sábado, 2 de diciembre de 2006

CHARLAS DE PREPARACION AL MATRIMONIO

EL MATRIMONIO EN EL PLAN DE DIOS



¿No habéis leído que al principio el Creador "los hizo hombre y mujer" y dijo: Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre.[1]

¿Qué es el matrimonio? ¿De dónde proviene?

La familia arranca de la comunión conyugal que el Concilio Vaticano II califica como "alianza", por la que el hombre y la mujer "se entregan y aceptan mutuamente".[2]

El Matrimonio es la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole.[3]

La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de las manos del Creador. El matrimonio no es una institución meramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes. (...) existe en todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial.[4]

La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar.[5]

El matrimonio, el matrimonio sacramento, es una alianza de personas en el amor. Y el amor puede ser profundizado y custodiado solamente por el amor, aquel amor que es "derramado" en nuestros corazones "por el Espíritu Santo que nos ha sido dado."[6] (...) Esta "fuerza del hombre interior" es necesaria en la vida familiar, especialmente en sus momentos críticos, es decir, cuando el amor —manifestado en el rito litúrgico del consentimiento matrimonial con las palabras: "Prometo serte fiel... todos los días de mi vida"— está llamado a superar una difícil prueba.[7]

El Matrimonio cristiano es pues el sacramento por el cual un hombre y una mujer firman un pacto sagrado. Como Cristo instituyó este sacramento, El también les da al hombre y a la mujer una vocación para el matrimonio. Por eso en el pacto intervienen no sólo un hombre y una mujer, sino también Cristo.

Así como los que son llamados al sacerdocio o a una vocación religiosa dedican gran parte de su tiempo a la oración y a la preparación, los llamados al matrimonio también deben dedicar tiempo a la oración, preparándose para recibir este sacramento.

Estar concientes de que el matrimonio es una vocación (llamada) a la santidad para la cual Cristo nos llama y, por tanto, buscar ser fieles a este llamado, es encontrar la clave para un matrimonio feliz. En la unión del matrimonio, Cristo da al esposo y a la esposa la gracia sacramental necesaria para realizar sus deberes maritales.[8]

Al venir a restablecer el orden inicial de la creación alterado por el pecado, el propio Jesús le ha dado a la gente la fuerza y la gracia necesarias para vivir su matrimonio en la nueva dimensión del reino de Dios. Al seguir a Cristo, negándose a ellos mismos, y cargando sus cruces, los esposos podrán, con la ayuda de Cristo, aceptar[9] y vivir el significado original del matrimonio.[10]

Al establecer el matrimonio como una vocación en la vida, Dios le dió las características que permiten al amor humano alcanzar su perfección y que la vida familiar sea plena y fructífera. Por su propia naturaleza, la sociedad que se establece se orienta hacia el bien de la pareja y de los hijos que ésta traiga al mundo.[11] Fuera del matrimonio, o sin una realización adecuada de su naturaleza, no existen las condiciones adecuadas para que el amor humano fructifique ni para que la vida familiar sea exitosa.

Queda pues claro que el matrimonio no fue inventado por el hombre. El propio Dios lo estableció cuando creó a nuestros primeros padres en el paraíso terrenal. Desde el principio, el matrimonio ha sido mucho mas que una institución humana. Es una institución sabia de Dios para realizar en la humanidad su designio de amor. La sociedad íntima de la vida y amor en el matrimonio ha sido establecida por el Creador y dotada de sus propias leyes. Dios Mismo es el autor del matrimonio.[12]

¿A qué nos referimos cuando decimos que el Matrimonio fue elevado por Cristo a Sacramento?

Para los cristianos, Cristo elevó esta unión de esposo y esposa a la dignidad de sacramento. Se convirtió en un pacto sagrado, una imagen de la unión de Cristo y de su Iglesia y una fuente de gracia especial. San Pablo escribió: Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella para santificarla...[13]

Nuestro modelo para el matrimonio no puede basarse en imágenes propagadas por la sociedad, sino en Cristo, su Iglesia y la Sagrada Familia.

