sábado, 2 de diciembre de 2006

EJERCICIOS ESPIRITUALES IGNACIANOS. www.ciberiglesia.net

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Esta web contiene muchas ideas para predicar


Ocho regalos que no cuestan un centavo
Autor:


1.- El regalo de Escuchar.
Pero realmente escuchar, sin interrumpir, bostezar, o criticar. Sólo
escuchar.

2.- El regalo del Cariño.

Ser generoso con besos, abrazos, palmadas en la espalda y apretones de
manos, estas pequeñas acciones demuestra el cariño por tu familia y
amigos.

3.- El regalo de la sonrisa.
Llena tu vida de imágenes con sonrisas, dibujos, caricaturas y tu
regalo dirá: "me gusta reír contigo"

4.- El regalo de las notas escritas.

Esto puede ser un simple "gracias por ayudarme", un detalle como estos
puede ser recordado de por vida Y TAL VEZ CAMBIARLA.

5.- El regalo de un cumplido.
Un simple y sincero "te ves genial de rojo", "has hecho un gran
trabajo" o "fue una estupenda comida" puede hacer especial un día.

6.- El regalo del favor.

Todos los días procura hacer un favor.

7.- El regalo de la soledad.

Hay días que no hay nada mejor que estar solo. Sé sensible a aquellos
días y da este regalo o solicítalo a los demás.

8.- El regalo de la disposición a la gratitud.

La forma más fácil de hacer sentir bien a la gente es decirle cosas
que no son difíciles de decir como "Hola" y "Muchas Gracias".

Los amigos son raras joyas, que pueden hacerte enojar y sonreír, que
poco a poco aprenden a escuchar, a alentarte y ellos siempre abrirán su
corazón a nosotros. Demuéstrale a tus amigos lo mucho que los estimas
regalándoles este mensaje.











Decálogo del periodista
Autor: Manuel Lozano Garrido
Obtenido en: Periodismo Católico


1. Da gracias al ángel que clavó en tu frente el lucero de la verdad y lo bruñe a todas horas.

2. Cada día alumbrarás tu mensaje con dolor, porque la verdad es un ascua que se arranca del cielo y quema las entrañas para iluminar, pero tú cuida de llevarla dulcemente hasta el corazón de tus hermanos.

3. Cuando escribas lo has de hacer: de rodillas para amar; sentado para juzgar; erguido y poderoso, para combatir y sembrar.

4. Abre pasmosamente tus ojos a lo que veas y deja que se te llene de sabia y frescura el cuenco de las manos, para que los otros puedan tocar ese milagro de la vida palpitante cuando te lean.

5. El buen peregrino de la palabra pagará con moneda de franqueza, la puerta que se le abre en la hospedería del corazón.

6. Trabaja el pan de la limpia información con la sal del estilo y la levadura de lo eterno y sírvela troceada por el interés, pero no le usurpes al hombre el gozo de saborear, juzgar y asimilar.

7. Árbol de Dios, pídele que te haga roble, duro e impenetrable al hacha de la adulación y el soborno, pero con tu frente en las ramas a la hora de la cosecha.

8. Si a tu silencio se llama fracaso porque la luz falta a la cita, acepta y calla. Pobre del ídolo que tiene los pies del barro de la mentira. Pero ojo a su vez, con la vanagloria del mártir cuando las palabras no suenan por cobardía.

9. Siégate la mano que va a mancillar, porque las salpicaduras en los cerebros, son como sus heridas, que nunca se curan.

10. Recuerda que no has nacido para prensa de colores. Ni confitería, ni platos fuertes: sirve mejor el buen bocado de la vida limpia y esperanzadora, como es.








Decálogo del predicador
Autor:


1.- No subas al estrado sin saber lo que vas a decir. Y cuando lo hayas dicho, bájate. No te alargues inútilmente.

2.- Hazte el guión de lo que vas a decir. En el papel o en la cabeza.

3.-Procura despertar en el oyente interés por lo que dices. Si no, desconectará.

4.- Que lo que dices sea provechoso para el oyenhte. Nuestra misión no es entretener, sino evangelizar.

5.- La brevedad no es el supremo de los valores. No debemos sacrificar lo importante para ser breves. Pero es verdad aquello de que «lo bueno y breve es dos veces bueno».

6.- Habla con naturalidad. Lo teatral es repelente.

7.- Procura hablar de modo que te entienda todo el mundo, pero con toda exactitud para que las personas cultas acepten lo que dices.

8.- Para comunicar una idea es necesario que tú estés convencido de lo que dices.

9.- Si te ayudas de aparatos técnicos, debes preocuparte de que funcionen perfectamente. Es un desprestigio para el Evangelio usar aparatos malos mientras que el MAL se difunde con técnica excelente. La técnica punta debe estar al servicio de la evangelización.

10.- No pretendas jamás tu propio éxito personal, sino el bien de las almas. Buscar el éxito debe ser tan sólo para facilitar la evangelización.







DECÁLOGO DEL PREDICADOR



1. No subas al ambón sin saber lo que vas a decir. Y cuando lo
hayas dicho, bájate: no te alargues inútilmente.


2. Hazte el guión de lo que vas a decir: en el papel o en la cabeza.


3. Procura despertar en el oyente interés por lo que dices. Si no,
desconectará de tu predicación.


4. Que lo que dices, sea provechoso para el oyente. La misión del
predicador no es entretener, sino evangelizar.


5. La brevedad no es el supremo de los valores: no debemos sa-
crificar lo importante para ser breves. Pero es verdad aquello de
que «lo bueno y breve es dos veces bueno».


6. Habla con naturalidad: lo teatral puede resultar repelente.


7. Procura hablar de modo que te entienda todo el mundo, pero
con toda precisión para que las personas cultas acepten lo que
dices.


8. Para comunicar una idea es necesario que tú estés convencido
de lo que dices: no prediques lo que no vives.


9. Si te ayudas de aparatos técnicos, debes preocuparte de que
funcionen perfectamente. Es un desprestigio para el Evangelio
usar aparatos malos mientras que el mal se difunde con técnica
excelente. La tecnología punta puede ponerse al servicio de la
evangelización.


10. No pretendas jamás tu propio éxito personal, sino el bien de
las almas. Buscar el éxito debe ser tan sólo para facilitar la evan-
gelización.






www.vidasacerdotal.org---------------Se puede consultar esta página para temas sacerdotales.



CURSO DE RETIRO PARA SACERDOTES, (ESTOS SON DEL PALO)




Para facilitar la tarea del predicador del Curso de retiro, se ofrece un esquema de un Curso de retiro en cuatro días. Se ha pensado en un Curso de retiro con cuatro Meditaciones o Pláticas, que se pueden dar en la capilla u oratorio, y una charla que se puede tener en una salita o en otro contexto. Los temas que se han escogido para las Meditaciones sirven más para que el sacerdote predicador ayude a los asistentes a hacer un rato de oración. Las charlas, por su parte, tienen un contenido más expositivo o doctrinal.

Se ha pensado en cuatro días completos. A estas Meditaciones se pueden añadir una Meditación introductoria, la tarde del día en que se llega, y otra Meditación de conclusión, la mañana del último día en que los asistentes se vuelven.

Este es el esquema:

Meditación introductoria: El ciego de Jericó

Día 1º:

Afán de santidad
Vocación
Filiación divina
Vida de oración
Charla: Unión con el Papa y con el Odinario

Día 2º:

Trato con el Señor
Postrimerías
Templanza
Pobreza cristiana
Charla: Castidad y celibato

Día 3º:

Humildad
Vida de trabajo
Formación
Apostolado
Charla: Confesión: frecuencia de la confesión propia, y modo de confesar

Día 4º:

Fraternidad sacerdotal
Vida eucarística
Amor a la Cruz
La Virgen María, Madre de los sacerdotes
Charla: piedad litúrgica

Meditación final: el plan de vida






CAPITULO I.
GENERALIDADES DE LOS EJERCICIOS IGNACIANOS
• ¿Que es hacer Ejercicios?
• Normas practicas para hacer bien los Ejercicios
• El silencio
1. Coloquio con Jesucristo
2. Oración para alcanzar el silencio
• La reflexión
Método para meditar y examen de cada meditación
• La oración
1. Consejos para orar
2. Oraciones usuales
Padrenuestro
Credo de los apóstoles
Yo pecador
Alma de Cristo
Ojos de Jesús, mírenme
Toma, Señor
Señor mío, Jesucristo
Espíritu Santo
Gloria
Ave María
Memorare
La Salve
CAPITULO II.
LITURGIAS DE LOS EJERCICIOS
• Ofrecimiento de obras
• Oración previa a cada meditación
• Bendición de la mesa
• Santa Misa dialogada
• Vía Crusis
• Santo Rosario y Letanías de la Virgen
• Angelus
• Oración de la noche
CAPITULO III.
COMIENZO DE LOS EJERCICIOS
• Oración para el acto de comenzar los Ejercicios
• El Principio y Fundamento de los Ejercicios de San Ignacio
• Preces de los Ejercicios
• Oración para hacer bien los Ejercicios
• Oración a San Ignacio de Loyola
• Oración de Clemente IX
• Oración para decidir
AL RITMO DE LAS CUATRO ETAPAS
CAPITULO IV.
PRIMERA ETAPA: ORIENTACIÓN Y CONTRICIÓN
• Notas
• Tarea
• Oración matutina comanditaria
• Preces de la primera etapa
1. Memorare
2. Jesucristo, medico del alma
3. Acto de perfecta contrición
4. Nos has hecho para Ti
5. Salmo 129. Desde el abismo clamo a Ti
6. Acto de desagravio
7. A San Ignacio de Loyola
• Examen de la primera etapa
CAPITULO V.
EL PROBLEMA DE TU PASADO: LA CONFESIÓN
• Preparación para la Confesión
• Advertencias antes del examen de conciencia
• Examen general de conciencia para la Confesión
1. Los mandamientos
a. Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios
b. Los Mandamientos de la Iglesia
2. Los pecados capitales
3. Las obligaciones particulares (Maestros, catedráticos, profesores, patronos, obreros, jefes y oficiales, jueces y abogados, médicos, estudiantes, solteros)
CAPITULO VI.
EXAMEN PRACTICO DE CONCIENCIA PARA LA REFORMA
• Ejercicio importante
• Modo de hacer este examen
• Cristianos siempre en todo
• Examen del tiempo
• Examen de las obligaciones religiosas
• Examen de la vida de familia
• Examen de la profesión
• Examen del carácter
• Examen de las mortificaciones
• Examen de la riqueza
• Examen de los bienes
• Examen de las virtudes
• Examen de los vicios
• Examen de los peligros
• Examen de las omisiones
• Examen de las diversiones
• Examen de amistades y reuniones
• Examen de todo
• Frutos de este examen
CAPITULO VII.
SEGUNDA ETAPA: TU DECISIÓN DE SALVACIÓN
• Notas
• Tarea
• Oración matutina comunitaria
• Preces de la segunda etapa
1. Madre mía Inmaculada
2. Jesucristo, Maestro
3. Acto de confianza
4. Nobleza
5. Cristo, tómanos a tu servicio
6. Piedad
7. Acto de reparación
• Examen de la segunda etapa
CAPITULO VIII.
EL PROBLEMA DE TU PORVENIR
• La necesidad de elegir
• La elección
1. Elección de estado
2. La vocación en general
3. Vocación para el matrimonio
4. Vocación para el estado religioso
5. Vocación para el sacerdocio
6. El tercer estado
• Modo de hacer la elección
CAPITULO IX.
TERCERA ETAPA: TU GENEROSIDAD CON JESUCRISTO
• Notas
• Tarea
• Oración matutina comunitaria
• Preces de la tercera etapa
1. Ofrenda
2. Memorare
3. Preces de la Pureza
4. Oh amabilísimo Verbo de Dios
5. Oración para conocer y cumplir la voluntad de Dios
6. Oración para la elección de estado
7. Oración de San Francisco
• Examen de la tercera etapa
CAPITULO X.
REFORMA DE TU VIDA Y TU PLAN DE VIDA
• Reforma de vida
• Esquemas de una buena reforma
• Contenida del plan de vida
• Los propósitos
• Mis planes y mis propósitos ante el Señor
CAPITULO XI.
CUARTA Y ULTIMA ETAPA: TU INTIMIDAD CON JESUCRISTO
• Comunión espiritual
• Visita al Santísimo Sacramento
• Quince minutos en compania de Jesús Sacramentado
• Invocaciones al Corazón de Jesús
• Oh Jesús de Misericordia
• Ofrecimiento de la Reforma
• Oración al terminar los Ejercicios
• Examen de la cuarta etapa
CAPITULO XII.
RECOMENDACIONES FINALES: LA PERSEVERANCIA Y MEDIOS PARA LOGRARLA
• Fin de Ejercicios... ¿y ahora que?
• Medios para la perseverancia
• Oraciones
1. Para alcanzar la perseverancia
2. Oh Santísimo Jesús
3. Para tener una buena muerte
4. Consagración al Corazón de Jesús
5. No me mueve mi Dios, para quererte
Apéndice A.
CANTOS E HIMNOS RELIGIOSOS
• De penitencia
Perdón, oh Dios mío
Amante Jesús mío
Perdona a tu pueblo, Señor
• Eucarísticos
Pange lingua
Tantum ergo
Cantemos al Amor de los amores
Tu reinaras
• A Jesús
Pescador de hombres
Oh Buen Jesús
Eres Tu, Jesús
• A la Santísima Virgen
Oh María, madre mía
Santa María del Camino
Ave María de Lourdes
• Himnos
Marcha de San Ignacio de Loyola
Himno de la Agrupación Católica Universitaria
Apéndice B.
RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN AGRUPACIONAL



EJERCICIOS ESPIRITUALES DE DOMINICOS...www.frayescoba.info

Para escuchar por internet

Ejercicios Espirituales a las monjas dominicas de Paterna sobre la Primera Carta de San Pablo a los Corintios. 24 al 31 de octubre 2006 (Chus Villarroel, O.P.)


Ejercicios Espirituales sobre Hebreos a las monjas dominicas de Lerma (Burgos). Junio 2006 (Chus Villarroel, O.P.)


