, NOS COMPROMETEMOS A PREPARARNOS, EN FAMILIA, A TRAVÉS DEL PERDÓN, DE LA COMPRENSIÓN Y DEL AMOR ENTRE ESPOSO Y ESPOSA; ENTRE PADRES E HIJOS; ENTRE HERMANOS Y HERMANAS; Y ENTRE AMIGOS Y COMPAÑEROS.<br /><br />NOS COMPROMETEMOS, TAMBIÉN, A MANIFESTAR NUESTRO CARIÑO Y BUENA VOLUNTAD PARA CON LOS AMIGOS Y VECINOS SOBRE TODO, ESTANDO DISPUESTOS A PRESTAR AYUDA SI ALGUIEN NECESITA DE NOSOTROS, DE NUESTRO TIEMPO, DE NUESTRO SERVICIO Y DE NUESTRAS COSAS.<br /><br />Y LE PEDIMOS A DIOS, NUESTRO SEÑOR, SU GRACIA Y SU FUERZA PARA CUMPLIR FIELMENTE ESTOS PROPÓSITOS. POR JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR. AMÉN.<br /><br />BENDICIÓN SOLEMNE DE ADVIENTO<br /><br />Sacerdote: Que Dios, omnipotente y misericordioso.<br /><br />TODOS: NOS SANTIFIQUE CON LA CELEBRACIÓN DE ESTE ADVIENTO Y NOS LLENE DE SUS BENDICIONES, YA QUE CREEMOS QUE CRISTO VINO AL MUNDO Y ESPERAMOS SU RETORNO GLORIOSO. AMÉN.<br /><br />Sacerdote: Que Dios, fuente de vida y alegría.<br /><br />TODOS: NOS CONCEDA PERMANECER FIRMES EN LA FE, ALEGRES EN LA ESPERANZA Y EFICACES EN LA CARIDAD. AMÉN.<br /><br />Sacerdote: Que Dios, origen de toda bondad.<br /><br />TODOS: NOS ENRIQUEZCA CON LOS PREMIOS ETERNOS CUANDO VENGA DE NUEVO EN LA MAJESTAD DE SU GLORIA. AMÉN.<br /><br />Sacerdote: Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo (+) y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes.<br /><br />TODOS: AMÉN.<br /><br />*** ESTA MISMA BENDICIÓN SE PUEDE USAR EN LOS DOMINGOS II, III y IV DE ADVIENTO<br /><br /><br /><br />Propuestas litúrgico-pastorales para el tiempo de Adviento<br /><br />«Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida. Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la Iglesia se une al deseo de éste: «Es preciso que él crezca y que yo disminuya» (Jn 3, 30).» (Catecismo de la Iglesia Católica, # 524).<br /><br />Ponemos a tu alcance algunas iniciativas que pueden ayudar a preparar el tiempo de Adviento.<br /><br />1. Retiro sobre el tiempo de Adviento<br /><br />Se podría, preferentemente al inicio del tiempo litúrgico, realizar un retiro para todos los miembros del centro, asociación, etc. con el fin de lograr una mejor preparación con vistas a la Navidad. Los temas están dados por los acentos, personajes y medios que la Iglesia propone para el Adviento.<br /><br />2. Liturgia semanal sobre el tema de la semana<br /><br />Durante el transcurso de la semana se puede invitar a las agrupaciones y otras asociaciones a que celebren en su reunión semanal una liturgia que contribuya a profundizar en el tema y acento que la liturgia de la Iglesia propone para cada semana.<br /><br />3. Campaña de oración<br /><br />Se puede realizar a lo largo de todo el tiempo de adviento una campaña de oración con el fin de intensificar la vida de oración necesaria para una adecuada preparación para la celebración de la Navidad.<br /><br />Puede ser hecha invitando a la participación personal y comunitaria (al interior de las Agrupaciones Marianas, por asociaciones en su conjunto, etc.).<br /><br />Se pueden hacer murales con dibujos (en cuadrículas para ser coloreadas) alusivos a la Navidad. También se puede ir preparando el pesebre con las oraciones: atados de paja o hierba, maderas, etc. pueden simbolizar determinados ejercicios de oración.<br /><br />Así mismo, sería bueno organizar la oración comunitaria y diaria de la liturgia de las horas (laudes, vísperas y completas) contando con los símbolos propios de este tiempo litúrgico.<br /><br />4. Celebración navideña para centros apostólicos<br /><br />Los días más próximos a la Navidad son propicios para realizar en los centros apostólicos alguna celebración navideña. Esta instancia es importante para celebrar comunitariamente nuestra fe, para fortalecer los lazos de comunión entre los miembros del centro apostólico o asociación y para estrechar vínculos con amigos y familiares buscando convertir esta celebración en una ocasión de evangelización.<br /><br />Esta celebración navideña puede tener varias actividades. Por ejemplo:<br /><br />Oración inicial<br />Obra de teatro, de títeres, etc. alusiva a la Navidad<br />Talentos: poesía, cantos, cuentos, etc.<br />Liturgia<br />Tuna Navideña<br />Chocolatada<br />Es muy recomendable la participación de personas representativas de las asociaciones, proyectos, etc. Esta celebración debe hacer participar no sólo a algunos cuantos ya que es una instancia de encuentro y participación de todos los miembros del centro apostólico o asociación. Debemos poner muy buena atención a la dimensión apostólica de esta jornada.<br /><br />5. Concursos<br /><br />Se puede promover el espíritu de preparación para la Navidad convocando a concursos de distintos talentos: composición de canciones, de villancicos, de cuentos, de poesías, de murales, símbolos y dibujos litúrgicos, etc. La celebración navideña podría ser una buena ocasión para presentar algunos de estos talentos.<br /><br />6. Colecta y visita a hermanos necesitados<br /><br />El tiempo de Adviento es muy apropiado para acentuar la vivencia de la caridad y solidaridad con nuestros hermanos más necesitados. Por ello es recomendable organizar una colecta de víveres, ropa y juguetes con el fin de donarlos en el marco de una visita a algún hospital o a un pueblo joven.<br /><br />Al término de las misas de cada domingo de adviento se pueden repartir cajas de cartón para que cada familia o persona colabore con una familia pobre en esta Navidad. Las personas son invitadas a inscribirse especificando si quiere donar una caja de víveres para una familia de 4, 6 u 8 miembros. En cada caso debe darse al donante una lista de víveres y sus cantidades según el caso.<br /><br />La visita debe involucrar a la mayor cantidad de gente posible ya que puede ser una magnífica ocasión apostólica. Debe cuidarse que esta visita no sea, por tanto, un mero repartir regalos, sino que debe transmitir lo esencial de nuestra vida de fe.<br /><br />7. Ambientación de centros apostólicos<br /><br />Es importante que los ambientes físicos del centro apostólico estén debidamente decorados con motivos de Adviento y de Navidad. Debemos generar un ambiente que favorezca nuestra preparación y espera, nuestra vida de silencio y oración, de encuentro fraterno.<br /><br />Para lograr una mayor involucración de las personas podría organizarse un concurso de arreglo y decoración por asociaciones y al interior de ellas. También se puede organizar este concurso motivando la participación de familias. (Es importante acentuar la dimensión comunitaria de esta actividad).<br /><br />Los periódicos murales con artículos y dibujos, carteles con frases alusivas al tiempo litúrgico (por ejemplo: “Ven, Señor Jesús”, “Venga a nosotros tu Reino”, etc.) y/o con dibujos o símbolos litúrgicos, la corona de adviento, el pesebre, el árbol de Navidad, etc. son algunos elementos que pueden favorecer este objetivo.<br /><br />Hay a disposición de quien lo requiera algunas liturgias de bendición de símbolos propios del tiempo (corona, árbol y pesebre) que podrían servir de ocasión de encuentro y oración entre los miembros del centro y asociaciones.<br /><br />Así mismo recomendamos el uso de música navideña en momentos oportunos ya que esto también puede ser un buen medio que contribuya en la vivencia del Adviento.<br /><br />8. Video Forum<br /><br />La presentación de alguna película que luego pueda ser comentada por los participantes puede favorecer la preparación de la Navidad. Algunas películas de temas apropiados son:<br /><br />Cuentos de Navidad (distintas versiones)<br />El cuarto rey mago<br />9. Donativo de Adviento<br /><br />En las celebraciones eucarísticas dominicales del MVC durante el tiempo de adviento se realizará la entrega semanal de un donativo para el mantenimiento de las obras apostólicas del Movimiento. Desde cada asociación y/o centro apostólico emevecista se debe promover y apoyar esta iniciativa.<br /><br />10. Celebraciones eucarísticas<br /><br />Nuestras celebraciones litúrgicas eucarísticas pueden ser enriquecidas a través de distintos medios:<br /><br />Bendición de la corona de Adviento (ver Bendicional)<br />Encendido progresivo, semana tras semana, de los cirios de la corona de Adviento<br />Bendición del nacimiento de la capilla (ver Bendicional)<br />Rito de inauguración del año litúrgico con procesión del leccionario dominical<br />Utilización del rito de aspersión de agua bendita, por lo menos los domingos, y sobre todo desde la segunda parte del Adviento (en la línea de una expectativa gozosa por el Don de Dios)<br />Austeridad en la decoración de la capilla: flores, adornos, etc.<br />Austeridad en el uso de instrumentos musicales para algunos cantos de la celebración<br />Uso de dibujos de símbolos litúrgicos<br />Colocación en un lugar visible de la capilla de una canasta para los víveres, etc. que la comunidad irá donando en el transcurso del tiempo de Adviento<br /><br /><br /><br />deas para vivir el Adviento<br /><br /><br />Autor: Teresa Fernández<br /><br />Durante el tiempo de Adviento se puede escoger alguna de las opciones que presentamos a continuación para vivir cada día del Adviento y llegar a la Navidad con un corazón lleno de amor al niño Dios.<br /><br />1. Pesebre y pajas:<br /><br />En esta actividad se va a preparar un pesebre para el Niño Dios el día de su nacimiento. El pesebre se elaborará de paja para que al nacer el niño Dios no tenga frío y la paja le dé el calor que necesita. Con las obras buenas de cada uno de los niños, se va a ir preparando el pesebre. Por cada buena obra que hagan los niños, se pone una pajita en el pesebre hasta el día del nacimiento de Cristo.<br /><br />2. Vitral del Nacimiento:<br /><br />En algún dibujo en el que se represente el Nacimiento los niños podrán colorear algunas parte de éste cada vez que lleven a cabo una obra buena para irlo completando para la Navidad.<br /><br />3. Calendario Tradicional de Adviento:<br /><br />En esta actividad se trata de que los niños hagan ellos mismos un calendario de Adviento en donde marquen los días del Adviento y escriban sus propios propósitos a cumplir. Pueden dibujar en la cartulina el día de Navidad con la escena del nacimiento de Jesús. Los niños diario revisarán los propósitos para ir preparando su corazón a la Navidad. Este calendario lo podrán llevar a la Iglesia el día de Navidad si así lo desean.<br /><br />Se sugieren los siguientes propósitos:<br /><br />Ayudaré en casa en aquello que más me cueste trabajo.<br />Rezaré en familia por la paz del mundo.<br />Ofreceré mi día por los niños que no tienen papás ni una casa donde vivir.<br />Obedeceré a mis papás y maestros con alegría.<br />Compartiré mi almuerzo con una sonrisa a quien le haga falta.<br />Hoy cumpliré con toda mi tarea sin quejarme.<br />Ayudaré a mis hermanos en algo que necesiten.<br />Ofreceré un sacrificio por los sacerdotes.<br />Rezaré por el Papa.<br />Daré gracias a Dios por todo lo que me ha dado.<br />Llevaré a cabo un sacrificio.<br />Leeré algún pasaje del Evangelio.<br />Ofreceré una comunión espiritual a Jesús por los que no lo aman.<br />Daré un juguete o una ropa a un niño que no lo tenga.<br />No comeré entre comidas.<br />En lugar de ver la televisión ayudaré a mi mamá en lo que necesite.<br />Imitaré a Jesús en su perdón cuando alguien me moleste.<br />Pediré por los que tienen hambre y no comeré dulces.<br />Rezaré un Ave María para demostrarle a la Virgen cuanto la amo.<br />Hoy no pelearé con mis hermanos.<br />Saludaré con cariño a toda persona que me encuentre.<br />Hoy pediré a la Santísima virgen por mi país.<br />Leeré el nacimiento de Jesús en el Evangelio de S. Lucas 2, 1-20.<br />Abriré mi corazón a Jesús para que nazca en él.<br />4. Los que esperaban a Cristo:<br /><br />En esta actividad se trata de lograr hacer una lista con 24 ó 28 nombres (dependiendo del número de días del Adviento) de personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento que esperaban la venida del Mesías. Se buscarán en la Biblia, se dibujarán los personajes y se recortarán. Atrás, se les pondrá el nombre de quién es y qué dijo o hizo este personaje. Se puede utilizar como juego.<br /><br />Algunos personajes que se pueden incluir:<br /><br />Abraham: Dios le dijo a Abraham que su descendencia iba a ser numerosa como las estrella del cielo y lasa arenas del mar, y sí fue.<br />David: Dios le dijo al rey David que el Mesías iba a ser de su familia.<br />Isaías: Dios le dijo al profeta Isaías que el Mesías iba a nacer de la Virgen.<br />Jeremías: Dios le dijo al profeta Jeremías que cuando naciera el Mesías, Él iba a dar a los hombres un corazón nuevo para conocerlo y amarlo mucho.<br />Ezequiel: Dios le dijo al profeta Ezequiel que el Mesías iba a resucitar.<br />Miqueas: Dios le dijo al profeta Miqueas en Belén iba a nacer su Hijo.<br />Oseas: Dios le dijo al profeta Oseas que de Egipto iba a llamar a su Hijo.<br />Zacarías: Dios le dijo al profeta Zacarías que su hijo iba a entrar en Jerusalén montado en burro.<br />Hombres Sabios o Reyes Magos: esperaban la venida del Salvador de los hombres.<br />Los pastores: Fueron avisados por un ángel del gran acontecimiento.<br /><br /><br />Los Personajes del Adviento <br /><br />Isaías: figura de espera por la Salvación<br />Juan Bautista: figura de preparación <br />María: Virgen de la esperanza y Madre del Salvador<br /><br />1.-LA FIGURA DE LA ESPERA: ISAÍAS<br /><br />La elección de las lecturas de Adviento nos ha puesto en frecuente contacto con Isaías. <br />Conviene reflexionar un poco sobre su personalidad.Los textos evangélicos no dicen nada de la personalidad del profeta Isaías, pero le citan. Incluso podemos decir que, a menudo, se le adivina presente en el pensamiento y hasta en las palabras de Cristo. Es el profeta por excelencia del tiempo de la espera; está asombrosamente cercano, es de los nuestros, de hoy. Lo está por su deseo de liberación, su deseo de lo absoluto de Dios; lo es en la lógica bravura de toda su vida que es lucha y combate; lo es hasta en su arte literario, en el que nuestro siglo vuelve a encontrar su gusto por la imagen desnuda pero fuerte hasta la crudeza. Es uno de esos violentos a los que les es prometido por Cristo el Reino.<br /><br />Todo debe ceder ante este visionario, emocionado por el esplendor futuro del Reino de Dios que se inaugura con la venida de un Príncipe de paz y justicia. Encontramos en Isaías ese poder tranquilo e inquebrantable del que está poseído por el Espíritu que anuncia, sin otra alternativa y como pesándole lo que le dicta el Señor. <br /><br />El profeta apenas es conocido por otra cosa que sus obras, pero éstas son tan características que a través de ellas podemos adivinar y amar su persona. Sorprendente proximidad de esta gran figura del siglo VIII antes de Cristo, que sentimos en medio de nosotros, cotidianamente, dominándonos desde su altura espiritual.<br /><br />Isaías vivió en una época de esplendor y prosperidad. Rara vez los reinos de Judá y Samaría habían conocido tal optimismo y su posición política les permite ambiciosos sueños. Su religiosidad atribuye a Dios su fortuna política y su religión espera de él nuevos éxitos. En medio de este frágil paraíso, Isaías va a erguirse valerosamente y a cumplir con su misión: mostrar a su pueblo la ruina que le espera por su negligencia.Perteneciente sin duda a la aristocracia de Jerusalén, alimentado por la literatura de sus predecesores, sobre todo Amós y Oseas, Isaías prevé como ellos, inspirado por su Dios, lo que será la historia de su país. Superando la situación presente en la que se entremezclan cobardías y compromisos, ve el castigo futuro que enderezará los caminos tortuosos.Lodts escribe de los profetas: "Creyendo quizá reclamar una vuelta atrás, exigían un salto hacia adelante. Estos reaccionarios eran, al mismo tiempo, revolucionarios". Así las cosas, Isaías fue arrebatado por el Señor "el año de la muerte del rey Ozías", hacia el año 740, cuando estaba en el templo, con los labios purificados por una brasa traída por un serafín (Is 6, 113). A partir de este momento, Isaías ya no se pertenece. No porque sea un simple instrumento pasivo en las manos de Yahvé; al contrario, todo su dinamismo va a ponerse al servicio de su Dios, convirtiéndose en su mensajero. Mensajero terrible que anuncia el despojo de Israel al que sólo le quedará un pequeño soplo de vida.Los comienzos de la obra de Isaías, que originarán la leyenda del buey y del asno del pesebre, marcan su pensamiento y su papel. Yahvé lo es todo para Israel, pero Israel, más estúpido que el buey que conoce a su dueño, ignora a su Dios (Is 1, 2-3).<br /><br />La Doncella va a dar a Luz<br /><br />Pero Isaías no se aislará en el papel de predicador moralizante. Y así se convierte para siempre en el gran anunciador de la Parusía, de la venida de Yahvé. Así como Amós se había levantado contra la sed de dominación que avivaba la brillante situación de Judá y Samaría en el siglo VIII, Isaías predice los cataclismos que se desencadenarán en el día de Yahvé (Is 2, 1-17). Ese día será para Israel el día del juicio. <br />Para Isaías, como más tarde para San Pablo y San Juan, la venida del Señor lleva consigo el triunfo de la justicia. Por otra parte, los capítulos 7 al 11 nos van a describir al Príncipe que gobernará en la paz y la justicia (ls 7, 10-17).<br />Es fundamental familiarizarse con el doble sentido de este texto. A aquel que no entre en la realidad ambivalente que comunica, le será totalmente imposible comprender la Escritura, incluso ciertos pasajes del Evangelio, y vivir plenamente la liturgia.<br />En efecto, en el evangelio del primer domingo de Adviento sobre el fin del mundo y la Parusía, los dos significados del Adviento dejan constancia de ese fenómeno propiamente bíblico en el que una doble realidad se significa por un mismo y único acontecimiento. El reino de Judá va a pasar por la devastación y la ruina. <br />El nacimiento de Emmanuel, "Dios con nosotros", reconfortará a un reino dividido por el cisma de diez tribus. El anuncio de este nacimiento promete, pues, a los contemporáneos de Isaías y a los oyentes de su oráculo, la supervivencia del reino, a pesar del cisma y la devastación. Príncipe y profeta, ese niño salvará por sí mismo a su país.<br /><br />La Edad de Oro<br /><br />Pero, por otra parte, la presentación literaria del oráculo y el modo de insistir Isaías en el carácter liberador de este niño, cuyo nacimiento y juventud son dramáticos, hacen presentir que el profeta ve en este niño la salvación del mundo. Isaías subraya en sus ulteriores profecías los rasgos característicos del Mesías. Aquí se contenta con apuntarlos y se reserva para más tarde el tratarlos uno a uno y modelarlos. El profeta describe así a este rey justo: (Is. 11, 1-9).<br /><br />Ezequías va a subir al trono y este poema se escribe para él. Pero, ¿cómo un hombre frágil puede reunir en sí tan eminentes cualidades? ¿No vislumbra Isaías al Mesías a través de Ezequías? La Iglesia lo entiende así y hace leer este pasaje, sobre la llegada del justo, en los maitines del segundo domingo de Adviento.En el capítulo segundo de su obra, hemos visto a Isaias anunciando una Parusía que a la vez será un juicio. En el capitulo 13, describe la caída de Babilonia tomada por Ciro. Y de nuevo, se nos invita a superar este acontecimiento histórico para ver la venida de Yahvé en su "día". La descripción de los cataclismos que se producirán la tomará Joel y la volveremos a encontrar en el Apocalipsis (Is 13, 9-ll). <br />Esta venida de Yahvé aplastará a aquel que haya querido igualarse a Dios. El Apocalipsis de Juan tomará parecidas imágenes para describir la derrota del diablo (cap. 14).<br /><br />En los maitines del 4.° domingo de Adviento, volvemos a encontrarle en el momento que describe el advenimiento de Yahvé: "La tierra abrasada se trocará en estanque, y el país árido en manantial de aguas" (35, 7). Se reconoce el tema de la maldición de la creación en el Génesis.Pero vuelve Yahvé que va a reconstruir el mundo. Al mismo tiempo, Isaías profetiza la acción curativa de Jesús que anuncia el Reino: "Los ciegos ven, los cojos andan", signo que Juan Bautista toma de este poema de Isaías (35, 5-6).<br /><br />Podríamos sintetizar toda la obra del profeta reduciéndola a dos objetivos:<br /><br />El primero, llegar a la situación presente, histórica, y remediarla luchando.<br />El segundo, describir un futuro mesiánico más lejano, una restauración del mundo. <br />Así vemos a Isaías como un enviado de su Dios al que ha visto cara a cara. El profeta no cesa de hablar de él en cada línea de su obra. Y, sin embargo, en sus descripciones se distingue por mostrar cómo Yahvé es el Santo y, por lo tanto, el impenetrable, el separado, Aquel que no se deja conocer. O, más bien, se le conoce por sus obras que, ante todo, es la justicia. Para restablecerla, Yahvé interviene continuamente en la marcha del mundo.<br /><br /><br />2.-LA FIGURA DE LA PREPARACIÓN: JUAN BAUTISTA<br />Isaías está presente en Juan Bautista, como Juan Bautista está presente en aquél al que ha preparado el camino y que dirá de él: "No ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista".<br />San Lucas nos cuenta con detalle el anuncio del nacimiento de Juan (Lc 1, 5-25). <br /><br />Esta extraña entrada en escena de un ser que se convertirá en uno de los más importantes jalones de la realización de los planes divinos es muy del estilo del Antiguo Testamento. Todos los seres vivos debían ser destruidos por el diluvio, pero Noé v los suyos fueron salvados en el arca. Isaac nace de Sara, demasiado anciana para dar a luz. David, joven y sin técnica de combate, derriba a Goliat. <br /><br />Moisés, futuro guía del pueblo de Israel, es encontrado en una cesta (designada en hebreo con la misma palabra que el arca) y salvado de la muerte. De esta manera, Dios quiere subrayar que Él mismo toma la iniciativa de la salvación de su pueblo. <br /><br />El anuncio del nacimiento de Juan es solemne. Se realiza en el marco litúrgico del templo. <br />Desde la designación del nombre del niño, "Juan", que significa "Yahvé es favorable", todo es concreta preparación divina del instrumento que el Señor ha elegido.<br /><br />Su llegada no pasará desapercibida y muchos se gozarán en su nacimiento (Lc 1, 14); se abstendrá de vino y bebidas embriagantes, será un niño consagrado y, como lo prescribe el libro de los Números (6, 1), no beberá vino ni licor fermentado. Juan es ya signo de su vocación de asceta. El Espíritu habita en él desde el seno de su madre. A su vocación de asceta se une la de guía de su pueblo (Lc 1, 17).<br /><br />Precederá al Mesías, papel que Malaquías (3, 23) atribuía a Elías. Su circuncisión, hecho característico, muestra también la elección divina: nadie en su parentela lleva el nombre de Juan (Lc 1, 61), pero el Señor quiere que se le llame así cambiando las costumbres. El Señor es quien le ha elegido, es él quien dirige todo y guía a su pueblo. <br /><br />Benedictus Deus Israelei<br /><br />El nacimiento de Juan es motivo de un admirable poema que, a la vez, es acción de gracias y descripción del futuro papel del niño. Este poema lo canta la Iglesia cada día al final de los Laudes reavivando su acción de gracias por la salvación que Dios le ha dado y en reconocimiento porque Juan sigue mostrándole "el camino de la paz". <br /><br />Juan Bautista es el signo de la irrupción de Dios en su pueblo. El Señor le visita, le libra, realiza la alianza que había prometido. <br />El papel del precursor es muy preciso: prepara los caminos del Señor (Is 40, 3), da a su pueblo el "conocimiento de la salvación.Todo el afán especulativo y contemplativo de Israel es conocer la salvación, las maravillas del designio de Dios sobre su pueblo. El conocimiento de esa salvación provoca en él la acción de gracias, la bendición, la proclamación de los beneficios de Dios que se expresa por el "Bendito sea el Señor, Dios de Israel".<br /><br />Esta es la forma tradicional de oración de acción de gracias que admira los designios de Dios. Con estos mismos términos el servidor de Abrahán bendice a Yahvé (Gn 24, 26). Así también se expresa Jetró, suegro de Moisés, reaccionando ante el relato admirable de lo que Yahvé había hecho para librar a Israel de los egipcios (Ex 18, 10). La salvación es la remisión de los pecados, obra de la misericordiosa ternura de nuestro Dios (Lc 1, 77-78).<br /><br />Juan deberá, pues, anunciar un bautismo en el Espíritu para remisión de los pecados. Pero este bautismo no tendrá sólo este efecto negativo. Será iluminación. La misericordiosa ternura de Dios enviará al Mesías que, según dos pasajes de Isaías (9, 1 y 42, 7), recogidos por Cristo (Jn 8, 12), "iluminará a los que se hallan sentados en tinieblas y sombras de muerte" (Lc 1, 79).El papel de Juan, "allanar el camino del Señor". El lo sabe y se designa a sí mismo, refiriéndose a Isaías (40, 3), como la voz que clama en el desierto: "Allanad el camino del Señor". Más positivamente todavía, deberá mostrar a aquel que está en medio de los hombres, pero que éstos no le conocen (Jn 1, 26) y a quien llama, cuando le ve venir: "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29).Juan corresponde y quiere corresponder a lo que se ha dicho y previsto sobre él. Debe dar testimonio de la presencia del Mesías. El modo de llamarle indica ya lo que el Mesías representa para él: es el "Cordero de Dios". <br />El Levítico, en el capítulo 14, describe la inmolación del cordero en expiación por la impureza legal. Al leer este pasaje, Juan el evangelista piensa en el servidor de Yahvé, descrito por Isaías en el capítulo 53, que lleva sobre sí los pecados de Israel. Juan Bautista, al mostrar a Cristo a sus discípulos, le ve como la verdadera Pascua que supera la del Éxodo (12, 1) y de la que el universo obtendrá la salvación.Toda la grandeza de Juan Bautista le viene de su humildad y ocultamiento: "Es preciso que él crezca v que yo disminuya" (Jn 3, 30).<br /><br />Todos verán la salvación de Dios<br /><br />El sentido exacto de su papel, su voluntad de ocultamiento, han hecho del Bautista una figura siempre actual a través de los siglos. No se puede hablar de él sin hablar de Cristo, pero la Iglesia no recuerda nunca la venida de Cristo sin recordar al Precursor. No sólo el Precursor está unido a la venida de Cristo, sino también a su obra, que anuncia: la redención del mundo y su reconstrucción hasta la Parusía. Cada año la Iglesia nos hace actual el testimonio de Juan y de su actitud frente a su mensaje.De este modo, Juan esta siempre presente durante la liturgia de Adviento. En realidad, su ejemplo debe permanecer constantemente ante los ojos de la Iglesia. La Iglesia, y cada uno de nosotros en ella, tiene como misión preparar los caminos del Señor, anunciar la Buena Noticia. Pero recibirla exige la conversión.Entrar en contacto con Cristo supone el desprendimiento de uno mismo. Sin esta ascesis, Cristo puede estar en medio de nosotros sin ser reconocido (Jn l, 26). <br /><br />Como Juan, la Iglesia y sus fieles tienen el deber de no hacer pantalla a la luz, sino de dar testimonio de ella (Jn 1, 7). La esposa, la Iglesia, debe ceder el puesto al Esposo. Ella es testimonio y debe ocultarse ante aquel a quien testimonia. Papel difícil el estar presente ante el mundo, firmemente presente hasta el martirio. como Juan, sin impulsar una "institución" en vez de impulsar la persona de Cristo. Papel misionero siempre difícil el de anunciar la Buena Noticia y no una raza, una civilización, una cultura o un país: "Es preciso que él crezca v que yo disminuya" (Jn 3, 30). Anunciar la Buena Noticia y no una determinada espiritualidad, una determinada orden religiosa, una determinada acción católica especializada; como Juan, mostrar a sus propios discípulos donde está para ellos el "Cordero de Dios" y no acapararlos como si fuéramos nosotros la luz que les va a iluminar.Esta debe ser una lección siem presente y necesaria, así como también la de la ascesis del desierto y la del recogimiento en el amor para dar mejor testimonio.<br /><br />La elocuencia del silencio en el desierto es fundamental a todo verdadero y eficaz anuncio de la Buena Noticia. Orígenes escribe en su comentario sobre San Lucas (Lc 4): En cuanto a mí, pienso que el misterio de Juan, todavía hoy, se realiza en el mundo". La Iglesia, en realidad, continúa el papel del Precursor; nos muestra a Cristo, nos encamina hacia la venida del Señor.Durante el Adviento, la gran figura del Bautista se nos presenta viva para nosotros, hombres del siglo XX, en camino hacia el día de Cristo. El mismo Cristo, tomando el texto de Malaquías (3,1), nos habla de Juan como "mensajero" (4); Juan se designa a sí mismo como tal. San Lucas describe a Juan como un predicador que llama a la conversión absoluta y exige la renovación: "Que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece, y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntos". Así se expresaba Isaías (40, 5-6) en un poema tomado por Lucas para mostrar la obra de Juan. Se trata de una renovación, de un cambio, de una conversión que reside, sobre todo, en un esfuerzo para volver a la caridad, al amor a los otros (Lc 3, 10-14). <br />Lucas resume en una frase toda la actividad de Juan: <br />"Anunciaba al pueblo la Buena Noticia" (Lc 3, 18). <br /><br />Preparar los caminos del Señor, anunciar la Buena Noticia, es el papel de Juan y el que nos exhorta a que nosotros desempeñemos.<br />Hoy, este papel no es más sencillo que en los tiempos de Juan y nos incumbe a cada uno de nosotros. <br /><br />El martirio de Juan tuvo su origen en la franca honestidad con que denunció el pecado. <br />Juan Bautista anunció al Cordero de Dios. Fue el primero que llamó así a Cristo.<br />Citemos aquí el bello Prefacio introducido en nuestra liturgia para la fiesta del martirio de San Juan Bautista, que resume admirablemente su vida y su papel:<br /><br />"Porque él saltó de alegría en el vientre de su madre, al llegar el Salvador de los hombres, y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos. El fue escogido entre todos los profetas para mostrar a las gentes al Cordero que quita el pecado del mundo. El bautizó en el Jordán al autor del bautismo, y el agua viva tiene desde entonces poder de salvación para los hombres. Y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo".<br /><br />3. LA FIGURA DE LA ESPERANZA : VIRGEN MARÍA<br /><br />La primera venida del Señor se realizó gracias a ella. Y, por ello, todas las generaciones le llamamos Bienaventurada. Hoy, que preparamos, cada año, una nueva venida, los ojos de la Iglesia se vuelven a ella, para aprender, con estremecimiento y humildad agradecida, cómo se espera y cómo se prepara la venida del Emmanuel: del Dios con nosotros. Más aún, para aprender también cómo se da al mundo el Salvador.<br />Sobre el papel de la Virgen María en la venida del Señor, la liturgia del Adviento ofrece dos síntesis, en los prefacios II y IV de este tiempo:<br /><br />"...Cristo Señor nuestro, a quien todos los profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de Madre, Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres. El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al Misterio de su Nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza".<br /><br />"Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos por el Misterio de la Virgen Madre. Porque, si del antiguo adversario nos vino la ruina, en el seno de la Hija de Sión ha germinado aquél que nos nutre con el pan de los ángeles, y ha brotado para todo el género humano la salvación y la paz. La gracia que Eva nos arrebató nos ha sido devuelta en María. En ella, madre de todos los hombres, la maternidad, redimida del pecado y de la muerte, se abre al don de una vida nueva. Así, donde había crecido el pecado, se ha desbordado tu misericordia en Cristo nuestro Salvador. Por eso nosotros, mientras esperamos la venida de Cristo, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos el himno de tu gloria..."<br /><br />La Virgen Inmaculada fue y sigue siendo el personaje de los personajes del Adviento: de la venida del Señor. Por eso, cada día, durante el Adviento, se evoca, se agradece, se canta, se glorifica y enaltece a aquella que fue la que accedió libremente a ser la madre de nuestro Salvador "el Mesías, el Señor" (Lc 2,11).<br /><br />Entresaco tres textos de los tantos que uno se encuentra en honor de la Bienaventurada Madre de Dios, en todo este Misterio preparado y realizado. Son de la solemnidad de santa María Madre de Dios:<br /><br />"¡Qué admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad" (antífona de las primeras Vísperas).<br /><br />"La Madre ha dado a luz al Rey, cuyo nombre es eterno; la que lo ha engendrado tiene al mismo tiempo el gozo de la maternidad y la gloria de la virginidad: un prodigio tal no se ha visto nunca, ni se verá de nuevo. Aleluya" (antífona de Laudes).<br /><br />"Por el gran amor que Dios nos tiene, nos ha mandado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado: nacido de una mujer, nacido bajo la ley. Aleluya" (antífona del Magníficat primeras Vísperas).<br /><br />A partir de la segunda parte del Adviento, la preponderancia de la Madre Inmaculada es tan grande, que ella aparece como el centro del Misterio preparado e iniciado. Así las lecturas evangélicas del IV Domingo, en los tres ciclos, están dedicadas a María. Y en las misas propias de los días 17 al 24, correspondientes a las antífonas de la O, todo gira alrededor de ella. Y con razón.<br /><br />"Los profetas anunciaron que el Salvador nacería de María Virgen" (Tercia) - "El ángel Gabriel saludó a María, diciendo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres" (Sexta) - "María dijo: ¿Qué significa este saludo? Me quedo perpleja ante estas palabras de que daré a luz un Rey sin perder mi virginidad" (Nona).<br /><br />En las vísperas del primer domingo de Adviento, la antífona del Magnificat está tomada del evangelio de la anunciación: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo". <br /><br />El lunes de esta primera semana, en las vísperas, la antífona del Magnificat será: "El ángel del Señor anunció a María y concibió por obra del Espíritu Santo".<br /><br />En las vísperas del jueves se canta: "Bendita tú entre las mujeres". En las vísperas del segundo domingo de Adviento: "Dichosa tú, María, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá". En los laudes del miércoles hay una lectura tomada del capítulo 7 de Isaías: "Mirad: la Virgen ha concebido y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel...". El responsorio del viernes después de la segunda lectura del oficio, está tomado del evangelio de la anunciación en Lc 1, 26, etc... Y podríamos continuar con una larga enumeración. <br /><br />Esta enumeración interesa porque muestra cómo la presencia de la Virgen es constante en los Oficios de Adviento, así como en el recuerdo de la primera venida de su Hijo y en la tensión de su vuelta al final de los tiempos.<br /><br />Aunque Navidad es para María la fiesta más señalada de su maternidad, el Adviento, que prepara esta fiesta, es para ella un tiempo de elección y de particular preparación.<br /><br /><br />Teología y Espiritualidad del Adviento<br /><br />A la luz de la liturgia de la Iglesia y de sus contenidos podemos resumir algunas líneas del pensamiento teológico y de la vivencia existencial de este tiempo de gracia.<br />1. Adviento, tiempo de Cristo: la doble venida<br /><br />La teología litúrgica del Adviento se mueve, en las dos líneas enunciadas por el Calendario romano: la espera de la Parusía, revivida con los textos mesiánicos escatológicos del AT y la perspectiva de Navidad que renueva la memoria de alguna de estas promesas ya cumplidas aunque si bien no definitivamente.<br /><br />El tema de la espera es vivido en la Iglesia con la misma oración que resonaba en la asamblea cristiana primitiva: el Marana-tha (Ven Señor) o el Maran-athá (el Señor viene) de los textos de Pablo (1 Cor 16,22) y del Apocalipsis (Ap 22,20), que se encuentra también en la Didaché, y hoy en una de las aclamaciones de la oración eucarística. Todo el Adviento resuena como un "Marana-thá" en las diferentes modulaciones que esta oración adquiere en las preces de la Iglesia.<br /><br />La palabra del Antiguo Testamento invita a repetir en la vida la espera de los justos que aguardaban al Mesías; la certeza de la venida de Cristo en la carne estimula a renovar la espera de la última aparición gloriosa en la que las promesas mesiánicas tendrán total cumplimiento ya que hasta hoy se han cumplido sólo parcialmente. El primer prefacio de Adviento canta espléndidamente esta compleja, pero verdadera realidad de la vida cristiana.<br /><br />El tema de la espera del Mesías y la conmemoración de la preparación a este acontecimiento salvífico toma pronto su auge en los días feriales que preceden a la Navidad. La Iglesia se siente sumergida en la lectura profética de los oráculos mesiánicos. Hace memoria de nuestros Padres en la Fe, patrísticas y profetas, escucha a Isaías, recuerda el pequeño núcleo de los anawim de Yahvé que está allí para esperarle: Zacarías, Isabel, Juan, José, María.<br /><br />El Adviento resulta así como una intensa y concreta celebración de la larga espera en la historia de la salvación, como el descubrimiento del misterio de Cristo presente en cada página del AT, del Génesis hasta los últimos libros Sapienciales. Es vivir la historia pasada vuelta y orientada hacia el Cristo escondido en el AT que sugiere la lectura de nuestra historia como una presencia y una espera de Cristo que viene.<br /><br />En el hoy de la Iglesia, Adviento es como un redescubrir la centralidad de Cristo en la historia de la salvación. Se recuerdan sus títulos mesiánicos a través de las lecturas bíblicas y las antífonas: Mesías, Libertador, Salvador, Esperado de las naciones, Anunciado por los profetas... En sus títulos y funciones Cristo, revelado por el Padre, se convierte en el personaje central, la clave del arco de una historia, de la historia de la salvación.<br /><br />2. Adviento tiempo por excelencia de María, la Virgen de la espera<br /><br />Es el tiempo mariano por excelencia del Año litúrgico. Lo ha expresado con toda autoridad Pablo VI en la Marialis Cultus, nn. 3-4.<br /><br />Históricamente la memoria de María en la liturgia ha surgido con la lectura del Evangelio de la Anunciación antes de Navidad en el que con razón ha sido llamado el domingo mariano prenatalicio.<br /><br />Hoy el Adviento ha recuperado de lleno este sentido con una serie de elementos marianos de la liturgia, que podemos sintetizar de la siguiente manera:<br /><br />- Desde los primeros días del Adviento hay elementos que recuerdan la espera y la acogida del misterio de Cristo por parte de la Virgen de Nazaret.<br /><br />- La solemnidad de la Inmaculada Concepción se celebra como "preparación radical a la venida del Salvador y feliz principio de la Iglesia sin mancha ni arruga ("Marialis Cultus 3).<br /><br />- En las ferias del 17 al 24 el protagonismo litúrgico de la Virgen es muy característico en las lecturas bíblicas, en el tercer prefacio de Adviento que recuerda la espera de la Madre, en algunas oraciones, como la del 20 de diciembre que nos trae un antiguo texto del Rótulo de Ravena o en la oración sobre las ofrendas del IV domingo que es una epíclesis significativa que une el misterio eucarístico con el misterio de Navidad en un paralelismo entre María y la Iglesia en la obra del único Espíritu.<br /><br />En una hermosa síntesis de títulos. I. Calabuig presenta en estas pinceladas la figura de la Virgen del Adviento:<br /><br />- Es la "llena de gracia", la "bendita entre las mujeres", la "Virgen", la "Esposa de Jesús", la "sierva del Señor".<br /><br />- Es la mujer nueva, la nueva Eva que restablece y recapitula en el designio de Dios por la obediencia de la fe el misterio de la salvación.<br /><br />- Es la Hija de Sion, la que representa el Antiguo y el Nuevo Israel.<br /><br />- Es la Virgen del Fiat, la Virgen fecunda. Es la Virgen de la escucha y de la acogida.<br /><br />En su ejemplaridad hacia la Iglesia, María es plenamente la Virgen del Adviento en la doble dimensión que tiene siempre en la liturgia su memoria: presencia y ejemplaridad. Presencia litúrgica en la palabra y en la oración, para una memoria grata de Aquélla que ha transformado la espera en presencia, la promesa en don. Memoria de ejemplaridad para una Iglesia que quiere vivir como María la nueva presencia de Cristo, con el Adviento y la Navidad en el mundo de hoy.<br /><br />En la feliz subordinación de María a Cristo y en la necesaria unión con el misterio de la Iglesia, Adviento es el tiempo de la Hija de Sión, Virgen de la espera que en el "Fiat" anticipa el Marana thá de la Esposa; como Madre del Verbo Encarnado, humanidad cómplice de Dios, ha hecho posible su ingreso definitivo, en el mundo y en la historia del hombre.<br /><br />3. Adviento, tiempo de la Iglesia misionera y peregrina<br /><br />La liturgia con su realismo y sus contenidos pone a la Iglesia en un tiempo de características y expresiones espirituales: la espera, la esperanza, la oración por la salvación universal.<br /><br />Preparándonos a la fiesta de Navidad, nosotros pensamos en los justos del AT que han esperado la primera venida del Mesías. Leemos los oráculos de sus profetas, cantamos sus salmos y recitamos sus oraciones. Pero nosotros no hacemos esto poniéndonos en su lugar como si el Mesías no hubiese venido todavía, sino para apreciar mejor el don de la salvación que nos ha traído. El Adviento para nosotros es un tiempo real. Podemos recitar con toda verdad la oración de los justos del AT y esperar el cumplimiento de las profecías porque éstas no se han realizado todavía plenamente; se cumplirán con la segunda venida del Señor. Debemos esperar y preparar esta última venida.<br /><br />En el realismo del Adviento podemos recoger algunas actualizaciones que ofrecen realismo a la oración litúrgica y a la participación de la comunidad:<br /><br />- La Iglesia ora por un Adviento pleno y definitivo, por una venida de Cristo para todos los pueblos de la tierra que todavía no han conocido al Mesías o no lo reconocen aún al único Salvador.<br /><br />- La Iglesia recupera en el Adviento su misión de anuncio del Mesías a todas las gentes y la conciencia de ser "reserva de esperanza" para toda la humanidad, con la afirmación de que la salvación definitiva del mundo debe venir de Cristo con su definitiva presencia escatológica.<br /><br />- En un mundo marcado por guerras y contrastes, las experiencias del pueblo de Israel y las esperas mesiánicas, las imágenes utópicas de la paz y de la concordia, se convierten reales en la historia de la Iglesia de hoy que posee la actual "profecía" del Mesías Libertador.<br /><br />- En la renovada conciencia de que Dios no desdice sus promesas -¡lo confirma la Navidad!- la Iglesia a través del Adviento renueva su misión escatológica para el mundo, ejercita su esperanza, proyecta a todos los hombres hacia un futuro mesiánico del cual la Navidad es primicia y confirmación preciosa.<br /><br />A la luz del misterio de María, la Virgen del Adviento, la Iglesia vive en este tiempo litúrgico la experiencia de ser ahora "como una María histórica" que posee y da a los hombres la presencia y la gracia del Salvador.<br /><br />La espiritualidad del Adviento resulta así una espiritualidad comprometida, un esfuerzo hecho por la comunidad para recuperar la conciencia de ser Iglesia para el mundo, reserva de esperanza y de gozo. Más aún, de ser Iglesia para Cristo, Esposa vigilante en la oración y exultante en la alabanza del Señor que viene.<br /><br /><br />Liturgias Familiares de Adviento<br />Liturgia con la corona<br />Celebración de la Corona de Adviento siguiendo la Historia de la Salvación <br />Celebración de la Corona analizando la Presencia de Jesús y sus Enseñanzas en la Vida Familiar<br />Buscando Posada para Santa María y San José<br />Primera liturgia semanal con la corona de Adviento<br /><br />INDICACIONES<br /><br />La corona sin ninguna vela encendida. Crear un ambiente recogido, con poca luz. Es recomendable colocar una imagen de la Virgen al lado de la corona, con un cirio a sus pies. De este cirio se puede tomar la llama para encender la primera vela de la corona.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />MONITOR: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.<br /><br />TODOS: Que hizo el cielo la tierra.<br /><br />MONITOR: Comenzamos un nuevo año litúrgico con el tiempo de Adviento, tiempo de preparación y espera. Encender, semana tras semana, los cuatro cirios de esta corona debe ser un reflejo de nuestra gradual preparación para recibir al Señor Jesús en la Navidad. Las luces de las velas nos recuerdan que Él es la Luz del mundo que ha venido a disipar las tinieblas. El color verde de la corona simboliza la vida y la esperanza que Él nos ha venido a traer.<br /><br />LECTOR: Lectura tomada del libro del profeta Isaías: "Levántate, brilla, Jerusalén; que llega tu luz y la gloria del Señor amanece sobre ti. Pues mira como la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti aparece".<br /><br />MONITOR: Quien dirige la oración, con las manos juntas, dice:<br /><br />Nos recogemos unos instantes en silencio, e inclinando nuestras cabezas, vamos a pedir que el Señor bendiga esta corona de Adviento.<br /><br />Oremos.<br /><br />La tierra, Señor, se alegra en estos días,<br />y tu Iglesia desborda de gozo<br />ante tu Hijo, el Señor Jesús,<br />que se avecina como luz esplendorosa,<br />para iluminar a los que yacemos en las tinieblas,<br />de la ignorancia, del dolor y del pecado.<br />Lleno de esperanza en su venida,<br />tu pueblo ha preparado esta corona<br />con ramos del bosque y la ha adornado con luces.<br />Ahora, pues, que vamos a empezar<br />el tiempo de preparación<br />para la venida de tu Hijo,<br />te pedimos, Señor,<br />que, mientras se acrecienta cada día<br />el esplendor de esta corona, con nuevas luces,<br />a nosotros nos ilumines<br />con el esplendor de Aquel que,<br />por ser la Luz del mundo,<br />iluminará todas las oscuridades.<br />Te lo pedimos por Él mismo<br />que vive y reina por los siglos de los siglos.<br /><br />TODOS: Amén.<br /><br />MONITOR: Vamos a encender ahora la primera vela de nuestra corona mientras cantamos OS ANUNCIAMOS (u otro canto apropiado).<br /><br />(Una persona encienda la primera vela mientras se entona un canto de Adviento, por ejemplo) CANTAD CON GOZO, CON ILUSIÓN, YA SE ACERCA EL SEÑOR.<br /><br />1. Os anunciamos el gozo de Adviento con la primera llama ardiendo; se acerca ya el tiempo de salvación, disponed, pues, la senda al Señor.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Segunda liturgia semanal con la corona de Adviento<br /><br />INDICACIONES<br /><br />La corona al inciar la liturgia debe estar encendida la primera vela. Crear un ambiente recogido, con poca luz. Es recomendable colocar una imagen de la Virgen al lado de la corona, con un cirio a sus pies. De este cirio se puede tomar la llama para encender la primera vela de la corona.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />MONITOR: Vamos a encender la segunda vela de nuestra corona. El Señor está cada vez más cerca de nosotros y debemos prepararnos dignamente para recibirlo en nuestros corazones. Hagamos un momento de silencio para elevar nuestra oración al Señor.<br /><br />LECTOR: Lectura tomada del Evangelio según San Lucas:<br /><br />"En el año quince del imperio de Tiberio César,siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso será recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios".<br /><br />MONITOR: Debemos preparar el camino del Señor y esto nos exige estar preparados interiormente para la venida del Señor Jesús, para que lo recibamos con un corazón reconciliado, cada vez más convertido y transformado, capaz de amar y entregarse a los demás. Hagamos un compromiso concreto para esta semana que nos ayude a disponenrnos cada vez mejor para su venida. (Se deja un momento de silencio)<br /><br />MONITOR: Mientras encendemos la segunda vela de nuestra corona cantemos: OS ANUNCIAMOS (u otro canto apropiado).<br /><br />(Una persona enciende la segunda vela mientras se entona el canto, de ser posible durante la segunda estrofa)<br /><br />CANTAD CON GOZO, CON ILUSIÓN YA SE ACERCA EL SEÑOR.<br /><br />1. Os anunciamos el gozo de Adviento con la primera llama ardiendo; se acerca ya el tiempo de salvación, disponed, pues, la senda al Señor.<br /><br />2. Os anunciamos el gozo de Adviento con la segunda llama ardiendo; el primer ejemplo Cristo nos dio, vivid unidos en el amor.<br /><br />MONITOR: Elevemos ahora nuestras peticiones a Dios Padre y respondamos a cada una de ella: VEN SEÑOR JESÚS.<br /><br />LECTOR: Te pedimos, Padre, por nuestra Santa Iglesia Católica que se prepara para la venida de tu Hijo, para que que siempre tengamos fijos los ojos en Aquél que nos trae la reconciliación.<br /><br />VEN SEÑOR JESÚS<br /><br />Te rogamos por la paz en el mundo, para que en este tiempo de Adviento se viva con mayor intensidad el amor y la solidaridad.<br /><br />VEN SEÑOR JESÚS<br /><br />Te pedimos, Padre, por cada uno de nosotros, para que hagamos esfuerzos por caminar al encuentro del Señor Jesús, que es la "Luz del Mundo".<br /><br />VEN SEÑOR JESÚS<br /><br />Te rogamos también por nuestra familia, para que a ejemplo de la familia de Nazaret vivimos el amor mutuo y nos preparemos para la venida de tu Hijo.<br /><br />VEN SEÑOR JESÚS<br /><br />Te pedimos que Santa María aliente nuestros pasos en este Adviento, y sea Ella quien nos enseñe a crecer en confianza y esperanza en la venida del Reconciliador.<br /><br />VEN SEÑOR JESÚS (se pueden añadir otras peticiones)<br /><br />MONITOR: Acudamos a nuestra Madre para que nos obtenga abundantes gracias que nos ayuden a prepararnos, de la misma manera como Ella lo hizo, para recibir al Señor Jesús. Recemos junto un Ave María. Terminemos este momento de oración cantando LOS CIELOS Y LA TIERRA.<br /><br />LOS CIELOS Y LA TIERRA EN TI SE ENCONTRARÁN, <br />MARÍA, DULCE ABRAZO QUE EL HOMBRE Y DIOS SE DAN.<br /><br />1. Las viejas profecías que hablaban del Señor nutrían la esperanza de Israel: la flor que nacería de tierra virginal, un Hijo que sería el Emmanuel.<br /><br />2. Quien hizo las estrellas al Ángel te envió, que fueras Madre suya te pidió. Dios Todopoderoso no quiso renunciar al gozo de acunarse en tu querer.<br /><br />3. Los magos y pastores que fueron al portal hallaron en tus brazos a Jesús. Sabemos que a tu lado lo vamos a encontrar lo mismo en la alegría que en la Cruz.<br /><br />MONITOR: Madre de la Esperanza…<br /><br />TODOS: Ruega por nosotros.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Tercera liturgia semanal con la corona de Adviento<br /><br />INDICACIONES<br /><br />La corona al inciar la liturgia deben estar encendidas la primera y la segunda vela de la corona. Crear un ambiente recogido, con poca luz. Es recomendable colocar una imagen de la Virgen al lado de la corona, con un cirio a sus pies. De este cirio se puede tomar la llama para encender la tercera vela de la corona.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />MONITOR: Estamos ya en la tercera semana de Adviento: aumenta nuestra alegría y nuestro jubilo por la venida del Señor Jesús, que estpa cada vez más cerca de nosotros. Empecemos nuestra oración cantando VEN PRONTO SEÑOR (u otro canto apropiado).<br /><br />1. ¡Oh Pastor de la Casa de Israel!, trae a tu pueblo la ansiada salvación. Verbo Eterno de la boca del Padre, fuiste anunciado por labios de profeta.<br /><br />¡VEN PRONTO, SEÑOR! <br />¡LLEGA, OH SALVADOR! (2v)<br />¡VEN, SEÑOR JESÚS! <br />¡VEN, LIBERADOR!<br /><br />¡CIELOS, LLOVED VUESTRA JUSTICIA!<br />¡ÁBRETE, TIERRA,<br />HAZ GERMINAR AL SALVADOR! (2v)<br /><br />2. El clamor de los pueblos se levanta. Hijo de David, las naciones te esperan. Queremos la llegada de tu Reino. Ven a liberar del pecado a los pueblos.<br /><br />3. Emmanuel, Salvador de las naciones, eres esperanza del pueblo peregrino. Sol naciente, esplendor de la justicia, Tú nos salvarás con tu brazo poderoso.<br /><br />4. Esperanza de una Mujer humilde: Ella es la Virgen que pronto dará a luz. Silenciosa, espera al Salvador: llega ya la hora de la liberación.<br /><br />MONITOR: Vamos a encender la tercera vela de nuestra corona de Adviento. El Señor está más cerca de nosotro sy nos ilumina cada vez más. Abramos nuestro corazón, que muchas veces está en tinieblas, a la luz admirable de su amor.<br /><br />LECTOR: Lectura tomada del Evangelio según San Lucas:<br /><br />"La gente le preguntaba: "Pues ¿qué debemos hacer?"<br /><br />Y él les respondía: "El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, haga lo mismo". Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?"<br /><br />Él les dijo: "No exijáis más de lo que os está fijado". Preguntáronle también unos soldados: "Y nosotros ¿qué debemos hacer?"<br /><br />Él les dijo: "No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada".<br /><br />Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos diciendo: "Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con guego que no se apaga".<br /><br />Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva".<br /><br />MONITOR: Vamos a encender la tercera vela de nuestra corona. Cantemos OS ANUNCIAMOS (u otro canto apropiado)<br /><br />CANTAD CON GOZO, CON ILUSIÓN<br />YA SE ACERCA EL SEÑOR.<br /><br />1. Os anunciamos el gozo de Adviento con la primera llama ardiendo; se acerca ya el tiempo de salvación, disponed, pues, la senda al Señor.<br /><br />2. Os anunciamos el gozo de Adviento con la segunda llama ardiendo; el primer ejemplo Cristo nos dio, vivid unidos en el amor.<br /><br />3. Os anunciamos el gozo de Adviento con la tercera llama ardiendo; el mundo que vive en la oscuridad brille con esta gran claridad.<br /><br />MONITOR: Acudamos ahora a Santa María, que colaborando con el Plan del Padre permitió que la luz del Señor ilumine a la humanidad, y pidámosle que siga intercediendo por nosotros en este tiempo de preparación. Recemos juntos la oración.<br /><br />Brillante Luna de la Nueva Evangelización, <br />que con tu fulgor iluminas la noche por la que tantos deambulan sin rumbo en el rumbo de la "cultura de muerte"<br />alumbra todo humano caminar con la luz del Señor Jesús <br />que sin igual sabes reflejar. Que así sea. Amén.<br /><br />MONITOR: Terminemos nuestra oración cantando MADRE NUESTRA (u otro canto apropiado).<br /><br />MADRE NUESTRA, QUE EN MEDIO DE LA NOCHE <br />DISTE AL MUNDO LA LUZ DEL REDENTOR, <br />DANOS HOY OTRA VEZ AL ESPERADO, <br />QUE ANDAMOS COMO OVEJAS SIN PASTOR. (2v)<br /><br />1. María se llamaba la Virgen que ante el Ángel, aceptando el llamado un "Sí" rotundo dio. En esa Madre nuestra el que hizo tierra y cielo, Dios Todopoderoso, un día se encarnó.<br /><br />2. Aquel a quien adoran el sol y las estrellas, el que viste las flores y amansa el fiero mar, Dios que a todos ama, con toda su grandeza del seno de María muy pronto nacerá.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Cuarta liturgia semanal con la corona de Adviento<br /><br />INDICACIONES<br /><br />La corona al inciar la liturgia deben estar encendidas las anteriores velas de la corona. Crear un ambiente recogido, con poca luz. Es recomendable colocar una imagen de la Virgen al lado de la corona, con un cirio a sus pies. De este cirio se puede tomar la llama para encender la tercera vela de la corona.<br /><br />Todos: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Monitor: Alegrémonos porque el Señor está cerca de nosotros y viene a traernos la reconciliación. Encenderemos la cuarta y última vela de nuestra corona. Que este símbolo nos recuerde la proximidad de la venida del Señor Jesús, que viene a traernos alegría y esperanza. Iniciemos la oración de esta semana cantando MORADA DE LA LUZ (u otro canto apropiado)<br /><br />CELEBREMOS UNIDOS A LA VIRGEN MARÍA, <br />PORQUE ESTÁBAMOS CIEGOS Y NOS DIO A LUZ EL DÍA,<br />PORQUE ESTÁBAMOS TRISTES Y NOS DIO LA ALEGRÍA.<br /><br />1. Mujer tan silenciosa y encumbrada, ahora más que el sol, recibes en tu vientre al mismo Dios, al que es tu Creador.<br /><br />2. Lo que Eva en una tarde misteriosa buscando nos perdió, Tú, Madre, lo devuelves florecido en fruto salvador.<br /><br />3. Tú que eres bella puerta del Rey sumo, Morada de la Luz, la puerta nos abriste de los cielos al darnos a Jesús.<br /><br />LECTOR: Lectura tomada del Evangelio según San Lucas:<br /><br />"En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque , apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" Y dijo María: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su sierva, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada."<br /><br />MONITOR: La presencia del Señor Jesús entre nosotros nos llena de gozo y alegría. Es la Madre quien nos lo hace cercano, quien permite que esa Luz llegue a nosotros e ilumine nuestra vida. En compañía de Santa María encendamos la última vela de nuestra corona de Adviento mientras cantamos OS ANUNCIAMOS (u otro canto apropiado).<br /><br />(Una persona enciende la cuarta vela mientras se entona el canto, de ser posible durante la cuarta estrofa)<br /><br />CANTAD CON GOZO, CON ILUSIÓN, <br />YA SE ACERCA EL SEÑOR.<br /><br />1. Os anunciamos el gozo de Adviento con la primera llama ardiendo; se acerca ya el tiempo de salvación, disponed, pues, la senda al Señor.<br /><br />2. Os anunciamos el gozo de Adviento con la segunda llama ardiendo; el primer ejemplo Cristo nos dió, vivid unidos en el amor.<br /><br />3. Os anunciamos el gozo de Adviento con la tercera llama ardiendo; el muro que vive en la oscuridad brille con esta claridad.<br /><br />4. Os anunciamos el gozo de Adviento mirad la cuarta llama ardiendo; el Señor está cerca, fuera el temor, estar a punto es lo mejor.<br /><br />(Se pueden hacer alguna peticiones acudiendo a la intercesión de la Virgen María respondiendo después de cada petición:<br /><br />POR INTERCESIÓN DE TU MADRE, ESCÚCHANOS SEÑOR.)<br /><br />MONITOR: Oremos.<br /><br />Padre misericordioso, que quisiste que tu Hijo se encarnara en el seno de Santa María Virgen, escucha nuestra súplicas y concédenos tu gracia para que sepamos acoger al Señor Jesús, tu Hijo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.<br /><br />TODOS: Amén.<br /><br />TODOS: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén<br /><br />MÁS CELEBRACIONES CON LA CORONA DE ADVIENTO<br /><br /><br />a) Celebración de la Corona de Adviento siguiendo la Historia de la Salvación.<br />Primer Domingo de Adviento<br />La promesa de salvación.<br /><br />Para empezar:<br />En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se apagan las luces y se lee la siguiente explicación basada en el Génesis, capítulo 3:<br /><br />Adán y Eva se dejaron engañar por el demonio al pensar que podían saber más que Dios y hacer lo que Él había prohibido. Así comenzó el pecado en el mundo y todo se volvió obscuridad para el hombre, pues el pecado nos aleja de Dios. Pero Dios prometió enviarnos a un Salvador.<br /><br />Vela:<br />Se enciende la primera vela, que es la vela del arrepentimiento. El color de la vela nos recuerda que es un tiempo de penitencia, de conversión.<br /><br />Oración:<br />Que esta corona nos ayude a preparar los corazones de cada uno de los que formamos la familia para tu llegada el día de Navidad.<br />Te lo pedimos, Señor.<br /><br />Para terminar:<br />Te damos gracias, Señor, por mandarnos a tu Hijo a salvarnos y te pedimos ayuda para preparar nuestro corazón a la venida de Cristo.<br />Amén.<br /><br />Cantar:<br />Se puede concluir con una canción que todos conozcan. Se sugiere "Ven, ven, Señor, no tardes".<br /><br />Ven, Ven Señor, no tardes<br />Ven, ven que te esperamos<br />Ven, ven Señor, no tardes<br />Ven, pronto Señor.<br /><br />El mundo muere de frío,<br />el alma perdió el calor;<br />los hombres no son hermanos<br />el mundo no tiene amor.<br /><br />Envuelto en sombría noche,<br />el mundo sin paz no ve,<br />buscando va una esperanza,<br />buscando, Señor, tu fe.<br /><br />Al mundo le falta vida,<br />al mundo le falta luz,<br />al mundo le falta el cielo,<br />al mundo le faltas Tú.<br /><br /><br /><br />Segundo Domingo de Adviento<br />La alianza con Noé.<br /><br />Para empezar:<br />En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se enciende la vela del domingo anterior, recordando que existía un poco de luz por la promesa del Salvador a pesar del pecado de Adán y Eva. Se apagan las luces y se lee la siguiente explicación basada en el Génesis, capítulo 7 y 8:<br /><br />En la historia de Noé, se ve como el pecado se fue extendiendo en el mundo y los hombres cada vez más se olvidaban de su amor y mandamientos. El arca de Noé nos recuerda el deseo de Dios de salvar a los hombres. El arco iris es el símbolo que nos recuerda el amor de Dios hacia los hombres.<br /><br />Vela:<br />Se enciende la segunda vela, que es la vela de la promesa de Navidad, de la promesa de la venida del Salvador.<br /><br />Oración:<br />Te pedimos que nos ayudes a no alejarnos<br />de Ti por las cosas materiales, las prisas, los regalos. Te pedimos nos ayudes a vivir cerca de Ti estos días y siempre.<br /><br />Reflexión:<br />Hacer algunas preguntas relacionadas con la lectura del Génesis del Arca de Noé:<br />En la familia ¿qué nos está alejando de Ti en estos momentos? ¿A qué le estamos dando mayor importancia en nuestra vida?<br /><br />Propósitos:<br />Después de la reflexión anterior, cada miembro de la familia puede compartir cuáles son sus propósitos para mejorar en la semana.<br /><br />Para terminar:<br />Te damos gracias Señor por mandarnos<br />a tu Hijo a salvarnos y te pedimos ayuda<br />para preparar nuestro corazón para su venida.<br />Amén.<br /><br />Cantar: "Levántate, pueblo mío"<br /><br />Levántate pueblo mío;<br />pueblo mío levántate,<br />viene el Señor.<br /><br />Brilla ya en tus calles,<br />en tus plazas<br />y en los hombres<br />donde hay amor.<br /><br />Levántate pueblo mío,<br />despierta porque sale el sol,<br />su fuego brilla en la mañana,<br />el viento canta su voz.<br /><br />Alégrate pueblo mío,<br />ya llega nuestro Salvador<br />Su luz nos llena de esperanza<br />su fuego alegra el corazón.<br /><br />Su reino es de justicia,<br />de esperanza,<br />su reino es de salvación.<br /><br /><br /><br />Tercer Domingo de Adviento:<br />Los Mandamientos<br /><br /><br />Para empezar:<br />En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se encienden las dos velas de los domingos anteriores recordando cómo la luz fue regresando para el hombre con la promesa de salvación y con la alianza de Noé. Se apagan las luces y se lee la siguiente explicación basada en el libro del Éxodo :<br /><br />Moisés fue escogido por Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Este es un símbolo de la liberación del pecado por la venida de Jesús al mundo. Más adelante, Dios le da los diez mandamientos a Moisés en el monte Sinaí, con los que nos muestra el camino para la salvación y se abre una luz en la vida de los hombres.<br /><br />Vela:<br />Se enciende la tercera vela, que representa al amor de Jesús por los hombres.<br /><br />Oración:<br />Te pedimos Señor nos ayudes a cumplir<br />con tus mandamientos para poder acercarnos<br />a Ti durante toda nuestra vida.<br /><br />Reflexión:<br />Hacer algunas preguntas relacionadas con la lectura anterior:<br />En la familia: ¿cómo estamos cumpliendo los mandamientos de Dios? ¿Qué mandamiento nos está costando más trabajo cumplir?<br /><br />Propósitos:<br />Después de la reflexión anterior, cada miembro de la familia puede compartir cuáles son sus propósitos para mejorar esta semana.<br /><br />Para terminar:<br />Te damos gracias Señor por dejarnos un camino<br />a seguir con tus mandamientos<br />y te pedimos nos ayudes a cumplirlos<br />para preparar nuestro corazón a tu venida. Amén.<br /><br />Cantar: "Allanad los caminos"<br /><br />Hay que allanar las sendas de la vida,<br />porque el Señor está cerca. (bis)<br /><br />Los ojos de los ciegos se han despegado.<br />Las lenguas de los mudos cantan tu gloria,<br />los cojos han saltado como los ciervos:<br />todo quiere hacerse vida.<br /><br />Estad siempre alegres en el Señor.<br />Sed fieles y constantes en el orar.<br />Guardaos de maldades y desprecios:<br />Dios cumple sus promesas.<br /><br />Si quieres que cumpla las profecías;<br />si quieres la gloria de tu Señor;<br />si quieres que tu Dios venga a visitarte:<br />Cuida y limpia sus caminos.<br /><br /><br /><br />Cuarto Domingo de Adviento<br />La Anunciación<br /><br />Para empezar:<br />En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se encienden las tres velas de los domingos anteriores recordando cómo se fue haciendo la luz para los hombres en la promesa de salvación, en la alianza con Noé y la alianza con Moisés. Se apagan las luces y se lee la siguiente explicación basada en el pasaje de La anunciación de San Lucas 1, 26-38:<br />Con el mensaje que el ángel lleva a María se hace realidad la promesa de salvación a los hombres. Gracias a su "sí" se pudieron llevar a cabo los planes de dios para el mundo.<br /><br />Vela:<br />Se enciende la cuarta vela que representa la llegada de Cristo a los corazones.<br /><br />Oración:<br />Señor, te pedimos nos ayudes a estar<br />siempre dispuestos a dar un "sí"<br />a lo que nos pidas en nuestras vidas.<br /><br />Reflexión:<br />Hacer algunas preguntas relacionadas con la lectura anterior:<br />¿Cómo hemos cumplido con lo que Dios nos ha mandando en nuestras vidas? ¿Qué tanto hemos aceptado la voluntad de Dios en nuestras vidas?<br />¿Estamos dispuestos a dar un sí a lo que Dios nos pida?<br /><br />Propósitos:<br />Después de la reflexión anterior, cada miembro de la familia puede decir cuáles son sus propósitos para mejorar en la semana.<br /><br />Para terminar:<br />Te damos gracias, Señor, por haber enviado<br />a tu Hijo a salvarnos y<br />por darnos una Madre en el Cielo.<br />Amén.<br /><br />Cantar: "Dijo que sí María"<br /><br />Dijo que sí María, cuando al amanecer<br />pudo ofrecer su casa al Santo de Israel.<br />Era un jardín la Virgen, Dios quiso ser clavel,<br />nunca mi pobre tierra, fuera tan buen vergel.<br /><br />Dijo que sí María y al recibirle a Él<br />en su morada humilde nos acogió también,<br />Madre de Dios y nuestra, Virgen de Nazaret,<br />En tu jardín de amores yo quiero florecer.<br /><br />Dijo que sí María cuando al amanecer,<br />supo Dios quería en su jardín nacer.<br />nunca mi pobre tierra fuera tan buen vergel<br />Dijo que sí María cuando al amanecer,<br />Dios la envolvió en su sombra.<br /><br />B) Celebración de la Corona de Adviento analizando la presencia de Jesucristo y sus enseñanzas en la vida familiar.<br /><br />Primer Domingo de Adviento<br />El amor familiar.<br /><br />Para comenzar:<br />En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se apagan las luces y se lee el texto de San Juan 3, 7-11:<br />Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios. Y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió a su Hijo único. A Dios nadie lo ha visto nunca, pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros.<br /><br />-Esta es palabra de Dios.<br />-Te alabamos Señor.<br /><br />Oración:<br />Que esta corona nos ayude a preparar los corazones de cada uno de los que formamos la familia para tu llegada el día de Navidad.<br /><br />Vela:<br />Encender la primera vela recordando qué significa penitencia, conversión de corazón.<br /><br />Para reflexionar:<br />Hacer la siguiente pregunta ¿Cómo hemos amado este año en nuestra familia? El que desee responder en alto, lo puede hacer.<br /><br />Propósitos:<br />Después de la reflexión anterior, cada miembro de la familia dirá cuáles serán sus propósitos para mejorar y hará un compromiso para cumplirlos durante la semana.<br /><br />Oración:<br />Dios Padre, gracias por darnos una familia. Te pedimos que, ahora que comienza el adviento, en nuestra familia podamos demostrarnos el amor que nos tenemos y vivamos cada día más unidos. Te pedimos llenar nuestro hogar de tu amor divino. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.<br /><br />Para terminar:<br />Todos los miembros de la familia se toman de la mano y rezan juntos el Padre nuestro. Se encienden las luces y se canta una canción.<br /><br />Para cantar: "Ven, Ven, Señor, no tardes"<br /><br />Ven, ven Señor no tardes;<br />Ven, ven Señor que te esperamos:<br />Ven, ven Señor no tardes;<br />Ven pronto Señor.<br /><br />El mundo muere de frío,<br />el alma perdió el calor;<br />los hombres no son hermanos,<br />el mundo no tiene amor.<br /><br />Envuelto en sombría noche,<br />el mundo sin paz no ve,<br />buscando va una esperanza,<br />buscando, Señor, tu fe.<br /><br />Al mundo le falta vida,<br />al mundo le falta luz,<br />al mundo le falta el cielo,<br />al mundo le faltas Tú.<br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />Segundo domingo de adviento<br />La servicialidad en la familia.<br /><br />Para empezar: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se enciende la vela del domingo anterior, se apagan las luces y se lee el Evangelio de san Marcos 10, 43.45:<br />No ha de ser así entre vosotros; antes, si alguno de vosotros quiere ser grande, sea vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, sea siervo de todos, pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos.<br />-Esta es palabra de Dios.<br />-Te alabamos, Señor.<br /><br />Vela:<br />Se enciende la segunda vela de Adviento.<br /><br />Para reflexionar:<br />Guardar unos minutos en silencio y hacer la siguiente pregunta: En nuestro hogar ¿cómo nos ayudamos unos a otros diariamente? Cada miembro de la familia, si lo desea, puede responder en voz alta la respuesta.<br /><br />Propósitos:<br />Después de la reflexión anterior, cada quien dirá cual será su propósito a cumplir en la semana.<br /><br />Para orar:<br />Padre, que nos has dado una familia en la que todos nos ayudamos y somos felices, te pedimos bendecir nuestros trabajos y tareas de todos los días para que cumplamos con más ganas y alegría la tarea que nos toca hacer a cada uno de los miembros de esta familia en nuestro hogar. Amén.<br /><br />Para terminar:<br />Todos los miembros de la familia se toman de las manos y rezan juntos un padrenuestro. Se encienden las luces y se canta una canción.<br /><br />Para cantar:<br />Cantar la canción "Amar es entregarse"<br /><br />Amar es entregarse olvidándose de sí<br />buscando lo que al otro pueda hacer feliz.<br /><br />Qué lindo es vivir para amar<br />Qué grande es tener para dar<br />Dar alegría, felicidad<br />Darse uno mismo, eso es amar.<br /><br />Si te amas como a ti mismo<br />y te entregas a los demás,<br />verás que no hay egoísmo<br />que no puedas superar.<br /><br />Qué lindo es vivir para amar<br />Qué grande es tener para dar<br />dar alegría y felicidad<br />darse uno mismo eso es amar.<br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />Tercer domingo de adviento<br />Ser mejor en familia.<br /><br />Para empezar:<br />En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se encienden las dos velas de los domingos anteriores, se apagan las luces y se lee la lectura del Evangelio según San Mateo 5, 13-16:<br /><br />Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Para nada aprovecha ya, sino para tirarla y que la pisen los hombres.<br />Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad asentada sobre un monte, ni se enciende una lámpara y se la pone bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a cuantos hay en la casa. así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo nuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos.<br /><br />-Esta es palabra de Dios.<br />-Gloria a ti, Señor Jesús.<br /><br />Vela:<br />Se enciende la tercera vela de Adviento.<br /><br />Para reflexionar:<br />Después de la lectura anterior, se guardan unos minutos en silencio y se hace la siguiente pregunta: ¿qué hago yo para que mi familia sea mejor? Cada miembro de la familia puede responder en voz alta si desea.<br /><br />Propósitos:<br />Cada miembro de la familia puede decir cuál es su propósito durante la semana y se comprometerá a cumplirlo.<br /><br />Para orar:<br />Padre, en nuestra familia crecemos y aprendemos a ser mejores, te pedimos hoy que nos ayudes a ser una familia cristiana y ser un buen ejemplo para los que nos rodean, Te pedimos fuerzas para mejorar o cambiar lo que sea necesario de nosotros para que nuestra familia sea mejor cada día. Amén.<br /><br />Para terminar:<br />Todos los miembros de la familia se toman de la mano y rezan juntos el Padre nuestro. Se encienden las luces y se canta una canción.<br /><br />Para cantar: "Jesús ¿quién eres Tú?<br /><br />Jesús ¿quién eres Tu?<br />tan pobre al nacer, que mueres en cruz.<br />Tú das paz al ladrón,<br />inquietas al fiel, prodigas perdón.<br />Tú, siendo creador,<br />me quieres a mí, que soy pecador.<br />Tú dueño y Señor<br />me pides a mí, salvar la Creación.<br />Jesús ¿quién eres Tú?<br />tan pobre al nacer, que mueres en cruz.<br />Tú das paz al ladrón<br />inquietas al fiel, prodigas perdón.<br />Tú, dueño y Señor<br />me pides a mi salvar la creación<br />Jesús ¿quién eres Tú?<br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />Cuarto domingo de adviento<br />La presencia de Dios en nuestra familia<br /><br />Para empezar:<br />En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.<br /><br />Se encienden las tres velas de los domingos anteriores y se lee la lectura del Evangelio según San Mateo 7, 24-25:<br />Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra, será el varón prudente, que edifica su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa; pero no cayó, porque estaba fundada sobre roca.<br />-Esta es palabra de Dios.<br />-Gloria a Ti Señor Jesús.<br /><br />Vela:<br />Encender la última vela del Adviento.<br /><br />Para reflexionar:<br />Guardar unos minutos en silencio y hacer la siguiente pregunta: ¿De qué manera se ha manifestado la presencia de Dios en nuestra familia durante el año? ¿Lo hemos dejado actuar o le hemos estorbado? Cada uno podrá responder si desea.<br /><br />Propósitos:<br />Después de la lectura anterior, cada uno de los miembros de la familia, dirá cuál es su propósito para la semana y se comprometerá a cumplirlo.<br /><br />Para orar:<br />Padre, que nos has dado una familia en la cuál te hemos conocido y amado, ayúdanos a vivir teniéndote siempre presente en nuestras vidas. Te pedimos que en esta Navidad nos regales el quedarte con nosotros en nuestros corazones y sentir que vives en nuestro hogar, en nuestras familias. Amén.<br /><br />Para terminar:<br />Todos los miembros de la familia se toman de las manos para rezar juntos un Padrenuestro. Se encienden las luces y se canta una canción.<br /><br />Para cantar: "El camino que lleva a Belén".<br /><br />El camino que lleva a Belén<br />baja hasta el valle que la nieve cubrió.<br />Los pastorcillos quieren ver a su Rey,<br />le traen regalos en su humilde zurrón.<br />Ropo pom pom, ropo pom pom.<br /><br />Ha nacido en un portal de Belén<br />el Niño Dios.<br />Yo quisiera traer a tus pies<br />algún presente que te alabe Señor<br />más Tú ya sabes que soy pobre también,<br />y no poseo más que un viejo tambor,<br />ropo pom, pom, ropo pom, pom<br /><br /><br />Sentido del Adviento<br /><br /><br />«El Adviento y la Navidad han experimentado un incremento de su aspecto externo y festivo profano tal que en el seno de la Iglesia surge de la fe misma una aspiración a un Adviento auténtico: la insuficiencia de ese ánimo festivo por sí sólo se deja sentir, y el objetivo de nuestras aspiraciones es el núcleo del acontecimiento, ese alimento del espíritu fuerte y consistente del que nos queda un reflejo en las palabras piadosas con que nos felicitamos las pascuas. ¿Cuál es ese núcleo de la vivencia del Adviento?<br /><br />Podemos tomar como punto de partida la palabra «Adviento»; este término no significa «espera», como podría suponerse, sino que es la traducción de la palabra griega parusía, que significa «presencia», o mejor dicho, «llegada», es decir, presencia comenzada. En la antigüedad se usaba para designar la presencia de un rey o señor, o también del dios al que se rinde culto y que regala a sus fieles el tiempo de su parusía. Es decir, que el Adviento significa la presencia comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos cosas: primero, que la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado, y que él ya está presente de una manera oculta; en segundo lugar, que esa presencia de Dios acaba de comenzar, aún no es total, sino que esta proceso de crecimiento y maduración. Su presencia ya ha comenzado, y somos nosotros, los creyentes, quienes, por su voluntad, hemos de hacerlo presente en el mundo. Es por medio de nuestra fe, esperanza y amor como él quiere hacer brillar la luz continuamente en la noche del mundo. De modo que las luces que encendamos en las noches oscuras de este invierno serán a la vez consuelo y advertencia: certeza consoladora de que «la luz del mundo» se ha encendido ya en la noche oscura de Belén y ha cambiado la noche del pecado humano en la noche santa del perdón divino; por otra parte, la conciencia de que esta luz solamente puede —y solamente quiere— seguir brillando si es sostenida por aquellos que, por ser cristianos, continúan a través de los tiempos la obra de Cristo. La luz de Cristo quiere iluminar la noche del mundo a través de la luz que somos nosotros; su presencia ya iniciada ha de seguir creciendo por medio de nosotros. Cuando en la noche santa suene una y otra vez el himno Hodie Christus natus est, debemos recordar que el inicio que se produjo en Belén ha de ser en nosotros inicio permanente, que aquella noche santa es nuevamente un «hoy» cada vez que un hombre permite que la luz del bien haga desaparecer en él las tinieblas del egoísmo (...) el niño ‑ Dios nace allí donde se obra por inspiración del amor del Señor, donde se hace algo más que intercambiar regalos.<br /><br />Adviento significa presencia de Dios ya comenzada, pero también tan sólo comenzada. Esto implica que el cristiano no mira solamente a lo que ya ha sido y ya ha pasado, sino también a lo que está por venir. En medio de todas las desgracias del mundo tiene la certeza de que la simiente de luz sigue creciendo oculta, hasta que un día el bien triunfará definitivamente y todo le estará sometido: el día que Cristo vuelva. Sabe que la presencia de Dios, que acaba de comenzar, será un día presencia total. Y esta certeza le hace libre, le presta un apoyo definitivo (...)».<br /><br />Alegraos en el Señor<br /><br />(...) «“Alegraos, una vez más os lo digo: alegraos”. La alegría es fundamental en el cristianismo, que es por esencia evangelium, buena nueva. Y sin embargo es ahí donde el mundo se equivoca, y sale de la Iglesia en nombre de la alegría, pretendiendo que el cristianismo se la arrebata al hombre con todos sus preceptos y prohibiciones. Ciertamente, la alegría de Cristo no es tan fácil de ver como el placer banal que nace de cualquier diversión. Pero sería falso traducir las palabras: «Alegraos en el Señor» por estas otras: «Alegraos, pero en el Señor», como si en la segunda frase se quisiera recortar lo afirmado en la primera. Significa sencillamente «alegraos en el Señor», ya que el apóstol evidentemente cree que toda verdadera alegría está en el Señor, y que fuera de él no puede haber ninguna. Y de hecho es verdad que toda alegría que se da fuera de él o contra él no satisface, sino que, al contrario, arrastra al hombre a un remolino del que no puede estar verdaderamente contento. Por eso aquí se nos hace saber que la verdadera alegría no llega hasta que no la trae Cristo, y que de lo que se trata en nuestra vida es de aprender a ver y comprender a Cristo, el Dios de la gracia, la luz y la alegría del mundo. Pues nuestra alegría no será auténtica hasta que deje de apoyarse en cosas que pueden sernos arrebatadas y destruidas, y se fundamente en la más íntima profundidad de nuestra existencia, imposible de sernos arrebatada por fuerza alguna del mundo. Y toda pérdida externa debería hacernos avanzar un paso hacia esa intimidad y hacernos más maduros para nuestra vida auténtica.<br /><br />Así se echa de ver que los dos cuadros laterales del tríptico de Adviento, Juan y María, apuntan al centro, a Cristo, desde el que son comprensibles. Celebrar el Adviento significa, dicho una vez más, despertar a la vida la presencia de Dios oculta en nosotros. Juan y María nos enseñan a hacerlo. Para ello hay que andar un camino de conversión, de alejamiento de lo visible y acercamiento a lo invisible. Andando ese camino somos capaces de ver la maravilla de la gracia y aprendemos que no hay alegría más luminosa para el hombre y para el mundo que la de la gracia, que ha aparecido en Cristo. El mundo no es un conjunto de penas y dolores, toda la angustia que exista en el mundo está amparada por una misericordia amorosa, está dominada y superada por la benevolencia, el perdón y la salvación de Dios. Quien celebre así el Adviento podrá hablar con derecho de la Navidad feliz bienaventurada y llena de gracia. Y conocerá cómo la verdad contenida en la felicitación navideña es algo mucho mayor que ese sentimiento romántico de los que la celebran como una especie de diversión de carnaval».<br /><br />Estar preparados...<br /><br />«En el capitulo 13 que Pablo escribió a los cristianos en Roma, dice el Apóstol lo siguiente: “La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz. Andemos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, ni en amancebamientos y libertinajes, ni en querellas y envidias, antes vestíos del Señor Jesucristo...” Según eso, Adviento significa ponerse en pie, despertar, sacudirse del sueño. ¿Qué quiere decir Pablo? Con términos como “comilonas, borracheras, amancebamientos y querellas” ha expresado claramente lo que entiende por «noche». Las comilonas nocturnas, con todos sus acompañamientos, son para él la expresión de lo que significa la noche y el sueño del hombre. Esos banquetes se convierten para San Pablo en imagen del mundo pagano en general que, viviendo de espaldas a la verdadera vocación humana, se hunde en lo material, permanece en la oscuridad sin verdad, duerme a pesar del ruido y del ajetreo. La comilona nocturna aparece como imagen de un mundo malogrado. ¿No debemos reconocer con espanto cuan frecuentemente describe Pablo de ese modo nuestro paganizado presente? Despertarse del sueño significa sublevarse contra el conformismo del mundo y de nuestra época, sacudirnos, con valor para la virtud v la fe, sueño que nos invita a desentendernos a nuestra vocación y nuestras mejor posibilidades. Tal vez las canciones del Adviento, que oímos de nuevo esta semana se tornen señales luminosas para nosotros que nos muestra el camino y nos permiten reconocer que hay una promesa más grande que la el dinero, el poder y el placer. Estar despiertos para Dios y para los demás hombres: he ahí el tipo de vigilancia a la que se refiere el Adviento, la vigilancia que descubre la luz y proporciona más claridad al mundo».<br /><br />Juan el Bautista y María<br /><br />«Juan el Bautista y María son los dos grandes prototipos de la existencia propia del Adviento. Por eso, dominan la liturgia de ese período. ¡Fijémonos primero en Juan el Bautista! Está ante nosotros exigiendo y actuando, ejerciendo, pues, ejemplarmente la tarea masculina. Él es el que llama con todo rigor a la metanoia, a transformar nuestro modo de pensar. Quien quiera ser cristiano debe “cambiar” continuamente sus pensamientos. Nuestro punto de vista natural es, desde luego, querer afirmarnos siempre a nosotros mismos, pagar con la misma moneda, ponernos siempre en el centro. Quien quiera encontrar a Dios tiene que convertirse interiormente una y otra vez, caminar en la dirección opuesta. Todo ello se ha de extender también a nuestro modo de comprender la vida en su conjunto. Día tras día nos topamos con el mundo de lo visible. Tan violentamente penetra en nosotros a través de carteles, la radio, el tráfico y demás fenómenos de la vida diaria, que somos inducidos a pensar que sólo existe él. Sin embargo, lo invisible es, en verdad, más excelso y posee más valor que todo lo visible. Una sola alma es, según la soberbia expresión de Pascal, más valiosa que el universo visible. Mas para percibirlo de forma vida es preciso convertirse, transformarse interiormente, vencer la ilusión de lo visible y hacerse sensible, afinar el oído y el espíritu para percibir lo invisible. Aceptar esta realidad es más importante que todo lo que, día tras día, se abalanza violentamente sobre nosotros. Metanoeite: dad una nueva dirección a vuestra mente, disponedla para percibir la presencia de Dios en el mundo, cambiad vuestro modo de pensar, considerar que Dios se hará presente en el mundo en vosotros y por vosotros. Ni siquiera Juan el Bautista se eximió del difícil acontecimiento de transformar su pensamiento, del deber de convertirse. ¡Cuán cierto es que éste es también el destino del sacerdote y de cada cristiano que anuncia a Cristo, al que conocemos y no conocemos!».<br /><br /><br />Palabras del Cardenal Joseph Ratzinger sobre el AdvientoMANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-90599114436285103662006-12-02T16:13:00.000-08:002006-12-02T16:55:36.409-08:00ANECDOTAS PARA LA PREDICACION...www.parabolas.orgANÉCDOTAS Y TESTIMONIOS <br /><br />RECOGIDAS Y REDACTADAS POR Fr. Eusebio Gómez Navarro, OCD<br /><br /> <br /><br />Presento unas cuantas anécdotas y testimonios seleccionados de mi libro con el<br />mismo título. <br />INTRODUCCIÓN <br /><br />La Asociación Colombiana de Libro Infantil publicaba, hace años, algunos de los derechos de los niños a escuchar cuentos. Todo niño, decía, tiene derecho a escuchar los más hermosos cuentos, especialmente aquellos que estimulen su imaginación y su capacidad crítica, a exigir a sus padres o adultos le cuenten cuentos a cualquier hora del día, a inventar y contar sus propios cuentos, así como a modificar los ya existentes, creando su propia versión.<br /><br />Todo niño goza a plenitud del derecho de conocer las fábulas, los mitos y leyendas de la tradición oral de su país. Todo niño tiene absoluto derecho de conocer las mejores anécdotas y testimonios, digo yo.<br /><br />Y, en esta sociedad de consumo, ¿para qué sirve una anécdota? La misión de la anécdota no es tanto la de instruir como la de despertarnos a la realidad, poner luz, esperanza y amor a todo lo que tocamos y soñamos. Ella nos sirve para salpicar nuestras charlas de sal, para iniciar o terminar un discurso, para profundizar más en lo expuesto, para digerir mejor la esencia y sustancia de las cosas, para darnos estímulos de superación y de confianza en las dificultades, para infundir ánimo y alas en el alma.<br /><br /> “A nadie le ha de faltar una estrellita prendida” –cantaba Atahualpa Yupanqui. Y todos necesitamos esa luz que prenda nuestros corazones en momentos en que el frío de la noche hiela, paraliza y congela los mejores deseos. El testimonio es esa estrellita que se cuela por las rendijas del alma y hace posible el milagro de cambiarnos sin darnos cuenta y de transformarnos sin esfuerzo de nuestra parte. Tienen de particular algunos relatos que se introducen dentro de la cabeza y del corazón y, como un gusano, acaban con todo el mal que estaba almacenado y empolvado con el correr de los tiempos. Podemos aplicar a la anécdota lo que Diderot dice de la sentencia: “La máxima es un clavo que se hunde en el espíritu e ilumina la vida del genero humano”.<br /><br />“Entre todos los placeres, el más noble y agradable es la lectura” –decía Cicerón. Igual nos pasa con las anécdotas. Con ella los años se nos hacen días y las horas segundos. Ellas nos pueden ayudar a liberarnos de toda clase de condicionamientos y a tener un corazón audaz, a adentrarnos en el Dios del amor y en su plan divino.<br /><br />Mas, las anécdotas no sólo nos sirven para recrearnos o para mantener vivo el interés de los oyentes, sino que ellas nos sorprenden y cuestionan nuestras vidas.<br /><br />Cualquier testimonio cuestiona, interpela, mete al lector en la acción y “si no se da una respuesta, quedará como una obra incompleta” (La Fontaine). Estos testigos son gente de carne, hueso y corazón, con un gran mensaje de luz y de amor, con un ideal al que dedicaron todos los recursos, tiempo y energías: toda la vida.<br /><br />Bajo el título de “Anécdotas y testimonios” están recogidos algunos hechos de vida. Algunas de las anécdotas están en forma de cuento; otras en parábolas. Muchas de ellas pertenecen a la historia, a los grandes héroes, a los santos; otras, son de personas anónimas, gente del pueblo. Todas ellas pertenecen a la humanidad toda, pues son herencia espiritual de todos los tiempos. La labor de los autores es agruparlas, seleccionarlas, darles nueva forma, pues “nadie es capaz de escribir un libro sin tener en cuenta las aportaciones de los otros” (Pascal). “Un libro totalmente nuevo y original será aquel que nos haga amar viejas verdades” (Vauneuargues).<br /><br />Estas anécdotas fueron recogidas de conversaciones, charlas, libros… Posiblemente abunden más las anécdotas que los testimonios, aunque podremos afirmar que muchas de ellas son testimonios.<br /><br />Estos relatos aparecen desnudos, cortos, pero sustanciosos, sin ningún comentario. “Lo corto, si es bueno, es dos veces bueno” –solemos decir. Creo que la mejor explicación es la que cada uno pueda dar y sentir en su corazón.<br /><br />Las he dividido en cinco capítulos o apartados: Amor, condición humana, la fuerza del Espíritu, Dios y su obra, caminar por la vida. Algunas de las anécdotas podrían ir en cualquiera de los cinco capítulos. Cada uno cuenta con una pequeña introducción.<br /><br />El criterio de selección no ha sido otro que el de despertar a la solidaridad, libertad, fe, amor y esperanza. Posiblemente estas anécdotas y testimonios puedan ayudar a los lectores a optar por el amor, a conocer la condición humana y el plan de Dios, a descubrir la fuerza interior que hay en cada persona y a caminar por la vida.<br /><br />“Todo hombre tiene dos<br />batallas que pelear:<br />en sueños lucha con Dios;<br />y despierto, con el mar”, cantaba Machado.<br />Todos tenemos el conflicto de la elección entre la vida y la muerte. Debemos optar por la vida para transcurrir por el mundo con amor, sin miedos ni rencores, conscientes de que somos hijos del Padre que desea lo mejor para cada uno de nosotros: que vivamos como hermanos y nos amemos de verdad.<br /><br />“Amad a los animales, amad a las plantas, amadlo todo. Si amáis cada cosa, comprenderéis el misterio de Dios en las cosas” ( Dostoyewski). Amar y vivir. Vivir con amor y para el amor; alejar el odio y el rencor de cada corazón. Amar y vivir como los protagonistas de estos pequeños relatos, preñados de luz, fuerza y esperanza.<br /><br /> <br /><br />90. Dar la muerte con gusto <br /><br />Santo Tomás Moro era llevado hacia el cadalso, y al salir a la calle dice al guardián:<br /><br />–– “Tráigame la capa porque hace frío”.<br /><br />–– “¡Pero cómo, si os van a matar ya!”.<br /><br />–– “Sí, es que yo doy la vida con gusto, pero lo que es una gripe si no me quiero pescar”.<br /><br /> <br /><br />91. El valor de un saludo <br /><br />T. Roosevelt tenía una predilección especial con la gente. Cada día saludaba uno por uno a todos los sirvientes de la Casa Blanca. Un día, después de una de estas manifestaciones de interés por sus servidores, uno de ellos exclamó: “Este es el día más feliz que he vivido, y ninguno de nosotros cambiaría este detalle por un billete de cien dólares”. <br /><br /> <br /><br />92. Examinar los promedios <br /><br />Cuando a John Rockefeller, gobernador de Nueva York, empezaban sus enemigos políticos a anunciarle malos resultados para el futuro, a causa de su modo de gobernar, respondía: “Examinemos los promedios de lo que ha sucedido hasta ahora”.<br /><br /> <br /><br />93. No llores por la leche derramada <br /><br />El rey Jorge V de Inglaterra tenía en su despacho el siguiente letrero: “No llores por la leche derramada, que con llorar no ganas nada”. <br /><br /> <br /><br />94. Tres nueces para dos <br /><br />Abraham Lincoln iba caminando a lo largo de una calle, en Springfield, con dos de sus hijos jóvenes, ambos llorando.<br /><br />–– “Señor Lincoln –preguntóle un transeúnte–, ¿qué les pasa a los muchachos?”.<br /><br />–– “Lo mismo que pasa con el resto del mundo –replicó Lincoln–. Que tengo tres nueces, pero cada uno quiere dos”.<br /><br /> <br /><br />95. Mató a su doble <br /><br />Un policía, cubriendo su ronda una noche, se paró ante la puerta de servicio de un club. Para su sorpresa, la puerta se abrió y, sin darse cuenta, se quedó de pie, frente al espejo.<br /><br />Al ver a otro hombre en el espejo, sin saber que era él mismo, le disparó y, ambos, figura y espejo, cayeron al suelo.<br /><br />El policía quedó todo ufano de su gran puntería.<br /><br /> <br /><br />96. No es lo mismo mañana que hoy <br /><br />Poco después de la guerra, una gran hambre había azotado Bengala. Mohan y su mujer estaban muy pobres; su arroz apenas les alcanzaba.<br /><br />Un día vino un vecino a pedirles ayuda. La esposa de Mohan dijo:<br /><br />–– “Si le damos algo, moriremos de hambre; si no damos, probablemente moriremos mañana”.<br /><br />Mohan le replicó:<br /><br />–– “Pero él morirá hoy”.<br /><br /> <br /><br />97. Cuanto más lejos, mejor <br /><br />Tres choferes de autobús solicitaron trabajo en las colinas de Kumaon. Después de ver sus referencias, se les hizo esta pregunta a cada uno:<br /><br />“¿Con qué seguridad podría Ud. guiar un camión en una curva cerrada sobre un precipicio hondo?”.<br /><br />Los dos primeros respondieron que usarían sus conocimientos para acercarse lo más posible a la orilla.<br /><br />El tercer hombre contestó de este modo: “No sé que tan cerca de la orilla pueda llegar –dijo con vacilación–, pero me mantendría tan lejos de ella como pudiera”.<br /><br /> <br /><br /> <br /> PARÁBOLAS<br /><br />He seleccionado unas parábolas, anécdotas y testimonios, publicados en mis libros, los cuales pongo en este apartado. Son cortas todas ellas. Una vez más he seguido el consejo de Gracián: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo malo, si poco, no tan malo”. <br />Este género de las parábolas y lo anecdótico es muy usado por algunas culturas. Los orientales no razonan bajo conceptos, sino que narran una historia, una parábola; y la conclusión es clara. Así hablaron Confucio, Buda, Gandy y Jesús. <br /><br /> <br /><br />17. Dios y Teresa <br /><br />Con buen humor, y no menos sentido sobrenatural, solía repetir Santa Teresa: “Teresa sola no puede nada; Teresa y un maravedí (moneda antigua), menos que nada; Teresa, un maravedí y Dios, lo pueden todo”.<br /><br /> <br /><br />18. Sé tu mismo <br /><br />Según una antigua parábola japonesa, había un picapedrero llamado Hashmu, que era pobre y deseaba ser rey. Sus deseos se le cumplieron y llegó a rey de su país.<br /><br />Y de rey, al conocer los sinsabores, deseó ser sol, roca; y, después de conseguirlo, también conoció todo tipo de dificultades, y no alcanzaba la felicidad. Hasta que un día oyó una voz que le decía: ¿sé tu mismo!<br /><br />Así, pues, volvió a tomar sus herramientas e iniciar su trabajo de picapedrero.<br /><br /> <br /><br />19. Sólo a Dios honor <br /><br />Manuel de Falla murió en Argentina y fue enterrado en Granada.<br /><br />En la lápida hay, por voluntad del ilustre músico, una inscripción, que es esta simple frase: “Sólo a Dios el honor y la gloria”.<br /><br /> <br /><br />20. Muerte ejemplar <br /><br />Fernando III, el Santo, tuvo una muerte ejemplar, según el relato de Juan de Mariana. Le administró la comunión el Arzobispo de Sevilla.<br /><br />“Al entrar el Sacramento por la sala se dejó caer en la cama, y puestos los hinojos (las rodillas) en tierra, con un dogal al cuello y la cruz delante, como reo pecador pidió perdón de sus pecados con palabras de gran humildad; ya que quería rendir el alma, demandó perdón a cuantos allí estaban: espectáculo para quebrar los corazones, y con que todos se resolvieron en lágrimas.<br /><br />Tomó la candela con ambas manos y, puestos los ojos en el cielo, dijo: ´El reino, Señor, que me diste, te lo devuelvo; desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo me ofrezco a la tierra; recibe, Señor mío, mi alma; y por los méritos de tu santísima pasión, ten por bien colocarla entre tus siervos”.<br /><br /> <br /><br />21. La existencia de Dios <br /><br />Paseaba un día el gran sabio Newton con uno de sus amigos, cuando éste le pidió una prueba de la existencia de Dios. Newton levantó inmediatamente las manos al cielo, y exclamó: “¡Mírala!”.<br /><br /> <br /><br />22. La cruz a la medida <br /><br />Hay muchas anécdotas y parábolas sobre la cruz. Esta es una de tantas.<br /><br />–– “Señor –decía un cristiano–, yo sé que cargar una cruz es parte de la vida de un cristiano, pero la que yo tengo es demasiado pesada. Si yo pudiera escoger la mía, estoy seguro que escogería una más aparente que la que llevo en la actualidad”.<br /><br />Finalmente, el hombre escogió una, la puso sobre sus hombros, y dio unos cuantos pasos.<br /><br />–– “Señor –le dijo–, esta es la cruz aparente para mí. ¿Ves?, no es muy pesada, tiene el tamaño apropiado, ha sido convenientemente preparada y no tiene nudos que me lastimen los hombros. Me gustaría tener esta cruz porque siento que es la más apropiada para mí”.<br /><br />El Señor sonrió, y le respondió:<br /><br />–– “Me alegro que hayas encontrado una que te satisfaga plenamente... esa es la cruz que tú trajiste”.<br /><br /> <br /><br />23. Tuyo es el cielo <br /><br />Santa Teresita, en un diálogo con Jesús, le dijo: “Cuando yo llegue al cielo vas a tener que hacer lo que yo quiera, pues yo hice aquí en la tierra lo que tu quisiste”.<br /><br />No le gustó mucho esta oración a un cristiano, amigo de acomodar oraciones. Él hizo la siguiente: “Señor, tuyo es el cielo, haz allí lo que quieras. Aunque la tierra no es mía, déjame hacer lo que quiera yo”.<br /><br /> <br /><br />24. Hacer de fieras salvajes mansos corderos <br /><br />San Juan Bosco tiene a los 9 años un sueño: Se le aparece Nuestro Señor junto con la Virgen María y le presenta un montón de fieras que luego se convierten en corderos. Luego le muestra una multitud de jóvenes, y le dice: “Este será tu oficio: cambiar jóvenes tan difíciles como fieras, en buenos cristianos tan dóciles como corderitos”.<br /><br /> <br /><br />25. Todas muy ocupadas <br /><br />Santa María Mazzarello contó un día la siguiente parábola: “La muerte llegó a una casa de religiosas y le dijo a la portera: ‘¡Venga conmigo a la eternidad!’. Pero la portera le respondió: ‘Tengo mucho oficio en la portería y no me puedo alejar de aquí’.<br /><br />Entonces pasó la muerte a la cocina, y le dijo a la hermana cocinera: ‘¡Venga conmigo a la eternidad!’. Pero la hermana cocinera le dijo: ‘Tengo tanto que cocinar. ¡No puedo acompañarla!’. <br /><br />Y la muerte se fue donde la Superiora, y le dijo: ‘Ud. tiene que dar a las demás ejemplo de obediencia. ¡Venga conmigo a la eternidad!’. Y la superiora, para dar ejemplo, se fue a la eternidad con la muerte”.<br /><br /> <br /><br />26. Es así <br /><br />Juan Milton quedó ciego y pobre. Al principio se desesperó, pero después se propuso hacer suyo el antiguo principio, que dice:<br /><br />“Es así. Ya no puede ser de otra manera. Por lo tanto, hay que aceptarlo”.<br /><br /> <br /><br /> 27. Sólo por doce horas <br /><br />Preguntaron a san Felipe Neri por qué, en medio de tantos peligros y habiendo tenido que sufrir tanto, estaba siempre contento y de buen humor, y él respondió:<br /><br />“Es que yo no me cargo sobre mis hombros sino el peso del momento presente. La carga de los ayeres amargos la dejé en el cuarto del olvido para no volverla a recordar más. El peso de los futuros miedos lo dejé pacíficamente en las manos del buen Dios. Y solamente le pongo el hombro a estas doce horas de hoy. Y éstas sí soy capaz de llevarlas con paciencia y alegría y hasta con buen humor”.<br /><br /> <br /><br />28. Un remedio dulce para ladrones <br /><br />San Medardo tenía unas colmenas que le producían muy buena miel, y las abejas eran muy mansas y muy buenas. Pero un día llegó un ratero a robarse la miel y las abejas lo persiguieron tan terriblemente que al otro no le quedó otro remedio que meterse a la casa del santo a pedirle que rezara por él. San Medardo echó una bendición a las abejas y estas se fueron obedientes, y él, vuelto hacia el ladrón, le dijo:<br /><br />“Esto es señal de los castigos que te pueden llegar si sigues robando. Ahora son unas sencillas abejas, pero después los que te picarán serán tus remordimientos eternamente”.<br /><br />Y el otro no volvió a robar.<br /><br /> <br /><br />29. Una mula que se arrodilló <br /><br />Un descreído pide a san Antonio de Padua que le probara con un milagro que Jesús sí está en la Santa Hostia. El hombre aquel dejó a su mula tres días sin comer, y luego, cuando la trajo a la puerta del templo, le presentó un bulto de pasto fresco, y al otro lado a san Antonio con una Santa Hostia. La mula dejó el pasto y se fue ante la Santa Hostia, y se arrodilló.<br /><br /> <br /><br />30. Desear a Dios como al aire <br /><br />Un discípulo fue donde su maestro, y le dijo:<br /><br />–– “Maestro, quiero encontrar a Dios”.<br /><br />Como hacía mucho calor, el maestro invitó al joven a acompañarlo a darse un baño en el río. El joven se zambulló, y el maestro hizo otro tanto. Después lo alcanzó y lo agarró, teniéndolo por la fuerza debajo del agua.<br /><br />El joven se debatió por algunos instantes hasta que el maestro lo dejó volver a la superficie. Después le pregunta qué cosa había deseado más mientras estaba debajo del agua.<br /><br />–– “El aire” –respondió el discípulo.<br /><br />–– “¿Deseas a Dios de la misma manera?” –le pregunta el maestro–. “Si lo deseas así, lo encontrarás. Pero si no tienes esta sed ardiente, de nada te servirán tus esfuerzos y tus libros. No podrás encontrar la fe, si no la deseas como el aire para respirar”.<br /><br /> <br /><br /><br />Fe <br /><br />El que cree de verdad, predica sin predicar (Madre Teresa de Calcuta). <br /><br />Somos creyentes pero nuestra conducta es la de los ateos (Vivekananda). <br /><br />La fe que no actúa, ¿será fe? (Jean Baptiste Racine). <br /><br />La fe es como una brújula en la tormenta y en la niebla (Cardenal J. Döpfner). <br /><br />No necesitas transferir tu fe a la vida cotidiana. De tu vida cotidiana puedes deducir cómo es de grande tu fe (Franz Jalics). <br /><br />Creer es ser capaz de soportar dudas (E. Galindo Aguilar). <br /><br />Hijo mío, si caes enfermo, no te impacientes; ruega al Señor y él te sanará (Si 39, 9). <br /><br />En la fe no hay espacio para la desesperación (Mahatma Gandhi). <br /><br />La fe es la que nos dirige a través de océanos turbulentos (Mahatma Gandhi). <br /><br />La fe es la decisión de vivir con la certeza de que lo que es, no lo es todo (Roger Garaudy). <br /><br />Un ser humano que tiene fe ha de estar preparado, no sólo a ser un mártir, sino a ser un loco (Gilberto Keith Chesterton). <br /><br />Aquel que tiene fe no está nunca solo (Thomas Carlyle). <br /><br />¿Por qué arrancáis a los pobres la fe en Dios, si no tenéis otra cosa mejor que darles? (Carmen Silva). <br /><br />Una creencia destruida deja en nuestro espíritu un gran vacío. No debemos abandonar una creencia sino en el caso que podamos sustituirla con otra que creemos más próxima a la verdad (Florentino Ameghino). <br /><br />Quien no sabe creer, no debiera saber (Porchia). <br /><br />Por María se revive la fe, se refuerza la esperanza del cielo, se difunde la caridad, se establece la vida cristiana (Santiago Alberione). <br /><br />La fe hace posible lo que por razón natural no lo es (santa Teresa de Jesús). <br /><br />La fe es algo indispensable en el ser humano. Desgraciado aquel que no cree en nada (Victor Hugo). <br /><br />Existen tres medios de creer: la razón, la costumbre y la inspiración (Blaise Pascal). <br /><br />Una fe no encarnada en las obligaciones cotidianas termina por hacerse abstracta o estéril (Juan Pablo II). <br /><br />No hay persona sabia sin fe (Tertuliano).<br /><br /><br /> ANECDOTAS DE SANTA TERESA<br /><br /><br /><br /> Cuenta una anécdota que yendo santa Teresa a hacer las escrituras de una de las fundaciones, preguntó al escribano, después de hechas, cuánto eran sus honorarios. Éste le contestó con desparpajo:<br /><br />– Solamente un beso. <br /><br />Y la santa se lo dio, natural y sonriente, al tiempo que exclamaba:<br /><br />– Nunca una escritura me salió tan barata.<br /><br />El pueblo ha visto en Santa Teresa de Jesús la santa del buen humor, de la gracia y del donaire. Estaba dotada verdaderamente de gracias naturales como la jovialidad, espontaneidad, cordialidad, afabilidad y sencillez. María de la Encarnación nos dice que “era muy discreta, y alegre con gran santidad, y enemiga de santidades tristes y encapotadas, sino que fuesen los espíritus alegres en el Señor, y por esta causa corregía a sus monjas si andaban tristes, y les decía que mientras les durase la alegría les duraría el espíritu”.<br /><br />La vida de sacrificio y penitencia no la consideraba reñida con la alegría. Tanta importancia daba a la hora de la recreación como a la de la oración. Así ponía gran empeño en que las monjas participaran del momento de la recreación y pudieran compartir libremente. En cierta ocasión, estando en Medina del Campo, reprimió severamente a la hermana Alberta, que se quejaba: “¿Ahora nos llaman a cantar? Mejor fuera para contemplar”.<br /><br />Gozaba de gran libertad para hablar de sí misma, de sus dolores y achaques. Bromeaba con la Inquisición, ponía apodos con gracia. Al pintor Fray Juan de la Miseria, que la retrató, le dijo: “Dios te perdone, Fray Juan, que ya que me pintaste podías haberme sacado menos fea y legañosa”.<br /><br />Santa Teresa fue una mujer madura, capaz de maravillarse y asombrarse de las cosas de cada día. Ella nos dejó esta frase célebre: “También entre los pucheros anda Dios”, gozó con todo lo creado. De su fe en este Dios cercano, vivo en cada cosa y acontecimiento, le brotó esa alegría natural y contagiosa. A brazo partido luchó para que sus monasterios gozaran de este ambiente de libertad donde se respirase a un Dios alegre, capaz de llenar de felicidad cualquier corazón humano. <br /><br />Un grupo de matrimonios americanos que regresaban a su patria acudió a visitar a la Madre Teresa. Al despedirse le pidieron un consejo para su vida de familia. “Sonrían a sus mujeres”, dijo a los hombres. “Sonrían a sus maridos”, dijo después a las mujeres. Extrañado alguno de ellos, preguntó a la religiosa: “¿Usted está casada?”. Y la Madre Teresa, sin perder la sonrisa, sorprendió a los presentes con esta respuesta: “Naturalmente que estoy casada. Y créame que no siempre me es fácil sonreír a mi marido. Porque Jesús es un esposo muy exigente”.<br /><br />¿Si podemos enamorarnos de personas y de cosas, si nuestro corazón queda prendado de una puesta de sol o de un paisaje tropical, por qué no nos vamos a poder enamorar de Dios? Dichosos aquellos que se enamoran radicalmente de Dios, porque su vida será una fuente inagotable de paz, de alegría y de felicidad. <br /><br />El amor a Dios es un mandato para todos los creyentes. No es especialidad o exclusividad de una cultura, época, edad o estado. Lo que importa es el amor, no la manera de expresar ese amor. <br /><br />Se puede amar en el silencio de una noche y en medio del bullicio del día. No dejamos de amar a los nuestros cuando trabajamos o cuando estamos de brazos cruzados, cuando sonreímos o cuando lloramos. Lo que importa es amar. <br /><br />Siempre que amamos a Dios lo debemos demostrar con la vida amando al hermano. Y al hermano también se le puede demostrar el amor de mil maneras. La mamá ama a su hijo cuando lo mece, cuando lo corrige, cuando le da de comer, cuando lo lleva al médico...<br /><br />El cristianismo se puede vivir de varias formas. Lo importante no es el modo que se elige, la vocación o profesión. Lo importante es ser y vivir lo que se cree, pues cualquier trabajo se pude hacer a la perfección o rayando la mediocridad. Y si uno es mediocre, no es por la profesión o vocación que se ejerce, sino por la talla de la propia persona.<br /><br />Podemos sonreír a todo y en todo. Un poco de alegría vale más que todo el oro del mundo. Son innumerables los beneficios que acarrea una simple sonrisa: ahuyenta la tristeza, la melancolía, la depresión... La sonrisa rejuvenece, sana las heridas del pasado, abre horizontes al futuro y pone alas en el alma. La sonrisa es la mejor medicina para el cuerpo y para el alma. La alegría más auténtica nace del corazón. <br /><br />Consciente san Pablo de la importancia de la alegría, repetía machaconamente a los cristianos que siempre estuvieran alegres. No nos debe extrañar, pues, el consejo de la Madre Teresa a los matrimonios: “Sonrían”. Quizá debamos repetir con Neruda: “Quítame el pan, si quieres, quítame el aire, pero no me quites tu sonrisa porque moriría”.<br /><br /><br /><br />Un monje, cuenta Tony de Mello, se encontró una piedra preciosa y se la regaló a un viajero. Éste después de algún tiempo volvió donde el monje, le devolvió la joya y le suplicó: “Ahora te ruego que me des algo de mucho más valor que esta joya, valiosa como es. Dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí”.