El verdadero significado del matrimonio sólo puede provenir de Jesucristo a través de la Iglesia. El matrimonio requiere de un conocimiento básico de la fe cristiana y de la verdadera naturaleza del sacramento del Matrimonio.

Por tanto, entre bautizados, no puede haber contrato matrimonial válido que no sea por eso mismo sacramento.[14]

Un matrimonio, contraído válidamente entre personas bautizadas, siempre es un sacramento de Cristo y de su Iglesia.[15] Por la gracia del Sacramento del matrimonio cristiano, los esposos están unidos el uno al otro en la forma más profunda e indisoluble. La pertenencia de uno al otro es la representación real, por medio del signo sacramental, de la propia relación de Cristo con la Iglesia.[16]




[1] Mateo 19, 4-6
[2] C.A.F. 7 y GS 48
[3] C.I.C. 1055,1
[4] C.C.C. 1603
[5] ibid. y GS 47, 1
[6] Rom. 5,5
[7] C.A.F. 7
[8] Cf. Mateo 19, 10
[9] Cf. Mateo 19, 11
[10] Cf. C.C.C. 1615
[11] Cf. C.I.C. 1055.1 y C.C.C. 1601, 1660
[12] Cf. C.C.C. 1603; G.S. 48 y H.V. 8
[13] Efesios 5, 25
[14] C.I.C. 1055.2
[15] Cf. C.I.C. 1055.2 y C.C.C. 1617
[16] Cf. C.C.C. 1617 y F.C. 13


Abreviaciones:

C.A.F

Carta a las familias, Ediciones Paulinas, México 1994

C.C.C

Catecismo de la Iglesia Católica, Ronma, Librería Editrice Vaticana, 1992. .

C.I.C

Codex Iuris Canonici (Código de Derecho Canónico) Ediciones Paulinas, México, 1983

D.E.

Directorio para el Ecumenismo, National Conference of Catholic Bishops (N.C.C.B)

(Conferencia Episcopal de los Estados Unidos), Origins vol 23, no. 9, julio 29, 1993

F.C.

Familiaris Consortio: El papel de la Familia en el Mundo Moderno. Juan Pablo II, Roma, Librería Editrice Vaticana, 1981

S.C.A.

Siga el Camino del Amor: Mensaje Pastoral para las Familias, N.C.C.B., Origins vol no. 25, 1993

G.S.

Gaudium et Spes, Concilio Vaticano II, 1985

G.E.

Gravissimum educationis, Concilio Vasticano II, 1965

H.V.

Humanae Vitae. Paulo VI. Librería Editrice Vaticana, 1968

L.G.

Lumen Gentium, Concilio Vaticano II, 1964

M.D.

Mulieris Dignitalis. Juan Pablo II. Roma, Librería Editrice Vaticana, 1988

N.C.C.B.

National Conference of Catholic Bishops of the United States (Conferencia Episcopal de los Obispos Católicos de Estados Unidos.

O.C.J.

One in Christ Jesus (Uno en Cristo Jesús): Toward a Pastoral Response to the Concerns of Women for Church and Society, por la N.C.C.B., Ad Hoc Committee for a Pastoral Response to Women's Concerns, Origins vol 22; no. 29, 1993.

S.C.

Sacrosantum Concilium, Concilio Vaticano II, 1963



¿QUE BENEFICIOS TRAE A LOS ESPOSOS EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO



La sociedad actual tiende a menospreciarse el valor del Matrimonio cristiano. Pero la Iglesia, guardiana del deseo de su Señor, viene a recordarnos la verdad que nos hace libres. Los esposos cristianos están llamados a encontrar en su matrimonio y su familia el camino del Cielo, y el sacramento les da para ello un aumento de la gracia santificante (*).

Cuando los novios salen del templo, sus almas se encuentran más fuertes y más bellas espiritualmente que cuando, unos minutos antes, entraron a él. Es, por tanto, muy conveniente que los contrayentes reciban este sacramento libres de pecado mortal.

Por ello, se recomienda vivamente que antes de su boda se acerquen a recibir el sacramento de la reconciliación o penitencia. Sin embargo, aunque uno o ambos se casen sin esa limpieza del alma, el sacramento del matrimonio no dejaría de producirse, con tal que se cumplan las demás condiciones.