Ejercicios Espirituales sobre la Encíclica "Deus caritas est" a las monjas dominicas de Xàtiva (Valencia). Marzo 2006 (Chus Villarroel, O.P.)


Novena a Jesús de Medinaceli - Iglesia de San Miguel (Palencia), 20 al 28 de febrero 2006 (Chus Villarroel, O.P.)


Ejercicios Espirituales sobre la Carta a los Efesios -Quejana (Alava)- 4-16 diciembre 2005 (Chus Villarroel, O.P.)


Ejercicios Espirituales sobre Colosenses a las monjas dominicas de Gerona - Noviembre 2005- (Chus Villarroel, O.P.)


Ejercicios Espirituales sobre la carta a los Filipenses a las monjas Cistercienses de Teror (Canarias) - Oct/Noviembre 2005- (Chus Villarroel, O.P.)


Novena a la Virgen de Fátima - Cáceres, 4 al 12 de mayo 2005 (Chus Villarroel, O.P.)


Ejercicios Espirituales sobre la Eucaristía a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados -Carmona Febrero 2005- (Chus Villarroel, O.P.)


Ejercicios Espirituales sobre la Carta a los Gálatas -Quejana (Alava)- 19-22 diciembre 2004 (Chus Villarroel, O.P.)


Ejercicios Espirituales sobre el Rey David a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados -Vigo- Octubre 2004 (Chus Villarroel, O.P.)


Ejercicios Espirituales sobre el Génesis a monjas dominicas comtemplativas de Paterna -Valencia- Octubre 2004 (Chus Villarroel, O.P.)


"Carta de San Pablo a los Romanos" en Retiro de Cangas (Chus Villarroel, O.P.)


Ejercicios Espirituales sobre el Evangelio de S. Mateo en Toledo (Chus Villarroel, O.P.)


Ejercicios Espirituales sobre el Evangelio de S. Juan a monjas contemplativas en Lerma y Ruiloba (Chus Villarroel, O.P.)





EJERCICIOS ESPIRITUALES DE JUAN PABLO II


Una bellísima predicación de monseñor Nguyên Van Thuân para los Ejercicios Espirituales de Juan Pablo II
Habla monseñor Van Thuân, predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa

1. LA ESPERANZA, EL GRAN DESAFIO PARA EL MUNDO CONTEMPORANEO
2. DIOS, LA UNICA CERTEZA TRAS TRECE AÑOS DE CARCEL
3. EL SECRETO DEL LA SANTIDAD: VIVIR CADA DIA COMO SI FUERA EL ULTIMO
4. «PADRE, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?», EL MISTERIO DE LA CRUZ
5. LA EUCARISTÍA CAMBIO LA VIDA EN EL CAMPO DE REEDUCACION COMUNISTA
6. LA FUERZA DE LOS CRISTIANOS ESTA EN SU DEBILIDAD
7. EL SECRETO DE LA ESPERANZA, «REGRESAR A JERUSALEN»

TRAS TRECE AÑOS EN LA CARCEL, AMO A CRISTO POR SUS «DEFECTOS»
Habla monseñor Van Thuân, predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 12 mar (Palabra).- Desde que en 1698 un antepasado suyo, ministro del rey y embajador en China, recibió el bautismo, comenzó la persecución. El rey le quitó todas sus posesiones y le expulsó. Desde entonces su familia sufre la persecución. En 1975, Pablo VI le nombró arzobispo de Ho Chi Minh (la antigua Saigón), pero el gobierno comunista definió su nombramiento como un complot y tres meses después le encarceló. Durante trece años estuvo encerrado en las cárceles vietnamitas. Nueve de ellos, los pasó régimen de aislamiento. Una vez liberado, fue obligado a abandonar Vietnam a donde no ha podido regresar, ni siquiera para ver a su anciana madre. Ahora es presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz de la Santa Sede. A pesar de tantos sufrimientos, o quizá más bien gracias a ellos, este arzobispo, François Xavier Nguyên Van Thuân, es un gran testigo de la fe, de la esperanza y del perdón cristiano.

Testigo de esperanza

Desde este domingo, hasta el próximo sábado, monseñor Van Thuân predica los ejercicios espirituales a Juan Pablo II y a sus colaboradores de la Curia romana. Y, obviamente, el tema de las meditaciones será el de la esperanza. «Esperanza en Dios», «Esperanza contra toda esperanza», «Aventura y alegría de la esperanza», «Renovación y pueblo de la esperanza» son los títulos de algunas de las meditaciones que ha preparado para el Papa. No es casualidad que el libro que ha difundido en todo el mundo (traducido en once idiomas) en el que narraba sus años de cárcel llevase precisamente por título «El camino de la esperanza».

Una esperanza que nunca ha desfallecido en él, ni siquiera el 16 de agosto de 1975, cuando fue arrestado y transportado en la noche a 450 kilómetros de Saigón, en la más absoluta de las soledades. Su única compañía, el rosario. En esos momentos --explica Van Thuân--, cuando todo parecía perdido, se abandonó en manos de la Providencia. A los compañeros de prisión no católicos que le preguntaban cómo podía seguir esperando, les respondía: «He abandonado todo para seguir a Jesús, porque amo los defectos de Jesús».

Los «defectos» de Jesús, de hecho, serán uno de los argumentos que afrontará el predicador del Papa en estos ejercicios espirituales. Estos son algunos de ellos.

Jesús no tiene memoria

«En la Cruz, durante su agonía, el ladrón le pide que se recuerde de él cuando llegara a su Reino. Si hubiera sido yo --reconoce monseñor Van Thuân-- le hubiera respondido: "no te olvidaré, pero tienes que expiar tus crímenes en el purgatorio". Sin embargo, Jesús, le respondió: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso". Había olvidado los pecados de aquel hombre. Lo mismo sucedió con Magdalena, y con el hijo pródigo. Jesús no tiene memoria, perdona a todo el mundo».

Jesús no sabe matemática ni filosofía

«Jesús no sabe matemáticas --continúa diciendo Van Thuân al hablar de los «defectos» de Jesús--. Lo demuestra la parábola del Buen Pastor. Tenía cien ovejas, se pierde una de ellas y sin dudarlo se fue a buscarla dejando a las 99 en el redil. Para Jesús, uno vale lo mismo que 99 o incluso más».

«Además, Jesús no es un buen filósofo. Una mujer que tiene diez dracmas, perdió una y encendió una luz para buscarla. Cuando la encuentra llama a sus vecinas y les dice: "Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido". ¿Es lógico molestar a las amigas tan sólo por una dracma y después organizar una fiesta por haberla encontrado?. Además, al invitar a sus amigas a la fiesta, se gasta más dinero que el valor de la dracma. De este modo, Jesús explica la alegría de Dios por la conversión de un solo pecador».

Jesús es un aventurero sin idea de economía

«Jesús es un aventurero --afirma Van Thuân--. Quien quiere ganarse el consenso de la gente se presenta con muchas promesas, mientras que Jesús promete a quien lo sigue procesos y persecuciones, y sin embargo, desde hace dos mil años, constatamos que no sigue habiendo aventureros que siguen a Jesús».

«Jesús no tiene ni idea de financia ni de economía --añade el arzobispo vietnamita--. En la parábola de los obreros de la viña, el patrón paga el mismo sueldo a quien trabaja desde primeras horas de la mañana, y a quien comienza a trabajar por la tarde. ¿Se equivocó al echar cuentas? ¿Cometió un error? No, lo hace a propósito, pues Jesús no nos ama por nuestros méritos, su amor es gratuito y los supera infinitamente. Jesús tiene "defectos" porque ama. El amor auténtico no razona, no calcula, no pone barreras ni condiciones, no construye fronteras y no recuerda las ofensas».

Amar a los enemigos

--Zenit: Amar a los enemigos es otro de los temas que usted ha escogido para los ejercicios espirituales del Papa.

--Monseñor Van Thuân: Un distintivo particular del amor cristiano es el amor a los enemigos, con frecuencia incomprensible para quien no cree. Un día, uno de los guardias de la cárcel me preguntó: "Usted, ¿nos ama?". Le respondí: "Sí, os amo". "¿Nosotros le hemos tenido encerrado tantos años y usted nos ama? No me lo creo...". Entonces le recordé: "Llevo muchos años con usted. Usted lo ha visto y sabe que es verdad". El guardia me preguntó: "Cuando quede en libertad, ¿enviará a sus fieles a quemar nuestras casas o a asesinar a nuestros familiares?". "No --le respondí-- aunque queráis matarme, yo os amo". "¿Por qué?", insistió. "Porque Jesús me ha enseñado a amar a todos, también a los enemigos --aclaré--. Si no lo hago no soy digno de llevar el nombre de cristiano. Jesús dijo: "amad a vuestros enemigos y rezad por quienes os persiguen". "Es muy bello, pero difícil de entender", comentó al final el guardia.

--Zenit: Sucede lo mismo con el perdón: muchos lo invocan pero pocos lo viven...

--Monseñor Van Thuân: Los escribas y los fariseos se escandalizan porque Jesús perdona los pecados. Sólo Dios puede perdonar los pecados. El amor misericordioso resucita a los muertos, física y espiritualmente. Jesús siempre perdonó a todos. Perdonó cualquier pecado, por más grave que fuera. Con su perdón dio nueva vida a muchas personas hasta el punto de que se convirtieron en instrumentos de su amor misericordioso. Hizo de Pedro, quien le negó tres veces, su primer vicario en la tierra, y de Pablo, perseguidor de cristianos, apóstol de las gentes, mensajero de su misericordia, pues, como él decía, "allí donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia"».

--Zenit: Parafraseando a Martin Luther King, ¿cuáles son los sueños de un hombre lleno de esperanza, como monseñor Van Thuân?

--Monseñor Van Thuân: Sueño una Iglesia que sea Puerta Santa, que abrace a todos, que esté llena de compasión y comprensión por todos los sufrimientos de la humanidad. Sueño una Iglesia que sea pan, Eucaristía, que sea don y dejarse comer por todos, para que el mundo tenga vida en abundancia. Sueño una Iglesia que lleve en su corazón el fuego del Espíritu Santo, pues allí donde está el Espíritu hay libertad, diálogo sincero con el mundo, discernimiento de los signos de nuestros tiempos. La doctrina social de la Iglesia, instrumento de la evangelización, nos ayuda a hacer este discernimiento en los cambios sociales de hoy.


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LA ESPERANZA, EL GRAN DESAFIO PARA EL MUNDO CONTEMPORANEO
Primeras reflexiones de los Ejercicios Espirituales del Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 12 mar (Palabra).- Juan Pablo II comenzó en la tarde de hoy los Ejercicios Espirituales, una semana especialmente dedicada a la oración en la que suspenderá todos sus encuentros públicos. De hecho, no tendrá lugar ni siquiera su tradicional audiencia de los miércoles con los peregrinos. El predicador de los ejercicios, el arzobispo François Xavier Nguyên Van Thuân (trece años de su vida pasados en las cárceles de Vietnam) quiso dedicar su primera meditación al tema «Ante el misterio de Dios».

El amor, la única certeza

«Estos días de ejercicios son un tiempo propicio para cantar nuestra gratitud al Señor --dijo Van Thuân dirigiéndose al Papa y a sus colaboradores de la Curia romana-- pues "su misericordia es eterna". "Levanta del polvo al indigente y de la inmundicia al pobre para que se siente entre los príncipes de su pueblo"». «No hemos sido escogidos a causa de nuestros méritos, sino sólo por su misericordia. "Te he amado con un amor eterno, dice el Señor". Esta es nuestra seguridad. Este es nuestro orgullo: la conciencia de ser llamados y escogidos por amor».

Pecadores y prostitutas, antepasados de Jesús

Al afrontar el complejo problema pecado y de la Gracia, monseñor Van Thuân explicó que «Si consideramos los nombre de los reyes presentes en el libro de la genealogía de Jesús, podemos constatar que sólo dos de ellos fueron fieles a Dios: Ezequiel y Jeroboam. Los demás fueron idólatras, inmorales, asesinos... En David, el rey más famoso de los antepasados del Mesías, se entrecruzaba santidad y pecado: confiesa con amargas lágrimas en los salmos sus pecados de adulterio y de homicidio, especialmente en el Salmo 50, que hoy es una oración penitencial repetida por la Liturgia de la Iglesia. Las mujeres que Mateo nombra al inicio del Evangelio, como madres que transmiten la vida y la bendición de Dios en su seno, también suscitan conmoción. Todas se encontraban en una situación irregular: Tamar es una pecadora, Rajab una prostituta, Rut una extranjera, de la cuarta mujer no se atreve a decir ni siquiera el nombre. Sólo dice que había sido "mujer de Urías", se trata de Betsabé».

El pecado exalta la misericordia de Dios

«Y sin embargo --añadió el arzobispo vietnamita-- el río de la historia, lleno de pecados y crímenes, se convierte en manantial de agua limpia en la medida en que nos acercamos a la plenitud de los tiempos: en María, la Madre, y en Jesús, el Mesías, todas las generaciones son rescatadas. Esta lista de nombres de pecadores y pecadoras que Mateo pone de manifiesto en la genealogía de Jesús no nos escandaliza. Exalta el misterio de la misericordia de Dios. También, en el Nuevo Testamento, Jesús escogió a Pedro, que lo renegó, y a Pablo, que lo persiguió. Y, sin embargo, son las columnas de la Iglesia. Cuando un pueblo escribe su historia oficial, habla de sus victorias, de sus héroes, de su grandeza. Es estupendo constatar que un pueblo, en su historia oficial, no esconde los pecados de sus antepasados», como sucede con el pueblo escogido.

Esperar hoy

La conciencia de la fragilidad del hombre y sobre todo del amor de Dios constituyen las grandes garantías de la esperanza. Van Thuân reconoce que «todo el Antiguo Testamento está orientado a la esperanza: Dios viene a restaurar su Reino, Dios viene a restablecer la Alianza, Dios viene para construir un nuevo pueblo, para construir una nueva Jerusalén, para edificar un nuevo templo, para recrear el mundo. Con la encarnación, llegó este Reino. Pero Jesús nos dice que este Reino crece lentamente, a escondidas, como el grano de mostaza... Entre la plenitud y el final de los tiempos, la Iglesia está en camino como pueblo de la Esperanza».