<br /> En la oración encontramos luz y fuerza para descubrir los tesoros y para regalarlos. En la oración encontramos fuerza para gastar y entregar la vida.<br /><br /> San Juan de la Cruz afirma que “quien huye de la oración, huye de todo lo bueno” (Dichos de luz, 185 ).<br /><br /> Santa Teresa supo por experiencia los resultados de la oración. Sin ella no encontraba la vida, ni camino, ni paz ni alegría. Es puerta y camino para ir a Dios. “La oración es principio para alcanzar todas las virtudes y cosas (en la) que nos va la vida comenzarla todos los cristianos” ( C 16, 3 ). Y en otro lugar: “Para ir a Dios, creedme, y no os engañe nadie en mostraros otro camino sino el de la oración” ( C 21, 6 ).<br /><br /> La oración nos lleva a amar y respetar a la tierra y a los otros. “Simplemente, estoy convencido de que sólo la persona de oración puede evitar que estas realidades buenas lleguen a ser ídolos malos. Sólo ella puede orientarlos al respeto del ser humano y al respeto de la tierra. De ahí la utilidad social y hasta cósmica de lo que aparentemente es la inutilidad misma. La oración es una reserva de silencio donde rehacer las energías; el silencio es armonía y plenitud. El hombre de oración es como el árbol. Influye en el ambiente”(Barreau).<br /><br /><br />Un periodista pregunta a Ana María Matute, de la Real Academia Española:<br /> -¿Qué es para usted vivir mucho?<br /> Ella responde:<br /> -Darte cuenta, tocar lo que vives en cada instante.<br /> El buen fotógrafo capta lo instantáneo. La persona sabia es aquella que sabe vivir en cada instante. Así afirma Dostoyevski: “El hombre es desgraciado porque no sabe que es feliz. ¡Eso es todo! Si cualquiera llega a descubrirlo, será feliz de inmediato, en ese mismo minuto, en ese mismo instante”.<br /> La vida te sonreirá , si se es capaz de descubrir esa sonrisa. Cada cosa tiene su belleza, tiene su alma. Para ello se necesita tiempo, y aprender a ver con los ojos del alma; entonces nacen deseos de disfrutar la vida. No se puede tomar la vida como una carrera, no es una competencia; La vida es un tesoro que hay que sorberlo en cada momento, que hay que compartido, es un soplo de eternidad que el Señor nos ha regalado. La vida es saber disfrutar y compartir el cariño inmenso que nos rodea, cuando estamos en familia, en el trabajo, en el campo, cuando sopla el viento y acaricia la lluvia. La vida es un eterno aprendizaje del amor. <br /> “Alégrate de la vida porque te da la oportunidad de amar y trabajar y jugar y mirar a las estrellas” (Henry Van Dyke). Hay que vivir sin miedo a perder, pues “al que vive temiendo nunca le tendré por libre” (Horacio). Hay que vivir en el aquí y en el ahora, pues“algunos están dispuestos a cualquier cosa, menos a vivir aquí y ahora” (John Lennon).<br /> “¿ Amas la vida ? Pues no malgastes el tiempo que es la tela de la vida” <br /><br /><br />Una joven novicia llamó a la Madre Teresa y, llena de gozo, le dijo: <br />“Madre, durante tres horas he estado tocando el Cuerpo de Cristo. Esta mañana <br />trajeron a un hombre cubierto de llagas, que lo habían sacado de entre unos <br />escombros. Nos llevó unas tres horas poder atenderlo. Es por lo que digo que <br />estuve en contacto con el Cuerpo de Cristo durante ese tiempo. ¡Estoy segura: era Él!<br />Es verdad: Vamos a Dios por el ser humano. Al encontrarnos con éste, encontramos a Cristo vivo.<br /><br /><br />“Voy de prisa porque la vida es corta y tengo muchas cosas que hacer. Cada uno trabaja a su manera y hace lo que puede”. Así se expresaba Voltaire preso por el frenesí que le llevaba a escribir tragedias en quince días. Así vive mucha gente o, mejor dicho, no vive porque quiere beber toda la vida de un solo trago.<br />La prisa, la velocidad son regalos de nuestra sociedad tecnificada. Así, la prisa se ha convertido en uno de los rasgos más característicos de nuestra manera de pensar, de hablar y de vivir. Llevamos la rapidez en nuestras venas, como si la vida resultara demasiado corta, y quisiéramos apurarla en cada momento viviendo con ansiedad y preocupación. “La preocupación nunca roba su tristeza al mañana, sólo le resta fortaleza al hoy” (A. J. Cronin). Así no vivimos, quemamos etapas y somos fácil presa del infarto.<br /><br /><br />ABRIRSE A DIOS<br /><br />Un sabio japonés, conocido por la sabiduría de sus doctrinas recibió la visita de un profesor universitario que había ido a verlo para preguntarle sobre su pensamiento.<br />El sabio sirvió el té: llenó la taza de su huésped y después continuó echando, con expresión serena y sonriente.<br />El profesor miró desbordarse el té, tan estupefacto, que no lograba explicarse una distracción tan contraria a las normas de la buena crianza; pero, a un cierto punto, no pudo contenerse mas:<br />”¡Está llena! ¡Ya no cabe más! . <br />“Como esta taza”,dijo el sabio imperturbable,”tú estás lleno de tu cultura, de tus opiniones y conjeturas eruditas y complejas: ¿cómo puedo hablarte de mi doctrina, que sólo es comprensible a los ánimos sencillos y abiertos, si antes no vacías la taza. (Cuento japonés)<br />"¡Está llena! ¡Ya no cabe más!".<br /><br />ABRIRSE AL ESPIRITU<br /><br />Un niño de color negro contemplaba extasiado al vendedor de globos en la feria. El hombre, en un determinado momento, soltó varios globos: rojo, azul, amarillo, blanco. Todos ellos remontaron el vuelo hacia el cielo hasta que desaparecieron. <br />El niño negro, sin embargo, no dejaba de mirar un globo negro que el vendedor no soltaba en ningún momento. Finalmente, le preguntó: “Señor, si soltara usted el globo negro, ¿subiría tan alto como los demás?”.<br />El vendedor sonrió comprensivamente al niño, soltó el cordel con que tenía sujeto el globo negro y, mientras éste se elevaba hacia lo alto, dijo: “No es el color lo que hace subir, hijo. Es lo que hay dentro”.<br />El Espíritu está dentro de nosotros y nos hace volar. <br />Nuestra oración está guiada por el Espíritu. No recibisteis un espíritu de esclavos…; antes bien, un Espíritu de hijos adoptivos que os hace gritar: ¡Abbá! ¡Padre! (Rm 8, 15). (Gal 6, 4). “<br /><br />AMOR DE MADRE<br /><br />Existe en la catedral de Exeter - capital del condado de Devon, antigua capital del reino de Wessex- las figuras de dos pequeños juglares tallados en la ménsula del capitel que corona una columna de la nave: son el pequeño violinista callejero y el acróbata que se sostiene, verticalmente, sobre su cabeza como base. Enfrente, en la otra parte de la nave, sobre la correspondiente columna, se destaca el relieve de la imagen de la Virgen Santísima con su divino Hijo en brazos. Se ve claramente la relación entre los dos relieves de las dos columnas de la parte norte de la nave: los dos juglares festejan evidentemente a Nuestra Madre y Señora.<br />Excusado es decir que tales figuras representan a lo vivo la leyenda del "juglar de la Virgen". Era éste un juglar y bailarín que se proponía alabar y servir a Dios con su oficio. Pero se veía despreciado de todo el mundo porque era un pobre infeliz y tan ignorante, que no sabía leer, ni siquiera rezar. Un día se fue a una iglesia y se dirigió al altar de la Virgen María. Se aligeró de sus vestidos y se puso a bailar.<br />-Señora - le dijo a María-, yo no sé cantar, ni leer bellas cosas para ti; pero sí puedo escoger lo mejor de mi repertorio para jugar y bailar en tu presencia. Ahora permíteme, Señora, que yo sea como el ternero que salta y brinca de gozo delante de su madre. Señora, pues eres dulce y amable para aceptar al que quiere servirte de verdad, sabe que, aunque sea yo tan pobre e infeliz como el que más, todos mis esfuerzos son exclusivamente para ti.<br />Y en seguida comenzó a saltar delante de ella, primero con saltos bajos y cortos; luego dando grandes brincos; ahora por debajo, ahora por encima del altar, haciéndole a la Virgen graciosos saludos y dando volteretas en el aire.<br />-Señora -le dijo-, tú eres todo mi gozo. Tú llenas de gozo a todo el mundo, iluminas todo el mundo y lo enciendes con tu amor.<br />Hasta que un día, agotado, murió a sus pies el pobre "juglar de la Virgen". La leyenda termina con estas palabras: "En buena hora bailó; en buena hora alabó y sirvió a la Virgen; en buena hora ganó así tal honor, que ningún otro se le puede comparar."<br />Sólo el amor hace cantar y danzar. Según afirma H.U. von Baltasar-, “sólo el amor es creíble”.<br /><br /><br />El creyente a Dios:<br /><br />– No te acuerdes, Señor, de mis pecados.<br /><br />Dios al creyente:<br /><br />– ¿Qué pecados? Como tú no me los recuerdes, yo los he olvidado para siempre (Anthony de Mello).<br /><br /> Dios, como Padre, tiene muy mala memoria para recordar pecados de sus hijos; no lleva cuentas del mal, disculpa siempre y “olvida siempre”. Como buen Padre, quiere que aprendamos a amar de tal forma que seamos capaces de perdonar.<br /><br /> Jesús nos habla del perdón de Dios, de las entrañas amorosas del Padre en la parábola del hijo pródigo (Lc 15,11-32).<br /><br /> El Padre ama al Hijo y le deja en libertad para que siga sus sueños, para que sea él mismo, para que se pueda equivocar, con el riesgo de perder su compañía y la alegría de vivir en su casa.<br /><br />SACERDOTE<br /><br />Cuando mi mujer murió, cuenta un misionero seglar, mi único estímulo <br />era ocuparme en la educación de mis hijos y hacer el bien. Por mi <br />imaginación desfilaron toda una serie de sacerdotes santos. Entonces pensé en ser sacerdote.<br />Una noche, como de costumbre, el mayor de mis hijos se acercó a pedirme <br />la bendición antes de acostarse.<br />– ¿Qué te pasa?<br />Se sentó junto a mí. Callaba.<br />– Quiero..., rompió al fin en voz baja, quiero ser sacerdote.<br />Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.<br />– Hijo mío, le respondí abrazándole, lo seremos los dos.<br />Pocos años después, el día de Pascua, los dos elevábamos juntos la <br />Hostia consagrada.<br />Como la semilla produce fruto abundante en el buen terreno, así también las <br />vocaciones surgen y maduran en la comunidad cristiana. Pero es en la familia <br />donde nacen los primeros brotes de la vocación. El ejemplo de los padres es <br />imprescindible para cualquier llamada.<br />Ya en los comienzos de toda vocación surgen las primeras dificultades: <br />“Yo no sirvo para...”. Pero el Señor responde como a Jeremías y a tantos <br />otros: <br />“No digas: soy un muchacho, pues a donde te envíe irás; y lo que te mande, <br />lo dirás. No tengas miedo que yo estoy contigo” (Jr 1,7-8).<br /><br /><br />Cuenta la leyenda que cuando Buda llegó al cielo, le abrieron las puertas y fue invitado inmediatamente a entrar. Pero él reflexionó, aún fuera, y dijo: “¿Cómo puedo entrar cuando tantos quedan fuera todavía? Mí deber es ayudarles a que encuentren el camino y lleguen a la puerta. Después de que todos entren, entraré yo”.<br /> La inquietud de evangelizar, de salvar, de dedicar la vida a los otros, nace cuando uno se encuentra con el Dios vivo.<br /> Pablo de Tarso testimonia: “Iba yo hacia Damasco, cuando de repente, a eso del mediodía, una gran luz que bajada del cielo me envolvió con su resplandor” (Hch 22,6).<br /> Dios entró en la vida de Pablo sin pedirle permiso; y a este hombre que había obtenido licencia para perseguir y matar a los cristianos, se le encomienda la tarea de anunciar el mensaje de amor evangélico a todos los pueblos. Y Pablo, misionero extraordinario y cargado de entusiasmo, extiende el nombre de Jesús en todas las direcciones.<br /><br /><br />El Camino de Santiago es uno de los más famosos del mundo. En el libro Orar por el Camino de Santiago, editado por Monte Carmelo, se ofrecen unos testimonios de muy diversos peregrinos a Compostela. De él tomo los siguientes:<br />Konrad (Alemania, 36 años)<br />Uno de los cambios que más me ha costado en el Camino ha sido el de mis <br />motivaciones y el de mi jerarquía de valores. Yo me he puesto en camino en <br />busca de una tercera dimensión que intuía, pero no encontraba. Y he encontrado, de hecho, un mayor calado, un eco más profundo para cada uno de mis juicios o valoraciones. Por otro lado, aquello por lo que uno paga en la vida diaria, aquí ni lo echas en falta, o lo tienes gratis. Y al revés, lo que en ella no valoras, aquí te ensancha el corazón. A mí me emocionan, sin más, la acogida de la gente sencilla, o el claxon que hacen sonar los camioneros saludándome al pasar.<br /><br /><br />Thomas (Brasil, 24 años)<br />Hace tiempo que descubrí que la vida tiene muchas puertas que abrir y por <br />las que entrar. Personalmente, no puedo quejarme de que no se me hayan <br />abierto muchas, ni de que, incluso, me haya sentido gratificado con lo que <br />encontré dentro de alguna. Sin embargo, sigo en busca de otra puerta. <br />Soy consciente de no haber hallado aún un norte incuestionable para mi <br />vida. El Camino me está llevando, además, a pensar que lo importante no es ser <br />felices, sino mejores, y que la felicidad es su más lógica consecuencia.<br /><br /><br />Don Thomas Schmit (Alemania, monje trapense)Acabo de ser reelegido por segunda vez abad de mi pobre abadía y he querido interrumpir mis rezos corales con mis monjes, hechos, como todo el mundo sabe, de palabra y de canto, para orar unos días con los pies.<br /><br /><br /><br /><br />Un líder indígena le espetó a Juan Pablo II en su visita a Brasil: <br />“Santidad, tenemos hambre”. Juan Pablo II respondió con gran sensibilidad <br />pastoral y humana: “Tu pueblo, Señor, tiene hambre de pan y de Dios”.<br />No estamos a gusto con la realidad de nuestro mundo. El hambre crece <br />alarmantemente y una mayoría de la población no se alimenta adecuadamente. <br />Éste es uno de tantos pecados que azotan nuestra sociedad, que sufre de <br />injusticia, esclavitud, violencia, vacío de Dios y carece de valores humanos.<br />Tenemos un mundo industrializado sin alma; no tiene en cuenta a los más <br />desposeídos. A esta gran máquina del mundo le falta el aceite de la bondad. <br />La enfermedad que padece el mundo, decía M. Teresa, la enfermedad principal <br />del ser humano no es la pobreza o la guerra, es la falta de amor, la esclerosis del corazón. El corazón es la zona más deprimida de las personas. <br />Hemos logrado llegar a la luna, hemos explorado las profundidades del mar y <br />las entrañas de la tierra, pero no hemos logrado resolver los problemas de <br />primera necesidad.<br />No basta con quitar penas y hambre; es necesario impregnar nuestro mundo de <br />amor.<br /><br /><br /><br />“Durante la época del monzón, en Kerala, el estado del sur de la India de donde yo procedo, los campos de arroz se extienden como una interminable alfombra esmeralda hacia el horizonte. Es una época de crecimiento y alegría para todas las criaturas. Cuando era niño solía caminar junto a mi guía espiritual, la madre de mi madre, a través de aquellos campos de arroz hasta el templo de nuestros antepasados.<br />Mientras caminábamos, a menudo veíamos junto al sendero la piel abandonada de una serpiente, formando una especie de lazo. Un día pregunté a mi abuela: “¿Por qué las serpientes se desprenden de su piel?” Su respuesta estuvo llena de sabiduría. Ahora me doy cuenta de que se refirió a muchas cosas más que a las serpientes. “Si las serpientes no se despojaran de su piel” –contestó– “no crecerían. Se ahogarían dentro de su viejo revestimiento.”<br />Recuerdo sus palabras muchas veces. Actualmente, también nosotros necesitamos crecer.<br /><br /><br />“Buda, tal y como se nos cuenta, decía que un hombre herido por una flecha tenía que, sobre todo y lo más rápidamente posible, curarse. El error sería preguntarse primero de dónde viene la flecha, quién la ha lanzado, de qué madera ha sido tallada, etc.<br />Rumi, el poeta persa, ha retomado casi palabra por palabra dicha parábola<br />Un guerrero fue herido por una flecha en una batalla. Quisieron arrancarle la flecha y curarlo, pero él exigió saber primero quién era el arquero, a qué clase de hombre pertenecía y dónde se había colocado para disparar. También quiso saber la forma exacta del arco de éste y qué clase de cuerda utilizaba. Mientras se esforzaba por conocer todos estos datos, falleció (Jean-Claude Carrière).<br />Si María hubiera hecho tanas preguntas al ángel como el guerrero herido, probablemente no hubiera nacido Jesús.<br /><br /><br />Durante la beatificación del hermano Hilario, de La Salle-inmolado en Tarragona durante la Guerra Civil-, el Papa citó las palabras del nuevo beato, quien decía:<br />“Mi madre era una santa. La recuerdo sirviendo siempre a mi padre, a sus hijos, a familiares y a los pobres. Durante su vida mi madre esparció dulzura y amor. El recuerdo de mi madre me anima, me sostiene, me sigue y jamás se borrará de mí.”<br />Boussuet decía: “Los grandes hombres se han formado gracias a las manos de sus madres.”<br />En el evangelio de san Juan tiene nos encontramos dos relatos importantes sobre la Virgen: Caná y al pie de la Cruz. <br />En María comienzan a manifestarse las "maravillas de Dios", que el Espíritu va a realizar en Cristo y en la Iglesia:<br />María fue preparada para ser la Madre de Dios y Madre nuestra. El Espíritu Santo preparó a María con su gracia, libre de pecado .<br /><br /><br />“No más que el cielo puede ser espejo tuyo. ¡Oh sol!-suspiró la gotita de rocío.<br />“Yo siempre estoy soñando contigo. ¿pero qué puedo esperar? Soy tan pequeña para tenerte en mí –Y se echó a llorar desconsolada.<br />“Le contestó el sol: Yo lleno el cielo infinito; pero también puedo estar en ti, gotita de rocío. Yo me haré chispa para llenarte y tu vida pequeñita se hará un mundo de luz”. (Tagore)<br />María era como una pequeña gota de rocío que, por recibir a Dios, se hizo luz para el mundo. María creyó en el Dios del amor, de él se fió y a él le cantó todas las maravillas que hizo en ella y en su pueblo.<br />La Virgen se llamaba María. Así la pusieron sus padres. Era un nombre muy corriente, pero que tenía un gran significado: “La llena de gracia”. María, la criatura más cercana a la Trinidad, estuvo llena de Dios. Dios estaba en María y María vivía en Dios y de Dios.<br /><br /><br />ORAR SIEMPRE, EN TODO MOMENTO<br /><br /> Cuando Kennedy visitó Colombia, se dio cuenta de que en el programa no estaba la Misa , y llamando al Presidente Lleras Camargo, le dijo: <br />– “Doctor, veo que aquí falta una cosa: la Santa Misa ”. <br />– “Ah, excelencia –repuso Lleras–, hay tantos compromisos que no se le encontró tiempo para ella”. <br />– “No, no, de ninguna manera –respondió Kennedy–. Que se quiten otros compromisos y se ponga la misa, porque yo soy católico y estamos en Domingo, y, por tanto, es mi deber asistir a dicho acto religioso”.<br />Hay tiempo para lo que se estima. <br />El tiempo es oro. “Vale más que el oro, porque con él podemos ganar o perder a Dios” (san Enrique de Ossó). <br />Dios nos llama continua e insistentemente a que le abramos la puerta cerrada de nuestro corazón. “Yo estoy a la puerta llamando. Si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos” (Ap 3, 20). El mismo Jesús nos ha pedido que oremos con constancia, sin desanimarnos (Lc 11, 5 ss). Esto mismo lo aconseja Pablo: “Oren incesantemente” (1Tes 5, 17). La iglesia oriental para cumplir con este consejo, propone un método de oración sencillo. Al mismo tiempo que la respiración va serenando el corazón, a cada respiración se repite: “Señor Jesús, ten piedad de mí”. Debido a la repetición de estas palabras, el método se llama también “la oración del nombre de Jesús”. El corazón late al ritmo de cada palabra y es Jesús el que va serenando, amansando, y curando el corazón. Al pronunciar el nombre de Jesús, todo mal huye y recobra la calma el ser humano.<br />“Es necesario orar siempre” (Lc18, 1). Este es un mandato que nos dejó Jesús. Siempre tenemos que sacar tiempo para orar. Aunque trabajar, cantar, reír y llorar es orar, debemos sacar tiempos fuertes para orar. A partir de esos momentos, armonizaremos nuestra vida con la de Dios y podremos encontrar a Dios en cualquier actividad. Hay que tomar tiempo para orar, ya que “cuando hayamos aprendido a rezar, habremos encontrado el secreto de bien vivir” (San Agustín). Quien ha experimentado la importancia de la oración en su vida, saca tiempo para orar en todo momento, siempre. <br />Pablo nos invita a orar, a cantar, a hacer todo en nombre de Dios, orar en toda ocasión. “Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo” ( Ef 5, 19 ).<br />El israelita oraba tres veces al día. Esto mismo dice el salmo 55: “Yo invoco a mi Dios, y Yahvé me salva. A la tarde, a la mañana, al mediodía me quejo y gimo: Él oye mi clamor”. Aunque dedicamos momentos concretos para orar, todo el día tiene que ser oración, y sobre todo orar en los momentos importantes. <br />Debemos orar en todo momento sabiendo que Dios es nuestro Padre. “A un hombre que iba de viaje y llevaba a su hijo delante de sí, unos ladrones le salieron al encuentro con intención de robárselo, y entonces el padre lo tomó y lo puso detrás de sí. Vino por detrás un oso y quiso arrebatárselo, y entonces el padre lo volvió a poner delante de sí. Vinieron por un lado los ladrones y el oso por el otro, y el padre lo cogió y lo puso sobre sus hombros. Pero el hijo comenzó a sentirse molestado por el sol y entonces su padre lo cubrió con su propia ropa. El hijo tuvo hambre, y él lo alimentó; tuvo sed, y le dio de beber”. (Un rabino, del tiempo de Jesús).<br />Tenemos que recordar que la oración es un fenómeno humano universal. Todos los pueblos oran a su Dios. Lo típico de la oración cristiana es que ora a un Dios al que le considera Padre. Esto lo expresa el creyente no sólo con palabras sino con gestos, en el silencio, con todo su ser. En esta relación interpersonal el orante toma conciencia de que al mismo tiempo que existe él, existe el Otro, el Absoluto. Pero esta comunicación es, más que un acto de la razón, un acto del corazón que brota de la vida teologal que lleva a saberse hijo de Dios y a tratar de transformarse para unirse totalmente a él.<br />Jesús nos revela a Dios como padre. Cuando oren, les dijo a los discípulos, digan: Padre (Lc 11, 1). San Juan decía emocionado al grupo de cristianos de su comunidad: “¡Mirad qué magnífico regalo nos ha hecho el Padre: que nos llamemos hijos de Dios; y además lo somos”! (1 Jn 3, 1 ). Pues bien, el mismo regalo que nos ha hecho de “hijos” nos ha hecho también de ser “hermanos”. La fraternidad no es nunca conquista nuestra, sino don que se convertirá en tarea a lo largo de la vida.<br />Dios Padre quiere que, sus hijos, vivamos como hermanos. “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos” (Luther King). Seremos verdaderamente hermanos cuando logremos borrar del diccionario y de los corazones las palabras: hambre, segregación racial, guerra, odio cuando reine solamente el amor. <br /><br /><br />Un guerrero indio se encontró un huevo de águila, el cual recogió del suelo y colocó más tarde en el nido de una gallina. El resultado fue que el aguilucho se crió junto a los polluelos.<br /><br />Así, creyéndose ella misma gallina, el águila se pasó la vida actuando como éstas. Rascaba la tierra en busca de semillas e insectos con los cuales alimentarse. Cacareaba y cloqueaba. Al volar, batía levemente las alas y agitaba escasamente su plumaje, de modo que apenas se elevaba un metro sobre el suelo. No le parecía anormal; así era como volaban las demás gallinas.<br /><br />Un día vio que un ave majestuosa planeaba por el cielo despejado.<br /><br />Volaba sin casi batir sus resplandecientes alas dejándose llevar gallardamente por las corrientes de aire.<br /><br />-¡Qué hermosa ave! -le dijo a la gallina que se hallaba a su lado. ¿Cuál es su nombre?<br /><br />-Aguila, la reina de las aves - le contesto ésta. Pero no te hagas ilusiones: nunca serás como ella.<br /><br />El águila vieja dejó, en efecto, de prestarle atención.<br /><br />Murió creyendo que era gallina.<br /><br /> <br /><br />La muerte no arregla nada<br />Autor: <br /> <br /> <br />Cierto día, estando Benjamín Franklin en Francia, se encontró en un café con un individuo que olía <br />mal y le dijo:<br />–– “¿Puede usted retirarse un poco?”.<br />–– “¿Por qué?”.<br />–– “Porque huele muy mal”.<br />–– “¡Esto es un insulto grave! Me debe una satisfacción y lo reto a muerte. Nos veremos mañana <br />detrás de Notre Dame”.<br />–– “No es necesario y no acepto el duelo –dijo Franklin–. Es muy sencillo: Si me mata usted, <br />continuará oliendo mal; y si le mato yo, olerá peor”.<br /> <br />Como encontrar a Dios<br />Autor: <br /> <br /> <br />Un discípulo fue donde su maestro y le dijo: “Maestro, quiero encontrar a Dios”. El maestro, sonríe. Y como hacía mucho calor, invitó al joven a acompañarlo a darse un baño en el río. El joven se zambulló, y el maestro hizo otro tanto. Después lo alcanzó y lo agarró, teniéndolo por la fuerza debajo del agua.<br /><br /> El joven se debatió por algunos instantes hasta que el maestro lo dejó volver a la superficie. Después le pregunta qué cosa había deseado más mientras estaba debajo del agua.<br /><br /> “El aire”, respondió el discípulo.<br /><br />“¿Deseas a Dios de la misma manera?”, le pregunta el maestro. “Si lo deseas así, lo encontrarás. Pero si no tienes esta sed ardiente, de nada te servirán tus esfuerzos y tus libros. No podrás encontrar la fe, si no la deseas como el aire para respirar”.<br /><br /> <br /><br />Con Dios todo funciona<br />Autor:<br /> <br /> <br />La periodista Dorothy Thompson estaba entrevistando a un sobreviviente de un campo de concentración <br />nazi y le preguntó si alguien había conservado su calidad humana en el campo de concentración. <br />Él respondió inmediatamente: “No, absolutamente nadie”. Pero, sorprendido, recordó: “No es cierto, <br />había un grupo de personas que sí conservaron su calidad humana. Eran personas religiosas”. <br />En un resumen, Dorothy Thompson escribió: “Estoy empezando a pensar que, cuando Dios funciona, todo <br />funciona”.<br /> <br /><br />Con la luz se ve mas<br />Autor:<br /> <br /> <br />Una mujer estaba buscando afanosamente algo alrededor de un farol. Entonces un transeúnte pasó junto a ella y se detuvo a contemplarla . No pudo por menos que preguntar:<br />-Buena mujer, ¿qué se te ha perdido?, ¿qué buscas?<br />Sin poder dejar de gemir, la mujer , con la voz entrecortada por los sollozos, pudo responder a duras penas:<br />-Busco una aguja que he perdido en mi casa, pero como allí no hay luz, he venido a buscarla junto a este farol.<br /><br /> <br />Con tres recursos<br />Autor:<br /> <br /> <br />Una pobre mujer fue abandonada por su marido, quien la dejó sin aparentes medios de vida.<br />Cuando se llevó el caso a los tribunales, el juez preguntó a la mujer: <br />–– “¿Señora, cuenta usted con algunos recursos?”.<br />–– “Pues verá usted, señor Juez. En realidad cuento con tres”.<br />–– “¡Tres!”.<br />–– “Sí, señor”.<br />–– “¿Cuáles son?” –preguntó el sorprendido Juez.<br />–– “Mis manos, mi salud, y mi Dios, señor Juez”.<br /><br /><br /><br />LA SANTA MISA<br />Cinco razones para no bañarse<br />Autor: <br /> <br /> <br />Un párroco norteamericano, cansado de las excusas que sus parroquianos le daban por no asistir a misa, publicó en la hoja parroquial algunas razones para justificar “no bañarse: <br /><br />1. No me baño porque me obligaron a hacerlo de niño. <br /><br />2. Tuve la costumbre de bañarme, pero hace tiempo la interrumpí. <br /><br />3. Ninguno de mis amigos se baña. <br /><br />4. Yo no puedo malgastar mi tiempo en bañarme.<br /><br />5. Volveré a bañarme de nuevo cuando esté más viejo o más sucio....<br /><br />CONFIANZA EN DIOS<br /><br />Cuenta san Pedro Damiano que había un hombre que quiso realizar, junto a su mujer, una <br />peregrinación a un santuario ubicado en la orilla de un lago.<br />Durante la travesía, en el bote, el peregrino perdió la moneda que le servía para el viaje. La mujer <br />empezó a refunfuñar, pero el marido le decía que confiara en Dios.<br />Llegada la hora de comer, pidieron a la gente que les ofrecieran un pescado. <br />Y un pescador obsequió a la mujer un lindo pescado para que lo cocinara y comieran. Y he aquí que, <br />mientras la mujer alistaba el pescado, al abrirlo, encontró en el mismo, no solamente la moneda <br />perdida por el marido, sino también una hermosa perla de gran valor.<br /> <br /><br />Cuando Dios llamó a mi puerta<br />Autor: Padre José Alcázar Godoy<br />Sitio Web del Padre<br /> <br /> <br />Cuando yo era niño, llamó Dios a la puerta de mi corazón. En aquella temprana etapa vivía tan absorto en los juegos de la infancia que no presté atención a sus palabras lejanas.<br /><br />Años después volvió Dios a visitarme. Esta vez golpeó con la fuerza de sus nudillos la puerta de mi corazón. Aún recuerdo su voz, pero me asediaban los problemas de la juventud: mi primer amor, los estudios y el ejercicio de diversas cualidades destacables. También en la madurez vino Dios, pero me resultaba imposible escuchar; no encontraba el momento oportuno para responder a su llamada.<br /><br />Poco antes de morir, estando sumido en las preocupaciones sobre la inminencia del más allá, abrí la rendija de mi puerta para buscar respuestas ante tanta incertidumbre. Me quedé estupefacto: un hombre de cabellos blancos como la nieve y ojos refulgentes permanecía sentado junto a mi endeble corazón. Me acerqué a él y le pregunté qué deseaba.<br /><br />Yo soy Dios”, me dijo. “Llevo aquí sentado durante toda tu vida para traerte un mensaje de felicidad”. Entonces, mis manos acogieron una misión maravillosa que pude disfrutar sólo unos momentos antes de morir. <br /><br /><br />Confiad en Mí<br />Autor: <br /> <br /> <br />Cuando llegó el entrenador al equipo de “Green Bay”, se encontró con un grupo derrotado y <br />desalentado. Se puso frente a ellos, los miró silenciosamente por un rato y tranquila, pero <br />enfáticamente, les dijo: “Vamos a tener un gran equipo de fútbol. Vamos a ganar partidos. Escuchad: <br />Vamos a aprender a correr, a atajar al adversario. Vamos a jugar mejor que los equipos contrarios. <br />Confiad en mí y en mi sistema”.<br /><br /><br /><br /> Dios esta presente<br />Autor: <br /> <br /> <br />Un día, el Rabí Mendel de Kotzk, recibiendo a algunos sabios personajes, sorprendió a sus visitantes <br />preguntando de repente: “¿Dónde habita Dios?”. Se burlaron de él: “Qué te pasa? ¿No está lleno el <br />mundo de su magnificencia?”. El Rabí respondió: “Dios está donde le dejan entrar”.<br /><br /><br />Dos clases de oraciones<br />Autor: Juan Bunyan<br /> <br /> <br /> <br /><br />Dos hombres vienen mendigando a vuestra puerta. Uno de ellos es pobre, lisiado; está herido y casi muerto de hambre; el otro es una criatura sana, rebosante de salud y lozanía. Los dos usan las mismas palabras al pedir limosna. Sí, los dos dicen que están medio muertos de hambre; pero, indudablemente, el pobre y lisiado es el que habla con más sentido, experiencia y entendimiento de las miserias que menciona al pedir. Se descubre en él una expresión más viva cuando se lamenta de lo que le ocurre. Su dolor y su pobreza le hacen hablar en un espíritu de mayor lamentación que el otro, por lo cual será socorrido antes por cualquiera que tenga un ápice de afecto o compasión natural.<br /><br />Así ocurre exactamente con Dios. Algunos oran por costumbre y etiqueta; otros en la amargura de sus espíritus. El uno ora por mera noción, puro conocimiento intelectual; al otro las palabras le salen dictadas por la angustia del alma. Sin duda que Dios mirará a éstos, a los de espíritu humilde y contrito, a los que tiemblan a su Palabra (Isaías 66:2).<br /><br />Dos pájaros diferentes<br />Autor: <br /> <br /> <br /><br />Según la revista «Quote», los buitres y los chupamirtos vuelan sobre el desierto. La única cosa que los buitres «ven» es carne podrida porque es lo que andan buscando. A los buitres le encanta este tipo de dieta. Pero los chupamirtos ignoran el olor de carne muerta. En vez de esto, ellos buscan las flores llenas de color de las plantas del desierto. Los buitres viven de la vida que era. Ellos viven del pasado, se llenan con lo muerto y con cosas que ya pasaron. Pero los chupamirtos viven de cosas del presente. Ellos buscan nueva vida. Se llenan de cosas frescas y cosas que tienen vida. Cada pájaro encuentra lo que anda buscando. Así es también con nosotros los cristianos.<br /><br /><br /> El autobus<br />Autor: <br /> <br /><br />Una mañana gris en una ciudad norteña. El autobús lleno de trabajadores y estudiantes. Los pasajeros están sentados, uno al lado del otro, enfundados en sus abrigos invernales, adormilados por el sonsonete del motor y el calor de la calefacción. Ninguno habla. Se ven a diario, pero prefieren esconderse detrás de los periódicos.<br /><br />Una voz exclama de improviso:<br /><br />-¡Atención, atención! Se oye ruido de periódicos y las cabezas asoman.<br /><br />-Os habla el conductor. Silencio. Todos miran la cabeza del conductor. Su voz es autoritaria.<br /><br />-Guardad todo el mundo los periódicos.. Los periódicos se bajan unos centímetros más.<br /><br />- Ahora girad la cabeza y mirad a la persona que esta sentada a vuestro lado. Sorprendentemente obedece todo el mundo. Alguno sonríe.<br /><br />- Ahora repetid conmigo, continua el conductor, ¡Buenos días, vecino de al lado!<br /><br />Las voces son tímidas, in poco turbadas, pero después la barrera cae. Muchos se dan la mano. Los estudiantes se abrazan. El autobús está repleto de conversaciones.<br /><br /> <br />El demonio descansa<br />Autor: <br /> <br /> <br />El gran escritor inglés, Chesterton, escribió un libro en el que un padre “hace de detective”. En <br />uno de los pasajes de la novela, el sacerdote, en conversación con un delegado de policía, comenta <br />que la inmoralidad reinante está jubilando al demonio.<br />“Antiguamente, según los principios del cristianismo, se necesitaban doscientos demonios para hacer <br />pecar a un cristiano; hoy, basta un demonio para doscientos cristianos…Y aún así, ese diablo, tiene <br />tiempo para fumar su pipa”.<br /> <br /><br />El espantapájaros<br />Autor: <br /> <br /> En un lejano pueblo vivía un labrador muy avaro y era tanta su avaricia que cuando un pájaro comía un grano de trigo encontrado en el suelo, se ponía furioso y pasaba los días vigilando que nadie tocara su huerto.<br /><br /> Un día tuvo una idea:<br /> - Ya sé, construiré un espantapájaros, de este modo, alejaré a los animales de mi huerto.<br /><br /> Cogió tres cañas y con ellas hizo los brazos y las piernas, luego con paja dio forma al cuerpo, una calabaza le sirvió de cabeza, dos granos de maíz de ojos, por nariz puso una zanahoria y la boca fue una hilera de granos de trigo.<br /><br /> Una vez el espantapájaros estuvo terminado, le colocó unas ropas rotas y feas y de un golpe seco lo hincó en la tierra. Pero se percató de que le faltaba un corazón y cogió el mejor fruto del peral, lo metió entre la paja y se fue a su casa.<br /> Allí quedó el espantapájaros moviéndose al ritmo del viento. Más tarde un gorrión voló despacio sobre el huerto buscando donde poder encontrar trigo. El espantapájaros, al verle, quiso ahuyentarle dando gritos, pero el pájaro se posó en un árbol y dijo:<br /> - Déjame coger trigo para mis hijos.<br /> - No puedo -contestó el espantapájaros, pero tanto le dolía ver al pobre gorrión pidiendo comida que le dijo:<br /> - Puedes coger mis dientes que son granos de trigo.<br /><br /> El gorrión los cogió y de alegría besó su frente de calabaza. El espantapájaros quedó sin boca pero muy satisfecho por su acción. <br /><br /> Una mañana un conejo entró en el huerto. Cuando se dirigía hacia las zanahorias, el muñeco le vio y quiso darle miedo, pero el conejo le miró y le dijo:<br /> - Quiero una zanahoria, tengo hambre.<br /> Tanto le dolía al espantapájaros ver un conejo hambriento que le ofreció su nariz de zanahoria.<br /> Una vez el conejo se hubo marchado, quiso cantar de alegría; pero no tenía boca, ni nariz para oler el perfume de las flores del campo, sin embargo, estaba contento.<br /> Un día apareció un gallo cantando junto a él.<br /> - Voy a decir a mi mujer, la gallina, que no ponga más huevos para el dueño de esta huerta, es un avaro que casi no nos da comida -dijo el gallo.<br /> - Esto no está bien, yo te daré comida, pero tú no digas nada a tu mujer.<br /> Coge mis ojos que son granos de maíz.<br /> - Bien -contestó el gallo-, y se fue agradecido.<br /> Poco más tarde alguien se acercó a él y dijo:<br /> - Espantapájaros, el labrador me ha echado de su casa y tengo frío, ¿puedes ayudarme?<br /> - ¿Quien eres? -preguntó el espantapájaros que no podía verle, pues ya no tenía ojos.<br /> - Soy un vagabundo.<br /> - Coge mi vestido, es lo único que puedo ofrecerte.<br /> - ¡Oh, gracias, espantapájaros!<br /><br /> Más tarde notó que alguien lloraba junto a él. Era un niño que buscaba comida para su madre y el dueño de la huerta no quiso darle.<br /> - Pobre -dijo el espantapájaros-, te doy mi cabeza que es una hermosa calabaza...<br /><br /> Cuando el labrador fue al huerto y vio al espantapájaros en aquel estado, se enfadó mucho y le prendió fuego. Sus amigos, al ver cómo ardía, se acercaron y amenazaron al labrador, pero en aquel momento cayó al suelo algo que pertenecía a aquél monigote: su corazón de pera. Entonces el hombre riéndose, se lo comió diciendo:<br /> - ¿Decís que todo os lo ha dado? Pues esto me lo como yo.<br /> Pero sólo al morderla notó un cambio en él y les dijo:<br /> - Desde ahora os acogeré siempre.<br /> Mientras, el espantapájaros se había convertido en cenizas y el humo llegaba hasta el sol transformándose en el más brillante de sus rayos.<br /><br /><br />El ciego<br />Autor: Padre José Alcázar Godoy<br />Sitio Web del Padre<br /> <br /> <br />Yumblat, el ciego, nació del seno de su madre con los ojos cerrados. Su madre, que lo amaba, temerosa por el futuro del niño, le enseñó a mirar con sus propios ojos. Ella veía por él, rezaba por él y deseaba por él. <br /><br />Yumblat se encontraba muy a gusto, pese a ver también con los ojos de su padre; pensaba como su padre, hablaba como su padre y actuaba como su padre. <br /><br />El niño crecía sin los sobresaltos de la vida, satisfecho con la protección heredada de sus mayores, una existencia segura, sin los peligros de las novedades.<br /><br />En la escuela, donde los jóvenes debían ser instruidos para pensar por sí mismos, Yumblat aprendió las enseñanzas de sus maestros, quienes, compadecidos del estudiante ciego, le transmitieron la seguridad de su ciencia. Así pudo interpretar los secretos del universo con la sabiduría de su docentes.<br />Yumblat se graduó con calificaciones brillantes. Y, lleno de entusiasmo, salió del seno que lo había protegido para enfrentarse solo y por vez primera con la realidad. <br /><br />Entonces fue cuando descubrió que estaba completamente ciego. “¡Esto es injusto -gritaba-, después de tantos cuidados no tengo capacidad para ser yo mismo!”.<br /><br />Yumblat permaneció incapacitado para conocer el curso de la vida el resto de sus días, porque nadie tuvo la sabiduría de enseñarle a ver con sus propios ojos. <br /><br /><br />El Dios de Anna<br />Autor: <br /> <br /> <br />– ¿Tú crees en Dios?<br />– Sí.<br />– ¿Y sabes quién es Dios?<br />– Sí.<br />– Bueno, ¿quién es Dios?<br />– ¡Es Dios!<br />– ¿Vas a la iglesia?<br />– No.<br />– ¿Por qué no?<br />– ¡Porque ya sé todo lo que hay que saber!<br />– ¿Qué es lo que sabes?<br />– Sé amar al Señor Dios y a la gente, a los gatos y a los perros, a las arañas, a las flores y a los <br />árboles... –la enumeración seguía y seguía– con todo mi corazón. <br />Así respondía Anna al párroco del barrio cuando le preguntaba por Dios. <br /><br /><br /> <br />El obispo apasionado<br />Autor: Padre José Alcázar Godoy<br />Sitio Web del Padre<br /> <br /> <br />En mi antigua ciudad gobernaba celoso las almas un obispo apasionado. Su impetuoso carácter le impulsaba a levantarse antes del amanecer y a desarrollar una impagable actividad: oraba siempre con intensidad; leía la prensa mientras desayunaba, porque para ayudar a su grey debía conocer detalladamente las vicisitudes de los ciudadanos; el trabajo era veloz, apretado, con pasión, se comía los informes, devoraba los casos, se imbuía en los problemas; y todo para hacer el bien, el máximo bien en el menor tiempo posible al mayor número de almas. Era su manera de vivir la entrega, algo que nadie jamás le reprochó.<br /><br />Pero un día bajó el ángel de Dios al aposento del señor obispo mientras dormía, se acercó a su cama, posó suavemente el dedo índice sobre los cerrados ojos del prelado y regresó al Cielo con una sombra de tristeza en el rostro.<br /><br />Al amanecer sonó como todos los días el despertador del obispo, pues era preciso madrugar mucho para trabajar más. Se incorporó de un salto, elevó el pensamiento al Señor e inmediatamente centró su mente en la nueva jornada. Sin embargo, algo raro sucedía en sus ojos: todo estaba muy oscuro. No veía nada; densas penumbras nublaban su mirada. "¡Qué ocurrencia -pensaba-, sucederme esto a mí! ¡Con todo lo que tengo que hacer!".<br /><br />Inútilmente lavó sus ojos con agua tibia, derramó colirios y consultó a los médicos. Finalmente hubo un diagnóstico definitivo: ceguera absoluta e irreversible. El señor obispo rompió a llorar envuelto en su silencio. ¡Qué sería de su propia grey! No podría atender con tanta solicitud a sus feligreses ni dar luz a los corazones adormecidos por las tinieblas del pecado! Y lloraba desconsoladamente...<br /><br />Pero Dios, compadecido de sus lágrimas, envió nuevamente al ángel para restituir la verdadera luz al corazón del señor obispo, ciego durante tantos años por su propia pasión. El ángel bajó a su morada y posó el dedo índice sobre el corazón del prelado, volviendo sonriente al Cielo.<br /><br />Cuando sonó esta vez el despertador, más tarde de lo habitual, el obispo se levantó pausadamente, dio gracias a Dios por el nuevo día y comenzó a ver con una luz nueva tantas cosas que antes pasaban velozmente delante de su mirada. Pero "¡qué sorpresa!", exclamó. "¡Veo! ¡Ahora veo! ¡He recobrado la visión!". Y lo que antes fueran lágrimas tornáronse en profundo agradecimiento.<br /><br />Cuentan los feligreses que después de recuperar la vista, el señor obispo era muy distinto: se levantaba sereno cada mañana y, tras agradecer el nuevo día, abría la ventana de su habitación para contemplar con la luz del corazón aquella grey a él confiada. Concluidas sus oraciones desayunaba tranquilo, y en el trabajo de pastor seguía los consejos de sus auxiliares. Todo el día era una continuidad serena de la oración, hasta tal extremo que sus feligreses notaban una mayor eficacia en sus almas después de la ceguera del prelado.<br /><br />Cuando al final de su copioso gobierno volvió el ángel para recogerlo, el obispo agradeció verdaderamente haber aprendido a vivir la vida con la luz del corazón.MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-73456028425984543902006-12-02T15:29:00.002-08:002006-12-02T16:04:11.075-08:00EJERCICIOS ESPIRITUALES IGNACIANOS. www.ciberiglesia.netRepasa esta www.motivaciones.org<br />Esta web contiene muchas ideas para predicar<br /><br /><br />Ocho regalos que no cuestan un centavo<br />Autor:<br /> <br /><br />1.- El regalo de Escuchar. <br />Pero realmente escuchar, sin interrumpir, bostezar, o criticar. Sólo <br />escuchar. <br /><br />2.- El regalo del Cariño. <br /><br />Ser generoso con besos, abrazos, palmadas en la espalda y apretones de <br />manos, estas pequeñas acciones demuestra el cariño por tu familia y <br />amigos. <br /><br />3.- El regalo de la sonrisa. <br />Llena tu vida de imágenes con sonrisas, dibujos, caricaturas y tu <br />regalo dirá: "me gusta reír contigo" <br /><br />4.- El regalo de las notas escritas. <br /><br />Esto puede ser un simple "gracias por ayudarme", un detalle como estos <br />puede ser recordado de por vida Y TAL VEZ CAMBIARLA. <br /><br />5.- El regalo de un cumplido. <br />Un simple y sincero "te ves genial de rojo", "has hecho un gran <br />trabajo" o "fue una estupenda comida" puede hacer especial un día. <br /><br />6.- El regalo del favor. <br /><br />Todos los días procura hacer un favor.<br /><br />7.- El regalo de la soledad. <br /><br />Hay días que no hay nada mejor que estar solo. Sé sensible a aquellos <br />días y da este regalo o solicítalo a los demás. <br /><br />8.- El regalo de la disposición a la gratitud. <br /><br />La forma más fácil de hacer sentir bien a la gente es decirle cosas <br />que no son difíciles de decir como "Hola" y "Muchas Gracias". <br /><br />Los amigos son raras joyas, que pueden hacerte enojar y sonreír, que <br />poco a poco aprenden a escuchar, a alentarte y ellos siempre abrirán su <br />corazón a nosotros. Demuéstrale a tus amigos lo mucho que los estimas <br />regalándoles este mensaje.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Decálogo del periodista<br />Autor: Manuel Lozano Garrido<br />Obtenido en: Periodismo Católico<br /> <br /> <br />1. Da gracias al ángel que clavó en tu frente el lucero de la verdad y lo bruñe a todas horas.<br /><br />2. Cada día alumbrarás tu mensaje con dolor, porque la verdad es un ascua que se arranca del cielo y quema las entrañas para iluminar, pero tú cuida de llevarla dulcemente hasta el corazón de tus hermanos.<br /><br />3. Cuando escribas lo has de hacer: de rodillas para amar; sentado para juzgar; erguido y poderoso, para combatir y sembrar.<br /><br />4. Abre pasmosamente tus ojos a lo que veas y deja que se te llene de sabia y frescura el cuenco de las manos, para que los otros puedan tocar ese milagro de la vida palpitante cuando te lean.<br /><br />5. El buen peregrino de la palabra pagará con moneda de franqueza, la puerta que se le abre en la hospedería del corazón.<br /><br />6. Trabaja el pan de la limpia información con la sal del estilo y la levadura de lo eterno y sírvela troceada por el interés, pero no le usurpes al hombre el gozo de saborear, juzgar y asimilar.<br /><br />7. Árbol de Dios, pídele que te haga roble, duro e impenetrable al hacha de la adulación y el soborno, pero con tu frente en las ramas a la hora de la cosecha.<br /><br />8. Si a tu silencio se llama fracaso porque la luz falta a la cita, acepta y calla. Pobre del ídolo que tiene los pies del barro de la mentira. Pero ojo a su vez, con la vanagloria del mártir cuando las palabras no suenan por cobardía.<br /><br />9. Siégate la mano que va a mancillar, porque las salpicaduras en los cerebros, son como sus heridas, que nunca se curan.<br /><br />10. Recuerda que no has nacido para prensa de colores. Ni confitería, ni platos fuertes: sirve mejor el buen bocado de la vida limpia y esperanzadora, como es.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Decálogo del predicador<br />Autor:<br /> <br /> <br />1.- No subas al estrado sin saber lo que vas a decir. Y cuando lo hayas dicho, bájate. No te alargues inútilmente.<br /><br />2.- Hazte el guión de lo que vas a decir. En el papel o en la cabeza.<br /><br />3.-Procura despertar en el oyente interés por lo que dices. Si no, desconectará.<br /><br />4.- Que lo que dices sea provechoso para el oyenhte. Nuestra misión no es entretener, sino evangelizar.<br /><br />5.- La brevedad no es el supremo de los valores. No debemos sacrificar lo importante para ser breves. Pero es verdad aquello de que «lo bueno y breve es dos veces bueno».<br /><br />6.- Habla con naturalidad. Lo teatral es repelente.<br /><br />7.- Procura hablar de modo que te entienda todo el mundo, pero con toda exactitud para que las personas cultas acepten lo que dices.<br /><br />8.- Para comunicar una idea es necesario que tú estés convencido de lo que dices.<br /><br />9.- Si te ayudas de aparatos técnicos, debes preocuparte de que funcionen perfectamente. Es un desprestigio para el Evangelio usar aparatos malos mientras que el MAL se difunde con técnica excelente. La técnica punta debe estar al servicio de la evangelización. <br /><br />10.- No pretendas jamás tu propio éxito personal, sino el bien de las almas. Buscar el éxito debe ser tan sólo para facilitar la evangelización.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />DECÁLOGO DEL PREDICADOR <br /><br /><br /><br />1. No subas al ambón sin saber lo que vas a decir. Y cuando lo <br />hayas dicho, bájate: no te alargues inútilmente. <br /><br /><br />2. Hazte el guión de lo que vas a decir: en el papel o en la cabeza. <br /><br /><br />3. Procura despertar en el oyente interés por lo que dices. Si no, <br />desconectará de tu predicación. <br /><br /><br />4. Que lo que dices, sea provechoso para el oyente. La misión del <br />predicador no es entretener, sino evangelizar. <br /><br /><br />5. La brevedad no es el supremo de los valores: no debemos sa- <br />crificar lo importante para ser breves. Pero es verdad aquello de <br />que «lo bueno y breve es dos veces bueno». <br /><br /><br />6. Habla con naturalidad: lo teatral puede resultar repelente.<br /><br /> <br />7. Procura hablar de modo que te entienda todo el mundo, pero <br />con toda precisión para que las personas cultas acepten lo que <br />dices. <br /><br /><br />8. Para comunicar una idea es necesario que tú estés convencido <br />de lo que dices: no prediques lo que no vives. <br /><br /><br />9. Si te ayudas de aparatos técnicos, debes preocuparte de que <br />funcionen perfectamente. Es un desprestigio para el Evangelio <br />usar aparatos malos mientras que el mal se difunde con técnica <br />excelente. La tecnología punta puede ponerse al servicio de la <br />evangelización. <br /><br /><br />10. No pretendas jamás tu propio éxito personal, sino el bien de <br />las almas. Buscar el éxito debe ser tan sólo para facilitar la evan- <br />gelización. <br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />www.vidasacerdotal.org---------------Se puede consultar esta página para temas sacerdotales.<br /><br /><br /><br />CURSO DE RETIRO PARA SACERDOTES, (ESTOS SON DEL PALO)<br /><br /><br /><br /><br />Para facilitar la tarea del predicador del Curso de retiro, se ofrece un esquema de un Curso de retiro en cuatro días. Se ha pensado en un Curso de retiro con cuatro Meditaciones o Pláticas, que se pueden dar en la capilla u oratorio, y una charla que se puede tener en una salita o en otro contexto. Los temas que se han escogido para las Meditaciones sirven más para que el sacerdote predicador ayude a los asistentes a hacer un rato de oración. Las charlas, por su parte, tienen un contenido más expositivo o doctrinal.<br /><br />Se ha pensado en cuatro días completos. A estas Meditaciones se pueden añadir una Meditación introductoria, la tarde del día en que se llega, y otra Meditación de conclusión, la mañana del último día en que los asistentes se vuelven.<br /><br />Este es el esquema:<br /><br />Meditación introductoria: El ciego de Jericó<br /><br />Día 1º:<br /><br />Afán de santidad<br />Vocación<br />Filiación divina<br />Vida de oración<br />Charla: Unión con el Papa y con el Odinario<br /><br />Día 2º:<br /><br />Trato con el Señor<br />Postrimerías<br />Templanza<br />Pobreza cristiana<br />Charla: Castidad y celibato<br /><br />Día 3º:<br /><br />Humildad<br />Vida de trabajo<br />Formación<br />Apostolado<br />Charla: Confesión: frecuencia de la confesión propia, y modo de confesar<br /><br />Día 4º:<br /><br />Fraternidad sacerdotal<br />Vida eucarística<br />Amor a la Cruz<br />La Virgen María, Madre de los sacerdotes<br />Charla: piedad litúrgica<br /><br />Meditación final: el plan de vida<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />CAPITULO I.<br />GENERALIDADES DE LOS EJERCICIOS IGNACIANOS <br />• ¿Que es hacer Ejercicios?<br />• Normas practicas para hacer bien los Ejercicios<br />• El silencio<br />1. Coloquio con Jesucristo<br />2. Oración para alcanzar el silencio<br />• La reflexión<br />Método para meditar y examen de cada meditación<br />• La oración<br />1. Consejos para orar<br />2. Oraciones usuales<br />Padrenuestro<br />Credo de los apóstoles<br />Yo pecador<br />Alma de Cristo<br />Ojos de Jesús, mírenme<br />Toma, Señor<br />Señor mío, Jesucristo<br />Espíritu Santo<br />Gloria<br />Ave María<br />Memorare<br />La Salve<br />CAPITULO II.<br />LITURGIAS DE LOS EJERCICIOS <br />• Ofrecimiento de obras<br />• Oración previa a cada meditación<br />• Bendición de la mesa<br />• Santa Misa dialogada<br />• Vía Crusis<br />• Santo Rosario y Letanías de la Virgen<br />• Angelus<br />• Oración de la noche<br />CAPITULO III.<br />COMIENZO DE LOS EJERCICIOS <br />• Oración para el acto de comenzar los Ejercicios<br />• El Principio y Fundamento de los Ejercicios de San Ignacio<br />• Preces de los Ejercicios<br />• Oración para hacer bien los Ejercicios<br />• Oración a San Ignacio de Loyola<br />• Oración de Clemente IX<br />• Oración para decidir<br />AL RITMO DE LAS CUATRO ETAPAS<br />CAPITULO IV.<br />PRIMERA ETAPA: ORIENTACIÓN Y CONTRICIÓN <br />• Notas<br />• Tarea<br />• Oración matutina comanditaria<br />• Preces de la primera etapa<br />1. Memorare<br />2. Jesucristo, medico del alma<br />3. Acto de perfecta contrición<br />4. Nos has hecho para Ti<br />5. Salmo 129. Desde el abismo clamo a Ti<br />6. Acto de desagravio<br />7. A San Ignacio de Loyola<br />• Examen de la primera etapa<br />CAPITULO V.<br />EL PROBLEMA DE TU PASADO: LA CONFESIÓN <br />• Preparación para la Confesión<br />• Advertencias antes del examen de conciencia<br />• Examen general de conciencia para la Confesión<br />1. Los mandamientos<br />a. Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios<br />b. Los Mandamientos de la Iglesia<br />2. Los pecados capitales<br />3. Las obligaciones particulares (Maestros, catedráticos, profesores, patronos, obreros, jefes y oficiales, jueces y abogados, médicos, estudiantes, solteros)<br />CAPITULO VI.<br />EXAMEN PRACTICO DE CONCIENCIA PARA LA REFORMA <br />• Ejercicio importante<br />• Modo de hacer este examen<br />• Cristianos siempre en todo<br />• Examen del tiempo<br />• Examen de las obligaciones religiosas<br />• Examen de la vida de familia<br />• Examen de la profesión<br />• Examen del carácter<br />• Examen de las mortificaciones<br />• Examen de la riqueza<br />• Examen de los bienes<br />• Examen de las virtudes<br />• Examen de los vicios<br />• Examen de los peligros<br />• Examen de las omisiones<br />• Examen de las diversiones<br />• Examen de amistades y reuniones<br />• Examen de todo<br />• Frutos de este examen<br />CAPITULO VII.<br />SEGUNDA ETAPA: TU DECISIÓN DE SALVACIÓN <br />• Notas<br />• Tarea<br />• Oración matutina comunitaria<br />• Preces de la segunda etapa<br />1. Madre mía Inmaculada<br />2. Jesucristo, Maestro<br />3. Acto de confianza<br />4. Nobleza<br />5. Cristo, tómanos a tu servicio<br />6. Piedad<br />7. Acto de reparación<br />• Examen de la segunda etapa<br />CAPITULO VIII.<br />EL PROBLEMA DE TU PORVENIR <br />• La necesidad de elegir<br />• La elección<br />1. Elección de estado<br />2. La vocación en general<br />3. Vocación para el matrimonio<br />4. Vocación para el estado religioso<br />5. Vocación para el sacerdocio<br />6. El tercer estado<br />• Modo de hacer la elección<br />CAPITULO IX.<br />TERCERA ETAPA: TU GENEROSIDAD CON JESUCRISTO <br />• Notas<br />• Tarea<br />• Oración matutina comunitaria<br />• Preces de la tercera etapa<br />1. Ofrenda<br />2. Memorare<br />3. Preces de la Pureza<br />4. Oh amabilísimo Verbo de Dios<br />5. Oración para conocer y cumplir la voluntad de Dios<br />6. Oración para la elección de estado<br />7. Oración de San Francisco<br />• Examen de la tercera etapa<br />CAPITULO X.<br />REFORMA DE TU VIDA Y TU PLAN DE VIDA <br />• Reforma de vida<br />• Esquemas de una buena reforma<br />• Contenida del plan de vida<br />• Los propósitos<br />• Mis planes y mis propósitos ante el Señor<br />CAPITULO XI.<br />CUARTA Y ULTIMA ETAPA: TU INTIMIDAD CON JESUCRISTO <br />• Comunión espiritual<br />• Visita al Santísimo Sacramento<br />• Quince minutos en compania de Jesús Sacramentado<br />• Invocaciones al Corazón de Jesús<br />• Oh Jesús de Misericordia<br />• Ofrecimiento de la Reforma<br />• Oración al terminar los Ejercicios<br />• Examen de la cuarta etapa<br />CAPITULO XII.<br />RECOMENDACIONES FINALES: LA PERSEVERANCIA Y MEDIOS PARA LOGRARLA <br />• Fin de Ejercicios... ¿y ahora que?<br />• Medios para la perseverancia<br />• Oraciones<br />1. Para alcanzar la perseverancia<br />2. Oh Santísimo Jesús<br />3. Para tener una buena muerte<br />4. Consagración al Corazón de Jesús<br />5. No me mueve mi Dios, para quererte<br />Apéndice A.<br />CANTOS E HIMNOS RELIGIOSOS <br />• De penitencia<br />Perdón, oh Dios mío<br />Amante Jesús mío<br />Perdona a tu pueblo, Señor<br />• Eucarísticos<br />Pange lingua<br />Tantum ergo<br />Cantemos al Amor de los amores<br />Tu reinaras<br />• A Jesús<br />Pescador de hombres<br />Oh Buen Jesús<br />Eres Tu, Jesús<br />• A la Santísima Virgen<br />Oh María, madre mía<br />Santa María del Camino<br />Ave María de Lourdes<br />• Himnos<br />Marcha de San Ignacio de Loyola<br />Himno de la Agrupación Católica Universitaria<br />Apéndice B.<br />RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN AGRUPACIONAL <br /><br /><br /><br />EJERCICIOS ESPIRITUALES DE DOMINICOS...www.frayescoba.info<br /><br />Para escuchar por internet<br /> <br />Ejercicios Espirituales a las monjas dominicas de Paterna sobre la Primera Carta de San Pablo a los Corintios. 24 al 31 de octubre 2006 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre Hebreos a las monjas dominicas de Lerma (Burgos). Junio 2006 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la Encíclica "Deus caritas est" a las monjas dominicas de Xàtiva (Valencia). Marzo 2006 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Novena a Jesús de Medinaceli - Iglesia de San Miguel (Palencia), 20 al 28 de febrero 2006 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la Carta a los Efesios -Quejana (Alava)- 4-16 diciembre 2005 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre Colosenses a las monjas dominicas de Gerona - Noviembre 2005- (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la carta a los Filipenses a las monjas Cistercienses de Teror (Canarias) - Oct/Noviembre 2005- (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Novena a la Virgen de Fátima - Cáceres, 4 al 12 de mayo 2005 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la Eucaristía a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados -Carmona Febrero 2005- (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la Carta a los Gálatas -Quejana (Alava)- 19-22 diciembre 2004 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre el Rey David a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados -Vigo- Octubre 2004 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre el Génesis a monjas dominicas comtemplativas de Paterna -Valencia- Octubre 2004 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />"Carta de San Pablo a los Romanos" en Retiro de Cangas (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre el Evangelio de S. Mateo en Toledo (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre el Evangelio de S. Juan a monjas contemplativas en Lerma y Ruiloba (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /><br /><br /><br /><br />EJERCICIOS ESPIRITUALES DE JUAN PABLO II<br /><br /><br />Una bellísima predicación de monseñor Nguyên Van Thuân para los Ejercicios Espirituales de Juan Pablo II<br />Habla monseñor Van Thuân, predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa <br /><br />1. LA ESPERANZA, EL GRAN DESAFIO PARA EL MUNDO CONTEMPORANEO<br />2. DIOS, LA UNICA CERTEZA TRAS TRECE AÑOS DE CARCEL <br />3. EL SECRETO DEL LA SANTIDAD: VIVIR CADA DIA COMO SI FUERA EL ULTIMO <br />4. «PADRE, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?», EL MISTERIO DE LA CRUZ <br />5. LA EUCARISTÍA CAMBIO LA VIDA EN EL CAMPO DE REEDUCACION COMUNISTA <br />6. LA FUERZA DE LOS CRISTIANOS ESTA EN SU DEBILIDAD <br />7. EL SECRETO DE LA ESPERANZA, «REGRESAR A JERUSALEN» <br /><br />TRAS TRECE AÑOS EN LA CARCEL, AMO A CRISTO POR SUS «DEFECTOS»<br />Habla monseñor Van Thuân, predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 12 mar (Palabra).- Desde que en 1698 un antepasado suyo, ministro del rey y embajador en China, recibió el bautismo, comenzó la persecución. El rey le quitó todas sus posesiones y le expulsó. Desde entonces su familia sufre la persecución. En 1975, Pablo VI le nombró arzobispo de Ho Chi Minh (la antigua Saigón), pero el gobierno comunista definió su nombramiento como un complot y tres meses después le encarceló. Durante trece años estuvo encerrado en las cárceles vietnamitas. Nueve de ellos, los pasó régimen de aislamiento. Una vez liberado, fue obligado a abandonar Vietnam a donde no ha podido regresar, ni siquiera para ver a su anciana madre. Ahora es presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz de la Santa Sede. A pesar de tantos sufrimientos, o quizá más bien gracias a ellos, este arzobispo, François Xavier Nguyên Van Thuân, es un gran testigo de la fe, de la esperanza y del perdón cristiano. <br /><br />Testigo de esperanza <br /><br />Desde este domingo, hasta el próximo sábado, monseñor Van Thuân predica los ejercicios espirituales a Juan Pablo II y a sus colaboradores de la Curia romana. Y, obviamente, el tema de las meditaciones será el de la esperanza. «Esperanza en Dios», «Esperanza contra toda esperanza», «Aventura y alegría de la esperanza», «Renovación y pueblo de la esperanza» son los títulos de algunas de las meditaciones que ha preparado para el Papa. No es casualidad que el libro que ha difundido en todo el mundo (traducido en once idiomas) en el que narraba sus años de cárcel llevase precisamente por título «El camino de la esperanza». <br /><br />Una esperanza que nunca ha desfallecido en él, ni siquiera el 16 de agosto de 1975, cuando fue arrestado y transportado en la noche a 450 kilómetros de Saigón, en la más absoluta de las soledades. Su única compañía, el rosario. En esos momentos --explica Van Thuân--, cuando todo parecía perdido, se abandonó en manos de la Providencia. A los compañeros de prisión no católicos que le preguntaban cómo podía seguir esperando, les respondía: «He abandonado todo para seguir a Jesús, porque amo los defectos de Jesús». <br /><br />Los «defectos» de Jesús, de hecho, serán uno de los argumentos que afrontará el predicador del Papa en estos ejercicios espirituales. Estos son algunos de ellos. <br /><br />Jesús no tiene memoria <br /><br />«En la Cruz, durante su agonía, el ladrón le pide que se recuerde de él cuando llegara a su Reino. Si hubiera sido yo --reconoce monseñor Van Thuân-- le hubiera respondido: "no te olvidaré, pero tienes que expiar tus crímenes en el purgatorio". Sin embargo, Jesús, le respondió: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso". Había olvidado los pecados de aquel hombre. Lo mismo sucedió con Magdalena, y con el hijo pródigo. Jesús no tiene memoria, perdona a todo el mundo». <br /><br />Jesús no sabe matemática ni filosofía <br /><br />«Jesús no sabe matemáticas --continúa diciendo Van Thuân al hablar de los «defectos» de Jesús--. Lo demuestra la parábola del Buen Pastor. Tenía cien ovejas, se pierde una de ellas y sin dudarlo se fue a buscarla dejando a las 99 en el redil. Para Jesús, uno vale lo mismo que 99 o incluso más». <br /><br />«Además, Jesús no es un buen filósofo. Una mujer que tiene diez dracmas, perdió una y encendió una luz para buscarla. Cuando la encuentra llama a sus vecinas y les dice: "Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido". ¿Es lógico molestar a las amigas tan sólo por una dracma y después organizar una fiesta por haberla encontrado?. Además, al invitar a sus amigas a la fiesta, se gasta más dinero que el valor de la dracma. De este modo, Jesús explica la alegría de Dios por la conversión de un solo pecador». <br /><br />Jesús es un aventurero sin idea de economía <br /><br />«Jesús es un aventurero --afirma Van Thuân--. Quien quiere ganarse el consenso de la gente se presenta con muchas promesas, mientras que Jesús promete a quien lo sigue procesos y persecuciones, y sin embargo, desde hace dos mil años, constatamos que no sigue habiendo aventureros que siguen a Jesús». <br /><br />«Jesús no tiene ni idea de financia ni de economía --añade el arzobispo vietnamita--. En la parábola de los obreros de la viña, el patrón paga el mismo sueldo a quien trabaja desde primeras horas de la mañana, y a quien comienza a trabajar por la tarde. ¿Se equivocó al echar cuentas? ¿Cometió un error? No, lo hace a propósito, pues Jesús no nos ama por nuestros méritos, su amor es gratuito y los supera infinitamente. Jesús tiene "defectos" porque ama. El amor auténtico no razona, no calcula, no pone barreras ni condiciones, no construye fronteras y no recuerda las ofensas». <br /><br />Amar a los enemigos <br /><br />--Zenit: Amar a los enemigos es otro de los temas que usted ha escogido para los ejercicios espirituales del Papa. <br /><br />--Monseñor Van Thuân: Un distintivo particular del amor cristiano es el amor a los enemigos, con frecuencia incomprensible para quien no cree. Un día, uno de los guardias de la cárcel me preguntó: "Usted, ¿nos ama?". Le respondí: "Sí, os amo". "¿Nosotros le hemos tenido encerrado tantos años y usted nos ama? No me lo creo...". Entonces le recordé: "Llevo muchos años con usted. Usted lo ha visto y sabe que es verdad". El guardia me preguntó: "Cuando quede en libertad, ¿enviará a sus fieles a quemar nuestras casas o a asesinar a nuestros familiares?". "No --le respondí-- aunque queráis matarme, yo os amo". "¿Por qué?", insistió. "Porque Jesús me ha enseñado a amar a todos, también a los enemigos --aclaré--. Si no lo hago no soy digno de llevar el nombre de cristiano. Jesús dijo: "amad a vuestros enemigos y rezad por quienes os persiguen". "Es muy bello, pero difícil de entender", comentó al final el guardia. <br /><br />--Zenit: Sucede lo mismo con el perdón: muchos lo invocan pero pocos lo viven... <br /><br />--Monseñor Van Thuân: Los escribas y los fariseos se escandalizan porque Jesús perdona los pecados. Sólo Dios puede perdonar los pecados. El amor misericordioso resucita a los muertos, física y espiritualmente. Jesús siempre perdonó a todos. Perdonó cualquier pecado, por más grave que fuera. Con su perdón dio nueva vida a muchas personas hasta el punto de que se convirtieron en instrumentos de su amor misericordioso. Hizo de Pedro, quien le negó tres veces, su primer vicario en la tierra, y de Pablo, perseguidor de cristianos, apóstol de las gentes, mensajero de su misericordia, pues, como él decía, "allí donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia"». <br /><br />--Zenit: Parafraseando a Martin Luther King, ¿cuáles son los sueños de un hombre lleno de esperanza, como monseñor Van Thuân? <br /><br />--Monseñor Van Thuân: Sueño una Iglesia que sea Puerta Santa, que abrace a todos, que esté llena de compasión y comprensión por todos los sufrimientos de la humanidad. Sueño una Iglesia que sea pan, Eucaristía, que sea don y dejarse comer por todos, para que el mundo tenga vida en abundancia. Sueño una Iglesia que lleve en su corazón el fuego del Espíritu Santo, pues allí donde está el Espíritu hay libertad, diálogo sincero con el mundo, discernimiento de los signos de nuestros tiempos. La doctrina social de la Iglesia, instrumento de la evangelización, nos ayuda a hacer este discernimiento en los cambios sociales de hoy. <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />LA ESPERANZA, EL GRAN DESAFIO PARA EL MUNDO CONTEMPORANEO <br />Primeras reflexiones de los Ejercicios Espirituales del Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 12 mar (Palabra).- Juan Pablo II comenzó en la tarde de hoy los Ejercicios Espirituales, una semana especialmente dedicada a la oración en la que suspenderá todos sus encuentros públicos. De hecho, no tendrá lugar ni siquiera su tradicional audiencia de los miércoles con los peregrinos. El predicador de los ejercicios, el arzobispo François Xavier Nguyên Van Thuân (trece años de su vida pasados en las cárceles de Vietnam) quiso dedicar su primera meditación al tema «Ante el misterio de Dios». <br /><br />El amor, la única certeza <br /><br />«Estos días de ejercicios son un tiempo propicio para cantar nuestra gratitud al Señor --dijo Van Thuân dirigiéndose al Papa y a sus colaboradores de la Curia romana-- pues "su misericordia es eterna". "Levanta del polvo al indigente y de la inmundicia al pobre para que se siente entre los príncipes de su pueblo"». «No hemos sido escogidos a causa de nuestros méritos, sino sólo por su misericordia. "Te he amado con un amor eterno, dice el Señor". Esta es nuestra seguridad. Este es nuestro orgullo: la conciencia de ser llamados y escogidos por amor». <br /><br />Pecadores y prostitutas, antepasados de Jesús <br /><br />Al afrontar el complejo problema pecado y de la Gracia, monseñor Van Thuân explicó que «Si consideramos los nombre de los reyes presentes en el libro de la genealogía de Jesús, podemos constatar que sólo dos de ellos fueron fieles a Dios: Ezequiel y Jeroboam. Los demás fueron idólatras, inmorales, asesinos... En David, el rey más famoso de los antepasados del Mesías, se entrecruzaba santidad y pecado: confiesa con amargas lágrimas en los salmos sus pecados de adulterio y de homicidio, especialmente en el Salmo 50, que hoy es una oración penitencial repetida por la Liturgia de la Iglesia. Las mujeres que Mateo nombra al inicio del Evangelio, como madres que transmiten la vida y la bendición de Dios en su seno, también suscitan conmoción. Todas se encontraban en una situación irregular: Tamar es una pecadora, Rajab una prostituta, Rut una extranjera, de la cuarta mujer no se atreve a decir ni siquiera el nombre. Sólo dice que había sido "mujer de Urías", se trata de Betsabé». <br /><br />El pecado exalta la misericordia de Dios <br /><br />«Y sin embargo --añadió el arzobispo vietnamita-- el río de la historia, lleno de pecados y crímenes, se convierte en manantial de agua limpia en la medida en que nos acercamos a la plenitud de los tiempos: en María, la Madre, y en Jesús, el Mesías, todas las generaciones son rescatadas. Esta lista de nombres de pecadores y pecadoras que Mateo pone de manifiesto en la genealogía de Jesús no nos escandaliza. Exalta el misterio de la misericordia de Dios. También, en el Nuevo Testamento, Jesús escogió a Pedro, que lo renegó, y a Pablo, que lo persiguió. Y, sin embargo, son las columnas de la Iglesia. Cuando un pueblo escribe su historia oficial, habla de sus victorias, de sus héroes, de su grandeza. Es estupendo constatar que un pueblo, en su historia oficial, no esconde los pecados de sus antepasados», como sucede con el pueblo escogido. <br /><br />Esperar hoy <br /><br />La conciencia de la fragilidad del hombre y sobre todo del amor de Dios constituyen las grandes garantías de la esperanza. Van Thuân reconoce que «todo el Antiguo Testamento está orientado a la esperanza: Dios viene a restaurar su Reino, Dios viene a restablecer la Alianza, Dios viene para construir un nuevo pueblo, para construir una nueva Jerusalén, para edificar un nuevo templo, para recrear el mundo. Con la encarnación, llegó este Reino. Pero Jesús nos dice que este Reino crece lentamente, a escondidas, como el grano de mostaza... Entre la plenitud y el final de los tiempos, la Iglesia está en camino como pueblo de la Esperanza». <br /><br />«Hoy día, la esperanza es quizá el desafío más grande --concluyó el predicador vietnamita-- Charles Péguy decía: "La fe que más me gusta es la esperanza". Sí, porque, en la esperanza, la fe que obra a través de la caridad abre caminos nuevos en el corazón de los hombres, tiende a la realización del nuevo mundo, de la civilización del amor, que no es otra cosa que llevar al mundo la vida divina de la Trinidad, en su manera de ser y obrar, tal y como se ha manifestado en Cristo y transmitido en el Evangelio. Esta es nuestra vocación. Hoy, al igual que en los tiempos del Antiguo y del Nuevo Testamento, actúa en los pobres de espíritu, en los humildes, en los pecadores que se convierten a él con todo el corazón». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />DIOS, LA UNICA CERTEZA TRAS TRECE AÑOS DE CARCEL <br />Esta esperanza es la gran respuesta que pide el mundo a los cristianos <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 13 mar (Palabra).- En el segundo día de esta semana dedicada por Juan Pablo II al silencio y la oración, el predicador de los Ejercicios Espirituales, en los que también participan los colaboradores del pontífice, ha afrontado el tema de la «Esperanza en Dios». En un mundo en continua contradicción entre el progreso y la barbarie, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân, reconoció que la vida sólo puede encontrar verdadero sentido y esperanza en Dios. <br /><br />En una celda sin ventanas <br /><br />«Durante mi larga tribulación de nueve años de aislamiento en una celda sin ventanas --confesó el prelado--, iluminado en ocasiones con luz eléctrica durante días enteros, o a oscuras durante semanas, sentía que me sofocaba por efecto del calor, de la humedad. Estaba al borde de la locura. Yo era todavía un joven obispo con ocho años de experiencia pastoral. No podía dormir. Me atormentaba el pensamiento de tener que abandonar la diócesis, de dejar que se hundieran todas las obras que había levantado para Dios. Experimentaba una especie de revuelta en todo mi ser». <br /><br />Sólo Dios <br /><br />«Una noche, en lo profundo de mi corazón, escuché una voz que me decía: "¿Por qué te atormentas así? Tienes que distinguir entre Dios y las obras de Dios. Todo aquello que has hecho y querrías continuar haciendo: visitas pastorales, formación de seminaristas, religiosos, religiosas, laicos, jóvenes, construcción de escuelas, misiones para la evangelización de los no cristianos..., todo esto es una obra excelente, pero son obras de Dios, no son Dios. Si Dios quiere que tú dejes todas estas obras poniéndote en sus manos, hazlo inmediatamente y ten confianza en Él. Él confiará tus obras a otros, que son mucho más capaces que tú. Tú has escogido a Dios, y no sus obras"». <br /><br />«Esta luz me dio una nueva fuerza, que ha cambiado totalmente mi manera de pensar --continuó explicando el arzobispo vietnamita-- y me ha ayudado a superar momentos que físicamente parecían imposibles de soportar. Desde aquel momento, una nueva paz llenó mi corazón y me acompañó durante trece años de prisión. Sentía la debilidad humana, pero renovaba esta decisión frente a las situaciones difíciles, y nunca me faltó la paz. Escoger a Dios y no las obras de Dios. Este es el fundamento de la vida cristiana, en todo tiempo». <br /><br />De este modo, añadió el predicador de los Ejercicios Espirituales, «comprendo que mi vida es una sucesión de decisiones, en todo momento, entre Dios y las obras de Dios. Una decisión siempre nueva que se convierte en conversión. La tentación del pueblo de Dios siempre consistió en no fiarse totalmente de Dios y tratar de buscar apoyos y seguridad en otro sitio. Esta es la experiencia que sufrieron personajes tan gloriosos como Moisés, David, Salomón...». <br /><br />La Biblia habla claramente. Según el arzobispo vietnamita «esta fue la gran experiencia de los patriarcas, de los profetas, de los primeros cristianos, evocada en el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos en la que aparece en 18 ocasiones la expresión "por la fe" y una vez la expresión "con la fe"». Esta es también la clave de lectura que permite comprender la vida de tantos hombres y mujeres que en estos dos mil años de cristianismo han dado su vida hasta el martirio. Entre todos estos ejemplos, destacó el de María, mujer «que optó por Dios, abandonando sus proyectos, sin comprender plenamente el misterio que estaba teniendo lugar en su cuerpo y en su destino». <br /><br />Respuesta al mundo de hoy <br /><br />«Escoger a Dios y no las obras de Dios: esta es la respuesta más auténtica al mundo de hoy --concluyó monseñor Van Thuân--, el camino para que se realicen los designios del Padre en nosotros, en la Iglesia, en la humanidad de nuestro tiempo. Es posible que quienes optan por Dios tengan que pasar por tribulaciones, pero aceptan perder los bienes con alegría, pues saben que poseen bienes mejores, que nadie les podrá quitar». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />EL SECRETO DEL LA SANTIDAD: VIVIR CADA DIA COMO SI FUERA EL ULTIMO <br />Monseñor Van Thuân: «En la cárcel comprendí que el momento presente<br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 14 mar (Palabra).- «La aventura de la esperanza», este fue el tema que afrontó el monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân al predicar hoy los Ejercicios Espirituales a Juan Pablo II y a sus colaboradores. <br /><br />Como ya hizo en otras meditaciones, las reflexiones del arzobispo vietnamita se inspiraron en su experiencia de trece años de cárcel en Vietnam. «Después de que me arrestaran en agosto de 1975 --confesó-dos policías me llevaron en la noche de Saigón hasta Nhatrang, un viaje de 450 kilómetros. Comenzó entonces mi vida de encarcelado, sin horarios. Sin noches ni días. En nuestra tierra hay un refrán que dice: "Un día de prisión vale por mil otoños de libertad". Yo mismo pude experimentarlo. En la cárcel todos esperan la liberación, cada día, cada minuto. Me venían a la mente sentimientos confusos: tristeza, miedo, tensión. Mi corazón se sentía lacerado por la lejanía de mi pueblo. En la oscuridad de la noche, en medio de ese océano de ansiedad, de pesadilla, poco a poco me fui despertando: "Tengo que afrontar la realidad. Estoy en la cárcel. ¿No es acaso este el mejor momento para hacer algo realmente grande? ¿Cuántas veces en mi vida volveré a vivir una ocasión como ésta? Lo único seguro en la vida es la muerte. Por tanto, tengo que aprovechar las ocasiones que se me presentan cada día para cumplir acciones ordinarias de manera extraordinaria"». <br /><br />«En las largas noches de presión --continua revelando el quien entonces era arzobispo de Saigón-- me convencí de que vivir el momento presente es el camino más sencillo y seguro para alcanzar la santidad. Esta convicción me sugirió una oración: "Jesús, yo no esperaré, quiero vivir el momento presente llenándolo de amor. La línea recta está hecha de millones de pequeños puntos unidos unos a otros. También mi vida está hecha de millones de segundos y de minutos unidos entre sí. Si vivo cada segundo la línea será recta. Si vivo con perfección cada minuto la vida será santa. El camino de la esperanza está empedrado con pequeños momentos de esperanza. La vida de la esperanza está hecha de breves minutos de esperanza. Como tú Jesús, quien has hecho siempre lo que le agrada a tu Padre. En cada minuto quiero decirte: Jesús, te amo, mi verdad es siempre una nueva y eterna alianza contigo. Cada minuto quiero cantar con toda la Iglesia: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo...». <br /><br />Mensajes escritos en un calendario <br /><br />«En los meses sucesivos, cuando me tenían encerrado en el pueblo de Cay Vong, --continuó explicando Van Thuân--, bajo el control continuo de la policía, día y noche, había un pensamiento que me obsesionaba: "¡El pueblo al que tanto quiero, mi pueblo, se ha quedado como un rebaño sin pastor! ¿Cómo puedo entrar en contacto con mi pueblo, precisamente en este momento en el que tienen tanta necesidad de un pastor?". Las librerías católicas habían sido confiscadas; las escuelas cerradas; los maestros, las religiosas, los religiosos desperdigados; algunos habían sido mandados a trabajar a los campos de arroz, otros se encontraban en las "regiones de nueva economía" en las aldeas. La separación era un "shock" que destruía mi corazón». <br /><br />«Yo no voy a esperar --me dije--. Viviré el momento presente, llenándolo de amor. Pero, ¿cómo?». Una noche lo comprendí: "François, es muy sencillo, haz como san Pablo cuando estaba en la cárcel: escribe cartas a las comunidades". Al día siguiente, en octubre de 1975, con un gesto pude y llamar a un niño de cinco años, que se llamaba Quang, era cristiano. «Dile a tu madre que me compre calendarios viejos». Ese mismo día, por la noche, en la oscuridad, Quang me trajo los calendarios y todas las noches de octubre y de noviembre de 1975 escribí a mi pueblo mi mensaje desde el cautiverio. Todas las mañanas, el niño venía para recoger las hojas y se las llevaba a su casa. Sus hermanos y hermanas copiaban los mensajes. Así se escribió el libro "El camino de la esperanza", que ahora ha sido publicado en once idiomas».<br /><br />Monseñor Van Thuân no lo dijo, sus pensamientos pasaron de mano en mano entre los vietnamitas. Eran trozos de papel que salieron del país con los «boat people» que huían de la dictadura comunista. <br /><br />El camino hacia la santidad <br /><br />«Cuando salí recibí una carta de la Madre Teresa de Calcuta con estas palabras --recuerda el predicador de los Ejercicios del Papa--: "Lo que cuenta no es la cantidad de nuestras acciones, sino la intensidad del amor que ponemos en cada una". Aquella experiencia reforzó en mi interior la idea de que tenemos que vivir cada día, cada minuto de nuestra vida como si fuera el último; dejar todo lo que es accesorio; concentrarnos sólo en lo esencial. Cada palabra, cada gesto, cada llamada por teléfono, cada decisión, tienen que ser el momento más bello de nuestra vida. Hay que amar a todos, hay que sonreír a todos sin perder un solo segundo». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />«PADRE, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?», EL MISTERIO DE LA CRUZ <br />Meditación dirigida por monseñor Van Thuân al Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 15 mar (Palabra).- «La primera vez que tuve que defenderme en un tribunal nadie estuvo a mi lado. Todos me abandonaron. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerza, de modo que también en aquella ocasión pude anunciar su mensaje» Con esta cita de san Pablo, monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân, el hombre que dirige las reflexiones de Juan Pablo II y de sus colaboradores en esta semana dedicada particularmente a la oración, en la que el pontífice ha cancelado sus citas públicas, desarrolló una reflexión sobre las palabras más difíciles de comprender de Jesús: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?». <br /><br />El arzobispo confiesa que la experiencia de abandono descrita por san Pablo refleja muy bien las pruebas que él tuvo que soportar en sus trece años de cárcel en Vietnam. «En varias ocasiones me sentí abandonado --dice Van Thuân--, especialmente cuando en la noche del 1 de diciembre de 1975 me encadenaron junto a otra persona y nos llevaron con otros prisioneros, todos de pie, de la prisión al barco en el que más tarde nos embarcarían para llevarnos al norte de Vietnam, a 1.700 kilómetros de mi diócesis. Sentí un gran sufrimiento pastoral, pero puedo atestiguar que el Padre no me abandonó y me dio la fuerza». <br /><br />«Quizá todos nosotros, en varias ocasiones, hemos vivido o vivimos momentos semejantes de abandono --continuó diciendo el predicador del Papa--. Nos sentimos abandonados cuando nos inunda la soledad o el sentido de fracaso; cuando sentimos el peso de nuestra humanidad y nuestros pecados. Nos sentimos abandonados cuando incomprensiones e infidelidades perturban nuestras relaciones fraternas; cuando nos parece que la situación de desorientación o de desesperación en que se encuentran algunos no tiene salida; cuando estamos en contacto con los sufrimientos de la Iglesia y de pueblos enteros... Son pequeñas o grandes "noches del alma" que oscurecen en nosotros la certeza de la presencia de Dios cercano, que da sentido a toda nuestra vida. En esos momentos, incluso la alegría y el amor parecen apagarse». Según Van Thuân, en esos momentos, es cuando mejor se puede comprender el «misterio de la cruz».<br /><br />«Los santos también han experimentado noches de desesperación --añade--, momentos en los que se han sentido abandonados por todo y por todos. Sin embargo, como auténticos expertos del amor de Dios, no han dudado en recorrer hasta el final la vía de la cruz, dejándose iluminar y forjar por ella, aunque esto implicara la propia muerte. Es la ley del Evangelio: "Si el grano caído en tierra no muere, queda solo, pero si muere, produce mucho fruto". Es también la ley propia de Jesús: su muerte fue real, pero es todavía mucho más real la vida sobreabundante que mana de aquella muerte». <br /><br />San Pablo, añadió el predicador, nos presenta en la carta a los Filipenses a Cristo «en el momento en que se desnuda de sí, de su forma divina, para asumir "la condición de siervo", la "semejanza a los hombres". Es la imagen de un Dios que se "aniquila", se "pierde" para darse a sí mismo, para dar la propia vida sin medida, hasta la cruz, donde toma consigo toda la culpa del mundo, hasta el punto de que Él, el "inocente", el "justo" llega a asemejarse al hombre pecador». Intercambio admirable, entre Dios y el hombre, que san Agustín definirá como «comercio de amor» y León Magno como «comercio de salvación». <br /><br />Cristo carga con los pecados del hombre hasta el punto de que en la cruz se dirige al Padre para gritar: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?». «Había sido traicionado por los hombres --recuerda Van Thuân--, los suyos no estaban con él, y ahora Dios, al que llamaba "Papá" («Abbá»), calla. El Hijo siente el vacío de su ausencia, pierde la alegría de su presencia. La incalificable certeza de no estar solo nunca, de ser escuchado siempre por el Padre, de ser instrumento de su voluntad, deja el paso a esa súplica llena de dolor». <br /><br />El obispo vietnamita concluyó diciendo: «Fue el abandono sensible más desolador que experimentó durante su vida, como afirma san Juan de la Cruz. De ese modo, Cristo fue aniquilado y reducido casi a la nada. Y, sin embargo, continúa explicando san Juan de la Cruz, precisamente cuando era oprimido, realizó la obra más maravillosa de todas las que cumplió en el cielo y en la tierra durante su existencia terrena, llena de milagros y de prodigios. Con ella reconcilió y unió a Dios con el género humano. En esta sorprendente dinámica del amor de Dios, todos nuestros sufrimientos son acogidos y transformados, cada vacío es llenado, cada pecado redimido. Nuestro abandono, nuestra lejanía de Dios es colmada». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />LA EUCARISTÍA CAMBIÓ LA VIDA EN EL CAMPO DE REEDUCACIÓN COMUNISTA <br />Meditación de monseñor Van Thuân al Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 16 mar (Palabra).- La Eucaristía fue el tema de la primera meditación que hoy predicó el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân al Papa y a sus colaboradores, quienes en esta semana se encuentran haciendo Ejercicios Espirituales. Comenzó con una conmovedora evocación de las Misas que celebró en los trece años de cárcel que tuvo que soportar en su país. <br /><br />«Cuando me encarcelaron en 1975 --recordó el prelado vietnamita--, me vino una pregunta angustiosa: "¿Podré celebrar la Eucaristía?"». <br /><br />El prelado explicó que, dado que al ser detenido no le permitieron llevarse ninguno de sus objetos personales, al día siguiente le permitieron escribir a su familia para pedir bienes de primera necesidad: ropa, pasta dental, etc. «Por favor, enviadme algo de vino, como medicina para el dolor de estómago». Los fieles entendieron muy bien lo que quería y le mandaron una botella pequeña de vino con una etiqueta en la que decía: «Medicina para el dolor de estómago». Entre la ropa escondieron también algunas hostias. La policía le preguntó: «¿Le duele el estómago?». «Sí», respondió monseñor Van Thuân, quien entonces era arzobispo de Saigón. «Aquí tiene su medicina». <br /><br />«No podré expresar nunca mi alegría: celebré cada día la Misa con tres gotas de vino y una de agua en la palma de la mano. Cada día pude arrodillarme ante la Cruz con Jesús, beber con él su cáliz más amargo. Cada día, al recitar la consagración, confirmé con todo mi corazón y con toda mi alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo, a través de su sangre mezclada con la mía. Fueron las Misas más bellas de mi vida». <br /><br />Más tarde, cuando le internaron en un campo de reeducación, al arzobispo le metieron en un grupo de cincuenta detenidos. Dormían en una cama común. Cada uno tenía derecho a cincuenta centímetros. «Nos las arreglamos para que a mi lado estuvieran cinco católicos --cuenta--. A las 21,30 se apagaban las luces y todos tenían que dormir. En la cama, yo celebraba la Misa de memoria y distribuía la comunión pasando la mano por debajo del mosquitero. Hacíamos sobres con papel de cigarro para conservar el santísimo Sacramento. Llevaba siempre a Cristo Eucaristía en el bolso de la camisa». <br /><br />Dado que todas las semanas tenía lugar una sesión de adoctrinamiento en la que participaban todos los grupos de cincuenta personas que componían el campo de reeducación, el arzobispo aprovechaba los momentos de pausa para pasar con la ayuda de sus compañeros católicos la Eucaristía a los otros cuatro grupos de prisioneros. «Todos sabían que Jesús estaba entre ellos, y él cura todos los sufrimientos físicos y mentales. De noche, los prisioneros se turnaban en momentos de adoración; Jesús Eucaristía ayuda de manera inimaginable con su presencia silenciosa: muchos cristianos volvieron a creer con entusiasmo; su testimonio de servicio y de amor tuvo un impacto cada vez mayor en los demás prisioneros; incluso algunos budistas y no cristianos abrazaron la fe. La fuerza de Jesús es irresistible. La obscuridad de la cárcel se convirtió en luz pascual». <br /><br />Para el predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa «Jesús comenzó una revolución en la cruz. La revolución de la civilización del amor tiene que comenzar en la Eucaristía y desde aquí tiene que ser impulsada». <br /><br />«Concluyo con un sueño --dijo monseñor Van Thuân--: en él la Curia romana es como una gran hostia, en el seno de la Iglesia, que es como un gran Cenáculo. Todos nosotros somos como granos de trigo que se dejan moler por las exigencias de la comunión para formar un solo cuerpo, plenamente solidarios y plenamente entregados, como pan de vida para el mundo, como signo de esperanza para la humanidad. Un solo pan y un solo cuerpo». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />LA FUERZA DE LOS CRISTIANOS ESTA EN SU DEBILIDAD <br />Meditación de monseñor Van Thuân en los Ejercicios Espirituales del Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 17 mar (Palabra).- La semana dedicada por Juan Pablo II a la oración y al recogimiento, junto a sus colaboradores cercanos llega a su fin. Concluirá mañana por la mañana con la última meditación del predicador, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân. En el día de hoy afrontó un tema sumamente sugerente, la condición de «minoría» de la Iglesia católica. <br /><br />Minoría, una realidad <br /><br />Un tema que, como él mismo recordó, fue subrayado por los obispos de Europa en su reciente Sínodo. En aquella ocasión constataron que «la Iglesia en tierras tradicionalmente cristianas, se encuentra en una situación de minoría». Los datos son evidentes: «disminución de las vocaciones religiosas y sacerdotales; de la práctica religiosa; la reclusión de la religión al ámbito de la vida privada, con la relativa dificultad para contribuir con el mensaje cristiano en las costumbres y en las instituciones y transmitir la fe a las nuevas generaciones». Por ello, monseñor Van Thuân, comenzó su reflexión con esta constatación: «Ser minoría es una característica de la Iglesia en el mundo de hoy». <br /><br />Para mostrar gráficamente esta situación, narró su cotidiana experiencia de viajes por el mundo en virtud de presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz con un pasaporte del Vaticano. «Con frecuencia encuentro dificultades por parte de los policías en los aeropuertos. En general, los italianos no ponen problemas. En Alemania ya es más difícil: "¿Qué es la Santa Sede?", preguntan. En Malasia, es mucho más complicado: "¿Dónde está la Santa Sede?", me preguntan. Les respondo: "En Italia, en Roma". Entonces me llevan ante un gran mapamundi en el que obviamente no aparece el Vaticano. De ese modo me hacen esperar una media hora con los inmigrantes ilegales». <br /><br />«Vivir como minoría --continuó diciendo el prelado vietnamita-- exige un esfuerzo de discernimiento de la nueva situación para comprender el designio de Dios para la Iglesia en el hoy de la historia y, por tanto, para saber cómo tenemos que comportarnos. De este modo, no se experimentarán complejos de inferioridad, sino que por el contrario, se vivirá una gran esperanza». <br /><br />Para explicar este concepto de «minoría cuantitativa», monseñor Van Thuân recordó la historia de Gedeón, jefe carismático de Israel, en el siglo XII antes de Cristo. Gedeón venció a los enemigos con tan sólo trescientos hombres que no tenían más que cuernos por armas. Recordó también el enfrentamiento entre David y Goliat, aclarando que «Goliat representa el mal, es decir, las ideologías o valores que van contra el Evangelio. Goliat es hostil, amenaza, provoca. También hoy la Iglesia, ante el mal, tiene que enfrentarse contra Goliat, un gigante aterrador que parece invencible». Al inicio, David tomó el camino equivocado. Se vistió con la armadura del poder y de la fuerza, pero paralizaban sus movimientos. «No puedo caminar con todo esto, pues no estoy acostumbrado», decía al igual que podría decir la Iglesia, cuando recurre al arsenal del mundo. «La Iglesia tiene sus propias armas para afrontar la batalla», explicó Van Thuân. «Y son las únicas armas que cuentan de verdad». David dijo: «Goliat, tú te opones con la espada, con la lanza, y con la flecha. Yo me presentaré en el nombre del Señor de los ejércitos». A David le fue suficiente una honda y cinco piedras para derrotar a Goliat. «Cada gigante tiene su punto débil --comentó el predicador--. Basta prestar atención. Un canto bien colocado derrotó al gigante y su espada fue utilizada para cortarle la cabeza». <br /><br />La fuerza de Dios <br /><br />«David es la figura de la Iglesia de hoy --subrayó monseñor Van Thuân--. En muchas situaciones, estamos en minoría en cuanto a números, fuerzas, posibilidades y medios. Pero, al igual que David, seguimos adelante en nombre de Dios. En la historia, la Iglesia, tanto en su dimensión universal como local, ha sido una minoría ante el imperio romano y ante las invasiones de los bárbaros. Quedó debilitada por las divisiones internas en la era moderna, así como por la revolución francesa. En el siglo que termina ha sufrido las prepotencias del nazismo, del comunismo y ahora del consumismo. Pero ante los Goliat de todas las épocas, el Señor ha mandado a muchos David inermes: santos, papas, mártires». <br /><br />Para dar actualidad a sus palabras puso el ejemplo de las primeras palabras del pontificado de Juan Pablo II: «¡No tengáis miedo!». Su emblema ha sido la Cruz «esperanza única» y María: «vida, dulzura y esperanza nuestra». Este Papa afirmó: «El comunismo es sólo un paréntesis en la historia». Monseñor Van Thuân recordó que «Muchos se burlaron de él. Pensaron que no era realista. Decían que el mapamundi ya era de color rojo. Pero el comunismo en Europa del Este cayó y la Iglesia está cruzando el umbral del tercer milenio». <br /><br />El prelado concluyó con una exhortación: «Por eso, hermanos, "¡No tengáis miedo! Sigamos en nombre de Dios y caerán los muros del nuevo Jericó». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />EL SECRETO DE LA ESPERANZA, «REGRESAR A JERUSALEN» <br />El Papa prepara su peregrinación a Tierra Santa con una semana de oración <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 19 mar (Palabra).- Juan Pablo II no se podía haber preparado mejor para la peregrinación que mañana comienza a Tierra Santa. El 18 de marzo por la mañana concluyó los Ejercicios Espirituales, en los que se había retirado durante una semana de oración, con una meditación en la que su predicador, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân, dirigió la mirada a Jerusalén y a los lugares de la predicación de Jesús hace dos mil años. En su reflexión presentó con fuerza seductora la presencia de Cristo en una Iglesia «que en ocasiones está cansada, triste y desilusionada» ante el mundo actual, como los discípulos de Emaús, pero que al igual que ellos es capaz de regresar a la Ciudad Santa, reconociendo la «inefable certeza» de la presencia de Jesús a su lado. <br /><br />La historia que tuvo lugar en aquellos once kilómetros que separan a Jerusalén de Emaús, afirmó el prelado vietnamita, es la imagen del camino interior al que está llamado todo creyente: de la tristeza a la alegría, la «gran alegría del arte de amar» que une a la Iglesia gracias a la presencia de Jesús entre los suyos. <br /><br />Monseñor Nguyên Van Thuân explicó de este modo cómo los cristianos pueden mantener la paz del corazón incluso en los momentos más difíciles: «Cada vez que Jesús se aparece después de la resurrección, siempre saluda con estas palabras: "La paz esté con vosotros". Jesús es nuestra paz, nuestra esperanza. Esta auténtica paz, que es una alegría que el mundo no puede dar y que nadie puede quitarnos, se alcanza sólo con el camino penitencial, con el cambio real de vida, como nos pide el Jubileo. Cambiar lo humano para hacer que se haga divino. Esto requiere una "metanoia", un cambio. Como ese cambio progresivo y después decisivo de los discípulos de Emaús: convertidos por la Palabra y por la presencia de Cristo entre ellos, cambiaron de camino. Huían de Jerusalén, la ciudad del escándalo de la muerte de su maestro en el que habían puesto su esperanza y ahora, sin miedo, regresan a Jerusalén, ciudad de la muerte y de la resurrección de su Señor». <br /><br />«La paz que Jesús anuncia a sus discípulos es también amor. En el amor, el corazón se reconcilia, se reunifica, alcanza de nuevo esa paz para la que hemos sido creados y para la que estamos destinados», dijo el predicador de los Ejercicios del Papa. <br /><br />«El episodio de Emaús --añadió-- nos recuerda a todos nosotros una realidad gozosa de la experiencia cristiana: la presencia perenne en la Iglesia del Cristo resucitado. Presencia viva y real en la Palabra, en los sacramentos, en la Eucaristía. Pero también en las personas y entre las personas, en los ministros de la Iglesia, en los pobres, en cada hermano». <br /><br />«Desde hace dos mil años la Iglesia vive de esta presencia. Y, mirando hacia el futuro, tiene la esperanza de su promesa: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el final del mundo". Tenemos que ser testigos de esta presencia y de esta esperanza». Por eso, monseñor Nguyên Van Thuân invitó a Juan Pablo II y a sus colaboradores a «volver a los orígenes del Evangelio. Volvamos continuamente a Jerusalén, como ahora se prepara a hacerlo el Santo Padre. Un regreso a los manantiales, al centro de la Iglesia, donde Jesús enseñó, sufrió la pasión, murió y fue sepultado. Parecía el final. Pilatos mandó soldados para custodiar la tumba de Jesús; los judíos hicieron rodar la gran piedra y la sellaron. Querían acabar con él para siempre. Cancelarlo de la memoria de todos, incluso de los suyos. Pero, en Jerusalén, Jesús resucitó y se apareció a muchas personas. La Iglesia exulta de alegría porque Jesús dijo: "Confiad: yo he vencido al mundo"».<br /> <br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />EJERCICIOS ESPIRITUALES EN LA VIDA CORRIENTE. JOSE LUIS CARABIAS<br /><br /><br /> <br /><br />Índice<br /> <br />Etapa de introducción<br />Notas previas para poder realizar con éxito Ejercicios Espirituales Ignacianos en la vida corriente<br />Intr. 1 - Ignacio y sus Ejercicios<br />Intr. 2 - La oración, encuentro con Dios<br />Intr. 3 - Entrada a Ejercicios<br />Intr. 4 - Principio y fundamento I: Somos creados por Dios para ser felices<br />Intr. 5 - Principio y fundamento II: Todo lo creado es para que lo usemos tanto cuanto sirva para nuestra felicidad<br />Primera etapa: El amor de Dios ante el mal del mundo y de mí mismo<br />I. 1 - El pecado “de los demás”<br />I. 2 - El pecado “estructurado”<br />I. 3 - Mis infidelidades e ingratitudes, vistas desde el amor de Dios<br />I. 4 - Nuestras idolatrías<br />I. 5.- Mi muerte y mi verdad<br />I. 6 - La posibilidad de una condenación eterna<br />I. 7 - Confesión sacramental y examen de conciencia<br /> La pausa: examen de conciencia diario<br />I. 8 - Reglas de la primera semana<br /> a) Avisos para interpretar y manejar los movimientos interiores<br /> b) Reglas para no desviarse al consumir<br />Segunda etapa: Seguir a Jesús de cerca<br />II. 1 - El rey eternal<br />II. 2- Dios se humaniza: la encarnación<br />II. 3 - El nacimiento de Jesús<br />II. 4 - Infancia y juventud de Jesús<br />II. 5 - Las dos banderas: dos sistemas de valores<br />II. 6 - Actitudes de los seguidores de Jesús: Bienaventuranzas y Padre Nuestro<br />II. 7 - Tres actitudes: Test de la libertad (Tres binarios)<br />II. 8 a - Jesús discierne su vocación<br />II. 8 b - Tres niveles de amor: Test del amor (Tres grados de humildad)<br />II. 9 a - Discernimiento vocacional<br />II. 9 b - Mi pertenencia a mi comunidad<br />II. 9 c - Mi proyecto de vida<br />II. 10 - Jesús invita a vivir la amistad en comunidad<br />II. 11 - Jesús anuncia su buena nueva a los pobres<br />II. 12 - Jesús dignifica a la mujer y al matrimonio<br />II. 13 - La experiencia de milagro en mi vida<br />II. 14 - María, camino y modelo para llegar a Jesús<br />II. 15 - ¿Quién es Jesús para mí?<br />II. 16 - Reglas de la segunda semana<br /> a) Reglas para conocer los movimientos interiores<br /> b) Orientaciones para ayudar y servir a los demás<br /> c) Notas para no atarse a la exageración o a los detalles<br />Tercera etapa: La pasión de Cristo. Aprender a sufrir con él y como él<br />III. 1 - El mensaje de Jesús es conflictivo<br />III. 2 - La cena pascual<br />III. 3 - Juicios y torturas contra Jesús<br />III. 4 - La cruz, misterio de amor<br />III. 5 - Jesús sigue sufriendo y muriendo hoy<br />Cuarta etapa: La resurrección de Cristo, plenitud del amor. Aprender a gozar y triunfar con él y como él<br />IV. 1 - Jesucristo resucitado consuela y anima a sus amigos<br />IV. 2 - Jesús resucitado envía su espíritu<br />IV. 3 - Jesús resucitado envía a sus discípulos a predicar su Buena Nueva<br />IV. 4 – La Iglesia continúa la misión de Cristo<br />IV. 5 - Vivir hoy la resurrección de Cristo<br />IV. 6 - La gloria del resucitado<br />IV. 7 - Resucitaremos con Cristo<br />Etapa de aterrizaje: Contemplativos en la acción<br /><br />V. 1 - Espiritualidad laical: el bautismo<br />V. 2 - Contemplación para alcanzar amor<br />V. 3 - Repeticiones actualizadas<br />V. 4 - Oración de Alianza. Una propuesta para el examen diario o pausa ignaciana<br />Anexo globalizante: Parábola del Reino<br /><br />I - La construcción<br />II - El banquete<br />Cánticos para el camino<br /><br /><br /><br /><br />DIEZ DIAS DE EJERCICIOS de JEAN LAPLACE<br /><br /><br />S U M A R I O<br />Guía espiritual <br />Consejos previos <br />1. La oración<br />2. El acompañamiento<br />3. El esfuerzo espiritual<br />4. El itinerario <br /><br />Textos con miras a la oración de estos días<br /><br />Día 1º.: Designio de Dios y respuesta del hombre <br />(Principio y fundamento) <br /><br />Plan del día: ¿por dónde comenzar? <br />Para la oración de este día <br />Discernimiento al fin de la jornada<br /><br />1ª. Etapa: LLAMADA A LA CONVERSIÓN<br /><br />Día 2º.: En las profundidades<br /><br />Plan del día: la revelación del pecado <br />La "meditación"<br />Para la oración de este día<br />Primeros pasos en el discernimiento<br />Advertencias al fin de la jornada <br /><br />Día 3º.: Orar a Jesús<br /><br />Plan del día: Jesús Salvador<br />Para la oración de este día<br />Asimilación de esta oración. La repetición. El examen<br />El sacramento de la penitencia<br />Al fin de estos dos días: discernimiento<br /><br /><br />2ª. Etapa: DE LA CONVERSIÓN A LA MISIÓN <br /><br />Día 4º.: La llamada de Jesús<br /><br />Plan del día: la contemplación del Reino <br />La llamada de Jesús <br />Para la oración de este día <br />Discernimiento del fin del día <br /><br />Día 5º.: María, o la respuesta perfecta <br /><br />Plan del día: los misterios... el de María <br />La contemplación <br />Para la oración de este día<br />Afinamiento y simplificación de la oración <br />El discernimiento en esta contemplación <br /><br />Día 6º.: El discernimiento: el estilo de Cristo . <br /><br />Plan del día: la sabiduría de Cristo. <br />La lucha entablada<br />La oración para pedir "ser admitido"<br />Para la oración de este día<br />La regla para nuestra elección: los dos criterios (333)<br /><br />Día 7º.: Educación para el discernimiento: la elección<br /><br />Plan del día: manera de elegir<br />Disposiciones para la elección<br />¿Cómo se hace la elección? <br />Aplicaciones<br />Para la oración de este día <br />Al final de estos cuatro días<br /><br />3ª. Etapa: CRISTO VIVO EN LA IGLESIA<br /><br />Día 8º.: El don de su Cuerpo: la Eucaristía<br /><br />Plan para este día: en unión con Cristo<br />Para la oración de este día<br /><br />Día 9º.: En las fuentes del ser y de la vida: la Pasión<br /><br />Plan para este día: sentido de la vida y de la muerte <br />Oración ante la Pasión <br />La dificultad: el muro <br />Para la oración de este día <br /><br />Día 10º.: El hombre nuevo: Cristo resucitado <br /><br />Plan para este día: una transformación<br />La oración ante Cristo resucitado <br />El retorno al principio<br />Para la oración de este día<br /><br />El final de la experiencia <br /><br />1. Balance e intercambio final<br />2. Conservación de la experiencia<br />3. La vida de discernimiento: el examen <br />4. La Contemplación para alcanzar amor [230-237] <br />5. Para esta contemplación<br /><br />La renovación de la experiencia <br /><br /><br />* * * * *<br /><br /><br />Guía espiritual<br /><br />¿«Cómo reflejar en el papel la evolución de una vida», la de los <br />ejercitantes y la de aquel que les acompaña? Esta era la pregunta <br />que yo me hacía cuando, hace ahora unos diez años, publicaba este <br />libro que ahora se me pide reeditar. <br />¿De qué se trata, en realidad? De ayudar a los demás a <br />evolucionar, a vivir, a amar, a crecer en libertad para mejor <br />entregarse a la gracia del Espíritu y, de ese modo, cumplir su misión <br />en la Iglesia y entre los hombres. <br />Este libro es de un carácter muy particular. No está destinado tanto <br />a ser leído cuanto a ser practicado. Y practicado con la ayuda de una <br />persona experimentada, a fin de evitar errores metodológicos. Es el <br />itinerario de una experiencia; es una guía espiritual. <br />No conviene buscar en él un desarrollo lógico, como si debiera ser <br />leído de principio a fin. Hay que abrirlo según la necesidad del <br />momento, para encontrar en él la animación del espíritu y algunos <br />consejos apropiados. Su estilo pretende ser el de los «apotegmas» de <br />los Padres del desierto: una serie de pensamientos, ya de por si <br />condensados, que condensan a su vez una experiencia vital e invitan <br />a acceder a una realidad siempre presente, pero de la que no <br />solemos preocuparnos de ordinario. Una vez despertado tu espíritu, <br />una vez recibido el consejo, cierra el libro, olvida lo que has leído y <br />deja que la oración brote en tu corazón. <br />El conjunto constituye un «retiro», como solemos denominar a esos <br />días que nos tomamos de vez en cuando para recobrar el sentido de <br />lo esencial. Pero, ¡cuidado!, no estereotipemos la experiencia. Si me <br />preguntas: ¿«Qué tengo que hacer»?, me veo obligado a <br />responderte: Descúbrelo tú mismo... Este libro puede ayudarte a <br />ello». Un «retiro» no es una serie de ejercicios, fijados de antemano y <br />de una vez por todas, que bastara con seguir fielmente para sacar de <br />ellos el fruto esperado. Aun cuando se haga en grupo, requiere una <br />creación personal: la de un ser que vive y que busca la voluntad del <br />Espíritu. Quien se sirva de este libro aprenderá a presentarse por sí <br />mismo delante de Dios, ya sea que haga el retiro con otros o lo haga <br />solo y «en la vida corriente», como afortunadamente va siendo cada <br />vez mas habitual. <br />El hilo conductor de la experiencia lo constituyen los Ejercicios <br />Espirituales de san Ignacio de Loyola. Pero es preciso aclarar en que <br />espíritu se toman los mencionados Ejercicios, cuyo fin consiste en <br />conducir a la libertad espiritual a quien los hace. Los Ejercicios <br />contienen una serie de consejos y un «itinerario». Podríamos decir <br />que son unas reglas para hallar la libertad. Es decir, que quien los <br />considere como una especie de «grilletes» que impiden la libertad de <br />movimiento, es que no los ha comprendido. Del mismo modo que el <br />músico se somete a un método para permitir que brote la inspiración, <br />así también quien se somete a la escuela de los Ejercicios recibe una <br />serie de reglas y de consejos con el único fin de que pueda descubrir <br />la libertad de servir y amar a Dios en todas las cosas. Y podré <br />constatar que el camino seguido es bueno para esa libertad y esa paz <br />que en ellos va detectando. <br />Este hilo conductor querría aplicarlo yo especialmente a la <br />Escritura. Desde que comencé mi actividad pastoral, siempre tuve <br />presente el consejo que me dio un profesor de un seminario que hizo <br />los Ejercicios conmigo. «Debería releer la Biblia con los ojos de un <br />ejercitador de Treinta Días». y así lo he hecho. Y me ha servido de <br />inestimable ayuda. He llegado a redactar un librito de cien páginas, <br />Biblia y Ejercicios, que nunca he publicado, pero que me inspira <br />continuamente. De hecho, no veo como podría encontrarme a gusto <br />en unos Ejercicios sin esta constante referencia a la Palabra de Dios y <br />sin tener en cuenta la gran Tradición espiritual de las Iglesias Oriental <br />y Occidental que la comentan. Entre los frutos que los ejercitantes <br />que he conocido en tantísimos años me dicen haber sacado de los <br />Ejercicios, destacaría estos dos: la libertad para resituarse ante Dios, <br />suceda lo que suceda, y el gusto de orar con la Escritura. Nada puede <br />agradarme tanto, porque ello expresa lo que siempre he intentado al <br />desempeñar mi ministerio. <br />Llegará el día en que, tras haberse servido de estas páginas, el <br />ejercitante ya no sienta la necesidad de recurrir a ellas. Le bastará <br />con el libro de la Palabra de Dios, del que ya no podrá prescindir y en <br />el que no dejará de descubrir el camino que le conduce a Dios. <br />A los catorce años de haberlo escrito, he releído este libro en <br />orden a su reedición. Y he descubierto que conserva su valor tal <br />como está. Lo único que he hecho ha sido rehacer las primeras <br />páginas de consejos previos. Por lo que se refiere al resto, he <br />mantenido la presentación en días o jornadas, con sus respectivas <br />notas de orientación general, sus advertencias acerca de la oración, <br />sus textos bíblicos para ayudar a la misma y, por ultimo, sus consejos <br />referidos al discernimiento. <br />Cuando publiqué estos «Diez Días» por primera vez, me <br />preguntaba si no seria conveniente facilitar también las notas de las <br />que me sirvo para dar los Ejercicios de Treinta Días. Hoy ya no me <br />hago esta pregunta, porque la presente «Guía espiritual. puede servir <br />perfectamente para ese fin. La materia es la misma. Lo único que <br />difiere es el ritmo, que ha de ser ralentizado en orden a una <br />asimilación más profunda. <br />Para acabar, quisiera repetir lo que dice Ignacio al presentar su <br />libro de los Ejercicios: todo esto no son más que ejercicios, ensayos, <br />sugerencias, invitaciones a caminar y maneras diversas de <br />disponerse a la acción del Espíritu «para buscar y hallar la voluntad <br />divina en la disposición de la propia vida» [EE, 1]*. <br />........................