Junto al aumento de la gracia que abre el Cielo (dijimos que se llama gracia santificante), el Matrimonio da su propia gracia específica, llamada gracia sacramental. Ésta consiste en el derecho a recibir de Dios todas las ayudas necesarias para que los esposos puedan amarse en Cristo sin infidelidad y para siempre, así como el derecho a recibir todos los auxilios materiales y espirituales exigidos para la fundación de su hogar.

Esta gracia sacramental acompaña a los esposos durante todos los días de su existencia en la tierra, hasta la muerte. Cuando el mal rato del esposo (o de la esposa), decaído ante el cúmulo de dificultades cotidianas, le lleva a sentirse víctima y a pensar que casarse fue un error, ése es el momento de recordar que él (o ella) tiene la garantía de recibir todas las gracias necesarias en esa situación, la garantía de recibir toda ayuda divina que pueda requerir para fortalecer su flaqueza y superar la dificultad.

La gracia especial del Matrimonio otorga así la generosidad y la responsabilidad para engendrar y educar a los hijos; la prudencia y la discreción en los innumerables problemas que la vida familiar lleva consigo; capacita a los esposos para acomodarse el uno a los defectos del otro y sobrellevarlos. Todo esto es lo que la gracia del Matrimonio puede hacer por aquellos que, con su cooperación, dan a Dios la oportunidad para mostrar su grandeza.

El sacramento del Matrimonio proporciona a los esposos y a los padres todas las gracias de Nazaret, modelo de los hogares cristianos. Es, podríamos decir a modo de resumen, el sacramento de la vida familiar en Cristo.

……………..
(*) La gracia santificante que se recibe en el Bautismo es aquel don que nos hace participar de la misma vida de Dios. Si al momento de morir tenemos este don, alcanzamos la vida eterna. La gracia santificante se pierde por el pecado mortal y puede recuperarse con el arrepentimiento y la confesión.


P. Ricardo Sada Fernández



¿QUIEN Y PARA QUÉ INSTITUYÓ EL MATRIMONIO?


Al principio mismo de la humanidad, cuando dio a Eva como compañera de Adán, estableció Dios la institución matrimonial. Al ser Dios quien estableció la institución matrimonial, es Él mismo quien fijó sus leyes.

Aseguraba de esa manera en primer lugar la propagación de la especie humana, tal como enseña la Biblia: Dios los bendijo diciéndoles: Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra (Génesis 1,28).


Pero Dios, al instituir el Matrimonio, no tuvo como fin exclusivo poblar la tierra. No es bueno que el hombre esté solo, dijo Dios cuando Adán dormía en el Paraíso. Le haré una compañera semejante a él (Génesis 2,18).

Al crear dos sexos distintos, Dios quiso además que el varón y la mujer se complementaran el uno al otro, que se apoyaran el uno en el otro, que se amaran y contribuyeran a su mutuo crecimiento espiritual.

La institución matrimonial da origen a la familia, y su estabilidad es evidente, pues no sólo se trata que nazcan hijos, sino que además se requiere del padre y la madre que los trajeron al mundo, para darles cuidado y cariño. Esa unión de personas, la familia, resulta el lugar propicio para la perfección del individuo, ya que ella se origina y crece en el terreno del amor (amor de los esposos entre sí, de los padres a los hijos, de los hijos a los padres, de los hermanos, y de los parientes en general).

En esa unión de por vida de un hombre y una mujer, el Dios de toda bondad determinó que tanto sus mentes como sus corazones y sus cuerpos se fundieran en una unidad nueva y más rica, unidad que habría de ser para ellos camino de salvación.


¿POR QUÉ INTERVIENE LA IGLESIA EN LOS MATRIMONIOS?



Por tratarse de un sacramento, sólo a la Iglesia corresponde juzgar y determinar todo aquello que se refiere a la esencia del Matrimonio cristiano. La razón es que el contrato matrimonial entre los cristianos es inseparable del sacramento, y sólo la Iglesia tiene poder sobre los sacramentos (*).