«Hoy día, la esperanza es quizá el desafío más grande --concluyó el predicador vietnamita-- Charles Péguy decía: "La fe que más me gusta es la esperanza". Sí, porque, en la esperanza, la fe que obra a través de la caridad abre caminos nuevos en el corazón de los hombres, tiende a la realización del nuevo mundo, de la civilización del amor, que no es otra cosa que llevar al mundo la vida divina de la Trinidad, en su manera de ser y obrar, tal y como se ha manifestado en Cristo y transmitido en el Evangelio. Esta es nuestra vocación. Hoy, al igual que en los tiempos del Antiguo y del Nuevo Testamento, actúa en los pobres de espíritu, en los humildes, en los pecadores que se convierten a él con todo el corazón».


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DIOS, LA UNICA CERTEZA TRAS TRECE AÑOS DE CARCEL
Esta esperanza es la gran respuesta que pide el mundo a los cristianos

CIUDAD DEL VATICANO, 13 mar (Palabra).- En el segundo día de esta semana dedicada por Juan Pablo II al silencio y la oración, el predicador de los Ejercicios Espirituales, en los que también participan los colaboradores del pontífice, ha afrontado el tema de la «Esperanza en Dios». En un mundo en continua contradicción entre el progreso y la barbarie, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân, reconoció que la vida sólo puede encontrar verdadero sentido y esperanza en Dios.

En una celda sin ventanas

«Durante mi larga tribulación de nueve años de aislamiento en una celda sin ventanas --confesó el prelado--, iluminado en ocasiones con luz eléctrica durante días enteros, o a oscuras durante semanas, sentía que me sofocaba por efecto del calor, de la humedad. Estaba al borde de la locura. Yo era todavía un joven obispo con ocho años de experiencia pastoral. No podía dormir. Me atormentaba el pensamiento de tener que abandonar la diócesis, de dejar que se hundieran todas las obras que había levantado para Dios. Experimentaba una especie de revuelta en todo mi ser».

Sólo Dios

«Una noche, en lo profundo de mi corazón, escuché una voz que me decía: "¿Por qué te atormentas así? Tienes que distinguir entre Dios y las obras de Dios. Todo aquello que has hecho y querrías continuar haciendo: visitas pastorales, formación de seminaristas, religiosos, religiosas, laicos, jóvenes, construcción de escuelas, misiones para la evangelización de los no cristianos..., todo esto es una obra excelente, pero son obras de Dios, no son Dios. Si Dios quiere que tú dejes todas estas obras poniéndote en sus manos, hazlo inmediatamente y ten confianza en Él. Él confiará tus obras a otros, que son mucho más capaces que tú. Tú has escogido a Dios, y no sus obras"».

«Esta luz me dio una nueva fuerza, que ha cambiado totalmente mi manera de pensar --continuó explicando el arzobispo vietnamita-- y me ha ayudado a superar momentos que físicamente parecían imposibles de soportar. Desde aquel momento, una nueva paz llenó mi corazón y me acompañó durante trece años de prisión. Sentía la debilidad humana, pero renovaba esta decisión frente a las situaciones difíciles, y nunca me faltó la paz. Escoger a Dios y no las obras de Dios. Este es el fundamento de la vida cristiana, en todo tiempo».

De este modo, añadió el predicador de los Ejercicios Espirituales, «comprendo que mi vida es una sucesión de decisiones, en todo momento, entre Dios y las obras de Dios. Una decisión siempre nueva que se convierte en conversión. La tentación del pueblo de Dios siempre consistió en no fiarse totalmente de Dios y tratar de buscar apoyos y seguridad en otro sitio. Esta es la experiencia que sufrieron personajes tan gloriosos como Moisés, David, Salomón...».

La Biblia habla claramente. Según el arzobispo vietnamita «esta fue la gran experiencia de los patriarcas, de los profetas, de los primeros cristianos, evocada en el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos en la que aparece en 18 ocasiones la expresión "por la fe" y una vez la expresión "con la fe"». Esta es también la clave de lectura que permite comprender la vida de tantos hombres y mujeres que en estos dos mil años de cristianismo han dado su vida hasta el martirio. Entre todos estos ejemplos, destacó el de María, mujer «que optó por Dios, abandonando sus proyectos, sin comprender plenamente el misterio que estaba teniendo lugar en su cuerpo y en su destino».

Respuesta al mundo de hoy

«Escoger a Dios y no las obras de Dios: esta es la respuesta más auténtica al mundo de hoy --concluyó monseñor Van Thuân--, el camino para que se realicen los designios del Padre en nosotros, en la Iglesia, en la humanidad de nuestro tiempo. Es posible que quienes optan por Dios tengan que pasar por tribulaciones, pero aceptan perder los bienes con alegría, pues saben que poseen bienes mejores, que nadie les podrá quitar».


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EL SECRETO DEL LA SANTIDAD: VIVIR CADA DIA COMO SI FUERA EL ULTIMO
Monseñor Van Thuân: «En la cárcel comprendí que el momento presente

CIUDAD DEL VATICANO, 14 mar (Palabra).- «La aventura de la esperanza», este fue el tema que afrontó el monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân al predicar hoy los Ejercicios Espirituales a Juan Pablo II y a sus colaboradores.

Como ya hizo en otras meditaciones, las reflexiones del arzobispo vietnamita se inspiraron en su experiencia de trece años de cárcel en Vietnam. «Después de que me arrestaran en agosto de 1975 --confesó-dos policías me llevaron en la noche de Saigón hasta Nhatrang, un viaje de 450 kilómetros. Comenzó entonces mi vida de encarcelado, sin horarios. Sin noches ni días. En nuestra tierra hay un refrán que dice: "Un día de prisión vale por mil otoños de libertad". Yo mismo pude experimentarlo. En la cárcel todos esperan la liberación, cada día, cada minuto. Me venían a la mente sentimientos confusos: tristeza, miedo, tensión. Mi corazón se sentía lacerado por la lejanía de mi pueblo. En la oscuridad de la noche, en medio de ese océano de ansiedad, de pesadilla, poco a poco me fui despertando: "Tengo que afrontar la realidad. Estoy en la cárcel. ¿No es acaso este el mejor momento para hacer algo realmente grande? ¿Cuántas veces en mi vida volveré a vivir una ocasión como ésta? Lo único seguro en la vida es la muerte. Por tanto, tengo que aprovechar las ocasiones que se me presentan cada día para cumplir acciones ordinarias de manera extraordinaria"».

«En las largas noches de presión --continua revelando el quien entonces era arzobispo de Saigón-- me convencí de que vivir el momento presente es el camino más sencillo y seguro para alcanzar la santidad. Esta convicción me sugirió una oración: "Jesús, yo no esperaré, quiero vivir el momento presente llenándolo de amor. La línea recta está hecha de millones de pequeños puntos unidos unos a otros. También mi vida está hecha de millones de segundos y de minutos unidos entre sí. Si vivo cada segundo la línea será recta. Si vivo con perfección cada minuto la vida será santa. El camino de la esperanza está empedrado con pequeños momentos de esperanza. La vida de la esperanza está hecha de breves minutos de esperanza. Como tú Jesús, quien has hecho siempre lo que le agrada a tu Padre. En cada minuto quiero decirte: Jesús, te amo, mi verdad es siempre una nueva y eterna alianza contigo. Cada minuto quiero cantar con toda la Iglesia: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo...».

Mensajes escritos en un calendario

«En los meses sucesivos, cuando me tenían encerrado en el pueblo de Cay Vong, --continuó explicando Van Thuân--, bajo el control continuo de la policía, día y noche, había un pensamiento que me obsesionaba: "¡El pueblo al que tanto quiero, mi pueblo, se ha quedado como un rebaño sin pastor! ¿Cómo puedo entrar en contacto con mi pueblo, precisamente en este momento en el que tienen tanta necesidad de un pastor?". Las librerías católicas habían sido confiscadas; las escuelas cerradas; los maestros, las religiosas, los religiosos desperdigados; algunos habían sido mandados a trabajar a los campos de arroz, otros se encontraban en las "regiones de nueva economía" en las aldeas. La separación era un "shock" que destruía mi corazón».

«Yo no voy a esperar --me dije--. Viviré el momento presente, llenándolo de amor. Pero, ¿cómo?». Una noche lo comprendí: "François, es muy sencillo, haz como san Pablo cuando estaba en la cárcel: escribe cartas a las comunidades". Al día siguiente, en octubre de 1975, con un gesto pude y llamar a un niño de cinco años, que se llamaba Quang, era cristiano. «Dile a tu madre que me compre calendarios viejos». Ese mismo día, por la noche, en la oscuridad, Quang me trajo los calendarios y todas las noches de octubre y de noviembre de 1975 escribí a mi pueblo mi mensaje desde el cautiverio. Todas las mañanas, el niño venía para recoger las hojas y se las llevaba a su casa. Sus hermanos y hermanas copiaban los mensajes. Así se escribió el libro "El camino de la esperanza", que ahora ha sido publicado en once idiomas».

Monseñor Van Thuân no lo dijo, sus pensamientos pasaron de mano en mano entre los vietnamitas. Eran trozos de papel que salieron del país con los «boat people» que huían de la dictadura comunista.

El camino hacia la santidad

«Cuando salí recibí una carta de la Madre Teresa de Calcuta con estas palabras --recuerda el predicador de los Ejercicios del Papa--: "Lo que cuenta no es la cantidad de nuestras acciones, sino la intensidad del amor que ponemos en cada una". Aquella experiencia reforzó en mi interior la idea de que tenemos que vivir cada día, cada minuto de nuestra vida como si fuera el último; dejar todo lo que es accesorio; concentrarnos sólo en lo esencial. Cada palabra, cada gesto, cada llamada por teléfono, cada decisión, tienen que ser el momento más bello de nuestra vida. Hay que amar a todos, hay que sonreír a todos sin perder un solo segundo».


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«PADRE, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?», EL MISTERIO DE LA CRUZ
Meditación dirigida por monseñor Van Thuân al Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 15 mar (Palabra).- «La primera vez que tuve que defenderme en un tribunal nadie estuvo a mi lado. Todos me abandonaron. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerza, de modo que también en aquella ocasión pude anunciar su mensaje» Con esta cita de san Pablo, monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân, el hombre que dirige las reflexiones de Juan Pablo II y de sus colaboradores en esta semana dedicada particularmente a la oración, en la que el pontífice ha cancelado sus citas públicas, desarrolló una reflexión sobre las palabras más difíciles de comprender de Jesús: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?».

El arzobispo confiesa que la experiencia de abandono descrita por san Pablo refleja muy bien las pruebas que él tuvo que soportar en sus trece años de cárcel en Vietnam. «En varias ocasiones me sentí abandonado --dice Van Thuân--, especialmente cuando en la noche del 1 de diciembre de 1975 me encadenaron junto a otra persona y nos llevaron con otros prisioneros, todos de pie, de la prisión al barco en el que más tarde nos embarcarían para llevarnos al norte de Vietnam, a 1.700 kilómetros de mi diócesis. Sentí un gran sufrimiento pastoral, pero puedo atestiguar que el Padre no me abandonó y me dio la fuerza».

«Quizá todos nosotros, en varias ocasiones, hemos vivido o vivimos momentos semejantes de abandono --continuó diciendo el predicador del Papa--. Nos sentimos abandonados cuando nos inunda la soledad o el sentido de fracaso; cuando sentimos el peso de nuestra humanidad y nuestros pecados. Nos sentimos abandonados cuando incomprensiones e infidelidades perturban nuestras relaciones fraternas; cuando nos parece que la situación de desorientación o de desesperación en que se encuentran algunos no tiene salida; cuando estamos en contacto con los sufrimientos de la Iglesia y de pueblos enteros... Son pequeñas o grandes "noches del alma" que oscurecen en nosotros la certeza de la presencia de Dios cercano, que da sentido a toda nuestra vida. En esos momentos, incluso la alegría y el amor parecen apagarse». Según Van Thuân, en esos momentos, es cuando mejor se puede comprender el «misterio de la cruz».

«Los santos también han experimentado noches de desesperación --añade--, momentos en los que se han sentido abandonados por todo y por todos. Sin embargo, como auténticos expertos del amor de Dios, no han dudado en recorrer hasta el final la vía de la cruz, dejándose iluminar y forjar por ella, aunque esto implicara la propia muerte. Es la ley del Evangelio: "Si el grano caído en tierra no muere, queda solo, pero si muere, produce mucho fruto". Es también la ley propia de Jesús: su muerte fue real, pero es todavía mucho más real la vida sobreabundante que mana de aquella muerte».

San Pablo, añadió el predicador, nos presenta en la carta a los Filipenses a Cristo «en el momento en que se desnuda de sí, de su forma divina, para asumir "la condición de siervo", la "semejanza a los hombres". Es la imagen de un Dios que se "aniquila", se "pierde" para darse a sí mismo, para dar la propia vida sin medida, hasta la cruz, donde toma consigo toda la culpa del mundo, hasta el punto de que Él, el "inocente", el "justo" llega a asemejarse al hombre pecador». Intercambio admirable, entre Dios y el hombre, que san Agustín definirá como «comercio de amor» y León Magno como «comercio de salvación».

Cristo carga con los pecados del hombre hasta el punto de que en la cruz se dirige al Padre para gritar: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?». «Había sido traicionado por los hombres --recuerda Van Thuân--, los suyos no estaban con él, y ahora Dios, al que llamaba "Papá" («Abbá»), calla. El Hijo siente el vacío de su ausencia, pierde la alegría de su presencia. La incalificable certeza de no estar solo nunca, de ser escuchado siempre por el Padre, de ser instrumento de su voluntad, deja el paso a esa súplica llena de dolor».