<br />* En adelante, todas las citas que aparezcan entre [...] se referirán a la <br />numeración del texto de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio.<br /><br />* * * * *<br /><br />Consejos previos<br /><br />En estas primeras páginas nos limitaremos a dar una serie de <br />consejos previos que retornaremos y desarrollaremos a lo largo del <br />libro. Pero conviene tener desde el principio una visión de conjunto de <br />los mismos, porque constituyen el fundamento pedagógico de los <br />Ejercicios. Tales consejos se refieren, a la vez, a la oración, a la <br />ayuda que debe esperarse del ejercitador, al esfuerzo exigible al <br />ejercitante y al itinerario que se propone. <br />Es importante tomarlos como lo que realmente son: un simple <br />medio para disponer el corazón. Lo esencial es la acción del Espíritu <br />Santo, en la que el hombre no debe tratar de interferirse mediante un <br />esfuerzo de la voluntad o de la mente. Tampoco bastaría con una <br />enseñanza meramente externa. Nadie puede hacer por otro una <br />experiencia del amor. El misterio del encuentro no deja de ser un <br />secreto de cada uno. «Entra en tu cámara, dice Cristo, donde el <br />Padre ve en lo secreto» Es la ley de todo amor, tanto del amor a Dios <br />como del amor a otra persona. Cuando te dispongas a acogerlo, <br />cierra tu puerta con llave, ama y haz lo que quieras. <br />En suma: se trata de prepararnos a recibir algo que no procede de <br />nosotros y sin lo cual, no obstante, la vida no es vida. ¿Quién puede <br />vivir sin amar? ¿Qué cristiano puede vivir sin buscar a Dios y su <br />voluntad? Y, sin embargo, no puedo proporcionarme a mi mismo <br />aquello de lo que más imperiosamente tengo necesidad. Esta <br />constatación es el punto de partida de toda la experiencia. ¡Ven, <br />Señor, a colmar el deseo que Tú mismo has despertado en mi!<br />Esta serie de consejos pretenden ponernos en el camino de las <br />disposiciones que le abren a uno a la acción del Espíritu; de un modo <br />particular, pretenden enseñarnos a aceptarnos a nosotros mismos. Lo <br />cual dista mucho de la resignación pasiva. La aceptación de uno <br />mismo se corresponde con la indiferencia exigida por san Ignacio para <br />entrar en los Ejercicios. Ya iremos aclarando poco a poco su <br />naturaleza. De momento, digamos al menos que es, a la vez, apertura <br />al futuro, confianza en Dios, relativización de todas las cosas con <br />respecto a lo esencial, y deseo de ser «campo de experiencia del <br />Espíritu Santo» (Teilhard). No sé lo que resultará de todo ello, pero <br />me ofrezco por entero, en la seguridad de que Dios está siempre <br />conmigo... <br />________________________<br /><br />1. LA ORACIÓN<br />ORA/CONSEJOS:<br />Lo importante en la oración es comenzar como es debido. «Antes <br />de entrar en la oración, repose un poco el espíritu, asentándose o <br />paseándose..., considerando a dónde voy y a qué» [239]. En estos <br />primeros momentos, hay que apaciguar el cuerpo, concentrar el <br />espíritu y abrir el corazón. Hay que hacer realidad el «Descálzate» <br />dirigido a Moisés (Ex 3,5) y el «cerrar la puerta» del Sermón de la <br />montaña (Mt 6,6). <br />Muchos imaginan que el preparar la oración consiste en fijar un <br />tema y concretar los puntos, como si se tratara de hacer a <br />continuación una disertación según el plan previsto. De ese modo <br />hacen de la oración una operación intelectual. Lo que conviene es, <br />sencillamente, fijar la atención del espíritu en tal o cual punto, a fin de <br />no quedarse en vaguedades. «Por dónde comenzar», dice con mucha <br />frecuencia san Ignacio. De este modo el espíritu conserva la paz, sin <br />andar «mariposeando» aquí y allá. A este objeto proponemos textos <br />escriturísticos, no para que se tomen todos ellos, sino para que cada <br />cual escoja el que más le convenga y no deje a su espíritu errar sin <br />rumbo. <br />Hay ejercitadores que quieren decirlo todo, con lo cual atiborran el <br />espíritu y no dejan sitio al Espíritu Santo. Y hay ejercitantes que <br />hacen lo mismo: desean que se les ofrezcan múltiples explicaciones, <br />al objeto de asegurarse materia abundante o prevenir el aburrimiento. <br />Unos y otros olvidan el objetivo de estos preparativos: dejar «que el <br />mismo Criador y Señor se comunique a la su anima devota, <br />abrazándola en su amor y alabanza y disponiéndole por la vía que <br />mejor podrá servirle adelante» [EE, 15]. <br />El cuerpo desempeña su propio papel en esta preparación. Su <br />postura no es algo indiferente en relación a la calidad de la oración. <br />No es preciso ser un ferviente partidario del «yoga» o del «zen» para <br />experimentarlo. Basta con que nos fijemos en nuestro propio trabajo: <br />éste nos resulta tanto mas fácil cuanto mas distendido está nuestro <br />cuerpo. Por eso aconseja Ignacio «entrar en la oración, cuándo de <br />rodillas, cuándo postrado en tierra, cuándo supino rostro arriba, <br />cuándo asentado, cuándo en pie, andando siempre a buscar lo que <br />quiero» [EE, 76]. Si una determinada postura me va bien, ¿por qué <br />cambiarla? <br />Una vez apaciguados el espíritu y el cuerpo, resulta posible la <br />verdadera atención, la que puede ser duradera porque no fatiga. Hay <br />motivos para preguntarse si todo marcha como es debido cuando <br />entramos en la oración tensos y nerviosos. La tensión es señal, <br />muchas veces, de que nos fiamos únicamente de nuestro propio <br />esfuerzo y no sabemos de veras lo importante que es estar distendido <br />para conseguir hallarse más presente. Es el momento de cambiar <br />nuestro proceder. <br />Cuando hemos conseguido serenar todo nuestro ser, conviene <br />pedir a Dios lo que deseamos: el don de entender las cosas y el gusto <br />interior que nos permite penetrar en ellas con el corazón. «¡Ojalá <br />descendieras, Señor! ¡Ven, Señor, ven a visitarnos!»: esto es lo que, <br />bajo diversas fórmulas, piden los orantes en la Biblia. En este sentido, <br />las oraciones litúrgicas nos sirven de estupendo modelo. ¿Por qué no <br />servirnos de ellas al principio de la oración? Esas oraciones <br />despiertan y educan el deseo, y responden perfectamente a lo que <br />observa Pablo: «EI Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues <br />nosotros no sabemos pedir como conviene, mas el Espíritu mismo <br />intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8,26). Muchos de <br />nuestros intentos de orar resultan vanos porque no dejamos que se <br />exprese así el deseo en nuestros corazones. «Pedid y recibiréis», dice <br />el Señor; pero inmediatamente antes había dicho: «Hasta ahora nada <br />le habéis pedido en mi nombre» (Jn 16,24). <br /><br />* * * <br /><br />ORA/LECTURA: Son muchos los que se sienten paralizados ante la <br />idea de permanecer una hora en oración durante tres o cuatro veces <br />al día. Por supuesto que es importante no lanzarse a la aventura sin <br />haber caída en la cuenta de qué es lo que nos hace capaces de <br />perseverar en la misma. Unos se imaginan la oración como un <br />encuentro silencioso con Dios, y por ello desprecian los libros o las <br />ideas que se les proponen; a otros les da miedo «abandonarse» y <br />necesitan tener un libro a su alcance. Pero, en realidad, la oración es <br />fruto de una tensión entre dos elementos opuestos que, poco a poco, <br />van armonizándose: la lectura y la plegaria. Lectio et oratio, ha dicho <br />siempre la Tradición. <br />La lectura es necesaria; pero no cualquier lectura. Se nos ofrecen <br />muchos libros que, según me temo, nos alejan de la oración o nos <br />quitan las ganas de orar. De hecho, no conozco más que un libro <br />plenamente apropiado: el de la Palabra de Dios. Y ello con tal de que <br />no lo convirtamos en un objeto de estudio. La exégesis y la teología <br />son útiles, pero únicamente para preparar el camino. Llegado el <br />momento de orar, el libro ha de ser tomado como si de un sacramento <br />se tratara. A través de las múltiples palabras y los diversos relatos, <br />que son otros tantos signos sensibles de una realidad invisible, <br />intento escuchar la única Palabra, la del Verbo, que, a través de su <br />carne, me conduce a la Divinidad. No me detengo en el detalle más o <br />menos curioso, sino que prescindo de esas cuestiones que excitan mi <br />curiosidad. En la fe de mi corazón que desea y en la presencia del <br />Dios a quien busco, recibo la palabra que debe alimentar mi oración. <br />Leo, naturalmente; pero lo hago en la tranquilidad propia de un <br />espíritu que está seguro de que Dios desea encontrarse con él. Leo <br />el tiempo necesario para que mi ser quede penetrado de lo que leo y <br />para poder repetírmelo a mi mismo sin esfuerzo. <br />Cuando la palabra me ha agarrado suficientemente, entonces la <br />oración sucede a la lectura. Al igual que esa joven que, en el pórtico <br />norte de la catedral de Chartres, representa la vida contemplativa, <br />también yo experimento la necesidad de cerrar el libro y «rumiar»a lo <br />que he leído o, mejor, a imitación de María, meditar las cosas en mi <br />corazón. Porque, como dice Ignacio, «no el mucho saber harta y <br />satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente» <br />[EE, 2]. El salmista evoca frecuentemente ese momento en el que el <br />orante, a lo largo de sus noches en vela, repite con deleite el nombre <br />de Dios o un determinado pasaje de su Ley (Ps 62; 118; etcétera). <br />Poco importa el nombre que haya que dar a esta oración: meditación, <br />contemplación, aplicación de sentidos, modos de orar... Nos hallamos <br />bajo la acción del Espíritu, que nos hace gustar la palabra para que <br />se convierta en nuestra luz y nuestra fuerza. Verificamos lo que, en su <br />Primera Carta, llama Juan «la unción del Santo» (1 Jn 2,20), por la <br />que la palabra proferida en el exterior y recibida en la fe se nos <br />transforma en interior, haciendo inútil toda enseñanza. Algo así es lo <br />que acontece en ese paso de la lectura a la oración. <br />Al mismo tiempo, la tensión entre ambos actos—la lectura y la <br />oración—es lo que hace verdadero o no aquello que acontece. La <br />Palabra es recibida como una norma objetiva, una regla de fe. La <br />oración nos permite penetrar en ella de tal manera que se nos <br />convierta en personal. Pasando sin cesar de una a otra, voy <br />progresivamente descubriendo lo que el Espíritu realiza en mí, sin <br />necesidad de correr el riesgo de fiarme de mis sentimientos o de mis <br />interpretaciones subjetivas. Llegado el momento, ese sentido interior <br />que el Espíritu forma en mi me permitirá conocer con certeza, gracias <br />al «olfato» que en mi va desarrollando, hacia dónde me inclina la <br />voluntad de Dios. <br />De este modo, al despertar el sentimiento, la oración no me hace <br />replegarme en mis estados anímicos. Si así lo hiciera, es señal de que <br />no es una búsqueda de Dios. Gracias a esa constante transición de la <br />lectura a la oración y de la oración a la palabra, hay en la verdadera <br />oración algo denso, compacto, sólido, que permite acceder a la vida <br />de fe y habitúa al ser humano a dejar de considerarse el centro y a <br />juzgarlo todo según el superior criterio de la voluntad de Dios. <br /><br />* * * <br /><br />Y del mismo modo que hay que comenzar como es debido, también <br />hay que acabar debidamente, llegado el momento. San Ignacio habla, <br />a este propósito, del «coloquio., que «se hace, propiamente <br />hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señora <br />[EE, 54]. E! prototipo podría serlo la conversación de Moisés con <br />Dios, a propósito de la cual se nos dice que «el Señor hablaba con <br />Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo. (Ex 33,11). <br />O mejor aún, la conversación de Jesús con su Padre, cuando se <br />retiraba a orar al desierto. Es la oración del corazón. Al principio se <br />invitaba al espíritu a apaciguarse, para que el corazón pudiera abrirse <br />a la palabra y gustar a Dios; al final, se invita al corazón a <br />apaciguarse igualmente en el sentimiento que Dios haya despertado <br />en él. Es una conversación en la que cada cual habla o se calla, <br />según prefiera, pero siempre desde un inmenso respeto por el amor. <br />En este momento no hay reglas que valgan. Cada cual es para si <br />mismo su propia ley; cada cual descubre el modo concreto en que <br />Dios se le comunica. El lenguaje de la oración se convierte en el <br />lenguaje de la libertad, del amor y de la relación. Y al final, viene el <br />silencio en la oración, la admiración y el agradecimiento <br /><br />* * * <br /><br />ORA/PERSEVERANCIA: Hay una ley elemental en el arte de orar: <br />la de la perseverancia. Dudo de que alguna vez lleguemos a saber lo <br />que es la oración si no nos hemos decidido a pagar el precio exigido: <br />perseverar en ella y volver sobre ella una y otra vez, sean cuales <br />sean las dificultades que se encuentren en el camino. <br />Y las dificultades las hay de todo tipo, y hasta pueden ser <br />contrapuestas. Unas veces es el entusiasmo, que nos hace concebir <br />proyectos ilusorios; otras veces, el aburrimiento y hasta la <br />repugnancia, que nos impulsa a abandonar. Hay que pasar por toda <br />esta serie de oscilaciones para llegar a establecerse en la solidez de <br />la fe, que no se da a la oración por el dulzor que en ella pueda <br />encontrar, sino porque Dios es Dios y uno desea encontrarlo. <br />Lo esencial consiste en llegar a esta profundidad de fe. Todo lo <br />demás—lecturas, proyectos de vida, discusiones, observaciones y <br />notas—podrá ser útil, pero no deja de ser secundario. Yo me ofrezco <br />a Dios «con grande ánimo y liberalidad, ...con todo mi querer y <br />libertad» [EE, 5]. Me entrego a él «con todo mi corazón, con toda mi <br />alma, con toda mi mente y con todas mis fuerzas. (Mc 12,30) y acepto <br />estar ante El desarmado e indefenso, sin otra cosa que mi vida tal <br />como es. Esta fidelidad es la traducción concreta de la certeza de <br />que, si se lo pedimos, Dios puede transformar el pobre ser que somos <br />cada uno de nosotros. <br />Perseverar durante unos Ejercicios viene a significar, en la <br />práctica, cuatro horas de oración diarias, e incluso cinco, si <br />—conforme a una sugerencia de san Ignacio—el ejercitante <br />experimenta el deseo de levantarse por la noche para orar. <br />Semejante exigencia solo puede cumplirse si, además de lo ya <br />dicho, añadimos que cada cual debe tener en cuenta sus <br />posibilidades. Quien desee realizar inmediatamente este ideal corre el <br />riesgo, si cuenta únicamente con sus propias fuerzas, de abandonar <br />muy pronto el empeño, lleno de desanimo o de crispación. A lo que <br />hay que aferrarse es a la dulzura del Espíritu. De ahí la flexibilidad del <br />horario. Según Ignacio, es al objeto de que «el ánimo quede harto» <br />por lo que hay que tratar de permanecer una hora entera en el <br />ejercicio, «y antes más que menos» [EE, 12]. Ya se hagan los <br />Ejercicios en grupo o individualmente, cada cual deberá ir <br />descubriendo su propio ritmo. Y en este sentido, Dios, que «conoce <br />mejor nuestra natura, ...da a sentir a cada uno lo que le conviene» <br />[EE, 89]. <br />La aceptación de la perseverancia le permite a uno pasar del plano <br />intelectual al espiritual, de la enseñanza recibida a la experiencia <br />realizada. Quien se contenta con escuchar una conferencia y <br />reflexionar después sobre ella, se verá tentado a discutir mentalmente <br />las ideas recibidas. De este modo, el provecho será indudablemente <br />aparente o pasajero, porque lo que se hace es sacar adelante la <br />propia verdad, en lugar de dejarse atraer por la verdad misma. Si nos <br />tomamos el debido tiempo, no podremos quedarnos en esa fase, sino <br />que será obligado que pasemos a Dios y nos remitamos a El. <br />No nos dejemos acuciar por el deseo de saberlo todo de <br />antemano, como si quisiéramos asegurarnos a todo riesgo. Nos basta <br />con vivir plenamente el momento presente. Y es que sucede con la <br />oración lo mismo que ocurre con la libertad: sólo conoceremos su <br />naturaleza si nos ejercitamos en ella día tras día. <br /><br />* * * * *<br /><br /><br />2. EL ACOMPAÑAMIENTO<br />DIRECCION-ESPIRITUAL: Para que pueda proseguirse, semejante <br />experiencia requiere el acompañamiento de otra persona, porque tal <br />experiencia despierta necesariamente, en quien la emprende, una <br />serie de diversos movimientos o «emociones» en los que, sobre todo <br />al principio, resulta difícil reconocerse a sí mismo y se corre el riesgo, <br />debido al efecto de sentimientos opuestos o a la ausencia de todo tipo <br />de sentimientos, de incurrir en el desánimo o en la exaltación <br />inconsiderada. Hay que perseverar, pero no de cualquier manera. Un <br />«consejero» resulta de inestimable ayuda para aprender, en los <br />hechos mismos que se producen, la manera de actuar del Espíritu, <br />que une suavidad y fuerza y que, deseoso de que alcancemos <br />nuestro punto exacto de sazón, nos permite afincarnos en la paz y <br />esperar de Dios el resultado de nuestros esfuerzos. <br />Digamos, ante todo, con qué espíritu hay que aceptar dicho <br />acompañamiento, aunque mejor seria llamarlo «diálogo espiritual», <br />dado que supone una confianza recíproca. El acompañamiento <br />responde a la necesidad de que tanto el ejercitados como el <br />ejercitante «más se ayuden y se aprovechen» [EE, 22]. No hay uno <br />que dirige y otro que se somete. Ambos, aunque desde diferentes <br />puntos de vista, tratan de descubrir juntos la acción del Espíritu <br />Santo. <br />Y ello aun cuando los Ejercicios se hagan en grupo. El objetivo de <br />los «puntos» no consiste en hacer una exposición doctrinal, aunque <br />es verdad que hay una doctrina que subyace a todo el conjunto. Lo <br />que pretenden los «puntos» es, a partir de la enseñanza impartida, <br />embarcar al ejercitante en una experiencia e indicarle, en la medida <br />de lo posible, los medios para llevarla a término. <br />De una parte y de otra se requiere una determinada actitud. Jesús, <br />que alertó acerca de la manera de escuchar, bien podría haberle <br />dicho al ejercitador: «¡Cuidado con tu manera de hablar!» No hay que <br />intentar decirlo todo, sino, a partir del texto en cuestión, insinuar una <br />serie de sugerencias, de «puntos», de entre los que el ejercitante <br />escogerá los que más le convengan. Se trata de decir pocas cosas, <br />pero que sean sugerentes; y, sobre todo, se trata de respetar la <br />objetividad de la Palabra de Dios. Lo cual no significa que el <br />ejercitador deba adoptar una actitud fría e impersonal. Debe haber <br />saboreado él mismo, personalmente, la palabra que propone. <br />Creyendo firmemente que el Espíritu habita el corazón de los <br />bautizados, deberá permitir que se transparente su vida más <br />profunda, a fin de que, al contacto con ella, puedan otros <br />despertarse. Pero no deberá extenderse en «elucubraciones», por <br />muy brillantes que puedan ser, sino que habrá de remitirse al Espíritu, <br />capaz de hacer que cada cual escuche la palabra apropiada. Y al <br />mismo tiempo, aprovechando su experiencia, dará los consejos que <br />considere útiles a medida que vayan avanzando los Ejercicios. <br />Consejos que no dispensan del contacto personal, sino que permiten <br />que éste sea más ágil y mas preciso. Esta enseñanza impartida en <br />común tiene la ventaja no sólo de ahorrar tiempo, sino también de <br />propiciar el que todos tengan acceso a unos puntos de vista que una <br />conversación privada tal vez no permitiría abordar. <br />Pero, por otra parte, hay que hacerle ver al ejercitante que hay una <br />buena y una mala manera de escuchar. La buena manera es la de la <br />cuarta clase de terreno de la parábola del sembrador: un corazón <br />despejado de obstáculos, abierto y sosegado, en el que las palabras <br />escuchadas despierten una verdad ya poseída, pero que se hallaba <br />como dormida. Mientras se escucha, no hay que empeñarse en <br />retenerlo todo ni en tomar unos apuntes exhaustivos, sino en <br />mantener el corazón dispuesto de tal manera que sea capaz de <br />atrapar al vuelo lo que el Espíritu quiere hacerle oír. Se trata de una <br />escucha silenciosa, distendida y sosegada, que se verá tanto más <br />favorecida cuanto más distendida y fraterna sea la atmósfera del <br />grupo. En suma, se trata de que cada uno de los que escuchan se <br />establezca en un profundísimo silencio, a fin de que el corazón pueda <br />dirigirse al corazón. <br />Esta manera de actuar presupone el que, de una parte y de otra, <br />se dé el convencimiento de que el verdadero maestro es el que habla <br />al corazón, no a los oídos. Si no buscamos más que discutir o si nos <br />mantenemos a la defensiva, como desconfiando el uno del otro, <br />«¡cuántos se irán sin haber aprendido nada!» (san Agustín). En <br />resumidas cuentas: aunque no haya diálogo verbal durante la <br />exposición de los puntos., no por ello dejan de ser éstos el compartir <br />mutuo de una verdad de la que todos somos discípulos. Yo, que <br />hablo, te doy a ti lo que tengo y lo que soy. ¿Qué harás con ello? No <br />lo sé. Me entrego a ti incondicionalmente, diciéndote lo que me ha <br />sido inspirado. Por tu parte, ábrete sin reservas. A nadie le mueve la <br />curiosidad. Mantente humilde en tu esfuerzo de atención, evitando <br />que la oscuridad te produzca crispación. El Señor suprimirá esa <br />oscuridad a su debido tiempo, si se lo pides. <br />Por lo general, parece que es suficiente con una sola exposición de <br />«puntos» por día. Tal vez, el mejor momento es por la mañana, <br />cuando el espíritu está fresco y dispuesto y la palabra escuchada <br />tiene menos peligro de interferir el movimiento de la oración personal <br />ya iniciada. Si se ve conveniente, unos cuantos minutos por la tarde <br />permitirán reavivar la atención o anunciar el tema del día siguiente. <br />Sea como sea, la distensión y el buen humor deberán marcar esos <br />momentos. <br /><br />* * *<br /><br />Además de los «puntos», está el contacto personal, el cual es <br />obligado, como es obvio, cuando los Ejercicios se hacen <br />individualmente, pero que es preciso propiciar también cuando se <br />hacen en grupo. Podría discutirse interminablemente acerca de cual <br />de las dos formas de hacer los Ejercicios (individualmente o en grupo) <br />es preferible. La verdad es que una y otra forma tienen sus ventajas y <br />sus inconvenientes. Cada cual tendrá que ver lo que prefiere y optar <br />en consecuencia, sin dejarse llevar por la «moda» del momento. <br />¿Cual es el objeto de este contacto personal? El mismo que el del <br />«examen», del que hablaremos enseguida. ¿Por qué hablar de todo? <br />Porque es sumamente importante que caigamos en la cuenta de la <br />manera en que nos comportamos o, como dice Ignacio, «de las varias <br />agitaciones y pensamientos que los varios espíritus le traen» [EE, 17], <br />de las luces que se van recibiendo, de los obstáculos que se vea que <br />alienan nuestra libertad. De cualquier modo, cada cual deberá saber <br />sobre qué quiere hablar. El ejercitador debe mantenerse más bien a <br />la expectativa; su papel consiste en «recibir» aquello que le es <br />confiado y, si puede, reaccionar en consecuencia. Existe el riesgo de <br />que algunos se sientan desconcertados por este silencio y preferirían <br />que el ejercitador les preguntara cosas concretas. Semejante actitud <br />debe ser reconocida como una señal de que existe algún obstáculo <br />interior que convendría esclarecer, lo cual no hará sino que uno y otro <br />(ejercitador y ejercitante) sean en lo sucesivo más libres. <br />Esta manifestación de los pensamientos pertenece a una larga <br />tradición que desborda los limites del cristianismo: la del «maestro <br />espiritual». Una tradición que se funda en la ley de toda educación <br />verdaderamente profunda: nadie se forma por sé solo. <br />¿Existe alguna norma acerca de la frecuencia de estos contactos? <br />En algunos casos lo más conveniente será tener una serie de breves <br />entrevistas, tal vez una cada día o, en todo caso, tanto más <br />frecuentes cuanto menos experiencia tenga el ejercitante de este tipo <br />de «acompañamiento». A otras personas, mas habituadas a ello, les <br />resulta suficiente una conversación de vez en cuando. Lo que es <br />cierto es que, si se celebran en el momento adecuado, estos <br />encuentros sirven para evitar muchos errores, desalientos, pasos en <br />falso y pérdida de tiempo. Y conviene añadir que es muy útil atenerse <br />a la norma que uno se haya fijado al comienzo. A algunos puede <br />resultarles fastidioso tener que mantener cotidianamente este diálogo <br />que, en determinados días, les parece que no les supone provecho <br />alguno. Pero, al igual que en la oración, también en este punto es <br />preciso perseverar en la fe. <br />* * * <br />Hay ejercitantes que se preguntan si, cuando se hacen los <br />Ejercicios en grupo, no resultarle útil mantener reuniones en las que <br />se comparta y se dialogue en un clima de fraternidad. Por la <br />experiencia personal que yo tengo al respecto, soy más bien contrario <br />a este modo de proceder, sobre todo si los Ejercicios buscan un <br />objetivo concreto, como es, por ejemplo, }a elección de «estado de <br />vida». Por lo demás, tanto en este caso como en otros muchos, la <br />experiencia comunicada por otros tiene el peligro de interferir y <br />obstaculizar la propia dinámica personal, sobre todo cuando uno no <br />está aun muy seguro de si mismo. <br />De todos modos, ya sea que este diálogo se haga durante los <br />Ejercicios—lo cual es preferible—o después de éstos, con los amigos <br />o con la propia comunidad, parece conveniente hacer algunas <br />observaciones al respecto. <br />En primer lugar, es preciso que cuantos participen en el dialogo lo <br />hagan espontáneamente; pero no conviene que haya «oyentes por <br />libre» u observadores únicamente interesados en ver qué es lo que <br />ocurre. Este dialogo ha de ser un ejercicio espiritual en el que, como <br />en la oración, cada cual se compromete tal como es. <br />Para «recibir» lo que dice el otro y comunicar los propios <br />pensamientos, no estará de más que, antes de comenzar, se centre <br />uno en el silencio de la oración. Un silencio fecundo, lleno de esa fe <br />que tenemos en el Espíritu que inspira a unos y a otros. Esto es una <br />condición ineludible para un buen dialogo. <br />En segundo lugar, si a lo largo del diálogo siente alguien la <br />necesidad de hacer una observación o una pregunta, deberá hacerla <br />a partir del mencionado silencio, y no para oponerse o para discutir, <br />sino para «recibir» mejor lo que dice el otro o para permitirle que se <br />exprese mejor. <br />Este tipo de dialogo no es para sacar conclusiones ni para hacer <br />ningún balance. No se trata de juzgarse a si mismo ni a los demás, <br />sino de aceptarse mutuamente, con la dinámica que el Espíritu suscita <br />en cada cual. La finalidad de este dialogo no consiste en hacerse con <br />un «capital» espiritual del que poder hacer uso en lo sucesivo, sino en <br />aceptarnos tal como somos. Esta experiencia, que se hace por sí <br />misma y que es incomunicable en el fondo, cambia nuestro modo de <br />vivir nuestras relaciones ordinarias y nos sitúa en el plano de la fe. Al <br />igual que ocurre tras la participación eucarística, la vida sigue siendo <br />la misma, pero ya no se ven las cosas de la misma manera. <br />Y añadamos un ultimo consejo: conviene que el grupo no exceda <br />de siete u ocho personas. Un grupo más numeroso tiene el peligro de <br />no permitir que todo el mundo se exprese cómoda y libremente. <br />También puede suceder que los mas habituados a hablar <br />monopolicen el uso de la palabra y que el diálogo, en lugar de ser una <br />puesta en común, se convierta en una discusión ideológica. Si se <br />hace, todo el mundo debe estar en situación de igualdad. <br /><br />* * * <br /><br />Al concluir este apartado sobre el «acompañamiento», no estará <br />de más subrayar la ayuda que este libro puede aportar a quien se vea <br />inclinado a hacer sus Ejercicios totalmente a solas; sin nadie que le <br />acompañe. Como es de suponer que tenga una suficiente experiencia <br />de la vida espiritual, deberá conservar su libertad respecto de los <br />consejos y, sobre todo, los textos que en este libro se proponen. <br />Tiene una inmejorable oportunidad de escoger los que mas le <br />atraigan. Personalmente, cuando yo he hecho los Ejercicios a solas, <br />he recurrido al Éxodo, a los Salmos, a ciertos textos litúrgicos, a San <br />Juan, al Cantar de los Cantares y a otros libros de la Escritura. En <br />estos casos, el presente libro sirve únicamente de instrumento de <br />verificación de la experiencia. <br />La regla consiste en no ser esclavo de ninguna fórmula. «He dado <br />unos Ejercicios del mismo modo que los da usted», me ha dicho más <br />de uno, «y la cosa no ha funcionado...» «No me extraña nada», he <br />respondido. «Es señal de que lo que yo le he dicho, y usted ha <br />recibido de mi, no le ha servido para ser más usted mismo» <br /><br />* * * * *<br /><br /><br />3. EL ESFUERZO ESPIRITUAL<br />ORA/ESFUERZO-ESPA: Si hay una razón que justifique el <br />«acompañamiento», es que la «aventura» que se propone en los <br />Ejercicios no puede vivirse sin realizar un esfuerzo. Eso sí, no se trata <br />de cualquier esfuerzo. Son muchos los que se dejan engañar por su <br />misma generosidad. Imaginan que todo puede lograrse a base de <br />voluntad y se lanzan a tumba abierta a la oración, pero sin haber <br />sopesado previamente sus posibilidades y sin el más mínimo sentido <br />del discernimiento. <br />Ahora bien, precisamente las largas horas de oración y el absoluto <br />silencio en que nos sumergimos hacen que en el espíritu surjan <br />pensamientos o «mociones» de los que anteriormente no teníamos ni <br />idea. La soledad desempeña aquí el papel de «reveladora». A partir <br />de ella, toda nuestra «madeja» interior se desembrolla y se vuelve a <br />embrollar. En nuestras confusiones y distracciones, en el despertar de <br />nuestros deseos, ¿qué cosas son reacciones psicológicas y qué <br />cosas son el inicio de una moción espiritual? Todo se da al mismo <br />tiempo. Cada cual revela lo mas profundo de su propio ser, de lo cual <br />no tenia la menor idea en su vida ordinaria. <br />Muchos dicen: «hay que orar la propia vida» ¿Y qué es esa vida de <br />la que pretenden hacer oración? ¿Significa ir a Dios el llevar a la <br />oración las propias decepciones, las propias amarguras, las propias <br />críticas y los propios juicios sobre los demás? Por alguna parte hay <br />que empezar. Digamos, al menos, que orar la propia vida es <br />ofrecerse, con toda la propia complejidad humana, para que Dios la <br />purifique y la ilumine. O digamos, con san Ignacio, que es «pedir <br />gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones, acciones <br />y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de <br />su divina Majestad» [EE, 46]. Entonces comienza el verdadero <br />esfuerzo espiritual. <br />No basta con quedarse al nivel del acontecimiento o de la reacción <br />provocada por éste. He de descender a lo más profundo de mí para <br />captarme en mi capacidad de ser y de amar y, al mismo tiempo, he de <br />pedir al Espíritu que penetre en esa mi profundidad y cree en ella una <br />mirada y un corazón nuevos. Lo que de mí depende no es cambiar a <br />voluntad, sino suplicar: «¡Crea en mi, oh Dios, un corazón puro!» La <br />vida a la que yo aspiro es creación del Espíritu. Por eso, mediante un <br />acto de verdadera libertad, debo entrar en ese lugar secreto del <br />corazón en el que soy yo mismo, sin preocuparme de las miradas de <br />los demás ni de las fórmulas que deba emplear, con la seguridad de <br />que Dios ve en lo secreto y ha de darme el don del Espíritu. <br />La generosidad—una de las palabras más equivocas del lenguaje <br />espiritual—no consiste en provocar en uno mismo grandes <br />sentimientos, aunque sea al servicio de las más nobles causas, sino <br />en aceptar descender a lo más hondo de uno mismo para verse tal <br />como uno es y presentarse al Señor, a fin de que El realice en uno su <br />obra. Mi libertad, reconocida como el primer don que Dios me ha <br />otorgado para permitirme ir a El, se ofrece a la gracia para quedar un <br />poco más liberada gracias a ésta y, de ese modo, poder ofrecerse <br />sucesivamente a nuevos progresos. <br />Hay personas a las que este lenguaje les resulta un tanto curioso y <br />extraño, y querrían que se les indicaran unos objetivos concretos y <br />unas determinadas prácticas que realizar. Están esas personas <br />habituadas a vivir según el pensamiento de otras, e ignoran este <br />lenguaje de la libertad y la aceptación de sí. Sin embargo, únicamente <br />en la medida en que una persona desarrolle su propia personalidad, <br />sobre todo en el terreno de la relación y del amor, podrá ofrecer <br />asidero a la gracia. Todo está enlazado: la presencia a uno mismo es <br />condición para la presencia ante Dios, ante los demás y ante la vida. <br />La preocupación por la vida espiritual no debe llevar a la huida o al <br />desconocimiento de la naturaleza, so pena de originar los más graves <br />desastres y desengaños. <br />Esto es particularmente cierto respecto de la afectividad. El <br />esfuerzo realizado en la oración supone y pone en movimiento dicha <br />afectividad. Pero al amor no se accede del mismo modo que se <br />accede al objeto de la ciencia, porque se dirige a una persona viva, a <br />la que se conoce gracias a sucesivos acercamientos del corazón. <br />Desde este punto de vista, es correcto afirmar que quien no entiende <br />el lenguaje del amor humano difícilmente entenderá el lenguaje del <br />amor de Dios. Las crisis de la vida religiosa tienen muchas veces su <br />origen en el desequilibrio de una afectividad retardada o mal <br />desarrollada. <br /><br />* * * <br /><br />En suma, ¿cómo concebir el esfuerzo espiritual? Como huida de la <br />autocomplacencia y del repliegue en uno mismo. El verdadero <br />esfuerzo espiritual es aquel por el que una persona intenta salir de si <br />para apegarse a otra. El placer que entonces acompaña al don de si <br />o al encuentro con el otro es un placer bueno y querido por Dios. <br />Pero, si trato de hacer renacer ese placer sin que haya ningún objeto <br />que lo suscite, estaré cometiendo una impureza. Mi esfuerzo consistirá <br />en aceptar las necesarias purificaciones que la vida o las dificultades <br />de ésta le imponen a una afectividad aún vacilante. Y no trataré de <br />eludirlas, porque a través de ellas voy llegando progresivamente a <br />amar a Dios y al otro por si mismos. Al igual que sucede con el <br />crecimiento en el amor, este esfuerzo nunca tiene término. <br /><br />* * * <br /><br />EXAMEN-DE-CONCIENCIA: Para favorecer diariamente este <br />esfuerzo y ayudar al dialogo espiritual que le sirve de garantía, nada <br />más útil que esa experiencia que la tradición denomina examen de <br />conciencia, cuya naturaleza hemos deformado o hemos <br />malinterpretado con demasiada frecuencia. Por supuesto que para <br />corregirse de un defecto o adquirir un habito, o simplemente para <br />desarrollar la capacidad de atención, es bueno reservar, a lo largo del <br />día, unos momentos para detenernos, serenarnos y tomar nota de <br />nuestros avances y retrocesos. De este modo aprende la mente a <br />concentrarse en un objeto y a garantizar la continuidad en medio de la <br />dispersión de la vida. Pero no es preciso ser cristiano para actuar así. <br />También ha habido paganos y sabios en la antigüedad que hicieron <br />este tipo de examen de conciencia. Tal vez tengamos hoy una <br />excesiva tendencia a desdeñar esta ascesis, porque pensamos que <br />no es posible buscar a Dios desde una existencia disgregada y <br />carente de consistencia. <br />Dicho esto, el ejercicio en el que estamos pensando es otra cosa. <br />Es un medio para mantenerse a disposición del Espíritu Santo a partir <br />de lo que uno vive. Es algo relacionado con lo que más arriba <br />llamábamos la «manifestación de los pensamientos en el dialogo <br />espiritual». No se trata de analizar ni de replegarse sobre uno <br />mismo—una especie de narcisismo espiritual—; tampoco se trata de <br />un esfuerzo voluntarista de que no se nos pase nada por alto, debido <br />al deseo de una perfección que nadie nos exige, más que nosotros <br />mismos; se trata de una apertura de todo el ser al soplo de Dios, <br />desde la certeza de que el Espíritu de Dios no deja de actuar en <br />nosotros, como no dejó de actuar en Jesús, si nos esforzamos en <br />prestarle atención. Se trata, pues, ante todo, de un reconocimiento <br />cotidiano de la presencia de Dios en nosotros mediante su acción. <br />Hablando del examen, Ignacio lo describe, en primer lugar, como una <br />acción de gracias. Sólo después podré descubrir mis errores o mis <br />defectos. Y este descubrimiento se convertirá en una ocasión de <br />contar con la misericordia de Jesucristo, que es justicia de Dios para <br />mis pecados y para los del mundo entero (1 Jn 2,2). Nos hallamos, <br />pues, en las antípodas de lo que podría ser un ejercicio que <br />condujera a la falta de confianza en uno mismo o al miedo de obrar. <br />Lo que hace es situarnos en el centro mismo de una libertad que no <br />deja de crecer delante de Dios. Aun en medio de la banalidad de lo <br />cotidiano, experimentamos que «en todas las cosas interviene Dios <br />para bien de los que le aman. (Rm 8,28). La múltiple realidad en la <br />que nos vemos sumergidos con el correr de los días se unifica cada <br />vez más gracias a la intención de nuestro corazón, que se renueva y <br />se purifica en el examen. <br />Si en esta forma de oración que es el examen presto atención a mi <br />vida concreta, no es sólo para descubrir los obstáculos que hay en <br />ésta, sino también para determinar, de entre el abigarrado conjunto <br />de mis pensamientos, cuáles provienen de mi y cuáles son inspirados <br />por el buen o el mal espíritu. Concebido de este modo, el examen <br />forma parte de esa obra de discernimiento que, como dice Pablo, <br />«nos permite discernir, con un amor cada vez más abundante en <br />conocimiento perfecto, lo que resulta más conveniente para ser puros <br />y sin tacha para el Día de Cristo» (cfr. Flp 1,9-10). Como veremos al <br />final de este libro, este ejercicio cotidiano del examen conviene <br />vincularlo estrechamente con la «contemplación para alcanzar amor», <br />al objeto de que, «enteramente reconociendo, pueda en todo amar y <br />servir a su divina majestad» [EE, 233]. Ya no se trata únicamente de <br />una contemplación global de las obras de Dios en el universo, en <br />Jesucristo y en la Iglesia, sino de la aplicación de esta contemplación <br />a la obra que realiza en mí para hacerme acceder a la dinámica del <br />amor. <br />Es en esta amplia perspectiva como conviene tomar buena nota, y <br />de una manera muy precisa, de las luces recibidas y las mociones <br />interiores que las acompañan ¿Por qué no adoptar, ya desde el <br />comienzo de los Ejercicios, esta perspectiva interior respecto de las <br />motivaciones profundas que me han movido a hacerlos? ¿Qué era lo <br />que yo buscaba? Saber lo que quiero, y saber expresármelo a mí <br />mismo y a un «testigo», puede ser objeto tanto de un examen inicial <br />como de la primera entrevista con el ejercitador. De este modo <br />adquiriré, para lo sucesivo, el hábito de hacerme consciente de <br />cuanto acontece en mi oración y de cuanto la favorece: horario, <br />fidelidad, atmósfera del día, etcétera. Todo se tiene en cuenta y nada <br />queda excluido: nerviosismo, inquietudes, distracciones, gozo y paz, <br />así como el estado de salud física. E igualmente deberé considerar <br />los problemas que me preocupan, porque hay quienes los descartan <br />a priori como un obstáculo, mientras que otros desean integrarlos en <br />su oración. De hecho, el discernimiento se hace a partir de ellos, tras <br />haberlos objetivado; y se refiere más a mi manera de reaccionar ante <br />ellos que a la solución de los mismos. Al cabo de algunos días, si se <br />releen las notas tomadas, se percibirá una dominante. Y si hay que <br />tomar alguna decisión, el discernimiento ayuda a prepararla <br />serenamente. <br /><br />* * * <br /><br />La naturaleza de este examen, como la de la oración y la de todo <br />cuanto se refiere a la vida espiritual, sólo se descubre gradualmente. <br />Quien se apresura en exceso y cree haber comprendido <br />inmediatamente de lo que se trata, corre el peligro de hallarse <br />enseguida en un callejón sin salida o de incurrir en esos excesos de <br />los que tan frecuentemente se acusa al examen: escrúpulos, <br />narcisismo, intelectualización, mecanización de la vida espiritual... <br />Nada de esto deberá temer quien no vea en el examen más que un <br />medio para crecer en la libertad, en la autoconciencia y en la <br />disponibilidad interior. Quien así lo vea podrá incluso, con absoluta <br />confianza, aprovecharse de sus errores o de sus pasos en falso, <br />llegará a descubrir progresivamente su propio método y se mantendrá <br />espontáneamente fiel al mismo, porque se encontrará a sus anchas <br />en él. Su misma acción se convertirá en una incesante y simple unión <br />con Dios.<br /><br />* * * * *<br /><br />4. EL ITINERARIO<br />Antes de emprender la experiencia, digamos unas palabras acerca <br />del «itinerario», que presentamos como un recorrido de sucesivas <br />fases. Con ello no pretendemos hacer otra cosa que descubrir la <br />manera en que Dios se da a conocer a su criatura. La Biblia no es <br />sino la descripción de esa larga aventura a lo largo de la cual la <br />humanidad es introducida en el conocimiento de Dios. Y el Éxodo es <br />el ejemplo más llamativo. En el han descubierto los hombres de <br />espíritu de todos los tiempos—judios y cristianos—la andadura del <br />alma y de la humanidad hacia la Tierra Prometida. <br />En la práctica, lo que descubrimos son los progresivos avances del <br />bautizado en su crecimiento de fe en Jesucristo: purificación, <br />iluminación y unión con Dios y con sus hermanos. Son las etapas que <br />la liturgia de la Iglesia hace seguir al catecúmeno para iniciarlo en el <br />misterio cristiano. Y no puede haber para nosotros otra andadura <br />distinta de ésta, que es la que reemprendemos cada año a lo largo de <br />la Cuaresma, en la que la Iglesia propone a sus fieles unos <br />verdaderos Ejercicios Espirituales que les renueven en el espíritu del <br />Bautismo y de Pascua. <br />Los Ejercicios que proponemos no hacen sino condensar esta <br />andadura en un tiempo más o menos limitado. Son cuatro semanas, <br />cada una de las cuales, dice Ignacio, no ha de entenderse que «tenga <br />de necesidad siete u ocho días en si». [EE, 4]. La duración de cada <br />una queda a la discreción de los ejercitantes y del ejercitador, según <br />los frutos que se vea que se recogen. <br />Ninguna norma es absoluta a priori. La libertad del Espiritu—¡no la <br />fantasía!—es la ley que rige el empleo del tiempo de que se dispone, <br />tanto respecto de la materia propuesta como respecto de la manera <br />de proceder. «Usted, que da tantos Ejercicios a lo largo del año, <br />¿cómo hace sus propios Ejercicios?., me preguntaron un día unos <br />seminaristas africanos. Y mi respuesta fue: «De un modo muy distinto <br />de como digo a los demás que los hagan. Con esta «salida de tono. <br />pretendía dar a entender que la fidelidad inicial a la normativa <br />proporcionada por los Ejercicios le permite a uno estructurarse <br />espiritualmente y hacerse libre respecto del modo de llevar su vida, <br />sin por ello temer incurrir en una falsa libertad. Quien se somete a su <br />disciplina puede dejarse guiar por el Espíritu. <br />Lo que es propio de los Ejercicios, e indudablemente marca la vida <br />de quien los adopta como guía es el lenguaje de la elección, de la <br />decisión y de la libertad. La siguiente nota de los Ejercicios revela el <br />espíritu de su autor: «No... se engendre veneno para quitar la <br />libertad... de manera que... las obras y libero arbitrio reciban <br />detrimento alguno, o por nihilo se tengan» [EE, 369]. Lo que <br />pretenden los Ejercicios es formar una libertad que se recibe de Dios, <br />se desarrolla, se entrega y se elige para hacerse dócil al Espíritu <br />Santo. Una libertad que se ejerce en la gracia, según la synergia, que <br />dirían los griegos: acción común de Dios y del hombre. He ahí su más <br />valioso beneficio, que volveremos a encontrar, a lo largo de nuestra <br />vida, en los diversos Ejercicios que podamos hacer. Sin pretender <br />jamás haber alcanzado esa meta, sabemos que el Espíritu no deja de <br />renovar a quienes se confían a él para crecer, en la comunidad de <br />toda la Iglesia, en Cristo Jesús. <br /><br />* * * * *<br /><br />Textos con miras a la oración de estos días<br /><br />1. LUGAR DE LA ORACIÓN: <br />EL CORAZÓN (Mateo 6, 5-15) <br />Retírate a un lugar escondido, solo conocido por ti. No pretendas <br />hacer que te vean y representar un papel o repetir formulas <br />aprendidas. Siéntate tal cual eres ante tu Padre, que te ve en el <br />secreto de tu corazón. La oración es un acto de un ser libre, que sabe <br />ocupar su sitio ante Dios y ante los demás. <br /><br />2. ACTITUD DE QUIEN COMIENZA: <br />LA ZARZA ARDIENDO (Éxodo 3, 1-20) <br />Ante Dios que se te revela como fuego intocable, no pretendas <br />darle vueltas, ni comprenderlo por ti mismo. Descálzate. A Dios no se <br />le sorprende; él se revela, como dos personas se presentan <br />mutuamente. Entonces le conocerás en su misterio, mas allá de todo <br />lo que eres capaz de expresar, y por él serás revestido de tu misión. <br />Ve a presentarte al Faraón. Yo seré palabra en tus labios. <br /><br />3. FE EN LA SUPLICA (Lucas 11, 9-15) <br />En esta actitud, podrás pedir lo que tu corazón desea. ¿Como va el <br />Padre a negarte el Espíritu Bueno si tu se lo pides? Porque en <br />nosotros, que no sabemos lo que hemos de pedir para orar bien, el <br />Espíritu vierte gemidos inexpresables (Rm 8, 26-27). <br />Pide el Espíritu y el creará en ti el deseo.<br /><br />4. RUMIAR INTERIORMENTE LA PALABRA <br />PD/RUMIARLA: El creyente recuerda la palabra y se la repite a si <br />mismo: es la memoria del corazón, «escribe mis preceptos en las <br />tablillas de tu corazón». (Prov 7, 3). <br />«Yo no he olvidado tu palabra» (Sal 119-118).<br />El la rumia dentro de si mismo para aprender la Sabiduría y hace <br />de ella sus delicias: el corazón es lugar de inteligencia (todo el Sal <br />119-118) 32<br /><br />Los ejercicios nos invitarán a recordar, a reflexionar, luego a aplicar la <br />voluntad. Es el ritmo normal de la oración que se aprende en la escuela de <br />la Escritura. En ella encontramos el gusto de las cosas. <br />5 ¿A QUIEN COMUNICA DIOS LA SABIDURÍA? <br />A los que reconocen que él es su fuente (Bar 3 a 4, 4).<br />A los que la piden: oración de Salomón pidiéndola (Sab 8, 7 a 9).<br />A los pequeñuelos (Lc 10, 21-22).<br />A los corazones que se abren: el sembrador (Lc 8, 4-15).<br />A los que viven en el amor fraterno (Mt 5, 23-24; el Cenáculo: Hech <br />1, 12-14).<br /><br />«Cuidado con vuestra manera de escuchar» (Lc 8,18). Los Ejercicios <br />proponen una manera de disponerse a los dones de Dios. <br /><br />JEAN LAPLACEMANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-20169159146427747422006-12-02T15:29:00.001-08:002006-12-02T16:04:01.005-08:00EJERCICIOS ESPIRITUALES IGNACIANOS. www.ciberiglesia.netRepasa esta www.motivaciones.org<br />Esta web contiene muchas ideas para predicar<br /><br /><br />Ocho regalos que no cuestan un centavo<br />Autor:<br /> <br /><br />1.- El regalo de Escuchar. <br />Pero realmente escuchar, sin interrumpir, bostezar, o criticar. Sólo <br />escuchar. <br /><br />2.- El regalo del Cariño. <br /><br />Ser generoso con besos, abrazos, palmadas en la espalda y apretones de <br />manos, estas pequeñas acciones demuestra el cariño por tu familia y <br />amigos. <br /><br />3.- El regalo de la sonrisa. <br />Llena tu vida de imágenes con sonrisas, dibujos, caricaturas y tu <br />regalo dirá: "me gusta reír contigo" <br /><br />4.- El regalo de las notas escritas. <br /><br />Esto puede ser un simple "gracias por ayudarme", un detalle como estos <br />puede ser recordado de por vida Y TAL VEZ CAMBIARLA. <br /><br />5.- El regalo de un cumplido. <br />Un simple y sincero "te ves genial de rojo", "has hecho un gran <br />trabajo" o "fue una estupenda comida" puede hacer especial un día. <br /><br />6.- El regalo del favor. <br /><br />Todos los días procura hacer un favor.<br /><br />7.- El regalo de la soledad. <br /><br />Hay días que no hay nada mejor que estar solo. Sé sensible a aquellos <br />días y da este regalo o solicítalo a los demás. <br /><br />8.- El regalo de la disposición a la gratitud. <br /><br />La forma más fácil de hacer sentir bien a la gente es decirle cosas <br />que no son difíciles de decir como "Hola" y "Muchas Gracias". <br /><br />Los amigos son raras joyas, que pueden hacerte enojar y sonreír, que <br />poco a poco aprenden a escuchar, a alentarte y ellos siempre abrirán su <br />corazón a nosotros. Demuéstrale a tus amigos lo mucho que los estimas <br />regalándoles este mensaje.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Decálogo del periodista<br />Autor: Manuel Lozano Garrido<br />Obtenido en: Periodismo Católico<br /> <br /> <br />1. Da gracias al ángel que clavó en tu frente el lucero de la verdad y lo bruñe a todas horas.<br /><br />2. Cada día alumbrarás tu mensaje con dolor, porque la verdad es un ascua que se arranca del cielo y quema las entrañas para iluminar, pero tú cuida de llevarla dulcemente hasta el corazón de tus hermanos.<br /><br />3. Cuando escribas lo has de hacer: de rodillas para amar; sentado para juzgar; erguido y poderoso, para combatir y sembrar.<br /><br />4. Abre pasmosamente tus ojos a lo que veas y deja que se te llene de sabia y frescura el cuenco de las manos, para que los otros puedan tocar ese milagro de la vida palpitante cuando te lean.<br /><br />5. El buen peregrino de la palabra pagará con moneda de franqueza, la puerta que se le abre en la hospedería del corazón.<br /><br />6. Trabaja el pan de la limpia información con la sal del estilo y la levadura de lo eterno y sírvela troceada por el interés, pero no le usurpes al hombre el gozo de saborear, juzgar y asimilar.<br /><br />7. Árbol de Dios, pídele que te haga roble, duro e impenetrable al hacha de la adulación y el soborno, pero con tu frente en las ramas a la hora de la cosecha.<br /><br />8. Si a tu silencio se llama fracaso porque la luz falta a la cita, acepta y calla. Pobre del ídolo que tiene los pies del barro de la mentira. Pero ojo a su vez, con la vanagloria del mártir cuando las palabras no suenan por cobardía.<br /><br />9. Siégate la mano que va a mancillar, porque las salpicaduras en los cerebros, son como sus heridas, que nunca se curan.<br /><br />10. Recuerda que no has nacido para prensa de colores. Ni confitería, ni platos fuertes: sirve mejor el buen bocado de la vida limpia y esperanzadora, como es.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Decálogo del predicador<br />Autor:<br /> <br /> <br />1.- No subas al estrado sin saber lo que vas a decir. Y cuando lo hayas dicho, bájate. No te alargues inútilmente.<br /><br />2.- Hazte el guión de lo que vas a decir. En el papel o en la cabeza.<br /><br />3.-Procura despertar en el oyente interés por lo que dices. Si no, desconectará.<br /><br />4.- Que lo que dices sea provechoso para el oyenhte. Nuestra misión no es entretener, sino evangelizar.<br /><br />5.- La brevedad no es el supremo de los valores. No debemos sacrificar lo importante para ser breves. Pero es verdad aquello de que «lo bueno y breve es dos veces bueno».<br /><br />6.- Habla con naturalidad. Lo teatral es repelente.<br /><br />7.- Procura hablar de modo que te entienda todo el mundo, pero con toda exactitud para que las personas cultas acepten lo que dices.<br /><br />8.- Para comunicar una idea es necesario que tú estés convencido de lo que dices.<br /><br />9.- Si te ayudas de aparatos técnicos, debes preocuparte de que funcionen perfectamente. Es un desprestigio para el Evangelio usar aparatos malos mientras que el MAL se difunde con técnica excelente. La técnica punta debe estar al servicio de la evangelización. <br /><br />10.- No pretendas jamás tu propio éxito personal, sino el bien de las almas. Buscar el éxito debe ser tan sólo para facilitar la evangelización.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />DECÁLOGO DEL PREDICADOR <br /><br /><br /><br />1. No subas al ambón sin saber lo que vas a decir. Y cuando lo <br />hayas dicho, bájate: no te alargues inútilmente. <br /><br /><br />2. Hazte el guión de lo que vas a decir: en el papel o en la cabeza. <br /><br /><br />3. Procura despertar en el oyente interés por lo que dices. Si no, <br />desconectará de tu predicación. <br /><br /><br />4. Que lo que dices, sea provechoso para el oyente. La misión del <br />predicador no es entretener, sino evangelizar. <br /><br /><br />5. La brevedad no es el supremo de los valores: no debemos sa- <br />crificar lo importante para ser breves. Pero es verdad aquello de <br />que «lo bueno y breve es dos veces bueno». <br /><br /><br />6. Habla con naturalidad: lo teatral puede resultar repelente.<br /><br /> <br />7. Procura hablar de modo que te entienda todo el mundo, pero <br />con toda precisión para que las personas cultas acepten lo que <br />dices. <br /><br /><br />8. Para comunicar una idea es necesario que tú estés convencido <br />de lo que dices: no prediques lo que no vives. <br /><br /><br />9. Si te ayudas de aparatos técnicos, debes preocuparte de que <br />funcionen perfectamente. Es un desprestigio para el Evangelio <br />usar aparatos malos mientras que el mal se difunde con técnica <br />excelente. La tecnología punta puede ponerse al servicio de la <br />evangelización. <br /><br /><br />10. No pretendas jamás tu propio éxito personal, sino el bien de <br />las almas. Buscar el éxito debe ser tan sólo para facilitar la evan- <br />gelización. <br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />www.vidasacerdotal.org---------------Se puede consultar esta página para temas sacerdotales.<br /><br /><br /><br />CURSO DE RETIRO PARA SACERDOTES, (ESTOS SON DEL PALO)<br /><br /><br /><br /><br />Para facilitar la tarea del predicador del Curso de retiro, se ofrece un esquema de un Curso de retiro en cuatro días. Se ha pensado en un Curso de retiro con cuatro Meditaciones o Pláticas, que se pueden dar en la capilla u oratorio, y una charla que se puede tener en una salita o en otro contexto. Los temas que se han escogido para las Meditaciones sirven más para que el sacerdote predicador ayude a los asistentes a hacer un rato de oración. Las charlas, por su parte, tienen un contenido más expositivo o doctrinal.<br /><br />Se ha pensado en cuatro días completos. A estas Meditaciones se pueden añadir una Meditación introductoria, la tarde del día en que se llega, y otra Meditación de conclusión, la mañana del último día en que los asistentes se vuelven.<br /><br />Este es el esquema:<br /><br />Meditación introductoria: El ciego de Jericó<br /><br />Día 1º:<br /><br />Afán de santidad<br />Vocación<br />Filiación divina<br />Vida de oración<br />Charla: Unión con el Papa y con el Odinario<br /><br />Día 2º:<br /><br />Trato con el Señor<br />Postrimerías<br />Templanza<br />Pobreza cristiana<br />Charla: Castidad y celibato<br /><br />Día 3º:<br /><br />Humildad<br />Vida de trabajo<br />Formación<br />Apostolado<br />Charla: Confesión: frecuencia de la confesión propia, y modo de confesar<br /><br />Día 4º:<br /><br />Fraternidad sacerdotal<br />Vida eucarística<br />Amor a la Cruz<br />La Virgen María, Madre de los sacerdotes<br />Charla: piedad litúrgica<br /><br />Meditación final: el plan de vida<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />CAPITULO I.<br />GENERALIDADES DE LOS EJERCICIOS IGNACIANOS <br />• ¿Que es hacer Ejercicios?<br />• Normas practicas para hacer bien los Ejercicios<br />• El silencio<br />1. Coloquio con Jesucristo<br />2. Oración para alcanzar el silencio<br />• La reflexión<br />Método para meditar y examen de cada meditación<br />• La oración<br />1. Consejos para orar<br />2. Oraciones usuales<br />Padrenuestro<br />Credo de los apóstoles<br />Yo pecador<br />Alma de Cristo<br />Ojos de Jesús, mírenme<br />Toma, Señor<br />Señor mío, Jesucristo<br />Espíritu Santo<br />Gloria<br />Ave María<br />Memorare<br />La Salve<br />CAPITULO II.<br />LITURGIAS DE LOS EJERCICIOS <br />• Ofrecimiento de obras<br />• Oración previa a cada meditación<br />• Bendición de la mesa<br />• Santa Misa dialogada<br />• Vía Crusis<br />• Santo Rosario y Letanías de la Virgen<br />• Angelus<br />• Oración de la noche<br />CAPITULO III.<br />COMIENZO DE LOS EJERCICIOS <br />• Oración para el acto de comenzar los Ejercicios<br />• El Principio y Fundamento de los Ejercicios de San Ignacio<br />• Preces de los Ejercicios<br />• Oración para hacer bien los Ejercicios<br />• Oración a San Ignacio de Loyola<br />• Oración de Clemente IX<br />• Oración para decidir<br />AL RITMO DE LAS CUATRO ETAPAS<br />CAPITULO IV.<br />PRIMERA ETAPA: ORIENTACIÓN Y CONTRICIÓN <br />• Notas<br />• Tarea<br />• Oración matutina comanditaria<br />• Preces de la primera etapa<br />1. Memorare<br />2. Jesucristo, medico del alma<br />3. Acto de perfecta contrición<br />4. Nos has hecho para Ti<br />5. Salmo 129. Desde el abismo clamo a Ti<br />6. Acto de desagravio<br />7. A San Ignacio de Loyola<br />• Examen de la primera etapa<br />CAPITULO V.<br />EL PROBLEMA DE TU PASADO: LA CONFESIÓN <br />• Preparación para la Confesión<br />• Advertencias antes del examen de conciencia<br />• Examen general de conciencia para la Confesión<br />1. Los mandamientos<br />a. Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios<br />b. Los Mandamientos de la Iglesia<br />2. Los pecados capitales<br />3. Las obligaciones particulares (Maestros, catedráticos, profesores, patronos, obreros, jefes y oficiales, jueces y abogados, médicos, estudiantes, solteros)<br />CAPITULO VI.<br />EXAMEN PRACTICO DE CONCIENCIA PARA LA REFORMA <br />• Ejercicio importante<br />• Modo de hacer este examen<br />• Cristianos siempre en todo<br />• Examen del tiempo<br />• Examen de las obligaciones religiosas<br />• Examen de la vida de familia<br />• Examen de la profesión<br />• Examen del carácter<br />• Examen de las mortificaciones<br />• Examen de la riqueza<br />• Examen de los bienes<br />• Examen de las virtudes<br />• Examen de los vicios<br />• Examen de los peligros<br />• Examen de las omisiones<br />• Examen de las diversiones<br />• Examen de amistades y reuniones<br />• Examen de todo<br />• Frutos de este examen<br />CAPITULO VII.<br />SEGUNDA ETAPA: TU DECISIÓN DE SALVACIÓN <br />• Notas<br />• Tarea<br />• Oración matutina comunitaria<br />• Preces de la segunda etapa<br />1. Madre mía Inmaculada<br />2. Jesucristo, Maestro<br />3. Acto de confianza<br />4. Nobleza<br />5. Cristo, tómanos a tu servicio<br />6. Piedad<br />7. Acto de reparación<br />• Examen de la segunda etapa<br />CAPITULO VIII.<br />EL PROBLEMA DE TU PORVENIR <br />• La necesidad de elegir<br />• La elección<br />1. Elección de estado<br />2. La vocación en general<br />3. Vocación para el matrimonio<br />4. Vocación para el estado religioso<br />5. Vocación para el sacerdocio<br />6. El tercer estado<br />• Modo de hacer la elección<br />CAPITULO IX.<br />TERCERA ETAPA: TU GENEROSIDAD CON JESUCRISTO <br />• Notas<br />• Tarea<br />• Oración matutina comunitaria<br />• Preces de la tercera etapa<br />1. Ofrenda<br />2. Memorare<br />3. Preces de la Pureza<br />4. Oh amabilísimo Verbo de Dios<br />5. Oración para conocer y cumplir la voluntad de Dios<br />6. Oración para la elección de estado<br />7. Oración de San Francisco<br />• Examen de la tercera etapa<br />CAPITULO X.<br />REFORMA DE TU VIDA Y TU PLAN DE VIDA <br />• Reforma de vida<br />• Esquemas de una buena reforma<br />• Contenida del plan de vida<br />• Los propósitos<br />• Mis planes y mis propósitos ante el Señor<br />CAPITULO XI.<br />CUARTA Y ULTIMA ETAPA: TU INTIMIDAD CON JESUCRISTO <br />• Comunión espiritual<br />• Visita al Santísimo Sacramento<br />• Quince minutos en compania de Jesús Sacramentado<br />• Invocaciones al Corazón de Jesús<br />• Oh Jesús de Misericordia<br />• Ofrecimiento de la Reforma<br />• Oración al terminar los Ejercicios<br />• Examen de la cuarta etapa<br />CAPITULO XII.<br />RECOMENDACIONES FINALES: LA PERSEVERANCIA Y MEDIOS PARA LOGRARLA <br />• Fin de Ejercicios... ¿y ahora que?<br />• Medios para la perseverancia<br />• Oraciones<br />1. Para alcanzar la perseverancia<br />2. Oh Santísimo Jesús<br />3. Para tener una buena muerte<br />4. Consagración al Corazón de Jesús<br />5. No me mueve mi Dios, para quererte<br />Apéndice A.<br />CANTOS E HIMNOS RELIGIOSOS <br />• De penitencia<br />Perdón, oh Dios mío<br />Amante Jesús mío<br />Perdona a tu pueblo, Señor<br />• Eucarísticos<br />Pange lingua<br />Tantum ergo<br />Cantemos al Amor de los amores<br />Tu reinaras<br />• A Jesús<br />Pescador de hombres<br />Oh Buen Jesús<br />Eres Tu, Jesús<br />• A la Santísima Virgen<br />Oh María, madre mía<br />Santa María del Camino<br />Ave María de Lourdes<br />• Himnos<br />Marcha de San Ignacio de Loyola<br />Himno de la Agrupación Católica Universitaria<br />Apéndice B.<br />RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN AGRUPACIONAL <br /><br /><br /><br />EJERCICIOS ESPIRITUALES DE DOMINICOS...www.frayescoba.info<br /><br />Para escuchar por internet<br /> <br />Ejercicios Espirituales a las monjas dominicas de Paterna sobre la Primera Carta de San Pablo a los Corintios. 24 al 31 de octubre 2006 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre Hebreos a las monjas dominicas de Lerma (Burgos). Junio 2006 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la Encíclica "Deus caritas est" a las monjas dominicas de Xàtiva (Valencia). Marzo 2006 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Novena a Jesús de Medinaceli - Iglesia de San Miguel (Palencia), 20 al 28 de febrero 2006 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la Carta a los Efesios -Quejana (Alava)- 4-16 diciembre 2005 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre Colosenses a las monjas dominicas de Gerona - Noviembre 2005- (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la carta a los Filipenses a las monjas Cistercienses de Teror (Canarias) - Oct/Noviembre 2005- (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Novena a la Virgen de Fátima - Cáceres, 4 al 12 de mayo 2005 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la Eucaristía a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados -Carmona Febrero 2005- (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la Carta a los Gálatas -Quejana (Alava)- 19-22 diciembre 2004 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre el Rey David a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados -Vigo- Octubre 2004 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre el Génesis a monjas dominicas comtemplativas de Paterna -Valencia- Octubre 2004 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />"Carta de San Pablo a los Romanos" en Retiro de Cangas (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre el Evangelio de S. Mateo en Toledo (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre el Evangelio de S. Juan a monjas contemplativas en Lerma y Ruiloba (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /><br /><br /><br /><br />EJERCICIOS ESPIRITUALES DE JUAN PABLO II<br /><br /><br />Una bellísima predicación de monseñor Nguyên Van Thuân para los Ejercicios Espirituales de Juan Pablo II<br />Habla monseñor Van Thuân, predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa <br /><br />1. LA ESPERANZA, EL GRAN DESAFIO PARA EL MUNDO CONTEMPORANEO<br />2. DIOS, LA UNICA CERTEZA TRAS TRECE AÑOS DE CARCEL <br />3. EL SECRETO DEL LA SANTIDAD: VIVIR CADA DIA COMO SI FUERA EL ULTIMO <br />4. «PADRE, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?», EL MISTERIO DE LA CRUZ <br />5. LA EUCARISTÍA CAMBIO LA VIDA EN EL CAMPO DE REEDUCACION COMUNISTA <br />6. LA FUERZA DE LOS CRISTIANOS ESTA EN SU DEBILIDAD <br />7. EL SECRETO DE LA ESPERANZA, «REGRESAR A JERUSALEN» <br /><br />TRAS TRECE AÑOS EN LA CARCEL, AMO A CRISTO POR SUS «DEFECTOS»<br />Habla monseñor Van Thuân, predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 12 mar (Palabra).- Desde que en 1698 un antepasado suyo, ministro del rey y embajador en China, recibió el bautismo, comenzó la persecución. El rey le quitó todas sus posesiones y le expulsó. Desde entonces su familia sufre la persecución. En 1975, Pablo VI le nombró arzobispo de Ho Chi Minh (la antigua Saigón), pero el gobierno comunista definió su nombramiento como un complot y tres meses después le encarceló. Durante trece años estuvo encerrado en las cárceles vietnamitas. Nueve de ellos, los pasó régimen de aislamiento. Una vez liberado, fue obligado a abandonar Vietnam a donde no ha podido regresar, ni siquiera para ver a su anciana madre. Ahora es presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz de la Santa Sede. A pesar de tantos sufrimientos, o quizá más bien gracias a ellos, este arzobispo, François Xavier Nguyên Van Thuân, es un gran testigo de la fe, de la esperanza y del perdón cristiano. <br /><br />Testigo de esperanza <br /><br />Desde este domingo, hasta el próximo sábado, monseñor Van Thuân predica los ejercicios espirituales a Juan Pablo II y a sus colaboradores de la Curia romana. Y, obviamente, el tema de las meditaciones será el de la esperanza. «Esperanza en Dios», «Esperanza contra toda esperanza», «Aventura y alegría de la esperanza», «Renovación y pueblo de la esperanza» son los títulos de algunas de las meditaciones que ha preparado para el Papa. No es casualidad que el libro que ha difundido en todo el mundo (traducido en once idiomas) en el que narraba sus años de cárcel llevase precisamente por título «El camino de la esperanza». <br /><br />Una esperanza que nunca ha desfallecido en él, ni siquiera el 16 de agosto de 1975, cuando fue arrestado y transportado en la noche a 450 kilómetros de Saigón, en la más absoluta de las soledades. Su única compañía, el rosario. En esos momentos --explica Van Thuân--, cuando todo parecía perdido, se abandonó en manos de la Providencia. A los compañeros de prisión no católicos que le preguntaban cómo podía seguir esperando, les respondía: «He abandonado todo para seguir a Jesús, porque amo los defectos de Jesús». <br /><br />Los «defectos» de Jesús, de hecho, serán uno de los argumentos que afrontará el predicador del Papa en estos ejercicios espirituales. Estos son algunos de ellos. <br /><br />Jesús no tiene memoria <br /><br />«En la Cruz, durante su agonía, el ladrón le pide que se recuerde de él cuando llegara a su Reino. Si hubiera sido yo --reconoce monseñor Van Thuân-- le hubiera respondido: "no te olvidaré, pero tienes que expiar tus crímenes en el purgatorio". Sin embargo, Jesús, le respondió: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso". Había olvidado los pecados de aquel hombre. Lo mismo sucedió con Magdalena, y con el hijo pródigo. Jesús no tiene memoria, perdona a todo el mundo». <br /><br />Jesús no sabe matemática ni filosofía <br /><br />«Jesús no sabe matemáticas --continúa diciendo Van Thuân al hablar de los «defectos» de Jesús--. Lo demuestra la parábola del Buen Pastor. Tenía cien ovejas, se pierde una de ellas y sin dudarlo se fue a buscarla dejando a las 99 en el redil. Para Jesús, uno vale lo mismo que 99 o incluso más». <br /><br />«Además, Jesús no es un buen filósofo. Una mujer que tiene diez dracmas, perdió una y encendió una luz para buscarla. Cuando la encuentra llama a sus vecinas y les dice: "Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido". ¿Es lógico molestar a las amigas tan sólo por una dracma y después organizar una fiesta por haberla encontrado?. Además, al invitar a sus amigas a la fiesta, se gasta más dinero que el valor de la dracma. De este modo, Jesús explica la alegría de Dios por la conversión de un solo pecador». <br /><br />Jesús es un aventurero sin idea de economía <br /><br />«Jesús es un aventurero --afirma Van Thuân--. Quien quiere ganarse el consenso de la gente se presenta con muchas promesas, mientras que Jesús promete a quien lo sigue procesos y persecuciones, y sin embargo, desde hace dos mil años, constatamos que no sigue habiendo aventureros que siguen a Jesús». <br /><br />«Jesús no tiene ni idea de financia ni de economía --añade el arzobispo vietnamita--. En la parábola de los obreros de la viña, el patrón paga el mismo sueldo a quien trabaja desde primeras horas de la mañana, y a quien comienza a trabajar por la tarde. ¿Se equivocó al echar cuentas? ¿Cometió un error? No, lo hace a propósito, pues Jesús no nos ama por nuestros méritos, su amor es gratuito y los supera infinitamente. Jesús tiene "defectos" porque ama. El amor auténtico no razona, no calcula, no pone barreras ni condiciones, no construye fronteras y no recuerda las ofensas». <br /><br />Amar a los enemigos <br /><br />--Zenit: Amar a los enemigos es otro de los temas que usted ha escogido para los ejercicios espirituales del Papa. <br /><br />--Monseñor Van Thuân: Un distintivo particular del amor cristiano es el amor a los enemigos, con frecuencia incomprensible para quien no cree. Un día, uno de los guardias de la cárcel me preguntó: "Usted, ¿nos ama?". Le respondí: "Sí, os amo". "¿Nosotros le hemos tenido encerrado tantos años y usted nos ama? No me lo creo...". Entonces le recordé: "Llevo muchos años con usted. Usted lo ha visto y sabe que es verdad". El guardia me preguntó: "Cuando quede en libertad, ¿enviará a sus fieles a quemar nuestras casas o a asesinar a nuestros familiares?". "No --le respondí-- aunque queráis matarme, yo os amo". "¿Por qué?", insistió. "Porque Jesús me ha enseñado a amar a todos, también a los enemigos --aclaré--. Si no lo hago no soy digno de llevar el nombre de cristiano. Jesús dijo: "amad a vuestros enemigos y rezad por quienes os persiguen". "Es muy bello, pero difícil de entender", comentó al final el guardia. <br /><br />--Zenit: Sucede lo mismo con el perdón: muchos lo invocan pero pocos lo viven... <br /><br />--Monseñor Van Thuân: Los escribas y los fariseos se escandalizan porque Jesús perdona los pecados. Sólo Dios puede perdonar los pecados. El amor misericordioso resucita a los muertos, física y espiritualmente. Jesús siempre perdonó a todos. Perdonó cualquier pecado, por más grave que fuera. Con su perdón dio nueva vida a muchas personas hasta el punto de que se convirtieron en instrumentos de su amor misericordioso. Hizo de Pedro, quien le negó tres veces, su primer vicario en la tierra, y de Pablo, perseguidor de cristianos, apóstol de las gentes, mensajero de su misericordia, pues, como él decía, "allí donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia"». <br /><br />--Zenit: Parafraseando a Martin Luther King, ¿cuáles son los sueños de un hombre lleno de esperanza, como monseñor Van Thuân? <br /><br />--Monseñor Van Thuân: Sueño una Iglesia que sea Puerta Santa, que abrace a todos, que esté llena de compasión y comprensión por todos los sufrimientos de la humanidad. Sueño una Iglesia que sea pan, Eucaristía, que sea don y dejarse comer por todos, para que el mundo tenga vida en abundancia. Sueño una Iglesia que lleve en su corazón el fuego del Espíritu Santo, pues allí donde está el Espíritu hay libertad, diálogo sincero con el mundo, discernimiento de los signos de nuestros tiempos. La doctrina social de la Iglesia, instrumento de la evangelización, nos ayuda a hacer este discernimiento en los cambios sociales de hoy. <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />LA ESPERANZA, EL GRAN DESAFIO PARA EL MUNDO CONTEMPORANEO <br />Primeras reflexiones de los Ejercicios Espirituales del Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 12 mar (Palabra).- Juan Pablo II comenzó en la tarde de hoy los Ejercicios Espirituales, una semana especialmente dedicada a la oración en la que suspenderá todos sus encuentros públicos. De hecho, no tendrá lugar ni siquiera su tradicional audiencia de los miércoles con los peregrinos. El predicador de los ejercicios, el arzobispo François Xavier Nguyên Van Thuân (trece años de su vida pasados en las cárceles de Vietnam) quiso dedicar su primera meditación al tema «Ante el misterio de Dios». <br /><br />El amor, la única certeza <br /><br />«Estos días de ejercicios son un tiempo propicio para cantar nuestra gratitud al Señor --dijo Van Thuân dirigiéndose al Papa y a sus colaboradores de la Curia romana-- pues "su misericordia es eterna". "Levanta del polvo al indigente y de la inmundicia al pobre para que se siente entre los príncipes de su pueblo"». «No hemos sido escogidos a causa de nuestros méritos, sino sólo por su misericordia. "Te he amado con un amor eterno, dice el Señor". Esta es nuestra seguridad. Este es nuestro orgullo: la conciencia de ser llamados y escogidos por amor». <br /><br />Pecadores y prostitutas, antepasados de Jesús <br /><br />Al afrontar el complejo problema pecado y de la Gracia, monseñor Van Thuân explicó que «Si consideramos los nombre de los reyes presentes en el libro de la genealogía de Jesús, podemos constatar que sólo dos de ellos fueron fieles a Dios: Ezequiel y Jeroboam. Los demás fueron idólatras, inmorales, asesinos... En David, el rey más famoso de los antepasados del Mesías, se entrecruzaba santidad y pecado: confiesa con amargas lágrimas en los salmos sus pecados de adulterio y de homicidio, especialmente en el Salmo 50, que hoy es una oración penitencial repetida por la Liturgia de la Iglesia. Las mujeres que Mateo nombra al inicio del Evangelio, como madres que transmiten la vida y la bendición de Dios en su seno, también suscitan conmoción. Todas se encontraban en una situación irregular: Tamar es una pecadora, Rajab una prostituta, Rut una extranjera, de la cuarta mujer no se atreve a decir ni siquiera el nombre. Sólo dice que había sido "mujer de Urías", se trata de Betsabé». <br /><br />El pecado exalta la misericordia de Dios <br /><br />«Y sin embargo --añadió el arzobispo vietnamita-- el río de la historia, lleno de pecados y crímenes, se convierte en manantial de agua limpia en la medida en que nos acercamos a la plenitud de los tiempos: en María, la Madre, y en Jesús, el Mesías, todas las generaciones son rescatadas. Esta lista de nombres de pecadores y pecadoras que Mateo pone de manifiesto en la genealogía de Jesús no nos escandaliza. Exalta el misterio de la misericordia de Dios. También, en el Nuevo Testamento, Jesús escogió a Pedro, que lo renegó, y a Pablo, que lo persiguió. Y, sin embargo, son las columnas de la Iglesia. Cuando un pueblo escribe su historia oficial, habla de sus victorias, de sus héroes, de su grandeza. Es estupendo constatar que un pueblo, en su historia oficial, no esconde los pecados de sus antepasados», como sucede con el pueblo escogido. <br /><br />Esperar hoy <br /><br />La conciencia de la fragilidad del hombre y sobre todo del amor de Dios constituyen las grandes garantías de la esperanza. Van Thuân reconoce que «todo el Antiguo Testamento está orientado a la esperanza: Dios viene a restaurar su Reino, Dios viene a restablecer la Alianza, Dios viene para construir un nuevo pueblo, para construir una nueva Jerusalén, para edificar un nuevo templo, para recrear el mundo. Con la encarnación, llegó este Reino. Pero Jesús nos dice que este Reino crece lentamente, a escondidas, como el grano de mostaza... Entre la plenitud y el final de los tiempos, la Iglesia está en camino como pueblo de la Esperanza». <br /><br />«Hoy día, la esperanza es quizá el desafío más grande --concluyó el predicador vietnamita-- Charles Péguy decía: "La fe que más me gusta es la esperanza". Sí, porque, en la esperanza, la fe que obra a través de la caridad abre caminos nuevos en el corazón de los hombres, tiende a la realización del nuevo mundo, de la civilización del amor, que no es otra cosa que llevar al mundo la vida divina de la Trinidad, en su manera de ser y obrar, tal y como se ha manifestado en Cristo y transmitido en el Evangelio. Esta es nuestra vocación. Hoy, al igual que en los tiempos del Antiguo y del Nuevo Testamento, actúa en los pobres de espíritu, en los humildes, en los pecadores que se convierten a él con todo el corazón». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />DIOS, LA UNICA CERTEZA TRAS TRECE AÑOS DE CARCEL <br />Esta esperanza es la gran respuesta que pide el mundo a los cristianos <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 13 mar (Palabra).- En el segundo día de esta semana dedicada por Juan Pablo II al silencio y la oración, el predicador de los Ejercicios Espirituales, en los que también participan los colaboradores del pontífice, ha afrontado el tema de la «Esperanza en Dios». En un mundo en continua contradicción entre el progreso y la barbarie, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân, reconoció que la vida sólo puede encontrar verdadero sentido y esperanza en Dios. <br /><br />En una celda sin ventanas <br /><br />«Durante mi larga tribulación de nueve años de aislamiento en una celda sin ventanas --confesó el prelado--, iluminado en ocasiones con luz eléctrica durante días enteros, o a oscuras durante semanas, sentía que me sofocaba por efecto del calor, de la humedad. Estaba al borde de la locura. Yo era todavía un joven obispo con ocho años de experiencia pastoral. No podía dormir. Me atormentaba el pensamiento de tener que abandonar la diócesis, de dejar que se hundieran todas las obras que había levantado para Dios. Experimentaba una especie de revuelta en todo mi ser». <br /><br />Sólo Dios <br /><br />«Una noche, en lo profundo de mi corazón, escuché una voz que me decía: "¿Por qué te atormentas así? Tienes que distinguir entre Dios y las obras de Dios. Todo aquello que has hecho y querrías continuar haciendo: visitas pastorales, formación de seminaristas, religiosos, religiosas, laicos, jóvenes, construcción de escuelas, misiones para la evangelización de los no cristianos..., todo esto es una obra excelente, pero son obras de Dios, no son Dios. Si Dios quiere que tú dejes todas estas obras poniéndote en sus manos, hazlo inmediatamente y ten confianza en Él. Él confiará tus obras a otros, que son mucho más capaces que tú. Tú has escogido a Dios, y no sus obras"». <br /><br />«Esta luz me dio una nueva fuerza, que ha cambiado totalmente mi manera de pensar --continuó explicando el arzobispo vietnamita-- y me ha ayudado a superar momentos que físicamente parecían imposibles de soportar. Desde aquel momento, una nueva paz llenó mi corazón y me acompañó durante trece años de prisión. Sentía la debilidad humana, pero renovaba esta decisión frente a las situaciones difíciles, y nunca me faltó la paz. Escoger a Dios y no las obras de Dios. Este es el fundamento de la vida cristiana, en todo tiempo». <br /><br />De este modo, añadió el predicador de los Ejercicios Espirituales, «comprendo que mi vida es una sucesión de decisiones, en todo momento, entre Dios y las obras de Dios. Una decisión siempre nueva que se convierte en conversión. La tentación del pueblo de Dios siempre consistió en no fiarse totalmente de Dios y tratar de buscar apoyos y seguridad en otro sitio. Esta es la experiencia que sufrieron personajes tan gloriosos como Moisés, David, Salomón...». <br /><br />La Biblia habla claramente. Según el arzobispo vietnamita «esta fue la gran experiencia de los patriarcas, de los profetas, de los primeros cristianos, evocada en el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos en la que aparece en 18 ocasiones la expresión "por la fe" y una vez la expresión "con la fe"». Esta es también la clave de lectura que permite comprender la vida de tantos hombres y mujeres que en estos dos mil años de cristianismo han dado su vida hasta el martirio. Entre todos estos ejemplos, destacó el de María, mujer «que optó por Dios, abandonando sus proyectos, sin comprender plenamente el misterio que estaba teniendo lugar en su cuerpo y en su destino». <br /><br />Respuesta al mundo de hoy <br /><br />«Escoger a Dios y no las obras de Dios: esta es la respuesta más auténtica al mundo de hoy --concluyó monseñor Van Thuân--, el camino para que se realicen los designios del Padre en nosotros, en la Iglesia, en la humanidad de nuestro tiempo. Es posible que quienes optan por Dios tengan que pasar por tribulaciones, pero aceptan perder los bienes con alegría, pues saben que poseen bienes mejores, que nadie les podrá quitar». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />EL SECRETO DEL LA SANTIDAD: VIVIR CADA DIA COMO SI FUERA EL ULTIMO <br />Monseñor Van Thuân: «En la cárcel comprendí que el momento presente<br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 14 mar (Palabra).- «La aventura de la esperanza», este fue el tema que afrontó el monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân al predicar hoy los Ejercicios Espirituales a Juan Pablo II y a sus colaboradores. <br /><br />Como ya hizo en otras meditaciones, las reflexiones del arzobispo vietnamita se inspiraron en su experiencia de trece años de cárcel en Vietnam. «Después de que me arrestaran en agosto de 1975 --confesó-dos policías me llevaron en la noche de Saigón hasta Nhatrang, un viaje de 450 kilómetros. Comenzó entonces mi vida de encarcelado, sin horarios. Sin noches ni días. En nuestra tierra hay un refrán que dice: "Un día de prisión vale por mil otoños de libertad". Yo mismo pude experimentarlo. En la cárcel todos esperan la liberación, cada día, cada minuto. Me venían a la mente sentimientos confusos: tristeza, miedo, tensión. Mi corazón se sentía lacerado por la lejanía de mi pueblo. En la oscuridad de la noche, en medio de ese océano de ansiedad, de pesadilla, poco a poco me fui despertando: "Tengo que afrontar la realidad. Estoy en la cárcel. ¿No es acaso este el mejor momento para hacer algo realmente grande? ¿Cuántas veces en mi vida volveré a vivir una ocasión como ésta? Lo único seguro en la vida es la muerte. Por tanto, tengo que aprovechar las ocasiones que se me presentan cada día para cumplir acciones ordinarias de manera extraordinaria"». <br /><br />«En las largas noches de presión --continua revelando el quien entonces era arzobispo de Saigón-- me convencí de que vivir el momento presente es el camino más sencillo y seguro para alcanzar la santidad. Esta convicción me sugirió una oración: "Jesús, yo no esperaré, quiero vivir el momento presente llenándolo de amor. La línea recta está hecha de millones de pequeños puntos unidos unos a otros. También mi vida está hecha de millones de segundos y de minutos unidos entre sí. Si vivo cada segundo la línea será recta. Si vivo con perfección cada minuto la vida será santa. El camino de la esperanza está empedrado con pequeños momentos de esperanza. La vida de la esperanza está hecha de breves minutos de esperanza. Como tú Jesús, quien has hecho siempre lo que le agrada a tu Padre. En cada minuto quiero decirte: Jesús, te amo, mi verdad es siempre una nueva y eterna alianza contigo. Cada minuto quiero cantar con toda la Iglesia: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo...». <br /><br />Mensajes escritos en un calendario <br /><br />«En los meses sucesivos, cuando me tenían encerrado en el pueblo de Cay Vong, --continuó explicando Van Thuân--, bajo el control continuo de la policía, día y noche, había un pensamiento que me obsesionaba: "¡El pueblo al que tanto quiero, mi pueblo, se ha quedado como un rebaño sin pastor! ¿Cómo puedo entrar en contacto con mi pueblo, precisamente en este momento en el que tienen tanta necesidad de un pastor?". Las librerías católicas habían sido confiscadas; las escuelas cerradas; los maestros, las religiosas, los religiosos desperdigados; algunos habían sido mandados a trabajar a los campos de arroz, otros se encontraban en las "regiones de nueva economía" en las aldeas. La separación era un "shock" que destruía mi corazón». <br /><br />«Yo no voy a esperar --me dije--. Viviré el momento presente, llenándolo de amor. Pero, ¿cómo?». Una noche lo comprendí: "François, es muy sencillo, haz como san Pablo cuando estaba en la cárcel: escribe cartas a las comunidades". Al día siguiente, en octubre de 1975, con un gesto pude y llamar a un niño de cinco años, que se llamaba Quang, era cristiano. «Dile a tu madre que me compre calendarios viejos». Ese mismo día, por la noche, en la oscuridad, Quang me trajo los calendarios y todas las noches de octubre y de noviembre de 1975 escribí a mi pueblo mi mensaje desde el cautiverio. Todas las mañanas, el niño venía para recoger las hojas y se las llevaba a su casa. Sus hermanos y hermanas copiaban los mensajes. Así se escribió el libro "El camino de la esperanza", que ahora ha sido publicado en once idiomas».<br /><br />Monseñor Van Thuân no lo dijo, sus pensamientos pasaron de mano en mano entre los vietnamitas. Eran trozos de papel que salieron del país con los «boat people» que huían de la dictadura comunista. <br /><br />El camino hacia la santidad <br /><br />«Cuando salí recibí una carta de la Madre Teresa de Calcuta con estas palabras --recuerda el predicador de los Ejercicios del Papa--: "Lo que cuenta no es la cantidad de nuestras acciones, sino la intensidad del amor que ponemos en cada una". Aquella experiencia reforzó en mi interior la idea de que tenemos que vivir cada día, cada minuto de nuestra vida como si fuera el último; dejar todo lo que es accesorio; concentrarnos sólo en lo esencial. Cada palabra, cada gesto, cada llamada por teléfono, cada decisión, tienen que ser el momento más bello de nuestra vida. Hay que amar a todos, hay que sonreír a todos sin perder un solo segundo». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />«PADRE, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?», EL MISTERIO DE LA CRUZ <br />Meditación dirigida por monseñor Van Thuân al Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 15 mar (Palabra).- «La primera vez que tuve que defenderme en un tribunal nadie estuvo a mi lado. Todos me abandonaron. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerza, de modo que también en aquella ocasión pude anunciar su mensaje» Con esta cita de san Pablo, monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân, el hombre que dirige las reflexiones de Juan Pablo II y de sus colaboradores en esta semana dedicada particularmente a la oración, en la que el pontífice ha cancelado sus citas públicas, desarrolló una reflexión sobre las palabras más difíciles de comprender de Jesús: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?». <br /><br />El arzobispo confiesa que la experiencia de abandono descrita por san Pablo refleja muy bien las pruebas que él tuvo que soportar en sus trece años de cárcel en Vietnam. «En varias ocasiones me sentí abandonado --dice Van Thuân--, especialmente cuando en la noche del 1 de diciembre de 1975 me encadenaron junto a otra persona y nos llevaron con otros prisioneros, todos de pie, de la prisión al barco en el que más tarde nos embarcarían para llevarnos al norte de Vietnam, a 1.700 kilómetros de mi diócesis. Sentí un gran sufrimiento pastoral, pero puedo atestiguar que el Padre no me abandonó y me dio la fuerza». <br /><br />«Quizá todos nosotros, en varias ocasiones, hemos vivido o vivimos momentos semejantes de abandono --continuó diciendo el predicador del Papa--. Nos sentimos abandonados cuando nos inunda la soledad o el sentido de fracaso; cuando sentimos el peso de nuestra humanidad y nuestros pecados. Nos sentimos abandonados cuando incomprensiones e infidelidades perturban nuestras relaciones fraternas; cuando nos parece que la situación de desorientación o de desesperación en que se encuentran algunos no tiene salida; cuando estamos en contacto con los sufrimientos de la Iglesia y de pueblos enteros... Son pequeñas o grandes "noches del alma" que oscurecen en nosotros la certeza de la presencia de Dios cercano, que da sentido a toda nuestra vida. En esos momentos, incluso la alegría y el amor parecen apagarse». Según Van Thuân, en esos momentos, es cuando mejor se puede comprender el «misterio de la cruz».<br /><br />«Los santos también han experimentado noches de desesperación --añade--, momentos en los que se han sentido abandonados por todo y por todos. Sin embargo, como auténticos expertos del amor de Dios, no han dudado en recorrer hasta el final la vía de la cruz, dejándose iluminar y forjar por ella, aunque esto implicara la propia muerte. Es la ley del Evangelio: "Si el grano caído en tierra no muere, queda solo, pero si muere, produce mucho fruto". Es también la ley propia de Jesús: su muerte fue real, pero es todavía mucho más real la vida sobreabundante que mana de aquella muerte». <br /><br />San Pablo, añadió el predicador, nos presenta en la carta a los Filipenses a Cristo «en el momento en que se desnuda de sí, de su forma divina, para asumir "la condición de siervo", la "semejanza a los hombres". Es la imagen de un Dios que se "aniquila", se "pierde" para darse a sí mismo, para dar la propia vida sin medida, hasta la cruz, donde toma consigo toda la culpa del mundo, hasta el punto de que Él, el "inocente", el "justo" llega a asemejarse al hombre pecador». Intercambio admirable, entre Dios y el hombre, que san Agustín definirá como «comercio de amor» y León Magno como «comercio de salvación». <br /><br />Cristo carga con los pecados del hombre hasta el punto de que en la cruz se dirige al Padre para gritar: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?». «Había sido traicionado por los hombres --recuerda Van Thuân--, los suyos no estaban con él, y ahora Dios, al que llamaba "Papá" («Abbá»), calla. El Hijo siente el vacío de su ausencia, pierde la alegría de su presencia. La incalificable certeza de no estar solo nunca, de ser escuchado siempre por el Padre, de ser instrumento de su voluntad, deja el paso a esa súplica llena de dolor». <br /><br />El obispo vietnamita concluyó diciendo: «Fue el abandono sensible más desolador que experimentó durante su vida, como afirma san Juan de la Cruz. De ese modo, Cristo fue aniquilado y reducido casi a la nada. Y, sin embargo, continúa explicando san Juan de la Cruz, precisamente cuando era oprimido, realizó la obra más maravillosa de todas las que cumplió en el cielo y en la tierra durante su existencia terrena, llena de milagros y de prodigios. Con ella reconcilió y unió a Dios con el género humano. En esta sorprendente dinámica del amor de Dios, todos nuestros sufrimientos son acogidos y transformados, cada vacío es llenado, cada pecado redimido. Nuestro abandono, nuestra lejanía de Dios es colmada». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />LA EUCARISTÍA CAMBIÓ LA VIDA EN EL CAMPO DE REEDUCACIÓN COMUNISTA <br />Meditación de monseñor Van Thuân al Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 16 mar (Palabra).- La Eucaristía fue el tema de la primera meditación que hoy predicó el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân al Papa y a sus colaboradores, quienes en esta semana se encuentran haciendo Ejercicios Espirituales. Comenzó con una conmovedora evocación de las Misas que celebró en los trece años de cárcel que tuvo que soportar en su país. <br /><br />«Cuando me encarcelaron en 1975 --recordó el prelado vietnamita--, me vino una pregunta angustiosa: "¿Podré celebrar la Eucaristía?"». <br /><br />El prelado explicó que, dado que al ser detenido no le permitieron llevarse ninguno de sus objetos personales, al día siguiente le permitieron escribir a su familia para pedir bienes de primera necesidad: ropa, pasta dental, etc. «Por favor, enviadme algo de vino, como medicina para el dolor de estómago». Los fieles entendieron muy bien lo que quería y le mandaron una botella pequeña de vino con una etiqueta en la que decía: «Medicina para el dolor de estómago». Entre la ropa escondieron también algunas hostias. La policía le preguntó: «¿Le duele el estómago?». «Sí», respondió monseñor Van Thuân, quien entonces era arzobispo de Saigón. «Aquí tiene su medicina». <br /><br />«No podré expresar nunca mi alegría: celebré cada día la Misa con tres gotas de vino y una de agua en la palma de la mano. Cada día pude arrodillarme ante la Cruz con Jesús, beber con él su cáliz más amargo. Cada día, al recitar la consagración, confirmé con todo mi corazón y con toda mi alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo, a través de su sangre mezclada con la mía. Fueron las Misas más bellas de mi vida». <br /><br />Más tarde, cuando le internaron en un campo de reeducación, al arzobispo le metieron en un grupo de cincuenta detenidos. Dormían en una cama común. Cada uno tenía derecho a cincuenta centímetros. «Nos las arreglamos para que a mi lado estuvieran cinco católicos --cuenta--. A las 21,30 se apagaban las luces y todos tenían que dormir. En la cama, yo celebraba la Misa de memoria y distribuía la comunión pasando la mano por debajo del mosquitero. Hacíamos sobres con papel de cigarro para conservar el santísimo Sacramento. Llevaba siempre a Cristo Eucaristía en el bolso de la camisa». <br /><br />Dado que todas las semanas tenía lugar una sesión de adoctrinamiento en la que participaban todos los grupos de cincuenta personas que componían el campo de reeducación, el arzobispo aprovechaba los momentos de pausa para pasar con la ayuda de sus compañeros católicos la Eucaristía a los otros cuatro grupos de prisioneros. «Todos sabían que Jesús estaba entre ellos, y él cura todos los sufrimientos físicos y mentales. De noche, los prisioneros se turnaban en momentos de adoración; Jesús Eucaristía ayuda de manera inimaginable con su presencia silenciosa: muchos cristianos volvieron a creer con entusiasmo; su testimonio de servicio y de amor tuvo un impacto cada vez mayor en los demás prisioneros; incluso algunos budistas y no cristianos abrazaron la fe. La fuerza de Jesús es irresistible. La obscuridad de la cárcel se convirtió en luz pascual». <br /><br />Para el predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa «Jesús comenzó una revolución en la cruz. La revolución de la civilización del amor tiene que comenzar en la Eucaristía y desde aquí tiene que ser impulsada». <br /><br />«Concluyo con un sueño --dijo monseñor Van Thuân--: en él la Curia romana es como una gran hostia, en el seno de la Iglesia, que es como un gran Cenáculo. Todos nosotros somos como granos de trigo que se dejan moler por las exigencias de la comunión para formar un solo cuerpo, plenamente solidarios y plenamente entregados, como pan de vida para el mundo, como signo de esperanza para la humanidad. Un solo pan y un solo cuerpo». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />LA FUERZA DE LOS CRISTIANOS ESTA EN SU DEBILIDAD <br />Meditación de monseñor Van Thuân en los Ejercicios Espirituales del Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 17 mar (Palabra).- La semana dedicada por Juan Pablo II a la oración y al recogimiento, junto a sus colaboradores cercanos llega a su fin. Concluirá mañana por la mañana con la última meditación del predicador, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân. En el día de hoy afrontó un tema sumamente sugerente, la condición de «minoría» de la Iglesia católica. <br /><br />Minoría, una realidad <br /><br />Un tema que, como él mismo recordó, fue subrayado por los obispos de Europa en su reciente Sínodo. En aquella ocasión constataron que «la Iglesia en tierras tradicionalmente cristianas, se encuentra en una situación de minoría». Los datos son evidentes: «disminución de las vocaciones religiosas y sacerdotales; de la práctica religiosa; la reclusión de la religión al ámbito de la vida privada, con la relativa dificultad para contribuir con el mensaje cristiano en las costumbres y en las instituciones y transmitir la fe a las nuevas generaciones». Por ello, monseñor Van Thuân, comenzó su reflexión con esta constatación: «Ser minoría es una característica de la Iglesia en el mundo de hoy». <br /><br />Para mostrar gráficamente esta situación, narró su cotidiana experiencia de viajes por el mundo en virtud de presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz con un pasaporte del Vaticano. «Con frecuencia encuentro dificultades por parte de los policías en los aeropuertos. En general, los italianos no ponen problemas. En Alemania ya es más difícil: "¿Qué es la Santa Sede?", preguntan. En Malasia, es mucho más complicado: "¿Dónde está la Santa Sede?", me preguntan. Les respondo: "En Italia, en Roma". Entonces me llevan ante un gran mapamundi en el que obviamente no aparece el Vaticano. De ese modo me hacen esperar una media hora con los inmigrantes ilegales». <br /><br />«Vivir como minoría --continuó diciendo el prelado vietnamita-- exige un esfuerzo de discernimiento de la nueva situación para comprender el designio de Dios para la Iglesia en el hoy de la historia y, por tanto, para saber cómo tenemos que comportarnos. De este modo, no se experimentarán complejos de inferioridad, sino que por el contrario, se vivirá una gran esperanza». <br /><br />Para explicar este concepto de «minoría cuantitativa», monseñor Van Thuân recordó la historia de Gedeón, jefe carismático de Israel, en el siglo XII antes de Cristo. Gedeón venció a los enemigos con tan sólo trescientos hombres que no tenían más que cuernos por armas. Recordó también el enfrentamiento entre David y Goliat, aclarando que «Goliat representa el mal, es decir, las ideologías o valores que van contra el Evangelio. Goliat es hostil, amenaza, provoca. También hoy la Iglesia, ante el mal, tiene que enfrentarse contra Goliat, un gigante aterrador que parece invencible». Al inicio, David tomó el camino equivocado. Se vistió con la armadura del poder y de la fuerza, pero paralizaban sus movimientos. «No puedo caminar con todo esto, pues no estoy acostumbrado», decía al igual que podría decir la Iglesia, cuando recurre al arsenal del mundo. «La Iglesia tiene sus propias armas para afrontar la batalla», explicó Van Thuân. «Y son las únicas armas que cuentan de verdad». David dijo: «Goliat, tú te opones con la espada, con la lanza, y con la flecha. Yo me presentaré en el nombre del Señor de los ejércitos». A David le fue suficiente una honda y cinco piedras para derrotar a Goliat. «Cada gigante tiene su punto débil --comentó el predicador--. Basta prestar atención. Un canto bien colocado derrotó al gigante y su espada fue utilizada para cortarle la cabeza». <br /><br />La fuerza de Dios <br /><br />«David es la figura de la Iglesia de hoy --subrayó monseñor Van Thuân--. En muchas situaciones, estamos en minoría en cuanto a números, fuerzas, posibilidades y medios. Pero, al igual que David, seguimos adelante en nombre de Dios. En la historia, la Iglesia, tanto en su dimensión universal como local, ha sido una minoría ante el imperio romano y ante las invasiones de los bárbaros. Quedó debilitada por las divisiones internas en la era moderna, así como por la revolución francesa. En el siglo que termina ha sufrido las prepotencias del nazismo, del comunismo y ahora del consumismo. Pero ante los Goliat de todas las épocas, el Señor ha mandado a muchos David inermes: santos, papas, mártires». <br /><br />Para dar actualidad a sus palabras puso el ejemplo de las primeras palabras del pontificado de Juan Pablo II: «¡No tengáis miedo!». Su emblema ha sido la Cruz «esperanza única» y María: «vida, dulzura y esperanza nuestra». Este Papa afirmó: «El comunismo es sólo un paréntesis en la historia». Monseñor Van Thuân recordó que «Muchos se burlaron de él. Pensaron que no era realista. Decían que el mapamundi ya era de color rojo. Pero el comunismo en Europa del Este cayó y la Iglesia está cruzando el umbral del tercer milenio». <br /><br />El prelado concluyó con una exhortación: «Por eso, hermanos, "¡No tengáis miedo! Sigamos en nombre de Dios y caerán los muros del nuevo Jericó». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />EL SECRETO DE LA ESPERANZA, «REGRESAR A JERUSALEN» <br />El Papa prepara su peregrinación a Tierra Santa con una semana de oración <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 19 mar (Palabra).- Juan Pablo II no se podía haber preparado mejor para la peregrinación que mañana comienza a Tierra Santa. El 18 de marzo por la mañana concluyó los Ejercicios Espirituales, en los que se había retirado durante una semana de oración, con una meditación en la que su predicador, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân, dirigió la mirada a Jerusalén y a los lugares de la predicación de Jesús hace dos mil años. En su reflexión presentó con fuerza seductora la presencia de Cristo en una Iglesia «que en ocasiones está cansada, triste y desilusionada» ante el mundo actual, como los discípulos de Emaús, pero que al igual que ellos es capaz de regresar a la Ciudad Santa, reconociendo la «inefable certeza» de la presencia de Jesús a su lado. <br /><br />La historia que tuvo lugar en aquellos once kilómetros que separan a Jerusalén de Emaús, afirmó el prelado vietnamita, es la imagen del camino interior al que está llamado todo creyente: de la tristeza a la alegría, la «gran alegría del arte de amar» que une a la Iglesia gracias a la presencia de Jesús entre los suyos. <br /><br />Monseñor Nguyên Van Thuân explicó de este modo cómo los cristianos pueden mantener la paz del corazón incluso en los momentos más difíciles: «Cada vez que Jesús se aparece después de la resurrección, siempre saluda con estas palabras: "La paz esté con vosotros". Jesús es nuestra paz, nuestra esperanza. Esta auténtica paz, que es una alegría que el mundo no puede dar y que nadie puede quitarnos, se alcanza sólo con el camino penitencial, con el cambio real de vida, como nos pide el Jubileo. Cambiar lo humano para hacer que se haga divino. Esto requiere una "metanoia", un cambio. Como ese cambio progresivo y después decisivo de los discípulos de Emaús: convertidos por la Palabra y por la presencia de Cristo entre ellos, cambiaron de camino. Huían de Jerusalén, la ciudad del escándalo de la muerte de su maestro en el que habían puesto su esperanza y ahora, sin miedo, regresan a Jerusalén, ciudad de la muerte y de la resurrección de su Señor». <br /><br />«La paz que Jesús anuncia a sus discípulos es también amor. En el amor, el corazón se reconcilia, se reunifica, alcanza de nuevo esa paz para la que hemos sido creados y para la que estamos destinados», dijo el predicador de los Ejercicios del Papa. <br /><br />«El episodio de Emaús --añadió-- nos recuerda a todos nosotros una realidad gozosa de la experiencia cristiana: la presencia perenne en la Iglesia del Cristo resucitado. Presencia viva y real en la Palabra, en los sacramentos, en la Eucaristía. Pero también en las personas y entre las personas, en los ministros de la Iglesia, en los pobres, en cada hermano». <br /><br />«Desde hace dos mil años la Iglesia vive de esta presencia. Y, mirando hacia el futuro, tiene la esperanza de su promesa: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el final del mundo". Tenemos que ser testigos de esta presencia y de esta esperanza». Por eso, monseñor Nguyên Van Thuân invitó a Juan Pablo II y a sus colaboradores a «volver a los orígenes del Evangelio. Volvamos continuamente a Jerusalén, como ahora se prepara a hacerlo el Santo Padre. Un regreso a los manantiales, al centro de la Iglesia, donde Jesús enseñó, sufrió la pasión, murió y fue sepultado. Parecía el final. Pilatos mandó soldados para custodiar la tumba de Jesús; los judíos hicieron rodar la gran piedra y la sellaron. Querían acabar con él para siempre. Cancelarlo de la memoria de todos, incluso de los suyos. Pero, en Jerusalén, Jesús resucitó y se apareció a muchas personas. La Iglesia exulta de alegría porque Jesús dijo: "Confiad: yo he vencido al mundo"».<br /> <br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />EJERCICIOS ESPIRITUALES EN LA VIDA CORRIENTE. JOSE LUIS CARABIAS<br /><br /><br /> <br /><br />Índice<br /> <br />Etapa de introducción<br />Notas previas para poder realizar con éxito Ejercicios Espirituales Ignacianos en la vida corriente<br />Intr. 1 - Ignacio y sus Ejercicios<br />Intr. 2 - La oración, encuentro con Dios<br />Intr. 3 - Entrada a Ejercicios<br />Intr. 4 - Principio y fundamento I: Somos creados por Dios para ser felices<br />Intr. 5 - Principio y fundamento II: Todo lo creado es para que lo usemos tanto cuanto sirva para nuestra felicidad<br />Primera etapa: El amor de Dios ante el mal del mundo y de mí mismo<br />I. 1 - El pecado “de los demás”<br />I. 2 - El pecado “estructurado”<br />I. 3 - Mis infidelidades e ingratitudes, vistas desde el amor de Dios<br />I. 4 - Nuestras idolatrías<br />I. 5.- Mi muerte y mi verdad<br />I. 6 - La posibilidad de una condenación eterna<br />I. 7 - Confesión sacramental y examen de conciencia<br /> La pausa: examen de conciencia diario<br />I. 8 - Reglas de la primera semana<br /> a) Avisos para interpretar y manejar los movimientos interiores<br /> b) Reglas para no desviarse al consumir<br />Segunda etapa: Seguir a Jesús de cerca<br />II. 1 - El rey eternal<br />II. 2- Dios se humaniza: la encarnación<br />II. 3 - El nacimiento de Jesús<br />II. 4 - Infancia y juventud de Jesús<br />II. 5 - Las dos banderas: dos sistemas de valores<br />II. 6 - Actitudes de los seguidores de Jesús: Bienaventuranzas y Padre Nuestro<br />II. 7 - Tres actitudes: Test de la libertad (Tres binarios)<br />II. 8 a - Jesús discierne su vocación<br />II. 8 b - Tres niveles de amor: Test del amor (Tres grados de humildad)<br />II. 9 a - Discernimiento vocacional<br />II. 9 b - Mi pertenencia a mi comunidad<br />II. 9 c - Mi proyecto de vida<br />II. 10 - Jesús invita a vivir la amistad en comunidad<br />II. 11 - Jesús anuncia su buena nueva a los pobres<br />II. 12 - Jesús dignifica a la mujer y al matrimonio<br />II. 13 - La experiencia de milagro en mi vida<br />II. 14 - María, camino y modelo para llegar a Jesús<br />II. 15 - ¿Quién es Jesús para mí?