La autoridad civil tiene competencia sólo sobre los efectos meramente civiles del matrimonio de los cristianos, entre los que se encuentran la unión o separación de bienes, su administración y su sucesión, la herencia que corresponde al cónyuge y a los hijos, etc. (**)

Habrá que decir también que el matrimonio entre no bautizados no está sujeto a las leyes eclesiásticas (quienes no están bautizados no pueden recibir sacramentos; ellos reciben el matrimonio sólo como institución natural), aunque sí lo está a las leyes e impedimentos justos establecidos por la ley civil.

Esto, por supuesto, no significa que las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio (por ejemplo, que sea de uno con una y para siempre) no sean aplicables a los no cristianos, ya que todo lo que declara como perteneciente a la ley natural, se aplica a todos los hombres.

...................

(*) Por eso, establece el Código de Derecho Canónico que “las causas matrimoniales de los bautizados corresponden al juez eclesiástico” (c. 1671). Y lo mismo se puede decir del establecimiento y dispensa de impedimentos.

(**) Ver Código de Derecho Canónico, cánones 1059 y 1672



¿QUE CARACTERÍSTICAS ESENCIALES TIENE EL MATRIMONIO



Las características esenciales del matrimonio son tres (1):

- la unidad (de uno, con una),

- la indisolubilidad (para siempre) y

- la apertura a la fecundidad (el matrimonio es para procrear).


La unidad indica que un hombre sólo puede tener una esposa, y la mujer sólo un marido.

Desde el principio estableció Dios la unidad de la institución matrimonial, cuando dijo: ...dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y vendrán los dos a ser una sola carne. ( 2) El hecho de formar una sola carne hace de este vínculo una realidad exclusiva: de uno, con una.

En efecto, Dios prescribió la unidad matrimonial desde que instituyó el matrimonio, para asegurar mejor la paz de la familia y la educación y bienestar de los hijos.

Sí permite Dios, en cambio, contraer sucesivamente un nuevo matrimonio, una vez disuelto el vínculo anterior por la muerte de uno de los cónyuges.

Otra característica esencial del matrimonio es la indisolubilidad.

Significa que la unión es permanente, es decir, que ha de continuar así mientras vivan los cónyuges. El divorcio civil no disuelve el vínculo conyugal, aunque así (falsamente) lo establezca la ley civil. Una vez que un hombre y una mujer se han unido en matrimonio consumado no hay poder en la tierra que pueda disolver ese vínculo. Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre, (3) dijo Jesús, con su autoridad de Supremo Legislador.

El vínculo matrimonial es, pues, por institución divina, perpetuo e indisoluble, de modo que una vez contraído no puede romperse sino con la muerte de uno de los cónyuges.

El que los esposos tengan clara conciencia de la indisolubilidad de su unión, les ayudará a poner todo su empeño en evitar las causas o motivos de desunión, fomentando el amor y la tolerancia mutua.

La apertura a la fecundidad es otra característica esencial del matrimonio.

Quienes se casan han de tener la intención de procrear. Si después eso no se da (por ejemplo, porque uno de los dos es estéril), el matrimonio es válido. Pero no lo sería, por ejemplo, si establecieran el vínculo matrimonial con la intención de no procrear, evitando absolutamente la descendencia.

……………

(1) Ver Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1664

(2) Génesis 2,24

(3) Mateo 19,6



¿COMO SE ESTABLECE UN MATRIMONIO?


La Iglesia enseña que el intercambio de los consentimientos entre los esposos es el elemento indispensable "que hace el matrimonio" (1). Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.

El consentimiento consiste en el acto libre en que expresan Yo te acepto como esposa - Yo te acepto como esposo .

Es importante hacer notar que en el momento del matrimonio no se pregunta: "¿Están ustedes seguros de quererse mucho?", sino se pregunta: "¿Aceptas por esposa a...? En otras palabras, lo que establece el vínculo no es el amor (que se supone implícito) sino el compromiso de hacerse esposo (o esposa) como algo debido.

Haber aceptado el contrato de ser esposo o esposa implica que cada uno tiene derecho al deber conyugal del otro, y eso es precisamente lo que han concertado: la estabilidad de una relación con derechos y deberes, cuya finalidad es la procreación. En otras palabras, ser esposo o esposa significa ceder los derechos sobre el propio cuerpo en orden a los actos que de suyo son aptos para la procreación.