El obispo vietnamita concluyó diciendo: «Fue el abandono sensible más desolador que experimentó durante su vida, como afirma san Juan de la Cruz. De ese modo, Cristo fue aniquilado y reducido casi a la nada. Y, sin embargo, continúa explicando san Juan de la Cruz, precisamente cuando era oprimido, realizó la obra más maravillosa de todas las que cumplió en el cielo y en la tierra durante su existencia terrena, llena de milagros y de prodigios. Con ella reconcilió y unió a Dios con el género humano. En esta sorprendente dinámica del amor de Dios, todos nuestros sufrimientos son acogidos y transformados, cada vacío es llenado, cada pecado redimido. Nuestro abandono, nuestra lejanía de Dios es colmada».


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LA EUCARISTÍA CAMBIÓ LA VIDA EN EL CAMPO DE REEDUCACIÓN COMUNISTA
Meditación de monseñor Van Thuân al Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 16 mar (Palabra).- La Eucaristía fue el tema de la primera meditación que hoy predicó el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân al Papa y a sus colaboradores, quienes en esta semana se encuentran haciendo Ejercicios Espirituales. Comenzó con una conmovedora evocación de las Misas que celebró en los trece años de cárcel que tuvo que soportar en su país.

«Cuando me encarcelaron en 1975 --recordó el prelado vietnamita--, me vino una pregunta angustiosa: "¿Podré celebrar la Eucaristía?"».

El prelado explicó que, dado que al ser detenido no le permitieron llevarse ninguno de sus objetos personales, al día siguiente le permitieron escribir a su familia para pedir bienes de primera necesidad: ropa, pasta dental, etc. «Por favor, enviadme algo de vino, como medicina para el dolor de estómago». Los fieles entendieron muy bien lo que quería y le mandaron una botella pequeña de vino con una etiqueta en la que decía: «Medicina para el dolor de estómago». Entre la ropa escondieron también algunas hostias. La policía le preguntó: «¿Le duele el estómago?». «Sí», respondió monseñor Van Thuân, quien entonces era arzobispo de Saigón. «Aquí tiene su medicina».

«No podré expresar nunca mi alegría: celebré cada día la Misa con tres gotas de vino y una de agua en la palma de la mano. Cada día pude arrodillarme ante la Cruz con Jesús, beber con él su cáliz más amargo. Cada día, al recitar la consagración, confirmé con todo mi corazón y con toda mi alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo, a través de su sangre mezclada con la mía. Fueron las Misas más bellas de mi vida».

Más tarde, cuando le internaron en un campo de reeducación, al arzobispo le metieron en un grupo de cincuenta detenidos. Dormían en una cama común. Cada uno tenía derecho a cincuenta centímetros. «Nos las arreglamos para que a mi lado estuvieran cinco católicos --cuenta--. A las 21,30 se apagaban las luces y todos tenían que dormir. En la cama, yo celebraba la Misa de memoria y distribuía la comunión pasando la mano por debajo del mosquitero. Hacíamos sobres con papel de cigarro para conservar el santísimo Sacramento. Llevaba siempre a Cristo Eucaristía en el bolso de la camisa».

Dado que todas las semanas tenía lugar una sesión de adoctrinamiento en la que participaban todos los grupos de cincuenta personas que componían el campo de reeducación, el arzobispo aprovechaba los momentos de pausa para pasar con la ayuda de sus compañeros católicos la Eucaristía a los otros cuatro grupos de prisioneros. «Todos sabían que Jesús estaba entre ellos, y él cura todos los sufrimientos físicos y mentales. De noche, los prisioneros se turnaban en momentos de adoración; Jesús Eucaristía ayuda de manera inimaginable con su presencia silenciosa: muchos cristianos volvieron a creer con entusiasmo; su testimonio de servicio y de amor tuvo un impacto cada vez mayor en los demás prisioneros; incluso algunos budistas y no cristianos abrazaron la fe. La fuerza de Jesús es irresistible. La obscuridad de la cárcel se convirtió en luz pascual».

Para el predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa «Jesús comenzó una revolución en la cruz. La revolución de la civilización del amor tiene que comenzar en la Eucaristía y desde aquí tiene que ser impulsada».

«Concluyo con un sueño --dijo monseñor Van Thuân--: en él la Curia romana es como una gran hostia, en el seno de la Iglesia, que es como un gran Cenáculo. Todos nosotros somos como granos de trigo que se dejan moler por las exigencias de la comunión para formar un solo cuerpo, plenamente solidarios y plenamente entregados, como pan de vida para el mundo, como signo de esperanza para la humanidad. Un solo pan y un solo cuerpo».


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LA FUERZA DE LOS CRISTIANOS ESTA EN SU DEBILIDAD
Meditación de monseñor Van Thuân en los Ejercicios Espirituales del Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 17 mar (Palabra).- La semana dedicada por Juan Pablo II a la oración y al recogimiento, junto a sus colaboradores cercanos llega a su fin. Concluirá mañana por la mañana con la última meditación del predicador, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân. En el día de hoy afrontó un tema sumamente sugerente, la condición de «minoría» de la Iglesia católica.

Minoría, una realidad

Un tema que, como él mismo recordó, fue subrayado por los obispos de Europa en su reciente Sínodo. En aquella ocasión constataron que «la Iglesia en tierras tradicionalmente cristianas, se encuentra en una situación de minoría». Los datos son evidentes: «disminución de las vocaciones religiosas y sacerdotales; de la práctica religiosa; la reclusión de la religión al ámbito de la vida privada, con la relativa dificultad para contribuir con el mensaje cristiano en las costumbres y en las instituciones y transmitir la fe a las nuevas generaciones». Por ello, monseñor Van Thuân, comenzó su reflexión con esta constatación: «Ser minoría es una característica de la Iglesia en el mundo de hoy».

Para mostrar gráficamente esta situación, narró su cotidiana experiencia de viajes por el mundo en virtud de presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz con un pasaporte del Vaticano. «Con frecuencia encuentro dificultades por parte de los policías en los aeropuertos. En general, los italianos no ponen problemas. En Alemania ya es más difícil: "¿Qué es la Santa Sede?", preguntan. En Malasia, es mucho más complicado: "¿Dónde está la Santa Sede?", me preguntan. Les respondo: "En Italia, en Roma". Entonces me llevan ante un gran mapamundi en el que obviamente no aparece el Vaticano. De ese modo me hacen esperar una media hora con los inmigrantes ilegales».

«Vivir como minoría --continuó diciendo el prelado vietnamita-- exige un esfuerzo de discernimiento de la nueva situación para comprender el designio de Dios para la Iglesia en el hoy de la historia y, por tanto, para saber cómo tenemos que comportarnos. De este modo, no se experimentarán complejos de inferioridad, sino que por el contrario, se vivirá una gran esperanza».

Para explicar este concepto de «minoría cuantitativa», monseñor Van Thuân recordó la historia de Gedeón, jefe carismático de Israel, en el siglo XII antes de Cristo. Gedeón venció a los enemigos con tan sólo trescientos hombres que no tenían más que cuernos por armas. Recordó también el enfrentamiento entre David y Goliat, aclarando que «Goliat representa el mal, es decir, las ideologías o valores que van contra el Evangelio. Goliat es hostil, amenaza, provoca. También hoy la Iglesia, ante el mal, tiene que enfrentarse contra Goliat, un gigante aterrador que parece invencible». Al inicio, David tomó el camino equivocado. Se vistió con la armadura del poder y de la fuerza, pero paralizaban sus movimientos. «No puedo caminar con todo esto, pues no estoy acostumbrado», decía al igual que podría decir la Iglesia, cuando recurre al arsenal del mundo. «La Iglesia tiene sus propias armas para afrontar la batalla», explicó Van Thuân. «Y son las únicas armas que cuentan de verdad». David dijo: «Goliat, tú te opones con la espada, con la lanza, y con la flecha. Yo me presentaré en el nombre del Señor de los ejércitos». A David le fue suficiente una honda y cinco piedras para derrotar a Goliat. «Cada gigante tiene su punto débil --comentó el predicador--. Basta prestar atención. Un canto bien colocado derrotó al gigante y su espada fue utilizada para cortarle la cabeza».

La fuerza de Dios

«David es la figura de la Iglesia de hoy --subrayó monseñor Van Thuân--. En muchas situaciones, estamos en minoría en cuanto a números, fuerzas, posibilidades y medios. Pero, al igual que David, seguimos adelante en nombre de Dios. En la historia, la Iglesia, tanto en su dimensión universal como local, ha sido una minoría ante el imperio romano y ante las invasiones de los bárbaros. Quedó debilitada por las divisiones internas en la era moderna, así como por la revolución francesa. En el siglo que termina ha sufrido las prepotencias del nazismo, del comunismo y ahora del consumismo. Pero ante los Goliat de todas las épocas, el Señor ha mandado a muchos David inermes: santos, papas, mártires».

Para dar actualidad a sus palabras puso el ejemplo de las primeras palabras del pontificado de Juan Pablo II: «¡No tengáis miedo!». Su emblema ha sido la Cruz «esperanza única» y María: «vida, dulzura y esperanza nuestra». Este Papa afirmó: «El comunismo es sólo un paréntesis en la historia». Monseñor Van Thuân recordó que «Muchos se burlaron de él. Pensaron que no era realista. Decían que el mapamundi ya era de color rojo. Pero el comunismo en Europa del Este cayó y la Iglesia está cruzando el umbral del tercer milenio».

El prelado concluyó con una exhortación: «Por eso, hermanos, "¡No tengáis miedo! Sigamos en nombre de Dios y caerán los muros del nuevo Jericó».


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EL SECRETO DE LA ESPERANZA, «REGRESAR A JERUSALEN»
El Papa prepara su peregrinación a Tierra Santa con una semana de oración

CIUDAD DEL VATICANO, 19 mar (Palabra).- Juan Pablo II no se podía haber preparado mejor para la peregrinación que mañana comienza a Tierra Santa. El 18 de marzo por la mañana concluyó los Ejercicios Espirituales, en los que se había retirado durante una semana de oración, con una meditación en la que su predicador, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân, dirigió la mirada a Jerusalén y a los lugares de la predicación de Jesús hace dos mil años. En su reflexión presentó con fuerza seductora la presencia de Cristo en una Iglesia «que en ocasiones está cansada, triste y desilusionada» ante el mundo actual, como los discípulos de Emaús, pero que al igual que ellos es capaz de regresar a la Ciudad Santa, reconociendo la «inefable certeza» de la presencia de Jesús a su lado.

La historia que tuvo lugar en aquellos once kilómetros que separan a Jerusalén de Emaús, afirmó el prelado vietnamita, es la imagen del camino interior al que está llamado todo creyente: de la tristeza a la alegría, la «gran alegría del arte de amar» que une a la Iglesia gracias a la presencia de Jesús entre los suyos.

Monseñor Nguyên Van Thuân explicó de este modo cómo los cristianos pueden mantener la paz del corazón incluso en los momentos más difíciles: «Cada vez que Jesús se aparece después de la resurrección, siempre saluda con estas palabras: "La paz esté con vosotros". Jesús es nuestra paz, nuestra esperanza. Esta auténtica paz, que es una alegría que el mundo no puede dar y que nadie puede quitarnos, se alcanza sólo con el camino penitencial, con el cambio real de vida, como nos pide el Jubileo. Cambiar lo humano para hacer que se haga divino. Esto requiere una "metanoia", un cambio. Como ese cambio progresivo y después decisivo de los discípulos de Emaús: convertidos por la Palabra y por la presencia de Cristo entre ellos, cambiaron de camino. Huían de Jerusalén, la ciudad del escándalo de la muerte de su maestro en el que habían puesto su esperanza y ahora, sin miedo, regresan a Jerusalén, ciudad de la muerte y de la resurrección de su Señor».

«La paz que Jesús anuncia a sus discípulos es también amor. En el amor, el corazón se reconcilia, se reunifica, alcanza de nuevo esa paz para la que hemos sido creados y para la que estamos destinados», dijo el predicador de los Ejercicios del Papa.

«El episodio de Emaús --añadió-- nos recuerda a todos nosotros una realidad gozosa de la experiencia cristiana: la presencia perenne en la Iglesia del Cristo resucitado. Presencia viva y real en la Palabra, en los sacramentos, en la Eucaristía. Pero también en las personas y entre las personas, en los ministros de la Iglesia, en los pobres, en cada hermano».

«Desde hace dos mil años la Iglesia vive de esta presencia. Y, mirando hacia el futuro, tiene la esperanza de su promesa: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el final del mundo". Tenemos que ser testigos de esta presencia y de esta esperanza». Por eso, monseñor Nguyên Van Thuân invitó a Juan Pablo II y a sus colaboradores a «volver a los orígenes del Evangelio. Volvamos continuamente a Jerusalén, como ahora se prepara a hacerlo el Santo Padre. Un regreso a los manantiales, al centro de la Iglesia, donde Jesús enseñó, sufrió la pasión, murió y fue sepultado. Parecía el final. Pilatos mandó soldados para custodiar la tumba de Jesús; los judíos hicieron rodar la gran piedra y la sellaron. Querían acabar con él para siempre. Cancelarlo de la memoria de todos, incluso de los suyos. Pero, en Jerusalén, Jesús resucitó y se apareció a muchas personas. La Iglesia exulta de alegría porque Jesús dijo: "Confiad: yo he vencido al mundo"».