<br />II. 16 - Reglas de la segunda semana<br /> a) Reglas para conocer los movimientos interiores<br /> b) Orientaciones para ayudar y servir a los demás<br /> c) Notas para no atarse a la exageración o a los detalles<br />Tercera etapa: La pasión de Cristo. Aprender a sufrir con él y como él<br />III. 1 - El mensaje de Jesús es conflictivo<br />III. 2 - La cena pascual<br />III. 3 - Juicios y torturas contra Jesús<br />III. 4 - La cruz, misterio de amor<br />III. 5 - Jesús sigue sufriendo y muriendo hoy<br />Cuarta etapa: La resurrección de Cristo, plenitud del amor. Aprender a gozar y triunfar con él y como él<br />IV. 1 - Jesucristo resucitado consuela y anima a sus amigos<br />IV. 2 - Jesús resucitado envía su espíritu<br />IV. 3 - Jesús resucitado envía a sus discípulos a predicar su Buena Nueva<br />IV. 4 – La Iglesia continúa la misión de Cristo<br />IV. 5 - Vivir hoy la resurrección de Cristo<br />IV. 6 - La gloria del resucitado<br />IV. 7 - Resucitaremos con Cristo<br />Etapa de aterrizaje: Contemplativos en la acción<br /><br />V. 1 - Espiritualidad laical: el bautismo<br />V. 2 - Contemplación para alcanzar amor<br />V. 3 - Repeticiones actualizadas<br />V. 4 - Oración de Alianza. Una propuesta para el examen diario o pausa ignaciana<br />Anexo globalizante: Parábola del Reino<br /><br />I - La construcción<br />II - El banquete<br />Cánticos para el camino<br /><br /><br /><br /><br />DIEZ DIAS DE EJERCICIOS de JEAN LAPLACE<br /><br /><br />S U M A R I O<br />Guía espiritual <br />Consejos previos <br />1. La oración<br />2. El acompañamiento<br />3. El esfuerzo espiritual<br />4. El itinerario <br /><br />Textos con miras a la oración de estos días<br /><br />Día 1º.: Designio de Dios y respuesta del hombre <br />(Principio y fundamento) <br /><br />Plan del día: ¿por dónde comenzar? <br />Para la oración de este día <br />Discernimiento al fin de la jornada<br /><br />1ª. Etapa: LLAMADA A LA CONVERSIÓN<br /><br />Día 2º.: En las profundidades<br /><br />Plan del día: la revelación del pecado <br />La "meditación"<br />Para la oración de este día<br />Primeros pasos en el discernimiento<br />Advertencias al fin de la jornada <br /><br />Día 3º.: Orar a Jesús<br /><br />Plan del día: Jesús Salvador<br />Para la oración de este día<br />Asimilación de esta oración. La repetición. El examen<br />El sacramento de la penitencia<br />Al fin de estos dos días: discernimiento<br /><br /><br />2ª. Etapa: DE LA CONVERSIÓN A LA MISIÓN <br /><br />Día 4º.: La llamada de Jesús<br /><br />Plan del día: la contemplación del Reino <br />La llamada de Jesús <br />Para la oración de este día <br />Discernimiento del fin del día <br /><br />Día 5º.: María, o la respuesta perfecta <br /><br />Plan del día: los misterios... el de María <br />La contemplación <br />Para la oración de este día<br />Afinamiento y simplificación de la oración <br />El discernimiento en esta contemplación <br /><br />Día 6º.: El discernimiento: el estilo de Cristo . <br /><br />Plan del día: la sabiduría de Cristo. <br />La lucha entablada<br />La oración para pedir "ser admitido"<br />Para la oración de este día<br />La regla para nuestra elección: los dos criterios (333)<br /><br />Día 7º.: Educación para el discernimiento: la elección<br /><br />Plan del día: manera de elegir<br />Disposiciones para la elección<br />¿Cómo se hace la elección? <br />Aplicaciones<br />Para la oración de este día <br />Al final de estos cuatro días<br /><br />3ª. Etapa: CRISTO VIVO EN LA IGLESIA<br /><br />Día 8º.: El don de su Cuerpo: la Eucaristía<br /><br />Plan para este día: en unión con Cristo<br />Para la oración de este día<br /><br />Día 9º.: En las fuentes del ser y de la vida: la Pasión<br /><br />Plan para este día: sentido de la vida y de la muerte <br />Oración ante la Pasión <br />La dificultad: el muro <br />Para la oración de este día <br /><br />Día 10º.: El hombre nuevo: Cristo resucitado <br /><br />Plan para este día: una transformación<br />La oración ante Cristo resucitado <br />El retorno al principio<br />Para la oración de este día<br /><br />El final de la experiencia <br /><br />1. Balance e intercambio final<br />2. Conservación de la experiencia<br />3. La vida de discernimiento: el examen <br />4. La Contemplación para alcanzar amor [230-237] <br />5. Para esta contemplación<br /><br />La renovación de la experiencia <br /><br /><br />* * * * *<br /><br /><br />Guía espiritual<br /><br />¿«Cómo reflejar en el papel la evolución de una vida», la de los <br />ejercitantes y la de aquel que les acompaña? Esta era la pregunta <br />que yo me hacía cuando, hace ahora unos diez años, publicaba este <br />libro que ahora se me pide reeditar. <br />¿De qué se trata, en realidad? De ayudar a los demás a <br />evolucionar, a vivir, a amar, a crecer en libertad para mejor <br />entregarse a la gracia del Espíritu y, de ese modo, cumplir su misión <br />en la Iglesia y entre los hombres. <br />Este libro es de un carácter muy particular. No está destinado tanto <br />a ser leído cuanto a ser practicado. Y practicado con la ayuda de una <br />persona experimentada, a fin de evitar errores metodológicos. Es el <br />itinerario de una experiencia; es una guía espiritual. <br />No conviene buscar en él un desarrollo lógico, como si debiera ser <br />leído de principio a fin. Hay que abrirlo según la necesidad del <br />momento, para encontrar en él la animación del espíritu y algunos <br />consejos apropiados. Su estilo pretende ser el de los «apotegmas» de <br />los Padres del desierto: una serie de pensamientos, ya de por si <br />condensados, que condensan a su vez una experiencia vital e invitan <br />a acceder a una realidad siempre presente, pero de la que no <br />solemos preocuparnos de ordinario. Una vez despertado tu espíritu, <br />una vez recibido el consejo, cierra el libro, olvida lo que has leído y <br />deja que la oración brote en tu corazón. <br />El conjunto constituye un «retiro», como solemos denominar a esos <br />días que nos tomamos de vez en cuando para recobrar el sentido de <br />lo esencial. Pero, ¡cuidado!, no estereotipemos la experiencia. Si me <br />preguntas: ¿«Qué tengo que hacer»?, me veo obligado a <br />responderte: Descúbrelo tú mismo... Este libro puede ayudarte a <br />ello». Un «retiro» no es una serie de ejercicios, fijados de antemano y <br />de una vez por todas, que bastara con seguir fielmente para sacar de <br />ellos el fruto esperado. Aun cuando se haga en grupo, requiere una <br />creación personal: la de un ser que vive y que busca la voluntad del <br />Espíritu. Quien se sirva de este libro aprenderá a presentarse por sí <br />mismo delante de Dios, ya sea que haga el retiro con otros o lo haga <br />solo y «en la vida corriente», como afortunadamente va siendo cada <br />vez mas habitual. <br />El hilo conductor de la experiencia lo constituyen los Ejercicios <br />Espirituales de san Ignacio de Loyola. Pero es preciso aclarar en que <br />espíritu se toman los mencionados Ejercicios, cuyo fin consiste en <br />conducir a la libertad espiritual a quien los hace. Los Ejercicios <br />contienen una serie de consejos y un «itinerario». Podríamos decir <br />que son unas reglas para hallar la libertad. Es decir, que quien los <br />considere como una especie de «grilletes» que impiden la libertad de <br />movimiento, es que no los ha comprendido. Del mismo modo que el <br />músico se somete a un método para permitir que brote la inspiración, <br />así también quien se somete a la escuela de los Ejercicios recibe una <br />serie de reglas y de consejos con el único fin de que pueda descubrir <br />la libertad de servir y amar a Dios en todas las cosas. Y podré <br />constatar que el camino seguido es bueno para esa libertad y esa paz <br />que en ellos va detectando. <br />Este hilo conductor querría aplicarlo yo especialmente a la <br />Escritura. Desde que comencé mi actividad pastoral, siempre tuve <br />presente el consejo que me dio un profesor de un seminario que hizo <br />los Ejercicios conmigo. «Debería releer la Biblia con los ojos de un <br />ejercitador de Treinta Días». y así lo he hecho. Y me ha servido de <br />inestimable ayuda. He llegado a redactar un librito de cien páginas, <br />Biblia y Ejercicios, que nunca he publicado, pero que me inspira <br />continuamente. De hecho, no veo como podría encontrarme a gusto <br />en unos Ejercicios sin esta constante referencia a la Palabra de Dios y <br />sin tener en cuenta la gran Tradición espiritual de las Iglesias Oriental <br />y Occidental que la comentan. Entre los frutos que los ejercitantes <br />que he conocido en tantísimos años me dicen haber sacado de los <br />Ejercicios, destacaría estos dos: la libertad para resituarse ante Dios, <br />suceda lo que suceda, y el gusto de orar con la Escritura. Nada puede <br />agradarme tanto, porque ello expresa lo que siempre he intentado al <br />desempeñar mi ministerio. <br />Llegará el día en que, tras haberse servido de estas páginas, el <br />ejercitante ya no sienta la necesidad de recurrir a ellas. Le bastará <br />con el libro de la Palabra de Dios, del que ya no podrá prescindir y en <br />el que no dejará de descubrir el camino que le conduce a Dios. <br />A los catorce años de haberlo escrito, he releído este libro en <br />orden a su reedición. Y he descubierto que conserva su valor tal <br />como está. Lo único que he hecho ha sido rehacer las primeras <br />páginas de consejos previos. Por lo que se refiere al resto, he <br />mantenido la presentación en días o jornadas, con sus respectivas <br />notas de orientación general, sus advertencias acerca de la oración, <br />sus textos bíblicos para ayudar a la misma y, por ultimo, sus consejos <br />referidos al discernimiento. <br />Cuando publiqué estos «Diez Días» por primera vez, me <br />preguntaba si no seria conveniente facilitar también las notas de las <br />que me sirvo para dar los Ejercicios de Treinta Días. Hoy ya no me <br />hago esta pregunta, porque la presente «Guía espiritual. puede servir <br />perfectamente para ese fin. La materia es la misma. Lo único que <br />difiere es el ritmo, que ha de ser ralentizado en orden a una <br />asimilación más profunda. <br />Para acabar, quisiera repetir lo que dice Ignacio al presentar su <br />libro de los Ejercicios: todo esto no son más que ejercicios, ensayos, <br />sugerencias, invitaciones a caminar y maneras diversas de <br />disponerse a la acción del Espíritu «para buscar y hallar la voluntad <br />divina en la disposición de la propia vida» [EE, 1]*. <br />........................<br />* En adelante, todas las citas que aparezcan entre [...] se referirán a la <br />numeración del texto de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio.<br /><br />* * * * *<br /><br />Consejos previos<br /><br />En estas primeras páginas nos limitaremos a dar una serie de <br />consejos previos que retornaremos y desarrollaremos a lo largo del <br />libro. Pero conviene tener desde el principio una visión de conjunto de <br />los mismos, porque constituyen el fundamento pedagógico de los <br />Ejercicios. Tales consejos se refieren, a la vez, a la oración, a la <br />ayuda que debe esperarse del ejercitador, al esfuerzo exigible al <br />ejercitante y al itinerario que se propone. <br />Es importante tomarlos como lo que realmente son: un simple <br />medio para disponer el corazón. Lo esencial es la acción del Espíritu <br />Santo, en la que el hombre no debe tratar de interferirse mediante un <br />esfuerzo de la voluntad o de la mente. Tampoco bastaría con una <br />enseñanza meramente externa. Nadie puede hacer por otro una <br />experiencia del amor. El misterio del encuentro no deja de ser un <br />secreto de cada uno. «Entra en tu cámara, dice Cristo, donde el <br />Padre ve en lo secreto» Es la ley de todo amor, tanto del amor a Dios <br />como del amor a otra persona. Cuando te dispongas a acogerlo, <br />cierra tu puerta con llave, ama y haz lo que quieras. <br />En suma: se trata de prepararnos a recibir algo que no procede de <br />nosotros y sin lo cual, no obstante, la vida no es vida. ¿Quién puede <br />vivir sin amar? ¿Qué cristiano puede vivir sin buscar a Dios y su <br />voluntad? Y, sin embargo, no puedo proporcionarme a mi mismo <br />aquello de lo que más imperiosamente tengo necesidad. Esta <br />constatación es el punto de partida de toda la experiencia. ¡Ven, <br />Señor, a colmar el deseo que Tú mismo has despertado en mi!<br />Esta serie de consejos pretenden ponernos en el camino de las <br />disposiciones que le abren a uno a la acción del Espíritu; de un modo <br />particular, pretenden enseñarnos a aceptarnos a nosotros mismos. Lo <br />cual dista mucho de la resignación pasiva. La aceptación de uno <br />mismo se corresponde con la indiferencia exigida por san Ignacio para <br />entrar en los Ejercicios. Ya iremos aclarando poco a poco su <br />naturaleza. De momento, digamos al menos que es, a la vez, apertura <br />al futuro, confianza en Dios, relativización de todas las cosas con <br />respecto a lo esencial, y deseo de ser «campo de experiencia del <br />Espíritu Santo» (Teilhard). No sé lo que resultará de todo ello, pero <br />me ofrezco por entero, en la seguridad de que Dios está siempre <br />conmigo... <br />________________________<br /><br />1. LA ORACIÓN<br />ORA/CONSEJOS:<br />Lo importante en la oración es comenzar como es debido. «Antes <br />de entrar en la oración, repose un poco el espíritu, asentándose o <br />paseándose..., considerando a dónde voy y a qué» [239]. En estos <br />primeros momentos, hay que apaciguar el cuerpo, concentrar el <br />espíritu y abrir el corazón. Hay que hacer realidad el «Descálzate» <br />dirigido a Moisés (Ex 3,5) y el «cerrar la puerta» del Sermón de la <br />montaña (Mt 6,6). <br />Muchos imaginan que el preparar la oración consiste en fijar un <br />tema y concretar los puntos, como si se tratara de hacer a <br />continuación una disertación según el plan previsto. De ese modo <br />hacen de la oración una operación intelectual. Lo que conviene es, <br />sencillamente, fijar la atención del espíritu en tal o cual punto, a fin de <br />no quedarse en vaguedades. «Por dónde comenzar», dice con mucha <br />frecuencia san Ignacio. De este modo el espíritu conserva la paz, sin <br />andar «mariposeando» aquí y allá. A este objeto proponemos textos <br />escriturísticos, no para que se tomen todos ellos, sino para que cada <br />cual escoja el que más le convenga y no deje a su espíritu errar sin <br />rumbo. <br />Hay ejercitadores que quieren decirlo todo, con lo cual atiborran el <br />espíritu y no dejan sitio al Espíritu Santo. Y hay ejercitantes que <br />hacen lo mismo: desean que se les ofrezcan múltiples explicaciones, <br />al objeto de asegurarse materia abundante o prevenir el aburrimiento. <br />Unos y otros olvidan el objetivo de estos preparativos: dejar «que el <br />mismo Criador y Señor se comunique a la su anima devota, <br />abrazándola en su amor y alabanza y disponiéndole por la vía que <br />mejor podrá servirle adelante» [EE, 15]. <br />El cuerpo desempeña su propio papel en esta preparación. Su <br />postura no es algo indiferente en relación a la calidad de la oración. <br />No es preciso ser un ferviente partidario del «yoga» o del «zen» para <br />experimentarlo. Basta con que nos fijemos en nuestro propio trabajo: <br />éste nos resulta tanto mas fácil cuanto mas distendido está nuestro <br />cuerpo. Por eso aconseja Ignacio «entrar en la oración, cuándo de <br />rodillas, cuándo postrado en tierra, cuándo supino rostro arriba, <br />cuándo asentado, cuándo en pie, andando siempre a buscar lo que <br />quiero» [EE, 76]. Si una determinada postura me va bien, ¿por qué <br />cambiarla? <br />Una vez apaciguados el espíritu y el cuerpo, resulta posible la <br />verdadera atención, la que puede ser duradera porque no fatiga. Hay <br />motivos para preguntarse si todo marcha como es debido cuando <br />entramos en la oración tensos y nerviosos. La tensión es señal, <br />muchas veces, de que nos fiamos únicamente de nuestro propio <br />esfuerzo y no sabemos de veras lo importante que es estar distendido <br />para conseguir hallarse más presente. Es el momento de cambiar <br />nuestro proceder. <br />Cuando hemos conseguido serenar todo nuestro ser, conviene <br />pedir a Dios lo que deseamos: el don de entender las cosas y el gusto <br />interior que nos permite penetrar en ellas con el corazón. «¡Ojalá <br />descendieras, Señor! ¡Ven, Señor, ven a visitarnos!»: esto es lo que, <br />bajo diversas fórmulas, piden los orantes en la Biblia. En este sentido, <br />las oraciones litúrgicas nos sirven de estupendo modelo. ¿Por qué no <br />servirnos de ellas al principio de la oración? Esas oraciones <br />despiertan y educan el deseo, y responden perfectamente a lo que <br />observa Pablo: «EI Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues <br />nosotros no sabemos pedir como conviene, mas el Espíritu mismo <br />intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8,26). Muchos de <br />nuestros intentos de orar resultan vanos porque no dejamos que se <br />exprese así el deseo en nuestros corazones. «Pedid y recibiréis», dice <br />el Señor; pero inmediatamente antes había dicho: «Hasta ahora nada <br />le habéis pedido en mi nombre» (Jn 16,24). <br /><br />* * * <br /><br />ORA/LECTURA: Son muchos los que se sienten paralizados ante la <br />idea de permanecer una hora en oración durante tres o cuatro veces <br />al día. Por supuesto que es importante no lanzarse a la aventura sin <br />haber caída en la cuenta de qué es lo que nos hace capaces de <br />perseverar en la misma. Unos se imaginan la oración como un <br />encuentro silencioso con Dios, y por ello desprecian los libros o las <br />ideas que se les proponen; a otros les da miedo «abandonarse» y <br />necesitan tener un libro a su alcance. Pero, en realidad, la oración es <br />fruto de una tensión entre dos elementos opuestos que, poco a poco, <br />van armonizándose: la lectura y la plegaria. Lectio et oratio, ha dicho <br />siempre la Tradición. <br />La lectura es necesaria; pero no cualquier lectura. Se nos ofrecen <br />muchos libros que, según me temo, nos alejan de la oración o nos <br />quitan las ganas de orar. De hecho, no conozco más que un libro <br />plenamente apropiado: el de la Palabra de Dios. Y ello con tal de que <br />no lo convirtamos en un objeto de estudio. La exégesis y la teología <br />son útiles, pero únicamente para preparar el camino. Llegado el <br />momento de orar, el libro ha de ser tomado como si de un sacramento <br />se tratara. A través de las múltiples palabras y los diversos relatos, <br />que son otros tantos signos sensibles de una realidad invisible, <br />intento escuchar la única Palabra, la del Verbo, que, a través de su <br />carne, me conduce a la Divinidad. No me detengo en el detalle más o <br />menos curioso, sino que prescindo de esas cuestiones que excitan mi <br />curiosidad. En la fe de mi corazón que desea y en la presencia del <br />Dios a quien busco, recibo la palabra que debe alimentar mi oración. <br />Leo, naturalmente; pero lo hago en la tranquilidad propia de un <br />espíritu que está seguro de que Dios desea encontrarse con él. Leo <br />el tiempo necesario para que mi ser quede penetrado de lo que leo y <br />para poder repetírmelo a mi mismo sin esfuerzo. <br />Cuando la palabra me ha agarrado suficientemente, entonces la <br />oración sucede a la lectura. Al igual que esa joven que, en el pórtico <br />norte de la catedral de Chartres, representa la vida contemplativa, <br />también yo experimento la necesidad de cerrar el libro y «rumiar»a lo <br />que he leído o, mejor, a imitación de María, meditar las cosas en mi <br />corazón. Porque, como dice Ignacio, «no el mucho saber harta y <br />satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente» <br />[EE, 2]. El salmista evoca frecuentemente ese momento en el que el <br />orante, a lo largo de sus noches en vela, repite con deleite el nombre <br />de Dios o un determinado pasaje de su Ley (Ps 62; 118; etcétera). <br />Poco importa el nombre que haya que dar a esta oración: meditación, <br />contemplación, aplicación de sentidos, modos de orar... Nos hallamos <br />bajo la acción del Espíritu, que nos hace gustar la palabra para que <br />se convierta en nuestra luz y nuestra fuerza. Verificamos lo que, en su <br />Primera Carta, llama Juan «la unción del Santo» (1 Jn 2,20), por la <br />que la palabra proferida en el exterior y recibida en la fe se nos <br />transforma en interior, haciendo inútil toda enseñanza. Algo así es lo <br />que acontece en ese paso de la lectura a la oración. <br />Al mismo tiempo, la tensión entre ambos actos—la lectura y la <br />oración—es lo que hace verdadero o no aquello que acontece. La <br />Palabra es recibida como una norma objetiva, una regla de fe. La <br />oración nos permite penetrar en ella de tal manera que se nos <br />convierta en personal. Pasando sin cesar de una a otra, voy <br />progresivamente descubriendo lo que el Espíritu realiza en mí, sin <br />necesidad de correr el riesgo de fiarme de mis sentimientos o de mis <br />interpretaciones subjetivas. Llegado el momento, ese sentido interior <br />que el Espíritu forma en mi me permitirá conocer con certeza, gracias <br />al «olfato» que en mi va desarrollando, hacia dónde me inclina la <br />voluntad de Dios. <br />De este modo, al despertar el sentimiento, la oración no me hace <br />replegarme en mis estados anímicos. Si así lo hiciera, es señal de que <br />no es una búsqueda de Dios. Gracias a esa constante transición de la <br />lectura a la oración y de la oración a la palabra, hay en la verdadera <br />oración algo denso, compacto, sólido, que permite acceder a la vida <br />de fe y habitúa al ser humano a dejar de considerarse el centro y a <br />juzgarlo todo según el superior criterio de la voluntad de Dios. <br /><br />* * * <br /><br />Y del mismo modo que hay que comenzar como es debido, también <br />hay que acabar debidamente, llegado el momento. San Ignacio habla, <br />a este propósito, del «coloquio., que «se hace, propiamente <br />hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señora <br />[EE, 54]. E! prototipo podría serlo la conversación de Moisés con <br />Dios, a propósito de la cual se nos dice que «el Señor hablaba con <br />Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo. (Ex 33,11). <br />O mejor aún, la conversación de Jesús con su Padre, cuando se <br />retiraba a orar al desierto. Es la oración del corazón. Al principio se <br />invitaba al espíritu a apaciguarse, para que el corazón pudiera abrirse <br />a la palabra y gustar a Dios; al final, se invita al corazón a <br />apaciguarse igualmente en el sentimiento que Dios haya despertado <br />en él. Es una conversación en la que cada cual habla o se calla, <br />según prefiera, pero siempre desde un inmenso respeto por el amor. <br />En este momento no hay reglas que valgan. Cada cual es para si <br />mismo su propia ley; cada cual descubre el modo concreto en que <br />Dios se le comunica. El lenguaje de la oración se convierte en el <br />lenguaje de la libertad, del amor y de la relación. Y al final, viene el <br />silencio en la oración, la admiración y el agradecimiento <br /><br />* * * <br /><br />ORA/PERSEVERANCIA: Hay una ley elemental en el arte de orar: <br />la de la perseverancia. Dudo de que alguna vez lleguemos a saber lo <br />que es la oración si no nos hemos decidido a pagar el precio exigido: <br />perseverar en ella y volver sobre ella una y otra vez, sean cuales <br />sean las dificultades que se encuentren en el camino. <br />Y las dificultades las hay de todo tipo, y hasta pueden ser <br />contrapuestas. Unas veces es el entusiasmo, que nos hace concebir <br />proyectos ilusorios; otras veces, el aburrimiento y hasta la <br />repugnancia, que nos impulsa a abandonar. Hay que pasar por toda <br />esta serie de oscilaciones para llegar a establecerse en la solidez de <br />la fe, que no se da a la oración por el dulzor que en ella pueda <br />encontrar, sino porque Dios es Dios y uno desea encontrarlo. <br />Lo esencial consiste en llegar a esta profundidad de fe. Todo lo <br />demás—lecturas, proyectos de vida, discusiones, observaciones y <br />notas—podrá ser útil, pero no deja de ser secundario. Yo me ofrezco <br />a Dios «con grande ánimo y liberalidad, ...con todo mi querer y <br />libertad» [EE, 5]. Me entrego a él «con todo mi corazón, con toda mi <br />alma, con toda mi mente y con todas mis fuerzas. (Mc 12,30) y acepto <br />estar ante El desarmado e indefenso, sin otra cosa que mi vida tal <br />como es. Esta fidelidad es la traducción concreta de la certeza de <br />que, si se lo pedimos, Dios puede transformar el pobre ser que somos <br />cada uno de nosotros. <br />Perseverar durante unos Ejercicios viene a significar, en la <br />práctica, cuatro horas de oración diarias, e incluso cinco, si <br />—conforme a una sugerencia de san Ignacio—el ejercitante <br />experimenta el deseo de levantarse por la noche para orar. <br />Semejante exigencia solo puede cumplirse si, además de lo ya <br />dicho, añadimos que cada cual debe tener en cuenta sus <br />posibilidades. Quien desee realizar inmediatamente este ideal corre el <br />riesgo, si cuenta únicamente con sus propias fuerzas, de abandonar <br />muy pronto el empeño, lleno de desanimo o de crispación. A lo que <br />hay que aferrarse es a la dulzura del Espíritu. De ahí la flexibilidad del <br />horario. Según Ignacio, es al objeto de que «el ánimo quede harto» <br />por lo que hay que tratar de permanecer una hora entera en el <br />ejercicio, «y antes más que menos» [EE, 12]. Ya se hagan los <br />Ejercicios en grupo o individualmente, cada cual deberá ir <br />descubriendo su propio ritmo. Y en este sentido, Dios, que «conoce <br />mejor nuestra natura, ...da a sentir a cada uno lo que le conviene» <br />[EE, 89]. <br />La aceptación de la perseverancia le permite a uno pasar del plano <br />intelectual al espiritual, de la enseñanza recibida a la experiencia <br />realizada. Quien se contenta con escuchar una conferencia y <br />reflexionar después sobre ella, se verá tentado a discutir mentalmente <br />las ideas recibidas. De este modo, el provecho será indudablemente <br />aparente o pasajero, porque lo que se hace es sacar adelante la <br />propia verdad, en lugar de dejarse atraer por la verdad misma. Si nos <br />tomamos el debido tiempo, no podremos quedarnos en esa fase, sino <br />que será obligado que pasemos a Dios y nos remitamos a El. <br />No nos dejemos acuciar por el deseo de saberlo todo de <br />antemano, como si quisiéramos asegurarnos a todo riesgo. Nos basta <br />con vivir plenamente el momento presente. Y es que sucede con la <br />oración lo mismo que ocurre con la libertad: sólo conoceremos su <br />naturaleza si nos ejercitamos en ella día tras día. <br /><br />* * * * *<br /><br /><br />2. EL ACOMPAÑAMIENTO<br />DIRECCION-ESPIRITUAL: Para que pueda proseguirse, semejante <br />experiencia requiere el acompañamiento de otra persona, porque tal <br />experiencia despierta necesariamente, en quien la emprende, una <br />serie de diversos movimientos o «emociones» en los que, sobre todo <br />al principio, resulta difícil reconocerse a sí mismo y se corre el riesgo, <br />debido al efecto de sentimientos opuestos o a la ausencia de todo tipo <br />de sentimientos, de incurrir en el desánimo o en la exaltación <br />inconsiderada. Hay que perseverar, pero no de cualquier manera. Un <br />«consejero» resulta de inestimable ayuda para aprender, en los <br />hechos mismos que se producen, la manera de actuar del Espíritu, <br />que une suavidad y fuerza y que, deseoso de que alcancemos <br />nuestro punto exacto de sazón, nos permite afincarnos en la paz y <br />esperar de Dios el resultado de nuestros esfuerzos. <br />Digamos, ante todo, con qué espíritu hay que aceptar dicho <br />acompañamiento, aunque mejor seria llamarlo «diálogo espiritual», <br />dado que supone una confianza recíproca. El acompañamiento <br />responde a la necesidad de que tanto el ejercitados como el <br />ejercitante «más se ayuden y se aprovechen» [EE, 22]. No hay uno <br />que dirige y otro que se somete. Ambos, aunque desde diferentes <br />puntos de vista, tratan de descubrir juntos la acción del Espíritu <br />Santo. <br />Y ello aun cuando los Ejercicios se hagan en grupo. El objetivo de <br />los «puntos» no consiste en hacer una exposición doctrinal, aunque <br />es verdad que hay una doctrina que subyace a todo el conjunto. Lo <br />que pretenden los «puntos» es, a partir de la enseñanza impartida, <br />embarcar al ejercitante en una experiencia e indicarle, en la medida <br />de lo posible, los medios para llevarla a término. <br />De una parte y de otra se requiere una determinada actitud. Jesús, <br />que alertó acerca de la manera de escuchar, bien podría haberle <br />dicho al ejercitador: «¡Cuidado con tu manera de hablar!» No hay que <br />intentar decirlo todo, sino, a partir del texto en cuestión, insinuar una <br />serie de sugerencias, de «puntos», de entre los que el ejercitante <br />escogerá los que más le convengan. Se trata de decir pocas cosas, <br />pero que sean sugerentes; y, sobre todo, se trata de respetar la <br />objetividad de la Palabra de Dios. Lo cual no significa que el <br />ejercitador deba adoptar una actitud fría e impersonal. Debe haber <br />saboreado él mismo, personalmente, la palabra que propone. <br />Creyendo firmemente que el Espíritu habita el corazón de los <br />bautizados, deberá permitir que se transparente su vida más <br />profunda, a fin de que, al contacto con ella, puedan otros <br />despertarse. Pero no deberá extenderse en «elucubraciones», por <br />muy brillantes que puedan ser, sino que habrá de remitirse al Espíritu, <br />capaz de hacer que cada cual escuche la palabra apropiada. Y al <br />mismo tiempo, aprovechando su experiencia, dará los consejos que <br />considere útiles a medida que vayan avanzando los Ejercicios. <br />Consejos que no dispensan del contacto personal, sino que permiten <br />que éste sea más ágil y mas preciso. Esta enseñanza impartida en <br />común tiene la ventaja no sólo de ahorrar tiempo, sino también de <br />propiciar el que todos tengan acceso a unos puntos de vista que una <br />conversación privada tal vez no permitiría abordar. <br />Pero, por otra parte, hay que hacerle ver al ejercitante que hay una <br />buena y una mala manera de escuchar. La buena manera es la de la <br />cuarta clase de terreno de la parábola del sembrador: un corazón <br />despejado de obstáculos, abierto y sosegado, en el que las palabras <br />escuchadas despierten una verdad ya poseída, pero que se hallaba <br />como dormida. Mientras se escucha, no hay que empeñarse en <br />retenerlo todo ni en tomar unos apuntes exhaustivos, sino en <br />mantener el corazón dispuesto de tal manera que sea capaz de <br />atrapar al vuelo lo que el Espíritu quiere hacerle oír. Se trata de una <br />escucha silenciosa, distendida y sosegada, que se verá tanto más <br />favorecida cuanto más distendida y fraterna sea la atmósfera del <br />grupo. En suma, se trata de que cada uno de los que escuchan se <br />establezca en un profundísimo silencio, a fin de que el corazón pueda <br />dirigirse al corazón. <br />Esta manera de actuar presupone el que, de una parte y de otra, <br />se dé el convencimiento de que el verdadero maestro es el que habla <br />al corazón, no a los oídos. Si no buscamos más que discutir o si nos <br />mantenemos a la defensiva, como desconfiando el uno del otro, <br />«¡cuántos se irán sin haber aprendido nada!» (san Agustín). En <br />resumidas cuentas: aunque no haya diálogo verbal durante la <br />exposición de los puntos., no por ello dejan de ser éstos el compartir <br />mutuo de una verdad de la que todos somos discípulos. Yo, que <br />hablo, te doy a ti lo que tengo y lo que soy. ¿Qué harás con ello? No <br />lo sé. Me entrego a ti incondicionalmente, diciéndote lo que me ha <br />sido inspirado. Por tu parte, ábrete sin reservas. A nadie le mueve la <br />curiosidad. Mantente humilde en tu esfuerzo de atención, evitando <br />que la oscuridad te produzca crispación. El Señor suprimirá esa <br />oscuridad a su debido tiempo, si se lo pides. <br />Por lo general, parece que es suficiente con una sola exposición de <br />«puntos» por día. Tal vez, el mejor momento es por la mañana, <br />cuando el espíritu está fresco y dispuesto y la palabra escuchada <br />tiene menos peligro de interferir el movimiento de la oración personal <br />ya iniciada. Si se ve conveniente, unos cuantos minutos por la tarde <br />permitirán reavivar la atención o anunciar el tema del día siguiente. <br />Sea como sea, la distensión y el buen humor deberán marcar esos <br />momentos. <br /><br />* * *<br /><br />Además de los «puntos», está el contacto personal, el cual es <br />obligado, como es obvio, cuando los Ejercicios se hacen <br />individualmente, pero que es preciso propiciar también cuando se <br />hacen en grupo. Podría discutirse interminablemente acerca de cual <br />de las dos formas de hacer los Ejercicios (individualmente o en grupo) <br />es preferible. La verdad es que una y otra forma tienen sus ventajas y <br />sus inconvenientes. Cada cual tendrá que ver lo que prefiere y optar <br />en consecuencia, sin dejarse llevar por la «moda» del momento. <br />¿Cual es el objeto de este contacto personal? El mismo que el del <br />«examen», del que hablaremos enseguida. ¿Por qué hablar de todo? <br />Porque es sumamente importante que caigamos en la cuenta de la <br />manera en que nos comportamos o, como dice Ignacio, «de las varias <br />agitaciones y pensamientos que los varios espíritus le traen» [EE, 17], <br />de las luces que se van recibiendo, de los obstáculos que se vea que <br />alienan nuestra libertad. De cualquier modo, cada cual deberá saber <br />sobre qué quiere hablar. El ejercitador debe mantenerse más bien a <br />la expectativa; su papel consiste en «recibir» aquello que le es <br />confiado y, si puede, reaccionar en consecuencia. Existe el riesgo de <br />que algunos se sientan desconcertados por este silencio y preferirían <br />que el ejercitador les preguntara cosas concretas. Semejante actitud <br />debe ser reconocida como una señal de que existe algún obstáculo <br />interior que convendría esclarecer, lo cual no hará sino que uno y otro <br />(ejercitador y ejercitante) sean en lo sucesivo más libres. <br />Esta manifestación de los pensamientos pertenece a una larga <br />tradición que desborda los limites del cristianismo: la del «maestro <br />espiritual». Una tradición que se funda en la ley de toda educación <br />verdaderamente profunda: nadie se forma por sé solo. <br />¿Existe alguna norma acerca de la frecuencia de estos contactos? <br />En algunos casos lo más conveniente será tener una serie de breves <br />entrevistas, tal vez una cada día o, en todo caso, tanto más <br />frecuentes cuanto menos experiencia tenga el ejercitante de este tipo <br />de «acompañamiento». A otras personas, mas habituadas a ello, les <br />resulta suficiente una conversación de vez en cuando. Lo que es <br />cierto es que, si se celebran en el momento adecuado, estos <br />encuentros sirven para evitar muchos errores, desalientos, pasos en <br />falso y pérdida de tiempo. Y conviene añadir que es muy útil atenerse <br />a la norma que uno se haya fijado al comienzo. A algunos puede <br />resultarles fastidioso tener que mantener cotidianamente este diálogo <br />que, en determinados días, les parece que no les supone provecho <br />alguno. Pero, al igual que en la oración, también en este punto es <br />preciso perseverar en la fe. <br />* * * <br />Hay ejercitantes que se preguntan si, cuando se hacen los <br />Ejercicios en grupo, no resultarle útil mantener reuniones en las que <br />se comparta y se dialogue en un clima de fraternidad. Por la <br />experiencia personal que yo tengo al respecto, soy más bien contrario <br />a este modo de proceder, sobre todo si los Ejercicios buscan un <br />objetivo concreto, como es, por ejemplo, }a elección de «estado de <br />vida». Por lo demás, tanto en este caso como en otros muchos, la <br />experiencia comunicada por otros tiene el peligro de interferir y <br />obstaculizar la propia dinámica personal, sobre todo cuando uno no <br />está aun muy seguro de si mismo. <br />De todos modos, ya sea que este diálogo se haga durante los <br />Ejercicios—lo cual es preferible—o después de éstos, con los amigos <br />o con la propia comunidad, parece conveniente hacer algunas <br />observaciones al respecto. <br />En primer lugar, es preciso que cuantos participen en el dialogo lo <br />hagan espontáneamente; pero no conviene que haya «oyentes por <br />libre» u observadores únicamente interesados en ver qué es lo que <br />ocurre. Este dialogo ha de ser un ejercicio espiritual en el que, como <br />en la oración, cada cual se compromete tal como es. <br />Para «recibir» lo que dice el otro y comunicar los propios <br />pensamientos, no estará de más que, antes de comenzar, se centre <br />uno en el silencio de la oración. Un silencio fecundo, lleno de esa fe <br />que tenemos en el Espíritu que inspira a unos y a otros. Esto es una <br />condición ineludible para un buen dialogo. <br />En segundo lugar, si a lo largo del diálogo siente alguien la <br />necesidad de hacer una observación o una pregunta, deberá hacerla <br />a partir del mencionado silencio, y no para oponerse o para discutir, <br />sino para «recibir» mejor lo que dice el otro o para permitirle que se <br />exprese mejor. <br />Este tipo de dialogo no es para sacar conclusiones ni para hacer <br />ningún balance. No se trata de juzgarse a si mismo ni a los demás, <br />sino de aceptarse mutuamente, con la dinámica que el Espíritu suscita <br />en cada cual. La finalidad de este dialogo no consiste en hacerse con <br />un «capital» espiritual del que poder hacer uso en lo sucesivo, sino en <br />aceptarnos tal como somos. Esta experiencia, que se hace por sí <br />misma y que es incomunicable en el fondo, cambia nuestro modo de <br />vivir nuestras relaciones ordinarias y nos sitúa en el plano de la fe. Al <br />igual que ocurre tras la participación eucarística, la vida sigue siendo <br />la misma, pero ya no se ven las cosas de la misma manera. <br />Y añadamos un ultimo consejo: conviene que el grupo no exceda <br />de siete u ocho personas. Un grupo más numeroso tiene el peligro de <br />no permitir que todo el mundo se exprese cómoda y libremente. <br />También puede suceder que los mas habituados a hablar <br />monopolicen el uso de la palabra y que el diálogo, en lugar de ser una <br />puesta en común, se convierta en una discusión ideológica. Si se <br />hace, todo el mundo debe estar en situación de igualdad. <br /><br />* * * <br /><br />Al concluir este apartado sobre el «acompañamiento», no estará <br />de más subrayar la ayuda que este libro puede aportar a quien se vea <br />inclinado a hacer sus Ejercicios totalmente a solas; sin nadie que le <br />acompañe. Como es de suponer que tenga una suficiente experiencia <br />de la vida espiritual, deberá conservar su libertad respecto de los <br />consejos y, sobre todo, los textos que en este libro se proponen. <br />Tiene una inmejorable oportunidad de escoger los que mas le <br />atraigan. Personalmente, cuando yo he hecho los Ejercicios a solas, <br />he recurrido al Éxodo, a los Salmos, a ciertos textos litúrgicos, a San <br />Juan, al Cantar de los Cantares y a otros libros de la Escritura. En <br />estos casos, el presente libro sirve únicamente de instrumento de <br />verificación de la experiencia. <br />La regla consiste en no ser esclavo de ninguna fórmula. «He dado <br />unos Ejercicios del mismo modo que los da usted», me ha dicho más <br />de uno, «y la cosa no ha funcionado...» «No me extraña nada», he <br />respondido. «Es señal de que lo que yo le he dicho, y usted ha <br />recibido de mi, no le ha servido para ser más usted mismo» <br /><br />* * * * *<br /><br /><br />3. EL ESFUERZO ESPIRITUAL<br />ORA/ESFUERZO-ESPA: Si hay una razón que justifique el <br />«acompañamiento», es que la «aventura» que se propone en los <br />Ejercicios no puede vivirse sin realizar un esfuerzo. Eso sí, no se trata <br />de cualquier esfuerzo. Son muchos los que se dejan engañar por su <br />misma generosidad. Imaginan que todo puede lograrse a base de <br />voluntad y se lanzan a tumba abierta a la oración, pero sin haber <br />sopesado previamente sus posibilidades y sin el más mínimo sentido <br />del discernimiento. <br />Ahora bien, precisamente las largas horas de oración y el absoluto <br />silencio en que nos sumergimos hacen que en el espíritu surjan <br />pensamientos o «mociones» de los que anteriormente no teníamos ni <br />idea. La soledad desempeña aquí el papel de «reveladora». A partir <br />de ella, toda nuestra «madeja» interior se desembrolla y se vuelve a <br />embrollar. En nuestras confusiones y distracciones, en el despertar de <br />nuestros deseos, ¿qué cosas son reacciones psicológicas y qué <br />cosas son el inicio de una moción espiritual? Todo se da al mismo <br />tiempo. Cada cual revela lo mas profundo de su propio ser, de lo cual <br />no tenia la menor idea en su vida ordinaria. <br />Muchos dicen: «hay que orar la propia vida» ¿Y qué es esa vida de <br />la que pretenden hacer oración? ¿Significa ir a Dios el llevar a la <br />oración las propias decepciones, las propias amarguras, las propias <br />críticas y los propios juicios sobre los demás? Por alguna parte hay <br />que empezar. Digamos, al menos, que orar la propia vida es <br />ofrecerse, con toda la propia complejidad humana, para que Dios la <br />purifique y la ilumine. O digamos, con san Ignacio, que es «pedir <br />gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones, acciones <br />y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de <br />su divina Majestad» [EE, 46]. Entonces comienza el verdadero <br />esfuerzo espiritual. <br />No basta con quedarse al nivel del acontecimiento o de la reacción <br />provocada por éste. He de descender a lo más profundo de mí para <br />captarme en mi capacidad de ser y de amar y, al mismo tiempo, he de <br />pedir al Espíritu que penetre en esa mi profundidad y cree en ella una <br />mirada y un corazón nuevos. Lo que de mí depende no es cambiar a <br />voluntad, sino suplicar: «¡Crea en mi, oh Dios, un corazón puro!» La <br />vida a la que yo aspiro es creación del Espíritu. Por eso, mediante un <br />acto de verdadera libertad, debo entrar en ese lugar secreto del <br />corazón en el que soy yo mismo, sin preocuparme de las miradas de <br />los demás ni de las fórmulas que deba emplear, con la seguridad de <br />que Dios ve en lo secreto y ha de darme el don del Espíritu. <br />La generosidad—una de las palabras más equivocas del lenguaje <br />espiritual—no consiste en provocar en uno mismo grandes <br />sentimientos, aunque sea al servicio de las más nobles causas, sino <br />en aceptar descender a lo más hondo de uno mismo para verse tal <br />como uno es y presentarse al Señor, a fin de que El realice en uno su <br />obra. Mi libertad, reconocida como el primer don que Dios me ha <br />otorgado para permitirme ir a El, se ofrece a la gracia para quedar un <br />poco más liberada gracias a ésta y, de ese modo, poder ofrecerse <br />sucesivamente a nuevos progresos. <br />Hay personas a las que este lenguaje les resulta un tanto curioso y <br />extraño, y querrían que se les indicaran unos objetivos concretos y <br />unas determinadas prácticas que realizar. Están esas personas <br />habituadas a vivir según el pensamiento de otras, e ignoran este <br />lenguaje de la libertad y la aceptación de sí. Sin embargo, únicamente <br />en la medida en que una persona desarrolle su propia personalidad, <br />sobre todo en el terreno de la relación y del amor, podrá ofrecer <br />asidero a la gracia. Todo está enlazado: la presencia a uno mismo es <br />condición para la presencia ante Dios, ante los demás y ante la vida. <br />La preocupación por la vida espiritual no debe llevar a la huida o al <br />desconocimiento de la naturaleza, so pena de originar los más graves <br />desastres y desengaños. <br />Esto es particularmente cierto respecto de la afectividad. El <br />esfuerzo realizado en la oración supone y pone en movimiento dicha <br />afectividad. Pero al amor no se accede del mismo modo que se <br />accede al objeto de la ciencia, porque se dirige a una persona viva, a <br />la que se conoce gracias a sucesivos acercamientos del corazón. <br />Desde este punto de vista, es correcto afirmar que quien no entiende <br />el lenguaje del amor humano difícilmente entenderá el lenguaje del <br />amor de Dios. Las crisis de la vida religiosa tienen muchas veces su <br />origen en el desequilibrio de una afectividad retardada o mal <br />desarrollada. <br /><br />* * * <br /><br />En suma, ¿cómo concebir el esfuerzo espiritual? Como huida de la <br />autocomplacencia y del repliegue en uno mismo. El verdadero <br />esfuerzo espiritual es aquel por el que una persona intenta salir de si <br />para apegarse a otra. El placer que entonces acompaña al don de si <br />o al encuentro con el otro es un placer bueno y querido por Dios. <br />Pero, si trato de hacer renacer ese placer sin que haya ningún objeto <br />que lo suscite, estaré cometiendo una impureza. Mi esfuerzo consistirá <br />en aceptar las necesarias purificaciones que la vida o las dificultades <br />de ésta le imponen a una afectividad aún vacilante. Y no trataré de <br />eludirlas, porque a través de ellas voy llegando progresivamente a <br />amar a Dios y al otro por si mismos. Al igual que sucede con el <br />crecimiento en el amor, este esfuerzo nunca tiene término. <br /><br />* * * <br /><br />EXAMEN-DE-CONCIENCIA: Para favorecer diariamente este <br />esfuerzo y ayudar al dialogo espiritual que le sirve de garantía, nada <br />más útil que esa experiencia que la tradición denomina examen de <br />conciencia, cuya naturaleza hemos deformado o hemos <br />malinterpretado con demasiada frecuencia. Por supuesto que para <br />corregirse de un defecto o adquirir un habito, o simplemente para <br />desarrollar la capacidad de atención, es bueno reservar, a lo largo del <br />día, unos momentos para detenernos, serenarnos y tomar nota de <br />nuestros avances y retrocesos. De este modo aprende la mente a <br />concentrarse en un objeto y a garantizar la continuidad en medio de la <br />dispersión de la vida. Pero no es preciso ser cristiano para actuar así. <br />También ha habido paganos y sabios en la antigüedad que hicieron <br />este tipo de examen de conciencia. Tal vez tengamos hoy una <br />excesiva tendencia a desdeñar esta ascesis, porque pensamos que <br />no es posible buscar a Dios desde una existencia disgregada y <br />carente de consistencia. <br />Dicho esto, el ejercicio en el que estamos pensando es otra cosa. <br />Es un medio para mantenerse a disposición del Espíritu Santo a partir <br />de lo que uno vive. Es algo relacionado con lo que más arriba <br />llamábamos la «manifestación de los pensamientos en el dialogo <br />espiritual». No se trata de analizar ni de replegarse sobre uno <br />mismo—una especie de narcisismo espiritual—; tampoco se trata de <br />un esfuerzo voluntarista de que no se nos pase nada por alto, debido <br />al deseo de una perfección que nadie nos exige, más que nosotros <br />mismos; se trata de una apertura de todo el ser al soplo de Dios, <br />desde la certeza de que el Espíritu de Dios no deja de actuar en <br />nosotros, como no dejó de actuar en Jesús, si nos esforzamos en <br />prestarle atención. Se trata, pues, ante todo, de un reconocimiento <br />cotidiano de la presencia de Dios en nosotros mediante su acción. <br />Hablando del examen, Ignacio lo describe, en primer lugar, como una <br />acción de gracias. Sólo después podré descubrir mis errores o mis <br />defectos. Y este descubrimiento se convertirá en una ocasión de <br />contar con la misericordia de Jesucristo, que es justicia de Dios para <br />mis pecados y para los del mundo entero (1 Jn 2,2). Nos hallamos, <br />pues, en las antípodas de lo que podría ser un ejercicio que <br />condujera a la falta de confianza en uno mismo o al miedo de obrar. <br />Lo que hace es situarnos en el centro mismo de una libertad que no <br />deja de crecer delante de Dios. Aun en medio de la banalidad de lo <br />cotidiano, experimentamos que «en todas las cosas interviene Dios <br />para bien de los que le aman. (Rm 8,28). La múltiple realidad en la <br />que nos vemos sumergidos con el correr de los días se unifica cada <br />vez más gracias a la intención de nuestro corazón, que se renueva y <br />se purifica en el examen. <br />Si en esta forma de oración que es el examen presto atención a mi <br />vida concreta, no es sólo para descubrir los obstáculos que hay en <br />ésta, sino también para determinar, de entre el abigarrado conjunto <br />de mis pensamientos, cuáles provienen de mi y cuáles son inspirados <br />por el buen o el mal espíritu. Concebido de este modo, el examen <br />forma parte de esa obra de discernimiento que, como dice Pablo, <br />«nos permite discernir, con un amor cada vez más abundante en <br />conocimiento perfecto, lo que resulta más conveniente para ser puros <br />y sin tacha para el Día de Cristo» (cfr. Flp 1,9-10). Como veremos al <br />final de este libro, este ejercicio cotidiano del examen conviene <br />vincularlo estrechamente con la «contemplación para alcanzar amor», <br />al objeto de que, «enteramente reconociendo, pueda en todo amar y <br />servir a su divina majestad» [EE, 233]. Ya no se trata únicamente de <br />una contemplación global de las obras de Dios en el universo, en <br />Jesucristo y en la Iglesia, sino de la aplicación de esta contemplación <br />a la obra que realiza en mí para hacerme acceder a la dinámica del <br />amor. <br />Es en esta amplia perspectiva como conviene tomar buena nota, y <br />de una manera muy precisa, de las luces recibidas y las mociones <br />interiores que las acompañan ¿Por qué no adoptar, ya desde el <br />comienzo de los Ejercicios, esta perspectiva interior respecto de las <br />motivaciones profundas que me han movido a hacerlos? ¿Qué era lo <br />que yo buscaba? Saber lo que quiero, y saber expresármelo a mí <br />mismo y a un «testigo», puede ser objeto tanto de un examen inicial <br />como de la primera entrevista con el ejercitador. De este modo <br />adquiriré, para lo sucesivo, el hábito de hacerme consciente de <br />cuanto acontece en mi oración y de cuanto la favorece: horario, <br />fidelidad, atmósfera del día, etcétera. Todo se tiene en cuenta y nada <br />queda excluido: nerviosismo, inquietudes, distracciones, gozo y paz, <br />así como el estado de salud física. E igualmente deberé considerar <br />los problemas que me preocupan, porque hay quienes los descartan <br />a priori como un obstáculo, mientras que otros desean integrarlos en <br />su oración. De hecho, el discernimiento se hace a partir de ellos, tras <br />haberlos objetivado; y se refiere más a mi manera de reaccionar ante <br />ellos que a la solución de los mismos. Al cabo de algunos días, si se <br />releen las notas tomadas, se percibirá una dominante. Y si hay que <br />tomar alguna decisión, el discernimiento ayuda a prepararla <br />serenamente. <br /><br />* * * <br /><br />La naturaleza de este examen, como la de la oración y la de todo <br />cuanto se refiere a la vida espiritual, sólo se descubre gradualmente. <br />Quien se apresura en exceso y cree haber comprendido <br />inmediatamente de lo que se trata, corre el peligro de hallarse <br />enseguida en un callejón sin salida o de incurrir en esos excesos de <br />los que tan frecuentemente se acusa al examen: escrúpulos, <br />narcisismo, intelectualización, mecanización de la vida espiritual... <br />Nada de esto deberá temer quien no vea en el examen más que un <br />medio para crecer en la libertad, en la autoconciencia y en la <br />disponibilidad interior. Quien así lo vea podrá incluso, con absoluta <br />confianza, aprovecharse de sus errores o de sus pasos en falso, <br />llegará a descubrir progresivamente su propio método y se mantendrá <br />espontáneamente fiel al mismo, porque se encontrará a sus anchas <br />en él. Su misma acción se convertirá en una incesante y simple unión <br />con Dios.<br /><br />* * * * *<br /><br />4. EL ITINERARIO<br />Antes de emprender la experiencia, digamos unas palabras acerca <br />del «itinerario», que presentamos como un recorrido de sucesivas <br />fases. Con ello no pretendemos hacer otra cosa que descubrir la <br />manera en que Dios se da a conocer a su criatura. La Biblia no es <br />sino la descripción de esa larga aventura a lo largo de la cual la <br />humanidad es introducida en el conocimiento de Dios. Y el Éxodo es <br />el ejemplo más llamativo. En el han descubierto los hombres de <br />espíritu de todos los tiempos—judios y cristianos—la andadura del <br />alma y de la humanidad hacia la Tierra Prometida. <br />En la práctica, lo que descubrimos son los progresivos avances del <br />bautizado en su crecimiento de fe en Jesucristo: purificación, <br />iluminación y unión con Dios y con sus hermanos. Son las etapas que <br />la liturgia de la Iglesia hace seguir al catecúmeno para iniciarlo en el <br />misterio cristiano. Y no puede haber para nosotros otra andadura <br />distinta de ésta, que es la que reemprendemos cada año a lo largo de <br />la Cuaresma, en la que la Iglesia propone a sus fieles unos <br />verdaderos Ejercicios Espirituales que les renueven en el espíritu del <br />Bautismo y de Pascua. <br />Los Ejercicios que proponemos no hacen sino condensar esta <br />andadura en un tiempo más o menos limitado. Son cuatro semanas, <br />cada una de las cuales, dice Ignacio, no ha de entenderse que «tenga <br />de necesidad siete u ocho días en si». [EE, 4]. La duración de cada <br />una queda a la discreción de los ejercitantes y del ejercitador, según <br />los frutos que se vea que se recogen. <br />Ninguna norma es absoluta a priori. La libertad del Espiritu—¡no la <br />fantasía!—es la ley que rige el empleo del tiempo de que se dispone, <br />tanto respecto de la materia propuesta como respecto de la manera <br />de proceder. «Usted, que da tantos Ejercicios a lo largo del año, <br />¿cómo hace sus propios Ejercicios?., me preguntaron un día unos <br />seminaristas africanos. Y mi respuesta fue: «De un modo muy distinto <br />de como digo a los demás que los hagan. Con esta «salida de tono. <br />pretendía dar a entender que la fidelidad inicial a la normativa <br />proporcionada por los Ejercicios le permite a uno estructurarse <br />espiritualmente y hacerse libre respecto del modo de llevar su vida, <br />sin por ello temer incurrir en una falsa libertad. Quien se somete a su <br />disciplina puede dejarse guiar por el Espíritu. <br />Lo que es propio de los Ejercicios, e indudablemente marca la vida <br />de quien los adopta como guía es el lenguaje de la elección, de la <br />decisión y de la libertad. La siguiente nota de los Ejercicios revela el <br />espíritu de su autor: «No... se engendre veneno para quitar la <br />libertad... de manera que... las obras y libero arbitrio reciban <br />detrimento alguno, o por nihilo se tengan» [EE, 369]. Lo que <br />pretenden los Ejercicios es formar una libertad que se recibe de Dios, <br />se desarrolla, se entrega y se elige para hacerse dócil al Espíritu <br />Santo. Una libertad que se ejerce en la gracia, según la synergia, que <br />dirían los griegos: acción común de Dios y del hombre. He ahí su más <br />valioso beneficio, que volveremos a encontrar, a lo largo de nuestra <br />vida, en los diversos Ejercicios que podamos hacer. Sin pretender <br />jamás haber alcanzado esa meta, sabemos que el Espíritu no deja de <br />renovar a quienes se confían a él para crecer, en la comunidad de <br />toda la Iglesia, en Cristo Jesús. <br /><br />* * * * *<br /><br />Textos con miras a la oración de estos días<br /><br />1. LUGAR DE LA ORACIÓN: <br />EL CORAZÓN (Mateo 6, 5-15) <br />Retírate a un lugar escondido, solo conocido por ti. No pretendas <br />hacer que te vean y representar un papel o repetir formulas <br />aprendidas. Siéntate tal cual eres ante tu Padre, que te ve en el <br />secreto de tu corazón. La oración es un acto de un ser libre, que sabe <br />ocupar su sitio ante Dios y ante los demás. <br /><br />2. ACTITUD DE QUIEN COMIENZA: <br />LA ZARZA ARDIENDO (Éxodo 3, 1-20) <br />Ante Dios que se te revela como fuego intocable, no pretendas <br />darle vueltas, ni comprenderlo por ti mismo. Descálzate. A Dios no se <br />le sorprende; él se revela, como dos personas se presentan <br />mutuamente. Entonces le conocerás en su misterio, mas allá de todo <br />lo que eres capaz de expresar, y por él serás revestido de tu misión. <br />Ve a presentarte al Faraón. Yo seré palabra en tus labios. <br /><br />3. FE EN LA SUPLICA (Lucas 11, 9-15) <br />En esta actitud, podrás pedir lo que tu corazón desea. ¿Como va el <br />Padre a negarte el Espíritu Bueno si tu se lo pides? Porque en <br />nosotros, que no sabemos lo que hemos de pedir para orar bien, el <br />Espíritu vierte gemidos inexpresables (Rm 8, 26-27). <br />Pide el Espíritu y el creará en ti el deseo.<br /><br />4. RUMIAR INTERIORMENTE LA PALABRA <br />PD/RUMIARLA: El creyente recuerda la palabra y se la repite a si <br />mismo: es la memoria del corazón, «escribe mis preceptos en las <br />tablillas de tu corazón». (Prov 7, 3). <br />«Yo no he olvidado tu palabra» (Sal 119-118).<br />El la rumia dentro de si mismo para aprender la Sabiduría y hace <br />de ella sus delicias: el corazón es lugar de inteligencia (todo el Sal <br />119-118) 32<br /><br />Los ejercicios nos invitarán a recordar, a reflexionar, luego a aplicar la <br />voluntad. Es el ritmo normal de la oración que se aprende en la escuela de <br />la Escritura. En ella encontramos el gusto de las cosas. <br />5 ¿A QUIEN COMUNICA DIOS LA SABIDURÍA? <br />A los que reconocen que él es su fuente (Bar 3 a 4, 4).<br />A los que la piden: oración de Salomón pidiéndola (Sab 8, 7 a 9).<br />A los pequeñuelos (Lc 10, 21-22).<br />A los corazones que se abren: el sembrador (Lc 8, 4-15).<br />A los que viven en el amor fraterno (Mt 5, 23-24; el Cenáculo: Hech <br />1, 12-14).<br /><br />«Cuidado con vuestra manera de escuchar» (Lc 8,18). Los Ejercicios <br />proponen una manera de disponerse a los dones de Dios. <br /><br />JEAN LAPLACEMANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-55353279997892493142006-12-02T15:29:00.000-08:002006-12-02T16:03:54.380-08:00EJERCICIOS ESPIRITUALES IGNACIANOS. www.ciberiglesia.netRepasa esta www.motivaciones.org<br />Esta web contiene muchas ideas para predicar<br /><br /><br />Ocho regalos que no cuestan un centavo<br />Autor:<br /> <br /><br />1.- El regalo de Escuchar. <br />Pero realmente escuchar, sin interrumpir, bostezar, o criticar. Sólo <br />escuchar. <br /><br />2.- El regalo del Cariño. <br /><br />Ser generoso con besos, abrazos, palmadas en la espalda y apretones de <br />manos, estas pequeñas acciones demuestra el cariño por tu familia y <br />amigos. <br /><br />3.- El regalo de la sonrisa. <br />Llena tu vida de imágenes con sonrisas, dibujos, caricaturas y tu <br />regalo dirá: "me gusta reír contigo" <br /><br />4.- El regalo de las notas escritas. <br /><br />Esto puede ser un simple "gracias por ayudarme", un detalle como estos <br />puede ser recordado de por vida Y TAL VEZ CAMBIARLA. <br /><br />5.- El regalo de un cumplido. <br />Un simple y sincero "te ves genial de rojo", "has hecho un gran <br />trabajo" o "fue una estupenda comida" puede hacer especial un día. <br /><br />6.- El regalo del favor. <br /><br />Todos los días procura hacer un favor.<br /><br />7.- El regalo de la soledad. <br /><br />Hay días que no hay nada mejor que estar solo. Sé sensible a aquellos <br />días y da este regalo o solicítalo a los demás. <br /><br />8.- El regalo de la disposición a la gratitud. <br /><br />La forma más fácil de hacer sentir bien a la gente es decirle cosas <br />que no son difíciles de decir como "Hola" y "Muchas Gracias". <br /><br />Los amigos son raras joyas, que pueden hacerte enojar y sonreír, que <br />poco a poco aprenden a escuchar, a alentarte y ellos siempre abrirán su <br />corazón a nosotros. Demuéstrale a tus amigos lo mucho que los estimas <br />regalándoles este mensaje.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Decálogo del periodista<br />Autor: Manuel Lozano Garrido<br />Obtenido en: Periodismo Católico<br /> <br /> <br />1. Da gracias al ángel que clavó en tu frente el lucero de la verdad y lo bruñe a todas horas.<br /><br />2. Cada día alumbrarás tu mensaje con dolor, porque la verdad es un ascua que se arranca del cielo y quema las entrañas para iluminar, pero tú cuida de llevarla dulcemente hasta el corazón de tus hermanos.<br /><br />3. Cuando escribas lo has de hacer: de rodillas para amar; sentado para juzgar; erguido y poderoso, para combatir y sembrar.<br /><br />4. Abre pasmosamente tus ojos a lo que veas y deja que se te llene de sabia y frescura el cuenco de las manos, para que los otros puedan tocar ese milagro de la vida palpitante cuando te lean.<br /><br />5. El buen peregrino de la palabra pagará con moneda de franqueza, la puerta que se le abre en la hospedería del corazón.<br /><br />6. Trabaja el pan de la limpia información con la sal del estilo y la levadura de lo eterno y sírvela troceada por el interés, pero no le usurpes al hombre el gozo de saborear, juzgar y asimilar.<br /><br />7. Árbol de Dios, pídele que te haga roble, duro e impenetrable al hacha de la adulación y el soborno, pero con tu frente en las ramas a la hora de la cosecha.<br /><br />8. Si a tu silencio se llama fracaso porque la luz falta a la cita, acepta y calla. Pobre del ídolo que tiene los pies del barro de la mentira. Pero ojo a su vez, con la vanagloria del mártir cuando las palabras no suenan por cobardía.<br /><br />9. Siégate la mano que va a mancillar, porque las salpicaduras en los cerebros, son como sus heridas, que nunca se curan.<br /><br />10. Recuerda que no has nacido para prensa de colores. Ni confitería, ni platos fuertes: sirve mejor el buen bocado de la vida limpia y esperanzadora, como es.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Decálogo del predicador<br />Autor:<br /> <br /> <br />1.- No subas al estrado sin saber lo que vas a decir. Y cuando lo hayas dicho, bájate. No te alargues inútilmente.<br /><br />2.- Hazte el guión de lo que vas a decir. En el papel o en la cabeza.<br /><br />3.-Procura despertar en el oyente interés por lo que dices. Si no, desconectará.<br /><br />4.- Que lo que dices sea provechoso para el oyenhte. Nuestra misión no es entretener, sino evangelizar.<br /><br />5.- La brevedad no es el supremo de los valores. No debemos sacrificar lo importante para ser breves. Pero es verdad aquello de que «lo bueno y breve es dos veces bueno».<br /><br />6.- Habla con naturalidad. Lo teatral es repelente.<br /><br />7.- Procura hablar de modo que te entienda todo el mundo, pero con toda exactitud para que las personas cultas acepten lo que dices.<br /><br />8.- Para comunicar una idea es necesario que tú estés convencido de lo que dices.<br /><br />9.- Si te ayudas de aparatos técnicos, debes preocuparte de que funcionen perfectamente. Es un desprestigio para el Evangelio usar aparatos malos mientras que el MAL se difunde con técnica excelente. La técnica punta debe estar al servicio de la evangelización. <br /><br />10.- No pretendas jamás tu propio éxito personal, sino el bien de las almas. Buscar el éxito debe ser tan sólo para facilitar la evangelización.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />DECÁLOGO DEL PREDICADOR <br /><br /><br /><br />1. No subas al ambón sin saber lo que vas a decir. Y cuando lo <br />hayas dicho, bájate: no te alargues inútilmente. <br /><br /><br />2. Hazte el guión de lo que vas a decir: en el papel o en la cabeza. <br /><br /><br />3. Procura despertar en el oyente interés por lo que dices. Si no, <br />desconectará de tu predicación. <br /><br /><br />4. Que lo que dices, sea provechoso para el oyente. La misión del <br />predicador no es entretener, sino evangelizar. <br /><br /><br />5. La brevedad no es el supremo de los valores: no debemos sa- <br />crificar lo importante para ser breves. Pero es verdad aquello de <br />que «lo bueno y breve es dos veces bueno». <br /><br /><br />6. Habla con naturalidad: lo teatral puede resultar repelente.<br /><br /> <br />7. Procura hablar de modo que te entienda todo el mundo, pero <br />con toda precisión para que las personas cultas acepten lo que <br />dices. <br /><br /><br />8. Para comunicar una idea es necesario que tú estés convencido <br />de lo que dices: no prediques lo que no vives. <br /><br /><br />9. Si te ayudas de aparatos técnicos, debes preocuparte de que <br />funcionen perfectamente. Es un desprestigio para el Evangelio <br />usar aparatos malos mientras que el mal se difunde con técnica <br />excelente. La tecnología punta puede ponerse al servicio de la <br />evangelización. <br /><br /><br />10. No pretendas jamás tu propio éxito personal, sino el bien de <br />las almas. Buscar el éxito debe ser tan sólo para facilitar la evan- <br />gelización. <br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />www.vidasacerdotal.org---------------Se puede consultar esta página para temas sacerdotales.<br /><br /><br /><br />CURSO DE RETIRO PARA SACERDOTES, (ESTOS SON DEL PALO)<br /><br /><br /><br /><br />Para facilitar la tarea del predicador del Curso de retiro, se ofrece un esquema de un Curso de retiro en cuatro días. Se ha pensado en un Curso de retiro con cuatro Meditaciones o Pláticas, que se pueden dar en la capilla u oratorio, y una charla que se puede tener en una salita o en otro contexto. Los temas que se han escogido para las Meditaciones sirven más para que el sacerdote predicador ayude a los asistentes a hacer un rato de oración. Las charlas, por su parte, tienen un contenido más expositivo o doctrinal.<br /><br />Se ha pensado en cuatro días completos. A estas Meditaciones se pueden añadir una Meditación introductoria, la tarde del día en que se llega, y otra Meditación de conclusión, la mañana del último día en que los asistentes se vuelven.<br /><br />Este es el esquema:<br /><br />Meditación introductoria: El ciego de Jericó<br /><br />Día 1º:<br /><br />Afán de santidad<br />Vocación<br />Filiación divina<br />Vida de oración<br />Charla: Unión con el Papa y con el Odinario<br /><br />Día 2º:<br /><br />Trato con el Señor<br />Postrimerías<br />Templanza<br />Pobreza cristiana<br />Charla: Castidad y celibato<br /><br />Día 3º:<br /><br />Humildad<br />Vida de trabajo<br />Formación<br />Apostolado<br />Charla: Confesión: frecuencia de la confesión propia, y modo de confesar<br /><br />Día 4º:<br /><br />Fraternidad sacerdotal<br />Vida eucarística<br />Amor a la Cruz<br />La Virgen María, Madre de los sacerdotes<br />Charla: piedad litúrgica<br /><br />Meditación final: el plan de vida<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />CAPITULO I.<br />GENERALIDADES DE LOS EJERCICIOS IGNACIANOS <br />• ¿Que es hacer Ejercicios?<br />• Normas practicas para hacer bien los Ejercicios<br />• El silencio<br />1. Coloquio con Jesucristo<br />2. Oración para alcanzar el silencio<br />• La reflexión<br />Método para meditar y examen de cada meditación<br />• La oración<br />1. Consejos para orar<br />2. Oraciones usuales<br />Padrenuestro<br />Credo de los apóstoles<br />Yo pecador<br />Alma de Cristo<br />Ojos de Jesús, mírenme<br />Toma, Señor<br />Señor mío, Jesucristo<br />Espíritu Santo<br />Gloria<br />Ave María<br />Memorare<br />La Salve<br />CAPITULO II.<br />LITURGIAS DE LOS EJERCICIOS <br />• Ofrecimiento de obras<br />• Oración previa a cada meditación<br />• Bendición de la mesa<br />• Santa Misa dialogada<br />• Vía Crusis<br />• Santo Rosario y Letanías de la Virgen<br />• Angelus<br />• Oración de la noche<br />CAPITULO III.<br />COMIENZO DE LOS EJERCICIOS <br />• Oración para el acto de comenzar los Ejercicios<br />• El Principio y Fundamento de los Ejercicios de San Ignacio<br />• Preces de los Ejercicios<br />• Oración para hacer bien los Ejercicios<br />• Oración a San Ignacio de Loyola<br />• Oración de Clemente IX<br />• Oración para decidir<br />AL RITMO DE LAS CUATRO ETAPAS<br />CAPITULO IV.<br />PRIMERA ETAPA: ORIENTACIÓN Y CONTRICIÓN <br />• Notas<br />• Tarea<br />• Oración matutina comanditaria<br />• Preces de la primera etapa<br />1. Memorare<br />2. Jesucristo, medico del alma<br />3. Acto de perfecta contrición<br />4. Nos has hecho para Ti<br />5. Salmo 129. Desde el abismo clamo a Ti<br />6. Acto de desagravio<br />7. A San Ignacio de Loyola<br />• Examen de la primera etapa<br />CAPITULO V.<br />EL PROBLEMA DE TU PASADO: LA CONFESIÓN <br />• Preparación para la Confesión<br />• Advertencias antes del examen de conciencia<br />• Examen general de conciencia para la Confesión<br />1. Los mandamientos<br />a. Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios<br />b. Los Mandamientos de la Iglesia<br />2. Los pecados capitales<br />3. Las obligaciones particulares (Maestros, catedráticos, profesores, patronos, obreros, jefes y oficiales, jueces y abogados, médicos, estudiantes, solteros)<br />CAPITULO VI.<br />EXAMEN PRACTICO DE CONCIENCIA PARA LA REFORMA <br />• Ejercicio importante<br />• Modo de hacer este examen<br />• Cristianos siempre en todo<br />• Examen del tiempo<br />• Examen de las obligaciones religiosas<br />• Examen de la vida de familia<br />• Examen de la profesión<br />• Examen del carácter<br />• Examen de las mortificaciones<br />• Examen de la riqueza<br />• Examen de los bienes<br />• Examen de las virtudes<br />• Examen de los vicios<br />• Examen de los peligros<br />• Examen de las omisiones<br />• Examen de las diversiones<br />• Examen de amistades y reuniones<br />• Examen de todo<br />• Frutos de este examen<br />CAPITULO VII.<br />SEGUNDA ETAPA: TU DECISIÓN DE SALVACIÓN <br />• Notas<br />• Tarea<br />• Oración matutina comunitaria<br />• Preces de la segunda etapa<br />1. Madre mía Inmaculada<br />2. Jesucristo, Maestro<br />3. Acto de confianza<br />4. Nobleza<br />5. Cristo, tómanos a tu servicio<br />6. Piedad<br />7. Acto de reparación<br />• Examen de la segunda etapa<br />CAPITULO VIII.<br />EL PROBLEMA DE TU PORVENIR <br />• La necesidad de elegir<br />• La elección<br />1. Elección de estado<br />2. La vocación en general<br />3. Vocación para el matrimonio<br />4. Vocación para el estado religioso<br />5. Vocación para el sacerdocio<br />6. El tercer estado<br />• Modo de hacer la elección<br />CAPITULO IX.<br />TERCERA ETAPA: TU GENEROSIDAD CON JESUCRISTO <br />• Notas<br />• Tarea<br />• Oración matutina comunitaria<br />• Preces de la tercera etapa<br />1. Ofrenda<br />2. Memorare<br />3. Preces de la Pureza<br />4. Oh amabilísimo Verbo de Dios<br />5. Oración para conocer y cumplir la voluntad de Dios<br />6. Oración para la elección de estado<br />7. Oración de San Francisco<br />• Examen de la tercera etapa<br />CAPITULO X.<br />REFORMA DE TU VIDA Y TU PLAN DE VIDA <br />• Reforma de vida<br />• Esquemas de una buena reforma<br />• Contenida del plan de vida<br />• Los propósitos<br />• Mis planes y mis propósitos ante el Señor<br />CAPITULO XI.<br />CUARTA Y ULTIMA ETAPA: TU INTIMIDAD CON JESUCRISTO <br />• Comunión espiritual<br />• Visita al Santísimo Sacramento<br />• Quince minutos en compania de Jesús Sacramentado<br />• Invocaciones al Corazón de Jesús<br />• Oh Jesús de Misericordia<br />• Ofrecimiento de la Reforma<br />• Oración al terminar los Ejercicios<br />• Examen de la cuarta etapa<br />CAPITULO XII.<br />RECOMENDACIONES FINALES: LA PERSEVERANCIA Y MEDIOS PARA LOGRARLA <br />• Fin de Ejercicios... ¿y ahora que?<br />• Medios para la perseverancia<br />• Oraciones<br />1. Para alcanzar la perseverancia<br />2. Oh Santísimo Jesús<br />3. Para tener una buena muerte<br />4. Consagración al Corazón de Jesús<br />5. No me mueve mi Dios, para quererte<br />Apéndice A.<br />CANTOS E HIMNOS RELIGIOSOS <br />• De penitencia<br />Perdón, oh Dios mío<br />Amante Jesús mío<br />Perdona a tu pueblo, Señor<br />• Eucarísticos<br />Pange lingua<br />Tantum ergo<br />Cantemos al Amor de los amores<br />Tu reinaras<br />• A Jesús<br />Pescador de hombres<br />Oh Buen Jesús<br />Eres Tu, Jesús<br />• A la Santísima Virgen<br />Oh María, madre mía<br />Santa María del Camino<br />Ave María de Lourdes<br />• Himnos<br />Marcha de San Ignacio de Loyola<br />Himno de la Agrupación Católica Universitaria<br />Apéndice B.<br />RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN AGRUPACIONAL <br /><br /><br /><br />EJERCICIOS ESPIRITUALES DE DOMINICOS...www.frayescoba.info<br /><br />Para escuchar por internet<br /> <br />Ejercicios Espirituales a las monjas dominicas de Paterna sobre la Primera Carta de San Pablo a los Corintios. 24 al 31 de octubre 2006 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre Hebreos a las monjas dominicas de Lerma (Burgos). Junio 2006 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la Encíclica "Deus caritas est" a las monjas dominicas de Xàtiva (Valencia). Marzo 2006 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Novena a Jesús de Medinaceli - Iglesia de San Miguel (Palencia), 20 al 28 de febrero 2006 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la Carta a los Efesios -Quejana (Alava)- 4-16 diciembre 2005 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre Colosenses a las monjas dominicas de Gerona - Noviembre 2005- (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la carta a los Filipenses a las monjas Cistercienses de Teror (Canarias) - Oct/Noviembre 2005- (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Novena a la Virgen de Fátima - Cáceres, 4 al 12 de mayo 2005 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la Eucaristía a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados -Carmona Febrero 2005- (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre la Carta a los Gálatas -Quejana (Alava)- 19-22 diciembre 2004 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre el Rey David a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados -Vigo- Octubre 2004 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre el Génesis a monjas dominicas comtemplativas de Paterna -Valencia- Octubre 2004 (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />"Carta de San Pablo a los Romanos" en Retiro de Cangas (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre el Evangelio de S. Mateo en Toledo (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /> <br />Ejercicios Espirituales sobre el Evangelio de S. Juan a monjas contemplativas en Lerma y Ruiloba (Chus Villarroel, O.P.)<br /><br /><br /><br /><br /><br />EJERCICIOS ESPIRITUALES DE JUAN PABLO II<br /><br /><br />Una bellísima predicación de monseñor Nguyên Van Thuân para los Ejercicios Espirituales de Juan Pablo II<br />Habla monseñor Van Thuân, predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa <br /><br />1. LA ESPERANZA, EL GRAN DESAFIO PARA EL MUNDO CONTEMPORANEO<br />2. DIOS, LA UNICA CERTEZA TRAS TRECE AÑOS DE CARCEL <br />3. EL SECRETO DEL LA SANTIDAD: VIVIR CADA DIA COMO SI FUERA EL ULTIMO <br />4. «PADRE, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?», EL MISTERIO DE LA CRUZ <br />5. LA EUCARISTÍA CAMBIO LA VIDA EN EL CAMPO DE REEDUCACION COMUNISTA <br />6. LA FUERZA DE LOS CRISTIANOS ESTA EN SU DEBILIDAD <br />7. EL SECRETO DE LA ESPERANZA, «REGRESAR A JERUSALEN» <br /><br />TRAS TRECE AÑOS EN LA CARCEL, AMO A CRISTO POR SUS «DEFECTOS»<br />Habla monseñor Van Thuân, predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 12 mar (Palabra).- Desde que en 1698 un antepasado suyo, ministro del rey y embajador en China, recibió el bautismo, comenzó la persecución. El rey le quitó todas sus posesiones y le expulsó. Desde entonces su familia sufre la persecución. En 1975, Pablo VI le nombró arzobispo de Ho Chi Minh (la antigua Saigón), pero el gobierno comunista definió su nombramiento como un complot y tres meses después le encarceló. Durante trece años estuvo encerrado en las cárceles vietnamitas. Nueve de ellos, los pasó régimen de aislamiento. Una vez liberado, fue obligado a abandonar Vietnam a donde no ha podido regresar, ni siquiera para ver a su anciana madre. Ahora es presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz de la Santa Sede. A pesar de tantos sufrimientos, o quizá más bien gracias a ellos, este arzobispo, François Xavier Nguyên Van Thuân, es un gran testigo de la fe, de la esperanza y del perdón cristiano. <br /><br />Testigo de esperanza <br /><br />Desde este domingo, hasta el próximo sábado, monseñor Van Thuân predica los ejercicios espirituales a Juan Pablo II y a sus colaboradores de la Curia romana. Y, obviamente, el tema de las meditaciones será el de la esperanza. «Esperanza en Dios», «Esperanza contra toda esperanza», «Aventura y alegría de la esperanza», «Renovación y pueblo de la esperanza» son los títulos de algunas de las meditaciones que ha preparado para el Papa. No es casualidad que el libro que ha difundido en todo el mundo (traducido en once idiomas) en el que narraba sus años de cárcel llevase precisamente por título «El camino de la esperanza». <br /><br />Una esperanza que nunca ha desfallecido en él, ni siquiera el 16 de agosto de 1975, cuando fue arrestado y transportado en la noche a 450 kilómetros de Saigón, en la más absoluta de las soledades. Su única compañía, el rosario. En esos momentos --explica Van Thuân--, cuando todo parecía perdido, se abandonó en manos de la Providencia. A los compañeros de prisión no católicos que le preguntaban cómo podía seguir esperando, les respondía: «He abandonado todo para seguir a Jesús, porque amo los defectos de Jesús». <br /><br />Los «defectos» de Jesús, de hecho, serán uno de los argumentos que afrontará el predicador del Papa en estos ejercicios espirituales. Estos son algunos de ellos. <br /><br />Jesús no tiene memoria <br /><br />«En la Cruz, durante su agonía, el ladrón le pide que se recuerde de él cuando llegara a su Reino. Si hubiera sido yo --reconoce monseñor Van Thuân-- le hubiera respondido: "no te olvidaré, pero tienes que expiar tus crímenes en el purgatorio". Sin embargo, Jesús, le respondió: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso". Había olvidado los pecados de aquel hombre. Lo mismo sucedió con Magdalena, y con el hijo pródigo. Jesús no tiene memoria, perdona a todo el mundo». <br /><br />Jesús no sabe matemática ni filosofía <br /><br />«Jesús no sabe matemáticas --continúa diciendo Van Thuân al hablar de los «defectos» de Jesús--. Lo demuestra la parábola del Buen Pastor. Tenía cien ovejas, se pierde una de ellas y sin dudarlo se fue a buscarla dejando a las 99 en el redil. Para Jesús, uno vale lo mismo que 99 o incluso más». <br /><br />«Además, Jesús no es un buen filósofo. Una mujer que tiene diez dracmas, perdió una y encendió una luz para buscarla. Cuando la encuentra llama a sus vecinas y les dice: "Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido". ¿Es lógico molestar a las amigas tan sólo por una dracma y después organizar una fiesta por haberla encontrado?. Además, al invitar a sus amigas a la fiesta, se gasta más dinero que el valor de la dracma. De este modo, Jesús explica la alegría de Dios por la conversión de un solo pecador». <br /><br />Jesús es un aventurero sin idea de economía <br /><br />«Jesús es un aventurero --afirma Van Thuân--. Quien quiere ganarse el consenso de la gente se presenta con muchas promesas, mientras que Jesús promete a quien lo sigue procesos y persecuciones, y sin embargo, desde hace dos mil años, constatamos que no sigue habiendo aventureros que siguen a Jesús». <br /><br />«Jesús no tiene ni idea de financia ni de economía --añade el arzobispo vietnamita--. En la parábola de los obreros de la viña, el patrón paga el mismo sueldo a quien trabaja desde primeras horas de la mañana, y a quien comienza a trabajar por la tarde. ¿Se equivocó al echar cuentas? ¿Cometió un error? No, lo hace a propósito, pues Jesús no nos ama por nuestros méritos, su amor es gratuito y los supera infinitamente. Jesús tiene "defectos" porque ama. El amor auténtico no razona, no calcula, no pone barreras ni condiciones, no construye fronteras y no recuerda las ofensas». <br /><br />Amar a los enemigos <br /><br />--Zenit: Amar a los enemigos es otro de los temas que usted ha escogido para los ejercicios espirituales del Papa. <br /><br />--Monseñor Van Thuân: Un distintivo particular del amor cristiano es el amor a los enemigos, con frecuencia incomprensible para quien no cree. Un día, uno de los guardias de la cárcel me preguntó: "Usted, ¿nos ama?". Le respondí: "Sí, os amo". "¿Nosotros le hemos tenido encerrado tantos años y usted nos ama? No me lo creo...". Entonces le recordé: "Llevo muchos años con usted. Usted lo ha visto y sabe que es verdad". El guardia me preguntó: "Cuando quede en libertad, ¿enviará a sus fieles a quemar nuestras casas o a asesinar a nuestros familiares?". "No --le respondí-- aunque queráis matarme, yo os amo". "¿Por qué?", insistió. "Porque Jesús me ha enseñado a amar a todos, también a los enemigos --aclaré--. Si no lo hago no soy digno de llevar el nombre de cristiano. Jesús dijo: "amad a vuestros enemigos y rezad por quienes os persiguen". "Es muy bello, pero difícil de entender", comentó al final el guardia. <br /><br />--Zenit: Sucede lo mismo con el perdón: muchos lo invocan pero pocos lo viven... <br /><br />--Monseñor Van Thuân: Los escribas y los fariseos se escandalizan porque Jesús perdona los pecados. Sólo Dios puede perdonar los pecados. El amor misericordioso resucita a los muertos, física y espiritualmente. Jesús siempre perdonó a todos. Perdonó cualquier pecado, por más grave que fuera. Con su perdón dio nueva vida a muchas personas hasta el punto de que se convirtieron en instrumentos de su amor misericordioso. Hizo de Pedro, quien le negó tres veces, su primer vicario en la tierra, y de Pablo, perseguidor de cristianos, apóstol de las gentes, mensajero de su misericordia, pues, como él decía, "allí donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia"». <br /><br />--Zenit: Parafraseando a Martin Luther King, ¿cuáles son los sueños de un hombre lleno de esperanza, como monseñor Van Thuân? <br /><br />--Monseñor Van Thuân: Sueño una Iglesia que sea Puerta Santa, que abrace a todos, que esté llena de compasión y comprensión por todos los sufrimientos de la humanidad. Sueño una Iglesia que sea pan, Eucaristía, que sea don y dejarse comer por todos, para que el mundo tenga vida en abundancia. Sueño una Iglesia que lleve en su corazón el fuego del Espíritu Santo, pues allí donde está el Espíritu hay libertad, diálogo sincero con el mundo, discernimiento de los signos de nuestros tiempos. La doctrina social de la Iglesia, instrumento de la evangelización, nos ayuda a hacer este discernimiento en los cambios sociales de hoy. <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />LA ESPERANZA, EL GRAN DESAFIO PARA EL MUNDO CONTEMPORANEO <br />Primeras reflexiones de los Ejercicios Espirituales del Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 12 mar (Palabra).- Juan Pablo II comenzó en la tarde de hoy los Ejercicios Espirituales, una semana especialmente dedicada a la oración en la que suspenderá todos sus encuentros públicos. De hecho, no tendrá lugar ni siquiera su tradicional audiencia de los miércoles con los peregrinos. El predicador de los ejercicios, el arzobispo François Xavier Nguyên Van Thuân (trece años de su vida pasados en las cárceles de Vietnam) quiso dedicar su primera meditación al tema «Ante el misterio de Dios». <br /><br />El amor, la única certeza <br /><br />«Estos días de ejercicios son un tiempo propicio para cantar nuestra gratitud al Señor --dijo Van Thuân dirigiéndose al Papa y a sus colaboradores de la Curia romana-- pues "su misericordia es eterna". "Levanta del polvo al indigente y de la inmundicia al pobre para que se siente entre los príncipes de su pueblo"». «No hemos sido escogidos a causa de nuestros méritos, sino sólo por su misericordia. "Te he amado con un amor eterno, dice el Señor". Esta es nuestra seguridad. Este es nuestro orgullo: la conciencia de ser llamados y escogidos por amor». <br /><br />Pecadores y prostitutas, antepasados de Jesús <br /><br />Al afrontar el complejo problema pecado y de la Gracia, monseñor Van Thuân explicó que «Si consideramos los nombre de los reyes presentes en el libro de la genealogía de Jesús, podemos constatar que sólo dos de ellos fueron fieles a Dios: Ezequiel y Jeroboam. Los demás fueron idólatras, inmorales, asesinos... En David, el rey más famoso de los antepasados del Mesías, se entrecruzaba santidad y pecado: confiesa con amargas lágrimas en los salmos sus pecados de adulterio y de homicidio, especialmente en el Salmo 50, que hoy es una oración penitencial repetida por la Liturgia de la Iglesia. Las mujeres que Mateo nombra al inicio del Evangelio, como madres que transmiten la vida y la bendición de Dios en su seno, también suscitan conmoción. Todas se encontraban en una situación irregular: Tamar es una pecadora, Rajab una prostituta, Rut una extranjera, de la cuarta mujer no se atreve a decir ni siquiera el nombre. Sólo dice que había sido "mujer de Urías", se trata de Betsabé». <br /><br />El pecado exalta la misericordia de Dios <br /><br />«Y sin embargo --añadió el arzobispo vietnamita-- el río de la historia, lleno de pecados y crímenes, se convierte en manantial de agua limpia en la medida en que nos acercamos a la plenitud de los tiempos: en María, la Madre, y en Jesús, el Mesías, todas las generaciones son rescatadas. Esta lista de nombres de pecadores y pecadoras que Mateo pone de manifiesto en la genealogía de Jesús no nos escandaliza. Exalta el misterio de la misericordia de Dios. También, en el Nuevo Testamento, Jesús escogió a Pedro, que lo renegó, y a Pablo, que lo persiguió. Y, sin embargo, son las columnas de la Iglesia. Cuando un pueblo escribe su historia oficial, habla de sus victorias, de sus héroes, de su grandeza. Es estupendo constatar que un pueblo, en su historia oficial, no esconde los pecados de sus antepasados», como sucede con el pueblo escogido. <br /><br />Esperar hoy <br /><br />La conciencia de la fragilidad del hombre y sobre todo del amor de Dios constituyen las grandes garantías de la esperanza. Van Thuân reconoce que «todo el Antiguo Testamento está orientado a la esperanza: Dios viene a restaurar su Reino, Dios viene a restablecer la Alianza, Dios viene para construir un nuevo pueblo, para construir una nueva Jerusalén, para edificar un nuevo templo, para recrear el mundo. Con la encarnación, llegó este Reino. Pero Jesús nos dice que este Reino crece lentamente, a escondidas, como el grano de mostaza... Entre la plenitud y el final de los tiempos, la Iglesia está en camino como pueblo de la Esperanza». <br /><br />«Hoy día, la esperanza es quizá el desafío más grande --concluyó el predicador vietnamita-- Charles Péguy decía: "La fe que más me gusta es la esperanza". Sí, porque, en la esperanza, la fe que obra a través de la caridad abre caminos nuevos en el corazón de los hombres, tiende a la realización del nuevo mundo, de la civilización del amor, que no es otra cosa que llevar al mundo la vida divina de la Trinidad, en su manera de ser y obrar, tal y como se ha manifestado en Cristo y transmitido en el Evangelio. Esta es nuestra vocación. Hoy, al igual que en los tiempos del Antiguo y del Nuevo Testamento, actúa en los pobres de espíritu, en los humildes, en los pecadores que se convierten a él con todo el corazón». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />DIOS, LA UNICA CERTEZA TRAS TRECE AÑOS DE CARCEL <br />Esta esperanza es la gran respuesta que pide el mundo a los cristianos <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 13 mar (Palabra).- En el segundo día de esta semana dedicada por Juan Pablo II al silencio y la oración, el predicador de los Ejercicios Espirituales, en los que también participan los colaboradores del pontífice, ha afrontado el tema de la «Esperanza en Dios». En un mundo en continua contradicción entre el progreso y la barbarie, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân, reconoció que la vida sólo puede encontrar verdadero sentido y esperanza en Dios. <br /><br />En una celda sin ventanas <br /><br />«Durante mi larga tribulación de nueve años de aislamiento en una celda sin ventanas --confesó el prelado--, iluminado en ocasiones con luz eléctrica durante días enteros, o a oscuras durante semanas, sentía que me sofocaba por efecto del calor, de la humedad. Estaba al borde de la locura. Yo era todavía un joven obispo con ocho años de experiencia pastoral. No podía dormir. Me atormentaba el pensamiento de tener que abandonar la diócesis, de dejar que se hundieran todas las obras que había levantado para Dios. Experimentaba una especie de revuelta en todo mi ser». <br /><br />Sólo Dios <br /><br />«Una noche, en lo profundo de mi corazón, escuché una voz que me decía: "¿Por qué te atormentas así? Tienes que distinguir entre Dios y las obras de Dios. Todo aquello que has hecho y querrías continuar haciendo: visitas pastorales, formación de seminaristas, religiosos, religiosas, laicos, jóvenes, construcción de escuelas, misiones para la evangelización de los no cristianos..., todo esto es una obra excelente, pero son obras de Dios, no son Dios. Si Dios quiere que tú dejes todas estas obras poniéndote en sus manos, hazlo inmediatamente y ten confianza en Él. Él confiará tus obras a otros, que son mucho más capaces que tú. Tú has escogido a Dios, y no sus obras"». <br /><br />«Esta luz me dio una nueva fuerza, que ha cambiado totalmente mi manera de pensar --continuó explicando el arzobispo vietnamita-- y me ha ayudado a superar momentos que físicamente parecían imposibles de soportar. Desde aquel momento, una nueva paz llenó mi corazón y me acompañó durante trece años de prisión. Sentía la debilidad humana, pero renovaba esta decisión frente a las situaciones difíciles, y nunca me faltó la paz. Escoger a Dios y no las obras de Dios. Este es el fundamento de la vida cristiana, en todo tiempo». <br /><br />De este modo, añadió el predicador de los Ejercicios Espirituales, «comprendo que mi vida es una sucesión de decisiones, en todo momento, entre Dios y las obras de Dios. Una decisión siempre nueva que se convierte en conversión. La tentación del pueblo de Dios siempre consistió en no fiarse totalmente de Dios y tratar de buscar apoyos y seguridad en otro sitio. Esta es la experiencia que sufrieron personajes tan gloriosos como Moisés, David, Salomón...». <br /><br />La Biblia habla claramente. Según el arzobispo vietnamita «esta fue la gran experiencia de los patriarcas, de los profetas, de los primeros cristianos, evocada en el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos en la que aparece en 18 ocasiones la expresión "por la fe" y una vez la expresión "con la fe"». Esta es también la clave de lectura que permite comprender la vida de tantos hombres y mujeres que en estos dos mil años de cristianismo han dado su vida hasta el martirio. Entre todos estos ejemplos, destacó el de María, mujer «que optó por Dios, abandonando sus proyectos, sin comprender plenamente el misterio que estaba teniendo lugar en su cuerpo y en su destino». <br /><br />Respuesta al mundo de hoy <br /><br />«Escoger a Dios y no las obras de Dios: esta es la respuesta más auténtica al mundo de hoy --concluyó monseñor Van Thuân--, el camino para que se realicen los designios del Padre en nosotros, en la Iglesia, en la humanidad de nuestro tiempo. Es posible que quienes optan por Dios tengan que pasar por tribulaciones, pero aceptan perder los bienes con alegría, pues saben que poseen bienes mejores, que nadie les podrá quitar». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />EL SECRETO DEL LA SANTIDAD: VIVIR CADA DIA COMO SI FUERA EL ULTIMO <br />Monseñor Van Thuân: «En la cárcel comprendí que el momento presente<br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 14 mar (Palabra).- «La aventura de la esperanza», este fue el tema que afrontó el monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân al predicar hoy los Ejercicios Espirituales a Juan Pablo II y a sus colaboradores. <br /><br />Como ya hizo en otras meditaciones, las reflexiones del arzobispo vietnamita se inspiraron en su experiencia de trece años de cárcel en Vietnam. «Después de que me arrestaran en agosto de 1975 --confesó-dos policías me llevaron en la noche de Saigón hasta Nhatrang, un viaje de 450 kilómetros. Comenzó entonces mi vida de encarcelado, sin horarios. Sin noches ni días. En nuestra tierra hay un refrán que dice: "Un día de prisión vale por mil otoños de libertad". Yo mismo pude experimentarlo. En la cárcel todos esperan la liberación, cada día, cada minuto. Me venían a la mente sentimientos confusos: tristeza, miedo, tensión. Mi corazón se sentía lacerado por la lejanía de mi pueblo. En la oscuridad de la noche, en medio de ese océano de ansiedad, de pesadilla, poco a poco me fui despertando: "Tengo que afrontar la realidad. Estoy en la cárcel. ¿No es acaso este el mejor momento para hacer algo realmente grande? ¿Cuántas veces en mi vida volveré a vivir una ocasión como ésta? Lo único seguro en la vida es la muerte. Por tanto, tengo que aprovechar las ocasiones que se me presentan cada día para cumplir acciones ordinarias de manera extraordinaria"». <br /><br />«En las largas noches de presión --continua revelando el quien entonces era arzobispo de Saigón-- me convencí de que vivir el momento presente es el camino más sencillo y seguro para alcanzar la santidad. Esta convicción me sugirió una oración: "Jesús, yo no esperaré, quiero vivir el momento presente llenándolo de amor. La línea recta está hecha de millones de pequeños puntos unidos unos a otros. También mi vida está hecha de millones de segundos y de minutos unidos entre sí. Si vivo cada segundo la línea será recta. Si vivo con perfección cada minuto la vida será santa. El camino de la esperanza está empedrado con pequeños momentos de esperanza. La vida de la esperanza está hecha de breves minutos de esperanza. Como tú Jesús, quien has hecho siempre lo que le agrada a tu Padre. En cada minuto quiero decirte: Jesús, te amo, mi verdad es siempre una nueva y eterna alianza contigo. Cada minuto quiero cantar con toda la Iglesia: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo...». <br /><br />Mensajes escritos en un calendario <br /><br />«En los meses sucesivos, cuando me tenían encerrado en el pueblo de Cay Vong, --continuó explicando Van Thuân--, bajo el control continuo de la policía, día y noche, había un pensamiento que me obsesionaba: "¡El pueblo al que tanto quiero, mi pueblo, se ha quedado como un rebaño sin pastor! ¿Cómo puedo entrar en contacto con mi pueblo, precisamente en este momento en el que tienen tanta necesidad de un pastor?". Las librerías católicas habían sido confiscadas; las escuelas cerradas; los maestros, las religiosas, los religiosos desperdigados; algunos habían sido mandados a trabajar a los campos de arroz, otros se encontraban en las "regiones de nueva economía" en las aldeas. La separación era un "shock" que destruía mi corazón». <br /><br />«Yo no voy a esperar --me dije--. Viviré el momento presente, llenándolo de amor. Pero, ¿cómo?». Una noche lo comprendí: "François, es muy sencillo, haz como san Pablo cuando estaba en la cárcel: escribe cartas a las comunidades". Al día siguiente, en octubre de 1975, con un gesto pude y llamar a un niño de cinco años, que se llamaba Quang, era cristiano. «Dile a tu madre que me compre calendarios viejos». Ese mismo día, por la noche, en la oscuridad, Quang me trajo los calendarios y todas las noches de octubre y de noviembre de 1975 escribí a mi pueblo mi mensaje desde el cautiverio. Todas las mañanas, el niño venía para recoger las hojas y se las llevaba a su casa. Sus hermanos y hermanas copiaban los mensajes. Así se escribió el libro "El camino de la esperanza", que ahora ha sido publicado en once idiomas».<br /><br />Monseñor Van Thuân no lo dijo, sus pensamientos pasaron de mano en mano entre los vietnamitas. Eran trozos de papel que salieron del país con los «boat people» que huían de la dictadura comunista. <br /><br />El camino hacia la santidad <br /><br />«Cuando salí recibí una carta de la Madre Teresa de Calcuta con estas palabras --recuerda el predicador de los Ejercicios del Papa--: "Lo que cuenta no es la cantidad de nuestras acciones, sino la intensidad del amor que ponemos en cada una". Aquella experiencia reforzó en mi interior la idea de que tenemos que vivir cada día, cada minuto de nuestra vida como si fuera el último; dejar todo lo que es accesorio; concentrarnos sólo en lo esencial. Cada palabra, cada gesto, cada llamada por teléfono, cada decisión, tienen que ser el momento más bello de nuestra vida. Hay que amar a todos, hay que sonreír a todos sin perder un solo segundo». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />«PADRE, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?», EL MISTERIO DE LA CRUZ <br />Meditación dirigida por monseñor Van Thuân al Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 15 mar (Palabra).- «La primera vez que tuve que defenderme en un tribunal nadie estuvo a mi lado. Todos me abandonaron. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerza, de modo que también en aquella ocasión pude anunciar su mensaje» Con esta cita de san Pablo, monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân, el hombre que dirige las reflexiones de Juan Pablo II y de sus colaboradores en esta semana dedicada particularmente a la oración, en la que el pontífice ha cancelado sus citas públicas, desarrolló una reflexión sobre las palabras más difíciles de comprender de Jesús: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?». <br /><br />El arzobispo confiesa que la experiencia de abandono descrita por san Pablo refleja muy bien las pruebas que él tuvo que soportar en sus trece años de cárcel en Vietnam. «En varias ocasiones me sentí abandonado --dice Van Thuân--, especialmente cuando en la noche del 1 de diciembre de 1975 me encadenaron junto a otra persona y nos llevaron con otros prisioneros, todos de pie, de la prisión al barco en el que más tarde nos embarcarían para llevarnos al norte de Vietnam, a 1.700 kilómetros de mi diócesis. Sentí un gran sufrimiento pastoral, pero puedo atestiguar que el Padre no me abandonó y me dio la fuerza». <br /><br />«Quizá todos nosotros, en varias ocasiones, hemos vivido o vivimos momentos semejantes de abandono --continuó diciendo el predicador del Papa--. Nos sentimos abandonados cuando nos inunda la soledad o el sentido de fracaso; cuando sentimos el peso de nuestra humanidad y nuestros pecados. Nos sentimos abandonados cuando incomprensiones e infidelidades perturban nuestras relaciones fraternas; cuando nos parece que la situación de desorientación o de desesperación en que se encuentran algunos no tiene salida; cuando estamos en contacto con los sufrimientos de la Iglesia y de pueblos enteros... Son pequeñas o grandes "noches del alma" que oscurecen en nosotros la certeza de la presencia de Dios cercano, que da sentido a toda nuestra vida. En esos momentos, incluso la alegría y el amor parecen apagarse». Según Van Thuân, en esos momentos, es cuando mejor se puede comprender el «misterio de la cruz».<br /><br />«Los santos también han experimentado noches de desesperación --añade--, momentos en los que se han sentido abandonados por todo y por todos. Sin embargo, como auténticos expertos del amor de Dios, no han dudado en recorrer hasta el final la vía de la cruz, dejándose iluminar y forjar por ella, aunque esto implicara la propia muerte. Es la ley del Evangelio: "Si el grano caído en tierra no muere, queda solo, pero si muere, produce mucho fruto". Es también la ley propia de Jesús: su muerte fue real, pero es todavía mucho más real la vida sobreabundante que mana de aquella muerte». <br /><br />San Pablo, añadió el predicador, nos presenta en la carta a los Filipenses a Cristo «en el momento en que se desnuda de sí, de su forma divina, para asumir "la condición de siervo", la "semejanza a los hombres". Es la imagen de un Dios que se "aniquila", se "pierde" para darse a sí mismo, para dar la propia vida sin medida, hasta la cruz, donde toma consigo toda la culpa del mundo, hasta el punto de que Él, el "inocente", el "justo" llega a asemejarse al hombre pecador». Intercambio admirable, entre Dios y el hombre, que san Agustín definirá como «comercio de amor» y León Magno como «comercio de salvación». <br /><br />Cristo carga con los pecados del hombre hasta el punto de que en la cruz se dirige al Padre para gritar: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?». «Había sido traicionado por los hombres --recuerda Van Thuân--, los suyos no estaban con él, y ahora Dios, al que llamaba "Papá" («Abbá»), calla. El Hijo siente el vacío de su ausencia, pierde la alegría de su presencia. La incalificable certeza de no estar solo nunca, de ser escuchado siempre por el Padre, de ser instrumento de su voluntad, deja el paso a esa súplica llena de dolor». <br /><br />El obispo vietnamita concluyó diciendo: «Fue el abandono sensible más desolador que experimentó durante su vida, como afirma san Juan de la Cruz. De ese modo, Cristo fue aniquilado y reducido casi a la nada. Y, sin embargo, continúa explicando san Juan de la Cruz, precisamente cuando era oprimido, realizó la obra más maravillosa de todas las que cumplió en el cielo y en la tierra durante su existencia terrena, llena de milagros y de prodigios. Con ella reconcilió y unió a Dios con el género humano. En esta sorprendente dinámica del amor de Dios, todos nuestros sufrimientos son acogidos y transformados, cada vacío es llenado, cada pecado redimido. Nuestro abandono, nuestra lejanía de Dios es colmada». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />LA EUCARISTÍA CAMBIÓ LA VIDA EN EL CAMPO DE REEDUCACIÓN COMUNISTA <br />Meditación de monseñor Van Thuân al Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 16 mar (Palabra).- La Eucaristía fue el tema de la primera meditación que hoy predicó el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân al Papa y a sus colaboradores, quienes en esta semana se encuentran haciendo Ejercicios Espirituales. Comenzó con una conmovedora evocación de las Misas que celebró en los trece años de cárcel que tuvo que soportar en su país. <br /><br />«Cuando me encarcelaron en 1975 --recordó el prelado vietnamita--, me vino una pregunta angustiosa: "¿Podré celebrar la Eucaristía?"». <br /><br />El prelado explicó que, dado que al ser detenido no le permitieron llevarse ninguno de sus objetos personales, al día siguiente le permitieron escribir a su familia para pedir bienes de primera necesidad: ropa, pasta dental, etc. «Por favor, enviadme algo de vino, como medicina para el dolor de estómago». Los fieles entendieron muy bien lo que quería y le mandaron una botella pequeña de vino con una etiqueta en la que decía: «Medicina para el dolor de estómago». Entre la ropa escondieron también algunas hostias. La policía le preguntó: «¿Le duele el estómago?». «Sí», respondió monseñor Van Thuân, quien entonces era arzobispo de Saigón. «Aquí tiene su medicina». <br /><br />«No podré expresar nunca mi alegría: celebré cada día la Misa con tres gotas de vino y una de agua en la palma de la mano. Cada día pude arrodillarme ante la Cruz con Jesús, beber con él su cáliz más amargo. Cada día, al recitar la consagración, confirmé con todo mi corazón y con toda mi alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo, a través de su sangre mezclada con la mía. Fueron las Misas más bellas de mi vida». <br /><br />Más tarde, cuando le internaron en un campo de reeducación, al arzobispo le metieron en un grupo de cincuenta detenidos. Dormían en una cama común. Cada uno tenía derecho a cincuenta centímetros. «Nos las arreglamos para que a mi lado estuvieran cinco católicos --cuenta--. A las 21,30 se apagaban las luces y todos tenían que dormir. En la cama, yo celebraba la Misa de memoria y distribuía la comunión pasando la mano por debajo del mosquitero. Hacíamos sobres con papel de cigarro para conservar el santísimo Sacramento. Llevaba siempre a Cristo Eucaristía en el bolso de la camisa». <br /><br />Dado que todas las semanas tenía lugar una sesión de adoctrinamiento en la que participaban todos los grupos de cincuenta personas que componían el campo de reeducación, el arzobispo aprovechaba los momentos de pausa para pasar con la ayuda de sus compañeros católicos la Eucaristía a los otros cuatro grupos de prisioneros. «Todos sabían que Jesús estaba entre ellos, y él cura todos los sufrimientos físicos y mentales. De noche, los prisioneros se turnaban en momentos de adoración; Jesús Eucaristía ayuda de manera inimaginable con su presencia silenciosa: muchos cristianos volvieron a creer con entusiasmo; su testimonio de servicio y de amor tuvo un impacto cada vez mayor en los demás prisioneros; incluso algunos budistas y no cristianos abrazaron la fe. La fuerza de Jesús es irresistible. La obscuridad de la cárcel se convirtió en luz pascual». <br /><br />Para el predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa «Jesús comenzó una revolución en la cruz. La revolución de la civilización del amor tiene que comenzar en la Eucaristía y desde aquí tiene que ser impulsada». <br /><br />«Concluyo con un sueño --dijo monseñor Van Thuân--: en él la Curia romana es como una gran hostia, en el seno de la Iglesia, que es como un gran Cenáculo. Todos nosotros somos como granos de trigo que se dejan moler por las exigencias de la comunión para formar un solo cuerpo, plenamente solidarios y plenamente entregados, como pan de vida para el mundo, como signo de esperanza para la humanidad. Un solo pan y un solo cuerpo». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />LA FUERZA DE LOS CRISTIANOS ESTA EN SU DEBILIDAD <br />Meditación de monseñor Van Thuân en los Ejercicios Espirituales del Papa <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 17 mar (Palabra).- La semana dedicada por Juan Pablo II a la oración y al recogimiento, junto a sus colaboradores cercanos llega a su fin. Concluirá mañana por la mañana con la última meditación del predicador, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân. En el día de hoy afrontó un tema sumamente sugerente, la condición de «minoría» de la Iglesia católica. <br /><br />Minoría, una realidad <br /><br />Un tema que, como él mismo recordó, fue subrayado por los obispos de Europa en su reciente Sínodo. En aquella ocasión constataron que «la Iglesia en tierras tradicionalmente cristianas, se encuentra en una situación de minoría». Los datos son evidentes: «disminución de las vocaciones religiosas y sacerdotales; de la práctica religiosa; la reclusión de la religión al ámbito de la vida privada, con la relativa dificultad para contribuir con el mensaje cristiano en las costumbres y en las instituciones y transmitir la fe a las nuevas generaciones». Por ello, monseñor Van Thuân, comenzó su reflexión con esta constatación: «Ser minoría es una característica de la Iglesia en el mundo de hoy». <br /><br />Para mostrar gráficamente esta situación, narró su cotidiana experiencia de viajes por el mundo en virtud de presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz con un pasaporte del Vaticano. «Con frecuencia encuentro dificultades por parte de los policías en los aeropuertos. En general, los italianos no ponen problemas. En Alemania ya es más difícil: "¿Qué es la Santa Sede?", preguntan. En Malasia, es mucho más complicado: "¿Dónde está la Santa Sede?", me preguntan. Les respondo: "En Italia, en Roma". Entonces me llevan ante un gran mapamundi en el que obviamente no aparece el Vaticano. De ese modo me hacen esperar una media hora con los inmigrantes ilegales». <br /><br />«Vivir como minoría --continuó diciendo el prelado vietnamita-- exige un esfuerzo de discernimiento de la nueva situación para comprender el designio de Dios para la Iglesia en el hoy de la historia y, por tanto, para saber cómo tenemos que comportarnos. De este modo, no se experimentarán complejos de inferioridad, sino que por el contrario, se vivirá una gran esperanza». <br /><br />Para explicar este concepto de «minoría cuantitativa», monseñor Van Thuân recordó la historia de Gedeón, jefe carismático de Israel, en el siglo XII antes de Cristo. Gedeón venció a los enemigos con tan sólo trescientos hombres que no tenían más que cuernos por armas. Recordó también el enfrentamiento entre David y Goliat, aclarando que «Goliat representa el mal, es decir, las ideologías o valores que van contra el Evangelio. Goliat es hostil, amenaza, provoca. También hoy la Iglesia, ante el mal, tiene que enfrentarse contra Goliat, un gigante aterrador que parece invencible». Al inicio, David tomó el camino equivocado. Se vistió con la armadura del poder y de la fuerza, pero paralizaban sus movimientos. «No puedo caminar con todo esto, pues no estoy acostumbrado», decía al igual que podría decir la Iglesia, cuando recurre al arsenal del mundo. «La Iglesia tiene sus propias armas para afrontar la batalla», explicó Van Thuân. «Y son las únicas armas que cuentan de verdad». David dijo: «Goliat, tú te opones con la espada, con la lanza, y con la flecha. Yo me presentaré en el nombre del Señor de los ejércitos». A David le fue suficiente una honda y cinco piedras para derrotar a Goliat. «Cada gigante tiene su punto débil --comentó el predicador--. Basta prestar atención. Un canto bien colocado derrotó al gigante y su espada fue utilizada para cortarle la cabeza». <br /><br />La fuerza de Dios <br /><br />«David es la figura de la Iglesia de hoy --subrayó monseñor Van Thuân--. En muchas situaciones, estamos en minoría en cuanto a números, fuerzas, posibilidades y medios. Pero, al igual que David, seguimos adelante en nombre de Dios. En la historia, la Iglesia, tanto en su dimensión universal como local, ha sido una minoría ante el imperio romano y ante las invasiones de los bárbaros. Quedó debilitada por las divisiones internas en la era moderna, así como por la revolución francesa. En el siglo que termina ha sufrido las prepotencias del nazismo, del comunismo y ahora del consumismo. Pero ante los Goliat de todas las épocas, el Señor ha mandado a muchos David inermes: santos, papas, mártires». <br /><br />Para dar actualidad a sus palabras puso el ejemplo de las primeras palabras del pontificado de Juan Pablo II: «¡No tengáis miedo!». Su emblema ha sido la Cruz «esperanza única» y María: «vida, dulzura y esperanza nuestra». Este Papa afirmó: «El comunismo es sólo un paréntesis en la historia». Monseñor Van Thuân recordó que «Muchos se burlaron de él. Pensaron que no era realista. Decían que el mapamundi ya era de color rojo. Pero el comunismo en Europa del Este cayó y la Iglesia está cruzando el umbral del tercer milenio». <br /><br />El prelado concluyó con una exhortación: «Por eso, hermanos, "¡No tengáis miedo! Sigamos en nombre de Dios y caerán los muros del nuevo Jericó». <br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />EL SECRETO DE LA ESPERANZA, «REGRESAR A JERUSALEN» <br />El Papa prepara su peregrinación a Tierra Santa con una semana de oración <br /><br />CIUDAD DEL VATICANO, 19 mar (Palabra).