El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo (2). Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento (3). Si esta libertad falta, el matrimonio es nulo.

El sacerdote (o el diácono) que asiste a la celebración del matrimonio, recibe el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y da la bendición de la Iglesia. La comunidad cristiana es testigo de ese consentimiento mutuo.

…………..

(1) Código de Derecho Canónico, canon 1057,1

(2) Código de Derecho Canónico, canon 1103

(3) Código de Derecho Canónico, canon 1057 & 1



¿POR QUÉ LA IGLESIA NO PERMITE LOS PRESERVATIVOS NI LOS ANTICONCEPTIVOS?



La Iglesia enseña que va contra la ley de Dios el empleo de métodos artificiales de control de la natalidad, sean físicos (como los preservativos), o químicos (como cualquier píldora anticonceptiva, espermaticidas, etc.).

También enseña que es contrario a la ley de Dios el acto sexual interrumpido (llamado onanismo), que consiste en que el varón derrame fuera de la mujer precisamente porque no desean concebir.

La Iglesia enseña también que es un pecado muy grave cualquier método abortivo (por ejemplo, la llamada “píldora del día siguiente” o el dispositivo intrauterino o diu), porque en ellos no sólo se impide una nueva concepción sino que se mata a un ser humano recién concebido.

Enseña también que es pecado la esterilización voluntaria, es decir, la vasectomía en el varón y la ligadura de trompas en la mujer, métodos ambos que buscan evitar definitivamente la procreación.

¿Por qué todos esos métodos son contrarios a la ley de Dios?

Porque la unión sexual es el instrumento que Dios ha previsto para hacer lo más grande que realiza el hombre: traer nuevas criaturas al mundo, nuevos seres humanos, creados a su imagen y semejanza y destinados a vivir para siempre. Esto da al sexo una enorme dignidad y hace que sea, como ya dijimos, algo divino, sagrado. Cuando un hombre y una mujer se unen sexualmente, Dios está ahí, dispuesto a llevar a cabo su maravillosa obra creadora de nuevas personas humanas.

Al controlar artificialmente los efectos de la unión sexual, manipulamos a Dios, le desviamos su plan. Siendo el Señor y Dueño de todo, pretendemos excluirlo de un ámbito fundamental: el origen de la vida. Y Él, que como Dueño y Señor del mundo ha dictado leyes, resulta burlado por un procedimiento que va en contra de su proyecto. Ir en contra del proyecto de Dios siempre es un pecado.



PARECE QUE LA IGLESIA ESTA CONTRA EL SEXO, ¿NO?



Para la Iglesia la comprensión del sexo es y ha sido siempre muy positiva. Lo entiende como algo maravilloso. Sí, maravilloso, porque Dios lo pensó como FUENTE DE AMOR Y DE VIDA. Dios inventó el sexo, podríamos decir, de Él procede y tiene ante él una enormemente importancia, ya que Dios es también Amor y Vida.

Por ello, el sexo no puede ser malo en absoluto. Si Dios quiso añadir a la unión corporal entre hombre y mujer un intenso placer físico no es para ponernos piedras de tropiezo, sino para encender y aumentar el amor de los esposos y, como fruto de ese amor, originar nuevas vidas.

El problema viene cuando se disocian voluntariamente esos dos componentes, el amor y la vida. Entonces el sexo se convierte en algo enormemente destructivo.

Ocurre algo parecido al fuego: el fuego es maravilloso, basta ver su centellear en mil tonos de amarillo y rojo en una chimenea mientras escuchamos el crepitar de los troncos. Pero si a continuación vemos ese fuego en los pisos, paredes y techo de la casa, ya no nos parecerá maravilloso. Se convertirá en algo terrible. Así sucede también con el sexo.

Integrado en el amor mutuo y definitivo de un hombre y una mujer que respetan el plan divino, es algo grandioso. Fuera de él, a pesar de su apariencia atractiva y fascinante, como el fuego en las paredes y techo de la casa (a Nerón le resultaba fascinante el incendio de Roma), la destrucción que puede ocasionar es terrible. Tanto, que acabe con la felicidad presente y posiblemente también con la futura felicidad matrimonial.