EJERCICIOS ESPIRITUALES EN LA VIDA CORRIENTE. JOSE LUIS CARABIAS




Índice

Etapa de introducción
Notas previas para poder realizar con éxito Ejercicios Espirituales Ignacianos en la vida corriente
Intr. 1 - Ignacio y sus Ejercicios
Intr. 2 - La oración, encuentro con Dios
Intr. 3 - Entrada a Ejercicios
Intr. 4 - Principio y fundamento I: Somos creados por Dios para ser felices
Intr. 5 - Principio y fundamento II: Todo lo creado es para que lo usemos tanto cuanto sirva para nuestra felicidad
Primera etapa: El amor de Dios ante el mal del mundo y de mí mismo
I. 1 - El pecado “de los demás”
I. 2 - El pecado “estructurado”
I. 3 - Mis infidelidades e ingratitudes, vistas desde el amor de Dios
I. 4 - Nuestras idolatrías
I. 5.- Mi muerte y mi verdad
I. 6 - La posibilidad de una condenación eterna
I. 7 - Confesión sacramental y examen de conciencia
La pausa: examen de conciencia diario
I. 8 - Reglas de la primera semana
a) Avisos para interpretar y manejar los movimientos interiores
b) Reglas para no desviarse al consumir
Segunda etapa: Seguir a Jesús de cerca
II. 1 - El rey eternal
II. 2- Dios se humaniza: la encarnación
II. 3 - El nacimiento de Jesús
II. 4 - Infancia y juventud de Jesús
II. 5 - Las dos banderas: dos sistemas de valores
II. 6 - Actitudes de los seguidores de Jesús: Bienaventuranzas y Padre Nuestro
II. 7 - Tres actitudes: Test de la libertad (Tres binarios)
II. 8 a - Jesús discierne su vocación
II. 8 b - Tres niveles de amor: Test del amor (Tres grados de humildad)
II. 9 a - Discernimiento vocacional
II. 9 b - Mi pertenencia a mi comunidad
II. 9 c - Mi proyecto de vida
II. 10 - Jesús invita a vivir la amistad en comunidad
II. 11 - Jesús anuncia su buena nueva a los pobres
II. 12 - Jesús dignifica a la mujer y al matrimonio
II. 13 - La experiencia de milagro en mi vida
II. 14 - María, camino y modelo para llegar a Jesús
II. 15 - ¿Quién es Jesús para mí?
II. 16 - Reglas de la segunda semana
a) Reglas para conocer los movimientos interiores
b) Orientaciones para ayudar y servir a los demás
c) Notas para no atarse a la exageración o a los detalles
Tercera etapa: La pasión de Cristo. Aprender a sufrir con él y como él
III. 1 - El mensaje de Jesús es conflictivo
III. 2 - La cena pascual
III. 3 - Juicios y torturas contra Jesús
III. 4 - La cruz, misterio de amor
III. 5 - Jesús sigue sufriendo y muriendo hoy
Cuarta etapa: La resurrección de Cristo, plenitud del amor. Aprender a gozar y triunfar con él y como él
IV. 1 - Jesucristo resucitado consuela y anima a sus amigos
IV. 2 - Jesús resucitado envía su espíritu
IV. 3 - Jesús resucitado envía a sus discípulos a predicar su Buena Nueva
IV. 4 – La Iglesia continúa la misión de Cristo
IV. 5 - Vivir hoy la resurrección de Cristo
IV. 6 - La gloria del resucitado
IV. 7 - Resucitaremos con Cristo
Etapa de aterrizaje: Contemplativos en la acción

V. 1 - Espiritualidad laical: el bautismo
V. 2 - Contemplación para alcanzar amor
V. 3 - Repeticiones actualizadas
V. 4 - Oración de Alianza. Una propuesta para el examen diario o pausa ignaciana
Anexo globalizante: Parábola del Reino

I - La construcción
II - El banquete
Cánticos para el camino




DIEZ DIAS DE EJERCICIOS de JEAN LAPLACE


S U M A R I O
Guía espiritual
Consejos previos
1. La oración
2. El acompañamiento
3. El esfuerzo espiritual
4. El itinerario

Textos con miras a la oración de estos días

Día 1º.: Designio de Dios y respuesta del hombre
(Principio y fundamento)

Plan del día: ¿por dónde comenzar?
Para la oración de este día
Discernimiento al fin de la jornada

1ª. Etapa: LLAMADA A LA CONVERSIÓN

Día 2º.: En las profundidades

Plan del día: la revelación del pecado
La "meditación"
Para la oración de este día
Primeros pasos en el discernimiento
Advertencias al fin de la jornada

Día 3º.: Orar a Jesús

Plan del día: Jesús Salvador
Para la oración de este día
Asimilación de esta oración. La repetición. El examen
El sacramento de la penitencia
Al fin de estos dos días: discernimiento


2ª. Etapa: DE LA CONVERSIÓN A LA MISIÓN

Día 4º.: La llamada de Jesús

Plan del día: la contemplación del Reino
La llamada de Jesús
Para la oración de este día
Discernimiento del fin del día

Día 5º.: María, o la respuesta perfecta

Plan del día: los misterios... el de María
La contemplación
Para la oración de este día
Afinamiento y simplificación de la oración
El discernimiento en esta contemplación

Día 6º.: El discernimiento: el estilo de Cristo .

Plan del día: la sabiduría de Cristo.
La lucha entablada
La oración para pedir "ser admitido"
Para la oración de este día
La regla para nuestra elección: los dos criterios (333)

Día 7º.: Educación para el discernimiento: la elección

Plan del día: manera de elegir
Disposiciones para la elección
¿Cómo se hace la elección?
Aplicaciones
Para la oración de este día
Al final de estos cuatro días

3ª. Etapa: CRISTO VIVO EN LA IGLESIA

Día 8º.: El don de su Cuerpo: la Eucaristía

Plan para este día: en unión con Cristo
Para la oración de este día

Día 9º.: En las fuentes del ser y de la vida: la Pasión

Plan para este día: sentido de la vida y de la muerte
Oración ante la Pasión
La dificultad: el muro
Para la oración de este día

Día 10º.: El hombre nuevo: Cristo resucitado

Plan para este día: una transformación
La oración ante Cristo resucitado
El retorno al principio
Para la oración de este día

El final de la experiencia

1. Balance e intercambio final
2. Conservación de la experiencia
3. La vida de discernimiento: el examen
4. La Contemplación para alcanzar amor [230-237]
5. Para esta contemplación

La renovación de la experiencia


* * * * *


Guía espiritual

¿«Cómo reflejar en el papel la evolución de una vida», la de los
ejercitantes y la de aquel que les acompaña? Esta era la pregunta
que yo me hacía cuando, hace ahora unos diez años, publicaba este
libro que ahora se me pide reeditar.
¿De qué se trata, en realidad? De ayudar a los demás a
evolucionar, a vivir, a amar, a crecer en libertad para mejor
entregarse a la gracia del Espíritu y, de ese modo, cumplir su misión
en la Iglesia y entre los hombres.
Este libro es de un carácter muy particular. No está destinado tanto
a ser leído cuanto a ser practicado. Y practicado con la ayuda de una
persona experimentada, a fin de evitar errores metodológicos. Es el
itinerario de una experiencia; es una guía espiritual.
No conviene buscar en él un desarrollo lógico, como si debiera ser
leído de principio a fin. Hay que abrirlo según la necesidad del
momento, para encontrar en él la animación del espíritu y algunos
consejos apropiados. Su estilo pretende ser el de los «apotegmas» de
los Padres del desierto: una serie de pensamientos, ya de por si
condensados, que condensan a su vez una experiencia vital e invitan
a acceder a una realidad siempre presente, pero de la que no
solemos preocuparnos de ordinario. Una vez despertado tu espíritu,
una vez recibido el consejo, cierra el libro, olvida lo que has leído y
deja que la oración brote en tu corazón.
El conjunto constituye un «retiro», como solemos denominar a esos
días que nos tomamos de vez en cuando para recobrar el sentido de
lo esencial. Pero, ¡cuidado!, no estereotipemos la experiencia. Si me
preguntas: ¿«Qué tengo que hacer»?, me veo obligado a
responderte: Descúbrelo tú mismo... Este libro puede ayudarte a
ello». Un «retiro» no es una serie de ejercicios, fijados de antemano y
de una vez por todas, que bastara con seguir fielmente para sacar de
ellos el fruto esperado. Aun cuando se haga en grupo, requiere una
creación personal: la de un ser que vive y que busca la voluntad del
Espíritu. Quien se sirva de este libro aprenderá a presentarse por sí
mismo delante de Dios, ya sea que haga el retiro con otros o lo haga
solo y «en la vida corriente», como afortunadamente va siendo cada
vez mas habitual.
El hilo conductor de la experiencia lo constituyen los Ejercicios
Espirituales de san Ignacio de Loyola. Pero es preciso aclarar en que
espíritu se toman los mencionados Ejercicios, cuyo fin consiste en
conducir a la libertad espiritual a quien los hace. Los Ejercicios
contienen una serie de consejos y un «itinerario». Podríamos decir
que son unas reglas para hallar la libertad. Es decir, que quien los
considere como una especie de «grilletes» que impiden la libertad de
movimiento, es que no los ha comprendido. Del mismo modo que el
músico se somete a un método para permitir que brote la inspiración,
así también quien se somete a la escuela de los Ejercicios recibe una
serie de reglas y de consejos con el único fin de que pueda descubrir
la libertad de servir y amar a Dios en todas las cosas. Y podré
constatar que el camino seguido es bueno para esa libertad y esa paz
que en ellos va detectando.
Este hilo conductor querría aplicarlo yo especialmente a la
Escritura. Desde que comencé mi actividad pastoral, siempre tuve
presente el consejo que me dio un profesor de un seminario que hizo
los Ejercicios conmigo. «Debería releer la Biblia con los ojos de un
ejercitador de Treinta Días». y así lo he hecho. Y me ha servido de
inestimable ayuda. He llegado a redactar un librito de cien páginas,
Biblia y Ejercicios, que nunca he publicado, pero que me inspira
continuamente. De hecho, no veo como podría encontrarme a gusto
en unos Ejercicios sin esta constante referencia a la Palabra de Dios y
sin tener en cuenta la gran Tradición espiritual de las Iglesias Oriental
y Occidental que la comentan. Entre los frutos que los ejercitantes
que he conocido en tantísimos años me dicen haber sacado de los
Ejercicios, destacaría estos dos: la libertad para resituarse ante Dios,
suceda lo que suceda, y el gusto de orar con la Escritura. Nada puede
agradarme tanto, porque ello expresa lo que siempre he intentado al
desempeñar mi ministerio.
Llegará el día en que, tras haberse servido de estas páginas, el
ejercitante ya no sienta la necesidad de recurrir a ellas. Le bastará
con el libro de la Palabra de Dios, del que ya no podrá prescindir y en
el que no dejará de descubrir el camino que le conduce a Dios.
A los catorce años de haberlo escrito, he releído este libro en
orden a su reedición. Y he descubierto que conserva su valor tal
como está. Lo único que he hecho ha sido rehacer las primeras
páginas de consejos previos. Por lo que se refiere al resto, he
mantenido la presentación en días o jornadas, con sus respectivas
notas de orientación general, sus advertencias acerca de la oración,
sus textos bíblicos para ayudar a la misma y, por ultimo, sus consejos
referidos al discernimiento.
Cuando publiqué estos «Diez Días» por primera vez, me
preguntaba si no seria conveniente facilitar también las notas de las
que me sirvo para dar los Ejercicios de Treinta Días. Hoy ya no me
hago esta pregunta, porque la presente «Guía espiritual. puede servir
perfectamente para ese fin. La materia es la misma. Lo único que
difiere es el ritmo, que ha de ser ralentizado en orden a una
asimilación más profunda.
Para acabar, quisiera repetir lo que dice Ignacio al presentar su
libro de los Ejercicios: todo esto no son más que ejercicios, ensayos,
sugerencias, invitaciones a caminar y maneras diversas de
disponerse a la acción del Espíritu «para buscar y hallar la voluntad
divina en la disposición de la propia vida» [EE, 1]*.
........................
* En adelante, todas las citas que aparezcan entre [...] se referirán a la
numeración del texto de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio.

* * * * *

Consejos previos

En estas primeras páginas nos limitaremos a dar una serie de
consejos previos que retornaremos y desarrollaremos a lo largo del
libro. Pero conviene tener desde el principio una visión de conjunto de
los mismos, porque constituyen el fundamento pedagógico de los
Ejercicios. Tales consejos se refieren, a la vez, a la oración, a la
ayuda que debe esperarse del ejercitador, al esfuerzo exigible al
ejercitante y al itinerario que se propone.
Es importante tomarlos como lo que realmente son: un simple
medio para disponer el corazón. Lo esencial es la acción del Espíritu
Santo, en la que el hombre no debe tratar de interferirse mediante un
esfuerzo de la voluntad o de la mente. Tampoco bastaría con una
enseñanza meramente externa. Nadie puede hacer por otro una
experiencia del amor. El misterio del encuentro no deja de ser un
secreto de cada uno. «Entra en tu cámara, dice Cristo, donde el
Padre ve en lo secreto» Es la ley de todo amor, tanto del amor a Dios
como del amor a otra persona. Cuando te dispongas a acogerlo,
cierra tu puerta con llave, ama y haz lo que quieras.
En suma: se trata de prepararnos a recibir algo que no procede de
nosotros y sin lo cual, no obstante, la vida no es vida. ¿Quién puede
vivir sin amar? ¿Qué cristiano puede vivir sin buscar a Dios y su
voluntad? Y, sin embargo, no puedo proporcionarme a mi mismo
aquello de lo que más imperiosamente tengo necesidad. Esta
constatación es el punto de partida de toda la experiencia. ¡Ven,
Señor, a colmar el deseo que Tú mismo has despertado en mi!
Esta serie de consejos pretenden ponernos en el camino de las
disposiciones que le abren a uno a la acción del Espíritu; de un modo
particular, pretenden enseñarnos a aceptarnos a nosotros mismos. Lo
cual dista mucho de la resignación pasiva. La aceptación de uno
mismo se corresponde con la indiferencia exigida por san Ignacio para
entrar en los Ejercicios. Ya iremos aclarando poco a poco su
naturaleza. De momento, digamos al menos que es, a la vez, apertura
al futuro, confianza en Dios, relativización de todas las cosas con
respecto a lo esencial, y deseo de ser «campo de experiencia del
Espíritu Santo» (Teilhard). No sé lo que resultará de todo ello, pero
me ofrezco por entero, en la seguridad de que Dios está siempre
conmigo...
________________________