- Juan Pablo II no se podía haber preparado mejor para la peregrinación que mañana comienza a Tierra Santa. El 18 de marzo por la mañana concluyó los Ejercicios Espirituales, en los que se había retirado durante una semana de oración, con una meditación en la que su predicador, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân, dirigió la mirada a Jerusalén y a los lugares de la predicación de Jesús hace dos mil años. En su reflexión presentó con fuerza seductora la presencia de Cristo en una Iglesia «que en ocasiones está cansada, triste y desilusionada» ante el mundo actual, como los discípulos de Emaús, pero que al igual que ellos es capaz de regresar a la Ciudad Santa, reconociendo la «inefable certeza» de la presencia de Jesús a su lado. <br /><br />La historia que tuvo lugar en aquellos once kilómetros que separan a Jerusalén de Emaús, afirmó el prelado vietnamita, es la imagen del camino interior al que está llamado todo creyente: de la tristeza a la alegría, la «gran alegría del arte de amar» que une a la Iglesia gracias a la presencia de Jesús entre los suyos. <br /><br />Monseñor Nguyên Van Thuân explicó de este modo cómo los cristianos pueden mantener la paz del corazón incluso en los momentos más difíciles: «Cada vez que Jesús se aparece después de la resurrección, siempre saluda con estas palabras: "La paz esté con vosotros". Jesús es nuestra paz, nuestra esperanza. Esta auténtica paz, que es una alegría que el mundo no puede dar y que nadie puede quitarnos, se alcanza sólo con el camino penitencial, con el cambio real de vida, como nos pide el Jubileo. Cambiar lo humano para hacer que se haga divino. Esto requiere una "metanoia", un cambio. Como ese cambio progresivo y después decisivo de los discípulos de Emaús: convertidos por la Palabra y por la presencia de Cristo entre ellos, cambiaron de camino. Huían de Jerusalén, la ciudad del escándalo de la muerte de su maestro en el que habían puesto su esperanza y ahora, sin miedo, regresan a Jerusalén, ciudad de la muerte y de la resurrección de su Señor». <br /><br />«La paz que Jesús anuncia a sus discípulos es también amor. En el amor, el corazón se reconcilia, se reunifica, alcanza de nuevo esa paz para la que hemos sido creados y para la que estamos destinados», dijo el predicador de los Ejercicios del Papa. <br /><br />«El episodio de Emaús --añadió-- nos recuerda a todos nosotros una realidad gozosa de la experiencia cristiana: la presencia perenne en la Iglesia del Cristo resucitado. Presencia viva y real en la Palabra, en los sacramentos, en la Eucaristía. Pero también en las personas y entre las personas, en los ministros de la Iglesia, en los pobres, en cada hermano». <br /><br />«Desde hace dos mil años la Iglesia vive de esta presencia. Y, mirando hacia el futuro, tiene la esperanza de su promesa: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el final del mundo". Tenemos que ser testigos de esta presencia y de esta esperanza». Por eso, monseñor Nguyên Van Thuân invitó a Juan Pablo II y a sus colaboradores a «volver a los orígenes del Evangelio. Volvamos continuamente a Jerusalén, como ahora se prepara a hacerlo el Santo Padre. Un regreso a los manantiales, al centro de la Iglesia, donde Jesús enseñó, sufrió la pasión, murió y fue sepultado. Parecía el final. Pilatos mandó soldados para custodiar la tumba de Jesús; los judíos hicieron rodar la gran piedra y la sellaron. Querían acabar con él para siempre. Cancelarlo de la memoria de todos, incluso de los suyos. Pero, en Jerusalén, Jesús resucitó y se apareció a muchas personas. La Iglesia exulta de alegría porque Jesús dijo: "Confiad: yo he vencido al mundo"».<br /> <br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />EJERCICIOS ESPIRITUALES EN LA VIDA CORRIENTE. JOSE LUIS CARABIAS<br /><br /><br /> <br /><br />Índice<br /> <br />Etapa de introducción<br />Notas previas para poder realizar con éxito Ejercicios Espirituales Ignacianos en la vida corriente<br />Intr. 1 - Ignacio y sus Ejercicios<br />Intr. 2 - La oración, encuentro con Dios<br />Intr. 3 - Entrada a Ejercicios<br />Intr. 4 - Principio y fundamento I: Somos creados por Dios para ser felices<br />Intr. 5 - Principio y fundamento II: Todo lo creado es para que lo usemos tanto cuanto sirva para nuestra felicidad<br />Primera etapa: El amor de Dios ante el mal del mundo y de mí mismo<br />I. 1 - El pecado “de los demás”<br />I. 2 - El pecado “estructurado”<br />I. 3 - Mis infidelidades e ingratitudes, vistas desde el amor de Dios<br />I. 4 - Nuestras idolatrías<br />I. 5.- Mi muerte y mi verdad<br />I. 6 - La posibilidad de una condenación eterna<br />I. 7 - Confesión sacramental y examen de conciencia<br /> La pausa: examen de conciencia diario<br />I. 8 - Reglas de la primera semana<br /> a) Avisos para interpretar y manejar los movimientos interiores<br /> b) Reglas para no desviarse al consumir<br />Segunda etapa: Seguir a Jesús de cerca<br />II. 1 - El rey eternal<br />II. 2- Dios se humaniza: la encarnación<br />II. 3 - El nacimiento de Jesús<br />II. 4 - Infancia y juventud de Jesús<br />II. 5 - Las dos banderas: dos sistemas de valores<br />II. 6 - Actitudes de los seguidores de Jesús: Bienaventuranzas y Padre Nuestro<br />II. 7 - Tres actitudes: Test de la libertad (Tres binarios)<br />II. 8 a - Jesús discierne su vocación<br />II. 8 b - Tres niveles de amor: Test del amor (Tres grados de humildad)<br />II. 9 a - Discernimiento vocacional<br />II. 9 b - Mi pertenencia a mi comunidad<br />II. 9 c - Mi proyecto de vida<br />II. 10 - Jesús invita a vivir la amistad en comunidad<br />II. 11 - Jesús anuncia su buena nueva a los pobres<br />II. 12 - Jesús dignifica a la mujer y al matrimonio<br />II. 13 - La experiencia de milagro en mi vida<br />II. 14 - María, camino y modelo para llegar a Jesús<br />II. 15 - ¿Quién es Jesús para mí?<br />II. 16 - Reglas de la segunda semana<br /> a) Reglas para conocer los movimientos interiores<br /> b) Orientaciones para ayudar y servir a los demás<br /> c) Notas para no atarse a la exageración o a los detalles<br />Tercera etapa: La pasión de Cristo. Aprender a sufrir con él y como él<br />III. 1 - El mensaje de Jesús es conflictivo<br />III. 2 - La cena pascual<br />III. 3 - Juicios y torturas contra Jesús<br />III. 4 - La cruz, misterio de amor<br />III. 5 - Jesús sigue sufriendo y muriendo hoy<br />Cuarta etapa: La resurrección de Cristo, plenitud del amor. Aprender a gozar y triunfar con él y como él<br />IV. 1 - Jesucristo resucitado consuela y anima a sus amigos<br />IV. 2 - Jesús resucitado envía su espíritu<br />IV. 3 - Jesús resucitado envía a sus discípulos a predicar su Buena Nueva<br />IV. 4 – La Iglesia continúa la misión de Cristo<br />IV. 5 - Vivir hoy la resurrección de Cristo<br />IV. 6 - La gloria del resucitado<br />IV. 7 - Resucitaremos con Cristo<br />Etapa de aterrizaje: Contemplativos en la acción<br /><br />V. 1 - Espiritualidad laical: el bautismo<br />V. 2 - Contemplación para alcanzar amor<br />V. 3 - Repeticiones actualizadas<br />V. 4 - Oración de Alianza. Una propuesta para el examen diario o pausa ignaciana<br />Anexo globalizante: Parábola del Reino<br /><br />I - La construcción<br />II - El banquete<br />Cánticos para el camino<br /><br /><br /><br /><br />DIEZ DIAS DE EJERCICIOS de JEAN LAPLACE<br /><br /><br />S U M A R I O<br />Guía espiritual <br />Consejos previos <br />1. La oración<br />2. El acompañamiento<br />3. El esfuerzo espiritual<br />4. El itinerario <br /><br />Textos con miras a la oración de estos días<br /><br />Día 1º.: Designio de Dios y respuesta del hombre <br />(Principio y fundamento) <br /><br />Plan del día: ¿por dónde comenzar? <br />Para la oración de este día <br />Discernimiento al fin de la jornada<br /><br />1ª. Etapa: LLAMADA A LA CONVERSIÓN<br /><br />Día 2º.: En las profundidades<br /><br />Plan del día: la revelación del pecado <br />La "meditación"<br />Para la oración de este día<br />Primeros pasos en el discernimiento<br />Advertencias al fin de la jornada <br /><br />Día 3º.: Orar a Jesús<br /><br />Plan del día: Jesús Salvador<br />Para la oración de este día<br />Asimilación de esta oración. La repetición. El examen<br />El sacramento de la penitencia<br />Al fin de estos dos días: discernimiento<br /><br /><br />2ª. Etapa: DE LA CONVERSIÓN A LA MISIÓN <br /><br />Día 4º.: La llamada de Jesús<br /><br />Plan del día: la contemplación del Reino <br />La llamada de Jesús <br />Para la oración de este día <br />Discernimiento del fin del día <br /><br />Día 5º.: María, o la respuesta perfecta <br /><br />Plan del día: los misterios... el de María <br />La contemplación <br />Para la oración de este día<br />Afinamiento y simplificación de la oración <br />El discernimiento en esta contemplación <br /><br />Día 6º.: El discernimiento: el estilo de Cristo . <br /><br />Plan del día: la sabiduría de Cristo. <br />La lucha entablada<br />La oración para pedir "ser admitido"<br />Para la oración de este día<br />La regla para nuestra elección: los dos criterios (333)<br /><br />Día 7º.: Educación para el discernimiento: la elección<br /><br />Plan del día: manera de elegir<br />Disposiciones para la elección<br />¿Cómo se hace la elección? <br />Aplicaciones<br />Para la oración de este día <br />Al final de estos cuatro días<br /><br />3ª. Etapa: CRISTO VIVO EN LA IGLESIA<br /><br />Día 8º.: El don de su Cuerpo: la Eucaristía<br /><br />Plan para este día: en unión con Cristo<br />Para la oración de este día<br /><br />Día 9º.: En las fuentes del ser y de la vida: la Pasión<br /><br />Plan para este día: sentido de la vida y de la muerte <br />Oración ante la Pasión <br />La dificultad: el muro <br />Para la oración de este día <br /><br />Día 10º.: El hombre nuevo: Cristo resucitado <br /><br />Plan para este día: una transformación<br />La oración ante Cristo resucitado <br />El retorno al principio<br />Para la oración de este día<br /><br />El final de la experiencia <br /><br />1. Balance e intercambio final<br />2. Conservación de la experiencia<br />3. La vida de discernimiento: el examen <br />4. La Contemplación para alcanzar amor [230-237] <br />5. Para esta contemplación<br /><br />La renovación de la experiencia <br /><br /><br />* * * * *<br /><br /><br />Guía espiritual<br /><br />¿«Cómo reflejar en el papel la evolución de una vida», la de los <br />ejercitantes y la de aquel que les acompaña? Esta era la pregunta <br />que yo me hacía cuando, hace ahora unos diez años, publicaba este <br />libro que ahora se me pide reeditar. <br />¿De qué se trata, en realidad? De ayudar a los demás a <br />evolucionar, a vivir, a amar, a crecer en libertad para mejor <br />entregarse a la gracia del Espíritu y, de ese modo, cumplir su misión <br />en la Iglesia y entre los hombres. <br />Este libro es de un carácter muy particular. No está destinado tanto <br />a ser leído cuanto a ser practicado. Y practicado con la ayuda de una <br />persona experimentada, a fin de evitar errores metodológicos. Es el <br />itinerario de una experiencia; es una guía espiritual. <br />No conviene buscar en él un desarrollo lógico, como si debiera ser <br />leído de principio a fin. Hay que abrirlo según la necesidad del <br />momento, para encontrar en él la animación del espíritu y algunos <br />consejos apropiados. Su estilo pretende ser el de los «apotegmas» de <br />los Padres del desierto: una serie de pensamientos, ya de por si <br />condensados, que condensan a su vez una experiencia vital e invitan <br />a acceder a una realidad siempre presente, pero de la que no <br />solemos preocuparnos de ordinario. Una vez despertado tu espíritu, <br />una vez recibido el consejo, cierra el libro, olvida lo que has leído y <br />deja que la oración brote en tu corazón. <br />El conjunto constituye un «retiro», como solemos denominar a esos <br />días que nos tomamos de vez en cuando para recobrar el sentido de <br />lo esencial. Pero, ¡cuidado!, no estereotipemos la experiencia. Si me <br />preguntas: ¿«Qué tengo que hacer»?, me veo obligado a <br />responderte: Descúbrelo tú mismo... Este libro puede ayudarte a <br />ello». Un «retiro» no es una serie de ejercicios, fijados de antemano y <br />de una vez por todas, que bastara con seguir fielmente para sacar de <br />ellos el fruto esperado. Aun cuando se haga en grupo, requiere una <br />creación personal: la de un ser que vive y que busca la voluntad del <br />Espíritu. Quien se sirva de este libro aprenderá a presentarse por sí <br />mismo delante de Dios, ya sea que haga el retiro con otros o lo haga <br />solo y «en la vida corriente», como afortunadamente va siendo cada <br />vez mas habitual. <br />El hilo conductor de la experiencia lo constituyen los Ejercicios <br />Espirituales de san Ignacio de Loyola. Pero es preciso aclarar en que <br />espíritu se toman los mencionados Ejercicios, cuyo fin consiste en <br />conducir a la libertad espiritual a quien los hace. Los Ejercicios <br />contienen una serie de consejos y un «itinerario». Podríamos decir <br />que son unas reglas para hallar la libertad. Es decir, que quien los <br />considere como una especie de «grilletes» que impiden la libertad de <br />movimiento, es que no los ha comprendido. Del mismo modo que el <br />músico se somete a un método para permitir que brote la inspiración, <br />así también quien se somete a la escuela de los Ejercicios recibe una <br />serie de reglas y de consejos con el único fin de que pueda descubrir <br />la libertad de servir y amar a Dios en todas las cosas. Y podré <br />constatar que el camino seguido es bueno para esa libertad y esa paz <br />que en ellos va detectando. <br />Este hilo conductor querría aplicarlo yo especialmente a la <br />Escritura. Desde que comencé mi actividad pastoral, siempre tuve <br />presente el consejo que me dio un profesor de un seminario que hizo <br />los Ejercicios conmigo. «Debería releer la Biblia con los ojos de un <br />ejercitador de Treinta Días». y así lo he hecho. Y me ha servido de <br />inestimable ayuda. He llegado a redactar un librito de cien páginas, <br />Biblia y Ejercicios, que nunca he publicado, pero que me inspira <br />continuamente. De hecho, no veo como podría encontrarme a gusto <br />en unos Ejercicios sin esta constante referencia a la Palabra de Dios y <br />sin tener en cuenta la gran Tradición espiritual de las Iglesias Oriental <br />y Occidental que la comentan. Entre los frutos que los ejercitantes <br />que he conocido en tantísimos años me dicen haber sacado de los <br />Ejercicios, destacaría estos dos: la libertad para resituarse ante Dios, <br />suceda lo que suceda, y el gusto de orar con la Escritura. Nada puede <br />agradarme tanto, porque ello expresa lo que siempre he intentado al <br />desempeñar mi ministerio. <br />Llegará el día en que, tras haberse servido de estas páginas, el <br />ejercitante ya no sienta la necesidad de recurrir a ellas. Le bastará <br />con el libro de la Palabra de Dios, del que ya no podrá prescindir y en <br />el que no dejará de descubrir el camino que le conduce a Dios. <br />A los catorce años de haberlo escrito, he releído este libro en <br />orden a su reedición. Y he descubierto que conserva su valor tal <br />como está. Lo único que he hecho ha sido rehacer las primeras <br />páginas de consejos previos. Por lo que se refiere al resto, he <br />mantenido la presentación en días o jornadas, con sus respectivas <br />notas de orientación general, sus advertencias acerca de la oración, <br />sus textos bíblicos para ayudar a la misma y, por ultimo, sus consejos <br />referidos al discernimiento. <br />Cuando publiqué estos «Diez Días» por primera vez, me <br />preguntaba si no seria conveniente facilitar también las notas de las <br />que me sirvo para dar los Ejercicios de Treinta Días. Hoy ya no me <br />hago esta pregunta, porque la presente «Guía espiritual. puede servir <br />perfectamente para ese fin. La materia es la misma. Lo único que <br />difiere es el ritmo, que ha de ser ralentizado en orden a una <br />asimilación más profunda. <br />Para acabar, quisiera repetir lo que dice Ignacio al presentar su <br />libro de los Ejercicios: todo esto no son más que ejercicios, ensayos, <br />sugerencias, invitaciones a caminar y maneras diversas de <br />disponerse a la acción del Espíritu «para buscar y hallar la voluntad <br />divina en la disposición de la propia vida» [EE, 1]*. <br />........................<br />* En adelante, todas las citas que aparezcan entre [...] se referirán a la <br />numeración del texto de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio.<br /><br />* * * * *<br /><br />Consejos previos<br /><br />En estas primeras páginas nos limitaremos a dar una serie de <br />consejos previos que retornaremos y desarrollaremos a lo largo del <br />libro. Pero conviene tener desde el principio una visión de conjunto de <br />los mismos, porque constituyen el fundamento pedagógico de los <br />Ejercicios. Tales consejos se refieren, a la vez, a la oración, a la <br />ayuda que debe esperarse del ejercitador, al esfuerzo exigible al <br />ejercitante y al itinerario que se propone. <br />Es importante tomarlos como lo que realmente son: un simple <br />medio para disponer el corazón. Lo esencial es la acción del Espíritu <br />Santo, en la que el hombre no debe tratar de interferirse mediante un <br />esfuerzo de la voluntad o de la mente. Tampoco bastaría con una <br />enseñanza meramente externa. Nadie puede hacer por otro una <br />experiencia del amor. El misterio del encuentro no deja de ser un <br />secreto de cada uno. «Entra en tu cámara, dice Cristo, donde el <br />Padre ve en lo secreto» Es la ley de todo amor, tanto del amor a Dios <br />como del amor a otra persona. Cuando te dispongas a acogerlo, <br />cierra tu puerta con llave, ama y haz lo que quieras. <br />En suma: se trata de prepararnos a recibir algo que no procede de <br />nosotros y sin lo cual, no obstante, la vida no es vida. ¿Quién puede <br />vivir sin amar? ¿Qué cristiano puede vivir sin buscar a Dios y su <br />voluntad? Y, sin embargo, no puedo proporcionarme a mi mismo <br />aquello de lo que más imperiosamente tengo necesidad. Esta <br />constatación es el punto de partida de toda la experiencia. ¡Ven, <br />Señor, a colmar el deseo que Tú mismo has despertado en mi!<br />Esta serie de consejos pretenden ponernos en el camino de las <br />disposiciones que le abren a uno a la acción del Espíritu; de un modo <br />particular, pretenden enseñarnos a aceptarnos a nosotros mismos. Lo <br />cual dista mucho de la resignación pasiva. La aceptación de uno <br />mismo se corresponde con la indiferencia exigida por san Ignacio para <br />entrar en los Ejercicios. Ya iremos aclarando poco a poco su <br />naturaleza. De momento, digamos al menos que es, a la vez, apertura <br />al futuro, confianza en Dios, relativización de todas las cosas con <br />respecto a lo esencial, y deseo de ser «campo de experiencia del <br />Espíritu Santo» (Teilhard). No sé lo que resultará de todo ello, pero <br />me ofrezco por entero, en la seguridad de que Dios está siempre <br />conmigo... <br />________________________<br /><br />1. LA ORACIÓN<br />ORA/CONSEJOS:<br />Lo importante en la oración es comenzar como es debido. «Antes <br />de entrar en la oración, repose un poco el espíritu, asentándose o <br />paseándose..., considerando a dónde voy y a qué» [239]. En estos <br />primeros momentos, hay que apaciguar el cuerpo, concentrar el <br />espíritu y abrir el corazón. Hay que hacer realidad el «Descálzate» <br />dirigido a Moisés (Ex 3,5) y el «cerrar la puerta» del Sermón de la <br />montaña (Mt 6,6). <br />Muchos imaginan que el preparar la oración consiste en fijar un <br />tema y concretar los puntos, como si se tratara de hacer a <br />continuación una disertación según el plan previsto. De ese modo <br />hacen de la oración una operación intelectual. Lo que conviene es, <br />sencillamente, fijar la atención del espíritu en tal o cual punto, a fin de <br />no quedarse en vaguedades. «Por dónde comenzar», dice con mucha <br />frecuencia san Ignacio. De este modo el espíritu conserva la paz, sin <br />andar «mariposeando» aquí y allá. A este objeto proponemos textos <br />escriturísticos, no para que se tomen todos ellos, sino para que cada <br />cual escoja el que más le convenga y no deje a su espíritu errar sin <br />rumbo. <br />Hay ejercitadores que quieren decirlo todo, con lo cual atiborran el <br />espíritu y no dejan sitio al Espíritu Santo. Y hay ejercitantes que <br />hacen lo mismo: desean que se les ofrezcan múltiples explicaciones, <br />al objeto de asegurarse materia abundante o prevenir el aburrimiento. <br />Unos y otros olvidan el objetivo de estos preparativos: dejar «que el <br />mismo Criador y Señor se comunique a la su anima devota, <br />abrazándola en su amor y alabanza y disponiéndole por la vía que <br />mejor podrá servirle adelante» [EE, 15]. <br />El cuerpo desempeña su propio papel en esta preparación. Su <br />postura no es algo indiferente en relación a la calidad de la oración. <br />No es preciso ser un ferviente partidario del «yoga» o del «zen» para <br />experimentarlo. Basta con que nos fijemos en nuestro propio trabajo: <br />éste nos resulta tanto mas fácil cuanto mas distendido está nuestro <br />cuerpo. Por eso aconseja Ignacio «entrar en la oración, cuándo de <br />rodillas, cuándo postrado en tierra, cuándo supino rostro arriba, <br />cuándo asentado, cuándo en pie, andando siempre a buscar lo que <br />quiero» [EE, 76]. Si una determinada postura me va bien, ¿por qué <br />cambiarla? <br />Una vez apaciguados el espíritu y el cuerpo, resulta posible la <br />verdadera atención, la que puede ser duradera porque no fatiga. Hay <br />motivos para preguntarse si todo marcha como es debido cuando <br />entramos en la oración tensos y nerviosos. La tensión es señal, <br />muchas veces, de que nos fiamos únicamente de nuestro propio <br />esfuerzo y no sabemos de veras lo importante que es estar distendido <br />para conseguir hallarse más presente. Es el momento de cambiar <br />nuestro proceder. <br />Cuando hemos conseguido serenar todo nuestro ser, conviene <br />pedir a Dios lo que deseamos: el don de entender las cosas y el gusto <br />interior que nos permite penetrar en ellas con el corazón. «¡Ojalá <br />descendieras, Señor! ¡Ven, Señor, ven a visitarnos!»: esto es lo que, <br />bajo diversas fórmulas, piden los orantes en la Biblia. En este sentido, <br />las oraciones litúrgicas nos sirven de estupendo modelo. ¿Por qué no <br />servirnos de ellas al principio de la oración? Esas oraciones <br />despiertan y educan el deseo, y responden perfectamente a lo que <br />observa Pablo: «EI Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues <br />nosotros no sabemos pedir como conviene, mas el Espíritu mismo <br />intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8,26). Muchos de <br />nuestros intentos de orar resultan vanos porque no dejamos que se <br />exprese así el deseo en nuestros corazones. «Pedid y recibiréis», dice <br />el Señor; pero inmediatamente antes había dicho: «Hasta ahora nada <br />le habéis pedido en mi nombre» (Jn 16,24). <br /><br />* * * <br /><br />ORA/LECTURA: Son muchos los que se sienten paralizados ante la <br />idea de permanecer una hora en oración durante tres o cuatro veces <br />al día. Por supuesto que es importante no lanzarse a la aventura sin <br />haber caída en la cuenta de qué es lo que nos hace capaces de <br />perseverar en la misma. Unos se imaginan la oración como un <br />encuentro silencioso con Dios, y por ello desprecian los libros o las <br />ideas que se les proponen; a otros les da miedo «abandonarse» y <br />necesitan tener un libro a su alcance. Pero, en realidad, la oración es <br />fruto de una tensión entre dos elementos opuestos que, poco a poco, <br />van armonizándose: la lectura y la plegaria. Lectio et oratio, ha dicho <br />siempre la Tradición. <br />La lectura es necesaria; pero no cualquier lectura. Se nos ofrecen <br />muchos libros que, según me temo, nos alejan de la oración o nos <br />quitan las ganas de orar. De hecho, no conozco más que un libro <br />plenamente apropiado: el de la Palabra de Dios. Y ello con tal de que <br />no lo convirtamos en un objeto de estudio. La exégesis y la teología <br />son útiles, pero únicamente para preparar el camino. Llegado el <br />momento de orar, el libro ha de ser tomado como si de un sacramento <br />se tratara. A través de las múltiples palabras y los diversos relatos, <br />que son otros tantos signos sensibles de una realidad invisible, <br />intento escuchar la única Palabra, la del Verbo, que, a través de su <br />carne, me conduce a la Divinidad. No me detengo en el detalle más o <br />menos curioso, sino que prescindo de esas cuestiones que excitan mi <br />curiosidad. En la fe de mi corazón que desea y en la presencia del <br />Dios a quien busco, recibo la palabra que debe alimentar mi oración. <br />Leo, naturalmente; pero lo hago en la tranquilidad propia de un <br />espíritu que está seguro de que Dios desea encontrarse con él. Leo <br />el tiempo necesario para que mi ser quede penetrado de lo que leo y <br />para poder repetírmelo a mi mismo sin esfuerzo. <br />Cuando la palabra me ha agarrado suficientemente, entonces la <br />oración sucede a la lectura. Al igual que esa joven que, en el pórtico <br />norte de la catedral de Chartres, representa la vida contemplativa, <br />también yo experimento la necesidad de cerrar el libro y «rumiar»a lo <br />que he leído o, mejor, a imitación de María, meditar las cosas en mi <br />corazón. Porque, como dice Ignacio, «no el mucho saber harta y <br />satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente» <br />[EE, 2]. El salmista evoca frecuentemente ese momento en el que el <br />orante, a lo largo de sus noches en vela, repite con deleite el nombre <br />de Dios o un determinado pasaje de su Ley (Ps 62; 118; etcétera). <br />Poco importa el nombre que haya que dar a esta oración: meditación, <br />contemplación, aplicación de sentidos, modos de orar... Nos hallamos <br />bajo la acción del Espíritu, que nos hace gustar la palabra para que <br />se convierta en nuestra luz y nuestra fuerza. Verificamos lo que, en su <br />Primera Carta, llama Juan «la unción del Santo» (1 Jn 2,20), por la <br />que la palabra proferida en el exterior y recibida en la fe se nos <br />transforma en interior, haciendo inútil toda enseñanza. Algo así es lo <br />que acontece en ese paso de la lectura a la oración. <br />Al mismo tiempo, la tensión entre ambos actos—la lectura y la <br />oración—es lo que hace verdadero o no aquello que acontece. La <br />Palabra es recibida como una norma objetiva, una regla de fe. La <br />oración nos permite penetrar en ella de tal manera que se nos <br />convierta en personal. Pasando sin cesar de una a otra, voy <br />progresivamente descubriendo lo que el Espíritu realiza en mí, sin <br />necesidad de correr el riesgo de fiarme de mis sentimientos o de mis <br />interpretaciones subjetivas. Llegado el momento, ese sentido interior <br />que el Espíritu forma en mi me permitirá conocer con certeza, gracias <br />al «olfato» que en mi va desarrollando, hacia dónde me inclina la <br />voluntad de Dios. <br />De este modo, al despertar el sentimiento, la oración no me hace <br />replegarme en mis estados anímicos. Si así lo hiciera, es señal de que <br />no es una búsqueda de Dios. Gracias a esa constante transición de la <br />lectura a la oración y de la oración a la palabra, hay en la verdadera <br />oración algo denso, compacto, sólido, que permite acceder a la vida <br />de fe y habitúa al ser humano a dejar de considerarse el centro y a <br />juzgarlo todo según el superior criterio de la voluntad de Dios. <br /><br />* * * <br /><br />Y del mismo modo que hay que comenzar como es debido, también <br />hay que acabar debidamente, llegado el momento. San Ignacio habla, <br />a este propósito, del «coloquio., que «se hace, propiamente <br />hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señora <br />[EE, 54]. E! prototipo podría serlo la conversación de Moisés con <br />Dios, a propósito de la cual se nos dice que «el Señor hablaba con <br />Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo. (Ex 33,11). <br />O mejor aún, la conversación de Jesús con su Padre, cuando se <br />retiraba a orar al desierto. Es la oración del corazón. Al principio se <br />invitaba al espíritu a apaciguarse, para que el corazón pudiera abrirse <br />a la palabra y gustar a Dios; al final, se invita al corazón a <br />apaciguarse igualmente en el sentimiento que Dios haya despertado <br />en él. Es una conversación en la que cada cual habla o se calla, <br />según prefiera, pero siempre desde un inmenso respeto por el amor. <br />En este momento no hay reglas que valgan. Cada cual es para si <br />mismo su propia ley; cada cual descubre el modo concreto en que <br />Dios se le comunica. El lenguaje de la oración se convierte en el <br />lenguaje de la libertad, del amor y de la relación. Y al final, viene el <br />silencio en la oración, la admiración y el agradecimiento <br /><br />* * * <br /><br />ORA/PERSEVERANCIA: Hay una ley elemental en el arte de orar: <br />la de la perseverancia. Dudo de que alguna vez lleguemos a saber lo <br />que es la oración si no nos hemos decidido a pagar el precio exigido: <br />perseverar en ella y volver sobre ella una y otra vez, sean cuales <br />sean las dificultades que se encuentren en el camino. <br />Y las dificultades las hay de todo tipo, y hasta pueden ser <br />contrapuestas. Unas veces es el entusiasmo, que nos hace concebir <br />proyectos ilusorios; otras veces, el aburrimiento y hasta la <br />repugnancia, que nos impulsa a abandonar. Hay que pasar por toda <br />esta serie de oscilaciones para llegar a establecerse en la solidez de <br />la fe, que no se da a la oración por el dulzor que en ella pueda <br />encontrar, sino porque Dios es Dios y uno desea encontrarlo. <br />Lo esencial consiste en llegar a esta profundidad de fe. Todo lo <br />demás—lecturas, proyectos de vida, discusiones, observaciones y <br />notas—podrá ser útil, pero no deja de ser secundario. Yo me ofrezco <br />a Dios «con grande ánimo y liberalidad, ...con todo mi querer y <br />libertad» [EE, 5]. Me entrego a él «con todo mi corazón, con toda mi <br />alma, con toda mi mente y con todas mis fuerzas. (Mc 12,30) y acepto <br />estar ante El desarmado e indefenso, sin otra cosa que mi vida tal <br />como es. Esta fidelidad es la traducción concreta de la certeza de <br />que, si se lo pedimos, Dios puede transformar el pobre ser que somos <br />cada uno de nosotros. <br />Perseverar durante unos Ejercicios viene a significar, en la <br />práctica, cuatro horas de oración diarias, e incluso cinco, si <br />—conforme a una sugerencia de san Ignacio—el ejercitante <br />experimenta el deseo de levantarse por la noche para orar. <br />Semejante exigencia solo puede cumplirse si, además de lo ya <br />dicho, añadimos que cada cual debe tener en cuenta sus <br />posibilidades. Quien desee realizar inmediatamente este ideal corre el <br />riesgo, si cuenta únicamente con sus propias fuerzas, de abandonar <br />muy pronto el empeño, lleno de desanimo o de crispación. A lo que <br />hay que aferrarse es a la dulzura del Espíritu. De ahí la flexibilidad del <br />horario. Según Ignacio, es al objeto de que «el ánimo quede harto» <br />por lo que hay que tratar de permanecer una hora entera en el <br />ejercicio, «y antes más que menos» [EE, 12]. Ya se hagan los <br />Ejercicios en grupo o individualmente, cada cual deberá ir <br />descubriendo su propio ritmo. Y en este sentido, Dios, que «conoce <br />mejor nuestra natura, ...da a sentir a cada uno lo que le conviene» <br />[EE, 89]. <br />La aceptación de la perseverancia le permite a uno pasar del plano <br />intelectual al espiritual, de la enseñanza recibida a la experiencia <br />realizada. Quien se contenta con escuchar una conferencia y <br />reflexionar después sobre ella, se verá tentado a discutir mentalmente <br />las ideas recibidas. De este modo, el provecho será indudablemente <br />aparente o pasajero, porque lo que se hace es sacar adelante la <br />propia verdad, en lugar de dejarse atraer por la verdad misma. Si nos <br />tomamos el debido tiempo, no podremos quedarnos en esa fase, sino <br />que será obligado que pasemos a Dios y nos remitamos a El. <br />No nos dejemos acuciar por el deseo de saberlo todo de <br />antemano, como si quisiéramos asegurarnos a todo riesgo. Nos basta <br />con vivir plenamente el momento presente. Y es que sucede con la <br />oración lo mismo que ocurre con la libertad: sólo conoceremos su <br />naturaleza si nos ejercitamos en ella día tras día. <br /><br />* * * * *<br /><br /><br />2. EL ACOMPAÑAMIENTO<br />DIRECCION-ESPIRITUAL: Para que pueda proseguirse, semejante <br />experiencia requiere el acompañamiento de otra persona, porque tal <br />experiencia despierta necesariamente, en quien la emprende, una <br />serie de diversos movimientos o «emociones» en los que, sobre todo <br />al principio, resulta difícil reconocerse a sí mismo y se corre el riesgo, <br />debido al efecto de sentimientos opuestos o a la ausencia de todo tipo <br />de sentimientos, de incurrir en el desánimo o en la exaltación <br />inconsiderada. Hay que perseverar, pero no de cualquier manera. Un <br />«consejero» resulta de inestimable ayuda para aprender, en los <br />hechos mismos que se producen, la manera de actuar del Espíritu, <br />que une suavidad y fuerza y que, deseoso de que alcancemos <br />nuestro punto exacto de sazón, nos permite afincarnos en la paz y <br />esperar de Dios el resultado de nuestros esfuerzos. <br />Digamos, ante todo, con qué espíritu hay que aceptar dicho <br />acompañamiento, aunque mejor seria llamarlo «diálogo espiritual», <br />dado que supone una confianza recíproca. El acompañamiento <br />responde a la necesidad de que tanto el ejercitados como el <br />ejercitante «más se ayuden y se aprovechen» [EE, 22]. No hay uno <br />que dirige y otro que se somete. Ambos, aunque desde diferentes <br />puntos de vista, tratan de descubrir juntos la acción del Espíritu <br />Santo. <br />Y ello aun cuando los Ejercicios se hagan en grupo. El objetivo de <br />los «puntos» no consiste en hacer una exposición doctrinal, aunque <br />es verdad que hay una doctrina que subyace a todo el conjunto. Lo <br />que pretenden los «puntos» es, a partir de la enseñanza impartida, <br />embarcar al ejercitante en una experiencia e indicarle, en la medida <br />de lo posible, los medios para llevarla a término. <br />De una parte y de otra se requiere una determinada actitud. Jesús, <br />que alertó acerca de la manera de escuchar, bien podría haberle <br />dicho al ejercitador: «¡Cuidado con tu manera de hablar!» No hay que <br />intentar decirlo todo, sino, a partir del texto en cuestión, insinuar una <br />serie de sugerencias, de «puntos», de entre los que el ejercitante <br />escogerá los que más le convengan. Se trata de decir pocas cosas, <br />pero que sean sugerentes; y, sobre todo, se trata de respetar la <br />objetividad de la Palabra de Dios. Lo cual no significa que el <br />ejercitador deba adoptar una actitud fría e impersonal. Debe haber <br />saboreado él mismo, personalmente, la palabra que propone. <br />Creyendo firmemente que el Espíritu habita el corazón de los <br />bautizados, deberá permitir que se transparente su vida más <br />profunda, a fin de que, al contacto con ella, puedan otros <br />despertarse. Pero no deberá extenderse en «elucubraciones», por <br />muy brillantes que puedan ser, sino que habrá de remitirse al Espíritu, <br />capaz de hacer que cada cual escuche la palabra apropiada. Y al <br />mismo tiempo, aprovechando su experiencia, dará los consejos que <br />considere útiles a medida que vayan avanzando los Ejercicios. <br />Consejos que no dispensan del contacto personal, sino que permiten <br />que éste sea más ágil y mas preciso. Esta enseñanza impartida en <br />común tiene la ventaja no sólo de ahorrar tiempo, sino también de <br />propiciar el que todos tengan acceso a unos puntos de vista que una <br />conversación privada tal vez no permitiría abordar. <br />Pero, por otra parte, hay que hacerle ver al ejercitante que hay una <br />buena y una mala manera de escuchar. La buena manera es la de la <br />cuarta clase de terreno de la parábola del sembrador: un corazón <br />despejado de obstáculos, abierto y sosegado, en el que las palabras <br />escuchadas despierten una verdad ya poseída, pero que se hallaba <br />como dormida. Mientras se escucha, no hay que empeñarse en <br />retenerlo todo ni en tomar unos apuntes exhaustivos, sino en <br />mantener el corazón dispuesto de tal manera que sea capaz de <br />atrapar al vuelo lo que el Espíritu quiere hacerle oír. Se trata de una <br />escucha silenciosa, distendida y sosegada, que se verá tanto más <br />favorecida cuanto más distendida y fraterna sea la atmósfera del <br />grupo. En suma, se trata de que cada uno de los que escuchan se <br />establezca en un profundísimo silencio, a fin de que el corazón pueda <br />dirigirse al corazón. <br />Esta manera de actuar presupone el que, de una parte y de otra, <br />se dé el convencimiento de que el verdadero maestro es el que habla <br />al corazón, no a los oídos. Si no buscamos más que discutir o si nos <br />mantenemos a la defensiva, como desconfiando el uno del otro, <br />«¡cuántos se irán sin haber aprendido nada!» (san Agustín). En <br />resumidas cuentas: aunque no haya diálogo verbal durante la <br />exposición de los puntos., no por ello dejan de ser éstos el compartir <br />mutuo de una verdad de la que todos somos discípulos. Yo, que <br />hablo, te doy a ti lo que tengo y lo que soy. ¿Qué harás con ello? No <br />lo sé. Me entrego a ti incondicionalmente, diciéndote lo que me ha <br />sido inspirado. Por tu parte, ábrete sin reservas. A nadie le mueve la <br />curiosidad. Mantente humilde en tu esfuerzo de atención, evitando <br />que la oscuridad te produzca crispación. El Señor suprimirá esa <br />oscuridad a su debido tiempo, si se lo pides. <br />Por lo general, parece que es suficiente con una sola exposición de <br />«puntos» por día. Tal vez, el mejor momento es por la mañana, <br />cuando el espíritu está fresco y dispuesto y la palabra escuchada <br />tiene menos peligro de interferir el movimiento de la oración personal <br />ya iniciada. Si se ve conveniente, unos cuantos minutos por la tarde <br />permitirán reavivar la atención o anunciar el tema del día siguiente. <br />Sea como sea, la distensión y el buen humor deberán marcar esos <br />momentos. <br /><br />* * *<br /><br />Además de los «puntos», está el contacto personal, el cual es <br />obligado, como es obvio, cuando los Ejercicios se hacen <br />individualmente, pero que es preciso propiciar también cuando se <br />hacen en grupo. Podría discutirse interminablemente acerca de cual <br />de las dos formas de hacer los Ejercicios (individualmente o en grupo) <br />es preferible. La verdad es que una y otra forma tienen sus ventajas y <br />sus inconvenientes. Cada cual tendrá que ver lo que prefiere y optar <br />en consecuencia, sin dejarse llevar por la «moda» del momento. <br />¿Cual es el objeto de este contacto personal? El mismo que el del <br />«examen», del que hablaremos enseguida. ¿Por qué hablar de todo? <br />Porque es sumamente importante que caigamos en la cuenta de la <br />manera en que nos comportamos o, como dice Ignacio, «de las varias <br />agitaciones y pensamientos que los varios espíritus le traen» [EE, 17], <br />de las luces que se van recibiendo, de los obstáculos que se vea que <br />alienan nuestra libertad. De cualquier modo, cada cual deberá saber <br />sobre qué quiere hablar. El ejercitador debe mantenerse más bien a <br />la expectativa; su papel consiste en «recibir» aquello que le es <br />confiado y, si puede, reaccionar en consecuencia. Existe el riesgo de <br />que algunos se sientan desconcertados por este silencio y preferirían <br />que el ejercitador les preguntara cosas concretas. Semejante actitud <br />debe ser reconocida como una señal de que existe algún obstáculo <br />interior que convendría esclarecer, lo cual no hará sino que uno y otro <br />(ejercitador y ejercitante) sean en lo sucesivo más libres. <br />Esta manifestación de los pensamientos pertenece a una larga <br />tradición que desborda los limites del cristianismo: la del «maestro <br />espiritual». Una tradición que se funda en la ley de toda educación <br />verdaderamente profunda: nadie se forma por sé solo. <br />¿Existe alguna norma acerca de la frecuencia de estos contactos? <br />En algunos casos lo más conveniente será tener una serie de breves <br />entrevistas, tal vez una cada día o, en todo caso, tanto más <br />frecuentes cuanto menos experiencia tenga el ejercitante de este tipo <br />de «acompañamiento». A otras personas, mas habituadas a ello, les <br />resulta suficiente una conversación de vez en cuando. Lo que es <br />cierto es que, si se celebran en el momento adecuado, estos <br />encuentros sirven para evitar muchos errores, desalientos, pasos en <br />falso y pérdida de tiempo. Y conviene añadir que es muy útil atenerse <br />a la norma que uno se haya fijado al comienzo. A algunos puede <br />resultarles fastidioso tener que mantener cotidianamente este diálogo <br />que, en determinados días, les parece que no les supone provecho <br />alguno. Pero, al igual que en la oración, también en este punto es <br />preciso perseverar en la fe. <br />* * * <br />Hay ejercitantes que se preguntan si, cuando se hacen los <br />Ejercicios en grupo, no resultarle útil mantener reuniones en las que <br />se comparta y se dialogue en un clima de fraternidad. Por la <br />experiencia personal que yo tengo al respecto, soy más bien contrario <br />a este modo de proceder, sobre todo si los Ejercicios buscan un <br />objetivo concreto, como es, por ejemplo, }a elección de «estado de <br />vida». Por lo demás, tanto en este caso como en otros muchos, la <br />experiencia comunicada por otros tiene el peligro de interferir y <br />obstaculizar la propia dinámica personal, sobre todo cuando uno no <br />está aun muy seguro de si mismo. <br />De todos modos, ya sea que este diálogo se haga durante los <br />Ejercicios—lo cual es preferible—o después de éstos, con los amigos <br />o con la propia comunidad, parece conveniente hacer algunas <br />observaciones al respecto. <br />En primer lugar, es preciso que cuantos participen en el dialogo lo <br />hagan espontáneamente; pero no conviene que haya «oyentes por <br />libre» u observadores únicamente interesados en ver qué es lo que <br />ocurre. Este dialogo ha de ser un ejercicio espiritual en el que, como <br />en la oración, cada cual se compromete tal como es. <br />Para «recibir» lo que dice el otro y comunicar los propios <br />pensamientos, no estará de más que, antes de comenzar, se centre <br />uno en el silencio de la oración. Un silencio fecundo, lleno de esa fe <br />que tenemos en el Espíritu que inspira a unos y a otros. Esto es una <br />condición ineludible para un buen dialogo. <br />En segundo lugar, si a lo largo del diálogo siente alguien la <br />necesidad de hacer una observación o una pregunta, deberá hacerla <br />a partir del mencionado silencio, y no para oponerse o para discutir, <br />sino para «recibir» mejor lo que dice el otro o para permitirle que se <br />exprese mejor. <br />Este tipo de dialogo no es para sacar conclusiones ni para hacer <br />ningún balance. No se trata de juzgarse a si mismo ni a los demás, <br />sino de aceptarse mutuamente, con la dinámica que el Espíritu suscita <br />en cada cual. La finalidad de este dialogo no consiste en hacerse con <br />un «capital» espiritual del que poder hacer uso en lo sucesivo, sino en <br />aceptarnos tal como somos. Esta experiencia, que se hace por sí <br />misma y que es incomunicable en el fondo, cambia nuestro modo de <br />vivir nuestras relaciones ordinarias y nos sitúa en el plano de la fe. Al <br />igual que ocurre tras la participación eucarística, la vida sigue siendo <br />la misma, pero ya no se ven las cosas de la misma manera. <br />Y añadamos un ultimo consejo: conviene que el grupo no exceda <br />de siete u ocho personas. Un grupo más numeroso tiene el peligro de <br />no permitir que todo el mundo se exprese cómoda y libremente. <br />También puede suceder que los mas habituados a hablar <br />monopolicen el uso de la palabra y que el diálogo, en lugar de ser una <br />puesta en común, se convierta en una discusión ideológica. Si se <br />hace, todo el mundo debe estar en situación de igualdad. <br /><br />* * * <br /><br />Al concluir este apartado sobre el «acompañamiento», no estará <br />de más subrayar la ayuda que este libro puede aportar a quien se vea <br />inclinado a hacer sus Ejercicios totalmente a solas; sin nadie que le <br />acompañe. Como es de suponer que tenga una suficiente experiencia <br />de la vida espiritual, deberá conservar su libertad respecto de los <br />consejos y, sobre todo, los textos que en este libro se proponen. <br />Tiene una inmejorable oportunidad de escoger los que mas le <br />atraigan. Personalmente, cuando yo he hecho los Ejercicios a solas, <br />he recurrido al Éxodo, a los Salmos, a ciertos textos litúrgicos, a San <br />Juan, al Cantar de los Cantares y a otros libros de la Escritura. En <br />estos casos, el presente libro sirve únicamente de instrumento de <br />verificación de la experiencia. <br />La regla consiste en no ser esclavo de ninguna fórmula. «He dado <br />unos Ejercicios del mismo modo que los da usted», me ha dicho más <br />de uno, «y la cosa no ha funcionado...» «No me extraña nada», he <br />respondido. «Es señal de que lo que yo le he dicho, y usted ha <br />recibido de mi, no le ha servido para ser más usted mismo» <br /><br />* * * * *<br /><br /><br />3. EL ESFUERZO ESPIRITUAL<br />ORA/ESFUERZO-ESPA: Si hay una razón que justifique el <br />«acompañamiento», es que la «aventura» que se propone en los <br />Ejercicios no puede vivirse sin realizar un esfuerzo. Eso sí, no se trata <br />de cualquier esfuerzo. Son muchos los que se dejan engañar por su <br />misma generosidad. Imaginan que todo puede lograrse a base de <br />voluntad y se lanzan a tumba abierta a la oración, pero sin haber <br />sopesado previamente sus posibilidades y sin el más mínimo sentido <br />del discernimiento. <br />Ahora bien, precisamente las largas horas de oración y el absoluto <br />silencio en que nos sumergimos hacen que en el espíritu surjan <br />pensamientos o «mociones» de los que anteriormente no teníamos ni <br />idea. La soledad desempeña aquí el papel de «reveladora». A partir <br />de ella, toda nuestra «madeja» interior se desembrolla y se vuelve a <br />embrollar. En nuestras confusiones y distracciones, en el despertar de <br />nuestros deseos, ¿qué cosas son reacciones psicológicas y qué <br />cosas son el inicio de una moción espiritual? Todo se da al mismo <br />tiempo. Cada cual revela lo mas profundo de su propio ser, de lo cual <br />no tenia la menor idea en su vida ordinaria. <br />Muchos dicen: «hay que orar la propia vida» ¿Y qué es esa vida de <br />la que pretenden hacer oración? ¿Significa ir a Dios el llevar a la <br />oración las propias decepciones, las propias amarguras, las propias <br />críticas y los propios juicios sobre los demás? Por alguna parte hay <br />que empezar. Digamos, al menos, que orar la propia vida es <br />ofrecerse, con toda la propia complejidad humana, para que Dios la <br />purifique y la ilumine. O digamos, con san Ignacio, que es «pedir <br />gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones, acciones <br />y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de <br />su divina Majestad» [EE, 46]. Entonces comienza el verdadero <br />esfuerzo espiritual. <br />No basta con quedarse al nivel del acontecimiento o de la reacción <br />provocada por éste. He de descender a lo más profundo de mí para <br />captarme en mi capacidad de ser y de amar y, al mismo tiempo, he de <br />pedir al Espíritu que penetre en esa mi profundidad y cree en ella una <br />mirada y un corazón nuevos. Lo que de mí depende no es cambiar a <br />voluntad, sino suplicar: «¡Crea en mi, oh Dios, un corazón puro!» La <br />vida a la que yo aspiro es creación del Espíritu. Por eso, mediante un <br />acto de verdadera libertad, debo entrar en ese lugar secreto del <br />corazón en el que soy yo mismo, sin preocuparme de las miradas de <br />los demás ni de las fórmulas que deba emplear, con la seguridad de <br />que Dios ve en lo secreto y ha de darme el don del Espíritu. <br />La generosidad—una de las palabras más equivocas del lenguaje <br />espiritual—no consiste en provocar en uno mismo grandes <br />sentimientos, aunque sea al servicio de las más nobles causas, sino <br />en aceptar descender a lo más hondo de uno mismo para verse tal <br />como uno es y presentarse al Señor, a fin de que El realice en uno su <br />obra. Mi libertad, reconocida como el primer don que Dios me ha <br />otorgado para permitirme ir a El, se ofrece a la gracia para quedar un <br />poco más liberada gracias a ésta y, de ese modo, poder ofrecerse <br />sucesivamente a nuevos progresos. <br />Hay personas a las que este lenguaje les resulta un tanto curioso y <br />extraño, y querrían que se les indicaran unos objetivos concretos y <br />unas determinadas prácticas que realizar. Están esas personas <br />habituadas a vivir según el pensamiento de otras, e ignoran este <br />lenguaje de la libertad y la aceptación de sí. Sin embargo, únicamente <br />en la medida en que una persona desarrolle su propia personalidad, <br />sobre todo en el terreno de la relación y del amor, podrá ofrecer <br />asidero a la gracia. Todo está enlazado: la presencia a uno mismo es <br />condición para la presencia ante Dios, ante los demás y ante la vida. <br />La preocupación por la vida espiritual no debe llevar a la huida o al <br />desconocimiento de la naturaleza, so pena de originar los más graves <br />desastres y desengaños. <br />Esto es particularmente cierto respecto de la afectividad. El <br />esfuerzo realizado en la oración supone y pone en movimiento dicha <br />afectividad. Pero al amor no se accede del mismo modo que se <br />accede al objeto de la ciencia, porque se dirige a una persona viva, a <br />la que se conoce gracias a sucesivos acercamientos del corazón. <br />Desde este punto de vista, es correcto afirmar que quien no entiende <br />el lenguaje del amor humano difícilmente entenderá el lenguaje del <br />amor de Dios. Las crisis de la vida religiosa tienen muchas veces su <br />origen en el desequilibrio de una afectividad retardada o mal <br />desarrollada. <br /><br />* * * <br /><br />En suma, ¿cómo concebir el esfuerzo espiritual? Como huida de la <br />autocomplacencia y del repliegue en uno mismo. El verdadero <br />esfuerzo espiritual es aquel por el que una persona intenta salir de si <br />para apegarse a otra. El placer que entonces acompaña al don de si <br />o al encuentro con el otro es un placer bueno y querido por Dios. <br />Pero, si trato de hacer renacer ese placer sin que haya ningún objeto <br />que lo suscite, estaré cometiendo una impureza. Mi esfuerzo consistirá <br />en aceptar las necesarias purificaciones que la vida o las dificultades <br />de ésta le imponen a una afectividad aún vacilante. Y no trataré de <br />eludirlas, porque a través de ellas voy llegando progresivamente a <br />amar a Dios y al otro por si mismos. Al igual que sucede con el <br />crecimiento en el amor, este esfuerzo nunca tiene término. <br /><br />* * * <br /><br />EXAMEN-DE-CONCIENCIA: Para favorecer diariamente este <br />esfuerzo y ayudar al dialogo espiritual que le sirve de garantía, nada <br />más útil que esa experiencia que la tradición denomina examen de <br />conciencia, cuya naturaleza hemos deformado o hemos <br />malinterpretado con demasiada frecuencia. Por supuesto que para <br />corregirse de un defecto o adquirir un habito, o simplemente para <br />desarrollar la capacidad de atención, es bueno reservar, a lo largo del <br />día, unos momentos para detenernos, serenarnos y tomar nota de <br />nuestros avances y retrocesos. De este modo aprende la mente a <br />concentrarse en un objeto y a garantizar la continuidad en medio de la <br />dispersión de la vida. Pero no es preciso ser cristiano para actuar así. <br />También ha habido paganos y sabios en la antigüedad que hicieron <br />este tipo de examen de conciencia. Tal vez tengamos hoy una <br />excesiva tendencia a desdeñar esta ascesis, porque pensamos que <br />no es posible buscar a Dios desde una existencia disgregada y <br />carente de consistencia. <br />Dicho esto, el ejercicio en el que estamos pensando es otra cosa. <br />Es un medio para mantenerse a disposición del Espíritu Santo a partir <br />de lo que uno vive. Es algo relacionado con lo que más arriba <br />llamábamos la «manifestación de los pensamientos en el dialogo <br />espiritual». No se trata de analizar ni de replegarse sobre uno <br />mismo—una especie de narcisismo espiritual—; tampoco se trata de <br />un esfuerzo voluntarista de que no se nos pase nada por alto, debido <br />al deseo de una perfección que nadie nos exige, más que nosotros <br />mismos; se trata de una apertura de todo el ser al soplo de Dios, <br />desde la certeza de que el Espíritu de Dios no deja de actuar en <br />nosotros, como no dejó de actuar en Jesús, si nos esforzamos en <br />prestarle atención. Se trata, pues, ante todo, de un reconocimiento <br />cotidiano de la presencia de Dios en nosotros mediante su acción. <br />Hablando del examen, Ignacio lo describe, en primer lugar, como una <br />acción de gracias. Sólo después podré descubrir mis errores o mis <br />defectos. Y este descubrimiento se convertirá en una ocasión de <br />contar con la misericordia de Jesucristo, que es justicia de Dios para <br />mis pecados y para los del mundo entero (1 Jn 2,2). Nos hallamos, <br />pues, en las antípodas de lo que podría ser un ejercicio que <br />condujera a la falta de confianza en uno mismo o al miedo de obrar. <br />Lo que hace es situarnos en el centro mismo de una libertad que no <br />deja de crecer delante de Dios. Aun en medio de la banalidad de lo <br />cotidiano, experimentamos que «en todas las cosas interviene Dios <br />para bien de los que le aman. (Rm 8,28). La múltiple realidad en la <br />que nos vemos sumergidos con el correr de los días se unifica cada <br />vez más gracias a la intención de nuestro corazón, que se renueva y <br />se purifica en el examen. <br />Si en esta forma de oración que es el examen presto atención a mi <br />vida concreta, no es sólo para descubrir los obstáculos que hay en <br />ésta, sino también para determinar, de entre el abigarrado conjunto <br />de mis pensamientos, cuáles provienen de mi y cuáles son inspirados <br />por el buen o el mal espíritu. Concebido de este modo, el examen <br />forma parte de esa obra de discernimiento que, como dice Pablo, <br />«nos permite discernir, con un amor cada vez más abundante en <br />conocimiento perfecto, lo que resulta más conveniente para ser puros <br />y sin tacha para el Día de Cristo» (cfr. Flp 1,9-10). Como veremos al <br />final de este libro, este ejercicio cotidiano del examen conviene <br />vincularlo estrechamente con la «contemplación para alcanzar amor», <br />al objeto de que, «enteramente reconociendo, pueda en todo amar y <br />servir a su divina majestad» [EE, 233]. Ya no se trata únicamente de <br />una contemplación global de las obras de Dios en el universo, en <br />Jesucristo y en la Iglesia, sino de la aplicación de esta contemplación <br />a la obra que realiza en mí para hacerme acceder a la dinámica del <br />amor. <br />Es en esta amplia perspectiva como conviene tomar buena nota, y <br />de una manera muy precisa, de las luces recibidas y las mociones <br />interiores que las acompañan ¿Por qué no adoptar, ya desde el <br />comienzo de los Ejercicios, esta perspectiva interior respecto de las <br />motivaciones profundas que me han movido a hacerlos? ¿Qué era lo <br />que yo buscaba? Saber lo que quiero, y saber expresármelo a mí <br />mismo y a un «testigo», puede ser objeto tanto de un examen inicial <br />como de la primera entrevista con el ejercitador. De este modo <br />adquiriré, para lo sucesivo, el hábito de hacerme consciente de <br />cuanto acontece en mi oración y de cuanto la favorece: horario, <br />fidelidad, atmósfera del día, etcétera. Todo se tiene en cuenta y nada <br />queda excluido: nerviosismo, inquietudes, distracciones, gozo y paz, <br />así como el estado de salud física. E igualmente deberé considerar <br />los problemas que me preocupan, porque hay quienes los descartan <br />a priori como un obstáculo, mientras que otros desean integrarlos en <br />su oración. De hecho, el discernimiento se hace a partir de ellos, tras <br />haberlos objetivado; y se refiere más a mi manera de reaccionar ante <br />ellos que a la solución de los mismos. Al cabo de algunos días, si se <br />releen las notas tomadas, se percibirá una dominante. Y si hay que <br />tomar alguna decisión, el discernimiento ayuda a prepararla <br />serenamente. <br /><br />* * * <br /><br />La naturaleza de este examen, como la de la oración y la de todo <br />cuanto se refiere a la vida espiritual, sólo se descubre gradualmente. <br />Quien se apresura en exceso y cree haber comprendido <br />inmediatamente de lo que se trata, corre el peligro de hallarse <br />enseguida en un callejón sin salida o de incurrir en esos excesos de <br />los que tan frecuentemente se acusa al examen: escrúpulos, <br />narcisismo, intelectualización, mecanización de la vida espiritual... <br />Nada de esto deberá temer quien no vea en el examen más que un <br />medio para crecer en la libertad, en la autoconciencia y en la <br />disponibilidad interior. Quien así lo vea podrá incluso, con absoluta <br />confianza, aprovecharse de sus errores o de sus pasos en falso, <br />llegará a descubrir progresivamente su propio método y se mantendrá <br />espontáneamente fiel al mismo, porque se encontrará a sus anchas <br />en él. Su misma acción se convertirá en una incesante y simple unión <br />con Dios.<br /><br />* * * * *<br /><br />4. EL ITINERARIO<br />Antes de emprender la experiencia, digamos unas palabras acerca <br />del «itinerario», que presentamos como un recorrido de sucesivas <br />fases. Con ello no pretendemos hacer otra cosa que descubrir la <br />manera en que Dios se da a conocer a su criatura. La Biblia no es <br />sino la descripción de esa larga aventura a lo largo de la cual la <br />humanidad es introducida en el conocimiento de Dios. Y el Éxodo es <br />el ejemplo más llamativo. En el han descubierto los hombres de <br />espíritu de todos los tiempos—judios y cristianos—la andadura del <br />alma y de la humanidad hacia la Tierra Prometida. <br />En la práctica, lo que descubrimos son los progresivos avances del <br />bautizado en su crecimiento de fe en Jesucristo: purificación, <br />iluminación y unión con Dios y con sus hermanos. Son las etapas que <br />la liturgia de la Iglesia hace seguir al catecúmeno para iniciarlo en el <br />misterio cristiano. Y no puede haber para nosotros otra andadura <br />distinta de ésta, que es la que reemprendemos cada año a lo largo de <br />la Cuaresma, en la que la Iglesia propone a sus fieles unos <br />verdaderos Ejercicios Espirituales que les renueven en el espíritu del <br />Bautismo y de Pascua. <br />Los Ejercicios que proponemos no hacen sino condensar esta <br />andadura en un tiempo más o menos limitado. Son cuatro semanas, <br />cada una de las cuales, dice Ignacio, no ha de entenderse que «tenga <br />de necesidad siete u ocho días en si». [EE, 4]. La duración de cada <br />una queda a la discreción de los ejercitantes y del ejercitador, según <br />los frutos que se vea que se recogen. <br />Ninguna norma es absoluta a priori. La libertad del Espiritu—¡no la <br />fantasía!—es la ley que rige el empleo del tiempo de que se dispone, <br />tanto respecto de la materia propuesta como respecto de la manera <br />de proceder. «Usted, que da tantos Ejercicios a lo largo del año, <br />¿cómo hace sus propios Ejercicios?., me preguntaron un día unos <br />seminaristas africanos. Y mi respuesta fue: «De un modo muy distinto <br />de como digo a los demás que los hagan. Con esta «salida de tono. <br />pretendía dar a entender que la fidelidad inicial a la normativa <br />proporcionada por los Ejercicios le permite a uno estructurarse <br />espiritualmente y hacerse libre respecto del modo de llevar su vida, <br />sin por ello temer incurrir en una falsa libertad. Quien se somete a su <br />disciplina puede dejarse guiar por el Espíritu. <br />Lo que es propio de los Ejercicios, e indudablemente marca la vida <br />de quien los adopta como guía es el lenguaje de la elección, de la <br />decisión y de la libertad. La siguiente nota de los Ejercicios revela el <br />espíritu de su autor: «No... se engendre veneno para quitar la <br />libertad... de manera que... las obras y libero arbitrio reciban <br />detrimento alguno, o por nihilo se tengan» [EE, 369]. Lo que <br />pretenden los Ejercicios es formar una libertad que se recibe de Dios, <br />se desarrolla, se entrega y se elige para hacerse dócil al Espíritu <br />Santo. Una libertad que se ejerce en la gracia, según la synergia, que <br />dirían los griegos: acción común de Dios y del hombre. He ahí su más <br />valioso beneficio, que volveremos a encontrar, a lo largo de nuestra <br />vida, en los diversos Ejercicios que podamos hacer. Sin pretender <br />jamás haber alcanzado esa meta, sabemos que el Espíritu no deja de <br />renovar a quienes se confían a él para crecer, en la comunidad de <br />toda la Iglesia, en Cristo Jesús. <br /><br />* * * * *<br /><br />Textos con miras a la oración de estos días<br /><br />1. LUGAR DE LA ORACIÓN: <br />EL CORAZÓN (Mateo 6, 5-15) <br />Retírate a un lugar escondido, solo conocido por ti. No pretendas <br />hacer que te vean y representar un papel o repetir formulas <br />aprendidas. Siéntate tal cual eres ante tu Padre, que te ve en el <br />secreto de tu corazón. La oración es un acto de un ser libre, que sabe <br />ocupar su sitio ante Dios y ante los demás. <br /><br />2. ACTITUD DE QUIEN COMIENZA: <br />LA ZARZA ARDIENDO (Éxodo 3, 1-20) <br />Ante Dios que se te revela como fuego intocable, no pretendas <br />darle vueltas, ni comprenderlo por ti mismo. Descálzate. A Dios no se <br />le sorprende; él se revela, como dos personas se presentan <br />mutuamente. Entonces le conocerás en su misterio, mas allá de todo <br />lo que eres capaz de expresar, y por él serás revestido de tu misión. <br />Ve a presentarte al Faraón. Yo seré palabra en tus labios. <br /><br />3. FE EN LA SUPLICA (Lucas 11, 9-15) <br />En esta actitud, podrás pedir lo que tu corazón desea. ¿Como va el <br />Padre a negarte el Espíritu Bueno si tu se lo pides? Porque en <br />nosotros, que no sabemos lo que hemos de pedir para orar bien, el <br />Espíritu vierte gemidos inexpresables (Rm 8, 26-27). <br />Pide el Espíritu y el creará en ti el deseo.<br /><br />4. RUMIAR INTERIORMENTE LA PALABRA <br />PD/RUMIARLA: El creyente recuerda la palabra y se la repite a si <br />mismo: es la memoria del corazón, «escribe mis preceptos en las <br />tablillas de tu corazón». (Prov 7, 3). <br />«Yo no he olvidado tu palabra» (Sal 119-118).<br />El la rumia dentro de si mismo para aprender la Sabiduría y hace <br />de ella sus delicias: el corazón es lugar de inteligencia (todo el Sal <br />119-118) 32<br /><br />Los ejercicios nos invitarán a recordar, a reflexionar, luego a aplicar la <br />voluntad. Es el ritmo normal de la oración que se aprende en la escuela de <br />la Escritura. En ella encontramos el gusto de las cosas. <br />5 ¿A QUIEN COMUNICA DIOS LA SABIDURÍA? <br />A los que reconocen que él es su fuente (Bar 3 a 4, 4).<br />A los que la piden: oración de Salomón pidiéndola (Sab 8, 7 a 9).<br />A los pequeñuelos (Lc 10, 21-22).<br />A los corazones que se abren: el sembrador (Lc 8, 4-15).<br />A los que viven en el amor fraterno (Mt 5, 23-24; el Cenáculo: Hech <br />1, 12-14).<br /><br />«Cuidado con vuestra manera de escuchar» (Lc 8,18). Los Ejercicios <br />proponen una manera de disponerse a los dones de Dios. <br /><br />JEAN LAPLACEMANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-27444815155942205782006-12-02T15:20:00.000-08:002006-12-02T15:22:31.742-08:00TODO SOBRE LA PASION DE JESUS...www.aciprensa.com¿Por qué la Cruz?<br />"Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre" (Mt 24,30). La cruz es el símbolo del cristiano, que nos enseña cuál es nuestra auténtica vocación como seres humanos. <br /><br />Evidencias de la Crucifixión<br />por: Frank L. López<br /><br /> <br />Examen forense al “cuerpo” de Jesús<br />Las causas físicas de su muerte. El forense José Antonio Lorente ha analizado para el Magazine de El Mundo, a raíz de la polémica desatada por la película de Mel Gibson La Pasión, las agresiones recibidas durante las últimas ocho horas de la vida de Cristo. <br /><br />Fisiopatología de la muerte de Jesucristo<br />Los estudios médicos que tratan de explicar la causa de la muerte de Jesucristo, toman como material de referencia un cuerpo de literatura y no un cuerpo físico.<br /> <br />Gloriémonos en la Cruz de Cristo<br />Sermón escrito por San Agustín donden nos explica el significado salvífico de la Cruz de Cristo. <br />Misión del Señor Jesús<br /> <br />Muerte física de Jesucristo<br />Jesús de Nazaret pasó por el juicio judío y el romano, fue azotado y sentenciado a muerte por crucifixión. <br />Observaciones del profesor Barbet, acerca de la pasión de Jesucristo, según la Santa Sábana<br /> <br />Pasión de Jesús según la Sábana Santa<br />Las investigaciones nos muestran el dolor que sufrió Jesús en su Pasión. <br />Plan de Reconciliación: El Señor Jesús<br /> <br />Resurrección de la Carne Textos sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo<br /> <br />“Un Doctor en el Calvario”<br />Observaciones del Dr. Pierre Barbet, acerca de la Pasión de Jesucristo, según la Sábana Santa.MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-88847437004538748072006-12-02T15:16:00.000-08:002006-12-02T15:29:17.382-08:00CATEQUESIS NOVISIMOSEl teólogo Cándido Pozo habla sobre la catequesis del Papa <br />El infierno y el purgatorio<br />Las reacciones de perplejidad ante las catequesis del Papa sobre cielo, infierno y purgatorio nos han aconsejado acudir a un profesor de Teología, especializado en el tratado que se ocupa de las realidades últimas: el padre jesuíta Cándido Pozo, profesor de la Facultad de Teología de Granada (anteriormente profesor también en Roma en la Pontificia Universidad Gregoriana), a quien el Papa acaba de llamar al próximo Sínodo de los Obispos sobre Europa, y autor de dos libros sobre estas materias: <br />Teología del más allá (tres ediciones en España, cinco en Roma y recientemente traducido al croata en Sarajevo) y La venida del Señor en la gloria (Valencia, dos ediciones).<br />¿Hay elementos en la doctrina de Juan Pablo II sobre cielo, infierno y purgatorio que expliquen el impacto que ha producido en la opinión pública?<br /><br />Supongo que el tema que más ha llamado la atención en no pocos ambientes ha sido la afirmación de que estas realidades no son un lugar, sino un estado. Pero confieso que me ha sorprendido tanta perplejidad ante una afirmación que no es precisamente nueva. Es lo que se venía enseñando en teología, con plena unanimidad, desde hace muchísimo tiempo. Ya san Agustín escribió: Sea Dios mismo, después de esta vida, nuestro sitio. Hans Urs von Balthasar comentaba espléndidamente la frase agustiniana: Dios es la "realidad última" de la creatura. Como alcanzado es cielo; como perdido, infierno; como examinante, juicio; como purificante, purgatorio. El primer tratado que se escribió en la Iglesia sobre las realidades últimas, lo hizo, en España, el año 688, san Julián de Toledo, después de una conversación en Toledo con Idalio, obispo de Barcelona, que se había desplazado a la capital del reino visigodo con ocasión del XV Concilio de Toledo. Es curioso que san Julián insista en que se evite el fundamentalismo en la manera de concebir las realidades posteriores a la muerte. Él sabe que infierno significa etimológicamente lo que está debajo; pero advertirá que no se tome la expresión al pie de la letra como localización del infierno. Lo bajo en un sentido espiritual es lo triste: de la misma manera que en lo corporal lo pesado va abajo, así lo que apesadumbra el alma, lo deprimente, lo triste, es lo que espiritualmente se considera abajo. Para san Julián de Toledo el fuego del purgatorio no es material, sino una metáfora para expresar el sufrimiento del alma que se purifica. Tampoco el valle de Josafat es una denominación geográfica, ya que Josafat significa el juicio del Señor. Lo que llama la atención es el talante contrario a una mentalidad fundamentalista que sería la que verdaderamente crea dificultades: ¿Se ha pensado en serio la impresión de aglomeración de un cielo concebido como lugar para todas las generaciones que han existido desde la creación del hombre? El alma que sobrevive al hombre, es una realidad espiritual (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 14; Pablo VI, Profesión de fe, 8).<br /><br />Algunos han creído poder descubrir en la catequesis de Juan Pablo II sobre el infierno una especie de atenuación de los sufrimientos que se atribuían a la condenación, como también una cierta tendencia favorable a un infierno vacío.<br />En cuanto a la atenuación de sufrimientos, el Papa se ha limitado a advertir de la necesidad de estar atentos a la índole metafórica de determinadas expresiones que la Sagrada Escritura utiliza. Ya hace veinte años (mayo de 1979), la Congregación para la Doctrina de la Fe en su carta Recentiores Episcoporum Synodi, dirigida a los miembros de las Conferencias Episcopales del mundo entero, explicaba el fuego del infierno como la repercusión de la privación de la visión de Dios sobre todo el ser del condenado. Opinar que con ello se atenúa la seriedad de la condenación, sólo puede hacerlo quien subvalore todo sufrimiento que no sea físico. Lo que sí aparece en esta perspectiva es que la doctrina de fe sobre el infierno no implica una concepción de Dios que se complazca en torturar a sus hijos pródigos con un tormento infligido desde fuera. Es el hombre el que se cierra a Dios y se aleja de Él; la conciencia de haber errado el camino, que será nítida en la otra vida, más el aislamiento escogido por quien pretendió suplantar el puesto de Dios, constituyéndose egoísticamente en centro, implica el dolor eterno. Me cuesta trabajo entender que se considere esta situación como leve.<br /><br />En cuanto al pretendido infierno vacío, Juan Pablo II lo rechaza. Explícitamente habla de unos condenados que son los ángeles caídos, los demonios, seres espirituales y libres (ignoro cómo ha podido llegarse a escribir que el Papa no afirmaba la existencia del demonio). Con respecto a la condenación de hombres, se limita, sin embargo, a reconocer que la Iglesia no tiene una especie de poder de hacer canonizaciones al revés, es decir, de declarar quién se ha condenado, de modo paralelo a aquel con que declara que un santo se encuentra en la bienaventuranza eterna. Por lo demás, si el infierno es un estado y no un sitio, no puede decirse simultáneamente que se admite el infierno, pero que está vacío; un estado que no se diese en nadie, simplemente no existiría.<br /><br />¿Tiene el Papa una nueva perspectiva sobre el purgatorio?<br /><br />Quizás pueda señalarse un desplazamiento de la idea del purgatorio como castigo a la del purgatorio como purificación, pero éste es un tema absolutamente tradicional. La afirmación del Salmo 15, 1-2 sobre la necesidad de no tener mancha alguna para entrar en la morada de Dios, era interpretada ya en el siglo III por Orígenes como referida al tabernáculo celeste. Por otra parte, la más profunda explicación de la teología del purgatorio se debe a una mujer, a santa Catalina de Génova (no se la debe confundir con la Doctora de la Iglesia, santa Catalina de Siena). Para ella, el purgatorio se refiere a almas que han muerto en gracia y que, por tanto, aman a Cristo. Ese amor se hace plenamente consciente al morir. Pero las manchas veniales o de pecados mortales perdonados y no plenamente purificados, impiden el encuentro con el Señor, la persona amada. Quien ama y se ve retardado de poseer a la persona amada, sufre. Y ese sufrimiento lo purifica. El purgatorio puede definirse como la purificación en el amor y por el amor. Este pensamiento es además frecuente en los místicos (por ejemplo, en san Juan de la Cruz) cuando establecen un paralelismo entre la purificación del purgatorio y ciertas purificaciones que tienen lugar en experiencias místicas, llenas de amor entre el alma y Cristo.<br /><br />Alfa y Omega<br /><br /><br /> Audiencia General<br />Miércoles 4 de agosto de 1999<br /><br /> 1. Como hemos visto en las dos catequesis anteriores, a partir de la opción definitiva por Dios o contra Dios, el hombre se encuentra ante una alternativa: o vive con el Señor en la bienaventuranza eterna, o permanece alejado de su presencia.<br /><br />Para cuantos se encuentran en la condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio» (cf. Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1030-1032). <br /> <br /> <br /><br />2. En la sagrada Escritura se pueden captar algunos elementos que ayudan a comprender el sentido de esta doctrina, aunque no esté enunciada de modo explícito. Expresan la convicción de que no se puede acceder a Dios sin pasar a través de algún tipo de purificación.<br /><br />Según la legislación religiosa del Antiguo Testamento, lo que está destinado a Dios debe ser perfecto. En consecuencia, también la integridad física es particularmente exigida para las realidades que entran en contacto con Dios en el plano sacrificial, como, por ejemplo, los animales para inmolar (cf. Lv 22, 22), o en el institucional, como en el caso de los sacerdotes, ministros del culto (cf. Lv 21, 17-23). A esta integridad física debe corresponder una entrega total, tanto de las personas como de la colectividad (cf. 1R 8, 61), al Dios de la alianza de acuerdo con las grandes enseñanzas del Deuteronomio (cf. Dt 6, 5). Se trata de amar a Dios con todo el ser, con pureza de corazón y con el testimonio de las obras (cf . Dt 10, 12 s).<br /><br />La exigencia de integridad se impone evidentemente después de la muerte, para entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios. Quien no tiene esta integridad debe pasar por la purificación. Un texto de san Pablo lo sugiere.<br /><br />El Apóstol habla del valor de la obra de cada uno, que se revelará el día del juicio, v dice: «Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento (Cristo), resista, recibirá la recompensa. Mas aquel, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego» (1Co 3, 14-15).<br /><br />3. Para alcanzar un estado de integridad perfecta es necesaria, a veces, la intercesión o la mediación de una persona. Por ejemplo, Moisés obtiene el perdón del pueblo con una súplica, en la que evoca la obra salvífica rea izada por Dios en el pasado e invoca si fidelidad al juramento hecho a los padres (cf. Ex 32, 30 y vv. 11-13). La figura del Siervo del Señor, delineada por el libro de Isaías, se caracteriza también por su función de interceder y expiar en favor de muchos; al término de sus sufrimientos, él «verá la luz» y «justificará a muchos», cargando con sus culpas (cf. Is 52, 13-53, 12, especialmente, 53, 11).<br /><br />El Salmo 51 puede considerarse, desde la visión del Antiguo Testamento, una síntesis del proceso de reintegración: el pecador confiesa y reconoce la propia culpa (v. 6), y pide insistentemente ser purificado o «lavado» (vv. 4. 9. 12 y 16), para poder proclamar la alabanza divina (v. 17).<br /><br />4. El Nuevo Testamento presenta a Cristo como el intercesor, que desempeña las funciones del sumo sacerdote el día de la expiación (cf. Hb 5, 7; 7, 25). Pero en él el sacerdocio presenta una configuración nueva y definitiva. Él entra una sola vez en el santuario celestial para interceder ante Dios en favor nuestro (cf. Hb 9, 23-26, especialmente el v. 24). Es Sacerdote y, al mismo tiempo, «víctima de propiciación» por los pecados de todo el mundo (cf. 1 Jn 2, 2).<br /><br />Jesús, como el gran intercesor que expía por nosotros, se revelará plenamente al final de nuestra vida, cuando se manifieste con el ofrecimiento de misericordia, pero también con el juicio inevitable para quien rechaza el amor y el perdón del Padre.<br /><br />El ofrecimiento de misericordia no excluye el deber de presentarnos puros o íntegros ante Dios, ricos de esa caridad que Pablo llama «vínculo de la perfección» (Col 3, 14).<br /><br />5. Durante nuestra vida terrena, siguiendo la exhortación evangélica a ser perfectos como el Padre celestial (cf. Mt 5, 48), estamos llamados a crecer en el amor, para hallarnos firmes e irreprensibles en presencia de Dios Padre, en el momento de «la venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos» (1Ts 3, 12 s). Por otra parte, estamos invitados a «purificamos de toda mancha de la carne y del espíritu» (2Co 7, 1; cf. 1 Jn 3, 3), porque el encuentro con Dios requiere una pureza absoluta.<br /><br />Hay que eliminar todo vestigio de apego al mal y corregir toda imperfección del alma. La purificación debe ser completa, y precisamente esto es lo que enseña la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio. Este término no indica un lugar, sino una condición de vida. Quienes después de la muerte viven en un estado de purificación ya están en el amor de Cristo, que los libera de los residuos de la imperfección (cf. concilio ecuménico de Florencia, Decretum pro Graecis: Denzinger-Schönmetzer, 1304; concilio ecuménico de Trento, Decretum de justificatione y Decretum de purgatorio: ib., 1580 y 1820).<br /><br />Hay que precisar que el estado de purificación no es una prolongación de la situación terrena, como si después de la muerte se diera una ulterior posibilidad de cambiar el propio destino. La enseñanza de la Iglesia a este propósito es inequívoca, y ha sido reafirmada por el concilio Vaticano 11, que enseña: «Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada<br /><br />única carrera que es nuestra vida en tierra (cf. Hb 9, 27), mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22, 13 y 25, 30)» (Lumen gentium, 48).<br /><br />6. Hay que proponer hoy de nuevo un último aspecto importante, que la tradición de la Iglesia siempre ha puesto de relieve: la dimensión comunitaria. En efecto, quienes se encuentran en la condición de purificación están unidos tanto a los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a nosotros, que caminamos en este mundo hacia la casa del Padre (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 1032).<br /><br />Así como en la vida terrena los creyentes están unidos entre sí en el único Cuerpo místico, así también después de la muerte los que viven en estado de purificación experimentan la misma solidaridad eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás hermanos en la fe. La purificación se realiza en el vínculo esencial que se crea entre quienes viven la vida del tiempo presente y quienes ya gozan de la bienaventuranza eterna.<br /><br /><br />El «cielo» como plenitud de intimidad con Dios<br /><br />1 . Cuando haya pasado la figura de este mundo, los que hayan acogido a Dios en su vida y se hayan abierto sinceramente a su amor, por lo menos en el momento de la muerte, podrán gozar de la plenitud de comunión con Dios, que constituye la meta de la existencia humana.<br /><br />Como enseña el Catecismo de la Iglesia católica, "esta vida perfecta con la santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama 'el cielo'. El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones mas profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha"(n. 1024).<br /><br />Hoy queremos tratar de comprender el sentido bíblico del «cielo», para poder entender mejor la realidad a la que remite esa expresión.<br /><br />2. En el lenguaje bíblico el «cielo», cuando va unido a la «tierra», indica una parte del universo. A propósito de la creación, la Escritura dice: «En un principio creo Dios el cielo y la tierra» (Gn 1, 1).<br /><br />En sentido metafórico, el cielo se entiende como morada de Dios, que en eso se distingue de los hombres (cf. Sal, 104, 2 s; 115, 16; Is 66, l). Dios, desde lo alto del cielo, ve y juzga (cf. Sal 113, 4-9) y baja cuando se le invoca (cf. Sal 18, 7. 10; 144, 5). Sin embargo, la metáfora bíblica da a entender que Dios ni se identifica con el cielo ni puede ser encerrado en el cielo (cf. 1R 8, 27); y eso es verdad, a pesar de que en algunos pasajes del primer libro de los Macabeos «el cielo» es simplemente un nombre de Dios (cf. 1M 3, 18. 19. 50. 60; 4, 24. 55). <br />A la representación del cielo como morada trascendente del Dios vivo, se añade la de lugar al que también los creyentes pueden, por gracia, subir, como muestran en el Antiguo Testamento las historias de Enoc (cf. Gn 5, 24) y Elías (cf. 2R 2, 11). Así, el cielo resulta figura de la vida en Dios. En este sentido, Jesús habla de «recompensa en los cielos» (Mt 5, 12) y exhorta a «amontonar tesoros en el cielo» (Mt 6, 20; cf. 19, 21).<br /><br />3. El Nuevo Testamento profundiza la idea del cielo también en relación con el misterio de Cristo. Para indicar qué el sacrificio del Redentor asume valor perfecto y definitivo, la carta a los Hebreos afirma que Jesús «penetró los cielos» (Hb 4, 14) y «no penetró en un santuario hecho por mano de hombre, en una reproducción del verdadero, sino en el mismo cielo» (Hb 9, 24). Luego, los creyentes, en cuanto amados de modo especial por el Padre, son resucitados con Cristo y hechos ciudadanos del cielo.<br /><br />Vale la pena escuchar lo que a este respecto nos dice el apóstol Pablo en un texto de gran intensidad: «Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros pecados, nos vivificó juntamente con Cristo —por gracia habéis sido salvados— y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús» (Ef 2, 4-7). Las criaturas experimentan la paternidad de Dios, rico en misericordia, a través del amor del Hijo de Dios, crucificado y resucitado, el cual, como Señor, está sentado en los cielos a la derecha del Padre.<br /><br />4. Así pues, la participación en la completa intimidad con el Padre, después del recorrido de nuestra vida terrena, pasa por la inserción en el misterio pascual de Cristo. San Pablo subraya con una imagen espacial muy intensa este caminar nuestro hacia Cristo en los cielos al final de los tiempos: «Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos (los muertos resucitados), al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolados, pues, mutuamente con estas palabras» (1Ts 4, 17-18).<br /><br />En el marco de la Revelación sabemos que el «cielo» o la «bienaventuranza» en la que nos encontraremos no es una abstracción, ni tampoco un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con la santísima Trinidad. Es el encuentro con el Padre, que se realiza en Cristo resucitado gracias a la comunión del Espíritu Santo.<br /><br />Es preciso mantener siempre cierta sobriedad al describir estas realidades últimas, ya que su representación resulta siempre inadecuada. Hoy el lenguaje personalista logra reflejar de una forma menos impropia la situación de felicidad y paz en que nos situará la comunión definitiva con Dios.<br /><br />El Catecismo de la Iglesia católica sintetiza la enseñanza eclesial sobre esta verdad afirmando que, «por su muerte y su resurrección, Jesucristo nos ha abierto» el cielo. La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, que asocia a su glorificación celestial a quienes han creído en él y han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a él» (n. 1026).<br /><br />5. Con todo, esta situación final se puede anticipar de alguna manera hoy, ,tanto en la vida sacramental, cuyo centro es la Eucaristía, como en el don de sí mismo mediante la caridad fraterna. Si sabemos gozar ordenadamente de los bienes que el Señor nos regala cada día, experimentaremos ya la alegría y la paz de que un día gozaremos plenamente. Sabemos que en esta fase terrena todo tiene límite; sin embargo, el pensamiento de las realidades últimas nos ayuda a vivir bien las realidades penúltimas. Somos conscientes de que mientras caminamos en este mundo estamos llamados a buscar «las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios» (Col 3, 1), para estar con él en el cumplimiento escatológico, cuando en el Espíritu él reconcilie totalmente con el Padre «lo que hay en la tierra y en los cielos» (Col 1, 20).<br /><br />Catequesis del Papa sobre el Cielo<br />Miércoles 21 de julio<br /><br /><br /><br />El infierno como rechazo definitivo de Dios<br /><br />1. Dios es Padre infinitamente bueno y misericordioso. Pero, por desgracia, el hombre, llamado a responderle en la libertad, puede elegir rechazar definitivamente su amor y su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él. Precisamente esta trágica situación es lo que señala la doctrina cristiana cuando habla de condenación o infierno. No se trata de un castigo de Dios infligido desde el exterior, sino del desarrollo de premisas ya puestas por el hombre en esta vida. La misma dimensión de infelicidad que conlleva esta oscura condición puede intuirse, en cierto modo, a la luz de algunas experiencias nuestras terribles, que convierten la vida, como se suele decir, en «un infierno».<br /><br />Con todo, en sentido teológico, el infierno es algo muy diferente: es la última consecuencia del pecado mismo, que se vuelve contra quien lo ha cometido. Es la situación en que se sitúa definitivamente quien rechaza la misericordia del Padre incluso en el último instante de su vida.<br /><br />2. Para describir esta realidad, a sagrada Escritura utiliza un lenguaje simbólico, que se precisará progresivamente. En el Antiguo Testamento, la condición de los muertos no estaba aún plenamente iluminada por la Revelación. En efecto, por lo general, se pensaba que los muertos se reunían en el sheol, un lugar de tinieblas (cf. Ez 28, 8; 31, 14; Jb 10, 21 ss; 38, 17; Sal 30, 10; 88, 7. 13), una fosa de la que no se puede salir (cf. Jb 7, 9), un lugar en el que no es posible dar gloria a Dios (cf. Is 38, 18; Sal 6, 6).<br /><br />El Nuevo Testamento proyecta nueva luz sobre la condición de los muertos, sobre todo anunciando que Cristo, con su resurrección, ha vencido la muerte y ha extendido su poder liberador también en el reino de los muertos.<br /><br />Sin embargo, la redención sigue siendo un ofrecimiento de salvación que corresponde al hombre acoger con libertad. Por eso, cada uno será juzgado «de acuerdo con sus obras» (Ap 20, 13). Recurriendo a imágenes, el Nuevo Testamento presenta el lugar destinado a los obradores de iniquidad como un horno ardiente, donde «será el llanto y el rechinar de dientes» (Mt 13, 42; cf. 25, 30. 41) o como la gehenna de «fuego que no se apaga» (Mc 9, 43). Todo ello es expresado, con forma de narración, en la parábola del rico epulón, en la que se precisa que el infierno es el lugar de pena definitiva, sin posibilidad de retorno o de mitigación del dolor (cf. Le 16, 19-31).<br /><br />También el Apocalipsis representa plásticamente en un «lago de fuego» a los que no se hallan inscritos en el Ebro de la vida, yendo así al encuentro de una «segunda muerte» (Ap 20, 13 ss). Por consiguiente, quienes se obstinan en no abrirse al Evangelio, se predisponen a «una ruina eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder» (2 Ts 1,9).<br /><br />3. Las imágenes con las que la sagrada Escritura nos presenta el infierno deben interpretarse correctamente. Expresan la completa frustración y vaciedad de una vida sin Dios. El infierno, más que un lugar, indica la situación en que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría. Así resume los datos de, la fe sobre este tema el Catecismo de la Iglesia católica: «Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra infierno» (n. 1033).<br /><br />Por eso, la «condenación» no se ha de atribuir a la iniciativa de Dios, dado que en su amor misericordioso él no puede querer sino la salvación de los seres que ha creado. En realidad, es la criatura la que se cierra a su amor. La «condenación» consiste precisamente en que el hombre se aleja definitivamente de Dios, por elección libre y confirmada con la muerte, que sella para siempre esa opción. La sentencia de Dios ratifica ese estado.<br /><br />4. La fe cristiana enseña que, en el riesgo del «sí» y del «no» que caracteriza la libertad de las criaturas, alguien ha dicho ya «o». Se trata de las criaturas espirituales que se rebelaron contra el amor de Dios y a las que se llama demonios (cf. concilio IV de Letrán: DS 800-801). Para nosotros, los seres humanos, esa historia resuena como una advertencia: nos exhorta continuamente a evitar la tragedia en la que desemboca el pecado y a vivir nuestra vida según el modelo de Jesús, que siempre dijo «sí» a Dios.<br /><br />La condenación sigue siendo una posibilidad real, pero no nos es dado conocer, sin especial revelación divina, si los seres humanos, y cuáles, han quedado implicados efectivamente en ella. El pensamiento del infierno —y mucho menos la utilización impropia de las imágenes bíblicas— no debe crear psicosis o angustia; pero representa una exhortación necesaria y saludable a la libertad, dentro del anuncio de que Jesús resucitado ha vencido a Satanás, dándonos el Espíritu de Dios, que nos hace invocar «Abbá, Padre» (Rm 8, 15; Ga 4, 6).<br /><br />Esta perspectiva, llena de esperanza, prevalece en el anuncio cristiano. Se refleja eficazmente en la tradición litúrgica de la Iglesia, como lo atestiguan, por ejemplo, las palabras del Canon Romano: «Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa ( ... ), líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos».<br /><br />Catequesis del Papa sobre el Infierno<br />Miércoles 21 de julio<br /><br /><br /><br />El purgatorio: purificación necesaria para el encuentro con Dios<br />1. Como hemos visto en las dos catequesis anteriores, a partir de la opción definitiva por Dios o contra Dios, el hombre se encuentra ante una alternativa: o vive con el Señor en la bienaventuranza eterna, o permanece alejado de su presencia.<br /><br />Para cuantos se encuentran en la condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio» (cf. Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1030-1032).<br /><br /> 2. En la sagrada Escritura se pueden captar algunos elementos que ayudan a comprender el sentido de esta doctrina, aunque no esté enunciada de modo explícito. Expresan la convicción de que no se puede acceder a Dios sin pasar a través de algún tipo de purificación.<br /><br />Según la legislación religiosa del Antiguo Testamento, lo que está destinado a Dios debe ser perfecto. En consecuencia, también la integridad física es particularmente exigida para las realidades que entran en contacto con Dios en el plano sacrificial, como, por ejemplo, los animales para inmolar (cf. Lv 22, 22), o en el institucional, como en el caso de los sacerdotes, ministros del culto (cf. Lv 21, 17-23). A esta integridad física debe corresponder una entrega total, tanto de las personas como de la colectividad (cf. 1R 8, 61), al Dios de la alianza de acuerdo con las grandes enseñanzas del Deuteronomio (cf. Dt 6, 5). Se trata de amar a Dios con todo el ser, con pureza de corazón y con el testimonio de las obras (cf . Dt 10, 12 s).<br /><br />La exigencia de integridad se impone evidentemente después de la muerte, para entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios. Quien no tiene esta integridad debe pasar por la purificación. Un texto de san Pablo lo sugiere.<br /><br />El Apóstol habla del valor de la obra de cada uno, que se revelará el día del juicio, v dice: «Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento (Cristo), resista, recibirá la recompensa. Mas aquel, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego» (1Co 3, 14-15).<br /><br />3. Para alcanzar un estado de integridad perfecta es necesaria, a veces, la intercesión o la mediación de una persona. Por ejemplo, Moisés obtiene el perdón del pueblo con una súplica, en la que evoca la obra salvífica rea izada por Dios en el pasado e invoca si fidelidad al juramento hecho a los padres (cf. Ex 32, 30 y vv. 11-13). La figura del Siervo del Señor, delineada por el libro de Isaías, se caracteriza también por su función de interceder y expiar en favor de muchos; al término de sus sufrimientos, él «verá la luz» y «justificará a muchos», cargando con sus culpas (cf. Is 52, 13-53, 12, especialmente, 53, 11).<br /><br />El Salmo 51 puede considerarse, desde la visión del Antiguo Testamento, una síntesis del proceso de reintegración: el pecador confiesa y reconoce la propia culpa (v. 6), y pide insistentemente ser purificado o «lavado» (vv. 4. 9. 12 y 16), para poder proclamar la alabanza divina (v. 17).<br /><br />4. El Nuevo Testamento presenta a Cristo como el intercesor, que desempeña las funciones del sumo sacerdote el día de la expiación (cf. Hb 5, 7; 7, 25). Pero en él el sacerdocio presenta una configuración nueva y definitiva. Él entra una sola vez en el santuario celestial para interceder ante Dios en favor nuestro (cf. Hb 9, 23-26, especialmente el v. 24). Es Sacerdote y, al mismo tiempo, «víctima de propiciación» por los pecados de todo el mundo (cf. 1 Jn 2, 2).<br /><br />Jesús, como el gran intercesor que expía por nosotros, se revelará plenamente al final de nuestra vida, cuando se manifieste con el ofrecimiento de misericordia, pero también con el juicio inevitable para quien rechaza el amor y el perdón del Padre.<br /><br />El ofrecimiento de misericordia no excluye el deber de presentarnos puros o íntegros ante Dios, ricos de esa caridad que Pablo llama «vínculo de la perfección» (Col 3, 14).<br /><br />5. Durante nuestra vida terrena, siguiendo la exhortación evangélica a ser perfectos como el Padre celestial (cf. Mt 5, 48), estamos llamados a crecer en el amor, para hallarnos firmes e irreprensibles en presencia de Dios Padre, en el momento de «la venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos» (1Ts 3, 12 s). Por otra parte, estamos invitados a «purificamos de toda mancha de la carne y del espíritu» (2Co 7, 1; cf. 1 Jn 3, 3), porque el encuentro con Dios requiere una pureza absoluta.<br /><br />Hay que eliminar todo vestigio de apego al mal y corregir toda imperfección del alma. La purificación debe ser completa, y precisamente esto es lo que enseña la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio. Este término no indica un lugar, sino una condición de vida. Quienes después de la muerte viven en un estado de purificación ya están en el amor de Cristo, que los libera de los residuos de la imperfección (cf. concilio ecuménico de Florencia, Decretum pro Graecis: Denzinger-Schönmetzer, 1304; concilio ecuménico de Trento, Decretum de justificatione y Decretum de purgatorio: ib., 1580 y 1820).<br /><br />Hay que precisar que el estado de purificación no es una prolongación de la situación terrena, como si después de la muerte se diera una ulterior posibilidad de cambiar el propio destino. La enseñanza de la Iglesia a este propósito es inequívoca, y ha sido reafirmada por el concilio Vaticano 11, que enseña: «Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada<br /><br />única carrera que es nuestra vida en tierra (cf. Hb 9, 27), mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22, 13 y 25, 30)» (Lumen gentium, 48).<br /><br />6. Hay que proponer hoy de nuevo un último aspecto importante, que la tradición de la Iglesia siempre ha puesto de relieve: la dimensión comunitaria. En efecto, quienes se encuentran en la condición de purificación están unidos tanto a los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a nosotros, que caminamos en este mundo hacia la casa del Padre (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 1032).<br /><br />Así como en la vida terrena los creyentes están unidos entre sí en el único Cuerpo místico, así también después de la muerte los que viven en estado de purificación experimentan la misma solidaridad eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás hermanos en la fe. La purificación se realiza en el vínculo esencial que se crea entre quienes viven la vida del tiempo presente y quienes ya gozan de la bienaventuranza eterna.<br /><br /><br /><br />EL PURGATORIO<br /><br />Estado transitorio de purificación necesaria para aquellos que, habiendo muerto en gracia de Dios y teniendo segura su salvación, necesitan mayor purificación para llegar a la santidad necesaria para entrar en el cielo. Esta purificación es totalmente distinta al castigo del infierno. El purgatorio es doctrina de fe formulada en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (Catecismo 1030).<br /><br />Dios creó los seres humanos para que disfruten de su Creador viéndole en la Gloria. Sin embargo todos hemos pecado y en esa condición no se puede entrar en el cielo, pues nada manchado puede entrar en el Cielo; por lo cual, todos necesitamos la redención de Jesucristo para poder ir al cielo. Jesús nos purifica con el poder de su Sangre para poder ser admitidos al cielo. La salvación es posible solo por medio de Jesucristo. Si morimos en gracia de Dios es porque hemos recibido esa gracia por los meritos de Jesucristo que murió por nosotros en la cruz. La purificación del purgatorio también es gracias a Jesuscristo.<br /><br />El purgatorio es necesario porque pocas personas se abren tan perfectamente a la gracia de Dios aquí en la tierra como para morir limpios y poder ir directamente al cielo. Por eso muchos van al purgatorio donde los mismos méritos de Jesús completan la purificación. <br /><br />Dios ha querido que nos ayudemos unos a otros en el camino al cielo. Las almas en el purgatorio pueden ser asistidas con nuestras oraciones.<br /><br />Fundamento Bíblico<br />La doctrina de la Iglesia sobre el Purgatorio encuentra fundamento en la Biblia, cuando esta se sabe interpretar correctamente:<br /><br />El texto del 2 Macabeos 12, 43-46 da por supuesto que existe una purificación después de la muerte.<br /><br />(Judas Macabeo) efectuó entre sus soldados una colecta... a fin de que allí se ofreciera un sacrificio por el pecado... Pues... creían firmemente en una valiosa recompensa para los que mueren en gracia de Dios... Ofreció este sacrificio por los muertos; para que fuesen perdonados de su pecado.<br /><br />Asimismo las palabras de nuestro Señor:<br /><br />El que insulte al Hijo del Hombre podrá ser perdonado; en cambio, el que insulte al Espíritu Santo no será perdonado, ni en este mundo, ni en el otro. Mt 12,32.<br /><br />Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo. Lucas 12,58-59<br /><br />En estos pasajes Jesús hace referencia a un castigo temporal que no puede ser el infierno ni tampoco el cielo. <br /><br />Se llega a semejante conclusión en la carta de San Pablo, 1 Corintios 3, 12-13:<br /><br />Pues la base nadie la puede cambiar; ya está puesta y es Cristo Jesús. Pero, con estos cimientos, si uno construye con oro, otro con plata o piedras preciosas, o con madera, caña o paja, la obra de cada uno vendrá a descubrirse. El día del Juicio la dará a conocer porque en el fuego todo se descubrirá. El fuego probará la obra de cada cual: si su obra resiste el fuego, será premiado; pero, si es obra que se convierte en cenizas, él mismo tendrá que pagar. El se salvará, pero como quien pasa por el fuego".<br /><br />De manera que hay un fuego después de la muerte que, diferente al del infierno, es temporal. El alma que por allí pasa se salvará. A ese estado de purgación le llamamos el "purgatorio".<br /><br />1 Cor 15,29: "De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué pues se bautizan por los muertos?" <br /><br />La palabra "bautismo" es utilizada aquí como una metáfora para expresar sufrimiento o penitencia (Mc 10,38-39; Lc 3,16; 12,50). Pablo escribe sobre una práctica entre los cristianos de "bautizarse" por los difuntos. El no la condena, si no que la exalta como válida porque demuestra fe en la resurreción.<br /><br />Compare 1 Cor 15,29 con 2 Macabeos 12,44 y verá la similitud.<br /><br />Muchas almas a la hora de la muerte tienen manchas de pecado, es decir merecen castigo temporal por pecados mortales o veniales, ya perdonados en cuanto a la culpa. La Iglesia entiende por purgatorio el estado o condición en que los fieles difuntos están sometidos a purificación.<br /><br />Las almas de los justos son aquellas que en el momento de separarse del cuerpo, por la muerte, se hallan en estado de gracia santificante y por eso pueden entrar en la Gloria. El juicio particular les fue favorable pero necesitan quedar plenamente limpias para poder ver a Dios "cara a cara". <br /><br />El tiempo que un alma dure en el purgatorio será hasta que esté libre de toda culpa y castigo. Inmediatamente terminada esta purificación el alma va al cielo. El purgatorio no continuará después del juicio final.<br /><br />Las penas del purgatorio<br />Aunque no sea doctrina-definida, se mantiene como doctrina común que el sufrimiento mayor del purgatorio consiste en la "pena de ausencia", porque las almas están temporalmente privadas de la visión beatífica. Sin embargo, no hay comparación entre este sufrimiento y las penas del infierno. El purgatorio es temporal y por eso lleva consigo la esperanza de ver a Dios algún día cara a cara. Las almas lo llevan con paciencia, pues comprenden que la purificación es necesaria. Lo aceptan generosamente por amor de Dios y con perfecta sumisión a su voluntad.<br /><br />Las penas del purgatorio son proporcionales al grado de pecado de cada persona. Es probable que las penas del purgatorio van disminuyendo gradualmente y aumente en ellas la alegría de la cercana entrada en el cielo. Estas almas tienen total certeza de la salvación y poseen fe, esperanza y caridad. Saben que ellas mismas están en amistad con Dios, confirmadas en gracia. <br /><br /> Testimonios de los Padres<br />Son muchos. Aquí solo presentamos unos pocos:<br /><br /> Cuenta San Agustín que su madre Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: "No se olviden de ofrecer oraciones por mi alma".<br /><br />A San Agustín le preguntaron: "¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?". El respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque el evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se empleará para darle a él".<br /><br />San Gregorio Magno: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso".<br /><br /> San Gregorio ofreció 30 misas por el alma de un difunto. Mas tarde ese difunto se le apareció en sueños a darle las gracias ya que por esas misas había logrado salir del purgatorio.<br /><br />En otra ocasión, San Gregorio, estando celebrando la Misa, elevó Hostia y se quedó con ella en lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos y el les respondió: "Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, descansaban las benditas almas del purgatorio".<br /><br />La Comunión de los Santos>>><br />Los miembros del Cuerpo Místico pueden ayudarse unos a otros, mientras estén en la tierra y después de la muerte. Toda persona en estado de gracia puede orar con provecho por las benditas almas; probablemente es necesario, al menos, hallarse en estado de gracia santificante para ganar las indulgencias por los difuntos.<br /><br />Nuestra oración por las almas de los difuntos solo puede ayudar a los que están en el purgatorio ya que la condición del infierno es irreversible y los que están en el cielo no necesitan oración, pero, como no tenemos la certeza si un alma está en el purgatorio o no (excepto en el caso de los que han sido llevado a los altares), es recomendable orar por todos los difuntos. Nuestras oraciones por las almas del purgatorio pueden reducir sus penas en intensidad y duración. Cuando estas almas lleguen al cielo (antes no pueden) sin duda rezarán por sus benefactores. <br /><br />En las oraciones litúrgicas de la Iglesia, se invoca con frecuencia a los ángeles y a los santos en favor de la Iglesia sufriente, es decir, por las almas del purgatorio. <br /><br />El Concilio Vaticano II<br />El Concilio Vaticano Segundo hizo profesión de fe en la Iglesia Sufriente diciendo: "Este Sagrado Concilio recibe con gran piedad la venerable fe de nuestros hermanos que se hallan en la gloria celeste o que aun están purificándose después de la muerte".<br /><br />-Padre Jordi Rivero<br />siervas@corazones.org<br /><br />PURGATORIO EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA<br /><br />LA PURIFICACION FINAL O PURGATORIO >><br /><br />1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. <br /><br />1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura, (por ejemplo, 1 Co 3,15; 1P1,7) habla de un fuego purificador:<br /><br />Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12,31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro.<br /><br />1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, (cf DS 856) para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:<br /><br />Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre, (cf. Jb 1,5) ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos (San Juan Crisóstomo, hom. in 1 Cor 41,5).<br /><br />El Purgatorio: Purificación necesaria para el encuentro con Dios<br />Catequesis de Juan Pablo II <br />Miércoles 4 de agosto 99<br /><br />1. Como hemos visto en las dos catequesis anteriores, a partir de la opción definitiva por Dios o contra Dios, el hombre se encuentra ante una alternativa: o vive con el Señor en la bienaventuranza eterna, o permanece alejado de su presencia.<br /><br />Para cuantos se encuentran en la condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio» (cf. Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1030-1032).<br /><br />2. En la sagrada Escritura se pueden captar algunos elementos que ayudan a comprender el sentido de esta doctrina, aunque no esté enunciada de modo explícito. Expresan la convicción de que no se puede acceder a Dios sin pasar a través de algún tipo de purificación.<br /><br />Según la legislación religiosa del Antiguo Testamento, lo que está destinado a Dios debe ser perfecto. En consecuencia, también la integridad física es particularmente exigida para las realidades que entran en contacto con Dios en el plano sacrificial, como, por ejemplo, los animales para inmolar (cf. Lv 22, 22), o en el institucional, como en el caso de los sacerdotes, ministros del culto (cf. Lv 21, 17-23). A esta integridad física debe corresponder una entrega total, tanto de las personas como de la colectividad (cf. 1R 8, 61), al Dios de la alianza de acuerdo con las grandes enseñanzas del Deuteronomio (cf. Dt 6, 5). Se trata de amar a Dios con todo el ser, con pureza de corazón y con el testimonio de las obras (cf . Dt 10, 12 s).