¿QUE ES NECESARIO PARA QUE UN MATRIMONIO FUNCIONE?


Delicadeza, ternura, reconocer y valorar al otro, comunicación y sexualidad vivida de acuerdo a la ley de Dios. Dicen los expertos que hay “amores horizontales”, es decir, amores que se mantienen con poco esfuerzo. En estos amores habrá que incluir el amor que una madre tiene por sus hijos, el que todos tenemos al lugar donde hemos nacido y crecido, el amor al equipo de futbol, etc.

Hay otros amores que no son como los anteriores. Se denominan “amores verticales”. Entre ellos hay que incluir el amor a Dios, así como el amor al propio cónyuge y también el amor al trabajo. La característica de los amores verticales es que, si no se cultivan cada día, comienzan a declinar. Si aquello continúa sin ponerse remedio, desaparece el interés y se buscan sustitutos: no es difícil entonces que se comience uno a fijar más en alguien distinto al propio cónyuge.

El amor entre esposos se cuida a base de pequeños detalles. Como hemos venido diciendo, tratando al otro como persona, y no como mero cuerpo para ser utilizado. Interesándose por su verdadero bien, adelantándose a sus gustos y necesidades, sabiendo servirse mutuamente.

La mejor señal de que el amor entre los esposos se afianza es que ellos crezcan juntos en el amor a Dios. Ellos cuentan, gracias al sacramento, no sólo con su amor natural sino también con el amor de Cristo. Rezar cada día en común, asistir a la Misa dominical, bendecir los alimentos, reservar momentos de oración, tener en el hogar un crucifijo y una imagen de la Santísima Virgen les hará comprender que Dios está en su casa, en su amor y protegiendo a su familia.


¿ES DISTINTO EL AMOR DE NOVIOS QUE EL AMOR DE ESPOSOS?


A veces se comparan los cambios del amor entre el noviazgo y el matrimonio a aquello que realizó Jesús un día que fue invitado a una boda, en la ciudad de Caná. Lo que hizo Jesús en las bodas de Caná fue convertir el agua en vino. Otro tanto ocurre cada vez que se celebra un matrimonio en presencia de Jesús: el amor humano se convierte en amor sobrenatural.

Conviene que los novios sepan dos cosas respecto a su futuro amor matrimonial, las dos muy importantes. La primera, que el sacramento del matrimonio no crea el amor, simplemente transforma el que ya existía. Jesús en Caná no creó vino, sino que se limitó a convertir en vino el agua que había dentro de las tinajas.

En segundo lugar, tu novio(a) y tú no han de temer nada de esa transformación. Lejos de desvirtuar su mutuo amor humano o de hacerlo palidecer, el amor sobrenatural viene a enriquecerlo. Así él(ella) y tú adquirirán nuevas energías para seguir queriéndose, para superar la rutina o el fastidio, para poder perdonarse setenta veces siete.

Al fin y al cabo, todo pecado es una forma de egoísmo y el egoísmo es un impedimento para el amor mutuo. Por el contrario, cuanto más cerca de Cristo están quienes se aman, más próximos se hallan el uno del otro, de la misma manera que dos radios se aproximan entre sí a medida que se acercan al centro de la circunferencia.

Tras la recepción del sacramento, permanecerán inalterables todos los atractivos, gracias y alicientes que hacen deseable el amor humano. Exactamente lo mismo que sucede con el pan y el vino en la Misa. Cuando se consagran en pan y el vino, sigue sabiendo a vino y a pan. Así sucede con nuevo amor (amor sobrenatural) que comienza en el sacramento: conserva íntegro todo el sabor del amor carnal, pero ha quedado sublimado. Podrás decirle a Jesús, luego de experimentar su presencia en tu nuevo hogar, que ‘ha reservado el mejor vino para el final’, es decir, que el amor humano compartido con Jesús es incomparablemente mejor que el solo amor humano.

Y no tendrás sino motivos de agradecimiento porque Él quiso un día, en Caná, bendecir con su Amor divino el amor humano de los esposos.

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