1. LA ORACIÓN
ORA/CONSEJOS:
Lo importante en la oración es comenzar como es debido. «Antes
de entrar en la oración, repose un poco el espíritu, asentándose o
paseándose..., considerando a dónde voy y a qué» [239]. En estos
primeros momentos, hay que apaciguar el cuerpo, concentrar el
espíritu y abrir el corazón. Hay que hacer realidad el «Descálzate»
dirigido a Moisés (Ex 3,5) y el «cerrar la puerta» del Sermón de la
montaña (Mt 6,6).
Muchos imaginan que el preparar la oración consiste en fijar un
tema y concretar los puntos, como si se tratara de hacer a
continuación una disertación según el plan previsto. De ese modo
hacen de la oración una operación intelectual. Lo que conviene es,
sencillamente, fijar la atención del espíritu en tal o cual punto, a fin de
no quedarse en vaguedades. «Por dónde comenzar», dice con mucha
frecuencia san Ignacio. De este modo el espíritu conserva la paz, sin
andar «mariposeando» aquí y allá. A este objeto proponemos textos
escriturísticos, no para que se tomen todos ellos, sino para que cada
cual escoja el que más le convenga y no deje a su espíritu errar sin
rumbo.
Hay ejercitadores que quieren decirlo todo, con lo cual atiborran el
espíritu y no dejan sitio al Espíritu Santo. Y hay ejercitantes que
hacen lo mismo: desean que se les ofrezcan múltiples explicaciones,
al objeto de asegurarse materia abundante o prevenir el aburrimiento.
Unos y otros olvidan el objetivo de estos preparativos: dejar «que el
mismo Criador y Señor se comunique a la su anima devota,
abrazándola en su amor y alabanza y disponiéndole por la vía que
mejor podrá servirle adelante» [EE, 15].
El cuerpo desempeña su propio papel en esta preparación. Su
postura no es algo indiferente en relación a la calidad de la oración.
No es preciso ser un ferviente partidario del «yoga» o del «zen» para
experimentarlo. Basta con que nos fijemos en nuestro propio trabajo:
éste nos resulta tanto mas fácil cuanto mas distendido está nuestro
cuerpo. Por eso aconseja Ignacio «entrar en la oración, cuándo de
rodillas, cuándo postrado en tierra, cuándo supino rostro arriba,
cuándo asentado, cuándo en pie, andando siempre a buscar lo que
quiero» [EE, 76]. Si una determinada postura me va bien, ¿por qué
cambiarla?
Una vez apaciguados el espíritu y el cuerpo, resulta posible la
verdadera atención, la que puede ser duradera porque no fatiga. Hay
motivos para preguntarse si todo marcha como es debido cuando
entramos en la oración tensos y nerviosos. La tensión es señal,
muchas veces, de que nos fiamos únicamente de nuestro propio
esfuerzo y no sabemos de veras lo importante que es estar distendido
para conseguir hallarse más presente. Es el momento de cambiar
nuestro proceder.
Cuando hemos conseguido serenar todo nuestro ser, conviene
pedir a Dios lo que deseamos: el don de entender las cosas y el gusto
interior que nos permite penetrar en ellas con el corazón. «¡Ojalá
descendieras, Señor! ¡Ven, Señor, ven a visitarnos!»: esto es lo que,
bajo diversas fórmulas, piden los orantes en la Biblia. En este sentido,
las oraciones litúrgicas nos sirven de estupendo modelo. ¿Por qué no
servirnos de ellas al principio de la oración? Esas oraciones
despiertan y educan el deseo, y responden perfectamente a lo que
observa Pablo: «EI Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues
nosotros no sabemos pedir como conviene, mas el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8,26). Muchos de
nuestros intentos de orar resultan vanos porque no dejamos que se
exprese así el deseo en nuestros corazones. «Pedid y recibiréis», dice
el Señor; pero inmediatamente antes había dicho: «Hasta ahora nada
le habéis pedido en mi nombre» (Jn 16,24).

* * *

ORA/LECTURA: Son muchos los que se sienten paralizados ante la
idea de permanecer una hora en oración durante tres o cuatro veces
al día. Por supuesto que es importante no lanzarse a la aventura sin
haber caída en la cuenta de qué es lo que nos hace capaces de
perseverar en la misma. Unos se imaginan la oración como un
encuentro silencioso con Dios, y por ello desprecian los libros o las
ideas que se les proponen; a otros les da miedo «abandonarse» y
necesitan tener un libro a su alcance. Pero, en realidad, la oración es
fruto de una tensión entre dos elementos opuestos que, poco a poco,
van armonizándose: la lectura y la plegaria. Lectio et oratio, ha dicho
siempre la Tradición.
La lectura es necesaria; pero no cualquier lectura. Se nos ofrecen
muchos libros que, según me temo, nos alejan de la oración o nos
quitan las ganas de orar. De hecho, no conozco más que un libro
plenamente apropiado: el de la Palabra de Dios. Y ello con tal de que
no lo convirtamos en un objeto de estudio. La exégesis y la teología
son útiles, pero únicamente para preparar el camino. Llegado el
momento de orar, el libro ha de ser tomado como si de un sacramento
se tratara. A través de las múltiples palabras y los diversos relatos,
que son otros tantos signos sensibles de una realidad invisible,
intento escuchar la única Palabra, la del Verbo, que, a través de su
carne, me conduce a la Divinidad. No me detengo en el detalle más o
menos curioso, sino que prescindo de esas cuestiones que excitan mi
curiosidad. En la fe de mi corazón que desea y en la presencia del
Dios a quien busco, recibo la palabra que debe alimentar mi oración.
Leo, naturalmente; pero lo hago en la tranquilidad propia de un
espíritu que está seguro de que Dios desea encontrarse con él. Leo
el tiempo necesario para que mi ser quede penetrado de lo que leo y
para poder repetírmelo a mi mismo sin esfuerzo.
Cuando la palabra me ha agarrado suficientemente, entonces la
oración sucede a la lectura. Al igual que esa joven que, en el pórtico
norte de la catedral de Chartres, representa la vida contemplativa,
también yo experimento la necesidad de cerrar el libro y «rumiar»a lo
que he leído o, mejor, a imitación de María, meditar las cosas en mi
corazón. Porque, como dice Ignacio, «no el mucho saber harta y
satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente»
[EE, 2]. El salmista evoca frecuentemente ese momento en el que el
orante, a lo largo de sus noches en vela, repite con deleite el nombre
de Dios o un determinado pasaje de su Ley (Ps 62; 118; etcétera).
Poco importa el nombre que haya que dar a esta oración: meditación,
contemplación, aplicación de sentidos, modos de orar... Nos hallamos
bajo la acción del Espíritu, que nos hace gustar la palabra para que
se convierta en nuestra luz y nuestra fuerza. Verificamos lo que, en su
Primera Carta, llama Juan «la unción del Santo» (1 Jn 2,20), por la
que la palabra proferida en el exterior y recibida en la fe se nos
transforma en interior, haciendo inútil toda enseñanza. Algo así es lo
que acontece en ese paso de la lectura a la oración.
Al mismo tiempo, la tensión entre ambos actos—la lectura y la
oración—es lo que hace verdadero o no aquello que acontece. La
Palabra es recibida como una norma objetiva, una regla de fe. La
oración nos permite penetrar en ella de tal manera que se nos
convierta en personal. Pasando sin cesar de una a otra, voy
progresivamente descubriendo lo que el Espíritu realiza en mí, sin
necesidad de correr el riesgo de fiarme de mis sentimientos o de mis
interpretaciones subjetivas. Llegado el momento, ese sentido interior
que el Espíritu forma en mi me permitirá conocer con certeza, gracias
al «olfato» que en mi va desarrollando, hacia dónde me inclina la
voluntad de Dios.
De este modo, al despertar el sentimiento, la oración no me hace
replegarme en mis estados anímicos. Si así lo hiciera, es señal de que
no es una búsqueda de Dios. Gracias a esa constante transición de la
lectura a la oración y de la oración a la palabra, hay en la verdadera
oración algo denso, compacto, sólido, que permite acceder a la vida
de fe y habitúa al ser humano a dejar de considerarse el centro y a
juzgarlo todo según el superior criterio de la voluntad de Dios.

* * *

Y del mismo modo que hay que comenzar como es debido, también
hay que acabar debidamente, llegado el momento. San Ignacio habla,
a este propósito, del «coloquio., que «se hace, propiamente
hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señora
[EE, 54]. E! prototipo podría serlo la conversación de Moisés con
Dios, a propósito de la cual se nos dice que «el Señor hablaba con
Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo. (Ex 33,11).
O mejor aún, la conversación de Jesús con su Padre, cuando se
retiraba a orar al desierto. Es la oración del corazón. Al principio se
invitaba al espíritu a apaciguarse, para que el corazón pudiera abrirse
a la palabra y gustar a Dios; al final, se invita al corazón a
apaciguarse igualmente en el sentimiento que Dios haya despertado
en él. Es una conversación en la que cada cual habla o se calla,
según prefiera, pero siempre desde un inmenso respeto por el amor.
En este momento no hay reglas que valgan. Cada cual es para si
mismo su propia ley; cada cual descubre el modo concreto en que
Dios se le comunica. El lenguaje de la oración se convierte en el
lenguaje de la libertad, del amor y de la relación. Y al final, viene el
silencio en la oración, la admiración y el agradecimiento

* * *

ORA/PERSEVERANCIA: Hay una ley elemental en el arte de orar:
la de la perseverancia. Dudo de que alguna vez lleguemos a saber lo
que es la oración si no nos hemos decidido a pagar el precio exigido:
perseverar en ella y volver sobre ella una y otra vez, sean cuales
sean las dificultades que se encuentren en el camino.
Y las dificultades las hay de todo tipo, y hasta pueden ser
contrapuestas. Unas veces es el entusiasmo, que nos hace concebir
proyectos ilusorios; otras veces, el aburrimiento y hasta la
repugnancia, que nos impulsa a abandonar. Hay que pasar por toda
esta serie de oscilaciones para llegar a establecerse en la solidez de
la fe, que no se da a la oración por el dulzor que en ella pueda
encontrar, sino porque Dios es Dios y uno desea encontrarlo.
Lo esencial consiste en llegar a esta profundidad de fe. Todo lo
demás—lecturas, proyectos de vida, discusiones, observaciones y
notas—podrá ser útil, pero no deja de ser secundario. Yo me ofrezco
a Dios «con grande ánimo y liberalidad, ...con todo mi querer y
libertad» [EE, 5]. Me entrego a él «con todo mi corazón, con toda mi
alma, con toda mi mente y con todas mis fuerzas. (Mc 12,30) y acepto
estar ante El desarmado e indefenso, sin otra cosa que mi vida tal
como es. Esta fidelidad es la traducción concreta de la certeza de
que, si se lo pedimos, Dios puede transformar el pobre ser que somos
cada uno de nosotros.
Perseverar durante unos Ejercicios viene a significar, en la
práctica, cuatro horas de oración diarias, e incluso cinco, si
—conforme a una sugerencia de san Ignacio—el ejercitante
experimenta el deseo de levantarse por la noche para orar.
Semejante exigencia solo puede cumplirse si, además de lo ya
dicho, añadimos que cada cual debe tener en cuenta sus
posibilidades. Quien desee realizar inmediatamente este ideal corre el
riesgo, si cuenta únicamente con sus propias fuerzas, de abandonar
muy pronto el empeño, lleno de desanimo o de crispación. A lo que
hay que aferrarse es a la dulzura del Espíritu. De ahí la flexibilidad del
horario. Según Ignacio, es al objeto de que «el ánimo quede harto»
por lo que hay que tratar de permanecer una hora entera en el
ejercicio, «y antes más que menos» [EE, 12]. Ya se hagan los
Ejercicios en grupo o individualmente, cada cual deberá ir
descubriendo su propio ritmo. Y en este sentido, Dios, que «conoce
mejor nuestra natura, ...da a sentir a cada uno lo que le conviene»
[EE, 89].
La aceptación de la perseverancia le permite a uno pasar del plano
intelectual al espiritual, de la enseñanza recibida a la experiencia
realizada. Quien se contenta con escuchar una conferencia y
reflexionar después sobre ella, se verá tentado a discutir mentalmente
las ideas recibidas. De este modo, el provecho será indudablemente
aparente o pasajero, porque lo que se hace es sacar adelante la
propia verdad, en lugar de dejarse atraer por la verdad misma. Si nos
tomamos el debido tiempo, no podremos quedarnos en esa fase, sino
que será obligado que pasemos a Dios y nos remitamos a El.
No nos dejemos acuciar por el deseo de saberlo todo de
antemano, como si quisiéramos asegurarnos a todo riesgo. Nos basta
con vivir plenamente el momento presente. Y es que sucede con la
oración lo mismo que ocurre con la libertad: sólo conoceremos su
naturaleza si nos ejercitamos en ella día tras día.