<br /><br />La exigencia de integridad se impone evidentemente después de la muerte, para entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios. Quien no tiene esta integridad debe pasar por la purificación. Un texto de san Pablo lo sugiere.<br /><br />El Apóstol habla del valor de la obra de cada uno, que se revelará el día del juicio, v dice: «Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento (Cristo), resista, recibirá la recompensa. Mas aquel, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego» (1Co 3, 14-15).<br /><br />3. Para alcanzar un estado de integridad perfecta es necesaria, a veces, la intercesión o la mediación de una persona. Por ejemplo, Moisés obtiene el perdón del pueblo con una súplica, en la que evoca la obra salvífica realizada por Dios en el pasado e invoca si fidelidad al juramento hecho a los padres (cf. Ex 32, 30 y vv. 11-13). La figura del Siervo del Señor, delineada por el libro de Isaías, se caracteriza también por su función de interceder y expiar en favor de muchos; al término de sus sufrimientos, él «verá la luz» y «justificará a muchos», cargando con sus culpas (cf. Is 52, 13-53, 12, especialmente, 53, 11).<br /><br />El Salmo 51 puede considerarse, desde la visión del Antiguo Testamento, una síntesis del proceso de reintegración: el pecador confiesa y reconoce la propia culpa (v. 6), y pide insistentemente ser purificado o «lavado» (vv. 4. 9. 12 y 16), para poder proclamar la alabanza divina (v. 17).<br /><br />4. El Nuevo Testamento presenta a Cristo como el intercesor, que desempeña las funciones del sumo sacerdote el día de la expiación (cf. Hb 5, 7; 7, 25). Pero en él el sacerdocio presenta una configuración nueva y definitiva. Él entra una sola vez en el santuario celestial para interceder ante Dios en favor nuestro (cf. Hb 9, 23-26, especialmente el v. 24). Es Sacerdote y, al mismo tiempo, «víctima de propiciación» por los pecados de todo el mundo (cf. 1 Jn 2, 2).<br /><br />Jesús, como el gran intercesor que expía por nosotros, se revelará plenamente al final de nuestra vida, cuando se manifieste con el ofrecimiento de misericordia, pero también con el juicio inevitable para quien rechaza el amor y el perdón del Padre.<br /><br />El ofrecimiento de misericordia no excluye el deber de presentarnos puros o íntegros ante Dios, ricos de esa caridad que Pablo llama «vínculo de la perfección» (Col 3, 14).<br /><br />5. Durante nuestra vida terrena, siguiendo la exhortación evangélica a ser perfectos como el Padre celestial (cf. Mt 5, 48), estamos llamados a crecer en el amor, para hallarnos firmes e irreprensibles en presencia de Dios Padre, en el momento de «la venida de nuestro Señor Jesucristo, con todos sus santos» (1Ts 3, 12 s). Por otra parte, estamos invitados a «purificamos de toda mancha de la carne y del espíritu» (2Co 7, 1; cf. 1 Jn 3, 3), porque el encuentro con Dios requiere una pureza absoluta.<br /><br />Hay que eliminar todo vestigio de apego al mal y corregir toda imperfección del alma. La purificación debe ser completa, y precisamente esto es lo que enseña la doctrina de la Iglesia sobre el purgatorio. Este término no indica un lugar, sino una condición de vida. Quienes después de la muerte viven en un estado de purificación ya están en el amor de Cristo, que los libera de los residuos de la imperfección (cf. concilio ecuménico de Florencia, Decretum pro Graecis: Denzinger-Schönmetzer, 1304; concilio ecuménico de Trento, Decretum de justificatione y Decretum de purgatorio: ib., 1580 y 1820).<br /><br />Hay que precisar que el estado de purificación no es una prolongación de la situación terrena, como si después de la muerte se diera una ulterior posibilidad de cambiar el propio destino. La enseñanza de la Iglesia a este propósito es inequívoca, y ha sido reafirmada por el concilio Vaticano 11, que enseña: «Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única carrera que es nuestra vida en tierra (cf. Hb 9, 27), mereceremos entrar con él en la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22, 13 y 25, 30)» (Lumen gentium, 48).<br /><br />6. Hay que proponer hoy de nuevo un último aspecto importante, que la tradición de la Iglesia siempre ha puesto de relieve: la dimensión comunitaria. En efecto, quienes se encuentran en la condición de purificación están unidos tanto a los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a nosotros, que caminamos en este mundo hacia la casa del Padre (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1032).<br /><br />Así como en la vida terrena los creyentes están unidos entre sí en el único Cuerpo Místico, así también después de la muerte los que viven en estado de purificación experimentan la misma solidaridad eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás hermanos en la fe. La purificación se realiza en el vínculo esencial que se crea entre quienes viven la vida del tiempo presente y quienes ya gozan de la bienaventuranza eterna.<br /><br /> <br /><br /> Algunas preguntas y respuestas<br /><br />Si hay que purificarse en el purgatorio, ¿murió Jesús en vano?<br />Sr. Jordi Rivero<br />Su artículo del purgatorio me ha dejado confundido:<br />1- Mi Biblia, por razones ajenas a mi conocimiento, no tiene el libro de Macabeos, uno de los que usted cita.<br />2- Si el purgatorio es un proceso donde el alma se purifica para poder entrar al cielo, entonces de que sirvió que Jesús muriere en la cruz, si al final terminamos purificándonos o siendo ayudados por los santos. <br />3-La Biblia dice que Jesús vendrá otra vez a darle a cada uno cuanto merece, pero si ya fui al purgatorio y ya pague.<br />4-Por eso yo no acepto el purgatorio.<br /><br />RESPUESTA<br />Querido hermano: <br />Dios te bendiga. <br />Si tienes reparo en llamarme "padre", te invito a que leas>>>. <br />Tratare de responder a cada pregunta:<br />1-Tu Biblia no tiene el libro de los Macabeos porque a las Biblias protestantes les faltan los libros que Lutero quito en el siglo XVI. Ver>>>> <br />2-El alma solo puede ser purificada por los méritos de Cristo que murió por nosotros en la Cruz. El articulo de arriba lo enfatiza. Pero esa purificación requiere cooperación, como lo vemos en la Biblia en muchos lugares. Jesús envió a sus Apóstoles a evangelizar a todos para que se salven. Los cristianos desde el principio rezan unos por otros. Esas ayudas no sustituyen la obra de Jesús sino que dependen de ella. Cuando la persona muere no termina la oración por ella. Ver "fe y obras", "reparación" <br />3-La doctrina del purgatorio no contradice la doctrina del juicio final. Ambas han sido siempre enseñadas por la Iglesia. Los condenados no van al purgatorio sino solo los salvos que deben ser aun purificados por el mismo Jesús, como ya explique en el numero 2<br />4-El criterio cristiano para aceptar las doctrinas no debe ser nuestro entendimiento de ellas sino nuestra fe en Jesucristo. El encomendó su enseñanzas a la Iglesia por medio de los Apóstoles. Creemos porque es la fe de la Iglesia.<br /><br />¿Novenas a las almas del purgatorio?<br />¿Como puede ser que existan novenas a las almas del purgatorio?<br />Que Dios lo bendiga.<br /><br />RESPUESTA<br />Las novenas no son "a las almas del purgatorio" sino "POR las almas del purgatorio". Pedimos a Dios por esas almas y se las encomendamos a María y los santos.<br /><br />¿Están dormidas las almas en el purgatorio?<br />Padre Rivero:<br />Dios le bendiga.<br />Padre, tengo una duda, al rezarle a las ánimas del purgatorio se dice que uno salva a algunas con nuestras oraciones y claro esta con el rosario. Pero me dicen que ellas no suben al cielo pues están dormidas, esperando a que EL SEÑOR vuelva a juzgar a vivos y muertos, por favor estoy confundida.<br /><br />RESPUESTA<br /><br />La Tradición de la Iglesia afirma el valor de la oración por las almas del purgatorio y que éstas pueden abreviar el tiempo de purgación para ir mas pronto al cielo. Las almas en el purgatorio no están "dormidas" sino sufriendo la purgación y anhelando ir al cielo. Sobre el juicio temporal y el juicio final vea >>>. Al llegar al cielo rezan agradecidas por los oraron antes por ellas. Las almas purgatorio ya están salvadas por los méritos de Jesucristo y tienen asegurado el cielo. Nosotros solo ayudamos con nuestras oraciones y penitencias a aplicar los méritos de Jesús para apresurar su entrada en el cielo. Vea las explicaciones sobre el purgatorio, arriba. <br />En los Corazones de Jesús y María,<br />Padre Jordi Rivero<br /><br />Museo del Purgatorio en Roma<br />Dirección: Iglesia del Sagrado Corazón del Sufragio, Lungotevere Prati 12-Roma. (junto al río Tevere)<br /><br />"El pequeño museo de las almas del Purgatorio" se encuentra en Roma, en el Iglesia dedicada al Sagrado Corazón del Sufragio.<br />Allí se encuentran objetos con impresiones de fuego del purgatorio. El padre Víctor Janet los comenzó a recoger en 1897 para demostrar la existencia del mas allá y el sufrimiento de las almas del Purgatorio. <br /><br />La Iglesia del Sagrado Corazón del Sufragio se construyó gracias al padre Vittore Jouet, fundador de la asociación del Sagrado Corazón de Jesús para el Sufragio de las almas del Purgatorio. El museo ocupa lo que antes era una capilla consagrada a Nuestra Señora del Rosario. El 15 de septiembre de 1897 se incendio y, cuando se domó el fuego, los creyentes notaron sobre una pared la imagen de un rostro que se dice es de un alma del Purgatorio. Esto inspiró al padre Jouet a viajar a través de Italia y otros países para buscar otros testimonios sobre las almas purgantes.<br /><br />Regreso a la página principal<br />www.corazones.org<br /><br /><br /><br /><br />PREGUNTAS SOBRE EL PURGATORIO<br /><br /><br />Objeción: El Purgatorio no aparece en la Biblia.<br /><br />Respuesta: No se puede descartar la existencia del Purgatorio porque esa precisa palabra no aparezca en la Biblia. Es interesante saber que la palabra “Trinidad” tampoco aparece, y Cristianos, tanto Católicos como no Católicos, creemos en el misterio de la Santísima Trinidad.<br /><br />Entonces, a pesar de no aparecer la palabra “purgatorio” en la Sagrada Escritura, la realidad de lo que significa este término está bien expresada en la Biblia.<br /><br />En el Antiguo Testamento, por ejemplo, el Libro 2 de los Macabeos nos muestra que el pueblo hebreo creía en un estado intermedio, ni Cielo, ni Infierno eterno, al narrarnos que después de sepultar a los caídos, los soldados de Judas Macabeo “rezaron al Señor para que perdonara totalmente ese pecado a sus compañeros muertos”. Y no sólo oraron, sino que Judas envió a Jerusalén dinero recolectado entre todos para que fueran ofrecidos sacrificios en favor de estos difuntos. Y nos dice la Palabra de Dios: “Esta fue la razón por la cual Judas ofreció este sacrificio por los muertos: para que fueran perdonados de su pecado” (2 Macabeos 12, 38-45).<br /><br />Y en el Nuevo Testamento San Pablo también nos presenta el concepto de “Purgatorio”: “El fuego probará la obra de cada uno. Si lo que has construido resiste al fuego, serás premiado. Pero si la obra se convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar. Se salvará pero no sin pasar por el fuego” (1 Cor. 3, 13-15).<br /><br />Jesús mismo nos da a entender el concepto de Purgatorio en la parábola del siervo despiadado, aquél que pretendió cobrar una pequeña deuda cuando su amo le había condonado una deuda muchísimo mayor. El amo, al enterarse, “lo puso en manos de los verdugos hasta que pagara toda la deuda” (Mt. 18, 34).<br /><br />Adicionalmente, hablando de la “Jerusalén Celestial”, el Apocalipsis nos dice: “Nada manchado entrará en ella” (Ap. 21, 27).<br /><br />Esa etapa de purificación que los Católicos llamamos “Purgatorio” es, además, un regalo de la misericordia infinita de Dios, y una señal de esperanza, ya que las almas que llegan al Purgatorio ya están salvadas: la única opción posterior que tienen es el Cielo; permanecen allí el tiempo necesario para ser purificadas totalmente antes de entrar a la visión y el disfrute total de Dios en el Cielo. (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica #1030-1032).<br /><br />Más aún, es un dogma de fe, es decir, de obligatoria creencia por parte de todo católico.<br /><br /> <br />Por otra parte, nos recordaba el Papa Juan Pablo II en una catequesis suya titulada “El Purgatorio: purificación necesaria para el encuentro con Dios”, que estamos invitados a “purificarnos de toda mancha de la carne y del espíritu (2 Cor. 7, 1 y cf. 1 Jn. 3, 3), porque el encuentro con Dios requiere una pureza absoluta.<br /><br />Nos dijo además el Papa que hay que eliminar todo vestigio del apego al mal y corregir toda imperfección del alma. La purificación debe ser completa y, precisamente, esto es lo que enseña la doctrina de la Iglesia sobre el Purgatorio. (cf. JP II, 4-agosto-1999)<br /><br />Objeción: ¿Por qué hay que pagar por nuestros pecados en el Purgatorio si ya fueron perdonados en la Confesión?<br /><br />Respuesta: Al final de nuestra vida en la tierra tenemos tres alternativas: Cielo (felicidad eterna), Infierno (condenación eterna) o Purgatorio.<br /><br />El Purgatorio es un estado de purificación no eterno, por el cual tienen que pasar las almas que no están preparadas para ir directamente al Cielo. Las almas que llegan al Purgatorio ya están salvadas: luego de su purificación pasan al Cielo.<br /><br />¿Quiénes necesitan esta preparación purificadora? Aquéllos que mueren en pecado venial y/o aquéllos cuyas almas aún tienen los efectos de los pecados mortales ya perdonados, por lo cual requieren de una purificación. Y esto es así porque al Cielo “no puede entrar nada manchado” (Ap. 21, 27).<br /><br />El Purgatorio, entonces, es eso: un sitio de limpieza, de purificación, de depuración, para luego poder ver a Dios cara a cara y vivir en El para toda la eternidad, en esa felicidad perfecta que llamamos “Cielo” o “Jerusalén Celestial”.<br /><br />Es cierto que Dios nos ha perdonado nuestros pecados con nuestro arrepentimiento y con la Confesión sacramental, pero el alma ha quedado -por así decirlo- como manchada. Es como aquella mancha en una tela blanca que no se quita con agua y jabón solamente, sino que necesitamos aplicarle cloro o algún blanqueador especial.<br /><br />Así mismo es la mancha que dejan en nuestra alma los pecados mortales. Es necesario, entonces, “blanquearla”. Y esa operación de blanqueo o purificación puede tener lugar aquí en la vida terrena o en el más allá.<br /><br />En el más allá Dios, en su infinita misericordia, nos da la opción de purificar en el Purgatorio, ese estado que como bien enseña San Agustín, es para aquéllos que no mueren tan mal como para merecer el Infierno, pero que tampoco mueren tan bien como para merecer el Cielo.<br /><br />El Purgatorio se parece también a la purificación por la que tiene que pasar el oro, el cual, recién extraído de la mina, debe ser pasado por fuego para quitar las impurezas que no son oro. Y de fuego habla San Pablo cuando nos dice: “El fuego probará la obra de cada uno ... se salvará pero como pasando por fuego” (1 Cor. 3, 13-15).<br /><br /> <br />¿Podemos purificarnos aquí en la tierra, sin necesidad de ir al Purgatorio?<br /><br />Sí es posible, esa purificación necesaria que borra los efectos de los pecados mortales también puede tener lugar en esta vida. Los que han llegado al Cielo directamente -los Santos reconocidos por la Iglesia como tales y los santos desconocidos- para poder llegar al Cielo, tuvieron que tener esa purificación durante su vida en la tierra.<br /><br />¿Cómo es esa purificación? Los que han llegado al Cielo sin tener que pasar por el Purgatorio ciertamente hicieron durante su vida -o por lo menos durante una parte de su vida- la Voluntad de Dios en todo lo que Dios les fue presentando y pidiendo, sin importarles su propia voluntad, sino solamente lo que Dios les pidiera. No significa que ninguno cometió pecado mortal. El caso más resaltante es el mismo San Agustín, quien fue un gran pecador antes de convertirse, pero de allí en adelante se dedicó a cumplir la Voluntad de Dios y a realizar las obras que Dios le fue pidiendo.<br /><br />Asimismo nosotros, entregados a los deseos de Dios y descartando los nuestros, realizando las obras que Dios nos pide y no las nuestras, acatando los planes de Dios y no los nuestros, de esa manera vamos purificándonos, sabiendo que no somos nosotros mismos, sino que es Dios quien va haciendo esa labor de purificación si nosotros, con nuestra aceptación, vamos dejándole que la haga.<br /><br />También puede ser que Dios, que es el que sabe cómo nos va llevando al Cielo, desee purificarnos a través del sufrimiento aquí en la tierra. San Pedro habla de esto:<br /><br />“Dios nos concedió una herencia que nos está reservada en los Cielos ... Por esto alégrense, aunque por un tiempo quizá sea necesario sufrir varias pruebas. Vuestra fe saldrá de ahí probada, como el oro que pasa por el fuego ... hasta el día de la Revelación de Cristo Jesús, en que alcanzaréis la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas” (1a Pe. 1, 3-9)<br /><br />Ciertamente San Pedro se refiere a los sufrimientos que más tarde o más temprano, a unos más a otros menos, se nos presentan durante nuestra vida. Los sufrimientos, recibidos con paciencia y aceptación, y unidos a los sufrimientos de Cristo, son medios especiales para ir purificándonos aquí en la tierra. Hay que aprovechar esas oportunidades de purificación que Dios en su Sabiduría infinita nos va presentando, con las cuales podemos evitar todo el tiempo o parte del tiempo que nos tocaría de Purgatorio.<br /><br />Por eso se habla de pasar el Purgatorio aquí en la tierra. Sea aquí o allá, la purificación es indispensable para llegar al Cielo. El Purgatorio es un estado de dolores fuertes y en soledad, y de tristeza inmensa por tener la vergüenza de no poder acercarnos a Dios. Dios nos quiere llevar al Cielo directamente. Entonces, si queremos llegar al Cielo sin pasar por el Purgatorio, debemos aprovechar las oportunidades de purificarnos aquí en la tierra.<br /><br />Así, las oportunidades de purificación que nos presenta Dios Nuestro Señor a través de circunstancias dolorosas o adversas en nuestra vida deben verse, no como castigo, sino como lo que son: oportunidades de purificación, para disminuir u obviar el Purgatorio.<br /><br /> <br />¿Cómo es el Purgatorio?<br /><br />Están de acuerdo los Teólogos en señalar que tal vez la pena más dolorosa de la etapa de purgatorio sea la tardanza en poder disfrutar de la gloria de Dios. En el momento en que el alma se separa del cuerpo y se desprende de los lazos de la tierra se siente irresistiblemente atraída por el Amor Infinito de Dios. Por consiguiente, el retraso en poder gozar de la “Visión Beatífica” causa un dolor incomparable a cualquier dolor de la tierra. Ha llegado la hora de ver a Dios, pero al no estar debidamente purificada el alma no puede verlo. En la tierra se buscó a sí misma; ahora busca a Dios y no puede encontrarle por el tiempo que tarde su purificación. (cfr. A. Royo Marín, Teología de la Salvación; Garrigou-Lagrange, La Vida Eterna y la profundidad del alma).<br /><br />Es deseable, entonces, obviar el Purgatorio, ya que no es un estado agradable, sino más bien de sufrimiento y dolor, que puede ser corto, pero que puede ser también muy largo.<br /><br /><br /><br />Objeción: No se debe orar por los difuntos.<br /><br />Respuesta: La oración por los difuntos y el ofrecimiento de sacrificios por creyentes muertos con necesidad de purificación viene dada desde el Antiguo Testamento, en el Libro 2 de los Macabeos.<br /><br />“Todos se admiraron de la intervención del Señor, justo Juez que saca a luz las acciones más secretas, y rezaron al Señor para que perdonara totalmente ese pecado a sus compañeros muertos. El valiente Judas ... efectuó entre sus soldados una colecta y entonces envió hasta dos mil monedas de plata a Jerusalén a fin de que allí se ofreciera un sacrificio por el pecado.<br /><br />“Todo esto lo hicieron muy bien inspirados por la creencia de la resurrección, pues si no hubieran creído que los compañeros caídos iban a resucitar, habría sido cosa inútil y estúpida orar por ellos.<br /><br />“Pero creían firmemente en una valiosa recompensa para los que mueren como creyentes; de ahí que su inquietud era santa y de acuerdo con la fe. Esta fue la razón por la cual Judas ofreció este sacrificio por los muertos: para que fueran perdonados de su pecado” (2 Mac. 41-45).<br /><br />Respecto de la intercesión de unos por otros, nos decía el Papa Juan Pablo II en esa Catequesis sobre el Purgatorio, que para alcanzar un estado de integridad perfecta es necesaria, a veces, la intercesión o la mediación de una persona. Por ejemplo, Moisés obtiene el perdón del pueblo con una súplica, en la que evoca la obra salvífica realizada por Dios en el pasado e invoca su fidelidad al juramento hecho a los padres (cf. Ex 32, 30 y vv. 11-13).<br /><br />Y continuaba el Papa Juan Pablo II:<br /><br />“Hay que proponer hoy de nuevo un último aspecto importante, que la tradición de la Iglesia siempre ha puesto de relieve: la dimensión comunitaria. En efecto, quienes se encuentran en la condición de purificación (Purgatorio) están unidos tanto a los bienaventurados, que ya gozan plenamente de la vida eterna, como a nosotros, que caminamos en este mundo hacia la casa del Padre (cf. Catecismo de la Iglesia católica, #. 1032).<br /><br />“Así como en la vida terrena los creyentes están unidos entre sí en el único Cuerpo místico, así también después de la muerte los que viven en estado de purificación experimentan la misma solidaridad eclesial que actúa en la oración, en los sufragios y en la caridad de los demás hermanos en la fe. La purificación se realiza en el vínculo esencial que se crea entre quienes viven la vida del tiempo presente y quienes ya gozan de la bienaventuranza eterna.” (JP II, Miércoles 4 de Agosto 1999)<br /><br />(Catecismo de la Iglesia Católica #1030, 1031, 1032, 1054).MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-808352851037531742006-12-02T14:59:00.000-08:002006-12-02T15:14:28.943-08:00CATEQUESIS SOBRE EL ESPIRITU SANTO. www.mercaba.orgORACIONES AL ESPIRITU SANTO<br /><br /><br /><br />Gloria, adoración, bendición y amor a Tí ETERNO DIVINO ESPíRITU, que has traído sobre esta tierra al Salvador de nuestras almas. <br />¡Gloria y honor a su adorabilísimo corazón, que nos ama con amor infinito!<br /><br />Ven Espíritu Santo, ven Potencia Divina de Amor,<br />Ven y llena mi pobre corazón:<br />Purifícalo, santifícalo, hazlo todo tuyo.<br /><br />Divino Padre Eterno, en nombre de Jesucristo y por la intercesión de la Siempre Virgen María; envía a mi corazón al Espíritu Santo.<br /><br />Espíritu Santo, Dios de infinita caridad, dame Tu Santo Amor.<br /><br />Espíritu Santo, Dios de las virtudes; conviérteme. <br />Espíritu Santo, Fuente de luces celestes; disipa mi ignorancia.<br /><br />Espíritu Santo, Dios de infinita pureza; santifica mi alma.<br /><br />Espíritu Santo, que habitas en mi alma, transfórmala y hazla toda tuya.<br /><br />Espíritu Santo, Amor sustancial del padre y del Hijo, permanece siempre en mi corazón.<br /><br />Tres veces……Gloria al Padre………<br /><br />Espíritu Santo, eterno amor………..etc.<br /><br />Resplandezca sobre nosotros, <br />Padre omnipotente, el esplendor de tu gloria, Cristo, luz de luz, y el don de tu Espíritu Santo confirme los corazones de tus fieles, nacidos a la vida nueva en tu amor.<br />Por Jesucristo, nuestro Señor, Amén.<br /><br />Espíritu Santo, Tu que me aclaras todo,<br />que iluminas todos los caminos para que yo alcance mi ideal.<br />Tu que me das el don Divino de perdonar y olvidar el mal que me hacen y que en todos los instantes de mi vida estas conmigo.<br />Quiero en este corto diálogo agradecerte por todo y confirmar que nunca quiero separarme de Ti, por mayor que sea la ilusión material.<br />Deseo estar contigo y todos mis seres queridos en la gloria perpetua. <br />Gracias por tu misericordia para conmigo y los mios. Gracias Dios mio.<br /><br />LETANIAS AL ESPIRITU SANTO<br /><br />Señor, ten piedad de nosotros.<br />Cristo ten piedad de nosotros.<br />Señor, ten piedad de nosotros.<br />Cristo, óyenos.<br />Cristo, escúchanos.<br />Cristo, Padre celestial Ten piedad de nosotros.<br />Dios hijo, Redentor del mundo<br />Espíritu Santo que procedes<br />Del Padre y del Hijo Te alabamos y te bendecimos. Espíritu del Señor, Dios de Israel.<br />Espíritu que posees todo poder.<br />Espíritu, fuente de todo bien.<br />Espíritu que embelleces los cielos.<br />Espíritu de sabiduría e inteligencia.<br />Espíritu de consejo.<br />Espíritu de fortaleza.<br />Espíritu de ciencia.<br />Espíritu de piedad.<br />Espíritu de temor del Señor.<br />Espíritu, inspirador de los santos.<br />Espíritu prometido y donado por el Padre.<br />Espíritu de gracia y de misericordia.<br />Espíritu suave y benigno.<br />Espíritu de salud y de gozo.<br />Espíritu de fe y de fervor.<br />Espíritu de paz.<br />Espíritu de consolación.<br />Espíritu de santificación.<br />Espíritu de bondad y benignidad.<br />Espíritu, suma de todas las gracias.<br />Cordero de Dios Que quitas los pecados del mundo. Perd6nanos, Señor.<br /><br />Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Escúchanos señor.<br /><br />Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Ten piedad de nosotros.<br /><br /><br /><br /><br /><br />Catequesis sobre el Espíritu Santo (1998)<br /><br /> <br /><br />1-El Espíritu Santo, Señor y dador de Vida<br /><br />2-La Iglesia, obra del Espíritu Santo<br /><br />3-El Espíritu Santo y el anuncio de la Palabra<br /><br />4-El Espíritu Santo y celebración Litúrgica<br /><br />5-El Espíritu Santo y la vida cristiana<br /><br />6-El Espíritu Santo: Ministerios, carismas y tareas en la Iglesia<br /><br /><br /><br />CATEQUESIS DE JUAN PABLO II<br /><br /><br />1. «CREO EN EL ESPÍRITU SANTO».<br /><br />LA PROMESA DE CRISTO (Catequesis 26-IV-89)<br /><br />1. « Creo en el Espíritu Santo».<br /><br />En el desarrollo de una catequesis sistemática bajo la guía del Símbolo de los Apóstoles, después de haber explicado los artículos sobre Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre por nuestra salvación, hemos llegado a la profesión de fe en el Espíritu Santo. Completado el ciclo cristológico, se abre el pneumatológico, que el Símbolo de los Apóstoles expresa con una fórmula concisa: «Creo en el Espíritu Santo».<br /><br />El llamado Símbolo niceno-constantinopolitano desarrolla más ampliamente la fórmula del artículo de fe: «Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas».<br /><br />2. El Símbolo, profesión de fe formulada por la Iglesia, nos remite a las fuentes bíblicas, donde la verdad sobre el Espíritu Santo se presenta en el contexto de la revelación de Dios Uno y Trino. Por tanto, la pneumatología de la Iglesia está basada en la Sagrada Escritura, especialmente en el Nuevo Testamento, aunque, en cierta medida, hay preanuncios de ella en el Antiguo.<br /><br />La primera fuente a la que podemos dirigirnos es un texto joaneo contenido en el «discurso de despedida» de Cristo el día antes de la pasión y muerte en cruz. Jesús habla de la venida del Espíritu Santo en conexión con la propia «partida», anunciando su venida (o descenso) sobre los Apóstoles. «Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy os lo enviaré» (Jn 16, 7).<br /><br />El contenido de este texto puede parecer paradójico. Jesús, que tiene que subrayar: «Pero yo os digo la verdad», presenta la propia «partida» (y por tanto la pasión y muerte en cruz) como un bien: «Os conviene que yo me vaya ... ». Pero enseguida explica en qué consiste el valor de su muerte: por ser una muerte redentora, constituye la condición para que se cumpla el plan salvífico de Dios que tendrá su coronación en la venida del Espíritu Santo; constituye por ello la condición de todo lo que, con esta venida, se verificará para los Apóstoles y para la Iglesia futura a medida que, acogiendo el Espíritu, los hombres reciban la nueva vida. La venida del Espíritu y todo lo que de ella se derivará en el mundo serán fruto de la redención de Cristo.<br /><br />3. Si la partida de Jesús tiene lugar mediante la muerte en cruz, se comprende que el Evangelista Juan haya podido ver, ya en esta muerte, la potencia y, por tanto, la gloria del Crucificado: pero las palabras de Jesús implican también la Ascensión al Padre como partida definitiva (cfr Jn 16,10), según lo que leemos en los Hechos de los Apóstoles: «Exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido» (Hch 2, 33).<br /><br />La venida del Espíritu Santo sucede después de la Ascensión al cielo. La pasión y muerte redentora de Cristo producen entonces su pleno fruto. Jesucristo, Hijo del hombre, en el culmen de su misión mesiánica, «recibe» del Padre el Espíritu Santo en la plenitud en que este Espíritu debe ser «dado» a los Apóstoles y a la Iglesia, para todos los tiempos. Jesús predijo: «Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). Es una clara indicación de la universalidad de la redención, tanto en el sentido extensivo de la salvación obrada para todos los hombres, cuanto en el intensivo de totalidad de los bienes de gracia que se les han ofrecido. Pero esta redención universal debe realizarse mediante el Espíritu Santo.<br /><br />4. El Espíritu Santo es el que «viene» después y en virtud de la «partida» de Cristo. Las palabras de Jn 16, 7, expresan una relación de naturaleza causal. El Espíritu viene mandado en virtud de la redención obrada por Cristo: «Cuando me vaya os lo enviaré» (cfr Encíclica Dominum et vivificantem, S). Más aún, «según el designio divino, la «partida» de Cristo es condición indispensable del «envio» y de la venida del Espíritu Santo, indican que entonces comienza la nueva comunicación salvífica por el Espíritu Santo» (Ibid., n. 1 l).<br /><br />Si es verdad que Jesucristo, mediante su «elevación» en la cruz, debe «atraer a todos hacia sí» (cfr Jn 12, 32), a la luz de las palabras del Cenáculo entendemos que ese «atraer» es actuado por Cristo glorioso mediante el envío del Espíritu Santo. Precisamente por esto Cristo debe irse. La encarnación alcanza su eficacia redentora mediante el Espíritu Santo. Cristo, al marcharse de este mundo, no sólo deja su mensaje salvífico, sino que «da» el Espíritu Santo, al que está ligada la eficacia del mensaje y de la misma redención en toda su plenitud.<br /><br />5. El Espíritu Santo presentado por Jesús especialmente en el discurso de despedida en el Cenáculo, es evidente una Persona diversa de Él. « Yo pediré al Padre otro Paráclito» Jn 14, 16). «Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho (Jn 14, 2 6). Jesús habla del Espíritu Santo adoptando frecuentemente el pronombre personal «Él»: «Él convencerá al mundo en lo referente al pecado» (Jn 16, 8). «Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa» (Jn 16, 13). «Él me dará gloria» (Jn 16, 4). De estos textos emerge la verdad del Espíritu Santo como Persona, y no sólo como una potencia impersonal emanada de Cristo (cfr por ejemplo Lc 6, 19: «De Él salía una fuerza»). Siendo una Persona, le pertenece un obrar propio, de carácter personal. En efecto, Jesús, hablando del Espíritu Santo, dice a los Apóstoles: «Vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y en vosotros está» (Jn 14, 17). «Él os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14, 26); «Dará testimonio de mí» (Jn 15, 26); «Os guiará a la verdad completa», «Os anunciará lo que ha de venir» (Jn 16, 13); Él «dará gloria» a Cristo (Jn 16, 14), y «convencerá al mundo en lo referente al pecado» (Jn 16, 8). El Apóstol Pablo, por su parte, afirma que el Espíritu «clama» en nuestros corazones (Gal 4, 6), «distribuye» sus dones «a cada uno en particular según su voluntad» (1 Cor 12, 1 l), «intercede por los fieles» (cfr Rom 8,27).<br /><br />6. El Espíritu Santo revelado por Jesús es, por tanto, un ser personal (tercera Persona de la Trinidad) con un obrar propio personal. Pero en el mismo «discurso de despedida», Jesús muestra los vínculos que unen a la persona del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo: por ello el anuncio de la venida del Espíritu Santo -en ese «discurso de despedida»-, es al mismo tiempo la definitiva revelación de Dios como Trinidad. Efectivamente, Jesús dice a los Apóstoles: «Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito» (Jn 14,16): "el Espíritu de la verdad, que procede del Padre" (Jn 15,26) "que el Padre enviará en mi nombre" (Jn 14,26). El Espíritu Santo es, por tanto, una persona distinta del Padre y del Hijo y, al mismo tiempo, unida íntimamente a ellos: "procede"del Padre, el Padre "lo envía" en el nombre del Hijo: y esto en consideración de la redención , realizada por el Hijo mediante la ofrenda de sí mismo en la cruz. Por ello Jesucristo dice: "Si me voy os lo enviaré" (Jn 16,7). "El Espíritu de verdad que procede del Padre" es anunciado por Cristo como el Paráclito, que "yo os enviaré de junto al Padre" (Jn 15,26).<br /><br />7. En el texto de Juan, que refiere el discurso de Jesús en el Cenáculo, está contenida, por tanto, la revelación de la acción salvífica de Dios como Trinidad. En la Encíclica Dominum et vivificantem he escrito: "El Espíritu Santo, consubstancial al Padre y al Hijo en la divinidad, es amor y don (increado), del que deriva como de una fuente (fons vivus) toda dádiva a las criaturas (don creado): la donación de la existencia a todas las cosas mediante la creación; la donación de la gracia a los hombres mediante toda la economía de la salvación" (n. 10). En el Espíritu Santo se halla, pues, la revelación de la profundidad de la Divinidad: el misterio de la Trinidad en le que subsisten las Personas divinas, pero abierto al hombre para darle vida y salvación. A ello se refiere San Pablo en la Primera carta a los Corintios, cuando escribe: "El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios" (1Cor 2,10).<br /><br />2. EL ESPÍRITU DE LA VERDAD (Catequesis 17-V-89)<br /><br /> 1. Hemos citado varias veces las palabras de Jesús, que en el discurso de despedida dirigido a los Apóstoles<br /><br />en el Cenáculo promete la venida del Espíritu Santo como nuevo y definitivo defensor y consolador: «Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce» (Jn 14, 16 - 7). Aquel «discurso de despedida», que se encuentra en la narración solemne de la última Cena (cfr Jn 13, 2), es una fuente de primera importancia para la pneumatología, es decir, para la disciplina teológica que se refiere al Espíritu Santo.. Jesús habla de Él como del Paráclito, que «procede» del Padre, y que el Padre «enviará» a los Apóstoles y a la Iglesia «en nombre del Hijo», cuando el propio Hijo «se vaya», «a costa» de su partida mediante el sacrificio de la cruz.<br /><br />Hemos de considerar el hecho de que Jesús llama al Paráclito el «Espíritu de la verdad». También en otros momentos lo ha llamado así (cfr Jn 15, 26; Jn 16, 13).<br /><br />2. Tengamos presente que en el mismo «discurso de despedida» Jesús, respondiendo a una pregunta del Após<br /><br />tol Tomás acerca de su identidad, afirma de sí mismo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6). De esta doble referencia a la verdad que Jesús hace para definir tanto a sí mismo como al Espíritu Santo, se deduce que, si el Paráclito es llamado por Él «Espíritu de la verdad», esto significa que el Espíritu Santo es quien después de la partida de Cristo, mantendrá entre los discípulos la misma verdad, que Él ha anunciado y revelado y, más aún, que es Él mismo. El Paráclito en efecto, es la verdad, como lo es Cristo. Lo dirá Juan en su Primera carta: «El Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad» (1 - Jn 5, 6). En la misma Carta el Apóstol escribe también: «Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error 'spiritus erroris'» (1 Jn 4, 6). La misión del Hijo y la del Espíritu, Santo se<br /><br />encuentran, están ligadas y se complementan recíprocamente en la afirmación de la verdad y en la victoria sobre el error. Los campos de acción en que actúa son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción entre la verdad y el error es el primer momento de dicha actuación.<br /><br />3. Permanecer en la verdad y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos<br /><br />de Cristo, tanto de los primeros tiempos como de todas generaciones de la Iglesia a lo largo de los siglos. Desde este punto de vista, el anuncio del Espíritu de la verdad tiene una importancia clave. Jesús dice en el Cenáculo: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora (todavía) no podéis con ello » (Jn 16, 12). Es verdad que la misión mesiánica de Jesús duró poco, demasiado poco para revelar a los discípulos todos los contenidos de la revelación. Y no sólo fue breve el tiempo a disposición, sino que también resultaron limitadas la preparación y la inteligencia de los oyentes. Varias veces se dice que los mismos Apóstoles «estaban desconcertados en su interior» (cfr Mc 6, 52), y «no entendían» (cfr, por ejemplo, Mc 8, 21), o bien entendían erróneamente las palabras y las obras de Cristo (cfr, por ejemplo, Mt 16, 6-11 ).<br /><br />Así se explican en toda la plenitud de su significado las palabras del Maestro: «Cuando venga... el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa» (Jn 16, 13).<br /><br />4. La primera confirmación de esta promesa de Jesús tendrá lugar en Pentecostés y en los días sucesivos, como atestiguan los Hechos de los Apóstoles. Pero la promesa no se refiere sólo a los Apóstoles y a sus inmediatos compañeros en la evangelización, sino también a las futuras generaciones de discípulos y de confesores de Cristo. El Evangelio, en efecto, está destinado a todas las naciones y a las generaciones siempre nuevas, que se desarrollarán en el contexto de las diversas culturas y del múltiple progreso de la civilización humana. Mirando todo el arco de la historia Jesús dice: «El Espíritu de la verdad, que procede del Padre, dará testimonio de mí». «Dará testimonio», es decir, mostrará el verdadero sentido del Evangelio en el interior de la Iglesia, para que ella lo anuncie de modo auténtico a todo el mundo. Siempre y en todo lugar, incluso en la interminable sucesión de las cosas que cambian desarrollándose en la vida de la humanidad, el «Espíritu de la verdad» guiará a la Iglesia «hasta la verdad completa» (Jn 16, 13).<br /><br />5. La relación entre la revelación comunicada por el Espíritu Santo y la de Jesús es muy estrecha. No se trata de una revelación diversa, heterogénea. Esto se puede argumentar desde una peculiaridad del lenguaje que Jesús usa en su promesa: «El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14, 26). El recordar es la función de la memoria. Recordando se vuelve a lo pasado, a lo que se ha dicho y realizado, renovando así en la conciencia las cosas pasadas, y casi haciéndolas revivir. Tratándose especialmente del Espíritu Santo, Espíritu de una verdad cargada del poder divino, su misión no se agota al recordar el pasado como tal: «recordando» las palabras, las obras y todo el misterio salvífico de Cristo, el Espíritu de la verdad lo hace continuamente presente en la Iglesia, de modo que revista una «actualidad» siempre nueva en la comunidad de la salvación. Gracias a la acción del Espíritu Santo, la Iglesia no sólo recuerda la verdad, sino que permanece y vive en la verdad recibida de su Señor. También de este modo se cumplen las palabras de Cristo: «Él (el Espíritu Santo) dará testimonio de mí» (Jn 15, 26). Este testimonio del Espíritu de la verdad se identifica así con la presencia de Cristo siempre vivo, con la fuerza operante del Evangelio, con la actuación creciente de la redención , con una continua ilustración de verdad y de virtud. De este modo, el Espíritu "guía" a la Iglesia "hasta la verdad completa".<br /><br />6. Tal verdad está presente, al menos de manera implícita, en el Evangelio. Lo que el Espíritu Sa nnto revelará ya lo dijo Cristo. Lo revela Él mismo cuando, hablando del Espíritu Santo, subraya que "no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga,... El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros" (Jn 16, 13-14). Cristo, glorificado por el Espíritu de la verdad, es ante todo el mismo Cristo crucificado, despojado de todo y casi "aniquilado" en su humanidad para la redención mundo. Precisamente por obra del Espíritu Santo la "palabra de la cruz" tenía que ser aceptada por los discípulos, a los cuales el mismo Maestro había dicho: "Ahora (todavía) no podéis con ello" (Jn 16, 12). Se presentaba, ante aquellos pobres hombres, la imagen de la cruz. Era necesaria una acción profunda para hacer que sus mentes y sus corazones fuesen capaces de descubrir la "gloria de la redención" que se había realizado precisamente en la cruz. Era necesario una intervención divina para convencer y transformar interiormente a cada uno de ellos, como preparación, sobre todo, para el día de Pentecostés, y, posteriormente la misión apostólica en el mundo. Y Jesús les advierte que el Espíritu que el Espíritu Santo "me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros". Sólo el Espíritu que , según San Pablo (1 Cor 2,10) "sondea las profundidades de Dios", conoce el misterio del Hijo-Verbo en su relación filial con el Padre y en su relación redentora con los hombres de todos los tiempos. Sólo El, el Espíritu de la verdad, puede abrir las mentes y los corazones humanos haciéndolos capaces de aceptar el inescrutable misterio de Dios y de su Hijo encarnado, crucificado y resucitado, Jesucristo el Señor.<br /><br />7. Jesús añade: "El Espíritu de la verdad... os anunciará lo que ha de venir" (Jn 16,13). ¿Qué significa esta proyección profética y escatológica con la que Jesús coloca bajo el radio de acción del Espíritu Santo el futuro de la Iglesia, todo el camino histórico que ella está llamada a realizar a lo largo de los siglos? Significa ir al encuentro de Cristo glorioso, hacia el que tiende en virtud de la invocación suscitada por el Espíritu Santo: "¡Ven , Señor Jesús!" (Ap 22,17.20). El Espíritu conduce a la Iglesia hacia un constante progreso en la comprensión de la verdad, por su conservación por su aplicación a las cambiantes situaciones históricas. Suscita y conduce el desarrollo de todo lo que contribuye al conocimiento y a la difusión de esta verdad: en particular, la exégesis de la Sagrada Escritura y la investigación teológica, que nunca se pueden separar de la dirección del Espíritu de la verdad ni del Magisterio de la Iglesia, en el que el Espíritu siempre está actuando.<br /><br />Todo acontece en la fe y por la fe, bajo la acción del Espíritu, como he dicho en la Encíclica Dominum et vivificantem: "El misterio de Cristo en su globalidad exige la fe, ya que ésta introduce oportunamente al hombre en la realidad del misterio revelado. El "guiar hasta la verdad completa" se realiza, pues, en la fe y mediante la fe, lo cual es obra del Espíritu de verdad y fruto de su acción en el hombre. El Espíritu debe ser en esto la guía suprema del hombre y la luz del espíritu humano . Esto sirve para los Apóstoles, testigos oculares, que deben llevar ya a todos los hombres el anuncio de lo que Cristo "hizo y enseñó"y, especialmente, el anuncio de su cruz y de su resurrección. En una perspectiva más amplia esto sirve también para todas las generaciones de discípulos y confesores del Maestro, ya que deberían aceptar con fe y confesar con lealtad el misterio de Dios operante en la historia del hombre, el misterio revelado que explica el sentido definitivo de esa historia"<br /><br />8. De este modo, el "Espíritu de la verdad" continuamente anuncia los acontecimientos futuros; continuamente muestra a la humanidad este futuro de Dios, que está por encima y fuera de todo futuro "temporal"; y así llena de valor eterno el futuro del mundo. Así el Espíritu convence al hombre, haciéndole entender que, con todo lo que es, y tiene, y hace, está llamado por Dios en Cristo a la salvación. Así, el "Paráclito", el Espíritu de la verdad, es el verdadero "Consolador" del hombre. Así es el verdadero Defensor y Abogado. Así es el verdadero Garante del Evangelio en la historia: bajo su acción la buena nueva es siempre "la misma" y es siempre "nueva"; y de modo siempre nuevo ilumina el camino del hombre en la perspectiva del cielo con "palabras de vida eterna" (Jn 6,68).<br /><br />3. «PARAKLETOS». <br />EL ESPÍRITU SANTO, NUESTRO ABOGADO DEFENSOR<br /><br />1. En la pasada catequesis sobre el Espíritu Santo hemos partido del texto de Juan, tomado del «discurso de despedida» de Jesús, que, constituye, en cierto modo, la principal fuente, evangélica, de la pneumatología. Jesús anuncia la venida del Espíritu Santo, Espíritu de la verdad, que «procede del Padre» (Jn 15, 26) y que será enviado por el Padre a los Apóstoles y a la Iglesia «en el nombre» de Cristo, en virtud de la redención llevada a cabo en el sacrificio de la cruz, según el eterno designio de salvación. Por la fuerza de este sacrificio también el Hijo "envía" el Espíritu, anunciando que su venida se efectuará como consecuencia y casi al precio de su propia partida (cfr Jn 16, 17). Hay por tanto un vínculo establecido por el mismo Jesús, entre su muerte- resurrección-ascensión y la efusión del Espíritu Santo, entre Pascua y Pentecostés.<br /><br />Más aún, según el IV Evangelio, el don del Espíritu Santo se concede la misma tarde de la resurrección (cfr Jn 20, 22-25). Se puede decir que la herida del costado de Cristo en la cruz abre el camino a la efusión del Espíritu Santo, que será un signo y un fruto de la gloria obtenida con la pasión y muerte.<br /><br />El texto del discurso de Jesús en el Cenáculo nos manifiesta también que Él llama al Espíritu Santo el «Paráclito»: «Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre» (Jn 14, 16). De forma análoga, también leemos en otros textos: « ... el Paráclito, el Espíritu Santo» (cfr Jn 14, 26; Jn 15, 26; Jn 6, 7). En vez de «Paráclito» muchas traducciones emplean la palabra «Consolador»; ésta es aceptable, aunque es necesario recurrir al original griego «Parakletos» para captar plenamente el sentido de lo que Jesús dice del Espíritu Santo.<br /><br />2. «Parakletos» literalmente significa: «aquel que es invocado» (de para-kaléin, «llamar en ayuda»); y, por tanto, «el defensor», «el abogado», además de «el mediador», que realiza la función de intercesor (intercessor). Es en este sentido de «Abogado-Defensor», el que ahora nos interesa, sin ignorar que algunos Padres de la Iglesia usan «Parakletos» en el sentido de «Consolador», especialmente en relación a la acción del Espíritu Santo en lo referente a la Iglesia. Por ahora fijamos nuestra atención y desarrollamos el aspecto del Espíritu Santo como Parakletos-Abogado-Defensor. Este término nos permite captar también la estrecha afinidad entre la acción de Cristo y la del Espíritu Santo, como resulta de un ulterior análisis del texto de Juan.<br /><br />3. Cuando Jesús en el Cenáculo, la vigilia de su pasión, anuncia la venida del Espíritu Santo, se expresa de la siguiente manera: «El Padre os dará otro Paráclito». Con estas palabras se pone de relieve que el propio Cristo es el primer Paráclito, y que la acción del Espíritu Santo será semejante a la que Él ha realizado, constituyendo casi su prolongación.<br /><br />Jesucristo, efectivamente, era el "defensor" y continua siendolo. El mismo Juan lo dirá en su Primera carta: «Si alguno peca, tenemos a uno que abogue (Parakletos) ante el Padre: a Jesucristo, el Justo » (1 Jn 2, l).<br /><br />El abogado (defensor) es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a los pecados cometidos, los defiende del castigo merecido por sus pecados, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es precisamente lo que ha realizado Cristo. Y el Espíritu Santo es llamado «el Paráclito», porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.<br /><br />4. El Paráclito será «otro abogado-defensor» también por una segunda razón. Permaneciendo con los discípulos de Cristo, Él los envolverá con su vigilante cuidado con virtud omnipotente. «Yo pediré al Padre dice Jesús y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre» (Jn 14, 16): «... mora con vosotros y en vosotros está» (Jn 14, 17). Esta promesa está unida a las otras que Jesús ha hecho al ir al Padre: «Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). Nosotros sabemos que Cristo es el Verbo que «se hizo carne y puso su morada entre nosotros» (Jn 1, 14). Sí, yendo al Padre, dice: «Yo estoy con vosotros... hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20), se deduce de ello que los Apóstoles y la Iglesia tendrán que reencontrar continuamente por medio del Espíritu Santo medio del Espíritu Santo medio del Espíritu Santo aquella presencia del Verbo-Hijo, que durante su misión terrena era "física" y visible en la humanidad asumida, pero que, después de su ascensión al Padre, estará totalmente inmersa en el misterio.<br /><br />La presencia del Espíritu Santo que, como dijo Jesús, es íntima a las almas y a la Iglesia («Él mora con vosotros y en vosotros está»: Jn 14, 17), hará presente a Cristo invisible de modo estable, «hasta el fin del mundo». La unidad trascendente del Hijo y del Espíritu Santo hará que la humanidad de Cristo, asumida por el Verbo, habite y actúe dondequiera que se realice, con la potencia del Padre, el designio trinitario de la salvación.<br /><br />5. El Espíritu Santo-Paráclito será el abogado defensor de los Apóstoles, y de todos aquellos que, a lo largo de los siglos, serán en la Iglesia los herederos de su testimonio y de su apostolado, especialmente en los, momentos difíciles que comprometerán su responsabilidad hasta el heroísmo.<br /><br />Jesús lo predijo y lo prometió: «os entregarán a los tribunales... seréis llevados ante gobernadores y reyes... Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar.. no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros» (Mt 10, 17-20; análogamente Mc 13, 11; Lc 12, 12, dice: «porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir»).<br /><br />También en este sentido tan concreto, el Espíritu Santo es el Paráclito-Abogado. Se encuentra cerca de los Apóstoles, más aún, se les hace presente cuando ellos tienen que confesar la verdad, motivarla y defenderla. Él mismo se convierte, entonces, en su inspirador, Él mismo habla con sus palabras, y juntamente con ellos y por medio de ellos da testimonio de Cristo y de su Evangelio. Ante los acusadores Él llega a ser como el «Abogado» invisible de los acusados, por el hecho de que actúa como su patrocinador, defensor, confortador.<br /><br />6. Especialmente durante las persecuciones contra los Apóstoles y contra los primeros cristianos, y también en aquellas persecuciones de todos los siglos, se verificarán las palabras que Jesús pronunció en el Cenáculo: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre..., Él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio" (Jn 15, 26-27 ).<br /><br />La acción del Espíritu Santo es "dar testimonio". Es una acción interior, "inmanente", que se desarrolla en el corazón de los discípulos, los cuales, después, dan testimonio de Cristo al exterior: Mediante aquella presencia y aquella acción inmanente, se manifiesta y avanza en el mundo el "trascendente"poder de la verdad de Cristo, que es el Verbo-Verdad y Sabiduría. De Él deriva a los Apóstoles , mediante el Espíritu, el poder de dar testimonio según su promesa: "Yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios" ( Lc 21, 15). Esto viene sucediendo ya desde el caso del primer mártir, Esteban, del que el autor de los Hechos de los Apóstoles escribe que estaba "lleno del Espíritu Santo" (Hch 6, 5), de modo que los adversarios "no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba" (Hch 6,10). También en los siglos sucesivos los adversarios de la fe cristiana han continuado ensañandose contra los anunciadores del Evangelio apagando a veces su voz en la sangre, sin llegar, sin embargo, a sofocar la Verdad de la que eran portadores: ésta ha seguido fortaleciéndose en el mundo con la fuerza del Espíritu Santo.<br /><br />7. El Espíritu Santo- Espíritu de la verdad, Paráclito- es aquel que, según la palabra de Cristo, "convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio" (Jn 16,8). Es significativa la explicación que Jesús mismo hace de estas palabras: pecado, justicia y juicio. "Pecado" significa, sobre todo, la falta de fe que Jesús encuentra entre "los suyos", es decir los de su pueblo, los cuales llegaron incluso a condenarle a muerte en la cruz. Hablando después de la "justicia", Jesús parece tener en mente aquella justicia definitiva, que al Padre le hará ("... porque voy al Padre") en la resurrección y en la ascensión al cielo. En este contexto, "juicio" significa que el Espíritu de la verdad mostrará la culpa del "mundo" al rechazar a Cristo, o, más generalmente, al volver la espalda a Dios. Pero puesto que Cristo no ha venido al mundo para juzgarlo o condenarlo, sino para salvarlo, en realidad también aquel "convencer respecto al pecado" por parte del Espíritu de la verdad tiene que entenderse como intervención orientada a la salvación del mundo, al bien último de los hombres.<br /><br />El "juicio" se refiere, sobre todo, al "príncipe de este mundo", es decir, a Satanás. Él, en efecto, desde el principio, intenta llevar la obra de la creación contra la alianza y la unión del hombre con Dios: se opone conscientemente a la salvación. Por esto "ha sido ya juzgado" desde el principio, como expliqué en la Encíclica Dominum et vivificantem (n. 27).<br /><br />8. Si el Espíritu Santo Paráclito debe convencer al mundo precisamente de este "juicio", sin duda lo tiene que hacer para continuar la obra de Cristo que mira a la salvación universal (cfr Ibid.).<br /><br />Por tanto, podemos concluir que en el dar testimonio de Cristo, el Paráclito es un asiduo (aunque invisible) Abogado y Defensor de la obra de la salvación, y de todos aquellos que se comprometen en esta obra. Y es también el Garante de la definitiva victoria sobre el pecado y sobre el mundo sometido al pecado, para librarlo del pecado e introducirlo en el camino de la salvación.<br /><br /><br /><br />El Espíritu Santo...www.es.vikipedia.org<br /><br />Índice:<br /><br />Dones del Espíritu Santo<br />Los frutos del Espíritu Santo<br />Faltas contra el Espíritu Santo<br />El Espíritu Santo, el don de Dios<br />Documento relacionado:<br /><br />Pentecostés<br /><br />Dones del Espíritu Santo<br /><br />Sabiduría.<br />Entendimiento.<br />Consejo.<br />Fortaleza.<br />Ciencia.<br />Piedad.<br />Temor de Dios.<br />Don de Sabiduría, es concedido por el Espíritu Santo que nos permite apreciar lo que vemos, lo que presentimos de la obra divina.<br /><br />Don de entendimiento, es el del Espíritu Santo que nos lleva al camino de la contemplación, camino para acercarse a Dios.<br /><br />Don de consejo, saber decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el momento necesario conforme a la voluntad de Dios.<br /><br />Don de Fortaleza, es el don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural.<br /><br />Don de Ciencia, Es el don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para sostener la fe del bautismo.<br /><br />Don de Piedad, el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del bien es el don de la piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas.<br /><br />Don de Temor de Dios, es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la misericordia divina.<br /><br />Espíritu Santo<br />Artículos importantes de<br />Cristianismo<br /><br />Historia<br />Apóstoles<br />Concilios<br />Gran Cisma<br />Reforma<br />La Trinidad<br />Dios Padre<br />Cristo el Hijo<br />Espíritu Santo<br />La Biblia<br />Antiguo Testamento<br />Nuevo Testamento<br />Textos Apócrifos<br />Evangelios<br />Teología<br />Reino de Dios<br />Salvación · Gracia<br />Diez Mandamientos<br />Sermón del Monte<br />Padre nuestro<br />Iglesia<br />Catolicismo<br />Iglesia Ortodoxa<br />Protestantismo<br />Denominaciones<br />Ecumenismo<br />Espíritu Santo se denomina en la teología cristiana trinitaria a una entidad espiritual con características divinas, que es parte o está relacionada con Dios. Para la Iglesia Católica y gran parte de las otras denominaciones cristianas, el Espíritu Santo es una de las tres personas o hipóstasis([1]) de Dios, lo que se denomina la Santísima Trinidad.<br />Tabla de contenidos<br /> [ocultar]<br />1 Nombres<br />2 Naturaleza<br />3 Misión<br />4 Dones y Frutos del Espíritu Santo<br />[editar]Nombres<br /><br />Si bien tanto el Padre como el Hijo son espíritu y santos, se reserva este nombre para la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. En la Biblia se hace referencia a רוח (ruwah; soplo, viento) además de Espíritu de Dios, como en el primer capítulo del Génesis: "...Las tinieblas cubrían los abismos y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas" (Gen 1, 1). También aparecen alusiones al Paráclito, que significa consolador o abogado, que en la teología cristiana se han interpretado como alusiones al Espíritu Santo. De רוח pasó al griego como πνευμα (pneuma; de πνεο, pneo), y luego al latín como spiritus (de spiro).<br />[editar]Naturaleza<br /><br /><br /><br />Alegoría al Espíritu Santo en la Basílica de San Pedro, Roma<br />El dogma trinitario católico sostiene que el Espíritu Santo es una de las tres personas de la Santísima Trinidad, que proviene del Padre y del Hijo eternamente por vía de espiración y amor. Este artículo dogmático, conocido como la "cláusula filioque" (la frase "y del Hijo"), fue agregado al Credo Niceno en el Primer Concilio de Constantinopla celebrado en el año 381. Las iglesias ortodoxas orientales hallan herética la concepción católica de que el Espíritu Santo proviene del Padre y también del Hijo.<br />[editar]Misión<br /><br />Según la teología cristiana, el Espíritu Santo fue enviado a los discípulos de Jesús en el día de Pentecostés para darles fuerza, valentía y servirles de guía. Según el Evangelio de Juan, esto les fue prometido a los discípulos en el contexto de la Última Cena (Cf. Jn 14, 16-18).<br /><br />[editar]Dones y Frutos del Espíritu Santo<br /><br />Los cristianos creen en el "Fruto del Espíritu", está compuesto de virtudes engendradas en el individuo al aceptar el Espíritu y Sus acciones en la vida del mismo. Se pueden encontrar en el Nuevo Testamento «el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas» (Gal 5:22-23, NVI), o -de acuerdo a la versión católica- "caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad" (Ga 5, 22-23 Vulgata) [1]. Muchos cristianos creen que estos frutos del Espíritu Santo son mejorados a través del tiempo mediante la exposición a la palabra escrita de Dios y por la experiencia de llevar una vida cristiana. Se cree que los Frutos del Espíritu Santo son producto de los Dones del Espíritu Santo. El listado de dones varía entre las diferentes denominaciones cristianas.<br />Según el Catecismo de la Iglesia Católica, los Dones son los siguientes:<br />Temor de Dios<br />Sabiduría<br />Entendimiento<br />Consejo<br />Piedad<br />Fortaleza<br />Ciencia<br />Aunque aceptan aun más dones que han sido otorgados por el Espíritu a través del tiempo.<br />Los protestantes suelen basarse en diversos versículos del Nuevo Testamento para categorizar los dones, como el siguiente:<br />«A unos Dios les da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo Espíritu, palabra de conocimiento; a otros, fe por medio del mismo Espíritu; a otros, y por ese mismo Espíritu, dones para sanar enfermos; a otros, poderes milagrosos; a otros, profecía; a otros, el discernir espíritus; a otros, el hablar en diversas lenguas; y a otros, el interpretar lenguas.» (1° Corintios 12:8-10, NVI)<br /><br />El contenido de esta página es un esbozo sobre cristianismo. Ampliándolo ayudarás a mejorar Wikipedia.<br />Puedes ayudarte con las wikipedias en otras lenguas.<br /><br /><br />Los frutos del Espíritu Santo<br /><br />Caridad.<br />Gozo.<br />Paz.<br />Paciencia.<br />Longanimidad.<br />Bondad.<br />Benignidad.<br />Mansedumbre.<br />Fe.<br />Modestia.<br />Continencia.<br />Castidad.<br />Faltas contra el Espíritu Santo<br /><br />Desesperar de la misericordia de Dios.<br />Presunción de salvarse sin ningún mérito.<br />La impugnación de la verdad conocida.<br />La envidia de los bienes espirituales del prójimo.<br />La obstinación en el pecado.<br />La impenitencia final.<br />El Espíritu Santo, el don de Dios<br /><br />"Dios es Amor" (Jn 4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado". (Rom 5,5).<br /><br />Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo, "La gracia del Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros." 2 Co 13,13; es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado.<br /><br />El nos da entonces las "arras" o las "primicias" de nuestra herencia. "y no sólo ella, sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos suspirando por la adopción, por la redención de nuestro cuerpo". Rom 8,23; "nos ha sellado y ha depositado las arras del Espíritu en nuestros corazones." II Co 1,22.<br /><br /><br /> <br /><br /><br /> DONES DEL <br />ESPIRITU SANTO<br /> <br />1-SABIDURíA <br />2- ENTENDIMIENTO <br />3- CIENCIA <br />4-CONSEJO <br />5- PIEDAD <br />6- FORTALEZA <br />7- TEMOR DE DIOS<br /><br />Música<br />Coro del Fátima Venezuela<br /> Ver cómic de Pentecostés <br /><br /> Ver catequesis sacramentos <br /><br />COLOREA PENTECOSTES<br /><br /> <br /><br /><br /> Vamos a hablar de la gran fiesta de Pentecostés. <br /><br /> P. Celerino Anciano o.p.<br /><br />El nombrecito es raro, pero lo que pasó aquel día, fue divino. Jerusalén se volvió un zaperoco delicioso. La gente estaba feliz; los Apóstoles con la Virgen María a la cabeza estaban que no cabían de satisfacción, eufóricos, como en una nube. Claro que primero se echaron su buena asustadita, con una especie de mini huracán que sacudió la casa en la que estaban escondidos por puro miedo; por si fuera poco, apareció candela pura sobre la cabeza de cada uno; pero nada de quemarse, al contrario, les entró por el alma adentro una alegría, una fuerza y unas ganas de predicar, enseñar y convencer a las gentes de que Jesucristo era de verdad el Hijo de Dios y que había resucitado y que de ese momento en adelante aunque los molieran a palos o los volvieran picadillo, ellos, los Apóstoles y todos los que los acompañaban, jamás dejarían de "dar testimonio" del Señor y de su Evangelio. El gentío que andaba por esas fiestas en la gran Jerusalén, estaban admirados, confundidos y super-extrañados de ver y oír a aquella cuerda de locos, con aquel fuego en sus palabras y tamaña fuerza de convicción. pero sin poder dejar de oírlos y aplaudirlos.<br /><br />Tomando en cuenta que aquello parecía una solemne sesión de la ONU; cada quien hablaba su propio idioma y se entendía con los suyos; pero cuando hablaba san Pedro y los otros, entonces los entendían cada uno en su propia lengua. ¡Qué mantequilla! Por supuesto que el viento y el fuego y todo lo demás que ocurrió en aquella ocasión no era ni más ni menos que la presencia viva, activa y contundente del Espíritu Santo, el mismo que Jesús les había prometido en tantas ocasiones. El que les iba a enseñar muchas más cosas y se las iba a hacer entender, el Consolador, el Defensor, el Alma de la Iglesia que nacía en esos momentos, en ese día, en ese Pentecostés. Entre los innumerables e invalorables regalos que nos trajo el Espíritu Santo se cuentan sus famosos DONES. Siete (7) dones, que dice el catecismo, pero que sabemos que fueron muchísimos más, a tal punto que todavía hoy, el Espíritu Santo no ha parado en ese maravilloso y divino oficio de regalar todo lo bueno y santo, a todos y a cada uno de sus hijos. El, el Espíritu Santo es el DADOR DE TODO BIEN. Sus siete DONES son tan especiales que merecen recordarlos y pedirlos con toda la devoción de que seamos capaces. Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, que le dicen, explica de maravilla estos siete dones, merece la pena que se den una vueltecita por lo que escribió. Uno se siente como que le estuviera cayendo de nuevo el agua del bautismo.<br /><br /> <br /><br />LOS REGALOS DEL ESPIRITU SANTO<br /><br /> P. Celerino Anciano o.p.<br /><br />Por supuesto que no hay cristiano que no sepa que el Espíritu Santo además de ser “el Protagonista de la Misión” como lo dice bellamente el Santo Padre en la Rmi cap. III, es además, el huésped por excelencia de todas nuestras actividades espirituales. Sabemos que no podemos ni pronunciar el nombre bendito de Jesús si el Espíritu no nos ayuda.<br /><br />Nosotros lo vamos a recibir como una gracia que nace de El mismo; y él, a su vez nos va a regalar sus DONES. <br /><br />Es una verdadera lástima que en nuestra formación, en nuestra catequesis y en nuestra dirección espiritual no ocupen el espacio que merecen estos auxilios especiales con que el Espíritu nos regala a cada ratito. Alguien dijo del Espíritu Santo que era “El Gran Desconocido” de los cristianos. Y de sus dones ya ni se habla, ni casi se conocen. Usted mismo que lee estas líneas intente recordarlos y enumerarlos...<br />Sea como sea el misionero, de manera constante y fuerte necesita de esos regalos divinos que son 7 en nuestros cómputos y amparados un poco en la Sagrada Escritura, pero con toda seguridad que son más, no tenemos noticias de ellos, por lo menos el cristiano de a pie; los Santos son otra cosa, los santos se ponen a contar y no paran. Es que son innumerables las formas que tiene el Espíritu Santo para consolarnos (acuérdense que él es el Espíritu Santo Consolador) y para santificarnos que es su función especial dentro de cada alma.<br /><br /><br />El Catecismo nos habla escuetamente, simplemente los enumera y dice:<br /><br />1º DON DE SABIDURíA: No es para que sepamos muchísimo de muchas cosas; sino para perfeccionar en nosotros ni más ni menos que el amor, la caridad. Las almas privilegiadas que de manera habitual han recibido ese don han amado a Dios como no tenemos ni idea; han aparecido ante el mundo como unos loquitos que eran capaces de hacer por Dios y por la gente gestos heroicos. Díganme si un misionero no necesita de este don del Espíritu Santo, cuando las exigencias de la Misión casi siempre, de manera habitual, han de ser heroicas. <br /><br /><br />2º DON DE ENTENDIMIENTO: Potencia y cómo que dispara la virtud de la fe. Con él se entienden de manera admirable lo más profundos misterios; se comprende por ejemplo la santidad de la Virgen María; la grandeza de la Santa Misa, y su valor infinito... por medio de ese admirable don se ilumina nuestro entendimiento y nos confiere una fuerza y una eficacia santificadora, tal como la necesita el evangelizador, el que se entrega a la causa estupenda de dar a conocer al mundo a Cristo el Señor, su Vida y su Evangelio; al que deja su vida en los campos de las Misiones. <br /><br /><br />3º DON DE CIENCIA: Se trata de la ciencia verdadera, de la que viene y va a Dios en directo. Por supuesto que también perfecciona la fe que debemos transmitir a los demás, como el mejor servicio que se le puede prestar a los hombres, de acuerdo con Juan Pablo II. Esta ciencia nos enseña “a juzgar rectamente de las cosas creadas”. El “hermano sol y la hermana luna” se las inventó el corazón de San Francisco de Asís con esta ciencia, que merece la vida entera por conocerla y gustarla. El misionero vive en pleno contacto con la naturaleza y sus maravillas; y todo le ayuda para entender mejor el amor de Dios y explicárselo con fuego a quienes nunca supieron que tenían en los cielos un Padre bondadoso que es puro Amor. <br /><br /><br />4º DON DE CONSEJO: Gracias, en buena parte, a este regalo del Espíritu los misioneros fueron a parar a territorios que ni sabían dónde quedaban en la geografía de los continentes o países. Allí fueron a dar con sus huesos y con su enorme carga de fe y de amor, guiados, quizá sin saberlo, por el consejo sutil y cierto del Espíritu Santo. Ayuda mucho, pero mucho, a esa virtud tan rara y muy pocas veces tomada en cuenta que es la prudencia, virtud casi desconocida y raras veces empleada en nuestro vivir y en nuestro actuar. Nuestras grandes determinaciones en la vida están o deben estar signadas por el don de Consejo, si es que no queremos fracasar con nuestras propias loqueras o nuestros criterios personales. <br /><br /><br />5º DON DE PIEDAD: No es expresamente para formar monaguillos piadosos –que tampoco debe ser cosa fácil- sino que con este don, el Espíritu nos hace descubrir a Dios como Padre y quererle con todas nuestras fuerzas; de paso nos estimula a querer a nuestros hermanos, como Teresa de Calcuta quería a los leprosos. Es la vida ordinaria del misionero. Gentes que no conocen de nada ni la entienden en su cultura, ni saben de su idioma, y se fajan, sin embargo, a conocer, amar y ayudar en cuerpo y alma, a pequeños Cristos que se le han cruzado en el camino de su vocación misionera. El don de piedad actúa como un auténtico milagro en el corazón del misionero. (Cuando se habla del misionero, se entiende por igual de la misionera, de la persona consagrada o del laico comprometido. Los dones no tienen género. Son del Espíritu Santo y basta). <br /><br /><br />6º DON DE FORTALEZA: Se trata de una fuerza del Espíritu Santo que resiste y acomete según la necesidad del momento. Es bueno recordar que la fortaleza es una de las virtudes cardinales ¿Se acuerda usted por dónde anda eso en el catecismo que estudió? Pues aunque no se acuerde nadie, ni lo tome demasiado en serio, el Espíritu Santo, sí; él concede una fuerza y un valor increíble a quienes asiste en los trances más difíciles de la vida. Necesitamos todos urgentemente y casi en cada momento, de esta fuerza única que resiste el mal; el que sacude al mundo y a sus gentes como un huracán y tiende a destruirlo y borrarlo del mapa de la vida.<br /><br />Resistir el mal y hacer siempre el bien, sin cansarnos como nos enseña San Pablo. Las causas de Dios son empinadas, costosas; exigen muchas veces la vida misma. Por algo la Iglesia creció con la sangre de sus mártires. Pura fortaleza de Dios; don bellísimo y absolutamente necesario en nuestros tiempos. <br /><br /><br />7º DON DE TEMOR A DIOS: También el temor es necesario; pero es un temor pleno de amor; es un susto justificado de perder la amistad de nuestro Padre Dios y de nuestro Hermano Jesús. Un enamorado tiembla sólo con pensar en que puede perder a su amor; a la persona que es razón de su vida. Se trata de un temor filial, el temor de Dios. Por supuesto que, si al perder al Dios se pierde el cielo donde él habita con sus santos, se puede uno imaginar lo terrible que tiene que ocurrir en el corazón de un misionero, si después de una entrega heroica y sin límites se queda del lado de afuera. San Pablo lo sintió y debió temblar como la hoja en el árbol. Temía que predicando a los demás, él mismo pudiera ser borrado del libro de la vida. El don de temor es sano, muy digno de que lo tomemos en cuenta y de pedírselo al Espíritu Santo junto con los demás dones y regalos que él nos hace.<br /><br />Es bueno que hablemos del Espíritu Santo; descubramos su presencia en nuestros corazones y agradezcamos el milagro amoroso de revivir dentro de nosotros, con esa suavidad y fortaleza, solo perceptible cuando nos entregamos a El como Abogado nuestro ante el Padre, que no cesa de interceder por nosotros “con gemidos inefables”.<br /><br />¡VEN ESPIRITU SANTO Y LLENA NUESTROS CORAZONES CON EL FUEGO DE TU AMOR!<br /><br /> <br /><br /> <br /><br />Para profundizar en la catequesis sobre El Espíritu Santo te recomendamos buscar las siguientes citas bíblicas , leer despacio y poner mucha atención a los detalles.<br /> <br />( 1Cor 12,4) <br />Hay diversidad de dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo... A cada cual se le da la manifestación del Espíritu para el bien común...<br />(Hc 2,1-11) <br />...De repente se oyó un gran ruido que venía del cielo... entonces aparecieron lenguas de fuego que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en otros idiomas...<br /> ( 1Co 12,3b-7.12-13)<br />Hermanos: Nadie puede llamar a Jesús "Señor" si no es bajo la acción del Espíritu Santo...<br />Juan 20, 19-23<br /><br />Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo". Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar".<br /><br /><br />glesia no puede prepararse al cumplimiento bimilenario de otro modo, si no es por el Espíritu Santo. Lo que en la plenitud de los tiempos se realizó por obra del Espíritu Santo, solamente por obra suya puede ahora surgir de la memoria de la Iglesia." -Tertio Millennio Adveniente, 44<br /><br />Es la hora de la misericordia, de entregar nuestros corazones y sufrirlo todo por Cristo, pues hasta ahora hemos estado "dormidos ante el mal"<br /><br /><br /><br /><br /> ESPIRITU SANTO www.corazones.org<br /><br /><br />"... recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre nosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra". (Hechos 1, 8)<br /><br />•ORACIONES AL ESPIRITU SANTO<br />•DOCUMENTOS SOBRE EL ESPIRITU SANTO<br /><br />• Espíritu Santo -J.P.II<br />• Catecismo y E.S. <br />• Dones del Espíritu Santo<br />• Efusión del Espíritu Santo -Madre A. Galindo<br />• Eucaristía y E.S. -JPII<br />• Frutos del Espíritu Santo <br />• Sabiduría misteriosa revelada por el Espíritu Santo -San Buenaventura<br />• Iglesia Actual y E.S. -JPII<br />• Pentecostés: Comienzo de la mision de la Iglesia -JPII<br />• Pentecostés y la Trinidad -JPII<br />• Vida del cristiano y E.S. -JPII<br />• Animado por el Espíritu Santo; el cristiano -JPII <br />• Fuente de comunión -JPII <br />• Pecado contra el Espíritu Santo<br />• Evangelización, Protagonista de la, E.S. -J.P.II<br />• Signos de los Tiempos y E.S. - J.P.II<br />• Tertio Millenio Adveniente y E.S. -Carta Ap. de Juan Pablo II.<br />• Con y sin el Espíritu Santo<br />• San Pablo y E.S. -Benedicto XVI<br />• Testimonio de Sta. María M.: Recibir el E.S.<br /><br /><br /><br /> MOVIMIENTOS ECLESIALES<br /><br />• Movimientos Eclesiales ¿Qué dice la Iglesia?<br />• Movimientos y Comunidades JPII<br />• Movimientos Eclesiales y su colocación teológica <br /> -Card. Ratzinger.<br />• Movimientos y su unidad en la caridad<br />• Comunión y Liberación<br />• Legión de María<br />• Renovación Carismática <br />• MAS MOVIMIENTOS: Enlaces<br /><br /> <br /><br />¡Sé fuerte y valiente!<br />¡No tengas miedo ni te desanimes!<br />Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas. -Josue 1,9<br /><br /> <br /><br /> <br /><br />"El Espíritu Santo como fuerte huracán hace adelantar más en una hora la navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que lo que nosotros habíamos conseguido en meses y años remando con nuestras solas fuerzas". <br />-Sta. Teresa de Avila<br /><br /> <br /><br /> <br /><br /> <br />Regreso a la página principal<br />www.corazones.org<br /><br /><br />La espiritualidad nos enseña a como vivir la nueva vida en el Espíritu Santo que Jesús nos da. Ver también: Jesús, moral<br /><br />Algunos temas... <br />• Como ser apóstoles de Jesús -Benedicto XVI<br />• Santos, dichos de -Los santos nos enseñan a ser cristianos<br /> Síntesis de espiritualidad católica<br />• Oficio Divino Lectura diaria escogida por la Iglesia <br />• Temas variados<br /><br />• Abandono a la voluntad de Dios<br />• Alabanza -la oración mas importante <br />• Amor -el fundamento de todo lo bueno<br />• Amor o miedo<br />• Amor propio<br />• Carisma<br />• Castiga, Dios<br />• Comunidad<br />• Combate Espiritual<br />• Colaborar con Dios es necesario<br />• Corazón de Jesús -Fuente de amor y vida.<br />• Corrección -¿corregimos al hermanos o soportamos con paciencia?<br />• Cruz, Amigos de la -San Luis G. 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Teresita de Lesieux -Madre Adela<br />• Cartujos <br />• Cistercienses<br />• Dominicos<br />• Franciscanos<br />• Jesuitas<br /> Ejercicios Espirituales de San Ignacio y otros<br />• Kempis, Tomás, Imitación de Cristo<br /><br />Enseñanzas y tratados<br />Escritos de los Padres, doctores y otros <br />-Del Oficio de Lectura para todo el año.<br /> Audi Filia<br /> Abandono.com Maestros<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />DE LOS FRUTOS DEL ESPIRITU SANTO<br /><br /><br />Articulo I.<br /><br /><br />De la naturaleza de los frutos Espíritu Santo.<br /><br />Cuando con fervor se ha ejercitado uno largo tiempo en la práctica de las virtudes, adquiere facilidad para cumplir sus actos. Ya no se sienten las repugnancias que se sentían al principio No es preciso combatir ni hacerse violencia hace con gusto lo que antes se hacía con sacrificio. Les sucede a las virtudes lo mismo que a los árboles: los frutos de éstos, cuando están maduros, ya no son agrios, sino dulces y de agradable sabor; lo mismo loa actos de las virtudes, cuando han llegado a su madurez, se hacen con agrado y se les encuentra un gusto delicioso. Entonces estos actos de virtud inspirados por el Espíritu Santo se llaman frutos ~ el Espíritu Santo, y ciertas virtudes los producen con tal perfección y tal suavidad que a esos estos se los llama bienaventuranzas, porque hacen que Dios posea al alma planamente.<br />Pues cuanto más se apodera Dios de un alma más la santifica ; y cuanto más santa sea, más cerca está de la felicidad, que es donde, estando ya la naturaleza como curada de su corrupción, se poseen las virtudes como naturalmente. Los que tienden a la perfección por el camino de prácticas y actos metódicos, sin abandonarse enteramente a la dirección del Espíritu Santo, no alcanzarán nunca esta dulzura esta como especie de madurez sin la virtud : sienten siempre dificultades y repugnancias : combaten continuamente y a veces son vencidos y cometen faltas. En cambio, los que orientados por el Espíritu Santo van por el camino del simple recogimiento, practican el bien con un fervor y una alegría digna del Espíritu Santo, y sin lucha, obtienen gloriosas victorias, o si es necesario luchar, lo hacen con gusto.<br />De lo que se sigue, que las almas tibias tienen doble dificultad en la práctica de la virtud que las fervorosas que se entregan de buena gana y sin reserva : porque éstas tienen la alegría del Espíritu Santo que todo se lo hace fácil, y aquéllas tienen pasiones que combatir y sienten las debilidades de la naturaleza que impiden las dulzuras de la virtud y hacen los actos difíciles e imperfectos. La comunión frecuente es un excelente medio para perfeccionar en nosotros las virtudes y adquirir los frutos del Espíritu Santo ; porque nuestro Señor, al unir su Cuerpo al nuestro y su Alma a la nuestra, quema y consume en nosotros las semillas de los vicios y nos comunica poco a poco sus divinas perfecciones, según nuestra disposición y como le dejemos obrar, por ejemplo: encuentra en nosotros el recuerdo de un disgusto, que aunque ya pasó, ha dejado en nuestro espíritu y en nuestro corazón una impresión, que queda como simiente de pesar y cuyos efectos sentimos en muchas ocasiones. ¿Qué hace nuestro Señor? Borra el recuerdo y la imagen de ese descontento ; destruye la impresión que se había grabado en nuestras potencias y ahoga completamente esta semilla de pecados, poniendo en su lugar los frutos de caridad, de gozo, de paz y de paciencia. Arranca de la misma manera las raíces de cólera, de intemperancia y de los demás defectos, comunicándonos las virtudes y sus frutos. <br /><br />Artículo II: - De los frutos de caridad, de gozo y de paz.<br /><br /><br />Los tres primeros frutos del Espíritu Santo son la caridad, el gozo y la paz, que pertenecen especialmente al Espíritu Santo : la caridad, porque es el amor del Padre y del Hijo ; el gozo, porque está presente al Padre y al Hijo y es como el complemento de su bienaventuranza ; y la paz, porque es el lazo que une al Padre y al Hijo.<br />Estos tres frutos están unidos y se derivan naturalmente uno del otro. La caridad o el amor ferviente nos da la posesión de Dios; el gozo nace de la posesión de Dios, que no es otra cosa que el reposo y el contento que se encuentra en el goce del bien poseído. La paz que, según San Agustín; es la tranquilidad en el orden, - Mantiene al alma en la posesión de la alegría contra toda lo que es opuesto. La caridad excluye todas las demás alegrías; la paz, toda clase de turbación y de temor.<br />La caridad es el primero entre los frutos del Espíritu Santo, porque es el que más se parece al Espíritu Santo, que es el amor personal, y por consiguiente el que más nos acerca a la verdadera y eterna felicidad y el que nos da un goce más sólido y una paz más profunda. Dad a un hombre el imperio del universo con la autoridad más absoluta que sea posible; haced que posea todas las riquezas, todos los honores, todos los placeres que se puedan desear; dadle la sabiduría más completa que se pueda imaginar; que sea otro Salomón y más que Salomón, que no ignore nada de toda lo que una inteligencia pueda saber; añadidle el poder de hacer milagros: que detenga al sol, que divida los mares, que resucite los muertos, que participe del poder de Dios en grado tan eminente como queráis ; que tenga además el don de profecía, de discernimiento de espíritus y el conocimiento interior de los corazones. Y yo os digo, que al menor grado de santidad que pueda tener este hombre, el menor acto de caridad que haga, valdrá mucho más que todo eso, porque lo acercan al Supremo bien y le dan una personalidad más excelente que todas esas otras ventajas si las tuviera; y esto, por dos razones.<br /><br />La primera, porque participar de la santidad de Dios, es participar de todo lo más importante, pos decirlo así, que hay en Él. Los demás atributos de Dios, como la ciencia, el poder, pueden ser comunicados a los hombres de tal manera que les sean naturales ; únicamente la santidad no puede serles nunca natural.<br /><br />La segunda, porque la santidad y la felicidad son como dos hermanas inseparables, y porque Dios no se da ni se une más que a las almas santas, y no a las que sin poseer la santidad, posean la ciencia, el poder y todas las demás perfecciones imaginables.<br />Por lo tanto, el grado más pequeño de santidad o la menor acción que la aumente, es preferible, a los cetros y coronas. De lo que se deduce que perdiendo cada día tantas ocasiones de hacer actos sobrenaturales, perdemos incontables felicidades, casi imposibles de reparar.<br />No podemos encontrar en las criaturas el gozo y la paz, que son frutos del Espíritu Santo, por dos razones. <br />Primera: porque únicamente la posesión de Dios nos afianza contra las turbaciones y temores, mientras que la posesión de las criaturas causa mil inquietudes y mil preocupaciones. Quien posee a Dios no se inquieta por nada, porque Dios lo es todo para él, y todo lo demás no es nada.<br />Segunda : porque ninguno de los bienes terrenos nos puede satisfacer ni contentar plenamente. Vaciad el mar, y a continuación, echad en él una gota de agua : ¿llenaría este vacío inmenso? Aunque Dios hiciera una infinidad de criaturas cada vez más perfectas, no podrían todas juntas llenar nuestra alma ; le quedaría siempre un vacío que sólo Dios puede llenar. La paz hace que Dios reine en el alma y que solamente Él sea el dueño y es la que mantiene al alma en la perfecta dependencia de Dios. Por la gracia santificante, Dios se hace en el alma como una fortaleza donde se atrinchera. Por la paz, como que ataca y se apodera de todas las facultades, fortificándolas tan poderosamente que las criaturas ya no pueden llegar a turbarlas. Dios ocupa todo el interior. Por eso los santos están tan unidos a Dios lo mismo en la oración que en la acción y los acontecimientos más desagradables no consiguen turbarlos. <br /><br />Articulo III. De los frutos de paciencia y mansedumbre.<br /><br /><br />Los frutos anteriores disponen al alma a loa de paciencia, mansedumbre y moderación. Es propio de la virtud de la paciencia moderar los excesos de la tristeza, y de la virtud de la mansedumbre moderar los arrebatos de cólera, que se levanta impetuosa para rechazar el mal presente. Estas dos virtudes combaten, pero no alcanzan la victoria sino a costa de violentos esfuerzos y grandes sacrificios; mas la paciencia y la mansedumbre, que son frutos del Espíritu Santo, apartan a sus enemigos sin combate, o si llegan a combatir, es sin dificultad y con gusto. La paciencia ve con alegría todo aquello que puede causar tristeza. Así los mártires se regocijaban con la noticia de las persecuciones y a la vista de los suplicios. Cuando la paz está bien asentada en el corazón, no le cuesta a la mansedumbre reprimir los movimientos de cólera; el alma sigue en la misma postura, sin perder nunca su tranquilidad. Porque al tomar el Espíritu Santo posesión de todas sus facultades y residir en ellas, aleja la tristeza o no permite que le haga impresión ; y hasta el mismo demonio teme a esta alma y no se atreve a acercársele. <br /><br />Artículo IV: - de los frutos de bondad y benignidad<br /><br /><br />Estos dos frutos miran al bien del prójimo. La bondad y la inclinación que lleva a ocuparse de los demás y a que participen de lo que uno tiene. No tenemos en nuestro idioma la palabra que exprese propiamente el significado de benígnitas: y la palabra benignidad, se usa únicamente para, significar dulzura; y esta clase de dulzura consiste en, manejar los demás con gusto, cordialmente, con alegría, sin sentir la dificultad que siente los que tienen la benignidad sólo en calidad de virtud y no como fruto del Espíritu Santo. <br /><br />artículo V. Del fruto de longanimidad.<br /><br /><br />La longanimidad o perseverancia impide el aburrimiento y la pena que provienen precisamente del deseo del bien que se espera, o de la lentitud y duración del bien que se hace, o del mal que se sufre y no de la grandeza de la cosa misma o de las demás circunstancias. La longanimidad hace, par ejemplo, que al final de un año consagrado a la virtud seamos más fervorosos que al principio. <br /><br />Artículo VI: Del fruto de la f e.<br /><br /><br />La fe como fruto del Espíritu Santo, es cierta facilidad para aceptar todo lo que hay que creer, firmeza para afianzarnos en ello, seguridad de la verdad que creemos sin sentir repugnancias ni dudas, ni esas oscuridades y terquedades que sentimos naturalmente respecto a las materias de la fe.<br />Para esto debemos tener en la voluntad un piadoso afecto que incline al entendimiento a creer, sin vacilar, lo que se propone. Por no poseer este piadoso efecto, los judíos, aunque convencidos por los milagros de Nuestro Señor, no creyeron en Él, porque tenían el entendimiento oscurecido y cegado por la malicia de su voluntad. Lo que sucedió a los judíos, respecto a la esencia de la fe, nos sucede con frecuencia a nosotros en la tocante a la perfección de la fe, es decir, de las cosas que la pueden perfeccionar y que son la consecuencia de las verdades que nos hace creer.<br />Coma por ejemplo, nos dice que Nuestro Señor es a la vez Dios y Hombre, y lo creemos. Si de aquí sacamos la conclusión de que debemos amarlo sobre todas las cosas, visitarlo a menudo en la santa Eucaristía, prepararnos para recibirlo y hacer de todo esto el principio de nuestros deberes y el remedio de nuestras necesidades, entonces vacilamos y nuestra voluntad está en pugna prácticamente con la creencia del entendimiento. Si estuviera de acuerdo, creceríamos sin cesar en la fe en los misterios de Nuestro Señor. Pero ahogamos con nuestros vicios este piadoso afecto, tan necesario para llegar a la perfección de la fe. Si nuestra voluntad estuviese verdaderamente ganada por Dios, tendríamos una fe profunda y perfecta. <br />Algunos entienden por la palabra fides, la fidelidad, la constancia en mantener las promesas hechas; otros, la facilidad para creer todo lo que se refiere a las cosas humanas, sin, dejarse llevar por desconfianzas mal fundadas, por sospechas y juicios temerarios.<br /><br />Articulo VII: De los frutos de modestia, de templanza y de castidad<br /><br /><br />La modestia es bastante conocida como virtud. Regula los movimientos del cuerpo, los gestos y las palabras. Como fruto del Espíritu Santo, todo esto lo hace sin trabajo y como naturalmente; y además dispone todos los movimientos interiores del alma, como en la presencia de Dios. Nuestra espíritu, ligero e inquieto, está siempre revoloteando par todos loa lados, apegándose a toda clase de objetos y charlando sin cesar. La modestia la detiene, lo modera y deja al alma en una profunda paz, que la dispone para ser la mansión y el reino de Dios: el don de presencia de Dios <br />sigue rápidamente al fruto de modestia; y ésta es, respecto a aquélla, lo que era el rocío respecto al maná. La presencia de Dios es una gran luz que hace al alma verse delante de Dios y darse cuenta de todos sus movimientos interiores y de todo lo que pasa en ella con más claridad que vemos los colores a la luz del mediodía.<br />La modestia nos es completamente necesaria, porque la inmodestia, que en sí parece poca cosa, no obstante es muy considerable en sus consecuencias y no es pequeña señal en un espíritu poco religioso.<br />Las virtudes de templanza y castidad atañen a los placeres del cuerpo, reprimiendo los ilícitos y moderando los permitidos : aquélla refrena la des: ordenada afición de comer y de beber, impidiendo los excesos que pudieran cometerse; ésta regula o cercena el uso de los placeres de la carne.<br />Mas los frutos de templanza y castidad desprenden de tal manera al alma del amor a su cuerpo, que ya casi no siente tentaciones y lo mantienen sin trabajo en perfecta sumisión.MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-86687806323661568112006-12-02T14:48:00.000-08:002006-12-02T14:53:51.910-08:00CATEQUESIS SOBRE JESUCRISTO. www.mercaba.orgCREO EN JESUCRISTO<br /><br />Parece que la cuestión histórica de Jesús interesa menos a las generaciones jóvenes. Las generaciones más antiguas consagraron al problema demasiado tiempo. Pero no se puede pasar en silencio: Jesús es un personaje de la Historia. Si ahora es de siempre y de todas partes, primeramente fue de un lugar y de un tiempo.<br /><br />I. Un primer acercamiento<br /><br />¿Quién era este Jesús de Nazaret?<br /><br />J/PERSONALIDAD: Antes la respuesta parecía simple: "Abrid los Evangelios y conoceréis a Jesús." Quiero pensar que este consejo tiene todavía su valor de cara a un primer descubrimiento (aproximativo) de la personalidad de Jesús. Por ejemplo, buscar en un Evangelio aquellas palabras que describen a Jesús. Con el Evangelio según San Mateo, se llega a un retrato de este tipo: un hombre que se desplaza que llega hasta la gente y se deja abordar por todo el mundo, un hombre que habla y que predica, un hombre que manda, que amenaza, reprende, un hombre que se emociona, que admira, se indigna, un hombre que llama, interroga y envía. En resumen, un hombre de la palabra, un ser sensible y que se impone por su personalidad, un hombre público que no teme a la muchedumbre. Todo lo contrario de un eremita, de un tímido o de un soñador.<br /><br />II. Una observación importante<br /><br />Pero no podemos quedarnos aquí porque el gran descubrimiento de las ciencias religiosas modernas es que los Evangelios no nos hablan de Jesús de Nazaret. No son una biografía de Jesús sino una profesión de fe en el Señor Jesucristo Resucitado y presente en la Iglesia. Como dice San Pablo "Cristo según la carne no me interesa". Cuando se abren los Evangelios, encontramos ante todo la experiencia espiritual de la comunidad. La atención al Jesús histórico, apareció relativamente tarde, probablemente contra los herejes del final del siglo primero (los gnósticos): estos pretendían que el Verbo de Dios no se había encarnado verdaderamente. Y resulta una paradoja constatar que el Evangelio según San Juan que parece el Evangelio menos histórico es, en realidad, el que, quizá, da los detalles biográficos más seguros.<br /><br />En todo caso, antiguamente se tenía la impresión de que el Evangelio era un espejo fiel de la vida, de las palabras y de los hechos de Jesús de Nazaret. No, es un espejo deformante: los evangelistas nos hablan de Jesús a través de una fe vivida durante años y años. Evidentemente, semejante afirmación exigiría un largo estudio que no tiene cabida en estas páginas. Remito a las obras citadas al final de este capítulo, que exponen con amplitud las razones de esta evolución capital en la lectura de los Evangelios. Damos solamente un ejemplo para mostrar este cambio de óptica: el relato de la tempestad apaciguada no nos dice lo que pasó en el lago de Galilea, nos dice lo que pasa en la Iglesia (la barca de Pedro) cuando la persecución (la tempestad) sacude la Iglesia y cuando el Señor Jesús parece dormir. En realidad, El está ahí, y nuestra fe debería ser lo suficientemente fuerte para creerle ("Hombres de poca fe... " ~, porque no está muerto, no, está de vuelta, resucitado y habla al mal (representado por el mar) y las fauces del abismo no podrán devorar a la Iglesia conducida por su Señor.<br /><br />¿Debemos concluir de esto que es una historia completamente inventada y que Cristo no subió sobre una barca que...? La mayor parte de los especialistas de la Biblia no concluyen absolutamente tal cosa: sucedió ciertamente algo, pero el fin de San Mateo (por ejemplo) no era contarnos esa cosa. Se servía de un episodio y lo presentaba para iluminar la experiencia espiritual de la comunidad, para reforzar su fe en medio de las dificultades. De golpe, además, no dudaba en cambiar los detalles, en modificar las palabras e imponer una presentación que hiciera clara su intención de predicador y no de historiador.<br /><br />Conclusión: No es imposible llegar hasta Jesús de Nazaret, al hombre histórico de Palestina. Pero es un intento arriesgado, quizá ilusorio y con frecuencia temerario que supone al menos hacerse guiar por personas competentes.<br /><br />Algunos dicen: "Es una empresa inútil querer encontrar al Jesús histórico que vivió 'bajo Poncio Pilato'. Lo único que cuenta para la fe es la unión con Jesús resucitado." No estoy de acuerdo. Me inclino a pensar que la mayor parte de los católicos contemporáneos no creen verdaderamente en la humanidad de Cristo. Ahora bien, esto es decisivo para la fe y los Padres del siglo IV lo han comprendido así (San León en particular). Si Cristo no es verdaderamente hombre ¿en qué se ha transformado nuestro destino? Si ha volado por encima de la plebe a la manera de un supermán, hemos de reconocer que es un bello espectáculo pero no una salvación real. Tenemos que detenernos en la humanidad de Jesús, encontrarnos frente a este campesino de manas callosas, frente a este advenedizo muy caracterizado, este joven que se lanza, que fracasa y a quien se liquida según métodos muy experimentados y siempre válidos (una plebe aterrorizada, un poder cómplice y unos esbirros decididos)<br /><br />III. Un estudio «histórico»<br /><br />Tratemos, pues, de 'encontrar" a Jesús con la ayuda de historiadores serios, situándole dentro de la mentalidad de su tiempo para de esta manera captar mejor su originalidad. ¿Cual era el entorno de Jesús? Por el lugar que ocupan los milagros y los exorcismos que encontramos en los Evangelios, se desprende que Jesús vivía en un mundo muy religioso. Dios y el diablo eran vecinos, lo natural se bañaba en lo sobrenatural, pero esta distinción incluso llega hasta nosotros. Para los contemporáneos de Jesús, las fronteras eran porosas: todo era signo del más allá, del más allá del cielo o del más allá del infierno (por ejemplo, la creencia de que las enfermedades nerviosas o los desequilibrios mentales eran forzosamente casos de posesión").<br /><br />A través de todas las diatribas de Jesús contra los fariseos se capta un segundo rasgo del entorno de Jesús: un mundo muy moralista, con una moral legalista puritana. La vida del hombre queda inserta en un abanico de leyes y esto para su bien: hay que estar encorsetado para comportarse bien, es necesario un buen sistema de señalización para no perderse. El hombre debe progresar, debe caminar hacia su perfección. Esta atmósfera muy voluntarista ("la alegría en la disciplina") se encuentra en el mundo contemporáneo (por ejemplo, en el librito rojo del Presidente Mao). Este ideal de perfección a fuerza de puños lanzaba y lanza siempre con bastante facilidad o hacia el elitismo (la casta de los puros para aquellos que son capaces de ello) o hacia la hipocresía (para los que se contentan con las apariencias).<br /><br />Tercer rasgo del entorno de Jesús: la efervescencia política. El pueblo judío no es más que un pobre peón en el inmenso tablero del imperio romano. Pueblo ridiculizado por otra parte y seriamente agitado. La desproporción entre la realidad romana y la utopía judía es pasmosa. El imperio romano está en la cumbre de su poder, no cuenta más que con su fuerza, su poder de organización y su inteligencia. La religión romana es un triunfo de civilización entre otros. ¿Quién podía adivinar seriamente la desaparición o incluso el debilitamiento de este coloso? Y, sin embargo, en el pequeño pueblo judío hierve una esperanza demencial: sí, todo puede cambiarse, los engañados pueden convertirse en reyes, el mundo puede cambiar de capital y Roma puede ceder el paso a Jerusalén. El Mesías está para llegar, todo cambiará.<br /><br />Una lectura atenta de los Evangelios muestra que Jesús tomó sus distancias frente a estas tres corrientes. Y lo que es más sorprendente todavía en la personalidad de Jesús es verle al mismo tiempo perfectamente enraizado en ese mundo judío y perfectamente libre frente a esta religión, a esta moral y a esta política.<br /><br />Jesús da testimonio de que los poderes infernales no deben impedir que el hombre viva. El mal que paraliza al hombre le hace mudo y frenético. Jesús le rechaza o le impone su ley. (Este testimonio no es indiferente al mundo moderno que, de buena o mala gana, se encuentra obligado a contar con estos poderes infernales, incluso secularizados, entre sus habitantes.)<br /><br />Se enfrenta también Jesús de rechazo con el gusto por lo sobrenatural, esta invasión de lo divino en el espíritu de sus contemporáneos. Para decirlo con mucha precisión, no se satisfacerá con su ansia de milagros y esa reserva le costará su popularidad. Ante la plebe que reclama un mago, Jesús quiere ser el hombre de las manos desnudas. Es la fe sola la que cuenta; la confianza infantil en Dios y el gusto por lo sobrenatural, el fervor religioso deben estar sometidos a la fe.<br /><br />J/CONTESTATARIO: El mayor escándalo causado por Jesús será su libertad hacia la ley, hacia la moral codificada. Lo que debe ser el resorte de la vida humana, no es la virtud sino el amor. El amor, venido de Dios y transmitido a los demás, he aquí el único dinamismo digno del hombre. "¿Cuál es el mayor mandamiento? Déjate amar de Dios y estate atento a tus hermanos."<br /><br />Finalmente, Jesús afirmará su libertad frente a la aspiración política, y de modo particular frente a la impaciencia política. De la misma manera que Jesús no desprecia nunca ni la religión ni la moral, tampoco desprecia la acción política. Niega que la política sea un absoluto. Ha de estar al servicio de una esperanza más profunda: la liberación de todo el hombre y de todos los hombres.<br /><br />Uno se queda maravillado ante la actualidad de la acción histórica de Jesús. Fue el gran contestatario tanto de la religión y de la política como de la moral. Respetaba profundamente estos tres registros fundamentales de la actividad humana pero se negaba a admitir que la religión, la moral y la política fueran absolutos. La religión debe estar dirigida hacia la fe, la moral hacia el amor y la política hacia la esperanza. Los únicos absolutos dignos del hombre son la fe, la esperanza y el amor.<br /><br />Si continuamos situando a Jesús encontramos que en los Evangelios el paralelismo Juan Bautista-Jesús es también muy revelador (cf. Lc 7, 18-35; o Mt 11, 2-19). Juan anunciaba un Mesías justiciero y un Dios bastante vengador y se encuentra completamente desconcertado ante la no violencia de Jesús. En efecto, el Dios-Padre revelado por Jesús, es un Dios paciente, sanador y no justiciero, un Dios desconcertante ("Dichoso el que no se escandalice en este Dios...").<br /><br />Es el Dios tan familiar que Jesús le llama "Abba" "mi querido padre". Jesús habla de El con una total naturalidad. Frente a Dios, no siente ningún temor, ningún miedo, ninguna reserva. Jesús se deja atravesar de parte a parte por la mirada de Dios y él mantiene apaciblemente esta mirada del Amor Absoluto que todos los demás místicos han descrito como un Amor terrible. No terrorífico sino majestuoso, tan poderoso que no se le puede recibir más que de rodillas. Jesús es "el Hijo", por eso se mantiene de pie.<br /><br />Históricamente es cierto que Jesús de Nazaret es un hombre totalmente aparte. No es un aerolito ni mucho menos. Es judío ciento por ciento, hasta el punto de que no atraviesa las fronteras de su país ni siquiera lo más mínimo. No se encuentra cómodo más que en su casa. Pero sobre este fondo de cultura judía que lo penetra hasta la medula, destaca con toda precisión y fascina por su originalidad.<br /><br />Sus exigencias hacia sus compatriotas y particularmente hacia sus discípulos son, también, singulares, en el sentido riguroso del término. Llama a sus interlocutores a una decisión radical: optar por o contra el Reino de Dios. Pero concretamente, esta decisión ha de tomarse frente a su persona: hay que optar por o contra Jesús. Jesús llama a sus discípulos a aceptarle a El, incondicionalmente. Muchos judíos le rechazaron porque no responde a la idea que se hacían del Mesías. Y el mérito de los apóstoles, a la cabeza de Pedro, será aceptar a Jesús en bloque, de seguirle sin condiciones, a él, a la vez tan fascinante y tan desconcertante. En efecto (y esto está subrayado sobre todo por Marcos) Jesús rechazará todas las ideas que se habían formado de El ("Yo no soy el que esperáis...") y exige hacia su persona la fe que los judíos entregaban a solo Dios. En resumen, a través de esta encuesta histórica, descubrimos en Jesús de Nazaret a una personalidad eminentemente contestataria de todas las seguridades, a alguien que hace brillar en lo alto todas las esperanzas humanas. Descubrimos una libertad total que llama a una decisión total.<br /><br />IV. Un ensayo de comprensión de Jesús<br /><br />Me gustaría ir más lejos en la comprensión de Jesús. Este camino es bastante más difícil que el anterior. Se trataría de saber cómo ha vivido Jesús su destino en su conciencia de hombre. Es un ensayo muy atrevido<br /><br />1. porque los Evangelios dan un lugar muy reducido a la psicología. Esta no les interesaba en absoluto;<br /><br />2. porque la hipótesis avanzada aquí parece contraria a la hipótesis del pensamiento católico tradicional.<br /><br />Hay, pues, que tomar estas líneas por lo que son: un pensamiento personal que tiene muy poca autoridad. No obstante, gentes competentes (J. Guillet, H. Urs von Balthasar...) han ensayado el mismo esfuerzo.<br /><br />Es una necesidad de cristiano moderno. El hombre moderno tiene el sentimiento de estar "embarcado" en la existencia. La mayor parte de las coordenadas de su vida le son impuestas: es lo que llama el destino. Pero no renuncia a su libertad. La grandeza de su libertad consiste precisamente en desplegarse en medio de estas necesidades, para hacer retrasar un poco los límites de lo posible y sobre todo para dar un sentido positivo o negativo al conjunto de su vida y del curso del mundo. No es dueño del viento pero es, en parte, dueño de la vela. Se puede avanzar contra el viento.<br /><br />Inevitablemente el cristiano moderno hace la pregunta a Jesús: "Tú, que te dices hombre perfecto, ¿cómo te has enfrentado a tu destino?" Si Cristo escapa completamente a esta pregunta; si a su vez, la pregunta no se formula porque la palabra "destino" le sería completamente extraña, entonces, nos es difícil decir a Cristo: "Tú eres nuestro hermano, Tú eres de nuestra raza." Nuestra condición fundamental de hombre es conocer los obstáculos pero no el resultado, de creer sin saber, de esperar arriesgando. Queremos admitir de grado que Cristo tuvo triunfos que nosotros no poseemos. Que era un genio de la fe, un hombre para quien el amor era tan accesible como la música para Bach y Mozart. Pero nosotros, cristianos modernos, nos resistimos a creer que Jesús fuera verdadero hombre si lo supiera todo, si caminara en la vida con la perfecta seguridad de guía de turistas al abrigo de toda sorpresa. Jesús ciertamente iba muy por delante de nosotros por el camino de la tierra, pero tenía los pies en el camino, y lo mismo a El que a nosotros el horizonte le ocultaba el futuro, al menos este es mi modo de ver.<br /><br />J/SE-EQUIVOCO: Historiadores serios (Jeremías entre otros) dicen: "Jesús creía en el próximo advenimiento del Reino de Dios." Y cuando Jesús proclama: "El Reino de Dios está aquí, a la puerta", hay que entenderlo de esta manera: "El poder del Amor se va a desencadenar inmediatamente. Mirad, surge ya a través de los milagros y de las expulsiones de los demonios. Los pobres van a encontrar su dignidad porque son los primeros y las lágrimas van a cambiarse en alegría." ¿Es imaginación creer que Cristo esperaba la conversión de todo el pueblo ante esta buena nueva? ¿Quedó decepcionado por el escepticismo de los sabios y la indiferencia de la plebe? En todo caso, las imprecaciones contra las ciudades del lago (Lc 10, 13-15) resuenan como el lenguaje de un hombre terriblemente decepcionado.<br /><br />Le vemos vuelto cada vez más hacia el grupo de sus discípulos. ¿Siguió la táctica clásica del líder que va de la masa a la élite? En todo caso, Jesús fue ciertamente muy lúcido sobre su decisión, una vez pasado el momento de entusiasmo popular demasiado superficial. Había lanzado al público un mensaje que no tenía nada de demagógico. Había intentado, con toda la fuerza de su pasión de tribuno, de arrastrar al pueblo hacia una fe muy pura y universalista. La plebe no le sigue más que de lejos, no soñando más que en la libertad política y en el triunfo inmediato. Habiendo perdido su apoyo popular, Jesús va a conocer, y El lo sabe, la suerte trivial de los agitadores: la eliminación física por la coalición de todos los poderes en juego: sacerdotes del Templo, escribas y prefecto romano. Esta iluminación resulta molesta, la razón de Estado más la razón de la religión tienen prioridad.<br /><br />Los evangelistas nos han dejado varias frases en que aparece la lucidez de Jesús ante este futuro trágico. No se adelanta a El, pero tampoco lo huye.<br /><br />Es aquí donde me permito imaginar la reacción interior de Jesús a partir de algunos índices ofrecidos por los Evangelios. Cuando Jesús supo claramente que la muerte le esperaba seguramente en Jerusalén, su fe y su esperanza quedaron intangibles. Había siempre creído y dicho que Dios iba a venir a cambiarlo todo, y ello en la misma linea de la predicación de los antiguos profetas. Estaba íntimamente persuadido de que toda la acción de Dios en favor de la Humanidad culminaba en la acción con El. Todas las promesas de Dios a los hombres estaban en sus manos en El, en Jesús. Se sabía más que un profeta, El era el Hijo, el que había de infundir al mundo toda la fuerza del amor de Dios. En el sentido fuerte de la palabra, era el plenipotenciario de Dios. Dios le había confiado todo en sus manos. Lo que El hiciera, sería decisivo para el futuro de la Humanidad. Por este motivo había obrado, hablado, exhortado, caminado, sudado, llorado, gritado. Se había entregado totalmente a su tarea y había fracasado lamentablemente.<br /><br />El debía hacerlo todo y no tenía que hacer otra cosa más que responder a un interrogatorio de la policía, someterse a una comedia de juicio y dejarse ejecutar. Exteriormente, no tenía nada más que hacer. Todos los que leen atentamente la Pasión notan el silencio desconcertante de Jesús. El, que hablaba como nadie, se calla. Ya no habla a los hombres porque toda su energía se va a concentrar en un diálogo interior dramático con Dios.<br /><br />El se deja llevar, es un juguete. "Es entregado." Pero sigue creyendo que Dios vendrá. Puesto que Dios no ha venido al centro de la acción, de la lucha, Dios vendrá al vacío del fracaso, del silencio, de la desesperación y de la muerte. Jesús no piensa: "Voy a morir, pero mi ideal sobrevivirá." Piensa: "Se va a realizar la promesa de Dios de que el Reino de Dios llega conmigo. No puede dejar de realizarse. Va a realizarse en mi muerte. Mi muerte va a ser la venida del Reino de Dios." "Veréis al Hijo del Hombre en la gloria de Dios..."<br /><br />Jesús acepta ser desposeído de todo, de la amistad, del éxito, del consuelo espiritual ("Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"). Es el silencio y el vacío completos pero su fe permanece intacta. Espera la acción de Dios. Y yo pienso que de esta manera es como Jesús nos ha salvado, es decir, ha roto los límites de nuestra vida cerrada. Por su fe, por su confianza incondicional en Dios.<br /><br />Existen evidentemente serias objeciones a esta ''hipótesis''<br /><br />1. "Entonces, ¿Jesús no sabía que iba a resucitar?"<br /><br />Ciertamente, Jesús, cómo todo judío, creía en la Resurrección al mismo tiempo que creía en la venida del Reino de Dios. Las dos cosas iban juntas en la creencia judía. Pero los anuncios precisos de su resurrección personal en los Evangelios deben ser los retoques de los primeros cristianos y no las palabras auténticas de Jesús. Pienso que Jesús se entregó a la muerte absolutamente seguro de encontrar la mano de Dios sin saber de manera clara lo que le sucedería a El mismo. Creía firmemente que su muerte sería la victoria del amor de Dios. No sabía, pienso yo, cómo brillaría esta victoria del amor.<br /><br />2. "Pero Jesús sabía que era Dios. Por tanto, lo sabía todo."<br /><br />No pienso que Jesús tuviera una conciencia absolutamente clara de que era el Verbo de Dios encarnado. Evidentemente, Jesús, para mí, es desde su concepción el Hijo de Dios encarnado. Decir lo contrario, es salir de los límites de la fe cristiana. Y no se ve claro cómo Jesús-hombre hubiera podido en un momento dado convertirse en hijo de Dios, incluso en su resurrección. Pero sigo pensando que había en Jesús el desfase que hay en cada hombre entre lo que es (la imagen de Dios) y la conciencia clara que tiene de eso mismo. Pienso que Jesús tenía una plena conciencia de ser el Mesías, que todo el proyecto de Dios reposaba enteramente sobre El. Tenía, pues, plena conciencia de estar aparte de todo el resto de la Humanidad, pero enteramente responsable de toda la Humanidad. Tenía la experiencia única de una intimidad única entre Dios y El. Nada detenía el Amor que pasaba del Padre a El y de El al Padre. Pero Jesús-hombre quedaba en la condición humana, no se despegaba de la condición humana, que no es nunca claridad pura sino presentimiento, esperanza y progreso.<br /><br />Yo pienso, por el contrario, que en su Resurrección, Jesús tuvo conciencia deslumbrante de lo que era desde su concepción, lo mismo que tendremos nosotros en nuestra resurrección conciencia clara de hijos adoptivos (1 Jn 3, 2).<br /><br />Pienso que esta manera de imaginar la psicología de Jesús es en todo conforme al dogma de la Encarnación: el Verbo de Dios al tomar una humanidad no aminoró en nada esta humanidad. Jesús era, pues, un hombre parecido en todo a los otros hombres, excepto en el pecado, es decir, la falta de fe en Dios. Además, la expresión "una sola persona en Jesús" ha de entenderse correctamente. Ello no quiere decir en absoluto: una sola conciencia. La conciencia de Jesús (en el sentido psicológico de la palabra) no era una conciencia divina, sino una conciencia humana, genial, única, insospechada, pero humana. La expresión "una sola persona" es una expresión filosófica que considera el ser de Jesús y no su conciencia. Quiere decir que en fin de cuentas, la humanidad de Jesús era la humanidad del Verbo de Dios. El Verbo se había adueñado de este hombre pero respetando totalmente su condición de hombre.<br /><br />PAUL GUERIN<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />TEMA<br /><br />AUTOR<br /><br /> El Mesías prometido (11 catequesis) Juan Pablo II<br /> Jesucristo: el Hijo de Dios (10 catequesis) Juan Pablo II<br /> Jesucristo: Ungido por el Esp. Santo (3 catequesis) Juan Pablo II<br /> Jesucristo: verdadero Dios (9 catequesis) Juan Pablo II<br /> Jesucristo: sus Milagros (6 catequesis) Juan Pablo II<br /> Jesucristo: verdadero Hombre (4 catequesis) Juan Pablo II<br /> Jesucristo: su Misión (5 catequesis) Juan Pablo II<br /> Jesucristo: la venida del Reino (4 catequesis) Juan Pablo II<br /> Jesucristo: Salvador Liberador (6 catequesis) Juan Pablo II<br /> Jesucristo: Redentor (6 catequesis) Juan Pablo II<br /> Palabras de Cristo en la Cruz (4 catequesis) Juan Pablo II<br /> Jesucristo: su Muerte (2 catequesis) Juan Pablo II<br /> Jesucristo: su Resurrección (7 catequesis) Juan Pablo II<br /> Jesucristo: su Ascensión (3 catequesis) Juan Pablo II<br />En total: ochenta catequesis sobre Jesucristo<br /> <br /><br />Jesucristo, Catequesis Cristológicas José Antonio Pagola<br /><br /> Jesús y la Voluntad de Dios, su Padre José A. García<br /> El Rostro de Jesús Segundo Galilea<br /> Creer en Jesucristo Jean Mouroux<br /> Creo en Jesucristo, Hijo de Dios Paul Guerin<br /> Era el Hijo de Dios Luis González Carvajal<br /> Jesús de Nazaret, revelación de Dios mismo a los hombres Josep Vives<br /> Dios revelado no como poder, sino como amor acogedor y solidario Josep Vives<br /> Nada menos que todo un hombre José L. Martín Descalzo<br /> El Hombre para los demás José L. Martín Descalzo<br /> Nada menos que todo un Dios José L. Martín Descalzo<br /> Hombre de equilibrio, fantasía creadora y originalidad Leonardo Boff<br /> Creo en Jesucristo Paul Guerin<br /> Et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria virgine J. Ratzinger<br /> El nacimiento y la infancia de Jesús Cardenal Pedro de Berulle<br /> Las tentaciones de Jesús como destrucción de la imagen religiosa de Dios<br /> José I. González Faus<br /> <br /><br /><br />Estado actual de la investigación histórica sobre Jesús<br /><br />Julio LOIS<br /> <br /><br />Proyecto Catecumenal. Temas 2 al 18 Catecumenado 17<br /><br /><br />CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA<br /><br />Números del 422 al 682MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-85337974076155719012006-12-02T14:43:00.000-08:002006-12-02T14:46:41.195-08:00DIDACTICA DE LA CLASE DE RELIGION¿Cómo dar bien una clase?<br /><br /><br />Necesidad de prever el desarrollo que se pretende dar a la materia y a las actividades docentes y de los alumnos.<br />El plan o guión de clase, se limita a prever el desarrollo que se pretende dar a la materia y a las actividades docentes y de los alumnos que le corresponden, dentro del ámbito peculiar de cada una.<br /><br />Con el incremento actualmente otorgado a los planes de unidad didáctica, se discute la necesidad de preparar planes de clase. <br /><br />Realmente, a medida que los planes de unidad didáctica van entrando en menores detalles, se reduce considerablemente la necesidad de elaborar planes más particularizados sobre cada lección de esa unidad.<br /><br />El plan de clase, tal como ha sido empleado universalmente, consta de las siguientes partes:<br /><br />a) Encabezamiento.<br /><br />b) Los objetivos de clase deben ser:<br /><br />-concretos y bien definidos.<br /><br />- de alcance inmediato, esto es, asequibles dentro del tiempo limitado de la clase.<br /><br />- vinculados con las adquisiciones que los alumnos deben hacer (y nunca con la cantidad de materia o de actividades del profesor).<br /><br />c) Medios auxiliares de utilización en clase.<br /><br />d) Procedimientos didácticos que se emplearán en la clase. Por ejemplo:<br /><br />- Prueba preliminar para indagar los conocimientos básicos.<br /><br />- Motivación inicial mediante preguntas.<br /><br />- Exposición oral reforzada por demostraciones gráficas en la pizarra y por otros medios auxiliares.<br /><br />- Breves interrogatorios diagnosticadores al final de los principales puntos del tema.<br /><br />- Solución de problemas de los alumnos.<br /><br />- Corrección del trabajo de los alumnos mediante soluciones demostradas en la pizarra.<br /><br />- Asignación de tareas para la clase siguiente.<br /><br />e) Actividades de los alumnos: lectura silenciosa, discusión dirigida, trabajo en equipos, etc.<br /><br />Luis Alves Mattos. Compendio de didáctica general (adaptación)<br /><br />Con la autorización de Editorial Kapelusz.<br /><br /><br /><br /><br /><br />EXPOSICION DIDACTICA<br /><br /><br />La exposición didáctica es el procedimiento por el cual el profesor, presenta a los alumnos un tema nuevo, definiéndolo, analizándolo y explicándolo.<br /><br />1. La exposición didáctica -que se podría llamar también lección explicativa- es el procedimiento por el cual el profesor, valiéndose de todos los recursos de un lenguaje didáctico adecuado, presenta a los alumnos un tema nuevo, definiéndolo, analizándolo y explicándolo.<br /><br />2. La exposición sigue, normalmente, los siguientes pasos:<br /><br />a) Introducción (con buena carga motivadora).<br /><br />b) Desarrollo (esencialmente analítico y bien ordenado).<br /><br />c) Síntesis, conclusión o aplicaciones concretas.<br /><br />3. Normas prácticas.<br /><br />- Trazar un plan cuidadoso de la exposición que se va a hacer, determinando su objetivo inmediato, delineando el esquema esencial del asunto, calculando bien el tiempo necesario y las técnicas que se van a aplicar.<br /><br />- Indicar a los alumnos el asunto del que se va a tratar y mostrar las relaciones con la materia que se ha estudiado. Es necesario ser claro y preciso en la exposición y metódico en la discusión del tema.<br /><br />- Emplear recursos hábiles de estímulo inicial y mantener el interés y la atención de los alumnos, dando vivacidad y sabor realista a las explicaciones.<br /><br />- Aplicar las normas propias del lenguaje didáctico en cuanto a estilo y elocución; no hablar demasiado deprisa; emplear frases cortas, pero claras y comprensibles; pronunciar correctamente y enunciar las palabras con claridad.<br /><br />- No quedar inmóvil en el estrado, ni aferrarse al texto o al programa. Hablar con desenvoltura, moviéndose con moderación y naturalidad, dirigiéndose directamente a los alumnos.<br /><br />- Intercalar breves pausas en la explanación, recurriendo a sencillos interrogatorios y debates para avivar la atención y el interés de los alumnos, invitándolos a una participación más activa; aclarar inmediatamente las dudas que surgen, no dejándolo para después.<br /><br />- Siempre que sea posible, ilustrar la explicación con material visual: láminas murales, mapas, diagramas, modelos impresos y proyecciones. A falta de ello, representar gráficamente en la pizarra los hechos de los que se trata y sus relaciones. Apoyar siempre el lenguaje en recursos intuitivos, dándoles más objetividad y realismo.<br /><br />- Transcribir en la pizarra, resumido, pero bien ordenado, el desarrollo del tema, acentuando los datos más importantes y sus relaciones.<br /><br />- Evitar digresiones largas y observaciones marginales o irrelevantes, reservando el tiempo para los datos más esenciales, importantes e interesantes, dándoles el énfasis debido.<br /><br />- Cuando se lo considere necesario, intercalar algunas gotas de buen humor, para que la clase resulte más agradable, interesante y animada.<br /><br />- Comprobar de vez en cuando, por medio de preguntas oportunas y apropiadas, el grado de atención y de comprensión de los alumnos.<br /><br />Luis Alves Mattos. Compendio de didáctica general (adaptación)<br /><br />Con la autorización de Editorial Kapelusz.MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-69335480908820294332006-12-02T14:41:00.000-08:002006-12-02T14:42:03.453-08:00PASTORAL JUVENIL. www.encuentra.comNaturaleza y Objetivo<br />Encontrarás la naturaleza de Pastoral Juvenil para que conozcas qué es y cuál es su misión. <br />Temas de Formación<br />Encontrarás el contenido educativo que puedes utilizar como parte del proceso de enseñanza-aprendizaje tanto personal como grupalmente.<br /><br />Dinámicas y Técnicas<br />Encontrarás técnicas, dinámicas, estrategias y recursos didácticos para mejorar el proceso educativo y la formación en la fe. <br />Reflexiones<br />Mensajes y pensamientos para profundizar.<br /> <br />Principal > Nuestra Vida > Mundo JovenMANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-89751302242304679772006-12-02T14:39:00.001-08:002006-12-02T14:39:51.898-08:00CALENDARIO LITURGICO. www.encuentra.comAdviento<br /><br />Navidad<br />Diversos recursos que pueden ayudar a vivir más cristianamente la Navidad.<br /><br />Epifanía<br /><br />Cuaresma<br /><br />Semana Santa<br /><br />Pascua<br /><br />Ascensión de Jesucristo<br />Jesús resucitado, después de haberse entretenido con sus discípulos durante cuarenta días se sustrajo plena y definitivamente a las leyes del tiempo y del espacio, para subir al cielo. <br />Pentecostés<br />Presentamos un especial que te permitirá tratar y querer más al "Gran Desconocido".<br />Otros artículos y secciones<br /><br />Fiestas y Celebraciones<br />En esta sección te presentamos las mejores oraciones, las fiestas con las que la Iglesia celebra a Nuestro Señor Jesucristo y las devociones que nos acercan a Él.<br /><br />Tiempo Ordinario<br />Durante este tiempo todos los bautizados estamos llamados a profundizar el Misterio Pascual y a vivirlo en el desarrollo de la vida de todos los días, precisamente en las ocupaciones ordinarias.<br /><br />25 de marzo: Día del niño por nacer<br />En la fiesta de la Anunciación el mundo celebra la vida en el vientre materno. Conoce esta celebración.<br /><br />Halloween<br />Los últimos días de octubre las tiendas están desbordantes de máscaras, trajes de monstruos, atuendos de brujas, calabazas con expresiones terroríficas, etc. Surge la pregunta: ¿puede celebrar esa fiesta un católico?MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-81816248914780335942006-12-02T14:33:00.000-08:002006-12-02T14:36:36.871-08:00DAR UN VISTAZO A APOLOGETICA.ORGTEMAS HISTORICOS<br /><br />REPASAR LOS TEMAS BIBLICOS<br /><br />TEMAS VARIOSMANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-74570848706821511982006-12-02T13:52:00.000-08:002006-12-02T13:53:04.351-08:00CURSO BASICO SOBRE EL MATRIMONIO. www.encuentra.comIntroducción<br />El matrimonio no es, para un cristiano, una simple institución social, ni mucho menos un remedio para las debilidades humanas: es una auténtica vocación sobrenatural.<br /><br />I. El Matrimonio en el plan de Dios<br />El matrimonio es una alianza de personas en el amor, donde intervienen no sólo un hombre y una mujer, sino también Cristo.<br /><br />II. El Aprendizaje del Amor<br />El amor entre los futuros esposos empieza durante el noviazgo y poco a poco crece el conocimiento mutuo, de este conocimiento nace el amor. <br /><br />IIa. El noviazgo<br />Entérate de cómo lograr un matrimonio feliz con buenas bases durante el noviazgo. <br /><br />III. El sacramento del Matrimonio<br />El contrato matrimonial cristiano es diferente de cualquier contrato matrimonial civil. <br /><br />IIIa. El matrimonio válido<br />Antes de que el matrimonio se celebre, debe constar que nada se opone a su celebración válida y lícita, de acuerdo con la ley de la Iglesia. <br /><br />IV. Bienes y exigencias del amor conyugal<br />Una vez contraído válidamente el sacramento del matrimonio, crea una unión espiritual que no puede romperse. <br />V. Efectos del matrimonio<br />Comprende el bien total de las personas, en un amor que fusiona lo humano con lo divino, conduciendo a los esposos a entregarse libre y mutuamente.<br />Otros artículos y secciones<br /><br />VI. Preparativos para la boda<br />Todo lo que necesitas saber acerca del lugar, documentación, procedimientos, padrinos, etc. para que esa celebración tan especial sea un éxito<br /><br />VII. Vida Familiar<br />La unión familiar se logra cada día con la comunicación, atención y cuidados que mutuamente se den los esposos, y ellos a sus hijos.<br /><br />VIII. Divorcio y separación<br />El matrimonio es permanente porque Dios lo estableció desde el principio. La indisolubilidad del matrimonio es por el bien del esposo y la esposa, de sus hijos y de toda la sociedad humana.<br /><br />IX. Matrimonios interreligiosos<br />La unión perfecta de personas y la comunión completa de la vida que constituye el estado matrimonial, se aseguran con más facilidad cuando ambas partes profesan la misma fe. <br /><br />X. El Matrimonio civil y el religioso<br />"Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", incluso en el matrimonio...MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-17911281237876116732006-12-02T13:49:00.000-08:002006-12-02T13:50:43.098-08:00CASTIDAD CONYUGAL. www.encuentra.comEl orden de la castidad conyugal<br />Los esposos deben adquirir y poseer sólidas convicciones sobre los verdaderos valores de la vida y de la familia, y también una tendencia a procurarse un perfecto dominio de sí mismos, mediante la razón y la voluntad libre. <br />La castidad en el matrimonio<br /><br />Bondad del acto conyugal<br /><br />El acto conyugal como acción meritoria ante Dios<br /><br />La cooperación entre los cónyuges<br /><br />La actividad sexual dentro del matrimonio<br /><br />La vida de la gracia y virtudes necesarias<br /><br />Amor y relaciones conyugales<br />Un verdadero y profundo afecto entre los esposos, es la causa para generar la felicidad en ese ámbito de la vida que constituye el matrimonioMANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-58027703059406868912006-12-02T13:48:00.001-08:002006-12-02T13:48:42.378-08:00LA CLAVE DEL EXITO EN EL MATRIMONIOLa clave del éxito en el matrimonio<br />Para ser felices en el matrimonio y acrecentar el amor con el paso del tiempo, no bastan las buenas intenciones. Descubre los elementos esenciales para alcanzar este objetivo.<br />Por Tomás Melendo<br /><br /><br />Castidad conyugal: "Amor triunfal de dos personas sexuadas". <br /><br />Hablar de castidad en pleno siglo XXI puede parecer chocante y anacrónico. Tal vez porque, erróneamente, ese término suele aludir a un conjunto de negaciones del todo ajenas al amor, hasta acabar por identificarse con la pura y simple abstención del trato corporal. <br /><br />Para San Josemaría, por el contrario, la castidad conyugal era una virtud tremendamente afirmativa, "una triunfante afirmación del amor", como recoge el título de este artículo. Y lo explicaba así: "La castidad -no simple continencia, sino afirmación decidida de una voluntad enamorada- es una virtud que mantiene la juventud del amor en cualquier estado de vida".<br /><br />Refiriéndola a los casados, y con palabras que recuerdan las antes citadas, la castidad conyugal sería la virtud que hace posible y facilita que a los quince, veinte, veinticinco o muchos más años de matrimonio, cada esposo se encuentre tan enamorado del otro y éste le resulte tan atractivo, en todos los sentidos del término, como aquel día ya lejano en que los dos quedaron recíprocamente prendados; o mejor, porque es más cierto, mucho más amable y arrebatador que entonces, por cuanto el cariño prolongado le ha conducido a descubrir y ahondar en su riqueza personal y en su hermosura más real y certera. <br /><br />La castidad, por consiguiente, es algo grande, excelso, positivo, que no se limita o resuelve en un conjunto de prohibiciones y que va mucho más allá de los dominios de la mera genitalidad. Su objeto propio, como el de toda virtud, es el amor: En este caso, el amor de dos personas sexuadas -varón y mujer- y justo en cuanto tales. Y su fin, hacer que se despliegue y fructifique ese cariño en todas y cada una de sus dimensiones, no sólo en las directamente relacionadas con el trato corporal ni genital. <br /><br />Acrecentar el cariño<br /><br />Se entiende entonces que el principal y más definitivo acto de esta virtud consista en fomentar positivamente, con las mil y una finuras que el ingenio enamorado descubre, el amor hacia el otro cónyuge. <br /><br />Por eso, para vivirla en toda su grandeza, es oportuno que cada miembro del matrimonio dedique expresamente todos los días unos minutos a decidir aquel o aquellos detalles de cariño y delicadeza con los que dará una alegría al otro y elevará la calidad y la temperatura del amor mutuo; como también que ponga todos los medios a su alcance para que esas manifestaciones de afecto decidido lleguen a cumplirse, teniendo en cuenta que si no se empeña en darles vida es muy posible que el trabajo y las demás ocupaciones las dejen en simple "buena intención". <br /><br />De manera similar, un marido enamorado tiene que estar dispuesto a repetir muchas veces al día a su esposa, junto con otras manifestaciones de afecto, que la quiere. ¡Claro que ella ya lo sabe! Pero necesita de forma casi perentoria que semejante confirmación gozosa le entre por los oídos muy a menudo: es una delicadeza aparentemente mínima, pero que la reconforta y le da vigor para seguir en la brega, a veces ingrata, de sacar adelante con bríos renovados el hogar y la familia. Y el varón, por su parte, además de agradecer también en muchos casos la declaración paralela de su esposa, necesita pronunciar esas palabras para reforzar, mediante la afirmación expresa y materializada, los quilates de su amor y de su fidelidad. <br /><br />Además, y por poner otro ejemplo, marido y mujer han de esforzarse asimismo con frecuencia por sorprender a su pareja con algo que ésta no esperaba y que revela su aprecio e interés por ella. No sólo en los días señalados, en los que esas manifestaciones "ya se suponen", sino justo en aquellos otros en los que no existiría ningún motivo para tener una atención especial... ¡excepto el cariño enamorado de los cónyuges, siempre vivo y siempre creciente! Teniendo en cuenta, por otro lado, que lo importante es ese fijar la mirada en el otro, dedicarle tiempo y atención, y no necesariamente el valor material de lo que se ofrenda. <br /><br />En la misma línea, para vivir la plenitud del amor que aquí estamos considerando, resulta imprescindible que los cónyuges sepan encontrar ratos para estar, conversar y descansar a solas, en las mejores condiciones posibles, venciendo la pereza inercial que a veces pudiera acosarles. Sin hacer de esto un absoluto, sino a modo de simple sugerencia, una tarde o una noche a la semana dedicada en exclusiva al matrimonio, además de facilitar enormemente la comunicación, constituye uno de los mejores medios para que la vida de familia -y, por tanto, el cariño hacia los hijos- progrese y se consolide, hasta dar frutos sazonados de calidad personal. Por eso, la solicitud y el mimo a la propia pareja debe anteponerse a las obligaciones laborales y sociales y, si valiera la contraposición un tanto paradójica, incluso al cuidado "directo" de los niños... que quedará potenciado por el amor mutuo de sus padres. <br /><br />Fomentar la atracción<br /><br />A la vista de cuanto estamos viendo, resulta fácil comprender que es un acto de virtud -de la virtud de la castidad, en concreto- hacer cuanto esté en nuestras manos para aumentar la atracción, también la estrictamente sexual, a y de nuestro cónyuge. <br /><br />Particularmente, parece manifestación de buen sentido aprovechar el gozo entrañable que Dios ha unido al abrazo amoroso personal e íntimo para resolver pequeñas discrepancias o desavenencias surgidas durante el día, para poner fin a una situación de tirantez, o para relajarse en momentos en que la vida profesional o familiar de uno u otra generan especiales tensiones. Como consecuencia, entre otras cosas, ambos tendrán que prestar atención a su aspecto físico. <br /><br />Como también resulta imprescindible, y estamos ahora ante una cuestión más de fondo y de conjunto, que ambos esposos sepan presentarse y contemplarse, a lo largo de toda su vida, por lo menos con el mismo primor y embeleso con que lo hacían en los mejores momentos de su etapa de novios. Obrar de otra manera, dejar que el amor se enfríe o se momifique, equivale a poner al cónyuge en el disparadero, propiciando que busque fuera del hogar el cariño y las atenciones que todo ser humano necesita la cualquier edad!... y que nunca deben darse por supuestos. <br /><br />Situada en este horizonte vital, la mujer debe estar persuadida de que la fecundidad embellece y de que su marido posee <br />la suficiente calidad humana para apreciar la nueva y gloriosa hermosura derivada de la condición de madre. <br /><br />Ciertamente, la maternidad reiterada suele "romper las proporciones materiales" que determinados y superficiales cánones de belleza femenina pugnan por imponernos. Pero el menos perspicaz de los maridos, si se encuentra de veras enamorado, advierte el esplendor que esa "desproporción" lleva consigo; reconoce que su mujer es más hermosa -e incluso sexualmente más atractiva- que quienes se pavonean con un remedo de belleza reducido a "centímetros" y "contornos". <br /><br />A poca sensibilidad que posea, un varón descubre embelesado en el cuerpo de su mujer, acaso menos vistoso: I) el paso de su propio amor de marido y padre; II) la huella de los hijos que ese cariño ha engendrado; III) la tarjeta de visita del Amor infinito de todo un Dios creador, que les demostró su confianza al dar vida y hacer desarrollarse en el seno de la esposa a cada una de esas criaturas... ¡Cómo no habría de sentirse cautivado por semejantes enriquecimientos! <br /><br />Después de bastantes años de casado y de trato con otros matrimonios, en ocasiones experimento la necesidad de pedir a las esposas que se "conformen" con gustar a sus maridos... y gocen plenamente con ello. Que, sobre todo con el correr del tiempo, no pretendan "gustarse a sí mismas" son sus críticas más feroces- ni admitan comparaciones con sus amigas o con otras personas de su mismo sexo... y mucho menos con las más jóvenes. Que crean a pies juntillas a sus esposos cuando éstos le digan que están muy guapas, sin oponer siquiera en su interior la más mínima reserva... Toda mujer entregada -esposa y madre- debe tener la convicción inamovible de que incrementa su hermosura radicalmente humana en la exacta medida en que va haciendo más actual y operativa la donación a su esposo y a sus hijos. <br /><br />Tú y solo tú<br /><br />La otra cara de la virtud de la castidad, aparentemente negativa, pero derivada de la misma necesidad de hacer crecer el cariño mutuo, podría concretarse en la obligación gustosa de evitar todo lo que pudiera enfriar ese amor o ponerlo entre paréntesis, aunque fuera por unos minutos. Por tanto, el sentido de esa renuncia es eminentemente positivo: de lo que se trata, también ahora, es de que el amor conyugal madure y alcance su plenitud. No debería olvidarse este extremo si se quiere comprender a fondo el verdadero significado de la virtud de la castidad, su valencia de tremenda afirmación. <br /><br />Si nos atenemos a quienes se hallan unidos en matrimonio, que son los que aquí estamos contemplando, esa afirmación, tomada en serio, se constituye en criterio claro y delicadísimo de amor al cónyuge. Para el hombre casado no puede existir otra mujer, en cuanto mujer, más que la suya. Obviamente, ese varón (y lo mismo, simétricamente, se podría afirmar de su esposa) se relacionará con personas del sexo complementario: compañeras de trabajo, secretarias, alumnas, coincidencias en viajes... Y la educación y el respeto le llevará comportarse con ellas con delicadeza y deferencia. Pero a ninguna la tratará en cuanto mujer -poniendo en juego su condición de varón, que ya no le pertenece-, sino exquisitamente en cuanto persona. <br /><br />Y esto, que de entrada podría presentarse como en exceso teórico e incluso artificial y alambicado, tiene una traducción muy clara y operativa: todo lo que yo hago con mi mujer justamente por ser mi mujer debo evitarlo al precio que fuere con cualquier otra: lo que comparto con ella por ser mi esposa no puedo compartirlo con nadie más. <br /><br />Aunque estemos ante personas aparentemente maduras, en este punto es muy fácil ser ingenuos. Pues, en principio, y después de unos cuantos años de tratar a diario con nuestra pareja en los momentos de alza y en los de bancarrota, cualquier otra mujer o cualquier otro varón se encuentran en mejores condiciones que los propios para presentar ante nosotros "intermitentemente" -en los aislados espacios de trato mutuo- su cara más amable. No nos los encontramos sin arreglar, recién levantados o levantadas, cuando podría incluso decirse que "simplemente no son ellos/as"; ni suelen estar cansados o cansadas, ni tienen que resolver con nosotros los problemas planteados por los hijos o los quebraderos de cabeza de una economía no muy boyante... <br /><br />Arreglado o arreglada, dispuesto casi por instinto y con la más limpia de las intenciones a gustar y caer bien, pueden dar de sí lo mejor que poseen, sin que exista el contrapeso de los momentos duros y de flaqueza que por fuerza se comparten en el interior del matrimonio. Además, él o ella suelen ser más jóvenes y más comprensivos (entre otras cosas, porque no nos conocen a fondo), y se encuentran pasajeramente adornados con muchas prendas que, de manera un tanto artificial, engalanan su figura y su personalidad ante nuestra mirada -en esos momentos no del todo perspicaz-... y que el trato continuado y duradero sin duda devolvería a sus auténticas dimensiones. <br /><br />Para redondear esta idea, y para ir terminando lo que de otro modo resultaría inacabable, añadiré que es bastante difícil que una mujer distinta de la propia deje de comprender los problemas que sufrimos en nuestro hogar y en nuestro matrimonio y de experimentar, al conocerlos, una sincera compasión por nosotros. Como también es improbable -aunque por motivos muy distintos- que un varón deje de entender los de una mujer casada si cede a que se los explique. En los dos casos es menester una categoría hoy por desgracia no muy frecuente para quedar mal y rechazar de manera educada pero decidida ese tipo de confidencias. <br /><br />Y todo ello resulta, sin embargo, necesario para no enredar con la dicha propia y ajena y poner a nuestros "hijos" en un brete, vendiendo la grandeza profunda de una vida de familia vivida en plenitud por el superficial embeleso de unos momentos de satisfacción egocéntrica. El amor que empapa nuestro hogar nos llevará a eludir esas gratificaciones aparentes, con objeto de robustecer los cimientos de nuestra felicidad en el matrimonio. <br /><br /><br /><br />------------------------------------------------<br />Tomás Melendo es Catedrático de Metafísica de la Universidad de Málaga. Ha publicado recientemente, conjuntamente con su esposa Lourdes Millán-Puelles, el libro «Asegurar el amor», con la finalidad que se expresa en título, para sortear los inevitables pero fecundos escollos que la vida en común representa.MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-30082770213950766562006-12-02T13:46:00.000-08:002006-12-02T13:47:22.614-08:00EL MATRIMONIO CAMINO DE SANTIDAD¿El matrimonio es un medio para hacerse santos? ¿Por qué es un sacramento? Conoce a fondo toda la grandeza del sacramento instituido por Jesucristo. <br />Es sabido que la Iglesia Católica entiende por sacramento un signo sensible que significa y produce la gracia en el alma, en virtud de la institución por Cristo. Los sacramentos producen la gracia, es decir la vida divina. Los sacramentos son instrumentos de vida divina, los instrumentos de vida divina por excelencia, porque Cristo mismo los ha instituido y los ha establecido como medios por los cuales desarrollamos la vida divina en nosotros. Son estructuras santificantes que sumergen nuestra vida en la de Dios. Y el matrimonio es un sacramento.<br /><br />Decir que el matrimonio es un sacramento es, pues, decir, que es un instrumento de vida divina, de gracia, de santidad; que es fundamentalmente eso antes que otra cosa, porque este carácter de instrumento de vida divina tiene una importancia tal que supera toda otra. Instrumento de vida divina quiere decir medio de santidad. El matrimonio es por tanto, esencialmente, por ser sacramento, un medio de santificación. Todos los demás elementos de amor satisfecho, de institución social, de base de la familia, se hacen secundarios. No es que dejen de existir, pero dejan de ser lo principal en la unión conyugal. Por ser sacramento -vuelvo a repetir-, instrumento de santidad y de vida divina, este aspecto absorbe a todos los demás.<br /><br />En este sentido, la Iglesia tiene derecho a legislar sobre el matrimonio, porque es un acto divino. Por supuesto, que la Iglesia deja al estado sus legítimos derechos en cuanto a los efectos sociales que tiene naturalmente unidos el matrimonio. <br /><br />INSTITUCION NATURAL<br /><br />El matrimonio es una institución natural. Es decir, existe fuera de la religión cristiana y hasta fuera de toda religión. Está inscrito y regido por la misma naturaleza del hombre. La Iglesia no ha creado el matrimonio y ni siquiera ha pretendido transformarlo. Los paganos se casaban según las reglas en uso en la sociedad, y cuando los paganos casados se convertían al cristianismo, casados quedaban. La Iglesia reconocía la validez de este casamiento natural. El no-cristiano se casa sin recibir el sacramento, y cuando se convierte, permanece casado; el matrimonio natural se hace sacramento.<br /><br />El matrimonio de los cristianos es, pues, el de los paganos. Es el matrimonio a secas, que entre los cristianos llega a ser un sacramento. Imposible para el cristiano casarse sin recibir el sacramento; pero, al mismo tiempo, este matrimonio, que es sacramento para él, es la institución natural que se encuentra en toda la humanidad, unión perpetua entre el hombre y la mujer, con vistas a fundar un hogar. El matrimonio cristiano es la institución natural del matrimonio, y al mismo tiempo ya no lo es, porque ha llegado a ser sacramento, instrumento de vida divina. El sacramento es la institución natural divinizada.<br /><br />Esto confiere al matrimonio un lugar especialísimo entre los sacramentos. Los demás sacramentos han sido creados en todas sus partes por Cristo con el fin de conferir la gracia; no existen más que en función de la vida cristiana, en función de la inserción del cristiano en la Iglesia. Al afirmar que el sacramento del matrimonio es la divinización de la institución natural del matrimonio, corremos sin embargo con el peligro de caer en un equívoco: confundir el sacramento con una bendición o consagración que se añade a lo que es natural. No. No es en virtud de una bendición o consagración por lo que se obra el sacramento. Los cónyuges son los ministros de este sacramento; el sacerdote, es sólo un testigo cualificado. El matrimonio cristiano consiste como el matrimonio de los no cristianos en el intercambio de los consentimientos, pero para el cristiano es un sacramento.<br /><br />Como el matrimonio, institución natural, institución social, es de tanta importancia humana porque se halla en la base de toda la sociedad, es fundamento de la familia, origen de los lazos más íntimos y estables, con todas las consecuencias que estos lazos llevan consigo: solidaridad de orden social, solidaridad económica, lazos de la sangre y afectos que de ellos se derivan, resulta que hay que estar cerca de Dios para percibir la importancia dominante del carácter sacramental sobre todos los intereses y todos los sentimientos humanos.<br /><br />Como, por lo demás, el matrimonio es el estado habitual de los hombres, y como tantos cristianos son cristianos mediocres, el sentido del sacramento no se desarrolla en muchos plenamente, ni siquiera se llega a entender. Al mirar los aspectos humanos del matrimonio, puede no hacerse una referencia a la vida cristiana, y el sacramento puede aparecer como una añadidura del matrimonio, una especial bendición, una ayuda divina todo lo más, sin caer en la cuenta que el sacramento no se añade al matrimonio, sino que el matrimonio es un sacramento, es decir un instrumento de santidad.<br /><br />Y este carácter sobrenatural del matrimonio lo es como es sobrenatural el carácter del sacerdocio o de la Eucaristía, que son también sacramentos. Parece que no hacen falta aspiraciones religiosas especiales para casarse, pero que sí se necesitan para ser sacerdote o para la recibir la Comunión. Y esto es una desviación chocante. Y muchas personas reciben -y lo reciben, por la naturaleza operante del sacramento- el sacramento del matrimonio con miras puramente humanas como si se tratase exclusivamente de la institución natural. Por eso se oye hablar de casarse por la Iglesia, como una etiqueta: y reciben esa vida sobrenatural, podríamos decir que casi sin darse cuenta. Luego les parecerá muy fuerte escuchar que el matrimonio es un camino de santidad, o al menos pensarán que es una expresión metafórica, cuando denomina de una manera real y clara lo que es la esencia del matrimonio cristiano.<br /><br />San Pablo presenta la unión conyugal como la imagen de la unión de Cristo con su Iglesia. "Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne" Gran misterio es éste, pero en Cristo y en su Iglesia.<br /><br />La vida sobrenatural no está limitada en la Iglesia a un pequeño grupo de cristianos fervorosos se halla repartida por todo el cuerpo de Cristo. La vida sobrenatural, que es divina, es la vida de todos los cristianos nos es dada en primer lugar por el Bautismo, y la vida es una vocación de santidad. No todos los cristianos, sino sólo unos pocos, están llamados al celibato. La Iglesia tiene necesidad de esposos y de familias. Los esposos desempeñan, pues, en la Iglesia, un papel personal y activo; están llamados en el marco de su vocación de esposos a realizar la santidad. El carácter sacramental del matrimonio proporciona así la confirmación de esta vocación de santidad de todo cristiano, al mismo tiempo que muestra cómo obra la acción divina sobre el alma de los esposos para elevarlos a la santidad. El matrimonio como remedio de la concupiscencia... ¡Qué reducción! El matrimonio es una vía de santidad, y muy particular porque es un sacramento. El matrimonio no es, para el cristiano, una simple institución social -dice el Fundador del Opus Dei-, ni mucho menos un remedio para las debilidades humanas: es una auténtica vocación sobrenatural. Sacramento grande en Cristo y en la Iglesia, dice San Pablo (Cfr. Eph. V, 32) (...) Signo sagrado que santifica, acción de Jesús, que invade el alma de los que se casan y les invita a seguirle, transformando toda la vida matrimonial en un andar divino en la tierra (Es Cristo que pasa, n.23).<br /><br />Es sabido que la Encarnación consiste en que Dios se hace hombre en la persona del Verbo, segunda persona de la Santísima Trinidad, con una naturaleza humana compuesta de un alma y un cuerpo humanos, unida a la divinidad, a la naturaleza divina del Verbo, hasta el punto de no hacer con ella sino un solo ser, hasta el punto de que San Juan lleva la audacia de la expresión hasta decir "El Verbo se hizo carne".<br /><br />Y después de la Redención, la vida divina de la que el cristiano se hace partícipe se extiende en los hombres, impregnando todo su ser, alma y cuerpo, inteligencia y voluntad, hasta el punto de poder decir, sin cometer error, que el hombre está también divinizado y que su acción resulta acción divina, a la vez que humana.<br /><br />Ningún sacramento santifica directamente la vida profesional; es la voluntad, acorde con la voluntad de Dios, la que lo hace, pero no en su misma entraña. Pelar patatas es un acto material; se hace sobrenatural por un motivo sobrenatural. El matrimonio, por la fuerza de Cristo contenida en el sacramento, diviniza la unión conyugal. Establece entre los esposos un lazo de unidad que supera lo que la naturaleza puede hacer.<br /><br />Por otro lado, el matrimonio no sólo santifica un acto humano, es un germen depositado en el alma y que fructifica a lo largo de toda la vida conyugal, animando todos sus actos y sentimientos. Es una presión de Dios sobre los esposos para que sobrenaturalicen su vida conyugal. Dios entra como tercer factor en la intimidad conyugal. Los esposos están unidos a Dios. Unidos a Dios: es un término muy estricto, porque siendo la acción del sacramento una acción divina casi única en el alma de los esposos, y siendo la gracia sacramental una realidad en el alma, se puede decir que los esposos tienen en el alma algo que les une realmente de una manera nueva, y esta realidad unificadora es una acción divina. En las obras de los esposos se debe traslucir el carácter divino de su unión.<br /><br />El sacramento santifica a los esposos en sus actos espirituales, humanos y carnales. La Iglesia antes insertaba una bendición del lecho matrimonial. El acto matrimonial es santo. El amor matrimonial es santo; no solamente humano.<br />Es algo completamente distinto el matrimonio cristiano que la institución natural del matrimonio. Los esposos cristianos están comprometidos en una empresa divina, aunque aparentemente todo siga siendo humano, natural, en su unión. En ningún otro caso se observa con mayor fuerza esta ley de lo sobrenatural, de estar lo divino en lo humano; lo divino obra y se manifiesta en las acciones humanas, aparentemente vuelvo a repetir- completamente humanas, incluso las conformes con las leyes de la psicología y hasta con las leyes de la naturaleza física del hombre.<br /><br />Un inciso: siempre lo sobrenatural se apoyará en lo estrictamente humano. Pero si deja de ser humano ya se ha derruido el cimiento de lo sobrenatural. La falta de amor, su mediocridad, es mediocridad o pérdida de la gracia; el acto conyugal no natural, no es humano -no lo mueve el amor- y no es santo, sino todo lo contrario, destruye la santidad del matrimonio.<br /><br />Ninguna actividad del hombre es más espontáneamente natural, ni deriva más inmediatamente de la naturaleza, que el amor de los esposos y la comunidad de vida que de él se deriva: eso es lo que Dios transforma por el sacramento. Todas esas acciones simples y cotidianas son santificadas por el sacramento del matrimonio; y el hombre y la mujer se hacen santos en ellas.<br /><br />No sólo Dios bendice su unión, sino que se introduce en su unión.<br />El amor se hace medio de salvación. Como el destino de la mayor parte de los hombres está en centrar su vida sobre el amor, el amor humano, con su aspecto afectivo y carnal, la Iglesia sabe que su salvación y su santidad exigen que busquen este amor en el matrimonio.<br /><br />Así se expresa Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica sobre San José, n.19. El amor de Dios que ha sido derramado en el corazón humano, configura de modo perfecto el amor humano. Este amor de Dios forma también -y de modo muy singular- el amor esponsal de los cónyuges, profundizando en él todo lo que tiene de humanamente digno y bello, lo que lleva el signo del abandono exclusivo, de la alianza de las personas y de la comunión auténtica a ejemplo del Misterio trinitario.<br /><br />Fundado sobre lo humano. Si el amor está llamado a dominar la vida, a darle su sentido; si el amor es lo más importante de la vida, si es en torno al amor como se organiza la vida, nada más grave que el amor; nada más pernicioso que los desórdenes del amor, pues el amor desordenado no es amor, es egoísmo asfixiante. Nada para combatir el egoísmo, como fomentar el amor, alimentar el amor, custodiar el amor. En esa medida se fomentará, alimentará, custodiará, la gracia sacramental.MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-24336475545262942682006-12-02T13:40:00.000-08:002006-12-02T13:41:32.653-08:0015 CLAVES SOBRE EL MATRIMONIO / J. HERVADAQuince preguntas sobre el matrimonio<br />Un especialista en Derecho Canónico responde a las interrogantes más comunes sobre el matrimonio civil y religioso, el amor conyugal, el divorcio y otros puntos igualmente interesantes, según la doctrina y las disposiciones de la Iglesia católica.<br />Por Javier Hervada (*)<br /><br /><br />SIN MATRIMONIO VÁLIDO NO HAY SACRAMENTO<br /><br />1.-Dos contrayentes que se casan sólo civilmente, por el hecho de ser cristianos, ¿ya reciben el sacramento? <br /><br />- Contesto como solían hacerlo los antiguos escolásticos: distingo- Si se casan sólo civilmente, porque la autoridad eclesiástica les ha dispensado de la forma canónica o porque no están obligados a ella (v. gr., si se encuentran en las circunstancias previstas en el canon 1098 del Código de Derecho Canónico), entonces es claro que se han casado válidamente y su matrimonio es incuestionablemente sacramento. Tan sacramento como el celebrado ante el párroco o ante el Obispo. Pero bien entendido que, si bien la forma de celebración ha sido la civil, ese matrimonio es canónico y sometido plenamente a la jurisdicción de la Iglesia. A este tipo de matrimonios se les suele llamar «matrimonios canónicos en forma civil». Lo que ha variado es la forma de celebrarlo, no el matrimonio, que es tan sacramental, cristiano y canónico (e indisoluble) como otro cualquiera.<br /><br />Muy diferente es el caso de los cristianos (entiendo por tal a los bautizados) que, sin dispensa y estando obligados a contraer matrimonio ante la Iglesia, celebran sus bodas sólo civilmente, porque así lo deciden. Cuando esto ocurre, no hay sacramento porque no hay matrimonio. No puede decirse -sería un error garrafal- que en estos casos no hay sacramento, pero sí un matrimonio meramente natural. Esta afirmación está condenada por el Magisterio. No hay sacramento, porque no hay matrimonio válido.<br /><br />TESTIMONIO CRISTIANO Y MATRIMONIO<br /><br />2.-Si los que van a casarse son cristianos de esos que se bautizaron pero no cumplen prácticamente nada, no tienen en sus vidas ningún testimonio cristiano... Se presentan ante el sacerdote pidiendo el casamiento religioso (católico, dentro de la Iglesia), a veces porque las familias lo quieren. ¿Deben o no ser aceptados? ¿Si se casasen sólo civilmente, vivirían o no en pecado grave? ¿Cómo debe actuar el sacerdote? <br /><br />- Voy a responder, si no tiene inconveniente, en sentido inverso a los interrogantes que me plantea. No por alguna razón especial, sino porque me resulta más cómodo.<br /><br />El sacerdote debe actuar conforme a las disposiciones de su obispo y, por encima de ellas, de acuerdo con las normas de la Santa Sede. Y siempre conforme a los principios de la moral católica y de la prudencia -que es caridad pastoral. No debe actuar nunca según su capricho, según sus ideas y menos todavía según las ideas más o menos vanguardistas de las modas «pastoralistas». Esta cautela -y siento en el alma tener que decirlo- es mucho más necesaria actualmente, porque abundan más de la cuenta «pastoralistas» ayunos de doctrina y sentido común, que, con tal de renovar, son capaces de las mayores aberraciones, que maltratan las almas, desprecian los derechos de los fieles y no se dan cuenta de que, a veces, les provocan situaciones permanentes de pecado.<br /><br />Los cristianos que sólo se casan civilmente (y con ello paso a la segunda pregunta), si viven como marido y mujer, viven en una situación permanente de pecado mortal; su vida marital es, lisa y llanamente, un concubinato. Que esta actuación pecaminosa lo sea formalmente (esto es, que ellos cometan pecado mortal) dependerá, como dicen los moralistas, de que sean conscientes de ese pecado, como ocurre con cualquier otro quebrantamiento de la ley divina. En todo esto no interviene para nada eso de que en sus vidas haya o no algún testimonio cristiano. El concubinato no es pecado sólo para los que viven -o intentan vivir- una vida cristiana testimonial, sino para todo el mundo, también para los no bautizados.<br /><br />Para comprender bien la cuestión primera de las planteadas, es preciso tener en cuenta que el «casamiento religioso» no es una ceremonia especial, más o menos unida al matrimonio de los bautizados; no es un complemento, como lo es la bendición del sacerdote, o como pueden serlo tantas ceremonias religiosas que en los medios cristianos, suelen unirse a muchos actos de la vida civil. El «casamiento religioso» es ni más ni menos y no otra cosa que el matrimonio de los cristianos. Negarles el «casamiento religioso» es negarles el matrimonio. E inducirles a que se unan sólo por lo civil -sin casarse por la Iglesia- es una inducción al concubinato. Lejos de ser una conducta pastoral, es una acción « lobezna», propia de lobos introducidos en el rebaño; quienes tal hacen son inductores al pecado -y pecado mortal- que merecen las más graves censuras. Es una flagrante hipocresía fundarse en la falta de testimonio cristiano de los contrayentes bautizados, para aconsejarles que sólo se casen por lo civil -casamiento que para ellos no es matrimonio-, induciéndoles a iniciar un concubinato. Tal conducta es esencialmente antipastoral, un contratestimonio sin paliativos, un grave delito y un escándalo. Por lo demás, dice la Sagrada Escritura del Señor y ello es aplicable a cualquier pastor de almas- que «no quebrará la caña cascada y no apagará la mecha que aún humea» (Is. 42, 3; Math. 12, 20).<br /><br />Contraer matrimonio canónico es un derecho fundamental de todo bautizado, en el que eso del «testimonio cristiano» -en cuanto al hecho de contraer- no tiene nada que ver, porque se asienta en un derecho natural -el de casarse- que para nada depende de las virtudes de la persona. El derecho natural a casarse se funda en la sola condición de persona, y el derecho fundamental del fiel a contraer matrimonio canónico se basa única y exclusivamente en la condición de bautizado. El testimonio cristiano -con ser de suyo algo muy santo y vocación divina para todo cristiano- no es ningún requisito para casarse; ponerlo como requisito para admitir a un bautizado al único matrimonio que puede contraer, es una arbitrariedad, gravemente injusta y atentaría contra sus derechos fundamentales, como persona y como fiel.<br /><br />Si en algún caso resultase inconveniente o escandaloso celebrar públicamente ante la Iglesia un matrimonio determinado, podrá acudirse a los medios ya previstos en el Derecho de la iglesia, v. gr., la supresión de ritos litúrgicos, exclusión de la Santa Misa, etc., siempre contando con lo prescrito por la autoridad competente.<br /><br />Y si razones verdaderamente pastorales -y no lo es la idea de una Iglesia de élites, idea gravemente equivocada aconsejan incluso la no asistencia del párroco o sacerdote delegado, lo correcto es acudir a la dispensa de la forma canónica. Pero bien entendido que esta dispensa altera sólo la forma de celebración, no el matrimonio, que será siempre -aunque se celebre en forma civil- un matrimonio canónico, con todas sus características, incluidas la cualidad sacramental y la indisolubilidad.<br /><br />SOBRE LA PREPARACION AL MATRIMONIO<br /><br />3. ¿No será aconsejable, al menos como medida pastoral, evitar la celebración matrimonial católica cuando los contrayentes, a pesar de pedir tal sacramento, no se encuentran debidamente preparados? <br /><br />- La redacción de esta pregunta se ve que ha sido hecha con mucho cuidado, porque es verdaderamente «tópica» ; quiero decir que recoge con precisión uno de los tópicos más utilizados por cierto pastoralismo actual. Ya comprendo que el preguntante me hace la pregunta, no porque esté de acuerdo con ella, sino para conocer mi opinión. Con mucho gusto se la doy.<br /><br />Esta pregunta -en realidad una tesis enunciada en forma de interrogante- es una de tantas muestras de la habilidad de ciertas personas para encubrir errores notorios con una terminología, tan aparentemente inocua y aun convincente, que si no se está muy atento a lo que quiere decir, fácilmente engaña. Aunque, a la vez, la solución a la que se llega es tan claramente contraria a la doctrina de la Iglesia, que sólo termina por engañar a los incautos y a quienes de antemano están empeñados en no oír o hacer más que novedades.<br /><br />¿Cómo no va a parecer razonable, así a primera vista, que se niegue una ceremonia litúrgica, un sacramento, a quien no está debidamente preparado? Claro que en la propuesta analizada el sacramento consistiría en la «celebración matrimonial católica» y la debida preparación se sobreentiende que es -en la intención de los proponentes- una vida cristiana testimonial. Y en ambas cosas hay, con distinta intensidad, un error. Uno de ellos contiene una proposición condenada repetidamente por el Magisterio; el otro no tiene en cuenta los caracteres peculiares del matrimonio.<br /><br />La «celebración matrimonial católica» ni es el sacramento matrimonial, ni tampoco un sacramento añadido al matrimonio. La tal celebración la componen dos cosas: a) unos ritos litúrgicos, que ni son el matrimonio, ni el sacramento matrimonial sino celebraciones litúrgicas -entre ellas la Santa Misa- que acompañan al matrimonio; b) la forma canónica, o sea, la presencia del sacerdote autorizado y dos testigos, que asisten al otorgamiento del consentimiento matrimonial, según las funciones que a uno y a otros atribuye el Derecho. Esta forma canónica es, sin duda, requisito de validez del matrimonio, pero no integra ni la materia ni la forma sacramental. No es, propiamente hablando, un elemento del sacramento, es decir," n forma parte de su sustancia (la llamada substancia sacramenti), sino que es un factor del matrimonio en cuanto es un pacto jurídico. Decir que la «celebración matrimonial católica» es un sacramento constituye un error de bulto.<br /><br />¿Dónde está ahí la condena del Magisterio? Está en que esta tesis parte de la teoría de la separabilidad entre el matrimonio (el contrato o la institución) y el sacramento del matrimonio. Ese sacramento no sería el matrimonio como tal, sino algo añadido a él, un complemento religioso: la bendición del sacerdote, la celebración católica, etc. Faltando ese rito o esa forma añadidos, no habría sacramento, pero sí matrimonio, un matrimonio natural. De ahí la conclusión que la pregunta que se me ha hecho no refleja. A los no debidamente preparados se les debe aconsejar dicen- que contraigan matrimonio civil, un matrimonio meramente natural; más adelante cuando estén preparados, se les podrá otorgar el sacramento. No hace falta repetir lo que antes ya he dicho. Esta postura es, no sólo errónea y contraria al Magisterio, sino antipastoral y escandalosa; es una inducción al pecado.<br /><br />EL MATRIMONIO, UN DERECHO NATURAL<br /><br />El Magisterio eclesiástico ha insistido repetidamente en que el sacramento de) matrimonio no es ningún complemento o añadido al matrimonio, sino este mismo. Por lo tanto, es imposible que . dos bautizados contraigan matrimonio sin que éste sea sacramento. Ni se crea que esta enseñanza se encuentra escondida en los arcanos de las ciencias canónica y teológica, poco conocibles de los no especialistas y mucho menos de los fieles. Se encuentra en catecismos tan accesibles como el de Pío X, el llamado Mayor para chicos en edad juvenil: «835. En el matrimonio cristiano, ¿puede el contrato separarse del sacramento? No, señor; en el matrimonio entre cristianos el contrato no puede separarse del sacramento, porque para ellos no es otra cosa el matrimonio que el mismo contrato natural elevado por Jesucristo ala dignidad de sacramento. 836. ¿No puede por consiguiente, entre cristianos haber verdadero matrimonio que no sea sacramento? Entre cristianos no puede haber verdadero matrimonio que no sea sacramento».<br /><br />Siendo esto así, ¿cuándo los contrayentes se encuentran debidamente preparados? Por ser un sacramento de vivos, la preparación debida incluye el estado de gracia. Por eso, es una norma pastoral tradicionalmente seguida procurar que los contrayentes se confiesen antes de contraer matrimonio. Pero este sacramento presenta una peculiaridad, que no tienen los demás sacramentos; se trata de fundar una comunidad, a la que todo hombre está llamado por naturaleza, independientemente de la gracia. Esta llamada no es sólo una posibilidad más o menos respetable, sino un derecho natural de la persona. De ahí que no pueda negarse el matrimonio por razón de estado de gracia, norma que siempre ha seguido escrupulosamente la Iglesia.<br /><br />La mínima debida preparación para el matrimonio, cristiano o no, se resume en la ausencia de impedimentos y en el conocimiento suficiente de la esencia del matrimonio. Esta es la regla que siempre ha tenido la Iglesia, aquella que en justicia se debe a quien tiene el derecho natural de casarse. Y esto es así, digan lo que digan algunos «pastoralistas» de nuevo cuño, cuyos planteamientos son más brillantes que respetuosos con los derechos de las fieles y aún con la fidelidad debida a la doctrina católica.<br /><br />VALOR SANTIFICANTE DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO<br /><br />4. Cuando el matrimonio ha sido contraído entre dos personas, una que tiene fe y otra que no la tiene, en ese caso, ¿el matrimonio tiene auténtico valor santificante? <br /><br />- He aquí un ejemplo de pregunta aparentemente muy clara en sus términos, pero en realidad bastante confusa.<br /><br />¿Qué quiere decir «que tiene o no tiene fe»? ¿Que se trata de un matrimonio entre un cristiano y un infiel? ¿Entre dos Cristianos, uno de los cuales ha perdido la fe? Y ¿qué se quiere expresar con «valor santificante»? ¿Que es sacramento o que en él puede santificarse el cónyuge, igual que un cristiano se santifica por medio del trabajo, por ejemplo?<br /><br />Combinando todas estas posibilidades, la pregunta resulta tener varias respuestas que intentaré ofrecer a continuación.<br /><br />El matrimonio entre un cristiano y un infiel, según la sentencia más segura (y la que sigue la Iglesia en la práctica) no es sacramento; no tiene, pues, «valor santificante», si con esta expresión se quería significar la eficacia sacramental ex opere operato. Pero tiene valor santificante en otros dos sentidos. Por una parte, el cónyuge cristiano se santifica por ese matrimonio, como se santifica por el cumplimiento dé los demás deberes de estado, cuando los realiza de acuerdo con la ley de Dios y con visión sobrenatural. Por otro lado, ese matrimonio tiene aquel valor santificante del que habla San Pablo: «Pues se santifica el marido infiel por la mujer fiel y la mujer infiel por el marido fiel. De otro modo, vuestros hijos serían impuros y ahora son santos» (1 Cor. 7, 13-14). Sobre cuál sea este valor santificante no están de acuerdo los exegetas.<br /><br />Si de lo que se trata es del matrimonio de dos bautizados, uno de los cuales ha perdido la fe, la respuesta es clara: ese matrimonio es sacramento (tanto si la fe le faltó antes de contraerlo, como si la falta sobrevino con posterioridad) y el valor santificante ofrecido sacra mental mente por Cristo permanece con toda su amplitud e intensidad. La validez del sacramento (el don ofrecido por Cristo) no varía, porque depende de Cristo, que lo otorga ex opere operato; es decir, siempre, por el hecho mismo del matrimonio.<br /><br />En cambio, el fruto recibido por cada cónyuge a través del sacramento (su fructuosidad como la llaman los teólogos) depende de sus disposiciones interiores, de las cuales la fe es la fundamental. El cónyuge que no tiene fe no recibe el fruto del sacramento, en tanto permanezca su falta de fe; pero si llegase a recuperarla, recibiría el fruto del sacramento (la gracia) desde ese momento, en mayor o menor grado según sus restantes disposiciones interiores.<br /><br />En todo caso, el valor santificante del sacramento lo recibe cada cónyuge según sus propias disposiciones, y no según las del otro, de modo que, en el caso contemplado, el cónyuge que conserva la fe no se verá de suyo perjudicado por la falta de fe del otro.<br /><br />Pero el valor santificante del matrimonio sacramental no se reduce a la gracia que reciben los cónyuges. El vínculo mismo, de ser un vínculo meramente natural pasa a ser un vínculo sacramental (en términos teológicos, es la res et sacramentum del matrimonio sacramental). Asimismo, el fin de la generación y educación de los hijos pasa a ser, como ya he dicho con palabras del Catecismo Romano, un fin absolutamente más elevado que en el plano de la naturaleza: el aumento y continuidad corporales de a Iglesia y completar el número de elegidos. Este valor santificante del sacramento es efecto de su validez (acción de Cristo) y no de su fructuosidad (lo que el hombre acepta y recibe); por lo tanto, la falta de fe de uno de los cónyuges no afecta a ese valor santificante.<br /><br />MATRIMONIOS ROTOS Y SIGNO SACRAMENTAL<br /><br />5.-¿Cómo es que un matrimonio completamente fallado continúa siendo signo de la unión de Cristo con la Iglesia? Supóngase que el marido tratara mal a su esposa y viceversa, pasan a vivir separados, etc. <br /><br />- Sí, ya veo; una «joya» de matrimonio. Diría un caso de folletín, si no fuese porque la vida nos muestra algunos matrimonios así.<br /><br />La respuesta es muy simple. El signo no es lo que son o lo que hacen marido y mujer, sino -si se me permite la expresión- lo que deben ser o hacer. Más exactamente el signo no es la vida que llevan, sino el vínculo y la obligación que los une. Y en esto todos los matrimonios son iguales y ninguno falla o fracasa. Quienes fallan o fracasan son los casados en el cumplimiento de aquello a lo que se obligan. El signo sacramental no reside en la vida de unión que llevan, sino en el vínculo que les obliga a llevar esa vida de unión, o reside en el hecho de que sean fieles el uno al otro, sino en el vínculo de fidelidad. No reside en lo mucho o poco que se amen, sino en el compromiso de amarse.<br /><br />Las expresiones «matrimonio fallado» o «matrimonio fracasado» no son científicamente exactas. Debe, hablarse en realidad de «vida matrimonial fracasada» y, como ya he dicho, la vida matrimonial no es ningún signo sacramental.<br /><br />Hoy se ha extendido una falsa concepción de los sacramentos, prácticamente herética, que los concibe sobre todo como obra de la comunidad, más que como obra de Cristo. De este modo el signo sacramental se confunde con el testimonio cristiano. Aplicada esta doctrina gravemente errónea al matrimonio, se pretende que el signo es el comportamiento de los cónyuges. Y esto es falsísimo.<br /><br />Cristo no ha instituido el matrimonio sacramento para que los cónyuges construyan el signo de su unión con la Iglesia. No, lo instituido como signo es el vínculo conyugal para hacer santos a los cónyuges configurándolos por la gracia según la santa unión de Cristo con la Iglesia. No son los cónyuges los que significan (los que hacen el signo) con su vida, sino que el signo los conforma a ellos -y a su vida- por la gracia que produce.<br /><br />¿Pero no es un contrasentido que siga siendo signo el matrimonio de quienes viven desordenadamente? El contrasentido estaría, en todo caso, en que dejase de serlo, porque el signo sacramental está instituido para producir la gracia y auxiliar con ella; y fue el mismo Señor quien dijo que el médico está para los enfermos y no para los sanos. Los sacramentos son -aunque no exclusivamente- medicina, tanto más necesaria cuanto más empecatado está el hombre. Los sacramentos no son el premio o la corona a una vida ordenada y santa; son los portadores de la fuerza que Dios, da a los pecadores para llegar a esa vida.<br /><br />Que la sacramentalidad no dependa de las disposiciones de los cónyuges (otra cosa es su fructuosidad) quiere decir, en definitiva, que Dios ha vinculado su don al matrimonio de modo irrevocable, que ofrece irrevocablemente su gracia misericordiosa a los casados, aunque éstos se hagan los sordos. Sólo los fariseos (los que a sí mismos se consideran justos) se escandalizan de que el don sacramental se halle entre pecadores.<br /><br />FORMACION PREMATRIMONIAL<br /><br />6.-Actualmente, por razones pastorales, se exige mayor formación a los novios y se ponen dificultades para casarse a quien se niega a esta formación. ¿Qué piensa sobre este asunto? <br /><br />- Todo lo que sea formar mejor a los novios me parece bien; diría más, me parece magníficamente bien. Impartir esa mayor formación es, sin duda, una actividad pastoral muy necesaria y de gran fruto.<br /><br />Lo que no me parece tan bien -ni tan bien, ni menos bien, sino sencillamente mal- es que se pongan dificultades para casarse a los novios que se niegan, ^a recibir esa mayor formación. Y me parecería rotundamente mal, una grave injusticia, que se les negase el matrimonio por eso. Los cursillos prematrimoniales, u otras actividades similares, son iniciativas pastorales encomiables, pero nadie está autorizado para convertirlos en una especie de «impedimento pastoral» para el matrimonio.<br /><br />Contraer matrimonio es un derecho natural, uno de los derechos humanos inalienables que tiene el hombre. Y contraer matrimonio canónico es uno de los derechos fundamentales del fiel. Para ejercer este derecho fundamental basta tener aquellas condiciones requeridas por el Derecho natural y la ley eclesiástica, entre las cuales no figuran los cursillos prematrimoniales.<br /><br />En suma las actitudes a las que Vd. alude me parecen -en mayor o menor grado, según sean mayores o menores las dificultades que se pongan- un abuso y una extralimitación. Una muestra más de «pastoralismo», que es el vicio de la pastoral; un « ismo», reprobable como otro cualquiera. Tanto más en este caso cuanto que atenta contra un derecho natural de la persona y a un derecho fundamental del fiel.<br /><br />Y no le extrañe ver que quien acaba de poner, por razones «pastorales», dificultades para casarse una pareja que no desea asistir a un cursillo prematrimonial, salga inmediatamente del despacho parroquial para participar en una manifestación en pro de los derechos humanos de los vietnamitas o de los negros estadounidenses. Son cosas de la vida moderna.<br /><br />INDISOLUBILIDAD MATRIMONIAL<br /><br />7.-Si se concede a los sacerdotes la dispensa del celibato... ¿por qué no el divorcio a los casados? <br /><br />- Esto me recuerda una novela -de autor frustrado, desde luego-, que comenzaba con esta frase: «Era de noche y, sin embargo llovía». Ante la coherencia y brillantez de la primera frase, el lector abandonaba corriendo la lectura, pensando que si así era el comienzo cómo iba a ser el desenlace.<br /><br />Doy por sentado que usted sabe bien cuál es la respuesta y que si me hace la pregunta será porque es un argumento que habrá oído en más de una ocasión y desea saber mi, opinión sobre él. Puedo decir en descargo de su país que en mi patria -y no es esto una alabanza- también hubo un tiempo en que lo oí con cierta insistencia.<br /><br />Le voy a ser franco. El dichoso argumento no tiene más coherencia ni sentido que la frase citada al principio. Desde luego, hace falta gozar de una ignorancia envidiable, a toda prueba, para sacar a relucir con cierto convencimiento un razonamiento de este estilo.<br /><br />El celibato es una obligación aneja al sacerdocio que ha impuesto la Iglesia por razones de congruencia y muy fuertes; pero no es esencial -aunque sí muy conveniente- al estado clerical, de suerte que la Iglesia Oriental católica cuenta con presbíteros casados y ahora se permite en toda la Iglesia que varones casados puedan ser diáconos (sin pasar al sacerdocio). La Iglesia puede dispensar de una obligación que ella ha puesto, tanto más que la dispensa se concede sólo a quienes abandonan el ejercicio del sacerdocio, con lo que la obligación del celibato pierde una parte de su razón de ser. (No toda su razón de ser, pues permite la vuelta del sacerdote arrepentido de su abandono y tiene un valor de ejemplaridad.)<br /><br />Pero la indisolubilidad es cosa muy distinta. En primer lugar, no es una obligación impuesta por los hombres, sino una propiedad del matrimonio puesta por Dios mismo, que el hombre no puede tocar, como claramente lo manifestó Jesucristo. En segundo término, es una propiedad esencial, algo que fluye de la esencia del matrimonio. Y, por último en ningún caso se debilita o pierde su razón de ser; por eso es indisolubilidad en sentido estricto.<br /><br />LOS FINES DEL MATRIMONIO<br /><br />8.-¿Cuál es el fin del matrimonio, los hijos o la realización de las personas? <br /><br />- ¿Y por qué hay que contraponer ambas cosas? ¿O es que tener hijos y educarlos no es una realización de las personas casadas? A ver si ahora resultará que la mujer -pongamos por caso- se realiza si educa hijos ajenos por un ideal altruista, y no es altruista ni se realiza porque tenga hijos propios y los eduque. ¿O es que ser madre es un monumento de egoísmo? Al paso que van muchas ideologías actuales pronto se llegará a decir que los cónyuges que se niegan a tener hijos lo hacen por generosidad, altruismo y por un elevado sentido moral; ya que engendrarlos y educarlos es algo torpe que, ni realiza, ni perfecciona a los cónyuges; al contrario, cumplir con esta finalidad vendrá a considerarse hedonismo, comodidad, egoísmo y carencia de realización personal. Hay un antiguo adagio de los canonistas (y creo que lo firmaría cualquier madre), en el que se dice que la procreación de los hijos es para la mujer, gravosa y pesada durante la preñez, dolorosa en el parto, y trabajosa después del parto. Claramente se ve que no es lo más adecuado para que sea una finalidad egoísta, hedonista y no realizadora de las personas. ¡Un poco de seriedad! A no ser que por realización de las personas se entienda pasar por esta vida según el ideal de la aurea mediocritas, o sea pasar esta vida sin demasiadas complicaciones y con los menores problemas.<br /><br />Vamos a ver, ¿en qué consiste la realización de las personas? Realizar es un término que se usa para designar el paso del proyecto a la realidad. Aplicado a la persona, realizarse quiere decir cumplir el proyecto de su existencia, que es lo que hace que la persona alcance su plenitud. Pero esto es afirmar, con otras palabras, que la persona se perfecciona -alcanza la plenitud o perfección- cuando obtiene sus fines. La persona se realiza cumpliendo los fines para los que ha sido creada. Estos fines son el fin natural (con los fines parciales que comprende, el trabajo entre ellos) o proyecto de existencia grabado en la naturaleza humana, y el fin sobrenatural, o proyecto de existencia contenido en el designio salvífico de Dios. ¿Cómo se realizan los casados en el matrimonio? Cumpliendo los fines conyugales, es decir, a través de la mutua ayuda y de la procreación y educación de los hijos. No hay, por tanto ninguna contraposición entre el fin de la procreación y educación de los hijos y la realización de las personas.<br /><br />En cambio, no es correcto enumerar la realización personal entre los fines del matrimonio. Tal realización -en su sentido correcto- es un modo de llamar a la perfección o plenitud de la persona; es el fin total de la persona, que engloba toda su actividad, tanto el matrimonio como el celibato, tanto la vida conyugal como el trabajo, tanto el trabajo como el descanso, lo mismo la salud que la enfermedad. No es ningún fin específico del matrimonio. Cuando hablamos del matrimonio, usamos esta expresión para designar, de modo concreto y particularizado, los bienes que se alcanzan" de modo inmediato en el matrimonio, aquellos frutos que de suyo produce el matrimonio y que son propios y específicos de él. No se enumeran, en cambio, aqueos que, constituyendo las finalidades últimas del matrimonio, son comunes a toda la actividad humana: la gloria de Dios, la santificación personal y... la realización de las personas. Llamamos fines del matrimonio a aquellos fines concretos suyos que lo especifican, esto es que lo distinguen de las otras actividades humanas; la realización de las personas (natural y sobrenatural), o sea, alcanzar la perfección de éstas, no lo especifica ni distingue, dado que es común a todo el obrar y el vivir humanos. Por eso, no es correcto enumerar tal realización entre los fines del matrimonio.<br /><br />PROMOCION Y EDUCACION DE LOS HIJOS<br /><br />Creo que he hablado lo suficientemente claro para que se entienda lo que quiero decir. El matrimonio tiende y está ordenado en último término a la gloria de Dios, a la santificación de las almas y ala realización personal (la perfección o plenitud). Pero tales fines no son específicos del matrimonio -son genéricos y comunes a todo el obrar humano- y en consecuencia no son incluibles en la concreta enumeración de los llamados fines del matrimonio, que son sus fines específicos y particulares. Por otra parte, los fines comunes y genéricos a los que me he referido no se contraponen, ni a la procreación y educación de la prole, ni a la mutua ayuda, ya que, en su objetividad (otra cosa es la subjetividad o intención con que los cónyuges obren) los fines comunes se obtienen en el matrimonio precisamente a través de los fines específicos. ¿Cómo dan, objetivamente, gloria a Dios, y cómo se realizan los cónyuges? Viviendo limpiamente su unión, esto es, ayudándose mutuamente y procreando y educando los hijos (si vienen); no hay otro camino.<br /><br />Claro que habría que preguntarse por qué la contraposición entre procreación de los hijos y realización de las personas se ha podido extender tanto. La respuesta es sencilla, porque se trata de un hábil camuflaje.<br /><br />He dicho antes que las expresiones «realización personal», «realizarse» y similares designan, si se les da un contenido correcto, lo mismo que siempre se ha llamado «perfección personal», «alcanzar la perfección», etc: Ocurre, sin embargo, que, como pasa frecuentemente, el cambio terminológico en sus inicios raramente es sólo terminológico; se cambia el término, porque se quiere alterar el contenido ideológico. Pues bien, «realizarse» o «realización personal» tienen un origen bastardo, que todavía permanece muchas veces cuando se utilizan. De ahí la precaución con que deben usarse tales expresiones (yo recomendaría no utilizarlas); es fácil que, si no se aclara el sentido en que se toman, digan al oyente algo distinto de la idea que quiere expresar el que habla o escribe.<br /><br />Realizarse y realización personal, en su uso bastardo, expresan la cristianización a medias de la idea heterodoxa que se significa del modo más expresivo con «autorrealizarse», «autorrealización personal» y similares.<br /><br />UN PROYECTO DE EXISTENCIA<br /><br />Todo el quid de la cuestión está en el prefijo «auto», que precede a realización y realizarse. El término «perfección personal» estaba acuñado con un significado preciso: el hombre se perfecciona por los fines que Dios le ha fijado por naturaleza o por designio salvífico. Aun- prescindiendo de la idea de Dios, perfección se ha usado comúnmente en relación con los fines. Pues bien, para evitar toda referencia a una finalidad prefijada por la naturaleza y, en último término, por Dios, se sustituyó la perfección por realización, que evoca además un contenido existencialista, pasar a la existencia, hacerse realidad, según aquello de que el hombre es, no esencia y naturaleza sino sólo existencia. Y se añadió el prefijo «auto» para señalar que esta realización no es finalista (no se trata de unos fines prefijados), porque todo fin prefijado -supone una inteligencia superior que los señala; no se trata de que el hombre se realice a través de unos fines (de un proyecto de existencia) señalado por un Ser superior. El hombre se fija a sí mismo su propio proyecto de existencia, esto es, se «autorrealiza», se realiza a sí mismo. Aplicado esto al matrimonio, la consecuencia es evidente: los cónyuges hacen su propio proyecto de existencia -de vida- conyugal, sin que se admitan unos fines prefijados. Se admiten a lo sumo unas tendencias impresas en su ser, que sirven al hombre para proyectar su existencia, o que le encadenan, o que lo alienan.<br /><br />Pero, además, la autorrealización no significa sólo la autonomía en proyectar la propia existencia. El hombre se realiza a sí mismo, y también en sí mismo. Aun la proyección a los demás no es olvido de sí, sino la propia realización. Es lógica consecuencia de la ruptura de la finalidad; rota la idea de finalidad, el hombre se queda encerrado en sí mismo, pues el ser sin finalidad no se proyecta en sentido vectorial, sino como en círculo, sobre sí mismo. Quitemos a un coche la finalidad de su marcha (el lugar a donde debe ir): ¿a dónde se dirige? A ningún sitio, y entonces o queda parado o como algunos coches expuestos, con el motor en marcha, pero levantado o con las ruedas sobre unos rodillos, sin moverse del mismo lugar. Es un movimiento proyectado sobre sí mismo. Por eso, a la crisis finalista, sucede la nada como destino del hombre.<br /><br />En tal contexto, los hijos sólo pueden concebirse como autorrealización, como algo autónomamente querido -o no querido- y, en todo caso, no como fin sobre el que se proyecta la pareja, porque la pareja se proyecta sobre sí misma. A los hijos sucede el, amor como fin nuclear o primario (en el fondo como no-fin, como autorrealización no finalista) del matrimonio. El amor es la fuerza unitiva del matrimonio, de modo que proyectarse sobre él y encerrarlo en sí mismo es encerrar al matrimonio en su propio interior. Esto supuesto, sí cabe hablar de una oposición entre la «autorrealización» y los hijos. Quien en su proyecto de existencia ha colocado una serie de valores u objetivos a los que tendría que renunciar si quisiera tener hijos, se verá enfrentado con la posibilidad de la prole, como algo que se opone a su autorrealización.<br /><br />¿Y la «realización» sin el prefijo? Pues en diversos ambientes es mitad y mitad. Mitad finalismo, mitad autorrealización. Para señalar que se admite el finalismo se le quita el prefijo. Ya no se trata de una realización sin finalidad, meramente existencial y totalmente autónoma. La realización es obtener unos fines. Pero sigue siendo una realización encerrada en la persona. Realizarse no es tanto proyectarse fuera, como hacerse a sí mismo; el punto de mira sigue siendo la persona. Incluso el proyectarse al otro es como un boomerang que vuelve a uno mismo. La persona se realiza a sí misma a través de la proyección en el otro; el término final es la construcción -por decirlo así- de la propia plenitud personal. Eso es lo primario.<br /><br />PERFECCIÓN PERSONAL<br /><br />Aunque las expresiones literales se parezcan mucho a las usadas por la doctrina verdaderamente finalista, la idea de fondo es bien diferente. Falta en la «realización» -según el sentido que estamos viendo y que antes no hemos dudado en llamar bastardo- el auténtico «olvido de sí mismo». La maternidad, por ejemplo, es servicio al hijo, pero según la tesis de la «realización», el término último es la propia madre que se realiza en el hijo, en la maternidad. Para la doctrina auténticamente finalista, en cambio, el término final es el hijo; La madre se perfecciona, es cierto, se plenifica en la maternidad, pero no es este el término final de la maternidad, sino un efecto concomitante suyo. Para la primera tesis, el punto de mira último es la persona de la madre; para la segunda, es el hijo. Por eso en el primer caso no hay un «olvido de sí», sino una central «mirada sobre sí», porque la mirada se centra en el otro, en el hijo.<br /><br />Aplicado esto al matrimonio, la consecuencia es obvia, lo primario en el orden de la finalidad es, en la tesis de la « realización», el matrimonio mismo, su construcción, su unión, esto es, el amor conyugal dirigido a la realización personal de los cónyuges. O bien es el mutuo complemento, que viene a ser lo mismo si tenemos en cuenta que la fuerza unitiva, lo que produce la comunión vital, es el amor. Los hijos son, o meros frutos, o fines secundarios, es decir, algo a cuyo través los cónyuges se realizan. Hay, pues, una central «mirada sobre sí» de la pareja.<br /><br />En cambio, la tesis finalista es muy distinta. En el orden de la operación, de la actividad, lo primario es el otro; en él, en el hijo termina la salida de sí de la pareja. Claro que esto perfecciona a los cónyuges, claro que el matrimonio, por la mutua ayuda, está al servicio de los cónyuges, pero la finalidad representa la salida de sí, no como el boomerang que vuelve al que lo lanza, no encerrando al matrimonio sobre sí mismo, sino abriéndole al otro, que es el término final de la pareja operativamente considerada. Es el verdadero altruismo que se olvida de sí. Porque la finalidad es salida de sí, la procreación y educación es lo primario en el orden de los fines. Aunque esto perfecciona a los cónyuges y los realiza -en el sentido verdadero de esta palabra -no hay una salida con retorno, porque no hay -en el orden de finalidad- retorno. Lo que realiza, lo que perfecciona es la salida de sí, no el retorno así como pretende la tesis de la «realización». Esta es la diferencia básica. Perfecciona el altruismo -la salida de sí-, no el egoísmo -el retorno a sí-, que nunca es una verdadera salida.<br /><br />Supuestas las bases de la tesis de la «realización», pueden, en efecto, encontrarse contraposiciones entre los hijos y la realización personal. Son prácticamente las mismas, aunque algo mitigadas, que pueden encontrarse desde la perspectiva de la autorrealización. Todo se reduce a que el sacrificio que el hijo produce -para la mujer gravoso antes del parto, en el parto doloroso después del parto trabajoso; para el varón siempre molesto y costoso-, no debe impedir sustancialmente el bien personal inmediato de los padres; no puede suponer una fundamental y radical renuncia al status personal y a aquello que se considera el proyecto existencial adecuado. Desde tal punto de vista, esta conclusión es evidente, pues si no hay retorno, la salida no se justifica. Por eso se ciegan las fuentes de la vida, aunque se haga con equilibrios morales más o menos dudosos.<br /><br />Muy distinta es la visión del verdadero finalismo. Como ya he dicho, la pareja se realiza precisamente a través de los fines, sin que las contra posición es entre éstos y la realización personal puedan plantearse. Y es que en la salida de sí es donde radica la verdadera perfección, la auténtica realización personal en el orden de la actividad.<br /><br />LENGUAJE CONCILIAR Y CONTENIDO DOCTRINAL<br /><br />9. No cae bien ese lenguaje de fin primario y secundario de la encíclica Casti Connubii. El Concilio no distingue. <br /><br />- Mientras todo se quede en gustos de lenguaje, no creo que me corresponda decir nada. Contra gustos no hay disputas. Pero esto que parece ser cuestión de gustos, ¿es sólo una lis de verbis en labios de otros muchos que dicen lo mismo? ¿No gusta el lenguaje o lo que con ese lenguaje se quiere decir? Porque si lo que no place es lo que quiere decirse con dichas expresiones entonces no da lo mismo, habiendo como hay un claro Magisterio de la Iglesia al respecto.<br /><br />¿El Concilio no distingue? ¿No distingue con esas mismas palabras -cuestión de lenguaje conciliar-, o no distingue como doctrina de fondo? Porque no hay que mezclar ambas cosas. Es cierto que el Concilio no usa la expresión «fin primario», pero esto no ha de ser óbice, si se dice lo mismo con otras palabras. Por ejemplo, si San Agustín afirma, como lo hace, que la virtud es el orden del amor, lo mismo da que en un párrafo use la palabra «virtud» y en otro la frase «orden del amor»; en ambos se refiere a lo mismo. Un lingüista podrá decir que en párrafo donde se utilice sólo la frase «orden del amor» no aparece la palabra virtud; pero un moralista, no podrá sostener que no habla de la virtud.<br /><br />Cuando el Magisterio y la doctrina anteriores al Concilio han dicho que la prole es el fin primario del matrimonio, lo que han querido decir es que el matrimonio -incluido el amor conyugal y los fines llamados secundarios- está ordenado a los hijos. Eso es lo que expresamente indican y eso es lo que todo el mundo ha entendido. Pues bien, el Concilio Vaticano II dice textualmente que «la institución matrimonial y el amor conyugal por su naturaleza, están ordenados a la procreación y educación de la prole», y más adelante repite: «el matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole» ((Const. Gaudium et spes, nn. 48 y 50). El Concilio, por tanto, enseña expresamente que la prole es el fin primario del matrimonio, aunque lo diga con otras palabras. A tenor de las frases citadas, el Concilio distingue, ¡vaya si distingue! Y me temo que decir otra cosa, no pueda provenir más que de ignorancia del significado de las palabras usadas por el Magisterio, o de mala fe. Salvo que sólo se trate de problemas o gustos lingüísticos, claro.<br /><br />Con todo no quiero terminar sin dejar claro que el lenguaje no es asunto indiferente cuando se trata de expresar la doctrina de la Iglesia. El propio Magisterio lo ha dicho, de diversas formas y en varias ocasiones; repetiré aquí lo que enseñó Pío XII en la encíclica Humani generis: «los conceptos y los términos que el decurso de muchos siglos fueron elaborados con unánime consentimiento por los doctores católicos... se fundan, efectivamente, en los principios y conceptos deducidos del verdadero conocimiento de las cosas creadas, deducción realizada a la luz de la verdad revelada que, por medio de la Iglesia iluminaba, como una estrella, la mente humana. Por eso, no hay que maravillarse de que algunas de esas nociones hayan sido no sólo empleadas, sino sancionadas por los Concilios ecuménicos, de suerte que no sea lícito separarse de ellas». En el decurso de muchos siglos, desde la Patrística hasta nuestros días, tanto la doctrina como el Magisterio han hablado de los hijos como la finalidad esencial y primaria del matrimonio ya bajo la fórmula del bonum prolis (bien de la prole), ya con las expresiones «fin principal», «fin primario» o simplemente «el fin propio del matrimonio», situando a los demás fines en una posición, importante sí, pero media¡, subordinada. Por tanto, creo que, guste o no guste, el término fin primario debe seguir usándose. En cualquier caso, sólo será posible usar otra terminología si manifiesta -de modo inequívoco- la misma idea con igual o mayor exactitud, es decir, si cumple los requisitos señalados en la const. Dei Filius del Concilio Vaticano I: «en su propio género, esto es, en el mismo dogma, en el mismo sentido, en la misma sentencia».<br /><br />EL AMOR ENTRE CASADOS<br /><br />10.-El amor, la dilección, es voluntad. ¿Cómo entender el amor entre casados que ya «no se quieren»? En esas horas sólo la «obligación» los mantiene; el matrimonio vive del contrato. <br /><br />- ¿No se quieren, pero viven unidos, por cumplimiento del deber? Pues eso puede ser dilección. Aunque la dilección no es sólo eso, en eso puede persistir lo esencial de la dilección. Y, sobre todo, es lo esencial del compromiso de amor en que consiste la «obligación». Decía San Ambrosio que el matrimonio es vínculo de amor (vinculum charitatis nexus amatorius), pero vínculo; yo diría, para responder a la pregunta, que es vínculo, pero vínculo de amor. Es obligación jurídica, pero representa un amor comprometido, un amor que, por el compromiso, se ha hecho relación de justicia.<br /><br />Decir que en esas horas sólo la obligación les mantiene, es tanto como decir que solo la dilección y el compromiso de amor les mantiene. Y esto es muy cierto. El amor espontáneo desapareció. Pero no puede decirse, sin distinciones ni aclaraciones, que el amor ha desaparecido totalmente. Queda su último reducto, que es el más fuerte, la voluntad.<br /><br />Con todo no debe confundirse la dilección con la mera voluntad de cumplir con el deber porque entonces se confundiría la justicia con el amor. Hay casos en los que la dilección también desaparece y sólo queda la «obligación jurídica». Si esto ocurre, es verdad que el matrimonio vive sólo de la obligación (o del contrato como dice la pregunta). Pero me interesa resaltar dos cosas: 1.ª) Que la mayoría de los casos en los que se habla de que los esposos « ya no se quieren», lo que realmente ocurre es que ha desaparecido el amor pasivo, siguiendo vivo el amor de dilección. 2.ª) Que aun desaparecida la dilección, no por eso desaparece totalmente el amor, en el sentido de que permanece el compromiso de amor, ya que la obligación de justicia -el deber- comprende dicho compromiso. Por ello, las obras realizadas como deber, siguen manteniendo su condición de obras propias del amor, aunque sólo en el sentido indicado (frutos del compromiso -de amor, sin serlo del amor como realidad psicológica).<br /><br />EL MATRIMONIO: ¿UNA SUPERESTRUCTURA?<br /><br />11: -¿El matrimonio no es una superestructura? El contrato sólo se justifica por causa de los hijos y como defensa voluntariamente tomada para las horas de desánimo. <br /><br />- La indisolubilidad como tal es de suyo una propiedad jurídica, únicamente predicable del vínculo jurídico; pues bien de ella dice San Agustín que su fundamento no es sólo la prole, sino que también lo es «la sociedad natural por uno y otro sexo constituida». Siendo la indisolubilidad una propiedad que dimana de la esencia del matrimonio, es aplicable lo dicho al vínculo jurídico, que es la esencia del matrimonio. Como ve, el «contrato» no se justifica tan sólo por los hijos, si nos atenemos a San Agustín. ¿Como defensa para las horas de desánimo? Es cierto que el vínculo jurídico puede obrar en el ánimo de los casados como defensa frente a posibles veleidades de desunión. Pero no es ésta la razón de su existencia. Ya he indicado cuál es, a mi entender, esa razón: la perfecta realización de un amor que tiende a ser pleno y total, a la vez que la naturaleza y características de la unión en que consiste el matrimonio. Por lo demás, el Concilio Vaticano II pone el fundamento del vínculo indisoluble en el bien de la prole y en la naturaleza misma de dicho vínculo, todo ello en relación con la perfección del amor: «Pero el matrimonio no ha sido instituido solamente para la procreación, sino que la propia naturaleza del vínculo indisoluble entre las personas y el bien de la prole requieren que también el amor mutuo de los esposos mismos se manifieste, progrese y vaya madurando ordenadamente. Por esto, aunque la descendencia, tan deseada muchas veces, falte, sigue en pie el matrimonio como comunidad y comunión de toda la vida, y conserva su valor e indisolubilidad» (Const. Gaudium et spes, n. 50).<br /><br />El matrimonio, por lo demás, no es una superestructura, por la sencilla razón de que es consecuencial al amor conyugal y representa su realización más básica y primaria. Si este argumento no le convence, dudo que ningún otro pueda hacerlo.<br /><br />AMOR Y PACTO CONYUGAL<br /><br />12.-El matrimonio se funda en el amor; luego, ¿en acabando el amor, se acaba el matrimonio? <br /><br />- En forma de pregunta, me brinda usted un argumento bastante común. Pero no por común es menos sofístico. El error está en pasar sutilmente de la relación amorosa o afectiva al matrimonio. Al decir que el matrimonio se funda en el amor -cosa que dicha así, a grosso modo, es desde luego verdad- se forma la idea de que el matrimonio es aquella relación amorosa que vitalmente sigue en cualquier amor (en este caso con las características peculiares que dimanan de la singularidad del amor conyugal); por eso, terminado el amor, la relación amorosa, el matrimonio, desaparecería, debería desaparecer. O también, la expresión «se funda en el amor» puede sugerir la idea de que la existencia del matrimonio, en su origen y en su mantenimiento, depende del amor. De ahí que, terminado el amor, se termine, se deba terminar, el matrimonio. Pero ambas ideas son falsas.<br /><br />Todo amor -y en esto no es especial el conyugal- da lugar a dos tipos de uniones. A la unión afectiva, de afectos, que siempre se produce. Y a la unión de hecho, es decir, al estar juntos, el trato e incluso la convivencia, al que todo amor tiende, pero que puede faltar por muy diversas circunstancias. Esta unión de hecho es, en el amor conyugal, el hecho de estar y vivir juntos, la comunidad de vida de hecho.<br /><br />Pues bien, ninguno de estos dos tipos de unión es el matrimonio, aunque ambos se den dentro del matrimonio; las dos uniones hasta ahora citadas pertenecen a la vida matrimonial, que es el desarrollo del matrimonio, pero no el matrimonio mismo. El matrimonio propiamente dicho es la pareja, esto es, los esposos unidos por el vínculo jurídico.<br /><br />Pues bien, el matrimonio se funda en el amor en el sentido de que su origen puede remontarse al amor, pero lo que hace surgir el matrimonio, el factor constituyente, no es el amor, sino el compromiso, el pacto conyugal. «Non amor sed consensus matrimonium facit». Ocurre con esto algo parecido a cuando se dice que el hijo es fruto del amor de los padres; desde luego que sí, pero la causa del hijo es la generación, pues no es el amor lo que da de por sí el ser al hijo, sino la fecundación. De semejante modo a como si los padres dejan de amarse, no por eso desaparece el hijo, así tampoco el matrimonio desaparece porque los cónyuges dejen de amarse.<br /><br />El amor no da origen al matrimonio, al modo como la luz del sol causa la luminosidad de los cuerpos, porque el matrimonio no es la relación afectiva, ni la unión de hecho. No es mero desarrollo existencial ni sólo un hecho vital; es un vínculo jurídico.<br /><br />Que el matrimonio se funda en el amor no quiere decir que el amor sea causa continuada del ser del matrimonio -y por tanto que dependa del amor como la luz depende del sol o de su fuente-, sino que en el amor radica el origen primero, en el orden de la dinamicidad (y sólo en este orden), de la decisión de contraer matrimonio. Hablo del matrimonio, no de la vida matrimonial, que exigiría ulteriores precisiones.<br /><br />El matrimonio no es la relación amorosa, entendida tal relación como la unión afectiva e, incluso como la unión de hecho en cuanto sustentada por esa unión afectiva. Ambas uniones (la afectiva y la de hecho) pertenecen a lo que se llama la perfección segunda del matrimonio, a su dinamicidad (la vida matrimonial), no a su perfección primera, a su ser. El matrimonio puede llamarse relación amorosa con verdad, pero en un sentido análogo, es decir, en cuanto contiene el deber de amarse, no en el sentido propio de relación afectiva.<br /><br />Por lo demás, la existencia del matrimonio (su ser actual) no se sustenta en el amor, sino en la ley natural, esto es en las exigencias objetivas inherentes a la unión del varón con la mujer, nacida del pacto conyugal. Tanto si hay amor, como si no lo hay, la existencia del matrimonio no se sustenta en él. Por eso, acabado el amor, no se acaba el matrimonio.<br /><br />RAZONES PARA EL DIVORCIO<br /><br />13 -¿Cuál es la razón para admitir el divorcio? <br /><br />- Vayamos por partes. Si lo que se me pregunta son las razones que alegan los divorcistas, me permitirán ustedes que me remita a sus escritos. El objeto de esta reunión no es hablar del divorcio, sino del amor conyugal, que es principio y fuerza de unión, no de desunión. Es lógico, por tanto, que hablemos de la unión y de las razones que la abonan; o de la desunión, si así lo desean, pero para reflexionar sobre los medios convenientes a fin de evitarla, no de las posibles razones que acaso abonen la perpetuación de la desunión.<br /><br />Si no es ese el contenido de la pregunta, sino las razones que yo daría para que se admitiese el divorcio, entonces contesto, porque del tenor de mi respuesta ya se verá que no voy a salirme del tema.<br /><br />¿Qué razón daría? Ninguna, porque si bien pueden los divorcistas tener razones no tienen la razón. La indisolubilidad es la ley natural; ahora bien, la ley natural se define como el dictado de la recta razón, conocida la dimensión de orden y de justicia de la naturaleza humana. Luego la indisolubilidad es la que tiene la razón, lo racional. No es racional -no está basado en un dictado de la recta razón- el divorcio. Siendo esto así, ¿cómo voy a decir cuál es la razón para admitir el divorcio?<br /><br />ATAQUES A LA INDISOLUBILIDAD DEL MATRIMONIO<br /><br />14.-¿Cuál es la causa de los ataques a la indisolubilidad del matrimonio, de la lucha por la legalización del divorcio? <br /><br />-Las causas son complejas y simples a la vez. Complejas si nos atenemos a las causas coyunturales y más aparentes, desde la compasión mal entendida que lleva al deseo de solucionar por esta vía situaciones, muy dolorosas a veces, hasta el odio por todo lo que huela a cristiano, pasando por una variopinta gama de creencias, teorías y opiniones. Entrar en analizarlas sería muy largo y para ello prefiero detenerme un poco en. las causas simples, que son las más profundas. Todo se reduce a la degradación del amor conyugal, al olvido de la ley natural y ala pérdida de los valores familiares.<br /><br />La perpetuidad -el bonum sacramenti en palabras de San Agustín- no es una obligación añadida al amor conyugal. El verdadero amor conyugal tiende naturalmente a abarcar toda la vida, de modo que esta tendencia se plasma, como manifestación psicológica suya, en el anhelo de un amor perdurable. «Te querré siempre, toda la vida», es la expresión verbal de este anhelo. El amor que se presenta como más o menos pasajero no es otra cosa que una degradación del amor entre varón y mujer. Los Santos Padres lo llamaban «amor fornicario» y algunas canciones de moda lo llaman «capricho». No es éste el momento de entrar en cuestiones lingüísticas, ni en las razones que abonan la diferencia de lenguaje; la idea de fondo es la misma. Por eso el amor conyugal no rehuye el matrimonio con su perpetuidad. Querer romper esa perpetuidad con carácter generales signo de una desvalorización del amor.<br /><br />El matrimonio es indisoluble por ley natural; por lo tanto, querer introducir el divorcio no puede ser otra cosa que olvido de dicha ley. Al respecto quisiera poner de relieve un punto, que muchas veces se deja de tener en cuenta. También por lo que voy a decir puede hablarse de «olvido» de la ley natural. Ante las situaciones, tantas veces difíciles y dolorosas de los cónyuges separados, puede parecer que la ley natural resulte en estos casos excesivamente dura. Dura y ardua lo puede ser, aunque no valga aquí, porque no vale para la ley natural, el dicho «dura lex sed lex» (dura ley, pero ley). No, esto no puede decirse de la ley natural. Esta ley no es simplemente el fruto de una voluntad legisladora que impone un criterio más o menos acorde con la realidad y que no hay más remedio que acatar; la ley natural es fruto de la voluntad divina, y en esto reside su mayor dignidad, fuerza y valor, pero está en la realidad como dimensión de orden y de justicia inherente a ella, a la realidad; esto es, como una dimensión de bien. La indisolubilidad del matrimonio es lo justo y lo bueno para él en lo que a esta propiedad atañe.<br /><br />Este es el «olvido» de un rasgo de la ley natural, al que me estoy refiriendo. La indisolubilidad, que es la unión, es el bien; como el divorcio, que es la desunión, es el mal. Ya decía San Agustín -frente a quienes condenaban como malas a las nupcias- que de la frase del Evangelio -«lo que Dios unió, el hombre no lo separe»- se deduce que la unión y su permanencia vienen de Dios, y el divorcio del diablo.<br /><br />UNA SUBVERSIÓN DE VALORES<br /><br />El hombre tiende a tener como criterios respectivos del bien y del mal el gozo y el dolor. No es éste un criterio sustancialmente descaminado, porque responde a una gran verdad. Un dolor de muelas no es signo de salud dental, sino de caries, de una infección, de algo que no va bien. El hombre ansía la felicidad, porque el gozo se encuentra en la posesión del bien. Por eso el Sumo Bien es la suma felicidad. Correlativamente, el dolor es fruto de un mal, de la pérdida o carencia de un bien.<br /><br />Ocurre, sin embargo, que como consecuencia del estado de naturaleza caída y de la consiguiente redención, el criterio del gozo y del dolor han perdido parte de su validez. Una razón reside en que determinados males han sido convertidos en bienes por la Cruz de Cristo. La enfermedad, la deshonra, la injusticia, etcétera, sufridas cristianamente son, en Cristo, bienes, sin que se altere su razón de males en su esfera propia. La enfermedad sigue siendo un mal respecto de la salud corporal, pero puede ser un bien en el orden natural como medio de desarrollo de ciertos valores de la personalidad. Algo que es doloroso puede tener razón de bien. Pero para ello es necesario elevar la mirada, penetrar más allá de la cáscara -de la fenomenología- de la realidad. Quien sólo se fija en la salud, tendrá ala enfermedad como un mal y sólo como un mal; y, sin embargo, ¡cuántos hombres han encontrado en ese mal el principio de su elevación moral y de su salvación!<br /><br />Otra razón es la profunda subversión de valores que, a causa de las consecuencias del pecado original, deforma y ofusca la conciencia de los hombres. Se busca el placer y el gozo físico como el bien, olvidando que el bien propiamente humano proviene del orden humano total, representado precisamente por la ley natural. Deriva esta desviación de confundir gozo y bien, siendo así que no son identificables; el gozo no es el bien, sino una consecuencia de su posesión. De ahí que la voluntad se adhiera a goces parciales, sin la mirada de conjunto y, sobre todo, sin querer advertir que es el bien objetivo -el fin- de sus actos el criterio último y verdadero de la bondad propiamente humana de su conducta. El gozo es, si se nos permite la expresión, un signo de segunda mano, un signo «palpable» del bien, de su posesión, no el bien en sí. En todo caso, por el bien parcial, se olvida el bien total, cuya negación o desviación corrompe al mismo bien parcial.<br /><br />INCONGRUENCIAS DIVORCISTAS<br /><br />Decir indisolubilidad es decir permanencia de la unión entre los cónyuges. Y que esta unión se realice -que se haga realidad viva-Í aun en medio de las molestias y sinsabores que toda convivencia lleva consigo, nadie duda que es un bien. A nadie se le ocurre pensar que sea un mal el hecho de que un matrimonio se integre vitalmente, de modo que los dos cónyuges vivan unidos de por vida; todos están de acuerdo en que esto es un bien, y no sólo un bien, sino lo mejor. Pero esto es lo nuclear de la ley natural por lo que respecta a la perpetuidad. Este aspecto de la ley natural, dado que tal ley es también tendencia natural y no una mera voluntad exterior, quiere decir que la pareja está llamada a vivir unida de por vida. Y porque es natural, ocurre que la mayoría de los matrimonios duran toda la vida. Aun en los países de mayores porcentajes y facilidades divorcistas, alrededor del ochenta por ciento -aproximadamente- de los matrimonios permanecen unidos. No quiere decir esto que alcancen todos la integración ideal. La persona humana, en el estado actual de su naturaleza, no da lugar a realidades excesivamente ideales, ni de eso se trata. También a través de situaciones más o menos prosaicas y más o menos vulgares la ley natural se cumple en su esencia. La perpetuidad del matrimonio, porque es algo natural, que obedece a un impulso de la naturaleza humana, se cumple en la mayor parte de los casos.<br /><br />A nadie se le ocurre pensar que el divorcio sea lo bueno para el matrimonio, aquello a lo que los casados han de tender; todos están de acuerdo en que lo bueno -y por lo tanto, lo que han de buscar los casados- es que la pareja viva unida toda la vida. Sólo frente a un mal -una situación insostenible, un defecto de alguno de los cónyuges, una conducta desarreglada, etc.- los divorcistas sostienen que es peor que sigan unidos a que se divorcien.<br /><br />Que la situación del separado es dolorosa es verdad; que es ardua y difícil también lo es, por lo menos en términos generales. Y que esta situación puede desaparecer volviéndose a casar -si es que esta vez no persisten las causas del anterior fracaso- nadie lo duda. Pero, ¿la nueva situación es realmente buena? Si sólo nos fijamos en la cáscara de la realidad, habría que decir que sí. Sin embargo, una conciencia cristiana -y toda conciencia humana, pues es algo que atañe ala ley natural- no debe permanecer en la mera exterioridad de la situación. En fin de cuentas, por la cáscara no se distinguen fácilmente los huevos podridos de los frescos. Una manzana, que es un gozo para la vista, puede resultar llena de gusanos cuando se parte.<br /><br />Como es lógico, no voy ahora a desgranar los múltiples argumentos antidivorcistas. Para lo que interesa en este momento basta recordar que, por mucho que nos cueste verlo por la razón, sabemos por revelación de Cristo y por el Magisterio de la Iglesia que el divorcio no es bueno, y que por ello no es posible; la nueva unión es un adulterio. Aunque su cáscara dé impresión de bondad, su fruto es amargo.<br /><br />CLARIDAD DE DOCTRINA<br /><br />Esta doctrina, sin duda, no suena grata a nuestros oídos; incluso es posible que no acabemos de. ver la razón de que así sea, y las explicaciones que nos dan los autores -las hay muchas y muy acertadas- quizá no acaben de convencernos del todo, y en el fondo de nuestro corazón algo nos diga que nuestra razón no termina de aquietarse. Si tal ocurre, no importa, mientras la fe permanezca firme. Cuando Cristo enseñó la indisolubilidad del matrimonio, los discípulos no le dijeron, como en otra ocasión en la que tampoco entendieron demasiado: «¿A quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Io. 6, 68); ni tampoco se limitaron a aceptar su enseñanza sin más. Le contestaron de una forma que parece oscilar entre desgarrada y levemente protestada. A lo que el Divino Maestro respondió, no con nuevos argumentos o explicándoles más el contenido a las razones de indisolubilidad, sino con estas palabras: « No todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido dado» (Mach. 19, 10-11).<br /><br />No sabría decir -ni los exégetas me lo han aclarado del todo- si al afirmar lo de que no todos entienden esto, el pronombre esto se refiere a la indisolubilidad, o a que es preferible no casarse. Parece más bien que se trata de lo segundo, pero en todo caso se llega a lo mismo, que la indisolubilidad resulta una doctrina dura y que, cuando la vida conyugal fracasa, esta propiedad del matrimonio se convierte en una cruz, como también lo pueden ser la lucha y el sacrificio, a veces heroicos, de los cónyuges por evitar el fracaso de su vida matrimonial, que es la primera y principal obligación que la indisolubilidad y el amor conyugal imponen. De lo que un cristiano no puede dudar es de que la cruz es salvación y el supremo bien de esta vida.<br /><br />Volviendo, para terminar, al principio, la tendencia divorcista se debe también a la pérdida de los valores familiares. Se trata de algo muy claro, hasta el punto de que las razones que más a menudo se aducen en contra del divorcio van por esta línea. Por ello son tan conocidas, que me creo dispensado de volver a exponerlas, no sea que abuse más de la cuenta de la paciencia con que me están escuchando.<br /><br />DIVORCIO Y ANTIGUO TESTAMENTO<br /><br />15.-Es corriente oir que, así como el hombre fue dispensado de la indisolubilidad en determinados momentos históricos (en el Antiguo Testamento), la Iglesia hoy, en ciertos casos, también lo podría hacer. ¿Qué piensa el Profesor Hervada de esto? <br /><br />- Pues pienso que el corazón humano es muy dado a pedir dispensas en este campo (también en otros, pero suele callárselo más). Es la inclinación al desorden, especialmente llamativa -aunque no tan profunda como la soberbia- en las relaciones entre varón y mujer. «Viendo los hijos de Dios la hermosura de las hijas de los hombres, tomaron de entre todas ellas por mujeres las que más les agradaron. Dijo entonces Dios: no permanecerá mi espíritu en el hombre para siempre porque es carnal» (Gen. 6, 2-3). Así ocurrió en los principios de la humanidad y, más o menos así, siguen los hombres hasta hoy.<br /><br />Decía que el hombre es muy dado a pedir dispensas en ese campo, y tanto lo es, que hubo un tiempo en el que Dios mismo condescendió en punto al repudio. Sí, el pueblo de Israel fue dispensado, en cierta medida, de la indisolubilidad, después que otros muchos pueblos practicasen el repudio. Y parece que algunos cristianos sienten todavía nostalgia de esta dispensa. Les parece que tal favor bien podría ser de nuevo otorgado. Pero me temo que ni ellos mismos estén muy convencidos de que puedan obtenerlo.<br /><br />Yo diría que esos «nostálgicos» no han meditado bien la Sagrada Escritura. Cristo lo dijo bien claro: se concedió la dispensa propter duritiam cordis (Mt. 19, 8), por la dureza y malicia del corazón; esa dureza y malicia es de donde arranca la nostalgia y la dispensa. No tanta malicia como en la soberbia y sí bastante debilidad -«porque el hombre es carnal»-, pero malicia y dureza al fin y al cabo. El Antiguo Testamento dejó bien claro por boca de Malaquías que «ha dicho el Señor Dios que detesta el repudio» (Mal. 2, 16).<br /><br />Dios quitó a los cristianos la dispensa porque les ha dado algo mejor: la gracia, que -recibida por el sacramento vence la dureza y la malicia del corazón. Cristo derogó la dispensa, porque repristinó al matrimonio a su primera dignidad y lo enriqueció sobreabundantemente por la sacramentalidad.<br /><br />Frecuentemente se olvida un dato de importancia capital. El repudio o el divorcio no son bienes; si en algunos casos parecen un bien, es un engaño de la razón. Si fuesen un bien, lo mejor en esos casos, ¿cómo Dios iba a mantener la indisolubilidad en ellos?<br /><br />La dispensa de referencia fue una manifestación de tolerancia (se toleraba un mal, el repudio) en el contexto del estado de naturaleza caída no redimida, en un cierto estado de degradación de la persona respecto a su condición primigenia. Una vez redimido el hombre y repristinado el matrimonio, la tal dispensa carece de sentido. Si me permiten la imagen, diría que esa dispensa sería un deshonor, como el adulto se siente injuriado si le tratan como un niño, como se sentía deshonrado el noble si le trataban como un villano. Al hombre redimido por Cristo no le van dispensas de la ley natural. Si fuese necesaria o conveniente la dispensa, sería signo de que la gracia era insuficiente.<br /><br />El punto que estamos tratando es un capítulo más de la ley mosaica, porque ha sido libertado de la «maldición de la ley» (Gal. 3, 13). La Biblia pone en boca de Dios, al contemplar la humanidad caída, estas palabras: «No permanecerá mi espíritu en el hombre para siempre, porque es carnal». Por la redención, el hombre se ha hecho vencedor de la carne y ha recibido el espíritu de Dios; a quienes todavía sienten nostalgia de las dispensas mosaicas, bien les viene el reproche de San Pablo a los gálatas: «¿Tan insensatos sois, que habiendo comenzado en espíritu, ahora acabáis en carne?» (Gal. 3, 3).<br /><br />No, la dispensa de la indisolubilidad no sería ningún favor, sino un flaco servicio a la dignidad del cristiano y un desprecio a la fuerza, de la gracia. ¿Iba Dios a querer para sus hijos algo que El detesta? ¿Es lógico que un cristiano, hijo de Dios, desee lo que Dios aborrece?<br /><br />Los que dicen que la Iglesia podría dar tales dispensas se merecen la respuesta que un Papa medieval dio a cierto personaje cuando le pidió que disolviese un matrimonio, fundado en razones parecidas: «Maledictus qui te docuit». Maldito quien te enseñó esta patraña.