* * * * *


2. EL ACOMPAÑAMIENTO
DIRECCION-ESPIRITUAL: Para que pueda proseguirse, semejante
experiencia requiere el acompañamiento de otra persona, porque tal
experiencia despierta necesariamente, en quien la emprende, una
serie de diversos movimientos o «emociones» en los que, sobre todo
al principio, resulta difícil reconocerse a sí mismo y se corre el riesgo,
debido al efecto de sentimientos opuestos o a la ausencia de todo tipo
de sentimientos, de incurrir en el desánimo o en la exaltación
inconsiderada. Hay que perseverar, pero no de cualquier manera. Un
«consejero» resulta de inestimable ayuda para aprender, en los
hechos mismos que se producen, la manera de actuar del Espíritu,
que une suavidad y fuerza y que, deseoso de que alcancemos
nuestro punto exacto de sazón, nos permite afincarnos en la paz y
esperar de Dios el resultado de nuestros esfuerzos.
Digamos, ante todo, con qué espíritu hay que aceptar dicho
acompañamiento, aunque mejor seria llamarlo «diálogo espiritual»,
dado que supone una confianza recíproca. El acompañamiento
responde a la necesidad de que tanto el ejercitados como el
ejercitante «más se ayuden y se aprovechen» [EE, 22]. No hay uno
que dirige y otro que se somete. Ambos, aunque desde diferentes
puntos de vista, tratan de descubrir juntos la acción del Espíritu
Santo.
Y ello aun cuando los Ejercicios se hagan en grupo. El objetivo de
los «puntos» no consiste en hacer una exposición doctrinal, aunque
es verdad que hay una doctrina que subyace a todo el conjunto. Lo
que pretenden los «puntos» es, a partir de la enseñanza impartida,
embarcar al ejercitante en una experiencia e indicarle, en la medida
de lo posible, los medios para llevarla a término.
De una parte y de otra se requiere una determinada actitud. Jesús,
que alertó acerca de la manera de escuchar, bien podría haberle
dicho al ejercitador: «¡Cuidado con tu manera de hablar!» No hay que
intentar decirlo todo, sino, a partir del texto en cuestión, insinuar una
serie de sugerencias, de «puntos», de entre los que el ejercitante
escogerá los que más le convengan. Se trata de decir pocas cosas,
pero que sean sugerentes; y, sobre todo, se trata de respetar la
objetividad de la Palabra de Dios. Lo cual no significa que el
ejercitador deba adoptar una actitud fría e impersonal. Debe haber
saboreado él mismo, personalmente, la palabra que propone.
Creyendo firmemente que el Espíritu habita el corazón de los
bautizados, deberá permitir que se transparente su vida más
profunda, a fin de que, al contacto con ella, puedan otros
despertarse. Pero no deberá extenderse en «elucubraciones», por
muy brillantes que puedan ser, sino que habrá de remitirse al Espíritu,
capaz de hacer que cada cual escuche la palabra apropiada. Y al
mismo tiempo, aprovechando su experiencia, dará los consejos que
considere útiles a medida que vayan avanzando los Ejercicios.
Consejos que no dispensan del contacto personal, sino que permiten
que éste sea más ágil y mas preciso. Esta enseñanza impartida en
común tiene la ventaja no sólo de ahorrar tiempo, sino también de
propiciar el que todos tengan acceso a unos puntos de vista que una
conversación privada tal vez no permitiría abordar.
Pero, por otra parte, hay que hacerle ver al ejercitante que hay una
buena y una mala manera de escuchar. La buena manera es la de la
cuarta clase de terreno de la parábola del sembrador: un corazón
despejado de obstáculos, abierto y sosegado, en el que las palabras
escuchadas despierten una verdad ya poseída, pero que se hallaba
como dormida. Mientras se escucha, no hay que empeñarse en
retenerlo todo ni en tomar unos apuntes exhaustivos, sino en
mantener el corazón dispuesto de tal manera que sea capaz de
atrapar al vuelo lo que el Espíritu quiere hacerle oír. Se trata de una
escucha silenciosa, distendida y sosegada, que se verá tanto más
favorecida cuanto más distendida y fraterna sea la atmósfera del
grupo. En suma, se trata de que cada uno de los que escuchan se
establezca en un profundísimo silencio, a fin de que el corazón pueda
dirigirse al corazón.
Esta manera de actuar presupone el que, de una parte y de otra,
se dé el convencimiento de que el verdadero maestro es el que habla
al corazón, no a los oídos. Si no buscamos más que discutir o si nos
mantenemos a la defensiva, como desconfiando el uno del otro,
«¡cuántos se irán sin haber aprendido nada!» (san Agustín). En
resumidas cuentas: aunque no haya diálogo verbal durante la
exposición de los puntos., no por ello dejan de ser éstos el compartir
mutuo de una verdad de la que todos somos discípulos. Yo, que
hablo, te doy a ti lo que tengo y lo que soy. ¿Qué harás con ello? No
lo sé. Me entrego a ti incondicionalmente, diciéndote lo que me ha
sido inspirado. Por tu parte, ábrete sin reservas. A nadie le mueve la
curiosidad. Mantente humilde en tu esfuerzo de atención, evitando
que la oscuridad te produzca crispación. El Señor suprimirá esa
oscuridad a su debido tiempo, si se lo pides.
Por lo general, parece que es suficiente con una sola exposición de
«puntos» por día. Tal vez, el mejor momento es por la mañana,
cuando el espíritu está fresco y dispuesto y la palabra escuchada
tiene menos peligro de interferir el movimiento de la oración personal
ya iniciada. Si se ve conveniente, unos cuantos minutos por la tarde
permitirán reavivar la atención o anunciar el tema del día siguiente.
Sea como sea, la distensión y el buen humor deberán marcar esos
momentos.

* * *

Además de los «puntos», está el contacto personal, el cual es
obligado, como es obvio, cuando los Ejercicios se hacen
individualmente, pero que es preciso propiciar también cuando se
hacen en grupo. Podría discutirse interminablemente acerca de cual
de las dos formas de hacer los Ejercicios (individualmente o en grupo)
es preferible. La verdad es que una y otra forma tienen sus ventajas y
sus inconvenientes. Cada cual tendrá que ver lo que prefiere y optar
en consecuencia, sin dejarse llevar por la «moda» del momento.
¿Cual es el objeto de este contacto personal? El mismo que el del
«examen», del que hablaremos enseguida. ¿Por qué hablar de todo?
Porque es sumamente importante que caigamos en la cuenta de la
manera en que nos comportamos o, como dice Ignacio, «de las varias
agitaciones y pensamientos que los varios espíritus le traen» [EE, 17],
de las luces que se van recibiendo, de los obstáculos que se vea que
alienan nuestra libertad. De cualquier modo, cada cual deberá saber
sobre qué quiere hablar. El ejercitador debe mantenerse más bien a
la expectativa; su papel consiste en «recibir» aquello que le es
confiado y, si puede, reaccionar en consecuencia. Existe el riesgo de
que algunos se sientan desconcertados por este silencio y preferirían
que el ejercitador les preguntara cosas concretas. Semejante actitud
debe ser reconocida como una señal de que existe algún obstáculo
interior que convendría esclarecer, lo cual no hará sino que uno y otro
(ejercitador y ejercitante) sean en lo sucesivo más libres.
Esta manifestación de los pensamientos pertenece a una larga
tradición que desborda los limites del cristianismo: la del «maestro
espiritual». Una tradición que se funda en la ley de toda educación
verdaderamente profunda: nadie se forma por sé solo.
¿Existe alguna norma acerca de la frecuencia de estos contactos?
En algunos casos lo más conveniente será tener una serie de breves
entrevistas, tal vez una cada día o, en todo caso, tanto más
frecuentes cuanto menos experiencia tenga el ejercitante de este tipo
de «acompañamiento». A otras personas, mas habituadas a ello, les
resulta suficiente una conversación de vez en cuando. Lo que es
cierto es que, si se celebran en el momento adecuado, estos
encuentros sirven para evitar muchos errores, desalientos, pasos en
falso y pérdida de tiempo. Y conviene añadir que es muy útil atenerse
a la norma que uno se haya fijado al comienzo. A algunos puede
resultarles fastidioso tener que mantener cotidianamente este diálogo
que, en determinados días, les parece que no les supone provecho
alguno. Pero, al igual que en la oración, también en este punto es
preciso perseverar en la fe.
* * *
Hay ejercitantes que se preguntan si, cuando se hacen los
Ejercicios en grupo, no resultarle útil mantener reuniones en las que
se comparta y se dialogue en un clima de fraternidad. Por la
experiencia personal que yo tengo al respecto, soy más bien contrario
a este modo de proceder, sobre todo si los Ejercicios buscan un
objetivo concreto, como es, por ejemplo, }a elección de «estado de
vida». Por lo demás, tanto en este caso como en otros muchos, la
experiencia comunicada por otros tiene el peligro de interferir y
obstaculizar la propia dinámica personal, sobre todo cuando uno no
está aun muy seguro de si mismo.
De todos modos, ya sea que este diálogo se haga durante los
Ejercicios—lo cual es preferible—o después de éstos, con los amigos
o con la propia comunidad, parece conveniente hacer algunas
observaciones al respecto.
En primer lugar, es preciso que cuantos participen en el dialogo lo
hagan espontáneamente; pero no conviene que haya «oyentes por
libre» u observadores únicamente interesados en ver qué es lo que
ocurre. Este dialogo ha de ser un ejercicio espiritual en el que, como
en la oración, cada cual se compromete tal como es.
Para «recibir» lo que dice el otro y comunicar los propios
pensamientos, no estará de más que, antes de comenzar, se centre
uno en el silencio de la oración. Un silencio fecundo, lleno de esa fe
que tenemos en el Espíritu que inspira a unos y a otros. Esto es una
condición ineludible para un buen dialogo.
En segundo lugar, si a lo largo del diálogo siente alguien la
necesidad de hacer una observación o una pregunta, deberá hacerla
a partir del mencionado silencio, y no para oponerse o para discutir,
sino para «recibir» mejor lo que dice el otro o para permitirle que se
exprese mejor.
Este tipo de dialogo no es para sacar conclusiones ni para hacer
ningún balance. No se trata de juzgarse a si mismo ni a los demás,
sino de aceptarse mutuamente, con la dinámica que el Espíritu suscita
en cada cual. La finalidad de este dialogo no consiste en hacerse con
un «capital» espiritual del que poder hacer uso en lo sucesivo, sino en
aceptarnos tal como somos. Esta experiencia, que se hace por sí
misma y que es incomunicable en el fondo, cambia nuestro modo de
vivir nuestras relaciones ordinarias y nos sitúa en el plano de la fe. Al
igual que ocurre tras la participación eucarística, la vida sigue siendo
la misma, pero ya no se ven las cosas de la misma manera.
Y añadamos un ultimo consejo: conviene que el grupo no exceda
de siete u ocho personas. Un grupo más numeroso tiene el peligro de
no permitir que todo el mundo se exprese cómoda y libremente.
También puede suceder que los mas habituados a hablar
monopolicen el uso de la palabra y que el diálogo, en lugar de ser una
puesta en común, se convierta en una discusión ideológica. Si se
hace, todo el mundo debe estar en situación de igualdad.

* * *

Al concluir este apartado sobre el «acompañamiento», no estará
de más subrayar la ayuda que este libro puede aportar a quien se vea
inclinado a hacer sus Ejercicios totalmente a solas; sin nadie que le
acompañe. Como es de suponer que tenga una suficiente experiencia
de la vida espiritual, deberá conservar su libertad respecto de los
consejos y, sobre todo, los textos que en este libro se proponen.
Tiene una inmejorable oportunidad de escoger los que mas le
atraigan. Personalmente, cuando yo he hecho los Ejercicios a solas,
he recurrido al Éxodo, a los Salmos, a ciertos textos litúrgicos, a San
Juan, al Cantar de los Cantares y a otros libros de la Escritura. En
estos casos, el presente libro sirve únicamente de instrumento de
verificación de la experiencia.
La regla consiste en no ser esclavo de ninguna fórmula. «He dado
unos Ejercicios del mismo modo que los da usted», me ha dicho más
de uno, «y la cosa no ha funcionado...» «No me extraña nada», he
respondido. «Es señal de que lo que yo le he dicho, y usted ha
recibido de mi, no le ha servido para ser más usted mismo»

* * * * *


3. EL ESFUERZO ESPIRITUAL
ORA/ESFUERZO-ESPA: Si hay una razón que justifique el
«acompañamiento», es que la «aventura» que se propone en los
Ejercicios no puede vivirse sin realizar un esfuerzo. Eso sí, no se trata
de cualquier esfuerzo. Son muchos los que se dejan engañar por su
misma generosidad. Imaginan que todo puede lograrse a base de
voluntad y se lanzan a tumba abierta a la oración, pero sin haber
sopesado previamente sus posibilidades y sin el más mínimo sentido
del discernimiento.
Ahora bien, precisamente las largas horas de oración y el absoluto
silencio en que nos sumergimos hacen que en el espíritu surjan
pensamientos o «mociones» de los que anteriormente no teníamos ni
idea. La soledad desempeña aquí el papel de «reveladora». A partir
de ella, toda nuestra «madeja» interior se desembrolla y se vuelve a
embrollar. En nuestras confusiones y distracciones, en el despertar de
nuestros deseos, ¿qué cosas son reacciones psicológicas y qué
cosas son el inicio de una moción espiritual? Todo se da al mismo
tiempo. Cada cual revela lo mas profundo de su propio ser, de lo cual
no tenia la menor idea en su vida ordinaria.
Muchos dicen: «hay que orar la propia vida» ¿Y qué es esa vida de
la que pretenden hacer oración? ¿Significa ir a Dios el llevar a la
oración las propias decepciones, las propias amarguras, las propias
críticas y los propios juicios sobre los demás? Por alguna parte hay
que empezar. Digamos, al menos, que orar la propia vida es
ofrecerse, con toda la propia complejidad humana, para que Dios la
purifique y la ilumine. O digamos, con san Ignacio, que es «pedir
gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones, acciones
y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de
su divina Majestad» [EE, 46]. Entonces comienza el verdadero
esfuerzo espiritual.
No basta con quedarse al nivel del acontecimiento o de la reacción
provocada por éste. He de descender a lo más profundo de mí para
captarme en mi capacidad de ser y de amar y, al mismo tiempo, he de
pedir al Espíritu que penetre en esa mi profundidad y cree en ella una
mirada y un corazón nuevos. Lo que de mí depende no es cambiar a
voluntad, sino suplicar: «¡Crea en mi, oh Dios, un corazón puro!» La
vida a la que yo aspiro es creación del Espíritu. Por eso, mediante un
acto de verdadera libertad, debo entrar en ese lugar secreto del
corazón en el que soy yo mismo, sin preocuparme de las miradas de
los demás ni de las fórmulas que deba emplear, con la seguridad de
que Dios ve en lo secreto y ha de darme el don del Espíritu.
La generosidad—una de las palabras más equivocas del lenguaje
espiritual—no consiste en provocar en uno mismo grandes
sentimientos, aunque sea al servicio de las más nobles causas, sino
en aceptar descender a lo más hondo de uno mismo para verse tal
como uno es y presentarse al Señor, a fin de que El realice en uno su
obra. Mi libertad, reconocida como el primer don que Dios me ha
otorgado para permitirme ir a El, se ofrece a la gracia para quedar un
poco más liberada gracias a ésta y, de ese modo, poder ofrecerse
sucesivamente a nuevos progresos.
Hay personas a las que este lenguaje les resulta un tanto curioso y
extraño, y querrían que se les indicaran unos objetivos concretos y
unas determinadas prácticas que realizar. Están esas personas
habituadas a vivir según el pensamiento de otras, e ignoran este
lenguaje de la libertad y la aceptación de sí. Sin embargo, únicamente
en la medida en que una persona desarrolle su propia personalidad,
sobre todo en el terreno de la relación y del amor, podrá ofrecer
asidero a la gracia. Todo está enlazado: la presencia a uno mismo es
condición para la presencia ante Dios, ante los demás y ante la vida.
La preocupación por la vida espiritual no debe llevar a la huida o al
desconocimiento de la naturaleza, so pena de originar los más graves
desastres y desengaños.
Esto es particularmente cierto respecto de la afectividad. El
esfuerzo realizado en la oración supone y pone en movimiento dicha
afectividad. Pero al amor no se accede del mismo modo que se
accede al objeto de la ciencia, porque se dirige a una persona viva, a
la que se conoce gracias a sucesivos acercamientos del corazón.
Desde este punto de vista, es correcto afirmar que quien no entiende
el lenguaje del amor humano difícilmente entenderá el lenguaje del
amor de Dios. Las crisis de la vida religiosa tienen muchas veces su
origen en el desequilibrio de una afectividad retardada o mal
desarrollada.