<br /><br />__________________________<br /><br />(*)Javier Hervada, Doctor en Derecho y en Derecho Canónico. Catedrático de Derecho Canónico y Eclesiástico del Estado. Emeritus professor of Legal Philosophy and Natural Law. Canon Law, Human Rights, Marriage. Universidad de Navarra.<br /><br />Del libro, Diálogos sobre el amor y el matrimonio. Colección Cultural de bolsillo, Nuestro Tiempo.MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-40078378392872047832006-12-02T12:44:00.002-08:002006-12-02T13:40:27.608-08:00CHARLAS DE PREPARACION AL MATRIMONIOEL MATRIMONIO EN EL PLAN DE DIOS<br /><br /> <br /><br />¿No habéis leído que al principio el Creador "los hizo hombre y mujer" y dijo: Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre.[1]<br /><br />¿Qué es el matrimonio? ¿De dónde proviene?<br /><br />La familia arranca de la comunión conyugal que el Concilio Vaticano II califica como "alianza", por la que el hombre y la mujer "se entregan y aceptan mutuamente".[2]<br /><br />El Matrimonio es la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole.[3]<br /><br />La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de las manos del Creador. El matrimonio no es una institución meramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes. (...) existe en todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial.[4]<br /><br />La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar.[5]<br /><br />El matrimonio, el matrimonio sacramento, es una alianza de personas en el amor. Y el amor puede ser profundizado y custodiado solamente por el amor, aquel amor que es "derramado" en nuestros corazones "por el Espíritu Santo que nos ha sido dado."[6] (...) Esta "fuerza del hombre interior" es necesaria en la vida familiar, especialmente en sus momentos críticos, es decir, cuando el amor —manifestado en el rito litúrgico del consentimiento matrimonial con las palabras: "Prometo serte fiel... todos los días de mi vida"— está llamado a superar una difícil prueba.[7]<br /><br />El Matrimonio cristiano es pues el sacramento por el cual un hombre y una mujer firman un pacto sagrado. Como Cristo instituyó este sacramento, El también les da al hombre y a la mujer una vocación para el matrimonio. Por eso en el pacto intervienen no sólo un hombre y una mujer, sino también Cristo.<br /><br />Así como los que son llamados al sacerdocio o a una vocación religiosa dedican gran parte de su tiempo a la oración y a la preparación, los llamados al matrimonio también deben dedicar tiempo a la oración, preparándose para recibir este sacramento.<br /><br />Estar concientes de que el matrimonio es una vocación (llamada) a la santidad para la cual Cristo nos llama y, por tanto, buscar ser fieles a este llamado, es encontrar la clave para un matrimonio feliz. En la unión del matrimonio, Cristo da al esposo y a la esposa la gracia sacramental necesaria para realizar sus deberes maritales.[8]<br /><br />Al venir a restablecer el orden inicial de la creación alterado por el pecado, el propio Jesús le ha dado a la gente la fuerza y la gracia necesarias para vivir su matrimonio en la nueva dimensión del reino de Dios. Al seguir a Cristo, negándose a ellos mismos, y cargando sus cruces, los esposos podrán, con la ayuda de Cristo, aceptar[9] y vivir el significado original del matrimonio.[10]<br /><br />Al establecer el matrimonio como una vocación en la vida, Dios le dió las características que permiten al amor humano alcanzar su perfección y que la vida familiar sea plena y fructífera. Por su propia naturaleza, la sociedad que se establece se orienta hacia el bien de la pareja y de los hijos que ésta traiga al mundo.[11] Fuera del matrimonio, o sin una realización adecuada de su naturaleza, no existen las condiciones adecuadas para que el amor humano fructifique ni para que la vida familiar sea exitosa.<br /><br />Queda pues claro que el matrimonio no fue inventado por el hombre. El propio Dios lo estableció cuando creó a nuestros primeros padres en el paraíso terrenal. Desde el principio, el matrimonio ha sido mucho mas que una institución humana. Es una institución sabia de Dios para realizar en la humanidad su designio de amor. La sociedad íntima de la vida y amor en el matrimonio ha sido establecida por el Creador y dotada de sus propias leyes. Dios Mismo es el autor del matrimonio.[12]<br /><br />¿A qué nos referimos cuando decimos que el Matrimonio fue elevado por Cristo a Sacramento?<br /><br />Para los cristianos, Cristo elevó esta unión de esposo y esposa a la dignidad de sacramento. Se convirtió en un pacto sagrado, una imagen de la unión de Cristo y de su Iglesia y una fuente de gracia especial. San Pablo escribió: Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella para santificarla...[13]<br /><br />Nuestro modelo para el matrimonio no puede basarse en imágenes propagadas por la sociedad, sino en Cristo, su Iglesia y la Sagrada Familia.<br /><br />El verdadero significado del matrimonio sólo puede provenir de Jesucristo a través de la Iglesia. El matrimonio requiere de un conocimiento básico de la fe cristiana y de la verdadera naturaleza del sacramento del Matrimonio.<br /><br />Por tanto, entre bautizados, no puede haber contrato matrimonial válido que no sea por eso mismo sacramento.[14]<br /><br />Un matrimonio, contraído válidamente entre personas bautizadas, siempre es un sacramento de Cristo y de su Iglesia.[15] Por la gracia del Sacramento del matrimonio cristiano, los esposos están unidos el uno al otro en la forma más profunda e indisoluble. La pertenencia de uno al otro es la representación real, por medio del signo sacramental, de la propia relación de Cristo con la Iglesia.[16]<br /><br /> <br /><br /><br />[1] Mateo 19, 4-6<br />[2] C.A.F. 7 y GS 48<br />[3] C.I.C. 1055,1<br />[4] C.C.C. 1603<br />[5] ibid. y GS 47, 1<br />[6] Rom. 5,5<br />[7] C.A.F. 7<br />[8] Cf. Mateo 19, 10<br />[9] Cf. Mateo 19, 11<br />[10] Cf. C.C.C. 1615<br />[11] Cf. C.I.C. 1055.1 y C.C.C. 1601, 1660<br />[12] Cf. C.C.C. 1603; G.S. 48 y H.V. 8<br />[13] Efesios 5, 25<br />[14] C.I.C. 1055.2<br />[15] Cf. C.I.C. 1055.2 y C.C.C. 1617<br />[16] Cf. C.C.C. 1617 y F.C. 13<br /><br /><br />Abreviaciones:<br /><br />C.A.F<br /><br />Carta a las familias, Ediciones Paulinas, México 1994<br /><br />C.C.C<br /><br />Catecismo de la Iglesia Católica, Ronma, Librería Editrice Vaticana, 1992. .<br /><br />C.I.C<br /><br />Codex Iuris Canonici (Código de Derecho Canónico) Ediciones Paulinas, México, 1983<br /><br />D.E.<br /><br />Directorio para el Ecumenismo, National Conference of Catholic Bishops (N.C.C.B)<br /><br />(Conferencia Episcopal de los Estados Unidos), Origins vol 23, no. 9, julio 29, 1993<br /><br />F.C.<br /><br />Familiaris Consortio: El papel de la Familia en el Mundo Moderno. Juan Pablo II, Roma, Librería Editrice Vaticana, 1981<br /><br />S.C.A.<br /><br />Siga el Camino del Amor: Mensaje Pastoral para las Familias, N.C.C.B., Origins vol no. 25, 1993<br /><br />G.S.<br /><br />Gaudium et Spes, Concilio Vaticano II, 1985<br /><br />G.E.<br /><br />Gravissimum educationis, Concilio Vasticano II, 1965<br /><br />H.V.<br /><br />Humanae Vitae. Paulo VI. Librería Editrice Vaticana, 1968<br /><br />L.G.<br /><br />Lumen Gentium, Concilio Vaticano II, 1964<br /><br />M.D.<br /><br />Mulieris Dignitalis. Juan Pablo II. Roma, Librería Editrice Vaticana, 1988<br /><br />N.C.C.B.<br /><br />National Conference of Catholic Bishops of the United States (Conferencia Episcopal de los Obispos Católicos de Estados Unidos.<br /><br />O.C.J.<br /><br />One in Christ Jesus (Uno en Cristo Jesús): Toward a Pastoral Response to the Concerns of Women for Church and Society, por la N.C.C.B., Ad Hoc Committee for a Pastoral Response to Women's Concerns, Origins vol 22; no. 29, 1993.<br /><br />S.C.<br /><br />Sacrosantum Concilium, Concilio Vaticano II, 1963<br /><br /> <br /><br />¿QUE BENEFICIOS TRAE A LOS ESPOSOS EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO<br /><br /><br /><br />La sociedad actual tiende a menospreciarse el valor del Matrimonio cristiano. Pero la Iglesia, guardiana del deseo de su Señor, viene a recordarnos la verdad que nos hace libres. Los esposos cristianos están llamados a encontrar en su matrimonio y su familia el camino del Cielo, y el sacramento les da para ello un aumento de la gracia santificante (*). <br /><br />Cuando los novios salen del templo, sus almas se encuentran más fuertes y más bellas espiritualmente que cuando, unos minutos antes, entraron a él. Es, por tanto, muy conveniente que los contrayentes reciban este sacramento libres de pecado mortal. <br /><br />Por ello, se recomienda vivamente que antes de su boda se acerquen a recibir el sacramento de la reconciliación o penitencia. Sin embargo, aunque uno o ambos se casen sin esa limpieza del alma, el sacramento del matrimonio no dejaría de producirse, con tal que se cumplan las demás condiciones.<br /><br />Junto al aumento de la gracia que abre el Cielo (dijimos que se llama gracia santificante), el Matrimonio da su propia gracia específica, llamada gracia sacramental. Ésta consiste en el derecho a recibir de Dios todas las ayudas necesarias para que los esposos puedan amarse en Cristo sin infidelidad y para siempre, así como el derecho a recibir todos los auxilios materiales y espirituales exigidos para la fundación de su hogar. <br /><br />Esta gracia sacramental acompaña a los esposos durante todos los días de su existencia en la tierra, hasta la muerte. Cuando el mal rato del esposo (o de la esposa), decaído ante el cúmulo de dificultades cotidianas, le lleva a sentirse víctima y a pensar que casarse fue un error, ése es el momento de recordar que él (o ella) tiene la garantía de recibir todas las gracias necesarias en esa situación, la garantía de recibir toda ayuda divina que pueda requerir para fortalecer su flaqueza y superar la dificultad. <br /><br />La gracia especial del Matrimonio otorga así la generosidad y la responsabilidad para engendrar y educar a los hijos; la prudencia y la discreción en los innumerables problemas que la vida familiar lleva consigo; capacita a los esposos para acomodarse el uno a los defectos del otro y sobrellevarlos. Todo esto es lo que la gracia del Matrimonio puede hacer por aquellos que, con su cooperación, dan a Dios la oportunidad para mostrar su grandeza. <br /><br />El sacramento del Matrimonio proporciona a los esposos y a los padres todas las gracias de Nazaret, modelo de los hogares cristianos. Es, podríamos decir a modo de resumen, el sacramento de la vida familiar en Cristo.<br /><br />……………..<br />(*) La gracia santificante que se recibe en el Bautismo es aquel don que nos hace participar de la misma vida de Dios. Si al momento de morir tenemos este don, alcanzamos la vida eterna. La gracia santificante se pierde por el pecado mortal y puede recuperarse con el arrepentimiento y la confesión.<br /><br /><br />P. Ricardo Sada Fernández<br /><br /><br /><br />¿QUIEN Y PARA QUÉ INSTITUYÓ EL MATRIMONIO?<br /><br /><br />Al principio mismo de la humanidad, cuando dio a Eva como compañera de Adán, estableció Dios la institución matrimonial. Al ser Dios quien estableció la institución matrimonial, es Él mismo quien fijó sus leyes. <br /><br />Aseguraba de esa manera en primer lugar la propagación de la especie humana, tal como enseña la Biblia: Dios los bendijo diciéndoles: Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra (Génesis 1,28).<br /><br /><br />Pero Dios, al instituir el Matrimonio, no tuvo como fin exclusivo poblar la tierra. No es bueno que el hombre esté solo, dijo Dios cuando Adán dormía en el Paraíso. Le haré una compañera semejante a él (Génesis 2,18).<br /><br />Al crear dos sexos distintos, Dios quiso además que el varón y la mujer se complementaran el uno al otro, que se apoyaran el uno en el otro, que se amaran y contribuyeran a su mutuo crecimiento espiritual. <br /><br />La institución matrimonial da origen a la familia, y su estabilidad es evidente, pues no sólo se trata que nazcan hijos, sino que además se requiere del padre y la madre que los trajeron al mundo, para darles cuidado y cariño. Esa unión de personas, la familia, resulta el lugar propicio para la perfección del individuo, ya que ella se origina y crece en el terreno del amor (amor de los esposos entre sí, de los padres a los hijos, de los hijos a los padres, de los hermanos, y de los parientes en general).<br /><br />En esa unión de por vida de un hombre y una mujer, el Dios de toda bondad determinó que tanto sus mentes como sus corazones y sus cuerpos se fundieran en una unidad nueva y más rica, unidad que habría de ser para ellos camino de salvación.<br /><br /><br />¿POR QUÉ INTERVIENE LA IGLESIA EN LOS MATRIMONIOS?<br /><br /><br /><br />Por tratarse de un sacramento, sólo a la Iglesia corresponde juzgar y determinar todo aquello que se refiere a la esencia del Matrimonio cristiano. La razón es que el contrato matrimonial entre los cristianos es inseparable del sacramento, y sólo la Iglesia tiene poder sobre los sacramentos (*).<br /><br />La autoridad civil tiene competencia sólo sobre los efectos meramente civiles del matrimonio de los cristianos, entre los que se encuentran la unión o separación de bienes, su administración y su sucesión, la herencia que corresponde al cónyuge y a los hijos, etc. (**)<br /><br />Habrá que decir también que el matrimonio entre no bautizados no está sujeto a las leyes eclesiásticas (quienes no están bautizados no pueden recibir sacramentos; ellos reciben el matrimonio sólo como institución natural), aunque sí lo está a las leyes e impedimentos justos establecidos por la ley civil.<br /><br />Esto, por supuesto, no significa que las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio (por ejemplo, que sea de uno con una y para siempre) no sean aplicables a los no cristianos, ya que todo lo que declara como perteneciente a la ley natural, se aplica a todos los hombres.<br /><br />...................<br /><br />(*) Por eso, establece el Código de Derecho Canónico que “las causas matrimoniales de los bautizados corresponden al juez eclesiástico” (c. 1671). Y lo mismo se puede decir del establecimiento y dispensa de impedimentos.<br /><br />(**) Ver Código de Derecho Canónico, cánones 1059 y 1672<br /><br /><br /><br /> ¿QUE CARACTERÍSTICAS ESENCIALES TIENE EL MATRIMONIO<br /><br /><br /><br />Las características esenciales del matrimonio son tres (1): <br /><br />- la unidad (de uno, con una),<br /><br />- la indisolubilidad (para siempre) y<br /><br />- la apertura a la fecundidad (el matrimonio es para procrear). <br /><br /><br />La unidad indica que un hombre sólo puede tener una esposa, y la mujer sólo un marido. <br /><br />Desde el principio estableció Dios la unidad de la institución matrimonial, cuando dijo: ...dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y vendrán los dos a ser una sola carne. ( 2) El hecho de formar una sola carne hace de este vínculo una realidad exclusiva: de uno, con una.<br /><br />En efecto, Dios prescribió la unidad matrimonial desde que instituyó el matrimonio, para asegurar mejor la paz de la familia y la educación y bienestar de los hijos.<br /><br />Sí permite Dios, en cambio, contraer sucesivamente un nuevo matrimonio, una vez disuelto el vínculo anterior por la muerte de uno de los cónyuges.<br /><br />Otra característica esencial del matrimonio es la indisolubilidad. <br /><br />Significa que la unión es permanente, es decir, que ha de continuar así mientras vivan los cónyuges. El divorcio civil no disuelve el vínculo conyugal, aunque así (falsamente) lo establezca la ley civil. Una vez que un hombre y una mujer se han unido en matrimonio consumado no hay poder en la tierra que pueda disolver ese vínculo. Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre, (3) dijo Jesús, con su autoridad de Supremo Legislador.<br /><br />El vínculo matrimonial es, pues, por institución divina, perpetuo e indisoluble, de modo que una vez contraído no puede romperse sino con la muerte de uno de los cónyuges.<br /><br />El que los esposos tengan clara conciencia de la indisolubilidad de su unión, les ayudará a poner todo su empeño en evitar las causas o motivos de desunión, fomentando el amor y la tolerancia mutua.<br /><br />La apertura a la fecundidad es otra característica esencial del matrimonio. <br /><br />Quienes se casan han de tener la intención de procrear. Si después eso no se da (por ejemplo, porque uno de los dos es estéril), el matrimonio es válido. Pero no lo sería, por ejemplo, si establecieran el vínculo matrimonial con la intención de no procrear, evitando absolutamente la descendencia.<br /><br />……………<br /><br />(1) Ver Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1664<br /><br />(2) Génesis 2,24<br /><br />(3) Mateo 19,6<br /><br /><br /><br />¿COMO SE ESTABLECE UN MATRIMONIO?<br /><br /><br />La Iglesia enseña que el intercambio de los consentimientos entre los esposos es el elemento indispensable "que hace el matrimonio" (1). Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.<br /><br />El consentimiento consiste en el acto libre en que expresan Yo te acepto como esposa - Yo te acepto como esposo .<br /><br />Es importante hacer notar que en el momento del matrimonio no se pregunta: "¿Están ustedes seguros de quererse mucho?", sino se pregunta: "¿Aceptas por esposa a...? En otras palabras, lo que establece el vínculo no es el amor (que se supone implícito) sino el compromiso de hacerse esposo (o esposa) como algo debido. <br /><br />Haber aceptado el contrato de ser esposo o esposa implica que cada uno tiene derecho al deber conyugal del otro, y eso es precisamente lo que han concertado: la estabilidad de una relación con derechos y deberes, cuya finalidad es la procreación. En otras palabras, ser esposo o esposa significa ceder los derechos sobre el propio cuerpo en orden a los actos que de suyo son aptos para la procreación.<br /><br />El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo (2). Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento (3). Si esta libertad falta, el matrimonio es nulo.<br /><br />El sacerdote (o el diácono) que asiste a la celebración del matrimonio, recibe el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y da la bendición de la Iglesia. La comunidad cristiana es testigo de ese consentimiento mutuo.<br /><br />…………..<br /><br />(1) Código de Derecho Canónico, canon 1057,1<br /><br />(2) Código de Derecho Canónico, canon 1103<br /><br />(3) Código de Derecho Canónico, canon 1057 & 1<br /><br /><br /><br />¿POR QUÉ LA IGLESIA NO PERMITE LOS PRESERVATIVOS NI LOS ANTICONCEPTIVOS?<br /><br /><br /><br />La Iglesia enseña que va contra la ley de Dios el empleo de métodos artificiales de control de la natalidad, sean físicos (como los preservativos), o químicos (como cualquier píldora anticonceptiva, espermaticidas, etc.). <br /><br />También enseña que es contrario a la ley de Dios el acto sexual interrumpido (llamado onanismo), que consiste en que el varón derrame fuera de la mujer precisamente porque no desean concebir. <br /><br />La Iglesia enseña también que es un pecado muy grave cualquier método abortivo (por ejemplo, la llamada “píldora del día siguiente” o el dispositivo intrauterino o diu), porque en ellos no sólo se impide una nueva concepción sino que se mata a un ser humano recién concebido. <br /><br />Enseña también que es pecado la esterilización voluntaria, es decir, la vasectomía en el varón y la ligadura de trompas en la mujer, métodos ambos que buscan evitar definitivamente la procreación.<br /><br />¿Por qué todos esos métodos son contrarios a la ley de Dios?<br /><br />Porque la unión sexual es el instrumento que Dios ha previsto para hacer lo más grande que realiza el hombre: traer nuevas criaturas al mundo, nuevos seres humanos, creados a su imagen y semejanza y destinados a vivir para siempre. Esto da al sexo una enorme dignidad y hace que sea, como ya dijimos, algo divino, sagrado. Cuando un hombre y una mujer se unen sexualmente, Dios está ahí, dispuesto a llevar a cabo su maravillosa obra creadora de nuevas personas humanas.<br /><br />Al controlar artificialmente los efectos de la unión sexual, manipulamos a Dios, le desviamos su plan. Siendo el Señor y Dueño de todo, pretendemos excluirlo de un ámbito fundamental: el origen de la vida. Y Él, que como Dueño y Señor del mundo ha dictado leyes, resulta burlado por un procedimiento que va en contra de su proyecto. Ir en contra del proyecto de Dios siempre es un pecado.<br /><br /><br /><br />PARECE QUE LA IGLESIA ESTA CONTRA EL SEXO, ¿NO?<br /><br /><br /><br />Para la Iglesia la comprensión del sexo es y ha sido siempre muy positiva. Lo entiende como algo maravilloso. Sí, maravilloso, porque Dios lo pensó como FUENTE DE AMOR Y DE VIDA. Dios inventó el sexo, podríamos decir, de Él procede y tiene ante él una enormemente importancia, ya que Dios es también Amor y Vida. <br /><br />Por ello, el sexo no puede ser malo en absoluto. Si Dios quiso añadir a la unión corporal entre hombre y mujer un intenso placer físico no es para ponernos piedras de tropiezo, sino para encender y aumentar el amor de los esposos y, como fruto de ese amor, originar nuevas vidas.<br /><br />El problema viene cuando se disocian voluntariamente esos dos componentes, el amor y la vida. Entonces el sexo se convierte en algo enormemente destructivo. <br /><br />Ocurre algo parecido al fuego: el fuego es maravilloso, basta ver su centellear en mil tonos de amarillo y rojo en una chimenea mientras escuchamos el crepitar de los troncos. Pero si a continuación vemos ese fuego en los pisos, paredes y techo de la casa, ya no nos parecerá maravilloso. Se convertirá en algo terrible. Así sucede también con el sexo. <br /><br />Integrado en el amor mutuo y definitivo de un hombre y una mujer que respetan el plan divino, es algo grandioso. Fuera de él, a pesar de su apariencia atractiva y fascinante, como el fuego en las paredes y techo de la casa (a Nerón le resultaba fascinante el incendio de Roma), la destrucción que puede ocasionar es terrible. Tanto, que acabe con la felicidad presente y posiblemente también con la futura felicidad matrimonial.<br /><br /><br />¿QUE ES NECESARIO PARA QUE UN MATRIMONIO FUNCIONE?<br /><br /><br />Delicadeza, ternura, reconocer y valorar al otro, comunicación y sexualidad vivida de acuerdo a la ley de Dios. Dicen los expertos que hay “amores horizontales”, es decir, amores que se mantienen con poco esfuerzo. En estos amores habrá que incluir el amor que una madre tiene por sus hijos, el que todos tenemos al lugar donde hemos nacido y crecido, el amor al equipo de futbol, etc.<br /><br />Hay otros amores que no son como los anteriores. Se denominan “amores verticales”. Entre ellos hay que incluir el amor a Dios, así como el amor al propio cónyuge y también el amor al trabajo. La característica de los amores verticales es que, si no se cultivan cada día, comienzan a declinar. Si aquello continúa sin ponerse remedio, desaparece el interés y se buscan sustitutos: no es difícil entonces que se comience uno a fijar más en alguien distinto al propio cónyuge.<br /><br />El amor entre esposos se cuida a base de pequeños detalles. Como hemos venido diciendo, tratando al otro como persona, y no como mero cuerpo para ser utilizado. Interesándose por su verdadero bien, adelantándose a sus gustos y necesidades, sabiendo servirse mutuamente. <br /><br />La mejor señal de que el amor entre los esposos se afianza es que ellos crezcan juntos en el amor a Dios. Ellos cuentan, gracias al sacramento, no sólo con su amor natural sino también con el amor de Cristo. Rezar cada día en común, asistir a la Misa dominical, bendecir los alimentos, reservar momentos de oración, tener en el hogar un crucifijo y una imagen de la Santísima Virgen les hará comprender que Dios está en su casa, en su amor y protegiendo a su familia.<br /><br /><br />¿ES DISTINTO EL AMOR DE NOVIOS QUE EL AMOR DE ESPOSOS?<br /><br /><br />A veces se comparan los cambios del amor entre el noviazgo y el matrimonio a aquello que realizó Jesús un día que fue invitado a una boda, en la ciudad de Caná. Lo que hizo Jesús en las bodas de Caná fue convertir el agua en vino. Otro tanto ocurre cada vez que se celebra un matrimonio en presencia de Jesús: el amor humano se convierte en amor sobrenatural.<br /><br />Conviene que los novios sepan dos cosas respecto a su futuro amor matrimonial, las dos muy importantes. La primera, que el sacramento del matrimonio no crea el amor, simplemente transforma el que ya existía. Jesús en Caná no creó vino, sino que se limitó a convertir en vino el agua que había dentro de las tinajas. <br /><br />En segundo lugar, tu novio(a) y tú no han de temer nada de esa transformación. Lejos de desvirtuar su mutuo amor humano o de hacerlo palidecer, el amor sobrenatural viene a enriquecerlo. Así él(ella) y tú adquirirán nuevas energías para seguir queriéndose, para superar la rutina o el fastidio, para poder perdonarse setenta veces siete. <br /><br />Al fin y al cabo, todo pecado es una forma de egoísmo y el egoísmo es un impedimento para el amor mutuo. Por el contrario, cuanto más cerca de Cristo están quienes se aman, más próximos se hallan el uno del otro, de la misma manera que dos radios se aproximan entre sí a medida que se acercan al centro de la circunferencia.<br /><br />Tras la recepción del sacramento, permanecerán inalterables todos los atractivos, gracias y alicientes que hacen deseable el amor humano. Exactamente lo mismo que sucede con el pan y el vino en la Misa. Cuando se consagran en pan y el vino, sigue sabiendo a vino y a pan. Así sucede con nuevo amor (amor sobrenatural) que comienza en el sacramento: conserva íntegro todo el sabor del amor carnal, pero ha quedado sublimado. Podrás decirle a Jesús, luego de experimentar su presencia en tu nuevo hogar, que ‘ha reservado el mejor vino para el final’, es decir, que el amor humano compartido con Jesús es incomparablemente mejor que el solo amor humano.<br /><br />Y no tendrás sino motivos de agradecimiento porque Él quiso un día, en Caná, bendecir con su Amor divino el amor humano de los esposos.MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-37138897602665000882006-12-02T12:44:00.001-08:002006-12-02T13:44:48.932-08:00HOMILIAS MIAS SOBRE EL MATRIMONIOLA ANÉCDOTA DE BISMARK<br /><br />"Me caso contigo porque te quiero, pero para seguir queriéndote"<br /><br /><br /><br />PARA SEGUIR QUERIENDO...ES NECESARIO<br /><br />1. Dar el corazón entero: "Corazones partidos yo no los quiero"...<br /><br />2. Cuidar las cosas pequeñas del amor...Corintios, 13<br /><br /><br /><br />TODOS QUEREMOS UN AMOR CONTAGIOSOMANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-35307936531212371902006-12-02T12:43:00.000-08:002006-12-02T13:21:06.871-08:00LECTURAS PARA LA CELEBRACION DEL MATRIMONIOGénesis 1, 26-28, 31a<br /><br />Macho y hembra los creó<br /><br />Génesis 24, 48-51, 58-67<br /><br />Isaac amó a Rebeca y así se consoló de la muerte de su madre.<br /><br />Tobías 7, 9-10, 11-15<br /><br />Que el Señor los mantenga unidos hasta la vejez y los llene de bendiciones.<br /><br />Cantar de los cantares 2, 8-10, 14, 16a; 8, 6-7a<br /><br />El amor es tan fuerte como la muerte.<br /><br />Eclesiástico 26, 1-4, 16-21.<br /><br />Como la salida del sol es la belleza de una buena esposa en una casa bien atendida.<br /><br />Jeremías 31, 31-32a, 33-34a.<br /><br />Haré un nuevo pacto con la Casa de Israel y de Judá.<br /><br /><br /><br /><br /><br />Lectura de la carta de San Pablo a los Efesios 5, 2a, 21-33<br /><br />Sigan el camino del amor, a ejemplo de Cristo que los amó a ustedes, entregándose por nosotros.<br /><br />Sométanse unos a otros por consideración a Cristo. Que las esposas se sometan a sus maridos como al Señor, porque Cristo es la cabeza de la Iglesia y la salva, así el esposo es la cabeza de la esposa; y como la Iglesia se somete a Cristo, así deben someterse las esposas a sus maridos en todo. Los esposos deben amar a sus esposas, así como Cristo amó a la Iglesia y se sacrificó por ella para santificarla. Quería que esta esposa fuera santa y por eso la limpió con el bautismo del agua junto a la palabra. Deseaba presentársela a sí mismo muy gloriosa, sin mancha ni arruga, ni nada parecido, sino santa e inmaculada. Del mismo modo, los maridos deben amar a sus esposas como aman a sus propios cuerpos . Para un hombre amar a su esposa es como amarse a sí mismo. Y nadie jamás ha aborrecido su cuerpo, al contrario lo alimenta y lo cuida. Eso es justamente lo que Cristo hace por la iglesia, pues es su cuerpo - y nosotros somos sus partes vivientes.<br /><br />Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse con su esposa y los dos formarán un solo ser.<br /><br />Este misterio es muy grande y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En resumen, también ustedes, que cada cual ame a su esposa como a sí mismo y que la esposa respete a su marido.<br /><br />Romanos 8, 31b-35, 37-39.<br /><br />¿Quién nos separará del amor de Cristo?<br /><br />Romanos 12, 1-2, 9-18<br /><br />Entreguen a Dios sus cuerpos como sacrificio vivo y santo que le agrade.<br /><br />I Corintios 6, 13c-15a, 17-20.<br /><br />Tu cerpo es templo del Espíritu.<br /><br />I Corintios 12, 31; 13, 8a.<br /><br />Si no tengo amor, no me hará bien.<br /><br />Colosienses 3, 12-17<br /><br />Sobre todo tienen amor, que es el enlace de la perfección.<br /><br />I Pedro 3, 1-9<br /><br />Ustedes deben de ponerse de acuerdo, sean compasivos y amen a sus hermanos.<br /><br />I Juan 3, 18-24.<br /><br />Nuestro amor debe ser real y activo.<br /><br />I Juan 4, 7-12<br /><br />Dios es amor.<br /><br />Revelación 19, 1, 5-9a<br /><br />Felices son aquellos que son invitados a la fiesta nupcial del Cordero.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />SALMO RESPONSORIAL Cf. Ps 128, 1-2, 2, 4-5<br /><br />R. (1a) Felices los que temen al Señor.<br /><br />o: R (4) Vean cómo bendice el Señor a quienes le temen.<br /><br />O Benditos son los que temen al Señor<br /><br />y siguen sus caminos<br /><br />Por el trabajo de sus manos comerán.<br /><br />Serán felices y prósperos. R.<br /><br />Tu esposa será como una vid fructífera<br /><br />en el corazón de tu casa;<br /><br />tus hijos como semillas del olivo,<br /><br />alrededor de tu mesa. R.<br /><br />En verdad será bendecido<br /><br />el hombre que teme al Señor.<br /><br />Que el Señor te bendiga desde Zión<br /><br />todos los días de tu vida. R.<br /><br />Salmo 33, 12 y 18, 20-21, 22<br /><br />R. (5b) La tierra está llena de bendiciones del Señor.<br /><br />Salmo 34, 2-3, 4-5, 6-7, 8-9<br /><br />R. (2a) Bendeciré al Señor todos los tiempos.<br /><br />o: R. (9a) Prueba y ve las bondades del Señor.<br /><br />Salmo 103, 1-2, 8 y 13, 17-18a<br /><br />R. El Señor es amable y misericordioso.<br /><br />o:<br /><br />R. (17) La misericordia del Señor es duradera para aquellos que le temen.<br /><br />Salmo 112, 1-2, 3-4, 5-7a, 7bc-8, 9<br /><br />R. (1b) Felices son aquellos que hacen lo que el Señor les ordena.<br /><br />o:<br /><br />R. Aleluya<br /><br />Salmo 145, 8-9, 10 y 15, 17-18<br /><br />R. (9a) El Señor es compasivo con todas sus creaturas<br /><br />Salmo 148, 1-2, 34, 9-10, 11-12ab, 12c-14a<br /><br />R. (12c) Oremos en nombre del Señor<br /><br /><br /><br />Lectura del Santo Evangelio según San Juan 2, 1-11<br /><br />Hubo una boda en Caná de Galilea. La madre de Jesus estaba ahí, y Jesús y sus discípulos también fueron invitados. Cuando se terminó el vino, porque el vino que tenían preparado para la boda se había terminado, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino". Jesús dijo: "Mujer ¿Por qué me lo dices? Mi hora no ha llegado todavía". Su madre les dijo a los sirvientes: "Hagan lo que él les diga". Había ahí seis tinajas de piedra, destinadas a las abluciones que acostumbraban los judíos, cada una contenía veintitrés galones. Jesús dijo a los sirvientes, "Llenen las jarras de agua" y ellos las llenaron hasta el borde. "Saquen un poco ahora" les dijo "y dénselo al mayordomo". Ellos lo hicieron; el mayordomo probó el agua, que se había convertido en vino. No teniendo idea de donde provenía -sólo los sirvientes que habían sacado el agua lo sabían- el mayordomo llamó al novio y dijo "la gente generalmente sirve el mejor vino primero, y guarda el más barato hasta que los invitados estén bebidos; pero tú guardaste el mejor vino hasta ahora".<br /><br />Este fue el primero de los signos dados por Jesús: fue dado en Caná de Galilea. El dejó que su gloria apareciera, y sus discípulos creyeron en él.<br /><br />Mateo 5, 1-12<br /><br />Regocíjense y alégrense, porque su premio será grande en el cielo.<br /><br />Mateo 5, 13-16<br /><br />Tu eres la luz del mundo.<br /><br />Mateo 7-21, 24-29<br /><br />El construyó su casa en la roca.<br /><br />Mateo 19, 3-6<br /><br />Así, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.<br /><br />Mateo 22, 35-40<br /><br />Este es el principal y primer mandamiento. El segundo es similar a éste.<br /><br />Marcos 10, 6-9.<br /><br />Ellos ya no son dos, sino un solo cuerpo.<br /><br />Juan 15, 9-12.<br /><br />Permanezcan en mi amor.<br /><br />Juan 15, 12-16.<br /><br />Este es mi mandamiento: ámense los unos a los otros.<br /><br />Juan 17, 20-26.<br /><br />Que ellos sean uno solo.<br /><br />Juan 17, 20-26<br /><br />Que ellos sean uno solo.MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-51184273386729499372006-12-02T12:42:00.001-08:002006-12-02T14:30:49.824-08:00CATEQUESIS DE CONFIRMACION/ TEMASRESUMEN DE LA DOCTRINA CATOLICA<br /><br />Un plan para la vida <br /><br />Unos buenos propósitos que te llevarán a tratar continuamente a Dios y a cumplir con tus obligaciones de familia, en el trabajo, con la sociedad y todo con una enorme alegría.<br /><br /><br />• La Oración <br /><br />• Días de Penitencia <br /><br />• Las Indulgencias <br /><br />¿Qué son las indulgencias? ¿Qué es la "remisión temporal" de las penas? ¿Qué es "lucrar"? Una guía básica sobre las indulgencias.<br /><br /><br />• Obras de Misericordia <br /><br />• Llamada a la Santidad <br /><br />• Los 10 Mandamientos de la Ley de Dios <br /><br />• Lo que todo católico debe creer <br /><br />• Virtudes Teologales <br /><br />• Los Mandamientos de la Iglesia <br /><br />• Dones del Espíritu Santo <br /><br />• Virtudes Cardinales <br /><br />• Frutos del Espíritu Santo <br /><br />• Bienaventuranzas <br /><br />• Sacramentales <br /><br />• Los 7 Sacramentos de la Iglesia <br /><br />• Pecados Mortales y veniales <br /><br />• Pecados contra el Espíritu Santo <br /><br />• Pecados que Claman al Cielo <br /><br /><br /><br /><br />LOS TEMAS MAS IMPORTANTES DE DOCTRINA CATÓLICA. www.encuentra.com<br /><br /><br />1. Existencia de Dios<br />La existencia de Dios es la verdad fundamental de la religión, el punto de partida. No tendría siquiera sentido hablar de la fe, de la religión o del dogma sin antes dejar sentada esta verdad. <br /><br />2. La revelación sobrenatural<br />La Revelación es absolutamente necesaria para conocer el orden sobrenatural, al que Dios se dignó elevarnos.<br /><br />3. La Fe sobrenatural<br />La fe es la respuesta o aceptación del hombre a todo aquello que Dios le ha revelado. <br />4. La naturaleza de Dios y Su obrar<br />La manera que tenemos de conocer a Dios y su acción.<br /><br />5. La Santísima Trinidad<br /><br />6. La Creación<br /><br />7. La elevación y la caída<br /><br />8. El Verbo Encarnado I<br />Otros artículos y secciones<br /><br />9. El Verbo Encarnado II<br /><br />10. La Redención<br /><br />11. Resurrección, Ascensión y Segunda Venida de Jesús<br />Jesús resucitado, después de haberse entretenido con sus discípulos durante cuarenta días se sustrajo plena y definitivamente a las leyes del tiempo y del espacio, para subir al cielo.<br /><br />12. El Espíritu Santo<br /><br />Jerarquía de la Iglesia, comunión y perdón<br />Todo lo que quieres saber sobre la fundación de la Iglesia, su naturaleza, fines y organización.<br /><br />14. Historia de la Iglesia<br />Una rápida mirada al periodo que abarca dos mil años aproximadamente, desde Pentecostés hasta nuestros días.<br /><br />15. La Iglesia y el Estado<br /><br />La Vida Eterna<br />Al fin del mundo los hombres resucitarán y habrá una vida futura distinta a la presente.<br /><br /><br /><br />DIFERENTES FORMAS DE ATEISMO. www.encuentra.com<br /><br /><br />Dios y las Ciencias<br /><br />El 22 de noviembre de 1951, SS el Papa Pío XII pronuncia un discurso ante la Pontificia Academia de Ciencias que iba a marcar un importantísimo precedente en torno al tema que hoy nos ocupa, esto es, las pruebas de la existencia de Dios ante la luz de las ciencia natural moderna. <br /><br /><br /><br />Dios y el misterio del mal<br />Ante tantos problemas, ¿por qué no interviene Dios? ¿De dónde vienen todos estos males?<br /><br /><br /><br />La experiencia del mal y la idea de Dios<br />Si hay Dios, ¿por qué existe el mal y el sufrimiento?<br /> <br /><br /><br /><br /><br /><br />TEOLOGIA MORAL: NOCIONES GENERALES<br /><br />Los Mandamientos de la ley de Dios<br /><br /><br />La Teología Moral ayuda al hombre a guiar sus actos, por lo tanto, es una ciencia eminentemente práctica. <br />Los actos humanos<br />Los actos humanos son aquellos que proceden de la voluntad deliberada del hombre; es decir, los que realiza con conocimiento y libre voluntad.<br /><br />La Ley Moral<br />Ley Moral es el conjunto de preceptos que Dios ha promulgado para que, con su cumplimiento, la criatura racional alcance su fin último sobrenatural. <br />La conciencia<br />La conciencia es una realidad de experiencia: todos los hombres juzgan, al actuar, si lo que hacen está bien o mal.<br /><br />El pecado<br />El pecado, según San Agustín, es toda palabra, acto o deseo contra la ley de Dios. <br />Los mandamientos de la Ley de Dios<br />La voluntad de Dios se cumple primariamente en la observancia de los mandamientos que son el camino para salvarse.<br /><br />Primer Mandamiento<br />Además de ser el primer precepto divino, este mandamiento de alguna manera los incluye a todos: cualquier transgresión a la ley de Dios viene precedida por la carencia de amor a Él. <br /><br />Segundo Mandamiento<br />El Segundo Mandamiento de la ley de Dios se cumple honrando el nombre de Dios.<br />Otros artículos y secciones<br /><br />Tercer Mandamiento<br />La celebración del domingo cumple la prescripción moral, inscrita en el corazón del hombre, de dar a Dios un culto exterior, visible, público y regular.<br /><br />Cuarto Mandamiento<br />Este mandamiento comprende, no sólo los deberes de los hijos con sus padres, y de los inferiores con los superiores, sino también de los padres hacia los hijos y de los superiores hacia los inferiores.<br /><br />Quinto Mandamiento<br />La vida es un bien, y el más alto en el orden natural. Sólo Dios da la vida; sólo Dios puede tomarla.<br /><br />Sexto y Noveno Mandamiento<br />La vida cristiana es una lucha: porque nuestras facultades inferiores se inclinan con fuerza hacia el placer, mientras que las superiores tienden hacia el bien honesto.<br /><br />Séptimo Mandamiento<br />Este mandamiento ordena hacer buen uso de los bienes terrenos, y prohíbe todo lo que atente a la justicia en relación a esos bienes.<br /><br />Octavo Mandamiento<br />El Octavo Mandamiento prescribe los deberes relativos a: la veracidad, el honor y la fama del prójimo.<br /><br />Décimo Mandamiento<br />Prohíbe el deseo de quitar a otros sus bienes, de adquirirlos por medios injustos, o de usar de ellos de modo contrario a la recta razón.<br /><br />Los mandamientos de la Iglesia<br />Para facilitarnos el cumplimiento de la ley de Dios, la Iglesia ha determinado algunas obligaciones del cristiano, que se conocen como Mandamientos de la Iglesia.<br /><br />Iglesia: Primer Mandamiento<br />Oír Misa entera los domingos y fiestas de precepto.<br /><br />Iglesia: Segundo Mandamiento<br />Confesar los pecados mortales al menos una vez al año.<br /><br />Iglesia: Tercer Mandamiento<br />Comulgar una vez al año, por Pascua.<br /><br />Iglesia: Cuarto Mandamiento<br />Hacer penitencia cuando lo manda la Iglesia.<br /><br />Iglesia: Quinto Mandamiento<br />Socorrer a la Iglesia en sus necesidades.<br /><br /><br /><br />CURSO DE CONFIRMACION. www.encuentra.com<br /><br /><br /><br />I. Los Sacramentos en general<br />Primera Parte: Estudio del Signo Sacramental.<br />Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia.<br /><br /><br /> <br />II. La Gracia Divina<br />Primera Parte: Estudio del Signo Sacramental.<br />En sentido general, se entiende por gracia todo beneficio que Dios otorga.<br /><br /><br /><br />III. El Sacramento del Bautismo<br />Primera Parte: Estudio del Signo Sacramental.<br />¿Por qué resulta oportuno estudiar el sacramento del Bautismo en un curso de preparación a la Confirmación? <br /><br /><br />IV. El Sacramento de la Confirmación<br />Primera Parte: Estudio del Signo Sacramental.<br />La Confirmación perfecciona la gracia bautismal.<br /><br /><br /><br />V. El Sacramento de la Eucaristía<br />Primera Parte: Estudio del Signo Sacramental.<br />¿Por qué se estudia el sacramento de la Eucaristía en un curso de preparación a la Confirmación? <br /><br /><br />VI. El Sacramento de la Penitencia<br />Primera Parte: Estudio del Signo Sacramental.<br />Penitencia o reconciliación es uno de los siete sacramentos de la Nueva Ley instituidos por Jesucristo.<br /><br /><br /><br />VII. Dios, Trino en Personas<br />Segunda Parte: Estudio del Espíritu Santo.<br />La Santísima Trinidad es el mayor de todos los misterios de la fe. <br /><br /><br />VIII. El Espíritu Santo y Su Acción Santificadora<br />Segunda Parte: Estudio del Espíritu Santo.<br />El Espíritu Santo es persona real.<br />Otros artículos y secciones<br /><br /><br />IX. Los Dones del Espíritu Santo<br />Segunda Parte: Estudio del Espíritu Santo.<br />El sacramento de la Confirmación otorga al bautizado una intensificación de los dones del Espíritu Santo.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />3. EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION.www.encuentra.com<br />3.1 Noción <br /><br />3.2 La confirmación, sacramento de la Nueva Ley <br /><br />3.3 El signo externo de la confirmación <br />3.3.1 La materia <br />3.3.2 La forma <br /><br />3.4 Efectos de la confirmación <br /><br />3.5 Necesidad de recibir el sacramento <br /><br />3.6 El ministro de la confirmación <br /><br />3.7 El sujeto de la confirmación <br /><br />3.8 Los padrinos de la confirmación <br /><br /><br /><br />--------------------------------------------------------------------------------<br /><br />3. EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION <br /><br />3.1 NOCION <br /><br />La confirmación es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos todavía m s a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras (Catecismo, 1316). <br /><br />Por implicar perfección y consumación de la gracia y el carácter del bautismo, este sacramento forma parte de la iniciación cristiana. Confirmar significa afirmar o consolidar, y por ello la confirmación lleva a su plenitud lo que en el bautismo era sólo inicio. Particularmente luego de la recepción de este sacramento, la misión del cristiano ser más activa que pasiva, en consideración de dicha plenitud: misión eminentemente apostólica, donde se continúa de algún modo la gracia de Pentecostés. <br />Por esta razón, sólo los confirmados pueden ser padrinos de bautismo, o recibir las sagradas órdenes. <br /><br /><br />La confirmación es para nosotros lo que Pentecostés fue para los Apóstoles. <br /><br />Luego de haber dado Jesucristo el Espíritu Santo a los Apóstoles (cfr. Jn. 20, 22), éstos permanecían tímidos, ignorantes e imperfectos. Dios procede por grados en la comunicación de sus dones. Los Apóstoles tenían ya el Espíritu Santo, pero no habían recibido aún la fortaleza para confesar la fe y transmitirla: ésta la recibieron el día de Pentecostés. También nosotros recibimos por primera vez al Espíritu Santo en el bautismo, recibiendo luego, la plenitud de sus dones, en la confirmación.<br />3.2 LA CONFIRMACION, SACRAMENTO DE LA NUEVA LEY <br />Este sacramento, como todos los otros, fue instituido por Jesucristo, pues sólo Dios puede vincular la gracia a un signo externo. Sin embargo, no consta en la Sagrada Escritura el momento preciso de la institución, aunque repetidas predicciones de los profetas relativas a una amplia difusión del Espíritu divino en los tiempos mesiánicos (cfr. Is. 58, 11; Ez. 47, 1; Joel 2, 28, etc.), el reiterado anuncio por parte de Cristo de una nueva venida del Espíritu Santo para completar su obra, y la misma acción de los Apóstoles hacen constar la institución de un sacramento distinto del bautismo. <br /><br />Así, por ejemplo, los Hechos de los Apóstoles nos refieren que, habiendo sido enviados Pedro y Juan a los samaritanos, hicieron oración por ellos a fin de que recibiesen el Espíritu Santo porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo (Hechos 8, 14; véase también Hechos 19, 6; Heb. 6, 2; etc.). Es claro que, desde el primer momento de la predicación apostólica, se confería este sacramento, instituido por Jesucristo.<br />Por no aparecer explícitamente el momento de la institución de la confirmación, los protestantes rechazaron este sacramento como carente de fundamento bíblico. Contra ellos, el Concilio de Trento hizo la siguiente declaración: Si alguno dijere que la confirmación de los bautizados es ceremonia ociosa y no verdadero y propio sacramento, sea anatema (Dz. 871). Santo Tomás enseña que Cristo instituyó el sacramento prometiendo que se verificaría luego de su Resurrección y Ascensión a los cielos, esto es, después que el Espíritu Santo viniera sobre los Apóstoles el día de Pentecostés, pues sólo entonces recibirían la plenitud del Espíritu (cfr. S. Th. III, q. 72, a. 1, ad. 1). <br />3.3 EL SIGNO EXTERNO DE LA CONFIRMACION <br /><br />Al administrar la confirmación, la Iglesia repite esencialmente la sencilla ceremonia que relatan los Hechos de los Apóstoles (19, 1 a 6), añadiendo algunos ritos que hacen más comprensible la recepción del Espíritu Santo y los efectos sobrenaturales que produce en el alma. <br /><br />Así lo expresa, por ejemplo, la siguiente oración que antecede a las palabras de la forma: Oremos, hermanos, a Dios Padre Todo poderoso, y pidámosle que derrame el Espíritu Santo sobre estos hijos de adopción, que renacieron ya a la vida eterna en el bautismo, para que los fortalezca con la abundancia de sus dones, los consagre con su unción espiritual, y haga de ellos imagen perfecta de Jesucristo.<br />3.3.1 La materia <br />La materia de la confirmación es la unción con el crisma en la frente, a la que se añade la imposición de las manos del Obispo. <br /><br />Por crisma se entiende la mezcla de aceite de oliva y de bálsamo, consagrada por el obispo el día de Jueves Santo. Se entiende por bálsamo el líquido aromático que fluye de ciertos árboles y que, después de quedar espesado por la acción del aire, contiene aceite esencial, resina y ácido benzoico o cinámico. <br />Así como la materia del bautismo el -agua- significa su efecto propio -lavado-, la materia de la confirmación aceite, usado desde la antigüedad para fortalecer los músculos de los gladiadores, es símbolo de fuerza y plenitud. El confirmado podrá con el sacramento cumplir con valentía su misión apostólica. El bálsamo, que perfuma el aceite y lo libra de la corrupción, denota el buen olor de la virtud y la preservación de los vicios. <br /><br />El rito esencial es la crismación en la frente, no la imposición de las manos (cfr. AAS 64 (1972), p. 526). <br /><br />3.3.2 La forma <br />La forma de la confirmación consiste en las palabras que acompañan a la imposición individual de las manos, imposición que va unida a la unción en la frente. <br /><br />El Ordo Confirmationis (22-VIII-71) indica que las palabras son: "Recibe el signo del Don del Espíritu Santo". <br />Lo mismo que al soldado se le dan las armas que debe llevar en la batalla, así al confirmado se le signa con la señal de la cruz en la frente, para significar que el arma con que ha de luchar es la cruz, llevada no sólo en su mano o sobre su pecho, sino sobre todo en su propia vida y conducta. <br /><br /><br />3.4 EFECTOS DE LA CONFIRMACION <br />De la celebración se deduce que el efecto del sacramento es la efusión plena del Espíritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a los apóstoles el día de Pentecostés (Catecismo, 1302). <br /><br />Por este hecho, la Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal: <br /><br />- nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir ‘Abb , Padre’ (Rm. 8,15); <br />- nos une más firmemente a Cristo; <br />- aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo; <br />- hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia; <br />- nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz (Id., n. 1303). <br /><br />Otro efecto de la confirmación es que imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el ‘carácter’, que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo (cfr. Lc. 24, 48-49) (Id., n. 1304). <br /><br />El ‘carácter’ perfecciona el sacerdocio común de los fieles, recibido en el Bautismo, y el confirmado recibe el poder de confesar la fe de Cristo públicamente, y como en virtud de un cargo (quasi ex officio) (Id., n. 1305). <br /><br />3.5 NECESIDAD DE RECIBIR EL SACRAMENTO <br /><br />En el inciso 2.5 se explicó que el bautismo es el único sacramento absolutamente necesario para la salvación. La confirmación, pues, ser necesaria sólo de modo relativo; es decir, que se requiere no absolutamente para salvarse, sino sólo para llegar a vivir con plenitud la vida cristiana. <br /><br />El derecho vigente prescribe a todos los fieles la obligación de confirmarse en el tiempo oportuno (cfr. CIC, c. 890), por lo que, si se dejara de recibir por menosprecio o negligencia, se pecaría gravemente (cfr. Conc. de Constanza, Dz. 669). <br /><br /><br />3.6 EL MINISTRO DE LA CONFIRMACION <br /><br />"El ministro ordinario de la confirmación es el Obispo; también administra válidamente este sacramento el presbítero dotado de facultad por el derecho común o concesión peculiar de la autoridad competente" (CIC, c. 882). <br /><br />Magisterio de la Iglesia, cfr. Dz. 419, 424, 465, 572, 608, 697, 873 y 2147; CIC, n. 1313.<br />Si un cristiano está en peligro de muerte, cualquier presbítero debe darle la Confirmación (cfr. CIC, can. 883, 3). En efecto, la Iglesia quiere que ninguno de sus hijos, incluso en la m s tierna edad, salga de este mundo sin haber sido perfeccionado por el Espíritu Santo con el don de la plenitud de Cristo (Catecismo, n. 1314). <br /><br />3.7 EL SUJETO DE LA CONFIRMACION <br /><br />El sujeto de la confirmación es todo bautizado que no haya sido confirmado. <br /><br />También los niños pueden recibir válidamente este sacramento y, si se hallan en peligro de muerte, se les debe administrar la confirmación. <br /><br />Aunque el niño bautizado que aún no llega al uso de razón se salvaría sin confirmarse, la conveniencia de recibir este sacramento resulta de la infusión de un estado más elevado de gracia, al que corresponde un estado más elevado de gloria (cfr. S. Th. III, q. 72, a. 8, ad. 4).<br />Ahora bien, considerando el fin de este sacramento convertir al bautizado en esforzado testigo de Cristo es más conveniente administrarlo cuando el niño ha llegado al uso de razón, es decir hacia los siete años de edad (cfr. CIC, c. 891). <br />Para que el confirmado con uso de razón reciba lícitamente el sacramento, ha de estar convenientemente instruido, en estado de gracia, y ha de ser capaz de renovar las promesas del bautismo. <br /><br />La preparación para la Confirmación debe tener como meta conducir al cristiano a una unión más íntima con Cristo, a una familiaridad más viva con el Espíritu Santo, su acción, sus dones y sus llamadas, a fin de poder asumir mejor las responsabilidades apostólicas de la vida cristiana. Por ello, la catequesis de la Confirmación se esforzar por suscitar el sentido de la pertenencia a la Iglesia de Jesucristo (Catecismo, n. 1309). <br /><br /><br />3.8 LOS PADRINOS DE LA CONFIRMACION <br /><br />Aun sin ser imprescindible sobre todo si se trata de un adulto, conviene que el confirmado tenga un padrino a quien corresponde procurar que el sujeto se comporte como verdadero testigo de Cristo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al sacramento (CIC, c. 892). <br /><br />Las condiciones que ha de reunir el padrino de la confirmación son las mismas que se piden para el padrino de bautismo (ver 2.8). Incluso conviene que sea el mismo que para el bautismo, a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos (Catecismo, n. 1311).<br />A los padrinos les compete con más razón si son los mismos que en el bautismo colaborar en la preparación de los confirmados para recibir el sacramento, y contribuir después con su testimonio y con su palabra a la perseverancia en la fe y en la vida cristiana de sus ahijados. <br />Su tarea es de suplencia respecto a la obligación primordial de los padres, pero no por eso su misión carece de importancia.<br /> <br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />CATEQUESIS SOBRE JESUS. www.encuentra.com<br /><br /><br /><br /><br />Edad de Jesucristo<br />Los datos fundamentales sobre las fechas de su nacimiento, muerte y resurrección. <br />Jesús en la Historia<br />¿Qué dijeron de Jesús los historiadores que vivieron en su época?<br /><br />Humanidad de Jesucristo<br />Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. ¿Por qué creemos en él? ¿Qué significado tuvieron sus milagros? <br />La Divinidad de Jesucristo<br />Los evangelistas escriben desde su fe en que Jesús es Hijo de Dios. Así lo afirma Marcos al principio de su Evangelio, y San Juan al final del suyo.<br /><br />Los milagros<br />Jesucristo demostró con sus milagros que lo que decía era verdad: porque sólo con el poder de Dios se pueden hacer milagros. El milagro supera las leyes de la Naturaleza, y esto sólo puede hacerse con el poder de Dios. <br />Fe en Cristo<br />La fe personal en Jesucristo es la aceptación de su propio testimonio hasta la adhesión y la entrega total a su divina Persona<br /> <br /><br /><br /><br />INTRODUCCION A LA LECTURA DE LA BIBLIA. www.encuentra.com<br /><br /><br />Un documento introductorio a la lectura de la Biblia de gran valor para quienes buscan una guía, breve pero completa, sobre el origen de las Escrituras, el contexto histórico, contenido, posible orden de lectura, claves de interpretación <br />Guía para leer las Sagradas Escrituras<br /><br />Presentamos algunas claves para entender que no se trata de un escrito cualquiera puesto que estamos frente a un misterioso diálogo en donde Dios habla y cada uno de nosotros escuchamos y damos una respuesta.<br /><br />Biblia: Preguntas Frecuentes<br /><br />En 45 preguntas básicas presentamos un recorrido sobre los temas fundamentales que todo católico debe saber acerca de las Sagradas Escrituras. <br />Biblia y revelación<br />Es muy claro que el hombre busca a Dios. Todos los hombres, en todos los tiempos, buscamos a Dios. Sin embargo, la religión católica es distinta, porque nos enseña a Dios que busca al hombre, y al buscarlo le va enseñando quién es.<br /><br />Autores de la Biblia<br /><br />Dios es el autor fundamental de la Biblia pero fue tarea de hombres inspirados por el Espíritu Santo ponerla por por escrito. <br />Geografía y Tradición Oral<br /><br />Un conocimeinto básico de la geografía e historia de este país y el papel fundamental<br /><br />Biblia e Inspiración<br /><br />Si entendemos correctamente el sentido de la inspiración, que los hombres que las escribieron impregnaron en ellas mucho de ellos mismo, y al mismo tiempo nos están transmitiendo lo que Dios quiere decirnos. <br />La Biblia interpretada por la Iglesia<br /><br />El juicio del Magisterio de la Iglesia sobre el significado de toda la Biblia y de cada una de sus partes es criterio único, que todo fiel cristiano debe acatar y seguir.<br />Otros artículos y secciones<br /><br />Versiones de la Biblia en español<br /><br />¿Qué versión de la Biblia es mejor? Un recorrido por las diferentes traducciones de la Biblia en español.<br /><br />La historia de la Biblia<br /><br />Esta rápida ojeada a la historia de la elaboración de los libros bíblicos nos facilita descubir el "misterio" de su origen y nos lleva a concluir que las Escrituras santas no fueran redactadas "de un tirón", sino elaboradas durante centenas de años.<br /><br />El lenguaje Bíblico<br /><br />Como todo libro, la Biblia tiene su lenguaje. Los autores sagrados utilizan una forma literaria para comunicarnos su pensamiento, sus ideas. El conocimiento del lenguaje bíblico es importante, porque nos ayuda a entender lo que Dios quiere comunicarnos.<br /><br />Idiomas en la Biblia<br /><br />Una lengua es una cultura distinta, un modo diferente de concebir el mundo y la realidad. Percatarnos de este hecho es saber respetar la diversa mentalidad que hay en los libros.<br /><br />Manuscritos de la Biblia<br /><br />El material en el que se escribieron los libros de la Biblia, el trabajo de los copistas y la moderna arqueología nos enseñan la importancia de la historia de la escritura para entender mejor la Biblia.<br /><br />Actitud ante la lectura Bíblica<br /><br />La lectura de la Sagrada Escritura requiere una actitud de fe y un ambiente de oración para que de frutos abundantes en nuestra vida.<br /><br />Entendiendo la Biblia<br /><br />Una útil guía para conocer más a fondo el modo de obtener provecho de la lectura bíblica.<br /><br />Una carta de Dios: Cómo leer la Biblia<br /><br />Una interesante entrevista con el Dr. Francisco Varo, profesor de Sagrada Escritura de la Universidad de Navarra.<br /><br />Uso y división de la Biblia<br /><br />Es fundamental conocer la estructura básica de la Biblia para ubicarse correctamente en el contexto o para encontrar un versículo específico.<br /><br />Contenido de los Libros Bíblicos<br /><br />Conoce el contenido de los libros de la biblia en este útil resumen.<br /> <br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />CÓMO HACER ORACIÓN<br /><br /><br />Aprende de una manera rápida y amena cómo hacer tu oración diaria con recomendaciones y ayudas prácticas.<br />Ya sabemos qué es la oración, qué debemos pedir y dónde es más adecuado hacer oración, llega la parte crucial: ¿Cómo se hace?<br /><br />Estando en el lugar apropiado, “Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de Él. Di, pues, alma mía, di a Dios: busco tu rostro Señor; Señor, anhelo ver tu rostro.” (San Anselmo de Canterbury, Proslogión, cap. 1) <br /><br />Antes de hacer tu oración, determina cuánto tiempo vas a dedicarle. Algunos autores insisten en un tiempo fijo, lo cual puede estar muy bien. Para comenzar habría que dedicarle todos los días, sin excepción, diez minutos a Jesús. Él después hará lo demás. <br /><br />Una vez que has determinado donde, cuándo y cuánto tiempo harás de oración ponte de rodillas (es un acto de sumisión y de reconocer lo poquito que somos frente a Dios, pero también puedes hacerlo de pie o sentado), deja que pasen algunos segundos para tranquilizarte y que tu mente esté despejada de lo que has hecho en el día y entonces ponte en presencia de Dios. <br /><br />Para empezar tu oración, recuerda el orden y las cosas que debes y puedes pedir en la oración. <br /><br />Puedes también tomar tu libro de lectura espiritual o las Sagradas Escrituras meditándolo y comentándolo con Dios en tu oración. "Meditar lo que se lee conduce a apropiárselo confrontándolo consigo mismo. Aquí, se abre otro libro: el de la vida. Se pasa de los pensamientos a la realidad. Según sean la humildad y la fe, se descubren los movimientos que agitan el corazón y se les puede discernir. Se trata de hacer la verdad para llegar a la Luz: "Señor, ¿qué quieres que haga?". (CEC 2706) <br /><br />Si deseas material que pueda ayudarte a hacer tu oración, dale un vistazo a las Lecturas Espirituales.<br /><br />Decir sinceramente: Señor, ¿qué quieres que haga?, supone hacer uno o varios propósitos prácticos que intentaremos vivir en las próximas horas. Esas resoluciones, díselas a Él y pídele ayuda para cumplir con lo que le prometes. <br /><br />Procura acudir a María, nuestra Madre en tu oración. "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros... " Con Isabel, nos maravillamos y decimos: "¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1, 43). Porque nos da a Jesús su hijo, María es madre de Dios y madre nuestra; podemos confiarle todos nuestros cuidados y nuestras peticiones: ora para nosotros como oró para sí misma: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: "Hágase tu voluntad". "Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte". Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos dirigimos a la "Madre de la Misericordia", a la Virgen Santísima. Nos ponemos en sus manos "ahora", en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, "la hora de nuestra muerte". Que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte en Cruz de su Hijo y que en la hora de nuestro tránsito nos acoja como madre nuestra (cf Jn 19, 27) para conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso. (CEC 2677) <br /><br />Para terminar tu oración dale gracias a Dios desde el fondo de tu corazón y pídele a la Virgen que te ayude siempre. <br /><br /><br /><br />¿Qué es la oración?<br />No podemos hacer oración bien si primero no sabemos qué es. Descubre la oración y qué es exactamente <br />A quién se hace la oración<br />No sólo se trata de hacer oración, sino de saber a quién nos dirigimos y por qué lo hacemos.<br /><br />Qué decir y pedir en la oración<br />A veces nos encerramos en nosotros mismos pidiendo cosas y ayudas para esta vida, olvidándonos de Dios, del prójimo y de las cosas que benefician a nuestra alma. <br />Cómo hacer oración<br />Aprende de una manera rápida y amena cómo hacer tu oración diaria con recomendaciones y ayudas prácticas.<br /><br />En dónde hacer oración<br />Elegir adecuadamente el lugar para hacer la oración puede determinar un mayor avance en la vida espiritual.<br /> <br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++<br /><br /><br /><br /><br />VIRTUDES HUMANAS<br /><br />Las virtudes cardinales<br /><br />Categoría humana<br /><br />Defectos<br /><br />Lucha interior<br /><br /><br /><br />EL TEMPLO <br /><br />El Sagrario y su significado<br /><br />La pila del agua bendita<br /><br />La genuflexión<br /><br />Saber estar en el templo<br /><br /><br />LA BIBLIA<br /><br />Los libros de la Biblia<br /><br />Escuchar la Palabra de Dios<br /><br />Aprender a escuchar<br /><br />Meditar la Palabra<br /><br />Responder a la Palabra<br /><br /><br /><br /><br /><br />LA ORACIÓN CRISTIANA<br /><br />LAS VIRTUDES TEOLOGALES<br /><br />LOS DONES DEL ESPIRITU SANTO<br /><br /><br /><br /><br />DIOS PADRE Y CREADOR<br /><br />JESUCRISTO, CENTRO DE LA VIDA CRISTIANA<br /><br />LA ACCION DEL ESPÍRITU SANTO<br /><br />LA IGLESIA CUERPO DE CRISTO<br /><br /><br /><br />LA FILIACION DIVINA. HIJOS DE DIOS<br /><br /><br />LA VIRGEN MARIA<br /><br /><br />EL AMOR A DIOS<br />EL AMOR AL PRÓJIMO<br /><br /><br /><br />MANDAMIENTOS<br />PECADO<br />TENTACIONES<br />CONCIENCIA MORAL<br /><br /><br />PENITENCIA<br />EUCARISTÍA<br /><br /><br /><br /><br />TRABAJO PROFESIONAL<br /><br />APOSTOLADO: SERVIR A LOS DEMÁS<br /><br />SOLIDARIOS CON LOS MÁS POBRESMANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-39803679474419759442006-12-02T12:40:00.002-08:002006-12-02T13:05:39.021-08:00CATEQUESIS DE LA PRIMERA COMUNIONTEMPLO <br /><br />SAGRARIO<br /><br />ESTAR EN LA IGLESIA<br /><br />ORACIONES VOCALES<br /><br />LA BIBLIA<br /><br />DEVOCIONES CRISTIANAS<br /><br />LOS ANGELES CUSTODIOS<br /><br /><br />EL DOMINGO<br /><br /><br />FIESTAS CRISTIANAS<br /><br /><br />DIOS PADRE Y CREADOR<br /><br />HIJOS DE DIOS<br /><br />MANDAMIENTOS<br /><br />PECADO<br /><br /><br />JESUCRISTO<br /><br />Vida oculta<br />Vida pública<br />Pasión y muerte <br />Resurrección<br /><br /><br />LA CONFESIÓN<br /><br />5 cosas para confesarse bien<br /><br /><br />LA COMUNIÓN<br /><br />3 cosas para comulgar bien<br /><br /><br />EL ESPIRITU SANTO<br /><br />LA IGLESIA<br /><br />LA VIRGEN, MADRE DE JESUSMANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4359247689173611310.post-67591622156395675662006-12-02T12:40:00.001-08:002006-12-02T14:09:14.768-08:00CELEBRACION DEL BAUTISMOEl Sacramento del Bautismo<br /><br /><br />El sacramento por el cual el hombre nace a la vida espiritual, mediante la ablución del agua y la invocación de la Santísima Trinidad.<br />Dios, al crear al hombre, le concedió el don de la gracia santificante, elevándolo a la dignidad de hijo suyo y heredero del cielo. Al pecar Adán y Eva se rompió la amistad del hombre con Dios, perdiendo el alma la vida de la gracia. A partir de ese momento, todos los hombres con la sola excepción de la Bienaventurada Virgen María nacemos con el alma manchada por el pecado original. <br /><br />La misericordia de Dios, sin embargo, es infinita: compadecido de nuestra triste situación, envió a su Hijo a la tierra para rescatarnos del pecado, devolvernos la amistad perdida y la vida de la gracia, haciéndonos nuevamente dignos de entrar en la gloria del cielo. <br /><br />Todo esto nos lo concede a través del sacramento del bautismo: Con El hemos sido sepultados por el bautismo, para participar en su muerte, de modo que así como El resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una nueva vida"" (Rom. 6, 4). <br /><br />2.1 NOCION <br /><br />El bautismo es el sacramento por el cual el hombre nace a la vida espiritual, mediante la ablución del agua y la invocación de la Santísima Trinidad. <br /><br />Nominalmente, la palabra bautizar (‘baptismsV’ en griego) significa ‘sumergir’, "introducir dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por la resurrección con El (cfr. Rm. 6, 3-4; Col 2, 12) como ‘nueva criatura’ (2 Co. 5, 17; Ga. 6, 15) (Catecismo, n. 1214).<br />Entre los sacramentos, ocupa el primer lugar porque es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (Catecismo, n. 1213). <br />San Pablo lo denomina baño de regeneración y renovación del Espíritu Santo (Tit. 3, 5); <br /><br />San León Magno compara la regeneración del bautismo con el seno virginal de María; <br /><br />Santo Tomás, asemejando la vida espiritual con la vida corporal, ve en el bautismo el nacimiento a la vida sobrenatural. <br /><br /><br />2.2 EL BAUTISMO, SACRAMENTO DE LA NUEVA LEY <br /><br />Es dogma de fe que el bautismo es un verdadero sacramento de la Nueva Ley instituido por Jesucristo. <br /><br />Además de la definición dogmáica del Concilio de Trento (cfr. Dz. 844), el Papa S. Pío X condenó como heréica la siguiente proposición de los modernistas: La comunidad cristiana introdujo la necesidad del bautismo, adoptándolo como rito necesario y ligando a él las obligaciones de la profesión cristiana"" (Dz. 2042). Los modernistas niegan con esta proposición tanto la institución del bautismo por Cristo como su esencia propia de sacramento verdadero.<br />En la Sagrada Escritura también se prueba que el bautismo es uno de los sacramentos instituidos por Jesucristo: <br /><br />a) En el Nuevo Testamento aparecen testimonios tanto de las notas esenciales del sacramento como de su institución por Jesucristo: <br /><br />- el mismo Señor explica a Nicodemo la esencia y la necesidad de recibir el bautismo: En verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de los cielos"" (Jn. 3, 3-5); <br />- Jesucristo da a sus discípulos el encargo de administrar el bautismo (cfr. Jn. 4, 2); <br />- ordena a sus Apóstoles que bauticen a todas las gentes: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt. 28, 18-19). Id por todo el mundo, predicad el Evangelio a toda creatura. El que creyere y se bautizare, se salvar "" (Mc. 16, 15-16); <br />- los Apóstoles, después de haber recibido la fuerza del Espíritu Santo, comenzaron a bautizar: ver Hechos 2, 38 y 41. <br /><br />b) En el Antiguo Testamento aparecen ya figuras del bautismo, es decir, hechos o palabras que, de un modo velado, anuncian aquella realidad que de modo pleno se verificar en los siglos venideros. <br /><br />Son figuras del bautismo, según la doctrina de los Apóstoles y de los Padres, la circuncisión (cfr. Col. 2, llss.), el paso del Mar Rojo (cfr. I Cor. 10, 12), el Diluvio Universal (I Pe. 3, 20ss.). En Ez. 36, 25, hallamos una profecía formal del bautismo: Esparcir‚ sobre vosotros agua limpia y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos os limpiar‚. Cfr. también Is. 1, 16ss.; 4, 4; Zac. 13, 1; etc. <br /><br />Además, el bautismo que confería San Juan Bautista antes del inicio de la vida pública de Jesucristo, fue una preparación inmediata para el bautismo que Cristo instituiría (Mt. 3, 11). El bautismo de Juan, sin embargo, no confería la gracia, tan sólo disponía a ella moviendo a la penitencia (cfr. S. Th. III, q. 38, a. 3). <br />Sobre el momento de institución, Santo Tomás de Aquino (cfr. S. Th. III, q. 66, a. 2) explica que Jesucristo instituyó el sacramento del bautismo precisamente cuando fue bautizado por Juan (Mt. 3, 13ss.), al ser entonces santificada el agua y haber recibido la fuerza santificante. La obligación de recibirlo la estableció después de su muerte (Mc. 16, 15, citado arriba). Lo mismo enseña el Catecismo Romano, parte II, cap. 2, n. 20. <br /><br />2.3 EL SIGNO EXTERNO DEL BAUTISMO <br />2.3.1 La materia <br /><br />La materia del bautismo es el agua natural (de fe, Conc. de Florencia, Dz. 696). <br /><br />Las pruebas son: <br />1o. Sagrada Escritura: lo dispuso el mismo Cristo (Jn. 3, 5: quien no naciere del agua... ) y así lo practicaron los apóstoles (Hechos 8, 38; llegados donde había agua, Felipe lo bautizó...; Hechos 10, 44-48). <br /><br />2o. Magisterio de la Iglesia: lo definió el Concilio de Trento: si alguno dijere que el agua verdadera y natural no es necesaria para el bautismo... sea anatema (Dz. 858). <br /><br />Trento hizo esta definición contra la doctrina de Lutero, que juzgaba lícito emplear cualquier líquido apto para realizar una ablución. Otros textos del Magisterio: Dz. 412, 447, 696. Sería materia inválida, por ejemplo, el vino, el jugo de frutas, la tinta, el lodo, la cerveza, la saliva, el sudor y, en general, todo aquello que no sea agua verdadera y natural. <br /><br />3o. La razón teológica encuentra además los siguientes argumentos de conveniencia para emplear el agua: <br />- el agua lava el cuerpo; luego, es muy apta para el bautismo, que lava el alma de los pecados; <br />- el bautismo es el más necesario de todos los sacramentos: convenía, por lo mismo, que su materia fuera fácil de hallar en cualquier parte: agua natural (cfr. S. Th. III, q. 66, a. 3). <br /><br /><br />La ablución del bautizado puede hacerse ya sea por infusión (derramando agua sobre la cabeza) o por inmersión (sumergiendo totalmente al bautizado en el agua): <br /><br />"El bautismo se ha de administrar por inmersión o por infusión, de acuerdo a las normas de la Conferencia Episcopal" (CIC. c. 854).<br />Para que el bautismo sea válido <br />a) debe derramarse el agua al mismo tiempo que se pronuncian las palabras de la forma; <br />b) el agua debe resbalar o correr sobre la cabeza, tal que se verifique un lavado efectivo (en caso de necesidad p. ej., bautismo de un feto bastaría derramar el agua sobre cualquier parte del cuerpo). <br /><br />2.3.2 La forma <br /><br />La forma del bautismo son las palabras del que lo administra, las cuales acompañan y determinan la ablución. Esas palabras son: "Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo". <br /><br />Esta fórmula expresa las cinco cosas esenciales: <br />1o. La persona que bautiza (ministro): Yo <br />2o. La persona bautizada (sujeto): te <br />3o. La acción de bautizar, el lavado: bautizo <br />4o. La unidad de la divina naturaleza: en el nombre (en singular; no ‘en los nombres", lo que sería erróneo) <br />5o. La distinción de las tres Personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. <br /><br />2.4 EFECTOS DEL BAUTISMO <br />Los efectos del bautismo son cuatro: la justificación, la gracia sacramental, la impresión del carácter en el alma y la remisión de las penas. <br /><br />2.4.1 La justificación <br /><br />Hemos dicho (cfr. 1.2.3) que la justificación consiste, según su faceta negativa, en la remisión de los pecados y, según su faceta positiva, en la santificación y renovación interior del hombre (cfr. Dz. 799, Catecismo, n. 1989). <br /><br />No son dos efectos, sino uno solo, pues la gracia santificante se infunde de modo inmediato al desaparecer el pecado; estas dos realidades no pueden coexistir y, además, no hay una tercera posibilidad: el alma o está en pecado o está en gracia.<br />Así pues, al recibirse con las debidas disposiciones, el bautismo consigue: <br />a) la remisión del pecado original y en los adultos la remisión de todos los pecados personales, sean mortales o veniales; <br /><br />b) la santificación interna, por la infusión de la gracia santificante, con la cual siempre se reciben también las virtudes teologales fe, esperanza y caridad, las demás virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo. Puede decirse que Dios toma posesión del alma y dirige el movimiento de todo el organismo sobrenatural, que está ya en condiciones de obtener frutos de vida eterna. <br /><br />Estos dos efectos se resumen, por ejemplo, en el texto de la Sagrada Escritura que dice: Bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados (perdón de los pecados), y recibiréis el don del Espíritu Santo (santificación interior) (Hechos 2, 38). Otros textos: I Cor. 6, 11; Hechos 22, 16; Rom, 6, 3ss.; Tit. 3, 5; Jn. 3, 5, etc. En el Magisterio de la Iglesia se enseña esta verdad en los siguientes textos: Dz. 696, 742, 792, 895, etc.<br />2.4.2 La gracia sacramental <br />Esta gracia supone un derecho especial a recibir los auxilios espirituales que sean necesarios para vivir cristianamente, como hijo de Dios en la Iglesia, hasta alcanzar la salvación. <br /><br />Con ella, el cristianismo es capaz de vivir dignamente su ‘nueva existencia’, pues ha renacido, cual nueva criatura, semejante a Cristo que murió y resucitó, según las palabras del Apóstol: Con El fuisteis sepultados en el bautismo, y en El, asimismo, fuisteis resucitados por la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos (Col. 2, 12. Cfr. Conc. Vat. II, Decr. Unitatis redintegratio, 22).<br />2.4.3 El carácter bautismal <br />El bautismo recibido válidamente imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el carácter bautismal, y por eso este sacramento no se puede repetir (De fe, Conc. de Trento, Dz. 852 y 857; Catecismo, n. 1121). <br /><br />Como hemos dicho (cfr. 1.4.3), el carácter sacramental realiza una semejanza con Jesucristo que, en el caso del bautismo, implica: <br /><br />a) La incorporación del bautizado al Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. <br /><br />El bautizado pasa a formar parte de la comunidad de todos los fieles, que constituyen el Cuerpo Místico de Cristo, cuya cabeza es el mismo Señor. <br />De la unidad del Cuerpo Místico de Cristo -uno e indivisible- se sigue que todo aquel que recibe válidamente el bautismo (aunque sea bautizado fuera de la Iglesia Católica, por ejemplo en la Iglesia Ortodoxa o en algunas confesiones protestantes) se convierte en miembro de la Iglesia una, santa, católica y apostólica, fundada por Nuestro Señor Jesucristo. <br /><br />b) La participación en el sacerdocio de Cristo, esto es, el derecho y la obligación de continuar la misión salvadora y sacerdotal del Redentor. Por el carácter, el cristiano es mediador entre Dios y los hombres: eleva hasta Dios las cosas del mundo y da a los hombres las cosas de Dios. Esta participación es doble: <br />1o. Activa: santificando las realidades temporales y ejerciendo el apostolado. <br /><br />Así lo resume el Decreto sobre el apostolado de los seglares (Decreto Apostolicam actuositatem, del Conc. Vaticano II), en el n. 2: la vocación cristiana es, por su misma naturaleza, vocación al apostolado. ‘Por su misma naturaleza’ supone el hecho único y exclusivo de la recepción bautismal. Ver también, Const. Lumen gentium, nn. 31 y 33.<br />2o. Pasiva: facultad para recibir los demás sacramentos. <br />Por eso el bautismo se denomina ianua sacramentorum, puerta de los sacramentos.<br />2.4.4 Remisión de las penas debidas por los pecados <br />Es verdad de fe (Concilio de Florencia, Dz. 696; Concilio de Trento, Dz. 792), que el bautismo produce la remisión de todas las penas debidas por el pecado. <br /><br />Se supone, naturalmente, que en caso de recibirlo un adulto, debe aborrecer internamente todos sus pecados, incluso los veniales.<br />Por esto, San Agustín enseña que el bautizado que partiera de esta vida inmediatamente después de recibir el sacramento, entraría directamente en el cielo (cfr. De peccatórum meritis et remissione, II, 28, 46). <br />Santo Tomás explica el porqué de este efecto con las siguientes palabras: <br /><br />"La virtud o mérito de la pasión de Cristo obra en el bautismo a modo de cierta generación, que requiere indispensablemente la muerte total a la vida pecaminosa anterior, con el fin de recibir la nueva vida; y por eso quita el bautismo todo el reato de pena que pertenece a la vida anterior. En los demás sacramentos, en cambio, la virtud de la pasión de Cristo obra a modo de sanación, como en la penitencia. Ahora bien: la sanción no requiere que se quiten al punto todas las reliquias de la enfermedad" (In Ep. ad Romanos, c. 2, lect. 4).<br /><br />2.5 NECESIDAD DE RECIBIR EL BAUTISMO <br /><br />El bautismo es absolutamente necesario para salvarse, de acuerdo a las palabras del Señor: "El que creyere y se bautizare, se salvará" (Mc. 16, 16). <br /><br />El Concilio de Trento definió: "Si alguno dijere que el bautismo es libre, es decir, no necesario para la salvación, sea anatema" (Dz. 861). "La legislación eclesiástica afirma: El bautismo, puerta de los sacramentos, cuya recepción de hecho o al menos de deseo es necesaria para salvarse..." (CIC, c. 849).<br />La razón teológica es clara: sin la incorporación a Cristo -la cual se produce en el bautismo- nadie puede salvarse, ya que Cristo es el único camino de vida eterna, sólo El es el Salvador de los hombres (cfr. Jn. 14, 9; Hechos 4, 12. Ver S. Th. III, q. 68, aa. 1-3). <br />Sin embargo, este medio necesario para la salvación puede ser suplido en casos extraordinarios, cuando sin culpa propia no se puede recibir el bautismo de agua, por el martirio (llamado también bautismo de sangre), y por la contrición o caridad perfecta (llamada también bautismo de deseo) para quienes tienen uso de razón. <br /><br />1o. El bautismo de deseo es el anhelo explícito (p. ej., catecúmeno) o implícito (p. ej., pagano o infiel) de recibir el bautismo, deseo que debe ir unido a la contrición perfecta. <br /><br />El Catecismo de la Iglesia Católica enseña al respecto que a los catecúmenos que mueren antes de su Bautismo, el deseo explícito de recibir el Bautismo, unido al arrepentimiento de sus pecados y a la caridad, les asegura la salvación que no han podido recibir por el sacramento (n. 1259). Otros textos del Magisterio pueden verse en: Dz. 388, 413, 796, 847. Ver también CIC, c. 849.<br />Para aquel que ha conocido la revelación cristiana, el deseo de recibirlo ha de ser explícito. Por el contrario, para el que no tenga ninguna noticia del sacramento basta el deseo implícito. De esta forma, la misericordia infinita de Dios ha puesto la salvación eterna al alcance real de todos los hombres. <br />Es, pues, conforme al dogma, creer que los no cristianos que de buena fe invocan a Dios (sin fe es imposible salvarse), están arrepentidos de sus pecados (no puede cohabitar el pecado con la gracia), tienen el deseo de hacer todo lo necesario para salvarse (cumplen la ley natural e ignoran inculpablemente a la verdadera Iglesia), quedan justificados por el bautismo de deseo (cfr. Lumen gentium, n. 16). <br /><br />En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir ‘Dejad que los niños se acerquen a mí, no se los impidáis’ (Mc. 10, 14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es m s apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo (Catecismo, n. 1261).<br />2o. El bautismo de sangre es el martirio de una persona que no ha recibido el bautismo, es decir, el soportar pacientemente la muerte violenta por haber confesado la fe cristiana o practicado la virtud cristiana. <br />Jesús mismo dio testimonio de la virtud justificativa del martirio: A todo aquel que me confesare delante de los hombres yo también le confesar‚ delante de mi Padre que est en los cielos (Mt. 10, 32); El que perdiere su vida por amor mío, la encontrar (Mt. 10, 39); etc. <br /><br />La Iglesia venera como mártir a Santa Emereciana, que antes de ser bautizada fue martirizada sobre el sepulcro de su amiga Santa Inés, al que había ido a orar. De Valentiniano II, que fue asesinado mientras se dirigía a Milán para recibir el bautismo, dijo San Anselmo: Su deseo lo ha purificado (De obitu Valent. 51). Conforme al testimonio de la Tradición y la liturgia (por ejemplo, la festividad de los Santos Inocentes), también los niños que no han llegado al uso de razón pueden recibir el bautismo de sangre.<br /><br />2.6 EL MINISTRO DEL BAUTISMO <br /><br />El ministro ordinario del bautismo es el Obispo, el presbítero y el diácono (CIC, c. 861, & 1). <br /><br />En el caso de urgente necesidad, puede administrarlo cualquier persona, aun hereje o infiel, con tal que emplee la materia y la forma prescritas (ver 2.3) y tenga intención al menos de hacer lo que la Iglesia hace. <br /><br />"En caso de necesidad, no sólo puede bautizar el sacerdote o el diácono, sino también un hombre o una mujer, e incluso un pagano y un hereje, con tal que lo haga en la forma que lo hace la Iglesia y que pretenda hacer lo que ella hace" (Dz. 696). Ya antes, el Concilio de Letrán definió como verdad de fe que el bautismo puede administrarlo válidamente cualquier persona (cfr. Dz. 430).<br />La razón de lo anterior es clara: siendo el bautismo absolutamente necesario para la salvación, quiso Jesucristo facilitar extraordinariamente su administración poniéndolo al alcance de todos. Es por eso que la Iglesia indica que "los pastores de almas, especialmente el párroco, han de procurar que los fieles sepan bautizar debidamente" (CIC, c. 861, & 2). <br />Si el niño permanece vivo tras el bautismo de emergencia, se debe notificar al párroco correspondiente, el cual averiguar la validez del sacramento, registrándolo en los archivos parroquiales y completando las ceremonias adicionales. <br />Fuera de caso de necesidad, el bautismo administrado por una persona cualquiera sería válido, pero gravemente ilícito (cfr. CIC, c. 862). <br /><br />2.7 EL SUJETO DEL BAUTISMO <br />"Es capaz de recibir el bautismo todo ser humano no bautizado, y sólo él" (CIC, c. 864). <br /><br />Los sujetos incapaces son sólo los ya bautizados o los muertos. En duda si la persona vive, se administra bajo condición: Si vives, yo te bautizo... "Cuando hay duda sobre si alguien fue bautizado, o si el bautismo fue administrado válidamente, y la duda persiste luego de cuidadosa investigación, se ha de bautizar bajo condición: Si no estás bautizado, yo te bautizo..."<br />Para estudiar las condiciones que han de reunir los que se bautizan, distinguiremos al sujeto adulto del que no ha llegado al uso de razón. <br />1o. Los adultos <br /><br />Para quienes han llegado al uso de razón es necesaria la intención de recibir el bautismo, de manera que el bautizado sin voluntad de recibir el sacramento, ni lícita, ni válidamente es bautizado (Instr. de la Sagrada Congregación del Santo Oficio, 3-VIII-1860). <br /><br />Estaría en este caso, por ejemplo, el infiel que sea obligado a recibir el bautismo, o que finja recibirlo para sacar provechos personales, o si mientras duerme es bautizado sin su consentimiento, etc.<br />Para recibirlo lícitamente, se requiere (cfr. CIC, c. 865, & 1): <br />- que el sujeto tenga fe (recuérdense las palabras de Mc. 16, 16: El que creyere y fuere bautizado, se salvará: primero la fe, luego el bautismo). Las verdades de fe en las que al menos debe creer, son: la existencia de Dios, que Dios es remunerador, la Encarnación del Verbo, y la Santísima Trinidad. Ha de preceder al bautismo, por tanto, la instrucción suficiente sobre estas verdades; ya después de bautizado habría de ser instruido en las demás; <br />- que esté arrepentido de sus pecados (Hechos 2, 38: arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros) pues, como hemos dicho, la gracia en este caso, la que recibe el bautizado es incompatible con el pecado. <br /><br />De lo anterior se seguiría, por ejemplo, que quien acepte ser bautizado por miedo, recibir válidamente el sacramento, puesto que le faltaría la intención de recibirlo, aunque mientras no tuviera la fe y la penitencia debidas, sería infructuoso en él.<br />2o. Los niños <br />Es válido y lícito el bautismo de los niños que aún no llegan al uso de razón. <br /><br />Inocencio III lo declaró verdad de fe contra los valdenses (Dz. 424 y 430); el Conc. de Trento contra los anabaptistas (que repetían el bautismo cuando el individuo llegaba al uso de razón) y contra los protestantes (afirmaban que al ser la fe causa eficaz de la validez sacramental, se requería que el sujeto la poseyera en acto: cfr. Dz. 867 a 870). <br />La costumbre de bautizar a los niños es muy antigua en la Iglesia. Ya el Conc. de Cartago (a. 418) declaró contra los pelagianos que los niños recién nacidos del seno materno han de ser bautizados (canon 2). La misma doctrina se declaró en Efeso y en otros muchos Concilios (II de Letr n, IV de Letrán, Vienne, Florencia, etc.). <br /><br />Según la doctrina católica, la fe actual del niño puede faltar, pues no es ella la causante de la eficacia sacramental como afirman los protestantes sino sólo un acto dispositivo. La fe en acto es sustituida por la fe de la Iglesia. <br />Una profunda fundamentación filosófica de este importante tema es tratada en la Suma Teológica, III, q. 68, a. 9.<br />Santo Tomás de Aquino (cfr. S. Th., III, q. 68, a. 9) prueba que no sólo es lícito y válido bautizar a los niños, sino que además: <br />- es necesario bautizarlos, ya que nacen con la grave mácula del pecado original, que sólo el bautismo puede curar (resultaría análogo el caso del niño que nace enfermo y no se busca su alivio); <br />- es conveniente porque, como la gracia se produce ex opere operato, ya desde esa tierna edad son poseedores de los bienes sobrenaturales y reciben la constante actuación benéfica del Espíritu Santo en sus almas. <br /><br />Con frecuencia algunos se preguntan: ¿Está bien que los padres o los padrinos acepten en nombre del niño unas obligaciones sin saber si luego serán aceptadas? Es verdad que el bautismo impone obligaciones y exige responsabilidades, pero también la vida, y la educación del párvulo exigen responsabilidades y, con todo, no se pregunta al niño si quiere asumir las cargas de la escuela o de la vida, sino que se le prepara para hacerlo porque son para él un bien. <br />El bautismo es un don, el mayor de todos los dones. Para recibir un don no se requiere el consentimiento explícito. ¿No hay acaso leyes por las que los padres o tutores pueden y deben aceptar una herencia en nombre de su hijo? ¿Por qué razones habría que hacer una excepción con el bautismo, que abre camino a los tesoros de la gracia? <br /><br />Tampoco es motivo suficiente decir que siempre queda tiempo para recibir el bautismo, en edad adulta. Esto equivaldría a decir que no tiene importancia alguna el beneficio que recibe el niño desde pequeño, o exponerle durante años al peligro de perder el cielo eternamente. Y, puesto que nadie tiene seguro un solo día de vida terrena, luego tampoco está asegurado el bautismo más adelante si a su tiempo no lo recibió por negligencia de sus padres. <br /><br />En vista de la importancia que el bautismo tiene para la salvación, la legislación de la Iglesia indica que los padres tienen obligación de hacer que los hijos sean bautizados en las primeras semanas (CIC, c. 867 & 1), y si el niño se encuentra en peligro de muerte, debe ser bautizado sin demora"" (Ibid., & 2). <br />Por la misma razón, también se indica que el niño de padres católicos, e incluso no católicos, en peligro de muerte, puede lícitamente ser bautizado, aun contra la voluntad de sus padres (c. 868, & 1); aunque fuera del peligro de muerte, no se ha de bautizar al niño cuyos padres se opongan, por no tener la esperanza de poder educarlo en la religión católica (Ibid.). <br /><br />Por último, se indica que: <br /><br />- El niño expósito o que se halló abandonado, debe ser bautizado, a no ser que conste su bautismo después de una investigación diligente (c. 870); <br />- En la medida de lo posible se deben bautizar los fetos abortivos, si viven (c. 871). <br /><br />La doctrina de que el feto humano está informado por el alma racional desde el primer momento de su concepción, es la razón por la que el legislador manda bautizar si se produce un aborto. Es de notar que esta doctrina es tan firme, que no tiene lugar en este caso el bautismo bajo condición, si consta que el feto está vivo.<br />Las mismas razones aducidas para el bautismo de los niños han de emplearse cuando se trata de dementes que nunca han tenido uso de razón. <br />2.8 LOS PADRINOS DEL BAUTISMO <br /><br />Padrinos son las personas designadas por los padres del niño -o por el bautizado, si es adulto-, para hacer en su nombre la profesión de fe, y que procuran que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones del mismo (CIC, c. 872). <br /><br />La legislación de la Iglesia en torno a los padrinos del bautismo estipula que: <br /><br />- ha de tenerse un solo padrino o una madrina, o uno y una (CIC, c. 873); <br />- para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que: <br /><br />tenga intención y capacidad de desempeñar esta misión; <br />haya cumplido 16 años; <br />sea católico, esté confirmado, haya recibido el sacramento de la Eucaristía y lleve una vida congruente con la fe y la misión que va a asumir; <br />no esté afectado por una pena canónica; <br />no sea el padre o la madre de quien se bautiza (cfr. CIC, c. 874 & 1).<br /> <br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Cuando pedimos el Bautismo<br />Guía práctica para padres, padrinos y todo aquel que participe del Sacramento del Bautismo. <br />Por Por José Antonio Abad Ibáñez*<br /><br /><br /><br />I. LO QUE CORRESPONDE A LOS PADRES<br /><br /><br />A) ANTES DEL BAUTISMO<br /><br /><br />1. Agradecer a Dios el regalo del nuevo hijo.<br /><br /><br />2. Comunicar inmediatamente al párroco (o a otro sacerdote de la parroquia <br />propia) que desean bautizar cuanto antes a su hijo, para que se convierta en <br />hijo de Dios.<br /><br /><br />3. Hacer que su hijo reciba el bautismo dentro de las primeras semanas, pues <br />tienen obligación de bautizarlo en ese tiempo, a no ser que se encuentre<br />en peligro de muerte, en cuyo caso deben hacerlo inmediatamente (Código <br />de Derecho Canónico, canon 867).<br /><br /><br />4. Concretar con el párroco el lugar, día y hora del bautismo. <br />Aunque todos los días puede celebrarse el bautismo, es aconsejable que <br />se haga en domingo (Código de Derecho Canónico, canon 856).<br /><br /><br />5. Elegir el padrino (puede ser un padrino solo, o una madrina sola o un padrino <br />y una madrina: Código de Derecho Canónico, canon 873), procurando <br />que:<br /><br /><br />a) las personas elegidas reúnan las condiciones exigidas por la Iglesia;<br /><br /><br />b) no dejarse guiar únicamente por razones de parentesco, amistad o <br />prestigio social, sino por el deseo sincero de asegurar a su hijo unos padrinos <br />que por su edad, proximidad, formación y vida cristiana puedan influir <br />eficazmente en su día en su educación cristiana. (Por este motivo <br />es desaconsejable elegir a personas muy ancianas o muy distantes del lugar de <br />residencia paterna).<br /><br /><br />6. Preparar lo mejor posible el bautismo. Para ello deben:<br /><br /><br />. Examinarse con honradez si procuran ser buenos cristianos (vg. si rezan habitualmente; <br />si van a misa todos los domingos y fiestas de precepto; si se confiesan con <br />frecuencia; si tienen los hijos que Dios quiere; si educan cristianamente a <br />sus hijos; si viven la justicia en sus relaciones laborales y sociales; si aman <br />al prójimo de palabra y de obra; si cumplen bien las obligaciones profesionales; <br />si respetan los bienes ajenos; si son responsables en los asuntos públicos <br />y sociales, etc.).<br /><br /><br />. Asistir, a no ser que les sea imposible, a las charlas o encuentros que organice <br />la parroquia para preparar el bautismo, pues "los padres (...) han de ser<br />convenientemente ilustrados sobre el significado de este sacramento y las obligaciones <br />que lleva consigo; y debe procurar el párroco, personalmente o por medio <br />de otras personas, que los padres sean oportunamente instruidos con exhortaciones <br />pastorales e incluso con la oración en común, reuniendo a varias <br />familias, y visitándolas si es posible hacerlo" (Código de <br />Derecho Canónico, canon 851, párrafo 2).<br /><br /><br />7. Conocer el rito del bautismo.<br /><br /><br />8. Escoger para su hijo un nombre que no sea "ajeno al sentir del cristiano" <br />(Código de Derecho Canónico, canon 851). Estos nombres son los <br />de Jesús, la Santísima Virgen en sus principales advocaciones <br />y devociones, y los santos.<br /><br /><br />B) EN EL RITO DEL BAUTISMO<br /><br /><br />1. Seguir con atención y fervor las ceremonias religiosas del bautismo.<br /><br /><br />2. Realizar las siguientes acciones:<br /><br /><br />. Primera parte:<br /><br />* Manifestar cómo quieren que se llame el niño y que son conscientes <br />de los compromisos que lleva consigo bautizar a su hijo.<br /><br />* Hacer una cruz en la frente de su hijo después del celebrante.<br /><br /><br />. Segunda parte:<br /><br />* Escuchar atentamente las lecturas y la homilía para disponerse a participar <br />mejor en el sacramento.<br /><br />* Contestar en la letanía de los santos que reza el celebrante.<br /><br />* Descubrir el pecho del niño (función de la madre, sobre todo) <br />para que pueda ser ungido con el óleo de los catecúmenos.<br /><br /><br />. Tercera parte:<br /><br />* Realizar con sinceridad las renuncias y la confesión de fe.<br /><br />* Pedir públicamente el bautismo para su hijo.<br /><br />* Encender una vela en el cirio pascual y sostenerla mientras el ministro explica <br />su significado.<br /><br /><br />. Cuarta parte:<br /><br />* Rezar el Padre Nuestro.<br /><br />* Acoger con gratitud y humildad las bendiciones destinadas a ellos.<br /><br />* Llevar al recién bautizado a un altar de la Santísima Virgen, <br />para ponerlo bajo su protección.<br /><br /><br />C) DESPUÉS DEL BAUTISMO<br /><br /><br />1. Educar cristianamente al hijo bautizado, tanto con el ejemplo, como con <br />la palabra.<br /><br /><br />2. Procurar que reciba una buena formación cristiana. Para ello deben:<br /><br />. Llevarle a la catequesis parroquial.<br /><br />. Matricularle en la clase de religión (si esta asignatura existe en <br />el centro escolar donde estudia).<br /><br />. Seguir de cerca la formación religiosa que recibe en el centro escolar.<br /><br />. Formarle rectamente la conciencia. (La vida ordinaria proporciona múltiples <br />ocasiones para cumplir con esta importantísima tarea.<br /><br />Por ejemplo: rezar antes y después de las comidas; no hablar mal de nadie, <br />especialmente de los superiores o de la Iglesia; hacerle ver que las cosas no <br />son buenas o malas porque las hagan muchos o pocos; descubrirle el valor del <br />cumplimiento del deber; acostumbrarle a reflexionar sobre la importancia que <br />tiene ayudar a los demás, especialmente a los más necesitados, <br />etc.)<br /><br /><br />3. Poner los medios para que, al llegar al uso de razón, reciba cuanto <br />antes y con la debida preparación, la primera comunión (Código <br />de Derecho Canónico, canon 914).<br /><br /><br />4. Ayudarle a que reciba la Confirmación hacia los 14 años, a <br />no ser que el obispo de la diócesis establezca que sea a la "edad <br />de la dicreción", es decir: hacia los 7 años.<br /><br /><br />II. LO QUE CORRESPONDE A LOS PADRINOS<br /><br /><br /><br /><br />A) ANTES DEL BAUTISMO:<br /><br /><br /><br /><br />. Haber sido elegido por los padres.<br /><br /><br />. Haber cumplido 16 años (a no ser que el Obispo diocesano establezca <br />otra edad, o que, por causa justa, el párroco o el ministro consideren <br />admisible una excepción).<br /><br /><br />. Ser católico.<br /><br /><br />. Estar confirmado, y haber recibido la primera comunión.<br /><br /><br />. Llevar una vida congruente con la misión que se va a asumir.<br /><br /><br />. No estar impedido por el derecho de la Iglesia.<br /><br /><br />. No ser el padre o la madre de quien se va a bautizar (Código de Derecho <br />Canónico, canon 874).<br /><br /><br />. Tener conciencia de que su misión no es un mero trámite, puesto <br />que representan a la familia y a la Iglesia y han de colaborar con los padres <br />para que su ahijado "lleve una vida consecuente con el bautismo y cumpla <br />fielmente las obligaciones inherentes al mismo" (Código de Derecho <br />Canónico, canon 872).<br /><br /><br />. Estar dispuestos a cumplir con su misión; en caso contrario lo honrado<br />es no asumir unos compromisos que no van a cumplirse. Por ejemplo, debe rehusar <br />ser padrino quien:<br /><br /><br />* No es católico practicante;<br /><br />* no acepta la doctrina del Papa y de los obispos en asuntos relativos a la <br />fe y a la moral cristiana: matrimonio, defensa de la vida, etc.;<br /><br />* milita en partidos políticos que tienen una concepción de la <br />vida individual y social en abierta oposición al Evangelio;<br /><br />* realiza su trabajo profesional según criterios morales incompatibles <br />con la enseñanza de la Iglesia Católica;<br /><br />* daría escándalo - no farisaico- por su modo de comportarse habitualmente;<br /><br />* colabora en la difusión de periódicos, revistas, películas, <br />vídeos, etc., pornográficos, calumniosos o blasfemos.<br /><br /><br />. Asistir -siempre que les sea posible- a las charlas o entrevistas organizadas <br />por la parroquia para, preparar el bautismo (Código de Derecho Canónico <br />canon 851, párrafo 2).<br /><br /><br /><br /><br />B) EN EL BAUTISMO:<br /><br /><br />. Primera parte: Responder con sinceridad que están dispuestos a ayudar <br />a los padres a educar cristianamente al niño que va a recibir el bautismo.<br /><br />Hacer una cruz en la frente del niño si el sacerdote les invita a hacerlo.<br /><br /><br />. Segunda parte: Escuchar atentamente las lecturas y la homilía para <br />disponerse a participar mejor.<br /><br /><br />. Tercera parte: Hacer con sinceridad las renuncias y la profesión de <br />fe y pedir, junto con los padres, el bautismo.<br /><br /><br />Encender -si no lo hace el padre- una vela en el cirio pascual y sostenerla <br />mientras el sacerdote explica el significado de este gesto.<br /><br /><br />. Cuarta parte: Rezar el Padre Nuestro.<br /><br /><br />C) DESPUÉS DEL BAUTISMO:<br /><br /><br />. Ayudar a los padres en la educación cristiana del bautizado.<br /><br />. Si es posible, ser padrinos de la confirmación de su ahijado.<br /><br /><br />III. RITUAL DEL BAUTISMO DE NIÑOS<br /><br /><br /><br /><br />Primera Parte: RITO DE ACOGIDA<br /><br /><br />. Se realiza en la puerta de la Iglesia o en otro lugar apropiado.<br /><br /><br />. Como su nombre indica, en esta parte la Iglesia - reprensentada por el ministro <br />(obispo, sacerdote o diácono) y la comunidad cristiana acoge al niño <br />para bautizarlo.<br /><br /><br />El celebrante saluda a los padres, padrinos y comunidad cristiana.<br /><br />Luego pregunta a los padres el nombre que quieren imponer a su hijo/a diciendo:<br /><br /><br />Celebrante: ¿Qué nombre habéis elegido para vuestro hijo?<br /><br /><br />Padres: N. (dicen el nombre).<br /><br /><br />Celebrante: ¿Qué pedís a la Iglesia?<br /><br /><br />Padres: El Bautismo.<br /><br /><br />Celebrante: (Dirigiéndose a los padres): ¿Al pedir el Bautismo <br />para vuestros hijos, sabéis que os obligáis a educarles en la <br />fe, para que estos niños, guardando los mandamientos, amen al Señor <br />y al prójimo como Cristo nos enseña en el Evangelio?<br /><br /><br />Padres: Sí, lo sabemos.<br /><br /><br />Celebrante: (Dirigiéndose a los padrinos) Y vosotros, padrinos, ¿estáis <br />dispuestos a ayudar a sus padres en esta tarea?<br /><br /><br />Padrinos: Sí, estamos dispuestos.<br /><br /><br />Celebrante: N.N. la comunidad cristiana os recibe con alegría. Yo, en <br />su nombre, os signo con la señal de Cristo Salvador. Y vosotros, padres <br />y padrinos, haced también sobre ellos la señal de la Cruz.<br /><br /><br />Signación de la frente: Luego, el celebrante, los padres y los padrinos <br />hacen la señal de la Cruz en la frente del niño/a.<br /><br /><br />Segunda Parte: LITURGIA DE LA PALABRA<br /><br /><br />. Se celebra en el lugar más adecuado para proclamar y escuchar la Palabra <br />de Dios.<br /><br /><br />. Esta parte sirve para fomentar la fe de los padres y padrinos (también<br />de la comunidad cristiana) a fin de disponerles a participar mejor en el rito <br />bautismal.<br /><br /><br />Se desarrolla de este modo:<br /><br /><br />1. Proclamación de una o más lecturas de la Sagrada Escritura; <br />salmo responsorial.<br /><br /><br />2. Homilía.<br /><br /><br />3. Silencio meditativo. (Breve).<br /><br /><br />4. Oración de los fieles. (Se contesta como en la Santa Misa: Te rogamos, <br />óyenos).<br /><br /><br />5. Letanía. Después de la oración de los fieles, el celebrante <br />añade:<br /><br /><br />. Santa María, Madre de Dios. Todos: Ruega por nosotros.<br /><br />. San José, esposo de la Virgen. Todos: Ruega por nosotros.<br /><br />. Santos Apóstoles, Pedro y Pablo. Todos: Rogad por nosotros.<br /><br />. San (patronos de los niños que se bautizan). Todos: Ruega por nosotros.<br /><br />. San (el patrono de la Iglesia o del lugar). Todos: Ruega por nosotros.<br /><br /><br />. Todos los Santos y Santas de Dios. Todos: Rogad por nosotros.<br /><br /><br />6. Exorcismo:<br /><br /><br />. El sacerdote reza una oración en la que pide a Dios que a los que <br />van a recibir el bautismo les libre del demonio, les quite el pecado original <br />y les convierta en templos del Espíritu Santo.<br /><br /><br />. Luego unge a cada uno de los niños con el Santo Óleo en el <br />pecho.<br /><br />(Esta unción simboliza la fuerza que Cristo concede a los suyos. Se hace<br />en el pecho, aludiendo al lugar donde está el corazón, que es <br />de donde brotan las buenas y malas acciones del hombre).<br /><br />El celebrante añade: Para que el poder de Cristo Salvador os fortalezca,<br />voy a ungiros con este óleo de salvación en el nombre de Jesucristo, <br />Señor Nuestro, que vive y reina por los siglos de los siglos. Todos responden: <br />Amén.<br /><br /><br />Tercera Parte: LITURGIA DEL SACRAMENTO<br /><br /><br />. Se celebra en el bautisterio (o en el lugar que se haya escogido para realizarla).<br /><br /><br />. Es la parte más importante, pues en ella se confiere el bautismo.<br /><br /><br />Se desarrolla de este modo:<br /><br /><br />1. Bendición de la fuente <br /><br />A no ser durante el tiempo de pascua (desde la Vigilia pascual hasta Pentecostés), <br />el celebrante bendice el agua con una larga oración; en la que, de una <br />parte, recuerda el papel del agua en la historia de la salvación, y, <br />de otra, pide a Dios que el agua reciba, por la acción del Espíritu <br />Santo, el poder de regenerar a los que van a ser lavados con ella.<br /><br /><br />2. Renuncias <br /><br />Una vez bendecida el agua, el celebrante pregunta a los padres y padrinos:<br /><br />. ¿Renunciáis a Satanás? Respuesta: Sí, renuncio <br />(en singular, no en plural).<br /><br />. ¿Y a todas sus obras? Respuesta: Sí, renuncio.<br /><br />. ¿Y a todas sus seducciones? Respuesta: Sí, renuncio (Este rito <br />sirve para que los padres y padrinos recuerden su condición de bautizados <br />y expresen el compromiso de educar en la fe al niño que va a recibir <br />el bautismo).<br /><br /><br />3. Profesión de Fe <br /><br />Enseguida pregunta el celebrante a los padres y padrinos:<br /><br />. ¿Creéis en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de <br />la Tierra?<br /><br />Respuesta: Sí creo, (en singular, no en plural).<br /><br />. ¿Creéis en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, <br />que nació de Santa María Virgen, murió, fue sepultado, <br />resucitó de estre los muertos y está sentado a la derecha del <br />Padre?<br /><br />Respuesta: Sí creo.<br /><br />. ¿Creéis en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, <br />en la Comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en <br />la resurrección de los muertos y en la vida eterna?<br /><br />Respuesta: Sí, creo (La profesión de fe y las renuncias son el <br />anverso y reverso de una misma adhesión religiosa: no, al demonio y sí, <br />a Cristo).<br /><br />A esta profesión de fe asiente el celebrante y la comunidad cristiana, <br />diciendo: Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia, que nos gloriamos <br />de profesar en Cristo Jesús, Señor nuestro.<br /><br />Todos responden: Amén.<br /><br /><br />4. Bautismo<br /><br />Petición del bautismo. El celebrante pregunta a los padres y padrinos:<br /><br />. ¿Queréis, por tanto, que vuestro hijo N, sea bautizado en la <br />fe de la Iglesia que todos juntos acabamos de profesar?<br /><br />Padres y padrinos responden: Sí, queremos.<br /><br /><br />Bautismo. Inmediatamente después el celebrante derrama agua sobre la<br />cabeza de cada uno de los niños diciendo:<br /><br />N. yo te bautizo en el nombre del Padre (derrama agua sobre la cabeza) y del <br />Hijo (derrama agua sobre la cabeza) y del Espíritu Santo (derrama agua<br />sobre la cabeza).<br /><br /><br />5. Crismación <br /><br />A continuación, el celebrante reza una oración y unge después <br />la cabeza del bautizado con el Santo Crisma. Al final todos responden: Amén. <br />(Esta unción hace referencia a la que en el Antiguo Testamento recibían <br />los profetas, sacerdotes y reyes, la cual prefiguraba la unción sacerdotal<br />de Jesucristo. Al participar el neófito -el recién bautizado- <br />de esa unción de Cristo, se convierte en profeta, sacerdote y rey del <br />nuevo pueblo de Dios, la Iglesia; es decir: poseedor del sacerdocio común).<br /><br /><br />6. Imposición del vestido blanco <br /><br />Después reza una oración a la que todos contestan: Amén. <br />Y se impone al niño un vestidito blanco (no un trozo de tela o una capucha). <br />(La imposición de la vestidura blanca es signo: a) de la nueva criatura <br />en que se ha convertido el bautizado, b) de su configuración con Cristo <br />y c) de la dignidad del cristiano; d) también de la incorruptibilidad <br />del cuerpo, pues al igual que la Transfiguración profetizó la <br />Resurrección de Jesucristo, la vestidura blanca anuncia la futura resurrección).<br /><br /><br />7. Entrega del cirio <br /><br />El celebrante muestra el cirio pascual y dice:<br /><br />. Recibid la luz de Cristo.<br /><br /><br />Despues uno de cada familia (vg. el padre o el padrino) enciende la vela del <br />niño en el cirio pascual. Segidamente el sacerdote dice estas palabras:<br /><br /><br />. A vosotros, padres y padrinos, se os confía acrecentar esta luz. Que <br />vuestros hijos, iluminados por Cristo, caminen siempre como hijos de la luz. <br />Y perseverando en la fe, puedan salir con todos los santos al encuentro del <br />Señor. (El cirio pascual es símbolo de Cristo resucitado, luz <br />del mundo. La entrega de una vela encendida en ese cirio simboliza, de una parte, <br />que el bautismo es una iluminación y convierte al bautizado en testigo <br />del Resucitado; y, de otra, la responsabilidad de los padres y padrinos como <br />educadores de la fe, para que esa luz no se apague por el pecado sino que se <br />acreciente por medio de una auténtica vida cristiana).<br /><br /><br /><br /><br />Cuarta Parte: RITO DE DESPEDIDA<br /><br /><br />. Se celebra junto al altar.<br /><br /><br />. Tiene por objeto dar gracias a Dios por el gran don del santo bautismo.<br /><br /><br />1. Todos rezan el Padre Nuestro.<br /><br /><br />2. Después el sacerdote bendice a las madres, padres y presentes. Al <br />final de cada bendición todos responden: Amén.<br /><br /><br />3. Donde es costumbre se lleva a los niños a un altar de la Santísima <br />Virgen. Allí se les consagra y pone bajo la protección de quien, <br />desde ahora, es ya su Madre Espiritual.<br /><br /><br /><br /><br /><br />*Profesor Ordinario de Liturgia en la Facultad de Teología del Norte <br />de España (sede de Burgos). Autor de numerosos manuales, libros y artículos <br />de su especialidad. Comentarista de Liturgia en Radio María.MANUEL ROBLEShttp://www.blogger.com/profile/07632585040113634610noreply@blogger.com0