* * *

En suma, ¿cómo concebir el esfuerzo espiritual? Como huida de la
autocomplacencia y del repliegue en uno mismo. El verdadero
esfuerzo espiritual es aquel por el que una persona intenta salir de si
para apegarse a otra. El placer que entonces acompaña al don de si
o al encuentro con el otro es un placer bueno y querido por Dios.
Pero, si trato de hacer renacer ese placer sin que haya ningún objeto
que lo suscite, estaré cometiendo una impureza. Mi esfuerzo consistirá
en aceptar las necesarias purificaciones que la vida o las dificultades
de ésta le imponen a una afectividad aún vacilante. Y no trataré de
eludirlas, porque a través de ellas voy llegando progresivamente a
amar a Dios y al otro por si mismos. Al igual que sucede con el
crecimiento en el amor, este esfuerzo nunca tiene término.

* * *

EXAMEN-DE-CONCIENCIA: Para favorecer diariamente este
esfuerzo y ayudar al dialogo espiritual que le sirve de garantía, nada
más útil que esa experiencia que la tradición denomina examen de
conciencia, cuya naturaleza hemos deformado o hemos
malinterpretado con demasiada frecuencia. Por supuesto que para
corregirse de un defecto o adquirir un habito, o simplemente para
desarrollar la capacidad de atención, es bueno reservar, a lo largo del
día, unos momentos para detenernos, serenarnos y tomar nota de
nuestros avances y retrocesos. De este modo aprende la mente a
concentrarse en un objeto y a garantizar la continuidad en medio de la
dispersión de la vida. Pero no es preciso ser cristiano para actuar así.
También ha habido paganos y sabios en la antigüedad que hicieron
este tipo de examen de conciencia. Tal vez tengamos hoy una
excesiva tendencia a desdeñar esta ascesis, porque pensamos que
no es posible buscar a Dios desde una existencia disgregada y
carente de consistencia.
Dicho esto, el ejercicio en el que estamos pensando es otra cosa.
Es un medio para mantenerse a disposición del Espíritu Santo a partir
de lo que uno vive. Es algo relacionado con lo que más arriba
llamábamos la «manifestación de los pensamientos en el dialogo
espiritual». No se trata de analizar ni de replegarse sobre uno
mismo—una especie de narcisismo espiritual—; tampoco se trata de
un esfuerzo voluntarista de que no se nos pase nada por alto, debido
al deseo de una perfección que nadie nos exige, más que nosotros
mismos; se trata de una apertura de todo el ser al soplo de Dios,
desde la certeza de que el Espíritu de Dios no deja de actuar en
nosotros, como no dejó de actuar en Jesús, si nos esforzamos en
prestarle atención. Se trata, pues, ante todo, de un reconocimiento
cotidiano de la presencia de Dios en nosotros mediante su acción.
Hablando del examen, Ignacio lo describe, en primer lugar, como una
acción de gracias. Sólo después podré descubrir mis errores o mis
defectos. Y este descubrimiento se convertirá en una ocasión de
contar con la misericordia de Jesucristo, que es justicia de Dios para
mis pecados y para los del mundo entero (1 Jn 2,2). Nos hallamos,
pues, en las antípodas de lo que podría ser un ejercicio que
condujera a la falta de confianza en uno mismo o al miedo de obrar.
Lo que hace es situarnos en el centro mismo de una libertad que no
deja de crecer delante de Dios. Aun en medio de la banalidad de lo
cotidiano, experimentamos que «en todas las cosas interviene Dios
para bien de los que le aman. (Rm 8,28). La múltiple realidad en la
que nos vemos sumergidos con el correr de los días se unifica cada
vez más gracias a la intención de nuestro corazón, que se renueva y
se purifica en el examen.
Si en esta forma de oración que es el examen presto atención a mi
vida concreta, no es sólo para descubrir los obstáculos que hay en
ésta, sino también para determinar, de entre el abigarrado conjunto
de mis pensamientos, cuáles provienen de mi y cuáles son inspirados
por el buen o el mal espíritu. Concebido de este modo, el examen
forma parte de esa obra de discernimiento que, como dice Pablo,
«nos permite discernir, con un amor cada vez más abundante en
conocimiento perfecto, lo que resulta más conveniente para ser puros
y sin tacha para el Día de Cristo» (cfr. Flp 1,9-10). Como veremos al
final de este libro, este ejercicio cotidiano del examen conviene
vincularlo estrechamente con la «contemplación para alcanzar amor»,
al objeto de que, «enteramente reconociendo, pueda en todo amar y
servir a su divina majestad» [EE, 233]. Ya no se trata únicamente de
una contemplación global de las obras de Dios en el universo, en
Jesucristo y en la Iglesia, sino de la aplicación de esta contemplación
a la obra que realiza en mí para hacerme acceder a la dinámica del
amor.
Es en esta amplia perspectiva como conviene tomar buena nota, y
de una manera muy precisa, de las luces recibidas y las mociones
interiores que las acompañan ¿Por qué no adoptar, ya desde el
comienzo de los Ejercicios, esta perspectiva interior respecto de las
motivaciones profundas que me han movido a hacerlos? ¿Qué era lo
que yo buscaba? Saber lo que quiero, y saber expresármelo a mí
mismo y a un «testigo», puede ser objeto tanto de un examen inicial
como de la primera entrevista con el ejercitador. De este modo
adquiriré, para lo sucesivo, el hábito de hacerme consciente de
cuanto acontece en mi oración y de cuanto la favorece: horario,
fidelidad, atmósfera del día, etcétera. Todo se tiene en cuenta y nada
queda excluido: nerviosismo, inquietudes, distracciones, gozo y paz,
así como el estado de salud física. E igualmente deberé considerar
los problemas que me preocupan, porque hay quienes los descartan
a priori como un obstáculo, mientras que otros desean integrarlos en
su oración. De hecho, el discernimiento se hace a partir de ellos, tras
haberlos objetivado; y se refiere más a mi manera de reaccionar ante
ellos que a la solución de los mismos. Al cabo de algunos días, si se
releen las notas tomadas, se percibirá una dominante. Y si hay que
tomar alguna decisión, el discernimiento ayuda a prepararla
serenamente.

* * *

La naturaleza de este examen, como la de la oración y la de todo
cuanto se refiere a la vida espiritual, sólo se descubre gradualmente.
Quien se apresura en exceso y cree haber comprendido
inmediatamente de lo que se trata, corre el peligro de hallarse
enseguida en un callejón sin salida o de incurrir en esos excesos de
los que tan frecuentemente se acusa al examen: escrúpulos,
narcisismo, intelectualización, mecanización de la vida espiritual...
Nada de esto deberá temer quien no vea en el examen más que un
medio para crecer en la libertad, en la autoconciencia y en la
disponibilidad interior. Quien así lo vea podrá incluso, con absoluta
confianza, aprovecharse de sus errores o de sus pasos en falso,
llegará a descubrir progresivamente su propio método y se mantendrá
espontáneamente fiel al mismo, porque se encontrará a sus anchas
en él. Su misma acción se convertirá en una incesante y simple unión
con Dios.

* * * * *

4. EL ITINERARIO
Antes de emprender la experiencia, digamos unas palabras acerca
del «itinerario», que presentamos como un recorrido de sucesivas
fases. Con ello no pretendemos hacer otra cosa que descubrir la
manera en que Dios se da a conocer a su criatura. La Biblia no es
sino la descripción de esa larga aventura a lo largo de la cual la
humanidad es introducida en el conocimiento de Dios. Y el Éxodo es
el ejemplo más llamativo. En el han descubierto los hombres de
espíritu de todos los tiempos—judios y cristianos—la andadura del
alma y de la humanidad hacia la Tierra Prometida.
En la práctica, lo que descubrimos son los progresivos avances del
bautizado en su crecimiento de fe en Jesucristo: purificación,
iluminación y unión con Dios y con sus hermanos. Son las etapas que
la liturgia de la Iglesia hace seguir al catecúmeno para iniciarlo en el
misterio cristiano. Y no puede haber para nosotros otra andadura
distinta de ésta, que es la que reemprendemos cada año a lo largo de
la Cuaresma, en la que la Iglesia propone a sus fieles unos
verdaderos Ejercicios Espirituales que les renueven en el espíritu del
Bautismo y de Pascua.
Los Ejercicios que proponemos no hacen sino condensar esta
andadura en un tiempo más o menos limitado. Son cuatro semanas,
cada una de las cuales, dice Ignacio, no ha de entenderse que «tenga
de necesidad siete u ocho días en si». [EE, 4]. La duración de cada
una queda a la discreción de los ejercitantes y del ejercitador, según
los frutos que se vea que se recogen.
Ninguna norma es absoluta a priori. La libertad del Espiritu—¡no la
fantasía!—es la ley que rige el empleo del tiempo de que se dispone,
tanto respecto de la materia propuesta como respecto de la manera
de proceder. «Usted, que da tantos Ejercicios a lo largo del año,
¿cómo hace sus propios Ejercicios?., me preguntaron un día unos
seminaristas africanos. Y mi respuesta fue: «De un modo muy distinto
de como digo a los demás que los hagan. Con esta «salida de tono.
pretendía dar a entender que la fidelidad inicial a la normativa
proporcionada por los Ejercicios le permite a uno estructurarse
espiritualmente y hacerse libre respecto del modo de llevar su vida,
sin por ello temer incurrir en una falsa libertad. Quien se somete a su
disciplina puede dejarse guiar por el Espíritu.
Lo que es propio de los Ejercicios, e indudablemente marca la vida
de quien los adopta como guía es el lenguaje de la elección, de la
decisión y de la libertad. La siguiente nota de los Ejercicios revela el
espíritu de su autor: «No... se engendre veneno para quitar la
libertad... de manera que... las obras y libero arbitrio reciban
detrimento alguno, o por nihilo se tengan» [EE, 369]. Lo que
pretenden los Ejercicios es formar una libertad que se recibe de Dios,
se desarrolla, se entrega y se elige para hacerse dócil al Espíritu
Santo. Una libertad que se ejerce en la gracia, según la synergia, que
dirían los griegos: acción común de Dios y del hombre. He ahí su más
valioso beneficio, que volveremos a encontrar, a lo largo de nuestra
vida, en los diversos Ejercicios que podamos hacer. Sin pretender
jamás haber alcanzado esa meta, sabemos que el Espíritu no deja de
renovar a quienes se confían a él para crecer, en la comunidad de
toda la Iglesia, en Cristo Jesús.

* * * * *

Textos con miras a la oración de estos días

1. LUGAR DE LA ORACIÓN:
EL CORAZÓN (Mateo 6, 5-15)
Retírate a un lugar escondido, solo conocido por ti. No pretendas
hacer que te vean y representar un papel o repetir formulas
aprendidas. Siéntate tal cual eres ante tu Padre, que te ve en el
secreto de tu corazón. La oración es un acto de un ser libre, que sabe
ocupar su sitio ante Dios y ante los demás.

2. ACTITUD DE QUIEN COMIENZA:
LA ZARZA ARDIENDO (Éxodo 3, 1-20)
Ante Dios que se te revela como fuego intocable, no pretendas
darle vueltas, ni comprenderlo por ti mismo. Descálzate. A Dios no se
le sorprende; él se revela, como dos personas se presentan
mutuamente. Entonces le conocerás en su misterio, mas allá de todo
lo que eres capaz de expresar, y por él serás revestido de tu misión.
Ve a presentarte al Faraón. Yo seré palabra en tus labios.

3. FE EN LA SUPLICA (Lucas 11, 9-15)
En esta actitud, podrás pedir lo que tu corazón desea. ¿Como va el
Padre a negarte el Espíritu Bueno si tu se lo pides? Porque en
nosotros, que no sabemos lo que hemos de pedir para orar bien, el
Espíritu vierte gemidos inexpresables (Rm 8, 26-27).
Pide el Espíritu y el creará en ti el deseo.

4. RUMIAR INTERIORMENTE LA PALABRA
PD/RUMIARLA: El creyente recuerda la palabra y se la repite a si
mismo: es la memoria del corazón, «escribe mis preceptos en las
tablillas de tu corazón». (Prov 7, 3).
«Yo no he olvidado tu palabra» (Sal 119-118).
El la rumia dentro de si mismo para aprender la Sabiduría y hace
de ella sus delicias: el corazón es lugar de inteligencia (todo el Sal
119-118) 32

Los ejercicios nos invitarán a recordar, a reflexionar, luego a aplicar la
voluntad. Es el ritmo normal de la oración que se aprende en la escuela de
la Escritura. En ella encontramos el gusto de las cosas.
5 ¿A QUIEN COMUNICA DIOS LA SABIDURÍA?
A los que reconocen que él es su fuente (Bar 3 a 4, 4).
A los que la piden: oración de Salomón pidiéndola (Sab 8, 7 a 9).
A los pequeñuelos (Lc 10, 21-22).
A los corazones que se abren: el sembrador (Lc 8, 4-15).
A los que viven en el amor fraterno (Mt 5, 23-24; el Cenáculo: Hech
1, 12-14).

«Cuidado con vuestra manera de escuchar» (Lc 8,18). Los Ejercicios
proponen una manera de disponerse a los dones de Dios.

JEAN LAPLACE

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